El sol emergió como todos los días llenando una a una cada casa del zodiaco de una maravillosa luz. Las antiguas construcciones de piedra se veían enormes bajo la anaranjada luz del amanecer, luz que poco a poco comenzó a tornar dorada… tan dorada como los cabellos del santo de Virgo quien dormía placidamente aún siendo observado por otro de los santos de Atenea.

Ambos llevaban varios meses unidos, no solo como amigos, como compañeros o camaradas… sino como pareja. Eran los dos caballeros más serios y hasta más fríos del Santuario, los más hermosos según algún que otro caballero. Pero aquella belleza etérea y hasta irreal que emanaba de ambos había sido revulsivo para caballeros y amazonas y en cambio, un lazo de unión para ambos.

El mismo lazo que los hizo una tarde de febrero caer uno en los brazos del otro, la misma tarde de febrero en la que se cumplían 3 años de haber vuelto a la vida. Una vuelta bastante dura para todos, pero agradecida a Saori ya que ella había sido capaz de entregar su divinidad por y para ellos. Solo les había pedido una cosa, y era que vivieran como hombres y mujeres normales, a partir de ese momento aunque viviera en Grecia junto a ellos no era Atenea… Poco tiempo después Aioria y Marin comenzaban formalizando su unión, la propia Saori y Seiya, hasta Milo había sido capaz de centrarse en otra cosa… Pero no ellos, ellos no habían sido capaces; no hasta que se encontraran a los pies de Cabo Sunion. El francés mirando al infinito, dejando que sus cabellos verdeazulados acariciaran libres las blancas y finas mejillas, junto a él y embelesado en aquel movimiento Shaka, con sus ojos siempre cerrados pero aún así sin quitarle la mirada de encima.

Todo había pasado en silencio, una mano que acaricia a otra, unos dedos enlazándose, una tibia caricia… y labios contra labios, cuerpo contra cuerpo, abrazados, acariciándose, sintiéndose y analizándose. Una respiración agitada rompiendo el silencio producido y tras de eso una leve sonrisa de parte del rubio, una que el siempre frío caballero de Acuario supo copiar tentadoramente.

- Camus…

- Bonjour Shaka –susurró entonces el caballero de Acuario cayendo del ensueño en el que estaba para verse reflejado en las turquesas que eran los ojos del dorado de Virgo.

- Pensé que… volverías a casa –suspiró Shaka contra el hombro de él mientras Camus en uno de sus fluidos y suaves movimientos lo volvía a recostar sobre él, con una dulce y tibia sonrisa miraría al frente observando su obra maestra; el jardín de los Salas Gemelos completamente lleno de nieve.

- ¿Alguna vez te has imaginado el templo de los sales cubierto de nieve?- preguntó Acuario en un susurro cómplice, un susurro que hizo que Shaka suspirara tomando su mano para besarla tiernamente.

Todo era tan irreal, la nieve, el sentimiento descubierto, la pasión de antaño…

Todo era tan irreal como su propio amor… Tan irreal y a la vez, tan real y tangible.