Lo reconozco, he tardado más de la cuenta, pero lo importante es que al fin he tenido tiempo para escribir el capitulo, creo que el titulo lo dice todo pero por si acaso: WARNING LEMON WARNING!.

Muchísimas gracias a todos por esperarme

4. Aprendiendo a Amar

Hinata se despertó sólo para ver horrorizada su imagen en el espejo. Aquella había sido una de las noches más largas de toda su vida. Neji y Tenten habían regresado a la Casa poco después de media noche, para no levantar sospechas. En aquel entonces Hinata todavía no había logrado decidirse pero mientras la abrazaba al despedirse, Neji le susurró al oído que pasara lo que pasara él la apoyaría.

Neji había sido el culpable de que casi no pudiera dormir, bueno más bien él y la Casa Secundaria. Durante todo el conflicto con su matrimonio, había quedado claro que las castas inferiores de los Hyuuga apoyarían a Neji y Hiashi no tenía el suficiente poder como para activar el sello en todos ellos. Todo hubiera podido acabar en una guerra civil fácilmente si ella no hubiera intervenido. Había conseguido parar la guerra una vez pero ¿cuánto más podría retrasarla? Su padre sólo tendría que activar el sello en Neji, matarlo incluso estando indefenso, y volvería a tener todo el control. Sin nadie que los guiase, las castas inferiores no tendrían nada que hacer.

Pero Hinata también sabía que durante todos aquellos años, Neji no había estado ocioso. Era un poderoso ninja y dominaba las artes secretas de los Hyuuga a pesar de su padre. Pero también, a escondidas, Neji había estado investigando sobre el origen y el alcance del sello. Todavía estaba bajo su poder pero no sería nada fácil para Hiashi someterlo, y para hacerlo tendría que estar completamente concentrado. Si luchaban sería en igualdad de condiciones, hombre a hombre. Ese pensamiento aliviaba un poco la conciencia de Hinata, el futuro de los Hyuuga no estaba en sus manos, sino en las de Neji. Ella había hecho todo lo que había podido. Se merecía un poco de felicidad.

Hinata sonrió un poco, hacía apenas unas horas que había llegado a esa conclusión. Libre de la carga del Clan, el único obstáculo era su padre y él ya había dejado claro que sólo tenía una hija. Cerró los ojos mientras sumergía su agotado cuerpo en el agua caliente de la bañera, y notaba cómo al fin el cansancio podía abandonarla. Sin embargo, el roce del agua sobre su piel le recordó algo más, algo que Gaara debía saber y que no tuvo el coraje de contarle el día anterior. Cerró los ojos y se dejó llevar, contenta de tener su decisión al fin, de no tener que buscar más una solución para algo que no la tenía.


Sentado en el sofá de Naruto, Gaara escuchaba los ronquidos de su amigo con la vista perdida en el ansiado amanecer. Había estado toda la noche pensando, decidiendo qué hacer, pero cualquier acto suyo dependía en gran medida de la respuesta de Hinata. Se había pasado la noche barajando posibilidades y ya estaba harto. Aquella situación no le gustaba, su voluntad siempre había sido ley y ahora había algo por encima de ella, una respuesta simple a una pregunta simple.

Había deseado todo la noche ver aquel amanecer, y ahora tendría que esperar un poco más. Estaba seguro de que habría sido una noche larga para Hinata, tanto o más que para él mismo, debía de darle todo el tiempo que pudiera.

-"¿No lucharás por ella?" – había estado esperando esa pregunta toda la noche, pero el demonio también había permanecido en silencio, como tomando sus propias decisiones.

-"Lucharé por ella, no contra ella. Si no me quiere me iré"

-"Pero sabes que eso no es así, su respuesta será la de su Clan no la de su amor"

-"¿Qué sabrás tú de amor, Shukaku?" – le respondió molesto. –"Sé que a su lado yo sería inmensamente feliz, pero no antepondré mi felicidad a la suya. Si ella cree que éste es su lugar yo respetaré su decisión y me apartaré. Pero al menos sabrá que el día que cambie de opinión la estaré esperando con los brazos abiertos"

-"Eso no es amor, es estupidez"

Gaara sonrió con tristeza mientras el demonio volvía a quedarse en silencio. No lo podía evitar, Shukaku no era sólo un demonio sellado, se había convertido en una parte de él, de su personalidad. El antiguo Gaara se habría llevado a Hinata por la fuerza sin tener en cuenta sus deseos. Habría provocado un conflicto entre la Hoja y la Arena, una nueva guerra incluso. Se derramaría sangre y muchas vidas inocentes se perderían y nada de ello le hubiera molestado lo más mínimo.

Pero él ya no era así, en parte gracias a la propia Hinata. Ahora era el Kazekage de la Arena, el bienestar de su gente estaba por encima de todo. Hacia años que lo había aceptado y le bastaba. La Aldea era su familia, sería feliz viendo cómo los hijos de otros crecían. Ese era el deber del Kazekage velar por su aldea. Hinata no era más que un sueño, una esperanza que nunca creyó poder hacer realidad. Cerró lo ojos con fuerza para alejar el dolor. Esta era la otra cara de la moneda, al aceptar a personas en su vida también aceptaba el dolor que éstas podían causarle.

-"Duele ... duele mucho tener algo tan preciado ... y tener que abrir las zarpas y dejarlo escapar"

-"Oh vamos Gaara no pongas esa cara tan larga" – protestó Naruto saliendo de su habitación estirándose y bostezando –"Seguro que dirá que sí" – dijo con una amplia sonrisa llena de confianza.

El sol ya estaba alto en el cielo. Hora de buscar a Hinata.


Hinata despertó aún en el agua. Se había quedado dormida en la bañera sin poderlo evitar y tenía que darse prisa, algo le decía que Gaara no iba a esperar mucho más por su respuesta. Se envolvió en una toalla y salió del cuarto de baño hacia su habitación, donde tenía su ropa.

Gaara gimió al verla¿por qué los dioses le castigaban de aquella manera? Había llamado varias veces a la puerta pero no obtuvo respuesta, de modo que sin pensárselo mucho entró en la pequeña casa de Hinata solo para encontrarse a la protagonista de todas sus fantasías envuelta en una toalla.

Ella se quedó helada la verlo de pie, inmóvil, mirándola fijamente con cara de sufrimiento, hasta que de pronto sus ojos verdes brillaron y ella se sintió como una gacela frente a un león, y no dudó de que sería devorada en pocos segundos, de modo que Hinata hizo lo único lógico: escapar hacia su habitación.

Que Hinata echara a correr no era una de las respuestas que Shukaku había previsto, y esos segundos de sorpresa fueron los que permitieron a Hinata cerrar la puerta del dormitorio ante sus narices.

-"Abre la puerta, mujer o la echaré abajo" – aulló el demonio arañando la madera, mientras que la arena rellenaba todos los resquicios entre el marco y la puerta. Enseguida la puerta voló y Gaara apareció ante ella con esa mirada depredadora, agarrado al marco destrozado, como tratando de contenerse. La vio, de pie frente a la cama, aferrando la toalla como si pudiera protegerla de él. Miedo. Por un momento, el demonio dudó, aquella mujer no debía de temerle. Avergonzado, se retiró dejando el control a Gaara que jadeaba por el esfuerzo aferrado a la puerta.

-"Hinata Hyuuga, tu respuesta..." – sus ojos ya no eran los depredadores sino suplicantes y ella entendió, la incertidumbre lo estaba volviendo loco. Aseguró la toalla lo mejor que pudo y con pasos vacilantes se acercó a él, le acarició suavemente las mejillas y él cerró los ojos ante la caricia, permitiendo que una vez más ella alejara el dolor.

-"Seré tu esposa Gaara del Desierto, Kazekage de la Arena." – el abrió los ojos ante esas palabras, el alivio y la alegría en su rostro, pero ella seguía seria, mortalmente seria. –"Seré tu esposa si tú aún quieres que lo sea, cuando sepas lo que tengo que decirte"

Hinata se separó de él y se sentó en la cama, como si lo que tuviera que decir supusiera tal esfuerzo que no pudiera seguir de pie. El corazón de Gaara latía desbocado y su mente no paraba de mostrarle escenas horrendas sobre lo que ella tuviera que decirle.

-"Te dije que estaba prometida ..." – dijo con un hilo de voz con la mirada fija en el suelo, sin atreverse a mirarle – "el ...dijo que no tomaría una esposa sin antes comprobar que fuera capaz de satisfacerle y...mi padre ... accedió" – su voz temblaba ahora de vergüenza y humillación.

Gaara se acercó a ella con un inmenso alivio en el pecho a pesar de todo, se arrodilló frente a ella mientras la abrazaba fuertemente, dándole tiempo a que ella derramase todas las lágrimas que necesitaba. Notó como Shukaku abandonaba su cuerpo y desaparecía en una brisa de arena, dudó en detenerle por un momento pero decidió confiar en él por esta vez. Ahora lo importante era la mujer que sollozaba entre sus brazos

-"Hinata Hyuuga, nunca quise ser el primero. Sólo quiero ser el último" – le susurró al oído justo antes de trazar un camino de pequeños besos por su mejilla. La miró a los ojos, seguro de que ella ya le pertenecía, de que había sido suya siempre, y que a partir de ese momento no habría nada que los pudiera separar ya.

La besó, muy despacio esta vez, toda la urgencia evaporada con el miedo y la incertidumbre. Siguió besándola mientras la echaba hacia atrás, sobre la cama, dejándose embriagar por el olor de Hinata, por el sabor de su piel aún mojada.

Despacio, con un poco de inseguridad ante lo que estaba haciendo, sus manos se deshicieron de la toalla, dejando el cuerpo femenino a la vista. Su corazón palpitaba aún más deprisa y alzó la vista para ver a una mortificada Hinata, con las mejillas encendidas, que no se atrevía a mirarle.

-"Mírame, Hinata Hyuuga"

Ella obedeció incapaz de resistirse a su mandato y una vez más quedó hechizada por la intensidad de aquellos ojos verdes. Gaara clavó sus ojos en el blanco infinito de los ojos de ella y dejó que sus manos aprendieran las formas de Hinata, no podía apartar la vista, tenía que asegurarse de que era ella, de que era real.

Aquellas manos recorrían su cuerpo con cierta timidez, pero se sentían seguras sobre su piel, quizás un poco ásperas, pero era de esperar. La mano izquierda jugueteaba entre sus pechos, palpando, probando y acariciando. Cuando los dedos se cerraron tentativamente sobre uno de sus pezones Hinata no pudo evitar gemir y su respiración se aceleró. Gaara sonrió, y volvió a repetir el movimiento sin apartar la vista de Hinata, no necesita ver su cuerpo, le bastaba con sentirlo bajo sus manos. A su mente llegó una imagen, casi diez años atrás, de una chica retorciéndose entre las sábanas y un muchacho salvaje que la miraba hipnotizado. Dejándose llevar por el recuerdo, su mano derecha bajó por el vientre plano y se perdió entre el ensortijado pelo negro que encontró allí.

Ahora si que Hinata gritó, cerró los ojos y comenzó a mover las caderas, siguiendo el ritmo que imponían aquellos dedos que la penetraban una y otra vez. Por primera vez Gaara dejó de mirarla a la cara para ver aquel cuerpo que tan bien respondía a sus caricias. Sintió la boca seca al fijarse en cómo sus dedos desaparecían entre las piernas de Hinata, pero enseguida se le hizo la boca agua al subir la mirada por el cuerpo femenino y centrarse en aquellos pechos que se balanceaban. Era una danza hipnotizante y se dejó llevar por el instinto una vez más, después de todo, siempre que se trataba de Hinata actuaba por instinto.

Hinata enterró los dedos en el pelo pelirrojo, que segundos antes estaban retorciendo las sábanas, en cuanto notó el calor de la boca de Gaara sobre su pecho. Se arqueó bajo él, dándole total acceso a su cuerpo y él respondió sorbiendo con más fuerza provocando que ella comenzara a susurrar su nombre una y otra vez entre gemidos. Aquellos gemidos lo estaban volviendo loco, cada vez tenía más calor y pronto decidió que tenía que deshacerse de su ropa. Gaara se alejó de Hinata un momento, sonrió de nuevo ante el pequeño gemido de protesta de ella y se quitó la ropa tan rápido como pudo. Ella se sentó de nuevo en la cama sin poder evitar mantener la vista curiosa ante lo que aquella ropa iba a mostrarle.

Pronto estuvieron los dos en igualdad de condiciones e Hinata gateó sobre la cama, acercándose al borde. El cuerpo de Gaara era muy distinto al del comerciante y complacida alzó las manos para recorrer los músculos marcados de su torso. Casi al instante retiró la mano, extrañada. Gaara tragó saliva horrorizado, aquello había ido demasiado bien.

-"¿Hinata?" – la llamó con un poco de alarma en la voz, ella alzó la vista y le sonrió, ahuyentando los temores de Gaara

-"Es sólo que tu piel es...áspera" – dijo mientras sus manos volvían a recorrerle, era una sensación extraña, una textura extraña para ser la piel de un hombre

-"¿Áspera?" – Gaara pensó por un momento y luego maldijo mentalmente. Llevaba la Armadura de Arena. Para él tenerla era algo natural, desde que tenía memoria la llevaba encima, pero en esos momentos no era una capa de arena protectora lo que quería sentir sobre su piel, así que se concentró y ante la atónita mirada de Hinata, la arena se desprendió de su cuerpo como una cascada de agua y fue a amontonarse bajo la ventana. –"¿Mejor ahora?"

Tentativamente Hinata posó la mano sobre el pecho de Gaara y él se arqueó ante el contacto. Por primera vez comprendía qué era realmente el contacto humano, sentir. Tan sólo el contacto de piel contra piel había hecho trizas su sistema nervioso, cerró los ojos, tratando de acostumbrarse a la nueva sensación y prepararse para lo vendría a continuación.

Cuando volvió a abrir los ojos, descubrió que Hinata había vuelto a acostarse sobre la cama y que lo miraba con las mejillas encendidas y un poco de súplica en sus ojos. Gaara sólo tenía una vaga idea sobre lo que tenía que hacer, después de todo nunca había estado con una mujer, pero tantos años compartiendo casa con un marionetista pervertido y una hermana demasiado ruidosa, estaban dando sus frutos.

Sin pensárselo mucho, Gaara se posicionó entre las piernas de Hinata, clavó de nuevo sus ojos en los de ella y avanzó, saboreando cada milímetro de su invasión en el rostro de la chica y en las reacciones que provocaba en su propio cuerpo. Pronto no pudo aguantar mucho más, eran demasiadas sensaciones, todo demasiado embriagador, demasiado poderoso para alguien que contemplaba el mundo tras una cortina de arena. No pudo más que enterrar el rostro en el cuello de Hinata, seguir respirando su familiar aroma y dejar que su cuerpo se adaptara a sentir.

Comprendiendo lo que le ocurría a su amante, Hinata sonrió y le abrazó con fuerza, disfrutando ella también de tenerlo por completo en su interior, sintiéndose al fin completa. Tras unos momentos, probó a moverse. Muy despacio fue girando sus caderas y fue recompensada con un gemido masculino.

El creía que no podía existir nada mejor. Estaba con ella, dentro de ella, había muerto he ido al cielo cuando ella comenzó a moverse bajo él, provocando ola tras ola de éxtasis. Quizás el también debía de moverse. Perezosamente, no queriendo abandonar el cielo que había encontrado en el cuerpo de Hinata, Gaara retrocedió milímetro a milímetro, animado por los pequeños gemidos que lograban escapar de la garganta de ella. Se retiró casi por completo y entonces volvió a entrar, sorprendido por la entusiasta bienvenida del cuerpo femenino. Volvió a repetir el movimiento un par de veces más y fue entonces cuando Hinata alzó las piernas, cerrándolas sobre sus caderas y haciendo que se deslizara aún más profundamente. Gaara volvió a gemir, más roncamente y la besó de nuevo, con urgencia, con pasión, devolviéndole todo lo que ella le había enseñado.

Sus caderas se movían cada vez con mayor rapidez mientras su lengua tomaba posesión de su boca una y otra vez, Hinata trataba de mantener el ritmo, pero ya no podía más, había soñado con esto demasiadas veces, demasiadas veces se había llamado estúpida por imaginarlo. Por sobre todas las cosas quería amar y ser amada, sentirse amada por él tal y como estaba sucediendo.

Gaara seguía actuando por instinto, el instinto le decía que continuara, cada vez más rápido, cada vez más fuerte y más profundo porque aún faltaba algo. No sabía qué podía ser, no se lo ocurría nada mejor que todo lo que estaba experimentando, pero entonces Hinata se arqueó y gritó el nombre de su amante a los cuatro vientos por última vez antes de caer exhausta sobre la cama, y Gaara gritó también, sobrecogido ante lo que estaba ocurriendo: ella estaba aún más caliente, le apretaba con más fuerza y parecía que quería succionarle la vida, sus entrañas palpitaban y entonces supo que ya no volvería a ser el mismo, que ahora era suya, que la había marcado a fuego de la misma forma que ella le había marcado a él.

Agotado, se dejó caer de nuevo en la cama, respiró profundamente un par de veces y alargó los brazos para atraerla contra él. Hinata se apretó contra él, recuperando la postura de diez años atrás, cuando habían empezado ha trazar el camino que les había llevado a ese momento. Ella suspiró de felicidad y se acomodó sobre el hombro de Gaara, él la mantuvo junto a él con su brazo izquierdo, apoyando la mano en su cadera. Sus sentidos todavía estaban demasiado sensibles, recuperándose del esfuerzo, pero ahora todo era más familiar para él: los olores, el sabor de los besos de Hinata, la sensación tintineante sobre su piel, la respiración tranquila de su amada a su lado.

Al fin todo era como debía ser.


Sólo deciros que esto todavía no se acaba, creo que al menos da para otro capítulo.