Era de noche…

Aunque en ese lugar, siempre parecía serlo.

La figura se movió silenciosa y rápidamente entre los tejados de las casas, tal parecía que todos los habitantes dormían.

De un salto bajó al suelo, mostrándose sorprendida.

-Aún para ser de noche hay demasiado silencio…-murmuró observando el lugar con detenimiento. Aún cuando ya llevaba algún tiempo viviendo ahí, era la primera vez que entraba al pueblo.

Extraño…

Ni un sonido en las calles. No había grillos, maullidos de gatos, ladridos de perros, vamos…ni siquiera ronquidos de los habitantes que se suponía estaban durmiendo, tampoco se escuchaban murciélagos (y tenía entendido que en esa zona abundaban).

-Ni siquiera el viento.-ahora estaba intranquila-Demasiado silencio.

El lugar de por sí era tétrico: árboles secos y plantas marchitas, la fuente en el centro del pueblo totalmente seca, las nubes negras que cubrían el cielo impedían que pudiera verse una sola estrella, las calles totalmente obscuras y desiertas, las casas parecían descuidadas.

-Pero la falta de ruido es lo que más me aterra.-admitió.

Decidió salir de ahí antes que fuera demasiado tarde¿tarde para que? No lo sabía.

Sintió un escalofrio.

Se acomodó algunos mechones del cabello rubio y suspiró. Lo mejor sería volver durante el día, aunque eso sería demasiado arriesgado pues los habitantes se sorprenderían al no verla y podrían avisar a…¿A quién? Bueno, el punto es que sería demasiado sospechoso.

Quizás podría decir que iba a recorrer un poco la zona, de esa forma tendría suficiente tiempo y a nadie le extrañaría (todos conocían su personalidad curiosa ya). Si, eso haría.

Aún tratando de ser lo más sigilosa posible, no dejó de correr hasta que se sintió a salvo, fuera de ese lugar olvidado por las diosas y en la comodidad de su "habitación".

Claro, si a eso se le podía llamar habitación.

En ese momento hizo algo que llevaba mucho tiempo, años sin hacer (y algo de lo que posteriormente se avergonzaría): se cubrió con las cobijas totalmente mientras repetía y se encomendaba a los nombres de las diosas: "Din, Nayrú, Farore…"

Y así continuó hasta quedarse dormida.

En lo que quedaba de la noche, soñó con todo lo que le había ocurrido desde su llegada.

……………….

-¿Pero es que no saben quien soy?-se cruzó de brazos y miró fastidiada a los soldados que se encargaban de cuidar la entrada, una gran puerta de madera.

-Lo-lo sentimos- se excuso uno de ellos-son ordenes del rey¿sabe? No hace mucho fuimos azotados por una epidemia terrible y mucha gente del reino murió.

-¡Con más razón debo entrar! Deben necesitar mucha ayuda.

-No…usted no entiende-se apresuró a continuar-no sabemos si la epidemia ha terminado ya, si usted entra podría ser peligroso, podría enfermarse y morir.

Ella guardó silencio comprendiendo que sería imposible que le permitieran la entrada. ¿Qué podía hacer? Después de todo Hyrule era la última esperanza de aquel reino casi completamente destruido. El rey había pedido ayuda a su padre y el monarca de Hyrule se había sorprendido tanto al haber recibido carta de lo que él pensaba era un reino que hacía mucho había dejado de existir, que primero lo tomó todo como una broma.

Tardó un poco en convencerse que era verdad.

Y cuando lo hizo, decidió dejar las cosas como estaban.

Claro, hasta que ella intervino.

De nada le valió al rey contarle a ella sobre todas las historias, leyendas y rumores de que esa era una tierra maldita, simplemente era demasiado terca y se negó a escucharlo.

Accedieron a dejarla ir con la condición de que llevara prácticamente a medio ejército de Hyrule, algo a lo que ella se negó. ¡Solo iba a ver que tan mal estaban las cosas, no a iniciar una guerra, por las diosas! Seguramente lo último que le faltaba a esa tierra era una guerra.

Ahí fue cuando su querida nana y maestra entró en la discusión y dijo que ella misma la acompañaría hasta ese lugar.

Sin embargo la Princesa se había negado, Hyrule tenía sus propios problemas…

Hyrule tenía sus propios problemas, que amenazaban en convertirse en algo mucho peor.

Ahora estaba sola.

-Di-discul-p-pe…-tartamudeó el guardia, sacándola de sus pensamientos.- Nos dijeron que debíamos llevarla a donde usted se quedará durante su estancia aquí.

-Ah, esta bien.

…………..

-Deben estar bromeando…

Frente a ella se encontraba una cueva. No muy lejos podía verse la gran puerta que marcaba la entrada al reino.

-¿Se supone que me quede aquí?-reclamó.

-No puede entrar al pueblo, por la epidemia y mucho me temo que al castillo tampoco. La Reina murió hace 3 días y el príncipe esta enfermo.

-Ah-fue su único comentario. Permaneció un momento en silencio.-¿Y donde esta el castillo?-preguntó con la intención (quisieran ellos o no) de presentarse ante el rey y decirle lo mucho que lamentaba la muerte de su esposa y luego ir con el príncipe para ver si podía ayudarle en algo.

-Hacia allá-el guardia señaló la puerta de madera-entrando hay un pequeño pueblo y tres caminos, el del centro conduce hacia el castillo, el de la izquierda la llevará a un bosque y el de la dere…-se interrumpió de pronto y bajó la mirada.

-¿A dónde va el otro camino?

-…-tardó un poco en responder.-No le recomendaría que fuera ahí, por ese camino se llega al cementerio. Últimamente parece que todos vivieran ahí.

Sintió algo de temor para después recordar a alguien. Sacudió la cabeza.

Se estaba haciendo de noche y lo mejor sería entrar a su "casa".

Contrario a lo que ella pensaba, el lugar era bastante acogedor.

Toda la cueva estaba llena de césped en el suelo y cubierta de enredaderas y lianas. Algunas flores crecían en la entrada.

Una mesa, una silla, su cama, un librero (lleno libros, obviamente) y un baúl lleno de artículos útiles y otro de alimentos era todo lo que había.

Se detuvo a observar que la habían proporcionado con una generosa dotación de velas y otra más de linternas.

Gracias a todo el verde en su interior, la cueva parecía tener un brillo especial. Esto la reconfortó enormemente.

-Eh…este…-el otro guardia que había permanecido callado habló-Su caballo…

-¡Verdad!- exclamó.-No hay problema, podrá quedarse conmigo- sonrió y procedió a quitarle algunas bolsas en las que llevaba alimento para ella y su amigo equino, algunas medicinas y…otras cosas.

Los guardias se retiraron, no sin antes decirle que si necesitaba algo, los llamara.

Los siguientes días fueron tranquilos.

Al principio solo los niños, curiosos, acudieron a visitarla.

Ella los recibía feliz, les contaba historias, les enseñaba a leer y escribir y les regalaba dulces (mismo que amenazaban con terminarse pronto).

Pasada una semana llegaron los adultos.

Platicaba con todos, aconsejaba a quienes se lo pedían y aprovechando sus escasos conocimientos de medicina trataba a los heridos lo mejor posible. También enseñó a algunos hombres sobre el manejo de armas y técnicas de pelea (contrario a lo que pensaba, ninguno se mostró reacio a aprender de una mujer).

Días después intentó hablar con algunos sobre lo que sucedía en el reino y pedirles que la dejaran entrar. Los habitantes se mostraron nerviosos y apenados, le pidieron que los disculpara, pero no podían hacer eso.

Al día siguiente, solo los niños fueron a verla.

……………..

Se encontraba haciendo unas últimas anotaciones en su diario. Les había dicho a todos que tenía planeado ir a pasear un poco, algunos niños quisieron acompañarla, pero los padres no lo permitieron. Ella se mostró aliviada.

-El río…

Escuchó una voz tras ella y descubrió a una pequeña niña de mas o menos 8 años. Su cabello era azul y le llegaba arriba de los hombros. Sus ojos eran cubiertos por el flequillo que caía de su frente y era muy pálida.

-¿Qué dijiste, pequeña?

La niña usaba un vestido color verde, mallas azules y botas color café.

-El río, creo que deberías ir al río.-le dirigió una misteriosa sonrisa.

-¿Por qué crees eso?

-Muchas cosas pasan en el río, tal vez puedas encontrar algo interesante.

-¡Espera!-gritó al ver que la pequeña se retiraba. No recordaba haberla visto antes, tal vez había estado enferma y recién se había curado.

Muy bien, si la niña le había sugerido que fuera al río, al río iría entonces. No sabía que esperar exactamente.

Al oeste de la cueva donde vivía estaba el río. Había mucha niebla y al igual que en pueblo, mucho silencio.

En todo ese rato no dejó de pensar en la niña. ¿Solo la habría imaginado? Después preguntaría por ella, alguien tendría que conocerla.

-¡Ay!-gritó al caer al suelo. Había tropezado con algo.- Maldición...-murmuró molesta mientras se sacudía polvo del vestido- por venir tan distraída vine a tropezar con una pied….¿que es eso?...¡Oh, Diosas!-se cubrió el rostro con las manos al descubrir que lo que la había hecho caer era la mano de un esqueleto, sobresaliendo entre la tierra.-Suficiente¡Me largo de aquí!-un segundo antes de darse la vuelta y empezar a correr, logró escuchar algo parecido a un canto. Fue por muy poco tiempo, pero lo suficiente como para hacerla olvidar su miedo.-Viene de esa dirección, proviene del río.

Ya no caminando, sino corriendo lo más rápido que podía, estaba ansiosa por llegar. Tal vez eso le proporcionara alguna pista sobre lo que pasaba en el reino. Esta vez tuvo cuidado para no tropezar con nada más.

Si antes se había horrorizado del esqueleto, lo que sentía ahora no se comparaba en lo absoluto.

Cubriéndose la boca con una mano, con los ojos bien abiertos, pálida y con expresión de terror…contempló los cadáveres flotando en el río.

Comprendió que no había sido ninguna epidemia, sino el agua lo que había enfermado a todos. El agua estaba contaminada. El agua estaba muerta.

Tuvo que sentarse en una roca para no caer.

Ahora estaba segura, algo raro…no, algo malo, algo muy malo estaba pasado ahí. Y ella lo sabía.

Tenía que elaborar un plan¿Qué hacer? Lo más sensato era volver a Hyrule y pedir ayuda.

-Pero primero debo tener un poco más de información-se levantó sintiéndose algo mareada- y averiguar algo más sobre esa niña.

Con esa idea en mente, regresó a su refugio lo más rápido que pudo. Esa noche tenía muchas cosas por escribir en su diario.

No se dio cuenta que la luna llena comenzaba a reflejarse en las aguas de aquel río maldito.

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HOOOOOOOOOOOOOOLAAAAAA!

Este es mi primer fic de Zelda, así que espero que les guste y que me dejen reviews (de rodillas ¡Por favor reviews, tengan piedad de mí! T.T...ejem, perdón). Este fue solo el Prólogo, entre más vallan leyendo la historia(porque espero que la lean ¬¬), llegará un momento en que se pregunten¿por que cuarta? o.oU No les voy a decir:P al menos no ahora.

Bueno, espero que me dejen reviews.

BYE!