Titulo: La amazona perdida y el pirata loco.

Capitulo 1: Él, un pirata.

Saludo: bienvenidos a mi historia, estoy encantada de veros por aquí…..

Eo! Eo! Me recordáis??? Soy NEHERENNIA!!!!! Tuve un pequeño percance con estos feos administradores y no me dejaron escribiros mas… aunque he vuelto con otro nombre (y con sede temporalmente en Irlanda) me gustaría seguir publicando mis pequeñas aportaciones a este mundillo. Y este era uno de mis mejores fics, así que os lo vuelvo a subir, por si algun de vosotros tiene interés de nuevo en leerlo.

De nuevo me encantará saber también vuestra opinión.

Gracias por estar ahí.

Discl.: ojalá me perteneciese ese Capitán Sparrow… pero de momento solo me pertenece Sora, un personaje que dios sabe de dónde lo saqué.

Motivos x los que escribo: Eh..... vamos..... es Jack!!!!!

Aviso: quizá el principio se os haga pesado, pero dadle una oportunidad, creo que no os decepcionará. Gracias.


La luz del alba se presentaba nuevamente a bordo del Sunrise, dibujando sombras que viajaban a lo largo y ancho del viejo navío. Desnudo de tripulación a tan temprana hora, el barco surcaba las cristalinas aguas del Caribe Español, acercándose lenta y ceremoniosamente a su destino.

Sentada sobre unas cajas llenas de armas para comerciar, Sora contemplaba tierra firme. Largo tiempo atrás, había pertenecido a algún lugar como ese.

Recordaba en especial un lugar. Una pequeña playa. Arena blanca y fina, palmeras que se levantaban torpes e inmensas hacia el mar, para luego recuperar su ascenso al firmamento. Agua cálida y espumosa que se aventuraba a jugar con sus pies cuando se quedaba dormida mirando al cielo. Siempre azul, siempre negro, colmado de estrellas y libre de nubes.

Las puestas de sol en esa pequeña playa eran impresionantes, irrepetibles, irreemplazables. Sora podía jugar durante horas en la arena, en el agua, subiéndose a los árboles, pero siempre encontraba un momento al atardecer para ella sola. Sentada en la arena, miraba al infinito, a ese inmenso océano de paz y tranquilidad, y dejaba que la luz rojiza acariciase su piel. Entonces ella se dejaba caer. La arena la acogía, y la llevaba de la mano al sueño mas placentero.

Cuando el agua tocaba sus pies ella volvía de su particular mundo. Y eso era todo lo que podía recordar. Esa había sido su niñez. Una playa y una casa en el pueblo. Pero, ¿qué pueblo? ¿qué casa? ¿Qué playa?

No había pasado tanto tiempo desde esos días. Ahora era una joven que tapando sus pechos con unas vendas, cortando su pelo y procurando no hablar mucho, podía pasar por un marinero un poco afeminado. A veces, Sora se sentaba en la proa del barco, y cuando divisaba tierra, cerraba los ojos e intentaba recordar su niñez. Como se había truncado todo desde el asalto de unos piratas ¿Porque era ahora un hombre si su destino había sido siempre el de ser mujer?

Nunca le daba tiempo a apenarse y llorar por ello, pues las órdenes del capitán la reclamaban.

Sora, como la habían bautizado unos marineros ingleses que la habían encontrado en el puerto cuando trataba de huir de una escaramuza que unos piratas habían causado, apenas pasaba de los 17 años de edad. Cuando la encontraron, ella tendría unos 8 años, y estaba vestida con ropas de chico. Como ella no pronunció palabra, y apenas se dejaba tocar, asumieron que era un niño, y en honor al nombre del barco que los piratas acababan de perder, Soratán, los marines ingleses se quedaron con aquel chico afeminado.

Cuando Sora tuvo realmente conciencia de donde se había dejado llevar, ya era demasiado tarde para declarar su femenina condición. Era tripulante del Sunrise, y como todos sabemos, es de mal fario llevar una mujer a bordo. Así que para evitar el rechazo, prefirió seguir siendo un chico. Lo difícil llegó cuando se empezó a desarrollar. Sus pechos crecieron, aparecieron esas primeras curvas, su cara, sus ojos, su boca, su mirada, todo en ella la delataba. Peor fue cuando su cuerpo decidió sin previa consulta, recibir una molesta visita cada mes.

Unos algodones sirvieron cada mes, ropa ancha para sus curvas, unas vendas para sus pechos, flequillo largo aunque el pelo corto para su cara, y un pañuelo para los molestos tirabuzones y rizos.

Endormiscada andaba Sora contemplando tierra firme, inmersa de nuevo en sus sueños, cuando el capitán Hearst la llamó.

- Sora! Pequeño gandul. Baja a las bodegas y empieza a desamarrar las cajas mas grandes!!! Cuando lleguemos a tierra, recuerda llevar los bidones a las tabernas!!!

Sora salió de su peculiar mundo de recuerdos e intentando agravar su voz, tan solo asintió con un : - sí, mi capitán-

Una vez hubo bajado a las bodegas y desatado las cajas mas grandes, apiló con mucho esfuerzo los bidones en el montacargas para ser lo primero en desalojar, y así, poder marcharse la primera, y no tener que aguantar por mucho tiempo a sus compañeros, gritándole a las fulanas que rondaban el puerto obscenidades, propias de hombres echados a la mar durante meses, sin contacto alguno con mujeres.

Lo cierto que cuando el Sunrise echaba el ancla y descargaba su mercancía, las putas del puerto corrían, reían y se rifaban entre ellas al miembro mas joven de la tripulación. El joven Sora. Ellas lo conocían desde que era un crío. Habían ejercido para ella de madres, amigas, confidentes… y en cuanto "el joven" comenzó a llamar la atención en cuanto a la belleza, quisieron prestarle atención en la cama. Sora, cuando oía estas propuestas, enrojecía de mala manera, cosa que a las fulanas les encantaba, y reían, y jugaban con ella. Lo único que Sora podía hacer, era ajustarse su pañuelo a la cabeza si es que alguna muchacha alegre se lo había quitado, clavar sus azules ojos en el suelo, cargar su trabajo, musitar una disculpa, y echar a correr entre la multitud. Por esto, Sora, era conocida en los puertos, por ser tan tímido y vergonzoso, que aún seguía impune y puro.


Sora acarreó un bidón de vino, se asomó por los alrededores para asegurarse que no tendría interrupciones, y echó a correr a la taberna mas cercana. Tuvo suerte, y no encontró a ninguna de sus chicas por el camino, pues a tan temprana hora, todas estarían durmiendo en camas ajenas.

Cuando llegó a la taberna, examinó el interior con desagrado. Apenas había gente. Tan solo trabajaba el mesonero, que andaba atolondrado limpiando el suelo de los vómitos de algún borracho. Tres borrachos, dos durmiendo en el suelo, y un tercero recostado en una mesa. También había una de las fulanas, sirviéndose otro vaso de ron.

Sora dejó el bidón donde costumbre, cogió su dinero, como de costumbre, y como de costumbre se dispuso a marcharse. Pero una voz de mujer lo detuvo.

- No vas a invitar a una dama a otro trago?

Sora miró a la mujer. Su peluca de rubio desteñido y esos exagerados coloretes eran inconfundibles.

- Marie!!!!!!!!

Sora corrió hacia la mujer y la abrazó con todas sus fuerzas. Marie, había descubierto su secreto muchos años atrás, cuando su descarada mano acarició lo que ella suponía que era la virilidad del "chico". Sora creyó morir en ese momento, pero en realidad vio el cielo abierto cuando Marie le sonrió y le dijo: - debes de haberlo pasado muy mal, pequeña-

Desde ese mismo día, Marie se convirtió en su amiga. En su única y verdadera amiga, que la protegía y la cuidaba cuando podía.

En ese momento, Sora no se permitió el lujo de llorar, pues había aún presentes en ese inmundo lugar. Hablaron pues, de banalidades en ese momento, y se prometieron que en la noche seguirían con la conversación. Hacía al menos 7 meses que no se veían.

Andando hacia la salida, luego de pagarle un trago a la dama, tropezó al mirar atrás con la espada del borracho que estaba en la mesa. Rodó por el suelo y se levantó aturdida. El borracho alzó la cabeza, se giró, y miró a Sora.

- Malditos marines ingleses. ¿No tuvisteis bastante intentando ahorcarme dos veces… que ahora me despertáis, en medio de hermosos sueños?

- Señor, es culpa vuestra. Tenéis las cosas en medio del paso.

- ¿Osas decir que he puesto mis cosas adrede para que tú, jovenzuelo, vengas a pisarlas?

-Claro que no, señor…- Sora ya pensaba en echar a correr, puesto que no era lo mas adecuado para ella enzarzarse en una pelea que seguro iba a perder.

- Te perdonaré la vida si me invitas a un trago de ron- acabó el borracho

Sora lo miró perpleja y no supo como reaccionar. Por su vestimenta, podía deducir que era un pirata. Pelo largo y enmarañado y adornado con extraños colgantes, un pañuelo rojo, un bigote bastante extraño, dientes de oro… y los ojos demasiado maquillados. Era un pirata muy extraño. Normalmente, los conocía fieros, feos, y brutos, pero este era… era… extraño.

- Vamos Jack – dijo la mujer desde la barra – deja al pobre chico en paz. Ven conmigo y yo te aliviaré la sed.

- Marie, Marie, Marie… mi dulce Marie… este mundo no sería lo mismo sin tus dulces servicios ¡Que corra el ron!

Marie rió ante la desvariación de ese hombre y con la mano, le hizo un gesto a Sora para que se marchase. Ella lo hizo, no sin antes volver la mirada hacia el tal Jack. Un hombre bastante extraño.


Sora volvió a sus quehaceres de marinero, trabajando bajo el sol abrasador, dando vueltas por el pueblo costero, abasteciendo a los mesoneros de vino y ron, mientras en el lugar de descarga, se producían las ventas de las armas.

Cayó el último rayo de sol cuando se dirigía a casa de Marie, como siempre que hacía cuando regresaba de algún modo a un lugar para descansar. Atravesó corriendo callejones y callejuelas hasta llegar a unas casas no muy estéticas a primera vista, pues era un lugar para parias, apartados de la sociedad, pero siempre necesarios. Por dentro, las andrajosas fachadas y las calles pobres de luz, se convertían en un acogedor agujero de amigos para compartir.

Como tantas veces, Sora subió al primer piso. Por las escaleras vio caras conocidas, algunas non gratas, otras cariñosas. Echó en falta algunas, y se apenó por ello, pero le alegró comprobar que no era un lugar absento de nuevas vidas.

Cuando vio la puerta de Marie, esta estaba abierta, como siempre. Invitando, sonriendo, agradeciendo. Tocó para avisar. Entró y los brazos cálidos de una pelirroja de cara lavada la acogieron de nuevo.

- Me alegro que te hayas quitado esa peluca. Estas mucho mas bonita así.

- Es por el negocio, ya lo sabes.

Las dos amigas rieron sin penas. Hablaron durante un rato, y Marie le preparó un baño. – Una verdadera mujer, vista como se vista, ha de estar limpia – solía decir entre carcajadas. Contándose sus penas y derramando lágrimas, Marie le quitó el pañuelo de la cabeza, y sus morenos rizos se alborotaron al aire. Al quitarle la camisa reveló la mujer que se escondía. Mucho mas cuando las vendas se soltaron de su pecho y en la desnudez propia del baño, apareció una hermosa mujer maltratada por los años.

Marie le lavó la cabeza a conciencia. Con unas pinzas, depiló las cejas y las piernas de Sora, cosa que a esta última no le convenía para trabajar en el barco… Marie, sin embargo, parecía feliz de perfumar el agua con esencias de flores para ella, y crear espuma con unas sales especiales para el cuerpo. El agua ennegrecida reveló una venus joven y hermosa. Natural era el tostado de su piel, que resaltaba el azul claro de sus ojos, y esos rizos rebeldes de su cabeza . Mientras jugaban con el agua, Sora sonrió. De verdad sonrió, y Marie entonces la hizo llorar:

- Eres tan bonita, Sora. Maldigo a aquel que te robó esas sonrisas, y que te condenó a una vida oculta de ti misma.

- Marie… que mas quisiera yo que una vida normal…

- Pues deja a esos marineros! Quédate conmigo!

- No puedo dejarlos. No he vivido con nadie mas que con ellos. Y sabes perfectamente que para ti no seria mas que una molestia. A penas tienes dinero para ti misma… y lo poco que ganas… lo gastas en perfumes…

-Encontraremos la forma.

De nuevo Sora iba a replicar, cuando Marie, sobresaltada, cayó en la cuenta de algo.

- tienes que probar un perfume que me regaló uno de mis chicos! Es francés! Ahora mismo te lo traigo! Lo tiene Heather, la vecina de arriba! Ahora vuelvo!- y de nuevo antes de poder protestar, Sora estaba sola en la bañera.


No pasaron mas de dos minutos cuando a trompicones, entró alguien en la casa.

– Marie! Te traigo un regalito con sabor a ron!- dijo una voz masculina desde la habitación contigua. La única.

¿De que le sonaba esa voz? – Marie?!- volvió a repetir. Los pasos se aproximaron hacia el mugriento baño. Sora se paralizó. No podía escapar de la bañera. Marie, se había llevado su ropa consigo para lavarla, y tan solo le había dejado una camisa para dormir. Estaba muerta de vergüenza, pues ningún hombre la había visto desnuda desde hacía muchos años. Y allí, no podía disimular que era una mujer, su cara y su cuerpo la delataban.

Agravando su voz, como de costumbre hacía, gritó al hombre que había fuera: - estoy en el baño, no me molestéis- y los pasos de fuera cesaron. Entonces, Marie entro gritando por la casa – Sora! Te he traído el perfume!- pero cuando vio al hombre, enmudeció.

- Un hombre con esa voz… usa perfume?- dijo el hombre.

- Ja, ja, ja, ja, ja, ja. No, Jack, mi amor. El perfume es para mi. Tan solo es que a Sora, el chico que hay en el baño, le encanta olerlo directamente de mi escote.- y se echó a reir de nuevo. – por cierto, Jack, quería hablarte de ese chico.

- ¿Qué me vas a proponer? Sabes que tu eres la única para mi…

- Oh, si, claro, Capitán Jack Sparrow, gran hombre de la leyenda de los piratas malditos. La única… por favor! Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja. No, no es nada de eso. Es… que quiero que lo lleves contigo.

- Conmigo? llevarlo? dónde?

- Contigo! Simplemente llevarlo contigo. Donde tu vallas. Él te puede ayudar en La Perla. Se que contigo estará segura.

-Mi pequeña Marie… yo ya tengo mi tripulación… y no necesito a nadie mas. A parte de eso… yo no soy la niñera de nadie…

-¿Tampoco si te lo pido yo? Recuerda todos los favores que te he hecho hasta ahora… todas las veces que te he salvado el pellejo… todas las botellas de ron que me has robado y que no te he dicho nada…

- Soy un hombre arrepentido de mis actos, mas mi arrepentimiento no sirve para arrepentirme de lo que me arrepiento. Así pues arrepentido…

-Jack!!!! Basta ya de tus jueguecitos de palabras! Lo llevarás! Y lo tratarás bien! Y lo protegerás con tu vida! Promételo!

-Marie… yo…

- Promételo!

- Está bien, está bien. Lo llevaré, pero no te pongas así. Las mujeres estáis mucho mas bellas cuando no os intentáis comportar como hombres.- acabó Jack con una sonrisa picarona.

Para entonces, Sora, ya había salido de la bañera, se había ajustado unas vendas que había traído ella misma al pecho, se había colocado la camisa, y había echado su pelo sobre sus ojos, para no dejar entrever su cara. Irrumpió en la estancia contigua cuando ambas personas habían acabado de hablar, y, gritando maldiciones, les dijo que no necesitaba protección de nadie. Que era miembro de la tripulación del Sunrise, a mucha honra. Y que jamás iría en un barco de piratas. Estás últimas palabras las escupió, junto con sus recuerdos mas dolorosos.

A toda esta rabieta de gritos y recriminaciones el Capitán respondió:

- Si quieres tener algún futuro, chico, será mejor que le hagas caso a la dama. Con los ingleses, puede que tengas una vida honrada, pero corta. En cuanto os ataquen, solo viéndote a ti, ten por seguro que el "Sunrise" se irá a pique. Y nadie te ayudará. El que se queda atrás, no vuelve. Marie, tiene razón, cosa que odio reconocer, y eso te permitirá traerle un bonito tesoro cuando vuelvas a visitarla.


Esa noche bebieron ron. Marie era una mezcla de carcajadas y lágrimas. El alcohol y Jack la alegraban, la nueva marcha de Sora hacía que no parase de llorar. Sora, por su parte, tenía en su mano el vaso de ron y miraba atentamente su contenido. No había podido rechazar la oferta. El Capitán la había hechizado con sus ojos oscuros, y la había llevado a un abismo de dudas en el que se debatía el saltar. De cualquier modo, ella no bebió esa noche, eso, se lo dejó a Jack, que cantando canciones de piratas, se quedó dormido en el regazo de la llorosa Marie.

Por la mañana, a penas cuando el sol había entrado en la estancia, Sora ya estaba vestida. Se había acomodado perfectamente su disfraz para volver a ser un hombre de ahora en adelante. Ahora solo cabía despertar a ese par de borrachos.

A Marie, la despertó sacudiéndola suavemente. Cuando, antes que saliese corriendo a vomitar, la besó en la frente, ella le sonrió. Y sabía que en ese momento se estaban diciendo adiós. Hasta luego, con un poco de suerte. La mala ventura la había devuelto a la vida de piratería. Quien sabe, quizá ese era su destino.

A Jack… le bastó un puntapié en las costillas de la malhumorada Sora. Puede que fuese un hombre atractivo, misterioso, divertido… pero seguía siendo un pirata. Ella detestaba a los piratas, pues le habían robado su vida.

- Esa no es forma de tratar a tu capitán. Cuando zarpemos, te haré fregar la Perla de arriba abajo.

Sora no contestó. Solo asintió y masculló maldiciones entre dientes. No pasaron mas que varios minutos cuando Jack salía por la puerta con su semblante de superioridad ante cualquier sistema. Sora lo seguía, sin mirar atrás, pero con sus recuerdos en el pasado. Con los ojos clavados en el suelo, se guiaba por los pasos de su nuevo capitán, y por el tintineo de los adornos del pañuelo que llevaba en la cabeza, que repicaban una y otra vez unos con otros. Sora no tenía pertenencias. Todo lo que una vez poseyó, se lo dejó anclado con el Sunrise, y lo que ahora llevaba en una bolsa de cuero, era un mechón de rojizo cabello de su amiga, unas de esas pinzas con las que tantas veces contra su voluntad la había depilado, un puñal, propiedad de la misma Sora, que una vez le entregó a Marie, y una carta.

- Léela cuando tus recuerdos no te dejen seguir adelante.

Es lo que le había dicho al despedirse de nuevo en el portal del edificio. Ella quiso leerla en ese mismo instante. Pero decidió ser un poco mas fuerte, y rezó por que nunca tuviese que hacerlo.


En todo el camino, no tuvo el valor de cruzar palabra con Jack, tan solo miraba su posado, su forma de andar, su forma de mirar. Desde luego era un hombre extraño. Paró en tres tabernas, a hablar con todos los borrachos que encontraba. Siempre la dejaba al margen, fuera, "vigilando" según el. Evadía las tímidas preguntas de Sora con esperpénticos gestos, o otras preguntas que no llevaban a algún sitio. Con las pocas mujeres que se cruzó en su camino hasta el muelle, se pintaba como un grosero galán de novela picaresca. Ellas le miraban, se sonreían, pero a la primera palabra salida de tono, o al primer signo de reconocimiento, se giraban con un aire muy digno y pasaban de largo.

Llegaron al puerto cobijados entre unas cajas. Sora buscó entre los barcos anclados, el Sunrise. Ella quería despedirse de sus antiguos compañeros, al menos que quedase de ellos el buen recuerdo, ya que supuso que el capitán Hearst no se opondría a que ese gandul se marchase pero, Sora no encontró la característica madera blanca que cubría el barco. Normalmente, después de llevar la mercancía, esperaban a toda la tripulación, aunque tardase un poco. Pero esta vez no había nadie, ni siquiera alguien que esperara por los marineros aposentados en las camas de las fulanas, o tirados en las tabernas.

La habían abandonado. Nadie se había preocupado por ella. Aunque de todas formas se fuese a marchar.

En sus ojos se formaron dos lagos a punto de rebosar de tristeza, pues su única familia se había marchado sin esperarla.

- Es por eso que vas a estar mucho mejor con nosotros, hijo, porque yo nunca te voy a dejar solo. – dijo Jack, pasándole un brazo por los hombros y mirando al horizonte.

Esa fue la primera muestra de afecto que demostró el Capitán Jack Sparrow hacia Sora. La primera de un sinfín.

Continuará


Me encantaría saber que os ha parecido!!!!!!! Gracias