Titulo: La amazona perdida y el pirata loco.
Capitulo 7: Las niñas ya no quieren ser princesas
Debía ser medio día. No estaba segura. La habitación, a pesar de ser grande y espaciosa, era bastante oscura. La ventana sin cristales que estaba al fondo reflejaba toda la luz que entraba por ella en una vieja cómoda de madera roída por los años. Su aspecto opaco no dejaba que la luz rebotase y se expandiera. Por eso, el techo adquiría unos tonos entre azules y negros que en realidad no existían.
Tenía algo de frío. ¿En que época del año estaban? El verano estaba acabando. O quizá ya estuviesen a mediados de otoño. En aguas caribeñas era muy difícil seguir el curso del tiempo.
En cambio, sentía calor en su vientre, y un peso le oprimía el pecho. ¿Qué era eso que ahora resbalaba desde sus caderas a su espalda? Era el líquido que había salpicado. Era sangre. Sangre del hombre que tenía encima.
Ella no se atrevió a moverse. En cambio, el hombre que había llegado y había disparado sin piedad por la espalda de Waqas, empujó el cuerpo inerte y lo dejó de medio lado en el otro extremo del camastro. Sus ojos muertos miraban a Sora.
- Lo siento. Lo siento de verdad. Yo no quería que pasase esto- dijo Edgar, que estaba medio borracho.- Waqas normalmente es buena gente... pero no podía dejar... no podía dejar que te hiciese esto.
-...¿Qué?...- la voz de Sora era un murmullo
Edgar se sentó en el suelo, recostado contra una pared, pistola en mano. Parecía no saber muy bien que estaba haciendo. Pero su cara era inexpresiva.
- Yo también odio a Sparrow.- comenzó a hablarle a la mujer aún tendida en el camastro. - ¿Sabes? El muy desgraciado no nos quería en su tripulación. Decía que nos faltaba el sentimiento de libertad. Fue hace dos años que le pedimos formar parte. Pero nos rechazó. Nos trató como a dos críos, y nos humilló delante de sus marineros. Jamás le perdonaré eso.
Calló un momento, y miró a la chica. Hizo un gesto para si, y se puso de rodillas, inclinándose hacia ella. Cogió un extremo de su abierta camisa, y le cubrió el pecho y parte de las caderas. Hizo lo mismo con el otro extremo. Consideró que los pantalones estaban muy lejos como para ir a buscarlos y hacer el esfuerzo de ponérselos. Sora permanecía inmóvil. Como en shock. Pero sus ojos seguían vivamente los movimientos de Edgar. Cuando acabó, aun con el arma entre sus manos, se volvió a recostar contra la pared. Continuó hablando.
- Y es por eso que le mataré. Cuando venga a buscarte. Porque vendrá. Le preguntamos al mesonero si alguien iba con él, y nos dijo: si, iba con una preciosa chica de la que no se despegaba. Incluso cuando se puso a bailar con otro hombre, él se enfrentó y se la quitó de las manos!. Eso quiere decir que le importas mucho. Ese tipo te quiere.
-¿Jack¿Quererme? Si hay algo de lo que Jack esté prendado es de su barco. – incoherentemente, la muchacha se puso a hablar con él.
-Oh, pequeña. Que poco sabes de los hombres, y eso que intentas ser uno de nosotros. Su barco, es su libertad. Es con lo que se siente fuerte y liberado de todo. Pero todo hombre necesita un contacto físico con el que vincularse a la tierra.
-Eso son desvaríos de borracho- concluyó Sora, que quería olvidar ese tema
-Niña! No te atrevas a contradecirme! O me veré obligado a acabar lo que ha empezado ese diablo- y con su revólver comenzó a acariciar las piernas de Sora, en un peligroso ascenso al centro de sus caderas.
Sora, poco a poco, fue deslizando la mano entre la chaqueta que Waqas había dejado en el suelo. En busca de esa espada corta. No muy segura de lo que quería hacer con ella.
- Solo te puedo decir una cosa- empezó ella para distraer su atención- nada ni nadie puede vencer al Capitán Jack Sparrow!
-¿No¿No crees que lo mataría... el echo de verte a ti... sangrar hasta la muerte?- y apuntó la pistola a su cabeza
-Quizá.
Dicho esto, en un rápido movimiento, Sora sacó la espada de entre las ropas y de un rápido movimiento horizontal, la pasó a escasos milímetros del cuello de Edgar. Entonces se echó para atrás, en un intento por levantarse, pero como su cuerpo le dolía, se quedó en cuclillas.
- Ha estado cerca, amazona. Pero te tengo que advertir que no está nada bien intentar matar a un hombre que te acaba de salvar la vida. Y que además tiene un revólver, cuando tu solo llevas esa ridícula espada.
-No hay héroes entre los ladrones. Él quería aprovecharse de mi. Tu quieres matar a Jack. Él salvó mi vida. Yo tengo que asegurar la suya.
Edgar se limitó apuntar a Sora, pero esta volvió a blandir la espada torpe pero rápidamente, y cayó el arma al suelo. Edgar cogió entonces la espada que llevaba al cinto y la encaró. Los dos estaban en igualdad de posibilidades. Él estaba mareado por haber bebido y no podía tener el paso firme. Ella tenía el cuerpo entumecido y no tenía mucha idea de cómo usar una espada.
Su combate fue corto y sencillo. Él atacó primero con una estocada al frente y ella se apartó. Al no calcular bien las distancias, Edgar se tropezó con el camastro y se dio un golpe contra la pared. Sora giró de pie sobre si misma y con las dos manos, fue a clavar la espada en su espalda. Pero él lo esquivó con un sablazo a su derecha.
Ella se echó para atrás y él la siguió, dando estocadas al frente, hasta que el azar hizo que se volviese a tropezar con los pantalones de la chica. En el descenso al suelo, se llevó a Sora con él. Cuando ella cayó de espaldas, con el peso del hombre encima, tuvo la mala suerte de ver su cara. Edgar era presa del pánico y del dolor.
Sora le había clavado su espada, y estaba empalado en ella. Había atravesado limpiamente su pecho.
Tosió sangre con gravedad un par de veces, y la cara de Sora quedó manchada de ese inmundo líquido.
Poco a poco, ella se quitó el peso de encima y observó la situación. Habían dos personas muertas delante de ella. Y ella era la asesina de una. Miró sus manos que también estaban manchadas y se echó a llorar.
Jack había bajado de la Perla Negra y con un pequeño bote, remaba como alma que llevase un mal espíritu hacia tierra firme. A lo lejos, vio una silueta que reconoció como el pescador con el que había hablado en la fiesta.
Sin darse tiempo a saludos, él le dijo:
- ¿Alguien nos siguió ayer, cuando nos fuimos?
-Dos tipos. Aquellos a los que andabas buscando. Justo cuando mis viejos ojos no os podían distinguir del horizontes, esos tipos cogieron una barca.
-¿Han vuelto?- decía Jack, desesperado.
-Esta mañana. Antes de salir el sol. Iban con la chica. Lo siento, muchacho. Yo no los pude detener. Soy demasiado viejo para luchar contra dos piratas!
-¿Dónde¿Dónde se la llevaron¿Sabes donde se esconden?
-Tranquilo muchacho¡Yo no se donde están! Pero si preguntas en esas tabernas de ahí... te dirán donde viven... buena suerte.
Pero Jack no había oído ni la mitad de la última frase, porque había salido corriendo hacia el pueblo.
Una vez se hubo metido en una de las innumerables callejuelas, exasperado, preguntó a uno de los tenderos. Sin respuesta. Luego a un mesonero, pero no con mejor suerte, y de nuevo a un tercer comerciante. Enfurecido, consiguió toda la información necesaria poniéndole su revólver entre ceja y ceja a un pobre tendero que a punto estaba de abrir su garito. Asustado, cuando Jack desapareció por otra calle, se metió en su casa y atrancó la puerta.
Era una calle apartada. Algo así como los suburbios del gran suburbio. Miró casa tras casa, portal tras portal, intentando dar con la descripción adecuada que le había dado el tendero. Cuando por fin la encontró, no le hizo falta forzar la puerta, pues invitaba a entrar.
Dentro, tan solo había un paso para salir a la playa. Subió las escaleras de piedra que había pegadas a la pared, y con la espada en una mano y su revólver en la otra, derribó la puerta de una patada y dio con Sora.
Sora estaba acurrucada en la cómoda, con la cara entre sus rodillas. Solo la camisa blanca, manchada de sangre, la cubría. A sus pies, a la izquierda, yacía Edgar, empalado por la espada. En el camastro, Waqas miraba a la puerta con ojos vacíos. En el suelo, se había comenzado a formar un gran charco de sangre. La imagen casi era deplorable.
Jack dejó caer sus armas al suelo. Sin detenerse a mirar a los caídos, avanzó hasta la muchacha, que no parecía haberse percatado de su llegada. Cuando estuvo a su lado, se arrodilló, la tomó de los hombros y la sacudió suavemente.
-Sora... Sora... ¿estás bien?
Silencio
-Sora... Sora...
Ella levantó su cabeza, sin mirarlo a él en ningún momento, revelando sus ojos hinchados, testigos que había estado llorando. Ni siquiera agravó su voz cuando empezó a hablar. Tampoco se molestó en cubrirse.
-Dijiste... me dijiste que por eso estaría mejor con vosotros. Porque nunca me dejaríais solo- aunque la costumbre de tratarse como a un hombre la venció-
- ¿Cómo?- Jack no entendía en un principio- déjalo, chico, debes estar confundido – la costumbre también lo venció a él-
-No, Jack, no. Hasta en eso has jugado conmigo- lo miró a lo ojos- lo sabías. Lo supiste desde un principio. Y preferiste divertirte a mi costa.
-De que me hablas ahora? No se que ha pasado aquí, pero deberíamos irnos ya.
-No lo sabes! Están muertos, entiendes! Muertos!- ella estaba ahora furiosa.
El dolor y la rabia habían reemplazado al miedo. Ella estuvo pensando mientras estaba sentada. Mientras estuvo sola en esa habitación llena de muerte, sus sentimientos se confundieron, pensando en Jack, pensando en su procedencia, pensando en su pasado. Y creyó que todo había sido un macabro juego en el que ella tan solo hacía que perder.
El mismo hecho del acto de los dos hombres, hacía un rato, casi no la afectaba. Había vivido una situación parecida cuando era una niña, y todas las noches de lágrimas habían lavado su conciencia. Ella sabía que no había echo nada malo. Que eran hombres enfermos, que la única manera que tenían de poseer a una mujer era por la fuerza. Pero sintió como una traición que Jack hubiese tardado. Sabía en el fondo que no era culpa suya. Pero... además el había jugado con ella. Él sabía que era una mujer... y había jugado.
Por esa misma razón, ante las siguientes frases de Jack, reaccionó tan bruscamente.
- No se que demonios querrían esos dos, pero... si te han hecho daño... yo nunca...
-Que qué querían! Oh, vamos "Capitán"! No sigas con tu juego!
-No se de que me hablas – Jack prefirió no hacerla sufrir mas de lo que ya estaba sufriendo, ajeno a su temperamento.
-Soy una mujer, Jack! Una mujer! Querías llegar a este extremo para que te lo dijese! Soy una ...
Pero no pudo acabar, porque Jack la besó. Quizá no era el mejor momento. Quizá no era el mejor lugar. En realidad, era el peor de todos. Pero ¿a quién le importaba? Seguro a nadie de los presentes. Él la besó por su bravura. Él la besó por su determinación. Y que demonios, él la besó porque quería besarla.
La había apretado tanto contra su cuerpo, que podía reconocer perfectamente cada curva de su cuerpo desnudo, a través de la ropa de pirata. La tenía aprisionada en su abrazo. Quizá sintió un ápice de resistencia, de asombro, pero ya su cuerpo se movía solo.
Se deshizo de su envolvente abrazo cuando lágrimas saladas se mezclaron por entre el beso.
Cuando se separó, la miró, y vio en sus ojos una mezcla de inmensurable dolor, devoción y desconcierto. Él tuvo que sonreír pese a la situación, y con emoción en sus ojos y sus palabras, le dijo:
- Es cierto. Lo sabía. Lo supe desde el primer beso. Y di gracias a los dioses que fueses una mujer. Pero yo no jugué contigo ni un minuto. Al contrario. Tuve tanto respeto a tu decisión de no decírmelo, que intenté, a base de medios poco... ortodoxos, lo reconozco, darte pié. Pero no pude. Y si no fuese por esta horrible situación... ojalá aun no me lo hubieses dicho.
Sora ya no escuchaba. A media declaración, había fijado un punto en el vacío y se había quedado con él.
Como pudo, Jack la levantó, la cubrió con su chaqueta, recogió sus efectos personales y salieron como pudieron. Con la que había montado en las calles, por muy descuidados de sus vecinos que fuesen, alguno vendría a ver que ocurría. Y bastante mala reputación tenían los piratas en ese lugar, como para verse involucrado en dos muertes.
Al final, en brazos, se llevó a la muchacha de ojos perdidos, fuera de la casa. Hacía la playa. Hacia la Perla. Pero los tenderos se habían movilizado.
Muchos habían salido del pueblo y habían visto la Perla, varada a poca distancia, y comentaban entre ellos.
Al verlos, el viejo pescador que ya lo había ayudado antes, le hizo señas desde detrás de unas barcas, para que se acercasen.
- Me alegro que la hayas conseguido salvar- dijo el hombre, con sonrisa bonachona.
-No estoy seguro de haberlo echo- Jack murmuró, mirando a Sora, que aún parecía en shock.
-Esos tipos estarán ahí parados un buen rato. Al menos, hasta que tengan otra cosa mas interesante que mirar. Quedaos en mi casa hasta que se vayan. Si os ven... aunque sea de día os lincharán- y se echó a reír entre toses- de mientras, yo iré al pueblo a comer algo... y a darles algo de lo que hablar- entonces les guiñó un ojo-
Cuando se marchaba, camino al pueblo, después de mostrarle el camino mas seguro- entre unos arbustos- para llegar a su casa, que realmente consistía en unos maderos mal colocados, pero que hacían su trabajo para resguardarlo de las lluvias, se giró, y riéndose de nuevo, dijo:
- No quiero tener que encontraros esta noche los dos dormiditos en mi cama! Buena suerte!-
Nunca mas volvieron a ver a ese viejo pescador.
Habían encontrado la "vivienda" por así decirlo, del viejo. Cuando entraron, un olor entre añejo y dulce se mezclaba en el aire. El lugar era cálido, no se podía negar. Por dentro, una chapa metálica recubría las paredes, dejando espacio tan solo para una ventana. La caseta se había calentado por el sol del día, que estaba dando insistentemente en el techo.
Dentro no había mas que una cama mas o menos decente. Una mesa y una silla. Papel para escribir, una pluma, y ganchos de pesca. Por alguna razón era acogedor ese lugar.
Jack depositó suavemente a Sora en la cama. Sentada en el borde. El se arrodilló de nuevo delante, e intentó que reaccionase. Le habló, la sacudió, le gritó, pero todo sin respuesta. Entonces vio la sangre cubriéndole el rostro. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Miró cuidadosamente su cabeza, su cuerpo, buscando algún rasgo que le indicase violencia. Algún corte, o golpe. Algo. Pero no encontró nada, excepto las rozaduras en sus muñecas y débiles marcas de las cuerdas en su piel.
Su reconocimiento fue médico. No reparó en la belleza mutilada de su piel. En lo tostado de su color, que lo cubría todo.
Buscó por la habitación algo para poder quitarle la sangre de su rostro, después de dejar su sombrero, la espada y el revólver encima de la silla, y al lado de la mesa, vio un barril de agua. Agarró unos jirones de ropa que estaban al rededor, y los humedeció con el líquido.
Poco a poco, fue pasando el pedazo de ropa por su cara. Limpiándola de tanta sangre, limpiándola de tanto dolor. Primero por su frente, y entonces apartó sus rizos, que siempre surgían juguetones. Lo siguiente fueron sus mejillas, que ahora aparecían pálidas, cuando siempre estaban llenas de color. Entonces empezó a hablarle, intentando que respondiese. Pero pasados unos pocos minutos, se dedicó de nuevo a la tarea de limpiarla, ya que no consiguió nada. Dedujo que necesitaría tiempo, para cualquier cosa que tuviese que resolver entre sus pensamientos. De mientras hablaba para si, en un monólogo en el que de vez en cuando, también se lo dedicaba a ella.
- De saber que llegaríamos tan lejos, quizá no te hubiese traído conmigo. Es posible que en el "Sunrise" nunca hubieses sabido nada de tu pasado. Eso sería mejor. Te habrías ahorrado todos estos papelones en los que te he metido.
Entonces, limpió un poco su cuello y parte de los hombros. Se limitó a quitarle la chaqueta, y a bajar su camisa, que previamente se había molestado en abotonar. Se pensó no merecedor de contemplar su cuerpo en esas circunstancias. Y siguió hablando.
- - ¿Y ahora que vamos a hacer? Sin ti en tus cabales no se que vamos a podemos sacar de ir a Dellas! – se quedó un momento pensativo y sonrió para si mismo- bueno... quizá si sepa que conseguir estando allí... y se rió entre dientes.
Sora pareció comprenderlo, o al menos, reconocer esa risa. Entonces, frunció el ceño en un posible gesto de desaprobación.
Al verlo, Jack consideró una posibilidad. Si no respondía a gratas caricias, quizá lo hiciese a su ironía, que tanto le molestaba.
-No te pongas celosa querida. Sabes que lo nuestro nunca funcionaría. – volvió a sonreír recordando a quién habían sido dirigidas esas palabras en un pasado- eres una cría, querida. Te falta mucho para convertirte en una buena... pirata.
Sora había pestañeado, una sola vez. Y un bufido había salido de su nariz. Sus ojos aún no denotaban ninguna expresión. Sus pupilas estaban muy dilatadas, pero su cara mostraba una considerable irritación.
A Jack se le amplió la sonrisa, mostrando sus dientes de oro. Dejó a un lado el paño con el que la estaba limpiando, y mientras la miraba de arriba abajo, le dedicó su mas amplio repertorio de groserías.
-De todos modos, hay algo que admiro de ti por encima de todo. Realmente nos engañaste a todos! Creíamos que eras un muchacho. En realidad... bueno, conozco a hombres el doble de femeninos que tu...
Un desafiante destello cruzó los ojos de la muchacha, y Jack, prosiguió, triunfante.
- He de confesarte una cosa- su voz se suavizó- cuando estabas disfrazada... de fulana, con el vestido, la peluca... me recordaste a una amiga mía, solo fue una noche, pero...
No pudo seguir hablando, porque el puño derecho de Sora había interceptado su mejilla, en un golpe que lo llevó derecho al suelo. Sora estaba de nuevo allí, y estaba furiosa. Su respiración era descontrolada, parecía que iba al llorar de rabia, y por el puñetazo, la experiencia anterior la había dotado de una fuerza sobrehumana!
- Condenado Sparrow! Si tantos defectos tengo y tan mal lo pasas al estar conmigo, deja que desaparezca de tu vida!- le gritó mientras se ponía de pie.
Jack, por su parte, cuando se recuperó del golpe, pestañeó unas cuantas veces, y se aseguró de que aún sentía la parte izquierda de su cara, le anunció con voz calmada.
- Me alegro de que ya estés mejor, pero, por qué demonios todas os vengáis de mi pegándome?
-Me has provocado adrede!
-Me has estado escuchando todo el tiempo?- replicó él, con serenidad, aún sentado en el suelo.
-Claro que te he escuchado! Mi cuerpo no me respondía, eso es todo! Serían los nervios, que me han bloqueado... pero porque me estabas diciendo todo eso? Acaso no había otra manera de ayudarme?
-Quieres tranquilizarte de una vez!- le dijo Jack exasperado- hay un montón de gente ahí fuera buscándonos! Espero que tengas la amabilidad de no hacer que nos maten!
Sora se obligó a relajarse a si misma, y se sentó en la cama, mirando a Jack. En el momento de silencio que se produjo, ninguno supo muy bien que hacer o que decir.
-¿Dónde estamos?- preguntó primero Sora.
-De nuevo en Tahama.- entonces, él preguntó- ¿Qué ha pasado?
-No lo recuerdo muy bien...
-Dime lo que puedas. Quiero ayudarte.
Sora lo miró y rió melancólicamente.
- Si tanto me odiabas antes... cuando lo sepas, quizá me entregues tu mismo a esa gente- hizo un gesto que señalaba fuera de la minúscula casa.
-Como quieres...?-se tranquilizó antes de continuar, y con suavidad, Jack acabó- como quieres que te odie?- y pasó sus dedos por los labios de ella.
Sora empezó a relatar. Le habló de la noche anterior, cuando al oír un ruido, se despertó, y un hombre que no conocía le tapó la boca con un pedazo de ropa mojada. Luego prosiguió contándole que despertó en esa misma habitación dónde de nuevo se habían encontrado. Con pesar le contó lo que Waqas pretendía hacerle, y que Edgar lo mató. Le dijo que parecía que estaba bebido y que no sabía lo que hacía. Luego le contó con la voz muy baja, entre largas pausas, su pelea con Edgar, a causa, sobretodo, de las amenazas que hizo en cuanto a Jack, y que ella había sido la causante de su muerte. Y que se sentía mal por ello.
En un principio, Jack suspiró aliviado, al saber que Sora no había sufrido ningún daño irreparable. Y sobretodo, al saber que no habían tocado de más íntima forma de la que lo pensaba hacer él en un futuro, su cuerpo. Luego le aclaró un punto, que de ese momento en adelante debería tener en cuenta.
-Nadie es culpable de querer salvar su vida. Tú te viste obligada a luchar para salvar la tuya, y lo que te honra aún más. Para salvar la de otro. La mía. En vez de afligida, deberías estar orgullosa. Eres un pirata con buen corazón.
Sora sonrió, por primera vez en dos días. Y por alguna razón, se vio ligada a la vida de Jack.
-Al menos, no tendré que volver a agravar la voz nunca más- se permitió bromear
-Eso es lo mejor de todo, ahora somos pura sinceridad. Para celebrarlo, te compraré un vestido!- dijo Jack alegremente
A cambio, recibió otra mirada asesina de la muchacha, y él se echó a reír.
- Bueno, de cualquier modo, no puedes volver de esa guisa a la Perla, porque... supongo que querrás seguir con nosotros? Ya te dije que yo nunca te dejaría sola.
-Claro que si.
-Antes de que se vuelva a montar mucho jaleo, te ... compraré, por así decirlo, algo que ponerte. Voy al pueblo, estaré de vuelta en poco tiempo.
Cuando se puso de pie de nuevo y cogió sus efectos personales, por si acaso, sin mirarla, le dijo:
-Así que me has salvado la vida, pequeña.
-¿Por qué me sigues llamando pequeña?
-Aún eres una niña.
Y Sora se atrevió a probar su suerte.
-¿Desde cuándo el capitán besa a las niñas?
Jack se paró en seco ante la puerta que había abierto. Con su cara mas seria y sus ojos mas desorbitados, mezcla del pasmo y ofuscación, miró a Sora. Miró después en todas direcciones, casi como si no supiese dónde estaba, y se dispuso a salir, sin decir una palabra.
Antes de eso, ella se levantó de la cama, y en dos pasos lo tenía abrazado. Su cara contra su gran espalda, sus brazos alrededor de su cuerpo, y sus manos tocando el pecho de él.
-Gracias- murmuró
Él alcanzó a tomar una de sus manos y llevarla a sus labios en un tierno beso.
-Gracias a ti.- y se marchó, sin mirar atrás, corriendo. Vigilando a la muchedumbre que se había agolpado en la playa.
Sora estaba aún en la puerta, mirando como Jack se perdía entre las callejuelas.
- Hay algo en lo que no he sido del todo sincera, Capitán- empezó diciendo, para nadie excepto para ella, en realidad- leí hace mucho tiempo, incluso antes de saberlo, que las leyes de las amazonas proclaman que éstas, guerreras en corazón, están destinadas a vivir solas, alejadas de los hombres, dedicadas a su clan. Yo soy una amazona. Si vuelvo¿Será ese mi destino¿Será estar separada de ti?
Capitán, no se si quiero ese destino.
Continuará
Que os ha parecido? Estoy orgullosa de este capítulo. Dejadme vuestras opiniones!
He de dar las gracias a toooooooods los que leéis este fic, y me apoyáis para que siga adelante.
En especial, agradezco la molestia que muchas os habéis tomado de agregarme a vuestro messenger y hablarme por allí. Me emociono muchísimo cuando entra una nueva persona diciéndome: he leído tu fic y me ha gustado mucho, por eso quería conocerte :")
A tods, de nuevo, gracias
See you soon!
