La amazona perdida y el pirata loco.
Capítulo 9: Tentaciones
El atardecer entre la bruma no era de las cosas mas bellas que Sora hubiese podido ver en su vida, pero tenía su encanto. La luz anaranjada se hacía paso forzosamente por entre la niebla y bañaba a todos los colores de un cálido intenso, de aspecto acogedor, casi como una mañana.
Estaba en cubierta, recogiendo unas cuerdas mientras hablaba con algunos compañeros de crucero de cosas mas bien triviales; el tiempo, el calor que últimamente había sido agobiante, las provisiones, Nahab……… hasta que uno de ellos gritó con júbilo¡tierra a la vista! Y comenzó a reír.
Desde ese momento, un ambiente de júbilo se alzó en la Perla Negra. Todos comenzaron a andar de abajo arriba con prisas, recogiendo sus pertenencias y llenando pequeñas sacas de dinero. Conocían muy bien las intenciones del capitán Sparrow cuando hubieron hecho un alto en el camino justamente en esa bahía. Si Isla Tortuga era un lugar donde ningún hombre se sentiría solo y las Islas Tahama era parada de contrabandistas, Bahía de Nahab era residencia del pecado. Vino, ron, armas, hombres, mujeres... todo estaba en venta.
Sora, que también se había animado, pues pensaba que ella también se merecía un poco de diversión, pronto se unió a las canciones que un coro de los muchachos cantaba. Buscó una saca donde meter algunos chelines y se fue con Ana María, que estaba sentada, esperando también por llegar.
- Has estado alguna vez aquí, Ana?
- Sí, esto es lo que podríamos decir... la segunda residencia de Jack, así que venimos mucho a visitar a los parientes, ya sabes a que me refiero.
- Tengo ganas de bajar y divertirme un poco – sonrió – y espero poder tomar un vaso de ron sin que me den arcadas!
- Muchacha, no quieras ir tan rápido! Que seas un pirata no quiere decir que hayas de tomar ron a la fuerza, jajajajajajaja.
- Pero quiero hacerlo. He pasado toda mi vida sin probar absolutamente nada! No he bebido nunca, nunca he estado en una verdadera fiesta, lo de las batallas veo que Jack está haciendo todo lo posible por enseñármelo, y ... bueno, todas esas cosas que os gustan tanto.
Ana María alzó una ceja después de haberse reído de la salida de la muchacha. Y con voz burlona le replicó:
- Qué son todas esas cosas a las que te refieres? No estarás insinuando que ...
- Qué?- aunque intentaba lo contrario, Sora aún era muy inocente.
- Veamos... deduzco por tu pasado que nunca has estado con un hombre... así que esta noche pretendes...
Como Sora no comprendía nada en un principio, la mujer se echó a reír cuando a la chica se le encendieron las orejas y las mejillas. Luego se levantó, y a unos metros de ella, antes de empezar a correr hacia dentro para que Sora no la cogiese, dijo:
- Bueno, avisaré a Jack que esta noche vaya con cuidado! Si se portal "mal" contigo tendrá que vérselas conmigo!
Jack. Qué demonios le pasaba a Jack. Ella había ido en son de paz a hablar con él, incluso con un toque de dulzura inusual en ella. Pero él la había mandado lejos de su presencia, aunque no con esas palabras, si con ese sentido.
¿Se habría cansado de su actitud de niña pequeña que siempre se mete en apuros? Esa idea la aterró. Le había cogido un extraño cariño al capitán, y no quería que él dejase de mostrarle ese comportamiento prohibido entre amante y hermana.
En medio de sus pensamientos, un fuerte olor a ron la llamó desde su espalda. Lo conocía perfectamente y había aprendido a convivir con él. Jack. Le dio un margen de minutos para ver cual era su reacción, pero sucumbió a su silencio y al girarse se encontró con sus dorados dientes en una grandiosa sonrisa.
- - Querida, espero que estés dispuesta a vivir una de las noches mas increíbles de tu vida!
- Claro, Jack, estoy deseando brindar contigo!
- Capitán. Jack, querida. Recuerda que eres un miembro de la tripulación.
Y con esto y una sonrisa, Jack dio media vuelta y ordenó echar el ancla. Habían llegado a Bahía de Nahab.
Mientras todos preparaban los botes para bajar, Sora, confusa, se quedó en cubierta.
- Qué demonios le pasará a ese tipo? Tan pronto se muere por besarme que me echa de su cama con agua caliente.- se dijo Sora antes de embarcar hacia Nahab.
La bruma había revelado una esplendorosa ciudad. Mirase como la mirase, estaba mucho mas desarrollada que Tahama. Las construcciones rebosaban de grandiosidad y alegría. Ni siquiera se había escondido el sol, pero todas las luces estaban encendidas y un olor similar al de la otra isla, entre pólvora y flores llenaba el ambiente.
En cuanto llegaron, divisaron inmediatamente una venta de esclavos. Cuando pasaron por el lado, Sora pudo ver bien quien era la venta. Una mujer de cabello largo y negro, de ojos oscuros y un vestido echo trizas. Tenía marcas de latigazos en las piernas, pero se defendía con gritos y patadas de las manos de su vendedor.
No pudo ver mucho mas, porque Jack, que iba detrás de ella, la empujó hacia delante. Hacia la ciudad.
Una vez allí, la muchacha experimentó lo que era la esencia del comercio. Y por supuesto del robo, gracias a la mano de Jack.
En todos los puestos de la calle, en que no reinaba ningún orden, pues fácilmente las joyas echas a mano podían estar perfectamente al lado de una venta de pescado, o un cerdo podía estar asándose tranquilamente, mientras que todo el olor lo recibían unos vestidos de seda bellísimos. Un poco mas para allá, una vieja leía la palma de la mano a la gente mientras un pequeñuelo se ocupaba de obtener la recaudación sin que los clientes lo supiesen, y justo mas acá, la pólvora era vendida a muy bajo precio.
En un segundo, mientras miraba una recargadísima tiara de piedras preciosas con la mano izquierda, la derecha se ocupó de apoderarse de varios anillos, muñequeras y un reloj de mano.
Cuando hubo acabado su recaptación, se acercó a Sora, le puso toda la bisutería en las manos y le dijo:
- Estos son mis regalos para Marie, ahora es tu turno de "comprarle" algo bonito.- y se echó para atrás, esperando su reacción. Luego le señaló con la mano las tiendas y la animó a comprar.
Con actitud mas bien escéptica que alegre por su acto, Sora se guardó las joyas en una saca, y inspeccionó el panorama. ¿Qué querría su amiga? Las joyas, probablemente las acabaría vendiendo para comprar...perfumes.
No muy lejos, por suerte, había una caseta en la que preparaban esencias de aromas exóticos, "filtros del amor" se leía en una pequeña tabla, al lado de unos frascos de colores llamativos. Sora se acercó y comenzó a inspeccionar al lado de otras personas uno de los frascos. Cuando lo abrió, un fuerte olor a chocolate se topó con sus sentidos. Escasos segundos mas tarde, el olor del ron y un cuerpo cálido se pegaron a su espalda. Ni siquiera se giró para saber que era él. Pero cómo la sorprendería esta vez? La amaría la odiaría?
Apenas se dio tiempo a pensar, cuando él untó sus dedos con la sustancia del frasco antes de volver a taparlo y se lo llevó al cuello de ella.
- Eso es, amor. Lo tienes que mirar, probar, interesarte pero sin mostrar inclinación. Con otra mano, lo arrastras por encima de la mesa escondiéndolo... y...
Su voz en susurros encontró su oído a míseros centímetros. Sus manos se apoderaron de las de ella solo para recorrer sus brazos hasta encontrar su cintura. El veneno del ritmo de los latidos de él le robó la respiración, y lentamente la meció en su ser. Sus manos descendieron poco a poco a sus caderas, y la acercó a su cuerpo, mas si se podía.
- Es un arte. Aquello que deseas ha de ser tuyo. Y has de poseerlo con elegancia. Nadie mas debe saber que te has apoderado de algo tan bello- siguió hablándole Jack al oído, sin despegar sus cuerpos. – pero se ha de hacer lentamente, suavemente. Dándole tiempo a que se acostumbre a tu tacto...
En casi lo que fue un descuido, Sora se inclinó hacia delante, apoyando sus manos en la mesa del vendedor. El frasco había sido depositado por Jack en su saca, y se había olvidado de él.
Por su parte, Jack vio en zona mas afectada un agradable cambio de posición, y emitió un suspiro, cerrando los ojos. La voz de Sora lo distrajo preguntándole:
- De que me estás hablando ahora exactamente, Capitán?
Jack sonrió y apretó sus dedos contra la cadera mientras se inclinaba sobre ella.
- Del arte, querida, siempre del arte. – y desapareció tal y como había llegado, en un instante.
Solo quedaron en esa mesa, dos clientes mas y el vendedor que le preguntaba:
- Muchacha, vas a comprar algo, o piensas quedarte todo el tiempo ahí medio embobada.?
La noche había cubierto el infinito. Las calles se habían inundado de gente, ofreciendo, comprando, robando, riendo.
Sora y la tripulación habían encontrado una taberna que además de disfrutar del mas increíble ron y vino del mundo, les ofrecía una bella visión de la ciudad entera iluminada, que se incrustaba por entre la montaña.
Sora había podido beber dos vasos del liquido marrón sin perder el equilibrio, aunque ahora estaba constantemente sonrojada y se reía por cualquier cosa que sus compañeros dijesen. Pedía constantemente un tercer vaso, que Gibbs, sabiamente se lo prohibió.
Cuando le decía esto, respondía entre carcajadas que ella era un hombre que sabía perfectamente lo que se hacía. Así que se levantó, y al dar dos pasos se topó con una silla y cayó de bruces al suelo.
Levantándose con aire muy digno, se volvió a tropezar con otra muchacha que corría por las calles. Y cuando su trasero encontró el suelo y se recuperó de su repentino ataque de risa, se volvió a levantar en busca de lo que había ido a buscar, que era... no lo recordaba. Así que fue hacia lo primero que vio, el mesonero y otra botella de ron.
A medio camino, varios tipos la intentaron invitar a unas copas con solo verle el escote y toda la libertad de la que gozaba debajo de él. Ella, no supo como, los desechó y siguió con la mirada fija en la barra, pues había descubierto que de esa forma no se encontraba tanto en el suelo de una forma tan dolorosa. Entonces, se cruzó el olor a chocolate que ya no era de ella. ¿Jack?
No lo había visto desde que desapareció en las calles después de abordarla tan gratamente.
Giró la cabeza a izquierda y derecha pero no lo vio. Dio dos pasos de nuevo rumbo a su destino y oyó su voz detrás de ella.
Cuando se giró esperando encontrarlo solo, se le cayó el mundo al suelo.
Estaba recostado en una pared de dentro del local, con una morena en sus rodillas, riendo y besándolo con descaro.
La morena le pareció familiar y cuando consiguió agudizar la vista distinguió a la esclava que nada mas había visto en llegar a la isla. De cerca le pareció mucho mas bella de lo que había visto en un principio. Antes la vio enfadada y resistiéndose, pero descubrió que tenía una maravillosa sonrisa y un cuerpo... realmente desarrollado.
Jack le acariciaba las largas piernas de abajo arriba, hasta meterlas debajo de su falda, y ella soltar una carcajada. Luego ella llenaba su vaso de ron y se lo servía a Jack, que lo recibía encantado.
Luego se volvieron a besar y ella se apretó a su cuerpo. Cuando vio que lo abrazaba, a Sora se le erizó todo el vello de rabia. Esa que retozaba alegremente en su regazo podía ser ella.
Mirando a Jack fijamente, distinguió que sus labios formaban las siguientes palabras:
- Yo te protegeré.
¿Cómo se atrevía¿Cómo se atrevía a decirle a esa mujer que él la protegería¡Eso se lo había dicho a ella misma no hacía mucho tiempo¿Por qué la otra mujer gozaba de esas atenciones cuando ella se tenía que conformar con simples roces?
Entre los celos y la rabia, entró en la barra, y se sirvió dos botellas de ron y con una mirada asesina al posadero se marchó por donde había venido. Pasó por el lado de Jack y este no se dio ni cuenta. Se sentó de nuevo en su lugar, y sin parar de tragar, en menos de un minuto acabó con media botella.
Los marineros aplaudieron la hazaña, pero se silenciaron ellos mismos cuando vieron la cara de pocos amigos que arrastraba la muchacha.
Poco a poco, los piratas se fueron a las posadas, a yacer con las mujeres a las que habían sucumbido por el camino. La mayoría iba a una cuyas iniciales aparecían borrosas en el cartel de la entrada "G.E.C" Probablemente fuesen las iniciales de los dueños, o algún código. Nadie en esas tierras lo sabía, pues la otra mitad del cartel permanecía oculta por la mugre.
Sora no quería marcharse. Seguía bebiendo y hablando para ella entre lágrimas.
Gibbs intentó consolarla y hablar con ella, pero en ese momento, ella odiaba a los hombres, así que con sus botellas de ron se marchó a otro lugar.
Algo mas lejos, y un poco mas tarde. Quizá no había llegado la media noche, Sora entró en una posada para refugiarse de la lluvia que hacía escasos minutos había comenzado a caer.
A atenderla vino una joven algo mas joven que ella, que iba de la mano de una niña pequeña.
- Es tuya? – preguntó Sora al verla, sin siquiera saludar.
- Je je je je je je. No señorita, no es hija mía, si a eso se refiere. Es mi hermana. Se ha despertado por los truenos y ahora no se puede dormir. – dijo la chica con una sonrisa.
- Vaya. Quieres? – le dijo ofreciéndole la botella, que la sirvienta rechazó con otra sonrisa.
- Yo tampoco. No me gusta. Bebo porque él bebe. Pensaba que me olvidaría de eso, pero no puedo- Sora dejó caer la botella al suelo, ensuciando todo el suelo.
La sirvienta le ofreció una silla y hablar de lo que le ocurría, y Sora la miró. La estuvo mirando hasta que se concienció que era una mujer. Entonces empezó a contarle su historia con Jack.
A la muchacha le parecían desvaríos de borracho, por lo que no hizo mucho caso hasta que vio que los hermosos azules ojos de Sora se empañaban y un mar de lágrimas y llantos. A este mar, se unió el de la hermana pequeña de la joven, que empezó a llorar nada mas ver que Sora lloraba.
Sora la miró y se abrazó a la pequeña y las dos empezaron a llorar cada cuál mas fuerte y con mas ganas.
La muchacha que no había dado su nombre en todo el rato en que Sora había hablado con ella, suspiró y sus ojos rodaron un poco al ver la deprimente escena. Temiendo que pudiesen despertar a los clientes, a cada una la calló dándoles unos caramelos.
- No creo que debas preocuparte por esa mujer, Sora. – dijo la sirvienta.
- ¿Cómo no me voy a preocupar¡Me ha quitado al único hombre por el que me he interesado en muchos años!
- No te preocupes porque esa mujer no es una esclava. Tu Jack la habrá mandado comprar por un precio desorbitado, y para agradecerle su noble acción, ella jugará un poco con él, lo emborrachará y cuando caiga dormido, le robará todo lo que tenga. Esa mujer ha vivido en esta isla desde que era una cría. Está compinchada con los de las ventas de esclavos para que parezca que también comercien con ella, pero en realidad, ella es el cerebro del grupo- sentenció la muchacha, que se había colocado a su hermana en sus rodillas y la estaba meciendo.
- O sea, que lo único que quiere hacer es robarle?
- Efectivamente. Le pedirá que la lleve a su barco y le contará historias y todas esas cosas que tan bien sabemos hacer las mujeres. Luego se marchará con el mismo bote con el que la haya llevado. Ese es su plan.
- ¿Y porque vosotros lo permitís?
- ¿Por qué no deberían hacerlo? Ellos se ganan la vida de esa manera. Quizá no sea la mas hornada. Pero tiene su mérito. Tienen que esperar a que venga un barco nuevo, montar todo el juego, y hacer que caigan.
- Agh... – Sora se llevó las manos a la cabeza- me duele, me duele...
- Toma, te daré unas hierbas que quitan los dolores muy rápido. Así podrás ir a rescatar a tu pirata- y con una sonrisa en los labios, se marchó a la cocina, de la que volvió con una taza minutos después.
Sora se lo tomó rápidamente. Le dio un beso fugaz en la frente a la muchacha y acarició la cabeza de su hermana, que se había quedado dormida en un sillón cercano.
Entonces, entre la suave llovizna, corrió como alma que lleva el diablo hacia la playa.
La sirvienta, se quedó en la puerta de la posada, mirando a Sora alejándose rápidamente. Para ella, suspiró:
- Siempre me pasa lo mismo. Debería empezar a cobrar por dar consejos.
Cuando llegó a la playa, Sora vio las barcas con las que vinieron a tierra, pero no recordaba su número. Así que decidió armarse con valor, y entre las aguas removidas que separaban el barco de la playa, remó con todas sus fuerzas.
Tardó mucho tiempo en llegar. Y le costó subir al barco. Que parecía solo. Pues esta vez tampoco se habían molestado en dejar vigilancia.
Cuando llegó a cubierta, efectivamente vio a la mujer de esa mañana, a la que había estado besando a Jack, cargando con casi todas las mercancías que la Perla transportaba.
Entre la lluvia, pudo apreciar muchísimo mejor las curvas de la mujer. Curvas de las que por el momento, ella carecía. Su dolor aumentó considerablemente cuando vio lo que la mujer llevaba puesto. Un vestido verde. El que ella misma había llevado en Tahama, cuando fue disfrazada de fulana con Jack en la fiesta de Tahama. Tan solo que ella no llevaba corsé, pues sus curvas encajaban perfectamente ahí dentro, sin ayuda de ningún artilugio del demonio. Hizo un esfuerzo por mantener su orgullo en el suelo y que no bajase mas de donde estaba, y con voz sosegada, pues su borrachera pareció ser bastante aliviada por las hierbas de la sirvienta de la posada, dijo:
- Vas a dejar todo donde está. Ni siquiera te voy a hacer dejarlo donde estaba. Solo quiero que te marches.
- Jajajajajajjajajajaja. Quién eres tu, jovencita, para decirme lo que he de hacer?- dijo la mujer, que se apresuró a coger una espada de las que también había podido robar.
- Mi nombre es Sora. Y para tu información, soy una amazona- dijo sin vacilar
- Aja. Muy bien, amazona Sora. Yo soy Christine. Y me temo que no puedo hacer lo que me pides. A cambio, te puedo ofrecer una muerte rápida. – y se lanzó contra ella en una estocada.
Sora la esquivó, pues la velocidad siempre había sido su fuerte. Tuvo la suerte que Christine resbaló con el agua de la lluvia, y le dio tiempo a coger una de las espadas apiladas con los demás botines de los que la mujer se quería apropiar.
Sora se puso en posición de ataque, la que conocía de la escaramuza de esa mañana con el Sunrise. Había copiado los movimientos y ahora los iba a imitar.
Cuando la mujer recuperó la compostura, se volvió a enfrentar. Se lanzaron la una contra la otra y cuatro golpes de espada se sucedieron seguidos hasta que Christine bloqueó una estocada directa al cuello.
Para la mujer, el vestido era un impedimento el vestido, que mojado pesaba bastante mas y le impedía moverse con libertad. Aún así, era hábil con la espada.
Pero Sora aprendía rápido.
Luego que la luna entre las nubes asomara solo para volver a esconderse y dejar paso a la lluvia, las dos mujeres se lanzaron en el ataque. Primero arriba, abajo, a un lado. Sus espadas chocaban y se bloqueaban en cualquier lugar. En un golpe que Christine había iniciado desde su derecha, y cerrando hacia el centro, Sora lo bloqueó con su espada en su mano izquierda. Se tiró un poco para atrás para coger impulso, y su puño derecho se estampó en la cara de la mujer. Haciéndola girar sobre si misma y caer sentada en cubierta.
- Y luego Jack se queja que las mujeres le pegan sin razón. Esta es una razón. Entrenarse. – se dijo Sora, divertida
La mujer que estaba en el suelo, no cabía en su asombro. Se llevó la mano a la cara y se quedó mirando a Sora indignada.
- Me has pegado!
- Es justo, tu querías matarme.
Cegada por la rabia, arremetió contra Sora con su propio cuerpo y la tumbó en el suelo. Christine estaba encima de ella y le pegaba golpes vanos, mas propios de una rabieta de niña que de una pelea de personas adultas.
Fácilmente, Sora le dio la vuelta a la situación y se puso encima de ella, haciéndose rodar a ambas hacia un lado del barco. A todos los gritos que emitía la mujer mayor, Sora le daba una bofetada. Con lo que se enfadaba mucho mas y seguía con su rabieta. Cuando se hubo cansado, Sora la levantó y se alejó de ella. Christine se levantó y volvió a arremeter contra Sora con su cuerpo. Pero ésta se agachó y la cogió de las piernas. Ayudada por el impulso que se había dado, en un sabio movimiento, se giró hacia la borda.
La mujer cayó como un saco al agua. Sora se asomó y dijo mientras veía a la mujer.
- Tonta.
Christine, desde abajo, le empezó a gritar como una histérica:
- Ayúdame! No se nadar! Ayúdame!
- Súbete a la barca- le dijo Sora tranquilamente- y vete. Si se te ocurre volver a subir, o acercarte a nosotros, no seré tan considerada
La mujer se subió a la barca medio desesperada y escuchó las palabras de Sora. Luego cayó desde el barco un saco con monedas.
Christine volvió a la playa derrotada.
Sora entró en la primera estancia de camarotes de la Perla Negra. Los pasillos estaban iluminados con velas. Lo que podía asegurar es que Jack estaba vivo.
Entró en la habitación de su capitán y lo encontró tirado en la cama, medio desnudo y con una botella de ron tirada por el suelo.
Se acercó a él sigilosamente por si estaba dormido, y lo observó de cerca. Por lo visto estaba bastante bebido. Quizá no mas que ella en ese momento. Pero eso era suficiente. Para los dos. Se dio media vuelta para irse, pues tenía algo de frío porque la lluvia la había calado hasta los huesos.
- Deberías haberla dejado marchar. Tal y como he hecho yo. El botín no era importante – la voz de Jack frenó su salida.
- Para mi sí. Además, esta vez era personal – dijo ella sin girarse. Su voz estaba llena de determinación aunque marcada por el cansancio.
Jack se rió con voz ronca.
- Solo quería una noche, querida. La castidad no me sienta bien, si sabes a lo que me refiero.
- Y has ido a elegir a una ladrona para ello?
- Bueno, me he equivocado. No soy culpable de ello.
- Si lo eres, capitán. – ella estaba dispuesta a seguir.
Le habían dicho que no considerase a Jack como un príncipe azul. Bien, no lo estaba haciendo. Lo consideraba un hombre con el que pasar un rato de diversión. Era lo que él le había demostrado que quería desde un principio. Era un pirata. ¿Qué esperaba de él¿Qué le jurase amor eterno y fidelidad? No. Pero podía esperar lo que él había prometido entre caricias y besos que se le habían escapado. Una noche. Quizá dos. Quien sabía. Ella lo había aceptado. Sabía lo que su futuro ordenaba, y si ésta era la única vez de estar con un hombre, que así fuese. Una vez en Dellas todo acabaría. Si incluso él se negaba a llevarla, ella siempre podía marcharse en otro barco, y jamás volver a verlo.
- Culpable de qué? De ser honrado por no querer tocarte? – al parecer Jack también había tomado una decisión. O eso, o el ron haría que la mañana siguiente la lamentasen los dos.
- Quieres bajarme de ese altar en el que me tienes! No soy una muñeca, Jack!
- Es cierto que no eres una muñeca. – se acercó a ella y tomó su cara cuando ella no tuvo escapatoria entre su cuerpo y la pared – eres mía, solo mía. Mi muñeca.
Jack la besó. Y ella se entregó al beso como si su vida dependiera de él. La primera vez no se había dado casi cuenta de ello. La segunda la pilló por sorpresa, pero los labios de él en ese momento eran lo que necesitaba para que su cuerpo despertase de una vez. Todos esos años viviendo como un hombre se desvanecieron cuando se dieron paso el uno al otro en sus misma bocas.
Jack la sintió corresponder con ansias a solo un beso, y eso lo espantó. Quiso separarse y ser rudo con ella. Asustarla y hacerla llorar. Que se marchase y lo odiase, pero todo por evitar mancharla. Pero no pudo. Ella lo había abrazado.
- Esto es lo que quieres? Es lo que buscas? No te voy a prometer amor ete...
Sora lo cortó con otro beso, pues estaba harta de oir una y otra vez lo mismo. Cuando se separó, de un empujón lo tiró sobre la cama y quedó sentado, mientras ella, delante de él, le decía:
- Es mi vida. Y la voy a vivir como me plazca. Te libero de todo trato que tuvieses con Marie. No eres mas mi protector. Mírame. Mírame Jack, y dime que ves – dijo mientras recorría su silueta empapada con sus manos.
- A ti.- dijo simplemente él, pues amaba y había soñado con el espectáculo que estaba presenciando mas de mil veces.
- ¿Y que tiene ella – refiriéndose a Christine- que no tenga yo? – ella se quitó el pañuelo y lo dejó olvidado en el suelo.
Su pelo mojado caía sobre su cara. Ella se llevó sus manos a los botones de su camisa y simplemente los desabotonó. No mostró nada de ella. Quizá daba igual lo que pudiese haber visto, pues probablemente lo habría visto antes.
Entonces, se movió unos pasos cerca de él. Pudiéndola tocar cuando hubiese querido. Era lo que él había estado pidiendo. Que ella se ofreciese. Y ahora estaba pasando. Pero él no movía sus ojos de los de ella.
- Qué tiene, Jack. Dime que es lo que buscas en las otras mujeres que no ves en mi. Dime porque me estás haciendo esto.
Sora no debía haber preguntado. Pues no estaba preparada para esa respuesta.
Continuará
Yo... no pretendía ser tan mala persona y dejarlo justamente ahí, pero... ·
A todos, sinceramente, muchas gracias. :)
