Titulo: La amazona perdida y el pirata loco.

Capitulo 10: Escandalosa pérdida de la moral

Su pelo mojado caía sobre su cara. Ella se llevó sus manos a los botones de su camisa y simplemente los desabotonó. No mostró nada de ella. Quizá daba igual lo que pudiese haber visto, pues probablemente lo habría visto antes.

Entonces, se movió unos pasos cerca de él. Pudiéndola tocar cuando hubiese querido. Era lo que él había estado pidiendo. Que ella se ofreciese. Y ahora estaba pasando. Pero él no movía sus ojos de los de ella.

- Qué tiene, Jack. Dime que es lo que buscas en las otras mujeres que no ves en mi. Dime porque me estás haciendo esto.

Sora no debía haber preguntado. Pues no estaba preparada para esa respuesta.

- Te quiero, Sora.

- Jack¿me quieres?-

- Claro que sí. Tu eres la única para mi.-

Esa fue la primera vez. Estaban en la playa, bajo las estrellas. Ella albergaba sus esperanzas con él. Y él se marchó al alba, tras su sueño.

- Jack, dime que me quieres. -

- Ya lo sabes, no hace falta que te lo diga.-

Otro corazón destrozado quedó esta vez, en una posada. Entre las sábanas, ella sollozó su ausencia, pues lo único que dejó esta vez, fue su olor entre ellas.

- Capitán, te quiero.-

- Yo también a ti, querida.-

Esta vez, no esperó a que la noche lo cobijase de nuevo hasta el mar. A pleno sol de un mes de julio, partió en busca de un barco.

Y así una vez tras otra, dejándose amar y mintiendo para ello, el capitán Jack Sparrow no había entregado su corazón de ninguna de las maneras. Demasiadas complicaciones, quizá. Demasiadas ataduras. Demasiadas mujeres que no lo entenderían. Pero el azar. El azar, la suerte, algún poder divino, hizo que se cruzase en su camino una muchachita vestida de hombre.

¿Era posible que un tipo como él, de vuelta de todo, se pudiese enamorar¿Y de una jovencita a la que le doblaba la edad? Bueno... que mas le daba al mundo lo que un corazón maltratado pudiese pensar.

Y en aquél momento. Cuando ella le preguntó el porqué. El porqué de su actitud. Se creyó morir. Nada había sido antes tan difícil. Después de lo que habían pasado juntos, ni tan siquiera sabía como decírselo. Así pues, bajó la cabeza, suspiró profundamente, y mirándola a los ojos de nuevo, de su boca en un susurro se formó un "te quiero".

Sora se quedó estática e incrédula. ¿Había oído bien¿El hombre que tenía delante, le acababa de decir aquellas palabras¿Porqué? Ella no lo estaba esperando de él. Ella se había ofrecido como quien ofrece una caricia sin esperar que la correspondan.

- ¿Qué?- consiguió articular

Jack la miró con cariño y se lo volvió a repetir, mas alta y claramente. Para que no tuviese ninguna duda de que se lo había dicho.

- Te quiero.

Sora de nuevo calló. Y se mantuvo en silencio mientras miraba la cálida sonrisa que se formaba en la cara de él. Hasta que Jack no tuvo opción que seguir hablando.

- Te quiero. Si, es cierto. Han tenido que pasar muchas cosas para que al final lo comprendiese, pero te quiero. He luchado contra este sentimiento. Y sigo pensando que hago mal, pero ya no me importa, porque te quiero. Como no he querido nunca a nadie. – se levantó de la cama y se acercó a ella, y continuó acercándose con el abuso en los colmillos cuando a ella la vio retroceder- he conocido el amor de muchas formas distintas, de muchas mujeres distintas. Pero ahora te he encontrado a ti.

Desde luego la muchacha no salía de su asombro. Jack Sparrow se le había declarado! El hombre de pésima reputación con las damas, le decía que la quería! No sabía si reír o llorar. Si abalanzarse encima o salir corriendo.

Tal y como estaba la situación, se inclinaba hacia la primera opción. Jack medio desnudo y a la luz de las velas era muy apetecible. La verdad, no menos que ella.

Entonces, el aviso de Gibbs le cruzó como un relámpago la mente:

"Jack ama a las mujeres. A todas y cada una de ellas. Él las busca, las toma y si está satisfecho, se marcha, y fácilmente las olvida. Pero ellas a él no. Las que han yacido con él, siguen prendadas. Lo malo es que del amor al odio no hay mas que un paso. Y el tiempo alimenta ese paso."

Y entonces retrocedió, cegada de temores y antiguas advertencias. Justo en ese momento fue cuando Jack reconoció la actitud que tanto adoraba en sus chicas. Después de mucha incitación, el súbito pudor. Y entonces escogió provocarla.

Se acercó sin vacilar pero despacio hacia ella, recorriendo su cuerpo con sus ojos. Antes no se había fijado, pues estaba mas ocupado en demostrarle su amor con palabras, y la última vez que la vio en semejantes circunstancias... en realidad esas circunstancias jamás deberían haber pasado.

Pero de todos modos él siguió. Unos pasos mas y la tenía aprisionada contra la pared de madera. Puso una mano a cada lado de su cabeza, contra la pared y la enfrentó directamente a los ojos. No la besó. Se quedó a escasos centímetros. Y sonrió.

Aquella sonrisa que tanto la molestaba y tanto la llamaba. Mostró sus dientes de oro. Como no. Y bebiendo de un suspiro de ella, cuando podía sentir su respiración en su boca, él, sin decir ni una palabra, movió los labios y ella supo que decía que la quería. Luego volvió a sonreír. Y enterró su cabeza en su hombro. Y posó sus labios allí. Cerrándolos en un beso.

Un escalofrío recorrió su cuerpo desde sus pies a su cabeza, y le erizó el vello. Jack juntó su mejilla a la de ella en una carantoña y sintió su escalofrío. A su vez, de nuevo en su cara volvió a aparecer esa sonrisa socarrona tan típica de una nueva idea.

- ¿Tienes frío?- y ni siquiera entonces la tocó, tan solo se acercó a milímetros de su cuerpo – has estado mucho tiempo bajo la lluvia – sus manos descendieron en una caricia desde sus hombros hasta las manos, que tomó suavemente – yo puedo hacer que entres en calor, pequeña- y tomó su barbilla con sus dedos y la hizo mirarla.

Sus ojos viajaron por toda su cara, para mirarla. Y le besó la frente, los ojos, las mejillas, y sus labios temblorosos. Primero fue una caricia, un roce, y luego la entrega total. El beso fue perfecto. En un principio, ni se movieron. Tan solo estaban allí, pero luego, la suavidad y el calor de los labios de Jack inundaron a Sora, y la última frase que recordó de ese inoportuno de Gibbs, antes de perder el control, fue:

"Haz lo que quieras con él. Pero... no veas al capitán como un príncipe azul"

Ya Sora no era mas un pequeño nido de dudas sin fundamento. Era un cúmulo de hormonas sobreexcitadas. ¿Quién no lo sería en su situación?

Apenas en una semana, había dejado de ser un marino mercante, se había convertido en pirata, había vuelto a ser una mujer, había recuperado parte de su pasado, había matado a un hombre, había saqueado un barco... y se había enamorado de su nuevo capitán.

Desgraciadamente, había incompatibilidades entre todos esos hechos. Su pasado, y su futuro, eran las amazonas, mujeres solas. Y su capitán...era Jack Sparrow.

Sacó todos esos pensamientos de su cabeza. Envió al carajo a su futura vida y olvidó por completo la reputación de Jack. ¿Qué solo la quería para esa noche? Bien recibida sería esa noche. En cuanto llegase a Dellas no tendría que pensar mas en eso. Por mucho que le doliese.

Así que cuando Jack la invitó a entrar en calor, ella aceptó. Sin pensar. No quería pensar. Si él le estaba mintiendo, ella disfrutaría de su mentira. Por lo tanto, ella le correspondió al beso con fuerza. Casi con dolor. Y lo abrazó, estableciendo por fin el contacto que él le estaba negando.

Sora recorrió su espalda y fue en descenso. Tanto, que Jack rompió el beso y la miró con gran sorpresa en los ojos. Bastante gratificante, pues él la abrazó, apartando la camisa a los lados y recorriendo su piel con sus manos, mojándose él mismo del agua que a ella aún le quedaba en su piel.

No dejó de besarla cuando fue en busca de sus piernas, para levantarla y aprisionarla aun mas entre la pared y su cuerpo. Sora dejó escapar una risilla cuando se encontró casi literalmente colgada de la cintura de Jack, y definitivamente rió cuando un resquicio de ron se cruzó por su boca. Así que cuando consiguió librarse por un segundo de los labios de su amante, ella le dijo:

- Invítame a un trago, Jack. Y brindemos por nosotros.

Con los ojos entrecerrados y la cabeza ladeada en lo que parecía una mueca de una pregunta mal formulada, Jack se la quedó mirando unos segundos. Pero su cara de felicidad, con los rojos labios húmedos y los lagos en calma que tenía por ojos que brillaban intensamente, no le hizo dudar para dejarla de nuevo en el suelo, y responderle mientras la cogía de una mano y la arrastraba con él a la cama, dónde tenía una botella de su viejo amigo, el ron;

- Me encantan las mujeres como tú!

Él se estiró como siempre lo hacía, boca arriba y con la botella en la mano derecha, así que por consiguiente, cuando empujó a Sora hacia él, ésta aterrizó casi encima de él.

Le dio un fugaz beso en los labios y bebió un largo trago de la botella, y acomodándose, se lo pasó a ella.

- Acaso necesitas valor para esta noche, querida? – dijo Jack cuando la vio beber sin vacilar.

- No es eso, amor – y él sonrió porque su forma de hablar ya estaba creando escuela- es que esta noche quiero ser igual que tú.

- ¿Un apuesto, divertido, galán y seductor pirata? – susurró Jack mientras le daba besos en el cuello y acariciaba las caderas a la muchacha

- Jajajajajajaja. En absoluto! No! Ésta noche seré una mentirosa – probablemente esto lo dijo sin pensar, y siguió bebiendo. Luego lo miró a él, que había dejado de besarla y la miraba fijamente. Entonces ella le pasó la botella y lo besó, y con los ojos entrecerrados, iba diciendo, muy bajito – mentirosa, engreída, prepotente... alta...fuerte...guapa...muy guapa...

Y ella siguió besándolo y bajando desde su cuello hasta su pecho a cada palabra que salía de su boca. Desatando los pocos botones que quedaban en su lugar, apartando el pelo y las rastas de su camino. Pero él la detuvo, hablándole otra vez:

- Querida, entiendo perfectamente lo de alto, guapo y fuerte... puedo aceptar lo engreído, prepotente... incluso deshonesto, si me apuras... pero yo no te he mentido en nada – y para sí añadió; al menos en la última semana-

Sora paró solo para mirarlo con una mueca y arrebatarle la botella de ron. Cuando hubo bebido mas de lo que debía – de nuevo – volvió a sus quehaceres no sin antes decir:

- Claro que has mentido, Sparrow. Le mientes a todas. Si no, no tendrías otra forma de llegar hasta aquí- y comenzó a besar su estómago mientras sus manos vacilaban por encima del pantalón.

Muy a su pesar, pues la tortura a la que Sora lo estaba sometiendo era tremendamente dulce, él le contestó:

- Si te refieres a las otras mujeres... eso es ... son romances pasajeros... y jamás volveré...

- Esto también lo es, pues! – exclamó Sora desde su posición – Olvida eso ahora y céntrate en lo que estamos!

- No. Querida, no lo comprendes. Esto es distinto. Tu eres distinta. – dijo Jack, intentando recobrar la compostura y que no pareciese tan obvio que no podía controlarse.

- Vamos, Jack, ya me tienes! No hace falta que sigas hablando! Tan solo actúa!- respondió Sora exasperada.

- No mientras no quieras entender que te equivocas. Y que no puedo tomarte de esta manera. No vas a ser como las otras.

- ¿Por qué¿Qué hay diferente ahora de las otras veces?

- La compañía, querida, quiero que entiendas que no te vas a librar jamás de mi – dijo él mientras recogía las manos de ella de donde las tenía puestas, pues si hubiese seguido presionando por mucho tiempo más, hubiesen dado igual todas las palabras del mundo. El amante habría sucumbido.

Sora consiguió detenerse y pensar con mediana claridad. Se incorporó y se llevó las manos al pecho descubierto. Y con mortal seriedad, acentuada con el principio de una rabieta, contestó:

- Jack... me estás rechazando?

- Esta noche, si. – y se marchó de su propio camarote, dejando a Sora con las ganas en la cama. Solo antes de cerrar la puerta, dijo: - pero esto no quiere decir que me vaya a olvidar que existes. En absoluto. Recuerda el arte, querida, el arte.

Entre esa mezcla de burla y seriedad, apareció una sonrisa malévola. Dio media vuelta y se fue, cerrando la puerta de esa noche.

Era por la mañana, y la claridad del camarote la había vuelto a desvelar. Hacía muy pocas horas que había conseguido conciliar el sueño después de lo ocurrido.

Hacía algo de frío. Sobretodo estando sola en la cama. La noche anterior era borrosa. Muy borrosa. Desde que habían llegado a esa bahía, todo parecía haber ido de una forma extraña. Celebraciones, ron, robar, ron, Christine, ron, Jack, ron... Jack, Jack, Jack, Jack... ¡pero que endemoniadamente dulces eran sus besos! Y que cálido era su tacto... sus caricias... todo su cuerpo pegado al de ella. Y que bocazas que era ella. ¿Por qué tuvo que decirle que era un mentiroso cuando el chico había acabado de declararse?

Se removió un poco entre las sábanas y se quedó mirando al vacío de la habitación. Cerró los ojos y enterró la cabeza entre sus brazos. Masculló:

- Todo es culpa de Gibbs. No se porque tuvo que decirme nada. Era mas feliz creyendo...

Imágenes comenzaron a cruzarse por su cabeza. La primera vez que lo vio en aquella taberna del puerto. La sonrisa que le dedicaba a Marie cuando ella reía y reía sin parar la noche que pasaron los tres juntos. Sus aires altaneros al andar por la calle. La primera vez que intentó alegrarla. El primer beso que en verdad fue inolvidable. La primera pelea que los dos necesitaban. Las risas cómplices. El llanto.

Y entonces acabó la frase con algo de melancolía.

- ...creyendo que me quería.

Al cabo de unos minutos, de pensar en lo profundos y bellos que eran los ojos del hombre, y de cómo se sentía al mirarlos, se levantó con el olor de Jack en la piel. Se acomodó la camisa y sus pantalones. Buscó por el suelo su pañuelo negro, lo sacudió y se lo ató a la cabeza, como siempre. Miró la botella de ron que había en el suelo y la cogió decidida. Le dio un largo trago y no tosió cuando el líquido llegó a su estómago. Desde luego, cada vez se parecía mas a Jack.

Salió de la habitación y llegó a cubierta, que la aguardaba sola y fresca. No quedaba rastro de la lluvia de la noche, pero el olor, el sonido y la brisa delataban el suave temporal de hacía unas horas.

Un poco mas allá, estaba parte del botín que Christine había querido robar. Habían muchas cosas menos de las que recordaba. Quizá había vuelto a pesar de su advertencia. –Que mas dará un poco de oro- se dijo la muchacha, pero fue hacia ellos a recogerlos y llevarlos al lugar que les correspondía hasta llegar a Muerta. Las bodegas.

Cuando volvió a cubierta, no advirtió ni un sigilo de movimiento. Así que se dejó llevar y cerró los ojos sintiendo todo aquello que podía abarcar. Se perdió entre el sonido de las olas rompiendo en las rocas a lo lejos y el balanceo del barco, y como siempre, no lo oyó llegar.

- De veras pasaste haciendo estas cosas durante 10 años, y nadie se dio cuenta que eras una mujer? –

Cuando abrió los ojos, Jack estaba delante de ella, mirándole descaradamente los pechos con una mueca.

- Bueno, hasta hace poco esto no se notaba tanto – dijo mirándose inocentemente – tenías que verme cuando cumplí los 14 años! No sabía como escondérmelo!

- Así se te ocurrió lo de las vendas? – dijo mientras se preparaba para subir a un bote

- No, eso fue cosa de Marie. – dijo ella acompañándolo

- Marie siempre tan excéntrica- sonrió

- Mira quién fue a hablar

- Yo soy una persona completamente normal- dijo él, parándose de sopetón y mirándola con los ojos desorbitados

- Y algo loca

- Querida, el que está loco, es éste mundo

Sora sonrió cuando dijo esto. Luego, la ayudó a bajar al bote ayudándose con unas cuerdas. Cuando le tendió la mano para cederle el turno, la paró en seco a su lado y le rodeó la cintura con uno de sus brazos. Buscó sus labios desde su mejilla y el beso fue casto.

Duró poco. Tan solo fue un saludo de buena mañana... con buen sabor de boca.

Cuando se separó, él le apartó la mirada y la dejó embarcar.

Cuando ya iban de vuelta a la playa, ella comenzó de nuevo.

- Me gustaría volver a verla.

- Estaremos de vuelta ésta tarde, no te preocupes

- No! No a la Perla! A Marie!

- Oh! La verás. Dentro de unos meses, quizá. Tenía pensado desde hace tiempo ir a África. Tengo entendido que hacen un tallas muy valiosas. Cuando acabes lo que has de hacer en Dellas nos pondremos en camino, y en poco tiempo habremos regresado y podrás ver a Marie.

- Claro, cuando acabe en Dellas... – Sora se quedó pensativa cuando pronunció esas palabras, pues aún no tenía decidido que haría una vez allí. Pero decidió no pensar en ese momento en cosas tristes y siguió conversando – así que... que es lo que vamos a hacer aquí hasta esta tarde, capitán?

- Voy a ir a recoger un encargo que dejé pendiente hace un tiempo

- ¿Qué cosa?

- En principio era un regalo para un viejo amigo...

- ¿Pero?

- En realidad era demasiado viejo y murió el año pasado

- Oh, lo siento.

- No lo sientas querida. Ahora está en un sitio mejor.

- ¿En el cielo?

- ¡En el fondo del mar! Era un viejo diablo y se aferró demasiado a un las joyas que siempre llevaba encima. Cuando cayó al mar se fue directamente al fondo. Por el peso.

- Ah...- Sora se giró e hizo una mueca de desagrado – y que era lo que le ibas a regalar?

- En realidad no es de mucho valor. Hice forjar un anillo de plata en forma de calavera. El viejo adoraba esas cosas.

- Cosas de piratas, supongo.

- Cosas de piratas.

Llegaron a la playa y anduvieron hacia los adentros del pueblo. La parte baja de la ciudad era mas bien formada por viviendas de los pescadores y las tiendas de los mercadillos que se formaban por las tardes.

Entonces, a partir del ocaso, los habitantes de las demás casas que se extendían por la ladera, y los sirvientes del fuerte que había en lo alto de la montaña, bajaban a la playa a ver los nuevos productos que podían obtener. Siempre trapicheando, mintiendo y robando, como moneda de cambio.

Pero por la mañana había mas bien poca gente. El ambiente era muy parecido a Tahama. Sólo quedaban pescadores y algunos vendedores de frutas. Aunque todas las tabernas seguían abiertas. Puede que sin clientes, pero siempre con actividad.

Los dos se dirigieron directamente a la calle de los herreros, pero Jack mandó a Sora a comprar algo de comida y a esperarlo en la calle, pues según él, ese lugar no era adecuado para las "damas". Luego de mucho protestar, como era habitual en su relación, ella se marchó refunfuñando en busca de alguna tienda, donde, cabe decirlo, utilizó muy bien ese arte de Jack, de... requisar mercancías.

Por su parte, Jack estuvo largo tiempo en la herrería, regateando por el precio del anillo y haciendo otros encargos sin mucha importancia.

Mientras el viejo artesano tomaba nota de lo que el muchacho le había pedido, Jack comenzó a mirar por el mostrador diferentes artilugios que estaban a la venta.

En una caja, había un montón de cascabeles y cuentas de colores. Sonrió al tomar unas cuantas en sus manos.

Cuando se reunieron para comer lo que la muchacha había "comprado", hablaron del anillo, que Jack se había adjudicado hacía mucho rato y del que no se desprendía. De la tripulación, de lo que estarían haciendo en esos momentos. Y de lo que Ana María estaría haciendo. Sora tenía mucha curiosidad por la vida de la mujer, pero Jack no se vio inclinado a ser él quien le contase su cruz.

Estaban los dos sentados de lado, comiendo luego en silencio, cuando a Jack se le cayó una pequeña saca que también se había colgado al cinto.

De dentro, rodaron por el suelo un cascabel y varias cuentas de color rojo, verde, amarillo y azul. Y un pedazo de hilo negro.

- ¿Y esto?- dijo Sora recogiendo el cascabel que había chocado contra la puerta del patio cerrado donde se habían sentado.

- Bueno, este anillo es demasiado pesado y grande para ti. Además… pensé que te quedarían bien. Acércate.

Ella se sentó de cara a él en el banco. Al ver que ella guardaba las distancias, cosa que de nuevo le agradó, él agarró sus piernas y las puso por encima de las suyas. De esta forma, casi Sora estaba sentada encima de él.

- ¿Qué demonios te crees que estás haciendo?

- Querida… de veras has pensado por un solo instante… que iba renunciar a ti? Je... nunca.

Ella se quedó quieta y callada. Pero enfrentándole la mirada con decisión, así que Jack siguió con lo que en un principio iba a hacer.

- Verás… -

Comenzó el hombre, cogiéndole un finísimo mechón de cabello desde detrás de la oreja de ella y atándole el cordel negro.

- Cada cuenta de color, significará una persona en tu vida

Trenzó el pequeño mechón y al final de éste colocó haciendo un nudo con los propios cabellos, el cascabel

– Una persona que signifique realmente alguien para ti

Entonces abrió una bola roja y la ajustó a su pelo, haciéndola resbalar hasta tocar el cascabel, entonces la apretó y quedó cerrada

- A medida que las vayas conociendo a esas personas, aunque desaparezcan después, siempre quedará un poco de ellas grabado en ti.

Acabó diciendo Jack. Metió las demás bolas de colores en la pequeña saca que llevaba, y se la ató a Sora a la cintura del pantalón.

Sora lo miraba con una sonrisa en los labios.

- ¿Y para mi no hay ningún recuerdo?- dijo tocando los adornos del pelo de él, aún sonriendo.

Jack también sonrió. Miró para un lado intentando desviar la atención pero a medio camino decidió que se lo diría.

- Las bolas son para recordar en caso de que esas personas desaparezcan, para evitar que caigan en el olvido. Y yo no tengo ninguna intención de dejarte ir. – y la abrazó por la cintura.

- No se si eso es bueno o malo- dijo ella con voz burlona.

- Je… piensa en ello querida. Eres lo único que ocupará mi tiempo.

Se disponía a besarla, pero como sus muestras afectivas en público siempre se veían entorpecidas por alguna razón, efectivamente el mesonero los echó literalmente a patadas del lugar, ya que debían consumir alguna cosa para permanecer en el lugar.

A penas rozaba el medio día cuando la tripulación de la Perla Negra aparecía de por entre los rincones y las callejuelas de Nahab. Muchos aparecían con una sonrisa en la cara, otros llenos de moratones y cortes, y algunos otros aún con una marca de una mano en sus caras.

Ana María también apareció, tan impasible como siempre, y no le dio a nadie ninguna explicación de donde había estado. Nadie se atrevió a preguntar mas de lo que había hecho hasta ese momento.

Cuando Gibbs se descubrió, del brazo de una gruesa señora, demasiado acicalada para el gusto en general, Jack tuvo una buena corazonada. Seguramente traía buenas noticias, cosa que en efecto, era verdad.

El hombre corrió hasta Jack cuando se hubo deshecho del abrazo de la dama y le habló unas cosas al oído. Jack sonrió y anunció lo siguiente:

- Caballeros!- dijo mirando a sus muchachos – Damas – le hizo una reverencia a Sora y Ana María- vamos a prolongar nuestra estancia en Bahía de Nahab por un día. A primera hora del día de mañana, todos y cada uno de vosotros debéis estar de vuelta con todo lo que podáis … requisar.

- ¿A que te refieres, Capitán?- dijo un miembro de la tripulación desde el fondo.

- Esta noche, hay una cena de gala en el fuerte. – dijo Jack – y … todos nosotros estamos… invitados, por así decirlo

Los cuchicheos duraron míseros segundos, hasta que una risa ronca hizo estallar nuevos vítores. Toda la tripulación saquearían con gusto una reunión de seguramente… jefes de clanes, soldados, marines y demás mala calaña. Y posiblemente éstos no se darían cuenta hasta que notasen el frío en los huesos de la ropa que también les robarían.

- ¿Cuándo nos vamos? Estoy deseando entrar ahí arriba!- dijo otro muchacho

- Al caer la tarde. La fiesta durará hasta altas horas de la madrugada, pero nosotros deberemos estar ahí desde el primer momento- contestó el Capitán

- ¿Qué estemos ahí¿Piensas que nos mezclemos con esa gente?- gritó Ana María, a la que ese plan le parecía cosa de locos… para variar

- Si. – dijo simplemente Jack después de pensarlo unos segundos

- ¡Pero cómo!- dijo Ana María

- Jejeje… es una cena... con disfraces…

Todos comprendieron, pues era típico de Jack querer hacer ese tipo de… juegos. Así pues, cada uno partió en busca de su atuendo para la noche.

Continuará

Me cachis en la mar! Tenía pensado que en este capítulo se perdiese la moral completamente! Pero se ha alargado demasiado y no ha podido ser.

Bueno¿estaréis conmigo en el próximo para contemplar la bella pérdida? Eso espero! Y seguro que no tardaré en escribirla. Este capítulo, lo cierto es que me ha dado bastantes problemas.

Debo despedirme no sin antes darles las gracias, principalmente, a esa Marina Sparrow! Esa muchachita a la que le gustan tanto los bebés y que tanto me anima para que siga escribiendo! Ais... no se que haría sin ti, querida. ;) GEC forever!

También a Ary! Que siempre está para inaugurar el capítulo!

A Marta, en la que he descubierto una aliada perfecta en la lucha contra las niñas repelentes y una compañera de viaje a Francia en poco tiempo.;)

A i-am-insane; cuando leí tu review no pude quitarme la sonrisa de la cara! Me encantó que te gustase tanto, y que si es cierto esto de que nunca dejaste antes un review, ei! Estoy contentísima de que el mío haya sido el primero!

Y a todos los demás, que me dais ánimos para seguir escribiendo, que sois muchos, y tengo mala memoria! u

Me alegra muchísimo que me dejéis comentarios, así que porfavor, no dejéis de hacerlo!

Muchos besos y hasta muy pronto!