Titulo: La amazona perdida y el pirata loco.

Capitulo 11: El último gran golpe


Apenas había caído el sol de medio día cuando casi todos los tripulantes de la Perla Negra tenían alguna extraña indumentaria que llevar a esa mezcla entre fiesta y cena de negocios.

Muchos de los muchachos habían optado por vestirse de mujeres, algo bastante habitual entre ellos, por lo visto, mientras que los demás, jugaban a ser sus sirvientes.

Ana María, se había provisto de un vestido y una simple máscara de color azul, pues, según ella, toda esa pomposidad que a Jack tanto le gustaba, no era mas que una majadería. Pero al menos servía para darle una lección a esos "nuevos ricos" que siempre estaban trabajando con dinero. Ella se divertiría desplumando a esos cuervos.

Gibbs, relucía con esplendorosa dignidad embutido en su disfraz de macho cabrío, que consistía en un traje negro con una capa, y un antifaz que tenía colocados dos cuernos retorcidos a los lados.…… y muchos de los otros muchachos brillaban con luz propia en sus disparatados conjuntos.

Evidentemente, y como casi una costumbre, Sora era la sombra de Jack por entre las tienduchas.

- Por aquí, querida – dijo él mientras caminaban en ascenso por unas escaleras de piedra que formaban la calle- vas a conocer a un sastre que me ha ayudado varias veces con los disfraces

- ¿Pero porque se van a disfrazar? Total… son… bueno, en teoría… entre ellos se deben entender…

- Es posible que todos se dediquen a lo mismo… y es por eso que nadie quiere que se sepa su identidad… por seguridad, supongo.… aquí es!

Jack se detuvo en seco delante de un portal en el que en la entrada colgaban telares de colores llamativos pero preciosos.

Entró sin avisar apartando las telas, seguido por Sora. Cuando había llegado al final de la tienda, divisaron a una mujer de avanzada edad sentada en una cómoda, remendando una chaqueta larga y harapienta.

- Malditos piratas- murmuró la anciana entre dientes – siempre dándome tanto trabajo y yo sin recompensa…

Jack se la miraba con una sonrisa y aire altanero. Cuando apenas llevaba un minuto observándola, cogió aire y le gritó casi al oído:

- Vieja loba! Jack ha vuelto a casa!

La mujer, que en vez de dar un salto, lo miró de reojo hacia arriba, ni se inmutó. Se giró sobre ella misma hacia el lado que quedaba oculto de la cómoda donde estaba, saco una vara enorme, y le atizó al hombre en la cabeza. Jack cayó sobre su trasero al suelo. Y la respetable señora, le dijo muy enfadada:

- ¿Cuántas veces tengo que decirte que no me grites de esa manera? Sparrow, desde luego eres un completo patán. – pero luego sonrió y le alcanzó la mano.

Jack se la besó ceremoniosamente y también le sonrió. Luego se levantó y trató que se pasase el aturdimiento por el golpe. De mientras, la mujer, que aún seguía sentada, había fijado su atención en Sora, que estaba relativamente cerca, mirando a Jack con una mueca en la cara.

Cuando ésta se percató de la mirada de la mujer, le dedicó una sonrisa, pero no fue correspondida. La mujer la miraba fríamente y con los labios rígidos.

- ¿Quién es esta cualquiera, Jack?- dijo por fin, sin despegar su fría mirada de la muchacha, que por momentos, se iba haciendo mas pequeña.

- Aghhhhhhhh…………… - dijo en respuesta él, aun sacudiéndose la cabeza del golpe- no es ninguna cualquiera. Se llama Sora. Está conmigo.

- Hmm, así que ésta es tu nueva amiguita, eh? Vaya, cada vez te las buscas mas jóvenes. – se calló unos segundos, mientras la miraba de arriba abajo- no me gusta- sentenció.

- Nadine… a ti no te gustaría nadie que no fuese tu hija… por cierto, como está?

- Embarazada.

- ¿Otra vez! Vaya… no pierde el tiempo.

- ¿Te arrepientes de haberla dejado escapar?

- Ya hemos hablado de eso muchas veces… y sabes lo que pienso.

- Claro. Así pues… ¿aun no has sentado la cabeza?

- Jamás, querida- y sonrió orgulloso

- Al verte con la mosquita muerta… pensé que...

- Solo te diré, que si muero, será ella quien tire mis cenizas al mar!

Las dos mujeres callaron en asombro, mientras lo miraban. Sora ni siquiera sabía de que estaba hablando, pero la vieja al fin, asintió y se levantó.

- ¿Qué puedo hacer por ti, hombre de poca fe?

- Estamos invitados a una fiesta ésta tarde.

- Muy bien. Coge lo que quieras, ya sabes el precio. ¿Y ésta?

- Para ella quiero que hagas algo especial.

- ¿Para ésta tarde¿Quieres que le haga algo especialmente para ella para esta tarde? Imposible.

- Te pagaré el doble de lo que me quieras cobrar.

- ¿Y con que tengo que vestir a tu muñequita? – dijo la vieja Nadine sin pensarlo.

Jack sonrió y los dientes centellearon en la penumbra de la habitación.

- ¿Recuerdas aquellas viejas historias que nos contabas cuando estábamos borrachos?

- Cómo olvidarlas. Las leyendas de las diosas.

- Efectivamente. Pues quiero que antes de que se levante la primera estrella, me la devuelvas convertida en Áine.

- Tu siempre pides imposibles- dijo Nadine, mirando a Sora con cara de desprecio.

Jack puso una saca de chelines encima de la mesa, y un recargado anillo de oro con piedras preciosas y después de besarle la mano de nuevo a la mujer, se dio media vuelta y comenzó a andar hacia la salida.

- Hasta luego, pequeña- le dijo a Sora, mientras le daba una palmada en el trasero

- ¿Qué¿Me vas a dejar aquí? – dijo la muchacha con cara de pánico

- Parece lo contrario, pero Nadine es muy buena mujer.… Nadine! Voy a ver a Jacqueline y a esa camada que tiene por hijos! Estaré de vuelta dentro de un rato para escoger algo!

Pero la mujer no contestó, porque estaba muy ocupada examinando el anillo que Jack le había dejado. Pero Sora pareció desaparecer en la oscuridad de la tienda debido al miedo que le tenía a la mujer mayor.

Cuando ésta acabó su inspección del anillo, lo metió en la pequeña saca y dio un vistazo a la tienda para comprobar que el hombre se había marchado. Miró a Sora y marchando hacia la trastienda, la avisó que la siguiera.

Sin ánimo de contradecirla, entró a la pequeña estancia, donde vio a la mujer sentada en un taburete bajo, tomando sus utensilios para ponerse a trabajar. Tal y como la veía, la mujer de pelo cano y largo recogido en un moño y con gafas de dudosa visibilidad, no parecía de mal corazón, pero cada vez que abría la boca, escupía serpientes por ella.

- Tú, pasmarote, sube aquí- dijo señalando a un banco que tenía delante de ella.

Sora subió sin rechistar y la mujer comenzó a tomarle medidas. Comprobó, que para su edad, que tampoco debía ser excesivamente avanzada, era muy alta y bastante delgada, aunque no gozaba de buena salud, pues tosía mucho, quizá por el tabaco, del que podía sentir el olor por toda la tienda.

Cuando iba tomando las medidas, pareció caer en algo, y desapareció con sus murmullos en otra recámara. Cuando volvió a aparecer, traía con ella unas telas blancas que resultaron ser un vestido.

Mandó a la muchacha desvestirse, y Nadine le colocó las telas. Era anudado al cuello y ajustado a la cintura, desnudo en los brazos y en la espalda, pero sin ser ceñido al cuerpo. A partir de las caderas, el vestido caía sin vuelo hasta los pies y también ancho.

- Libre para llevar, libre para correr- dijo Nadine.

- ¿Cómo?- se atrevió a preguntar Sora

Nadine dejó salir un suspiro de intranquilidad y le respondió secamente.

- Si tenéis que salir corriendo de donde quiera que vayáis, no te molestará. No te caerás.

- Oh, muchas gracias.

La mujer no contestó y se dedicó a hacer pequeños arreglos, hasta que Sora decidió que prefería oír la fría voz de la mujer a su despiadado silencio.

- Es muy bonito.

- …

- Pero…

- Pero qué?- dijo Nadine enfadada

- Quizá es un poco… ¿provocativo?

- Niña! No seas estúpida¿Cómo va a ser provocativa la ropa que lleva una diosa?

- ¿Diosa¿Voy vestida de diosa?

- ¡No puedo creer que Jack se haya enamorado de una niña tan tonta! – dijo al cielo- Jack me ha pedido que te vista de Áine.¡Áine es la diosa del mar y de los cielos de los celtas!

- Vaya… ¿y esa diosa iba vestida así?

- Agh…… ¡no se si iba vestida así! Pero las leyendas cuentan que llevaba telas blancas que solo cubrían parte de su piel.

- Las leyendas de las que hablabais antes son esas…

- Sí, pequeña estúpida, son esas. Jack y yo hemos brindando muchas noches contándonos historias de ese tipo. Desde luego… no se que ha podido ver en ti…

Sora ya estaba algo crispada de escuchar como la insultaba, así que decidió contraatacar.

- Quizá ha visto lo que no vio en tu hija.

Nadine se levantó y abofeteó a Sora con toda la rabia que guardaba en su interior

- Ni se te ocurra creerte mejor que Jacqueline. Tu no eres nadie para hablar de ella.

Sora giró su cara de nuevo para poder mirar a la mujer y contestó:

- Y usted tampoco es nadie para hablar de mi.

Nadine se tuvo que morder la lengua, pues la muchacha tenía agallas y razón. Así que volvió a su trabajo sin rechistar.

Al cabo de un rato, cuando la mujer fue a buscar unos zapatos que medianamente fuesen adecuados para ella, Sora le preguntó:

- ¿Conoce a Jack desde hace mucho tiempo?

- Desde que era un niño deslenguado, como tú, mas o menos- dijo a regañadientes

- ¿Él y su hija estuvieron juntos?- pero Sora le metía el dedo en la yaga

- ………

- ¿Es así¿Él la dejó?

- Ella le quería, y Jack era joven, pero con corazón de viejo.

- No la entiendo

- Eran amigos. Y él… no le quiso hacer daño. Eso supongo. Pero mi hija estaba demasiado enamorada de él, y cometió el error de ofrecerse sin esperar nada a cambio.

- ¿Qué hizo Jack?

- Tomarla. Como quien acepta un vaso de ron de un amigo. Luego se marchó, y ella no pudo reprochárselo.

- Entonces… él ha ido a ver …

- No. Ella no tuvo ningún hijo suyo. Al cabo de unos años ella se casó y formó una familia. Para cuando Jack volvió, todo el daño estaba curado.

- Veo que para usted no.

- Porque yo sabía que ella no amaba a su marido cuando se casaron. Ahora es todo diferente. Ahora puede recordar a Jack sin ponerse a llorar. Y ahora baja de ahí! Ven aquí, que te voy a maquillar, a ver si ahora consigo que te estés callada.

Sora la siguió, porque lo cierto es que no tenía ganas de seguir hablando. Porque algo dentro de ella había reaccionado. Ella había echo lo mismo que la tal Jacqueline. Ella se había ofrecido sin esperar nada a cambio. Pero Jack no la había tocado. Él había rechazado tenerla. Porque……… la quería.


Jack Sparrow hacía casi media hora que había vuelto al tenderete después de visitar a esa amiga y a sus churumbeles. Había dado vueltas por dentro, observando los disfraces, los vestidos… incluso le llamó la atención, uno en especial, un vestido rosa de mujer de moral distraída, pero venció a la tentación diciéndose a si mismo que una fulana no podía acompañar a una diosa. Así pues, después de mucho meditar y oír el murmullo de las voces de las dos mujeres en la trastienda, a las que no prestó interés, se decidió por uno de los adores de las diosas. Los guerreros.

Se desprendió de su sombrero y su pañuelo rojo, su camisa y sus pantalones, y se acomodó una camisola debajo de una fina coraza de acero que cubría su pecho y su hombro derecho. Los pantalones los cambió por unos bastante mas anchos, y en vez de botas, se puso unas sandalias, las cuales le parecieron muy cómodas.

Su pelo fue algo difícil de complementar. Por nada del mundo se iba a desprender de sus adornos, aunque los guerreros no acostumbrasen a llevarlos. Así que se anudó a la frente un pequeño cinto negro y remató su indumentaria con su espada en la cadera.

Quizá fuese un guerrero poco común, pero … bueno. En realidad Jack definitivamente tampoco era un pirata común.

Cuando acabó de acicalarse salió a la calle y bajó unos peldaños de las escaleras que constituían la misma. Y allí se sentó a esperar. No sabía muy bien porqué, pero todas las mujeres tardaban un mundo en arreglarse.


No se había levantado la primera estrella, tal y como él había convenido, cuando oyó decir a Nadine.

- He hecho un gran trabajo… y ahora vete!

Entonces se giró, y unos metros mas arriba la vio. Bellísima y encantadora.

Su pelo había sido recogido con unas pequeñas flores blancas que se repartían por igual, y su cara y sus brazos estaban cubiertos por una mezcla que la vieja había preparado con esencias, pigmento plateado y algo brillante. El resultado era como admirar un destello de luz perdido en la oscuridad.

Jack la vio bajar las escaleras con una sonrisa en los labios.

- Estas preciosa, querida.

- Tú tampoco estás mal. Te sienta bien ese atuendo de…… de……

- Soy un guerrero!

- Oh si… claro…eres un guerrero…

Casi ni pudieron discutir sobre el atuendo del hombre, porque literalmente éste la arrastró hacia una calle que hacía ascenso a la montaña, al fortín.

- Y los demás?- preguntó la muchacha intentando zafarse de él

- Ellos probablemente ya estarán dentro.


Estaban dentro. Jack y Sora habían burlado a los primeros guardias de la puerta, a los siguientes les habían aturdido con un golpe en la cabeza, y a los de la sala central… bueno, éstos estaban demasiado ocupados tratando con un viejo borracho que los amenazaba con un mosquetón.

En la sala, no reconocieron a nadie, pues todos iban con las caras tapadas por máscaras ostentosas y feas. Vieron a Gibbs, rondando por los rincones, apropiándose indebidamente de platos y cubiertos de plata, a Ana María acompañándolo, y algunos de sus chicos... chicas ahora, coqueteando con algunos viejos que les ofrecían vino.

Vieron a varios soldados y otros que no tenían ese rango, pero que también estaban armados, cubriendo a obesos gobernantes mientras pasaban información a algunos bandoleros.

En la sala en la que estaban, música comenzó a sonar, pues debía hacer rato que los presentes habían llegado y parecían aburridos.

Entonces, comenzaron a salir sirvientes con bandejas llenas de comida y bebida que dejaron en grandes mesas alrededor de la estancia. Allí se arremolinaron muchos de los presentes embutidos en sus disfraces de hadas, animales, ogros y demás, pero los que siguieron en la pista, hombres y mujeres comenzaron a bailar.

Solo hasta que un hombre bastante joven vestido de bufón se percató de que una diosa y un guerrero habían entrado, todos se quedaron mirando hacia la puerta.

No eran conocidos por nadie, pero la belleza de ambos embelesó a los presentes. Jack, al que le gustaba todo lo relacionado con lo estrambótico, hizo gala de ello. Hizo una reverencia a la muchacha y le ofreció su mano, cual princesa se tratase. La llevó al centro de la sala y la hizo dar una vuelta de exhibición para que todos la viesen. Luego se puso frente a ella, le besó la mano y empezó a bailar con ella.

Todos los presentes mascullaban palabras entre ellos, risillas, y al final hubo un aplauso.

Y Jack y Sora siguieron danzando alegremente… mas alegremente Jack que Sora, puesto que ella no se le daba muy bien bailar, ya que no había practicado mucho.

- Veo que se te da bien casi todo, Sparrow.

- Son muchos años de entrenamiento, pequeña.

- También has aprendido a bailar para poder robar?

- Digamos que la vida te enseña cosas que tu jamás soñaste con aprender. Pero todas sirven para algo.

- Sabes, Jack? Eres como un libro… un libro extraño. Cada vez que hablas parece que estés dando una lección.

- De veras? Pues a ti te queda mucho por aprender

Dieron vueltas y vueltas sin parar. Riendo y haciendo bromas sobre la gente pasaron unas horas. Bebieron y comieron a gusto mientras vigilaban de cerca de sus compañeros, que llevaban un buen botín a sus espaldas. Cuando se hubieron marchado la gran mayoría, les llegó el turno a ellos de apoderarse indebidamente de las joyas.

Pero antes de que pudiesen empezar su ataque, muchos de los "caballeros" allí presentes se retiraron a otra sala detrás de una cortina de humo y de ron viejo, a hablar de los asuntos por los que esa celebración venía a cuento.

La sala se despejó, y quedaron en su mayoría mujeres y algunos sirvientes, que escuchaban música o cuchicheaban los últimos rumores entre ellas.

- Dónde irán?

- Probablemente a vender a su patria por unos sacos de oro.- dijo Jack mirando hacia la puerta cerrada- bien, ahora nos toca a nosotros. Ya has distraído bastante la atención para que los demás se marchen, y ahora no hay peligro. Aquí solo quedan mujeronas.

- Cómo? Me has traído aquí para lucirme?

- Bueno, tu eras la mejor arma que tenía para que los guardas y los demás tipos dejasen de prestar atención a sus bolsillos.

Sora estaba indignada, pues sin su consentimiento había sido utilizada de señuelo. Así que hizo lo que creyó oportuno y lógico en ese momento. Abofetear a Jack. Y marcharse sin antes decir:

- Voy al excusado. Haz de mientras lo que debas hacer.

Y dejó al pobre muchacho mirándola sin expresión alguna en la cara, solo hasta ponerse en marcha y subir hacia las habitaciones, donde sus muchachos se habían olvidado inspeccionar.

Sora por su parte, se marchó a lo que por entonces era un baño y se miró al espejo. En verdad ella estaba preciosa esa noche, y era cierto que llamaba la atención, así que no pudo culpar del todo a la idea de su capitán.

-Ese maldito… nunca cambiará – y se apoyó en una mesa, mirando hacia abajo delante del espejo, para intentar aclarar las ideas.

De pronto, unas manos se escurrieron por debajo de la holgada tela de su vestido y agarraron sus pechos. Sora levantó la cabeza y vio en el espejo la imagen de otra mujer a la que no conocía, pero entonces esa bella pelirroja sonrió.

- Marie!


Sora se giró en el acto y Marie la liberó de su peculiar abrazo.

- Marie, eres tu de verdad!- dijo Sora incrédula

- Eso debería decir yo jovencita! Mírate! Ahora eres una verdadera mujer!- y la mujer se abrazó a ella.

En apenas dos semanas, su amiga había cambiado bastante. Llevaba un vestido muy recargado de bordados y colores llamativos, su cara estaba perfectamente maquillada, su pelo no estaba oculto por ninguna peluca, sino que estaba recogido en un moño del que caían algunos tirabuzones, y olía… a Marie. A ese perfume francés que tan loca la volvía.

- No estaba segura que fueses tu! Cuando entraste con Jack tan triunfalmente pensé que era una ilusión, un ángel que entraba por la puerta! Que ha pasado? Hay tantas cosas que tienes que contarme!

- Lo mismo te digo, amiga mía¿Qué haces tú en un sitio como este? –dijo Sora emocionada

- Veras, pequeña. La mañana siguiente a la que os marchasteis volvió mi chico francés¿lo recuerdas? Me dijo que me fuera con él, que me daría todo lo que quisiera y que no tendría que volver a trabajar por las noches!

- Eso es genial! Has podido salir de aquel sitio!

- No es tan bonito, preciosa. Los primeros días al embarcar, fueron un sueño. Vestidos, perfumes, comida, un baño, un lugar perfecto para mi, y con un hombre honesto… es lo que yo pensaba. Pero el decía que no trabajaría mas… a su manera.

- ¿Qué quieres decir?

- No trabajo con otros hombres, es verdad, excepto para sus amigos. Soy una especie de trofeo que se pasan de unos a otros. Al menos en casa, aunque fuera pobre como las ratas, podía reír y hablar cuanto quisiera, pero ahora no me deja ni murmurar.………Pero eso ahora no importa! Tengo mis perfumes! Ja, ja, ja, ja, ja, ja! Que hay de ti? Cómo te va con Jack? Cuéntame!

- Parece que hemos tenido suertes diferentes, Marie. Jack es un buen hombre, y yo le quiero mucho. Me ha ayudado, ha estado conmigo. Pero es una historia muy larga… oh! Ya lo se! Ven con nosotros! Ven a la Perla Negra! Cuando salgamos de aquí iremos a Dellas! Ven conmigo!

Marie estaba a punto de aceptar, cuando la puerta del excusado de señoras se abrió de sopetón dando un gran golpe contra la pared y apareció un hombre corpulento con cara de pocos amigos.

- Qué haces aquí encerrada tanto tiempo!- dijo el tipo gritándole a Marie

- Jean… tranquilízate, solo estaba ayudando a esta muchacha a arreglarse el vestido- dijo la mujer intentando cubrir a Sora

- Oh… así que te has buscado una amiguita para que te acompañe esta noche, no es cierto?

- No! Nada de eso! A ella no la metas en tu porquería!

El hombre abofeteó a Marie y ella cayó sobre su costado, y al ver esto, Sora se abalanzó con todo su cuerpo hacia el tipo, tirándolo hacia atrás, y que cayese en redondo en el medio de la sala.

Todas las mujeres allí presentes y los criados detuvieron sus cuchicheos para prestar atención a la pelea. Marie intentó detener a la muchacha, pero ella, aún desarmada, tenía agallas para enfrentarse al hombretón.

Jean, se levantó del suelo y caminando hacia ella sacó su espada el cinto y la blandió al aire para atacarla mientras decía:

- Maldita mujer, te voy a enseñar lo que es el respeto por los seres mejores que tu!

Una de las mujeronas acorraladas en el otro extremo de la habitación gritó al ver la espada, y el gallinero se acopló a sus gritos. Pero Jean no pudo ni rozar un pelo a la muchacha, pues la voz de Jack desde la escalera lo interrumpió:

- No creo que ni ella, ni ninguna de las damas aquí presentes, deba tenerle respeto a una inmundicia de persona como tú.

Jean se paró en seco y Jack saltó de las escaleras al salón. Los dos se batieron por unos minutos hasta que Jack quedó acorralado entre la mole de hombre y una pared. Parecía que estaba todo acabado cuando Sora saltó a la espalda del tipo y empezó a pegarle y morderle, a lo que aprovechó Jack para atacar, cosa que no pudo hacer, porque el sonido del seguro de los gatillos de los revólveres había sonado en la estancia.

De la sala de los fumadores habían salido todos los congregados al baile y todos y cada uno de ellos estaban apuntando al pirata y a la misma Sora.


Ahora se encontraban en los calabozos. Jack y Sora estaban juntos, pues de los cuatro calabozos, ese era el único que conservaba la puerta. No había ni carcelero, porque también estaba arriba haciendo trapicheos con la demás gentuza.

Esos tipos no se habían molestado en preguntar quién era Jack. Una voz lo mandó a los calabozos y allí lo metieron en décimas de segundo. Para Sora habían otros planes, pero ella puso tanta resistencia que decidieron enjaularla con su amiguito el pirata, como había reconocido uno de los guardas, que también ostentaba la profesión, pero de una manera mas encubierta.

En la soledad de la celda, ella le preguntó:

- Que va a pasar ahora con nosotros, Jack?

- No lo se, querida. Con todo lo que hay ahí arriba, dudo que los chicos vuelvan por nosotros. Y yo nunca he sido muy bueno escapando de los sitios…

- Marie! Ella nos podría ayudar!

- No lo creo. Ahora a parte de tener para celebrar todo lo que estaban tramando, estarán toda la noche planeando como nos van a colgar……

- ¿Qué?

- Somos piratas, al fin y al cabo

- Esto es increíble……

- Habitual, diría yo. Marie estará muy vigilada, para que no se le ocurra la idea de liberarnos.

- ¿Y que podemos hacer?- dijo Sora desesperada

- En principio podríamos rezar alguna plegaria. Pero yo no se ninguna. Así que siéntate, relájate, y ya se me ocurrirá algo.

Jack se sentó en el suelo de espadas a una de las rejas que había por paredes, mirando al techo. Estaba cansado. Ambos lo estaban. Ella se sentó en la pared de reja opuesta a la de él. Primero con cierto pudor, pues el suelo no era una de las maravillas del mundo y sabía que el precioso vestido se ensuciaría, y si iba a morir al día siguiente, quería hacerlo al menos, limpia. Pero luego le dio igual, porque ¿que mas daba el mundo cuando a una la iban a matar?

Luego miró a Jack y su expresión tan mortalmente seria la hizo sonreír. Hasta en su muerte estaría con él. Y no vería las amazonas, ni la cara de Marie otra vez, y eso le dio pena de ella misma, así que con lágrimas en los ojos le dijo a él:

- Me alegro de que estés aquí. Si he de morir con alguien, me alegro que sea contigo.

Jack la miró con sorpresa pero inmerso en su seriedad.

- No vamos a morir aquí. Tenemos muchas cosas que hacer, querida- y se acercó gateando hasta ella, y le cogió la cara para limpiarle un poco los ojos, de la mezcla de lágrimas, sudor y brillos plateados.

- De todas maneras. Me alegro que estés conmigo. Hay tantas cosas que aún no te he dicho, y hay tanto que te he dicho y no debería haberlo echo…

Y ella se echó a llorar y se abrazó a él con desesperación, sentándose literalmente encima de él.

- Pues dime todo lo que tengas que decirme ahora, Sora.

- No me dejes. No quiero que me dejes. Quiero estar contigo. Siempre! Para siempre! Quiero que me quieras!

Y ya no habló mas en grito, porque él la besaba, y entre su beso se escurrían lágrimas.

Jack la abrazó con fuerza. Él de rodillas, y sobre sus piernas, tenía a la mujer que amaba, pidiéndole que la amase. ¿Cómo podía negarse a eso?

Simplemente la besó durante largo tiempo. No supo muy bien cuantos minutos se escaparon entre sus labios. Quizá fueron horas, quizá fueron segundos. Tampoco quería saberlo, porque estaba perdido en la suavidad del cuerpo de la chica. No hubo tabúes en el momento de tocarla. En el de acariciar su espalda como siempre lo había querido hacer.

Ella no controlaba su cuerpo. Algo crecía en su vientre, algo cálido y que peleaba por salir. Sora simplemente estaba abrazada al hombre que amaba, y al que aún no le había dicho claramente lo que sentía. Entonces sintió el frío del metal de la coraza que llevaba, y por unos momentos se peleó con el enganche que sujetaba la parte delantera y la trasera. Cuando logró soltarlo, cayó hacia un lado haciendo ruido, pero ni siquiera eso inmutó a la pareja de amantes.

Tampoco Sora dejó de besarlo y de acariciarlo cuando Jack desató el nudo de la tela que ella llevaba al cuello, y que sujetaba toda la parte delantera. Así que ésta cayó en el regazo de la muchacha y en el de él a la vez. Jack desvió sus besos y sus atenciones hacia los pechos descubiertos de ella. Y ésta se echó para atrás, tocando con su espalda los barrotes de la celda y sintiendo el frío en ellos, lo que la devolvió a la realidad. Y supo lo que iba a suceder. Y se alegró por ello, así que siguió adelante sin miedo.

Tiró de la camisola de Jack hacia arriba, y él solo se separó para poder quitársela y perderla en cualquier lugar.

Jack volvió a los labios de la mujer y sus manos se dirigieron a los muslos de ella, que estaban encima de los de él, pues ni siquiera se habían molestado en cambiar de posición. ¿Para qué? Así estaban muy cómodos.

Subió las largas faldas hasta sus caderas y entonces Sora sintió lo que su presencia producía en el cuerpo de él. Y sus manos vagaron por el pecho de Jack, por sus brazos, cogió sus manos y las acompañó en su trabajo.

Él hizo unos pequeños arreglos en esa posición para tener mejor acceso a ella y en un suspiro, puede que demasiado rápido para ella, la tomó, sintiendo la perfección de su cuerpo en el suyo.

Para Sora no hubo dolor. Los años de trabajos como un hombre habían conseguido mucha resistencia por su parte. No hubo dolor pero si la conciencia de que quién estaba con ella, realmente era Jack. Todo daba igual, nada importaba, porque se sentía bien, porque el hombre que amaba le estaba haciendo el amor.

Apenas podían salir palabras de sus labios, al menos palabras con sentido, porque todo fueron sonidos nacidos del amor, del placer y del deseo. Jack musitaba su nombre en cada movimiento. Decía que la quería, que iba protegerla siempre. Que jamás se separaría de ella. La besaba, la acariciaba, le brindaba toda la atención que se le puede brindar a una mujer en una noche. En la primera noche.

Entonces Sora lo sintió nacer. Nacer debajo de su vientre y expandirse por su cuerpo en estremecimientos que nunca había tenido. Y tal como él la había llevado a ella, ella lo llevó a él. Y fueron uno.


Pasaron unos minutos y Jack seguía con su cabeza hundida en el pecho de ella, que seguía en su regazo, pero se había librado de su mas íntimo abrazo.

- Te quiero, Sora. Te quiero mucho.

Sora no respondió, porque lo abrazaba, y lo besaba. Cuando ambos se calmaron de su reciente esfuerzo, se miraron por unos instantes y sonrieron en complicidad. Sora estaba completamente colorada, pero bella a los ojos de su amante, y él simplemente era Jack.

Ella se volvió a anudar el vestido a su cuello, pero él dejó olvidada la coraza de hierro y tan solo vistió con esa camisa que antes llevaba.

Se sentaron uno al lado del otro, tan solo haciéndose compañía, abrazados, hasta que ella rompió el silencio.

- Al menos moriremos con una sonrisa en los labios- se permitió bromear.

- Aquí no va a morir nadie- dijo la voz de Marie desde las escaleras. Apareció segundos mas tarde con unas llaves- como antes estabais tan ocupados no he querido molestaros. Pero ahora el tiempo apremia. Se deben haber dado cuenta de que me he escapado. Vamos, aprisa!

Dijo abriendo la celda y señalándoles una puerta que había detrás de ella, que presuntamente daba a la calle.

Pero ninguno de los dos se movieron, pues su cara era un cuadro. ¿Ella los había sorprendido¿Lo había presenciado?

- Oh, dios mio……- dijo Sora, tapándose la cara

- Ya te lamentarás luego, pequeña. Ahora nos tenemos que ir!- dijo Marie muy sonriente.

- Tu también vienes, mi dulce Marie?- dijo Jack, mientras ayudaba a levantarse a Sora, que no paraba de repetir lo anteriormente dicho.

- Siempre que me aceptes en la Perla, Sparrow.

- Bienvenida abordo- dijo el capitán, sonriendo.

Jack fue el primero en abrir la puerta, y en toparse con una sombra que le decía:

- Me imaginaba algo así de ti.

Los tres se pararon en seco al oír la voz .¿Estaban perdidos?


Continuará


Gracias! Gracias a tods los que leéis y habéis llegado hasta aquí! Aun queda algo de camino por recorrer hasta llegar al final, y espero que me acompañéis en el.