Titulo: La amazona perdida y el pirata loco.

Capitulo 13: Guerrera en corazón


Era medio día. El Sol caía furioso y sin piedad en una jornada sin una pizca de viento. Todo parecía querer evitar que la Perla llegase a destino.

En cubierta todos los marineros buscaban un mínimo recodo de sombra en el que guarecerse. Y en los camarotes hacía calor tan asfixiante, que nadie permanecía en ellos. Nadie excepto la circunstancia y la actividad de Jack y Sora. ¿Qué sentido tenía poder refugiarse del calor, si eso implicaba separar sus cuerpos?. Aún así, tocada ya la hora de comer, ambos aparecieron en cubierta, y se dejaron caer por los rincones, agotados y casi asfixiados.

Sora, tirada en cubierta al lado de Jack, estaba intranquila. Sabía que en poco tiempo tendría que dejar a su capitán, y luchaba constantemente contra su voluntad. Y ni tan siquiera sabía que Dellas estaba tan cerca. En sus ojos se podía leer el desconsuelo de saber que lo iba a perder, y el dolor que eso le producía. Y por eso se negaba a decírselo. Aunque en un momento de lucidez, pensó la posibilidad de revelarle a Jack lo que iba a hacer, y declararle por fin lo mucho que lo quería, pero enseguida surgió la posibilidad que él no la dejaría ir.

Jack, por su parte, seguía soñando con su vida perfecta con la muchacha. Y achacó su apesadumbrado semblante a su anterior actividad. Así pues, en un súbito aire varonil, se felicitó a él mismo por causar ese efecto en las mujeres.

En el mismo suelo de madera de la cubierta, dispusieron los alimentos para los dos recién llegados, acompañados por una botella de ron sin empezar.

Sora, desganada, apenas probó dos bocados y se fue en busca de Marie, que estaba hablando con uno de los chicos en el otro extremo del barco.

Cuando llegó, la perenne sonrisa de la pelirroja la recibió con alegría y complicidad.

- ¿Qué tal estás, pequeña?

- Eh? Bien…

- ¿No estás cansada? Mira que hemos oído buena parte de vuestra fiesta privada…

- Bueno, eso da igual ahora.- dijo Sora mirando al horizonte

- Oh… querida… ¿Qué te ocurre? Deberías estar contenta!

- Si… pero he decidido que no me marcharé con Jack.

Marie quedó en silencio. Parada y sin comprender.

- Simplemente, prefiero sufrir ahora, que los dos tengamos que hacerlo en un futuro.

- Jack no va a renunciar de una manera tan fácil a ti, Sora.

- Tendrá que hacerlo.

- Eres injusta.

- A pesar de ello, me quedaré en Dellas contigo- dijo ella como si en realidad fuese una mentira, pues en su interior no quería

- Confías mucho en tu pueblo, y ni siquiera sabes si sus tradiciones siguen vivas.

- Si no lo hacen, ni tu ni yo nos podremos quedar.

- Entonces tu vida estará con Jack. Y yo estaré con vosotros- sonrió amablemente

- Hasta que la guerrera que hay en mi interior me llame.

- Puede que no despierte nunca – replicó Marie

- Puede… sabes? Hay momentos en los que desearía que este barco no avanzase…

- Si no quieres ir, no vayas, pequeña

- Pero hay algo dentro de mi, que me lo pide a gritos… deseo verlo, deseo ser parte de ese lugar…


En el otro extremo del barco, Jack apuntaba algunas órdenes a su tripulación, ya que habían avistado tierra en el horizonte. El Capitán, dedujo que se trataba de Dellas, que aunque no aparecía en los mapas, su situación aparecía descrita en unos antiguos pergaminos.

Ana María, después de la conversación que había tenido con Marie, estaba dispuesta a explicárselo a Jack, por devoción, simplemente, ya que conocía perfectamente los arrebatos de locura que solían turbar la mente del capitán.

Así pues, se le acercó con sigilo, mientras él estaba a punto de dar las órdenes de sacar los remos para dar un mínimo impulso al navío, ya que el viento continuaba calmado y la Perla, poco mas, que ni se balanceaba.

- Capitán…

- Hmmm? - musitó Jack como respuesta

- Esto… ya sabes lo que pasará cuando lleguemos a tierra?

- ¿A que te refieres? Si es por lo que os dije de saquear… creo que no sería buena idea… - dijo torciendo el gesto

- No. Ya veo que no te ha dicho nada.

- Sobre qué

- La chica. No es lo que parece.

Jack la miró alzando una ceja, casi intuyendo lo que le iba a decir.

- Sora… es una amazona.

De pronto, el viento de levante castigó las velas que empujaron al barco hacia destino, contra la voluntad de algunos tripulantes.

- Pero se quedará conmigo – rebatió Jack, y caminó hacia la muchacha para pedir explicaciones, así que no pudo oír las últimas palabras de Ana María

- No asegures tan rápido las decisiones del corazón de una mujer


Marie observó el cielo que en unos minutos se había ennegrecido y el viento soplaba con fuerza hasta tal punto, que aquel borrón en el horizonte se había convertido en una cercana cala. El día se había oscurecido de inmediato por las nubes que amenazaban con lluvia no muy lejos. Y cuando vio la cara de Jack acercándose a ellas con rapidez y con el rostro turbado, una sensación para con él surgió en su corazón. Miedo.

Jack tomó a Sora por el brazo y la separó de Marie con fuerza.

- ¿Por qué no me lo dijiste? – incriminó Jack

- ¿Qué?

- Eres una amazona. Juro que en principio lo pensé, pero me hiciste creer lo contrario. Y quiero saber por qué.

- …………

- Habla!

- Yo… no lo se muy bien. Supuse que al principio no querrías una mujer en tu barco… luego Gibbs me dijo que no me fiase de ti… y cuando me enteré que era una amazona… pensé que no querrías dejarme aquí, porque siempre me decías que me querías… - consiguió articular Sora con nerviosismo, y aunque sus palabras estaban entremezcladas con otras ideas, el Capitán comprendió exactamente lo que quería decir.

- Y por supuesto que no te voy a dejar aquí. Solo hemos venido a decirle a la madre de esa chica………

Pero entonces Jack vio la verdad en los ojos de la muchacha.

- Eso también era mentira, cierto? Seguramente ni recuerdas a las demás chicas…

- Jack… quiero ver mi tierra. Dentro de mi siento que hay algo importante que puedo hacer aquí.

- Está bien… no hay ningún problema… la veremos. Veremos esta tierra… y cuando la hayas visto... nos marcharemos. Aun nos quedan muchos lugares a donde ir.

- Pero… y si tuviese que quedarme. ¿Qué pasaría?- dijo Sora con los ojos brillantes

- Yo no dejaría que hicieses algo así.

- Jack… Marie y yo vamos a …

- ¡No voy a dejar que hagas algo así!- le vociferó, pero al ver la cara de sorpresa de ella, relajó su rostro, cogió su cara entre las manos, y le habló en susurros- no puedes dejarme solo. Sabes perfectamente que no me puedo quedar en esta isla.

Pero no pudieron seguir con sus negociaciones, pues habían sido interceptados.

Habían llegado a un escaso kilómetro de la playa, pero parecían estar inmersos en una fortaleza medio derruida.

La playa hacía una media luna, y quedaba escondida de la vista ajena excepto hasta que te encontrabas de lleno en ella. Los extremos de la media luna, eran enormes muros de roca de la propia montaña, que habían sido remodelados para que hiciesen de torres de vigilancia.

En la playa, una extensa vegetación escondía cualquier entrada posible a la ciudad, que camuflada por los altísimos árboles de la pequeña selva, se extendía en la lejanía. Cualquier pista que pudiese llevar a que en ese lugar habitaba alguien, era lo libre de despojos que estaba provista la pequeña cala. Si nadie en realidad hubiese en esas tierras, estaría descuidada, llena de maleza que el mismo mar hubiese arrojado. Pero estaba completamente limpia, preparada para su utilización en la pesca.

A la poderosa voz de : - ¡Quién va! – toda la tripulación alzó la vista a la roca y observaron dos figuras que los miraban amenazantes.

La Perla Negra había anclado escasos segundos antes pues se disponían a desembarcar. Pero cuando miraron a su alrededor, se dieron cuenta que no estaban solos. La selva se movía, y de ella aparecieron varias mujeres. En el agua, habían dos barcas pescando, pero ni siquiera habían repercutido en ellas. Y a escasos metros de ellos, fusiles en mano, desde una atalaya, otras mujeres les apuntaban.

Fuese como fuese, ahora eran prisioneros.


Jack había dado la orden de no contraatacar y de permanecer a las órdenes de sus captoras. No estaba en condiciones de empezar una batalla. Así pues, las mujeres que les habían dado el alto, habían abordado el barco y observaban con curiosidad y algo de miedo a los recién llegados.

Después de observar a las tres mujeres que iban a bordo, en un idioma que no entendían, las "captoras" se comunicaron unas órdenes y sin ninguna acción que implicase violencia, les invitaron a acompañarlas hacia la playa.

Los tripulantes, obedecieron en silencio, ya que parecían embelesados por la visión del poder que emanaban las mujeres.

Cuando hubieron llegado a la playa en los botes de pesca de las mujeres, divisaron entre la maleza unas cuantas niñas que entre risas, cuchicheaban lo que veían.

Sora las observó a las pequeñas y dio un vistazo a la playa. Sus recuerdos ahora eran perfectos y claros. Esa era la playa que tanto había añorado. Reconocía las enormes palmeras, y el olor de la arena y la sensación de protección. ¿Había llegado a casa?

Dos de los marineros empezaron a hablar entre ellos, mientras miraban a las mujeres de arriba abajo con deseo. Pero una de las mujeres los miró desafiante y bajaron la vista al suelo, avergonzados.

- Estamos perdidos. Las amazonas nos matarán- dijo uno de los muchachos.

- Si Jack hubiese decidido luchar, serían nuestras- afirmó otro que estaba mas atrás

- Hubiésemos acabado por ser sus cautivos de igual modo – acabó Gibbs

Se hicieron paso a través de los árboles, los manglares, y los espinos que protegían la entrada al poblado. Ésta, era de roca blanca y pulida, que daba la bienvenida en forma de arco a los recién llegados.

Delante de ésta, se extendía un camino de arena blanca que se ramificaba unos metros mas allá, en las diversas calles del poblado. De la ciudad. En realidad, escondido entre los árboles no sólo había un pueblo en el que habitaban mujeres. Había una gran ciudad levantada por manos expertas que no carecía en absoluto de nada.

Habían torres de vigilancia en los extremos de la ciudad. Casas de muros blancos y de rica arquitectura que se extendían por lo largo y ancho de la ciudad. Edificios mas decorados que otros, que parecían ser la sede de algún grupo social. Bibliotecas, parques, escuelas… mas que otra cosa, el lugar rebosaba sabiduría y riqueza.

Al final del camino donde la tripulación fue conducida, residía un magnífico edificio con portales de madera tallada, en los cuales, figuraban imágenes de diosas de leyenda.

Enormes ventanas por las cuales la luz del sol era suficiente para iluminar el interior, aunque en días lluviosos unas antorchas proveía del mismo calor.

Y dentro, la decoración era simple, sobria. Seis columnas hacían un pasillo que conducía a un altar en medio de la estancia, donde había una mesa y varias sillas a su alrededor. Detrás de las columnas, habían bancos y tapices amarillos, verdes y rojos que tapaban las paredes, con unas exquisitas imágenes plasmadas en ellos.

Entonces, Jack le hizo una aclaración a la última frase que había echo Gibbs.

- Yo diría que no somos sus prisioneros, sino sus invitados… y nos están dando la bienvenida. – dijo maravillado por lo que sus ojos contemplaban.

En uno de los bancos de los laterales, leyendo un libro de cubiertas marrones con ribetes dorados, había una jovencita, no mucho mayor que Sora. Rubia, de pelo corto y liso, algo mas largo de lo que un muchacho lo llevaría. Tenía los ojos grandes y azules y la tez muy blanca y fina. A primera vista, parecía bastante frágil. Llevaba puesto un largo vestido azul, con flores amarillas estampadas. Era ceñido al pecho, de tirantes y nada escotado, pero a partir de las caderas, la falda se desplegaba limpiamente de sus piernas, algo que le daba un aire fantasmagórico al caminar. Como las demás mujeres que habían visto al llegar, y desde luego, no habían dejado de admirar, no llevaba calzado.

Levantó la vista y los contempló expectativa hasta que otra de las muchachas, bastante mas corpulenta, morena y de pelo largo, se le acercó y le dio cuenta en su idioma de la situación. Asintió con la cabeza cuando ella acabó y dijo algo también en su habla. La muchacha morena se retiró con dos más, y entonces la chica rubia habló.

- Mis hermanas dicen que sois piratas, pero venís en son de paz. ¿Qué me decís vosotros?- dijo la rubia desconocida con una sonrisa.

Los marines se quedaron asombrados de la dulce voz de la mujer, y porque también supiese hablar su idioma. A algunos les costó bastante comprender que una ciudad de tanta riqueza como la de esas mujeres, se había desarrollado por completo, y aunque permaneciesen ocultas, habían aprendido varios idiomas y varias culturas gracias a sus libros. Por fin, el Capitán se atrevió a responder.

- Claro que venimos en son de paz, preciosa- pero la actitud socarrona y siempre lasciva del bucanero le traicionó. Y acabó la frase con una sonrisa.

La mujer, pareció no sorprenderse de la actitud de Jack, y simplemente continuó.

- No acostumbramos a tratar con piratas, pero vemos que traéis con vosotros a tres mujeres. Si ellas están por propia voluntad con vosotros, entendemos que no sois de tan mala calaña.

- Por supuesto que estamos con ellos por propia voluntad!- respondió Marie, tan alborotadora como siempre- son hombres honrados

- Si vos lo decís, lo creeremos, aunque no tengamos muy buena imagen de vosotros

- Sois las amazonas, verdad? – se atrevió Sora desde lo mas profundo de su corazón

La mujer la observó atentamente a Sora, y reconoció en ella un igual. Se le acercó, liberándola del cúmulo de hombres, de Jack, y sonriéndole con dulzura le dijo:

- Mi nombre es Moadine. Soy la Guía de las Amazonas. La Gran Madre dijo que una de las que nos arrebataron, volvería a nosotras. Me alegra saber que ya estés de vuelta.

Y la abrazó con sentimiento, mientras sus compañeros en la tripulación, Marie, y sobretodo Jack, miraban la escena, aunque no todos con la misma alegría en sus corazones.


Había llegado la noche a Dellas, y después de haber hablado largo y tendido entre ellos, después de haber visitado parte de la ciudad, después de haber comido un gran festín, después de haber hablado sobre las costumbres, de los porqués y los cómos de la situación de las amazonas, de sus métodos de reproducción y continuación de la especie entre ellas sin hombres, y varios interrogantes más, después haber jurado y perjurado por su vida, que ninguno de los allí presentes revelaría jamás la situación de Dellas a su marcha… llegó la hora que Jack había estado temiendo toda la tarde. La hora de la decisión final.

Marie había anunciado alegremente que si las Amazonas la aceptaban, ella se quedaría en Dellas (para gran decepción de la tripulación). Al menos, durante una temporada, pues la hermosa pelirroja, por muy cansada que estuviese de su vida hasta el momento, no se contentaba con cualquier cosa.

Ana María fue tentada a quedarse en ese paraíso al que solo podían acceder las mujeres, pero enseguida el deseo de gloria y riquezas le nubló la vista cual pirata temido en los siete mares.

Varios miembros varones de la tripulación estuvieron a punto de llorar implorando permiso para quedarse en la isla. Pero la fe de las Amazonas era implacable. Ningún varón podía permanecer en sus tierras mas de un día. Ya que de lo contrario, las mujeres corrían el riesgo de ser mancilladas por ellos al sucumbir a la tentación.

Aún así, casi todos accedieron a marcharse al amanecer, pues la ausencia de bebidas alcohólicas en Dellas, era un sacrilegio para la vida de cualquier pirata. Pero hubo uno, que se pasó la noche en vela, implorando a su bella Marie que no lo dejase solo en la vida… aunque al fin y al cabo, también se tuvo que marchar. A Marie nunca le habían gustado los hombres como Gibbs.

Sora, por su parte, cuando la noche hizo que mar y arena se confundieran en un negro azulado furioso, tenía su corazón dividido. Estaba sentada en uno de los bancos de los jardines laterales de la ciudad, cerca de una torre de vigilancia. Desde allí se observaban las hogueras y las antorchas que dotaban de luz a Dellas. Y Jack distrajo sus pensamientos.

- Mañana por la mañana me obligan a marcharme.- dijo él, apesadumbrado

- Lo sé- dijo la chica quitándose el pañuelo negro de su cabeza y dejándolo en el banco en un pesado movimiento.

- No me iré sin ti.

- Tendrás que irte de todos modos. – dijo ella sin quitar la vista del frente

- Pues volveré a buscarte- rebatió sin dudarlo

- No te dejarán llegar hasta mí

- Y porque simplemente no vienes conmigo – se lamentó Sparrow

- Porque las leyes me lo impiden

- Eres una amazona desde hace un par de horas… ¿y ya obedeces las reglas al pie de la letra?- él no podía creer el súbito cambio de parecer de la muchacha

- Deseo mas que nada pertenecer a algún lugar… no como tú, que siempre tienes que andar escapando de un lugar a otro!- Sora vociferó enfadada

- Yo pertenezco al mar! Y creí que tu lo entenderías… creí incluso que me querías… pero veo que solo me utilizaste para conseguir…

- ¡No te atrevas¡No te atrevas ni siquiera a pensar que te he utilizado! – rebatió ella levantándose del banco y enfrentándolo en la oscuridad- esto es un tormento - prosiguió mirando al suelo- que harías tú si tuvieses que elegir entre el mar y la persona que amas?

Tras unos segundos de silencio, Jack respondió.

- Arrastraría al mar a esa persona- dijo asiéndola por los brazos y acercándola a su cuerpo, pero sin establecer contacto, siempre mirándola a los ojos.

- ¿Y si esa persona no supiera nadar?

- Yo me cuidaría de…

- Jack… - lo interrumpió ella con suavidad- nadie te podría separar del mar, verdad?

Y el hombre se tuvo que dar por vencido, sin apenas darle tiempo a luchar. Si a él lo arrebataran del mar, quizá conseguiría vivir un tiempo lejos de él, pero poco a poco algo iría muriendo. Y por esa sencilla razón tuvo que dejarla marchar. Nadie se hubiese esperado que alguien como él accediese a … dejar algo que significaba tanto en su vida… pero al fin y al cabo, no tenía que lidiar con nadie¿verdad?

Comprendía la batalla del corazón de la chica. Habían pasado tantísimas cosas en tan poco tiempo desde que la hubo conocido, que era de esperar que Sora necesitase de algún lugar al que pertenecer. Y si eso era lo que ella necesitaba, él no sería un impedimento. Y se maldijo a si mismo por no ser mas egoísta y querer arrebatarla de todo y llevársela con él. Pero tuvo que abandonar esa idea, y dejarla marchar. Quizá el tiempo, sería benevolente con él, y se la devolvería…… o quizá no. De todos modos, decidió probar suerte una vez más.

- Entonces esto es el final? Así? Sin dramas? Sin ni siquiera lágrimas?- dijo con una media sonrisa

- Sin lágrimas? Eso crees? – y ella ocultó su cabeza en el pecho de él.

- Volveré a buscarte- repitió él mientras la mecía

- Pero no me encontrarás

- De igual modo volveré. Quizá mañana nos separen, pero yo volveré día tras día a verte, a recordarte que te quiero y a llevarte a un lugar donde nadie nos juzgue.

- ¿Dónde está ese lugar, mi Capitán?

- Tu encontrarás ese lugar en mi corazón. Y yo espero llegar algún día al tuyo.

- … ya estás en él, Jack…- dijo ella levantando la mirada y enfrentándose a él- te quiero, capitán- y sonrió mientras lágrimas caían por sus mejillas

Como dos adolescentes reacios a separarse en la tarde, en medio de un juego de palabras vanas, consistente en declaraciones de amor, detuvieron el tiempo lamentándose por ser tan débiles de dejarse marchar el uno al otro. ¿Alguna vez se lo perdonarían?

Ella se retiró a la habitación que habían preparado las mujeres, con la promesa que él la seguiría momentos después. Cuando ordenase sus pensamientos en soledad.

Y después de pensar largo y tendido, quizá dejó escapar una hora escasa. Casi toda la ciudad dormía. Para entonces, de ninguna manera quiso aceptar el destino que le aguardaba, y decidió hacerlo a su manera.

Se levantó del banco donde estaba sentado, y estudió el terreno que conducía hacia los aposentos. Y de los aposentos a la playa. Cuando tuvo que desechar varias ideas que surgieron precipitadas, no por falta de ingenio, sino de sutilidad, dio con lo que buscaba. Cogió el pañuelo negro que la muchacha había dejado olvidado y lo metió en el bolsillo de su larga chaqueta. Después, se dirigió a la habitación de Sora, con tanta tranquilidad que levantó sospechas. Y se topó con Moadine en la puerta.

- No lo haga, Sparrow. – dijo ella con autoridad, pese a ser mucho mas joven que él

- Tengo derecho a pasar una última noche con mi amorcito ¿no crees, querida? – bromeó Jack

- La voluntad de Sora flaqueará si lo vuelve a ver. Ella está en casa ahora, no puede irse – pero Moadine se mostró inflexible

- Ella es libre de tomar sus propias decisiones.- se puso serio

- Es por su bien. Con usted, la chica no tiene un futuro asegurado

- Yo mas que nadie estoy dispuesto a dar mi vida por ella

- Eso es lo que me temo. Es usted tan incauto que en un descuido se puede quedar sola… y si no lo estuviese¿cuántas veces han estado ambos al borde de la muerte¿Y en cuanto tiempo?

- Pero siempre hemos escapado

- ¿Esa es la vida que le aguarda¿Estar siempre escapando, sorteando a la muerte como un vulgar ladrón?

- Puede que la convierta en un ladrón, pero será libre

- He de exigirle que no espere a mañana, y que usted y sus hombres se marchen esta misma noche.

- ¿Y si me niego?

- No tiene elección- sentenció Moadine- váyase, y no vuelva jamás… o la vida de la muchacha pelirroja…Marie… no valdrá mas que la tierra donde la enterremos

- ¡Ni se te ocurra tocar a Marie¡Ella no tiene nada que ver en esto!

- Exacto. Ella se puede quedar, puesto que es su decisión y es una mujer. Pero no es una Amazona. No es imprescindible.

Hubo un silencio abrumador, y luego un suspiro.

No había llegado el alba, cuando con pesar, la Perla Negra se perdía en el horizonte.


Continuará