La amazona perdida y el pirata loco


Capitulo 14: Y como resultado: la libertad


Sora se despertó al cabo de un par de horas de haberse dormido, pues toda la noche estuvo esperando a Jack y en porqué no venía. Unos golpes en la puerta la desvelaron, y se desilusionó bastante al ver entrar a Moadine .

- ¿Dónde está Jack? – dijo ella extrañada

- El pirata se ha marchado

- ¿Qué? – respondió ella casi sin fuerza en la voz - ¿Por qué¿Cuándo?

- Le vi ayer por la noche… parecía algo enfadado- comenzó Moadine, mientras andaba por la estancia- iba mascullando maldiciones, y bueno, tampoco decía cosas demasiado bonitas sobre ti…

- ¿Enfadado? Pero por qué? Ayer estuve hablando con él y todo iba bien

- Deberías olvidarte de ese hombre. Sabes perfectamente que aquí jamás podrás estar con uno. Y ésta ha sido tu elección.

- Bueno, lo cierto es que… - empezó a decir la muchacha

- ¿No me irás a decir que has cambiado de opinión¡Sora! Estás en casa! Tu misma me has dicho que has estado buscándola toda la vida!

- Eso creía yo también

- De cualquier modo. Ahora no te puedes marchar. No podemos perder a mas de las nuestras.

- ¿Qué?... Qu... De que me estás hablando? – dijo ella sacudiendo la cabeza. Sin comprender nada.

- Verás… - Moadine se dispuso a explicarle toda la verdad. La razón de existir de las amazonas.

" La vida del pueblo de las amazonas está llegando a su final. Nuestro pueblo, único y exclusivo de mujeres, ha conseguido sobrevivir durante mas de dos mil años en soledad. Nuestro cuerpo ha conseguido adaptarse a la escasez de hombres. Pero la naturaleza se empeña en lo contrario. Cada vez nacen menos niñas.

Y está ese juramento… verás.

Vuestra historia se ha convertido en una leyenda. Las ancianas y las guías la explican a las mas pequeñas para asustarlas. Para que no se alejen del poblado. Me lo contaron a mí a los pocos meses de que ocurriese el asalto. Ahora que la anterior guía ha muerto. Es mi trabajo alertar.

Como sabrás, esta localización es muy difícil de encontrar. Pero ha habido algunos exploradores, algunos viajeros que mas bien por suerte que por maña, lo han encontrado. Nosotras tratamos de impedirlo. Pero fue imposible impedir que rebelasen este paradero. Dejaron constancia de él en mapas y escritos. Y hablaron también de los poderes y las curas que preparamos. Fue por esto, que esa mujer, Nadia, la que no podía concebir, quiso utilizarnos.

Si ella hubiese querido. Nosotras le habríamos ayudado sin la menor duda. Pero estaba cegada por el dolor y las malas influencias. La Luna es muy traicionera. Nadie hace pactos con ella desde los tiempos en que los dioses habitaban estas tierras. Pero ella no atendió a razones. Y la Luna la engañó. Ella tan solo quería apoderarse de las amazonas. Aquellas que siempre le han hecho frente. Pero Sora. Mi querida Sora. Esa mujer y sus… piratas… se llevaron a nueve niñas.

Nadia, tan dolida, pues su tiempo para concebir se acababa, nos lanzó un juramento: nuestro reinado entre las mujeres se acabaría con pesar y dolor. Nos condenó a morir con la pena de sobrevivir a nuestras hijas y ser rescatadas por los hombres… lo que sería nuestra peor derrota. La más grande de las humillaciones.

Así que cuando se marcharon… todas lloramos vuestra pérdida. Nadie se atrevió a salir en vuestra búsqueda. Y dimos por sentado al cabo de unos meses, que jamás volveríais. Vuestras madres, que somos todas, hicimos los ritos funerarios… y procuramos olvidar lo ocurrido. Teníamos que seguir con nuestra vida.

Nadie esperaba que ese juramento no se cumpliría. Nuestro pueblo está en decadencia, es verdad, pero una de las nueve niñas ha vuelto. Y gracias a eso podremos levantar con esplendorosa armonía de nuevo nuestro pequeño reino"

Sora había escuchado atentamente. Al principio comprendió perfectamente su situación. Pero cuando Moadine pronunciaba el final… la sangre hirvió en sus venas.

Estaba escuchando el relato mientras miraba por la ventana, apoyada en el quicio. Mientras la brisa marina y el Sol acariciaban su cara, como si se tratase de la despedida de Jack. Y ella… ella le pedía perdón mentalmente, y deseó tenerlo al lado. Pero en cambio, cuando la muchacha rubia acabó de hablar cual dictador al populacho, Sora contestó tranquilamente:

- No sabes durante cuánto tiempo he añorado éste lugar. La playa, la tranquilidad, el Sol, el camino al pueblo… no lo sabes. Durante toda mi vida he deseado volver, porque era lo único que consideraba mío. Pero hay algo que no añoraba… no añoraba la familia, ni mis amigos. Y ahora se porque no lo echaba de menos. No era porque no lo recordase. Ni siquiera pensé en ello … porque nunca lo tuve.

Moadine fue a protestar inmediatamente pero Sora se lo impidió.

- La primera amiga que tuve, fue una de las prostitutas que intentaron prestarme sus servicios en una taberna mugrienta, cuando me hacía pasar por muchacho.

La Guía de las Amazonas hizo un gesto de asco, y luego el gestó cambió a furia cuando Sora le dijo quién era.

- Y esa fulana… era Marie. Pasé ocho años en este lugar sin ni siquiera saber que mi única finalidad en la vida sería tener hijas. Luego pasé unos diez mas sin saber ni quien era, en alta mar. Intentado pasar desapercibida. Nadie quiso saber de mi cuando estaba en el Sunrise.

Entonces Sora se fue acercando a la mujer lentamente.

- Y ha sido a penas unos días. Días… llámales semanas… llámales meses… llámales años… no se cuanto tiempo hace que estoy con él. El caso es que es desde hace muy poco tiempo, un – pirata- hizo hincapié en la palabra- me ha enseñado a vivir libre. A amar la vida… y que dios me perdone. A amarlo a él.

- Pero es un hombre! Y tu una amazona! Jamás saldría bien! Es antinatural!- contestó Moadine, roja de ira.

- Bueno… en realidad ni Jack ni yo somos personas demasiado normales- dijo adoptando una de las clásicas posturas de Jack, y esa magnífica sonrisa de media boca.

Pero Moadine no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer y le asestó tal bofetada que ladeó su cabeza a la derecha. Y Sora, lo vio todo claro. Todo absolutamente claro. Y todo el dolor que llevaba en su interior, de diez años de olvido, explotó, pues su pueblo no la echaba de menos a ella. Tan solo querían conservar su casta.

- ¿Sabes que es lo que le pasó a la última mujer que se atrevió a hacer eso?- dijo Sora resuelta.

- No permitiré que te marches- aunque la Guía parecía no entender en que terrible embrollo se había metido.

- La tiré por la borda, y la pobre ni siquiera sabía nadar. ¿Y sabes porque hice eso?

- Si es necesario te ataré con cadenas a esta habitación!- gritó la muchacha rubia

- Porque soy una temible… despiadada… cruel… y malvada… pirata.

- Tu no eres ninguna … - empezó Moadine

Pero no pudo seguir. Porque su cabeza había encontrado la pared al colisionar antes con el puño de Sora.

Moadine cayó al suelo aturdida, y empezó a llorar, mascullando maldiciones en su idioma.

Sora ni siquiera quiso seguir escarmentándola, y se fue de la habitación recogiendo su ropa. Se giró un momento para ver a su "guía" y dijo:

- Eres una… si ni siquiera te has podido inventar una mentira mejor para engañarme con lo de Jack.


Marie por su parte, se encontraba en uno de los jardines que había al lado de la gran casa, arreglando unas plantas. La habían despertado hacía escasos minutos y de no muy buenas maneras la habían puesto a trabajar en los mismos.

Con mas bien mal humor, saludó a Sora, que salió por la puerta con un blanco camisón hasta los pies y toda la ropa hecha un hatillo debajo del brazo.

- Sora, querida… tu gente es muy amable, si… contigo… - se quejó, mientras se secaba el sudor de su frente con el dorso de su mano- no hay ninguna chica que me haya dirigido una sonrisa desde que se enteraron que no soy amazona

- ¿No te gusta éste lugar, Marie?- Sora se sentó a su lado

- Oh… si… si me gusta. Es realmente precioso – dijo mirando a su alrededor- y estoy mucho mejor sin ningún hombre por en medio… además, a las chicas ya se les pasará – acabó, solo para no entristecer con sus verdaderos pensamientos a su amiga

- Pues a mi no. No me gusta nada este lugar. Sobretodo desde hace un rato. – rebatió la amazona

Se hizo un silencio intenso entre las dos. A penas se escaparon unos minutos cuando se miraron a los ojos, y en silencio tomaron una decisión.

- ¿Cuándo nos vamos?- respondió Marie con una amplia sonrisa

- ¿Qué te parece ahora mismo?

- Jajajajajajajajaja Encantada! Vamos a avisar a los chicos!- alegre contestó la pelirroja, poniéndose en pié de un salto

- Eso es parte de porque no me gusta éste lugar. Ya no están aquí. Creo que los han echado.

- No me lo puedo creer. ¿Qué Jack te ha dejado aquí¿Por propia voluntad? No puede ser.

- Es lo que estoy pensando. Con que lo amenazaron para que se marchase sin rechistar- y la miró con aire sombrío, acertando plenamente en los motivos que habían empujado a Jack Sparrow a abandonar su tesoro.

- Oh no¿Y que vamos a hacer?

- Bueno… en principio… ir a buscarlos… si?

- Dame solo un minuto!

Pero varios minutos después, Marie apareció de nuevo por la puerta de la salida, después de haber ido a su habitación, con otro hatillo, algo mas abultado que el de Sora, bajo el brazo.

- ¿Y eso?

- Bueno… el lugar es realmente precioso – dijo mirando a su alrededor – y de veras me gustaría alejar a los hombres durante una temporada. Pero como no nos vamos a quedar… me llevo algunos recuerdos – y sonrió divertida

- ¿Te has llevado los saris? – la miró incrédula Sora

- Son unas prendas bellísimas! – alegó en defensa Marie.

- Venga… vayámonos de aquí! – pero la mujer mas joven prefirió no entrar en ninguna discusión.

Caminaron descalzas por las calles del poblado. Desierto a tan temprana hora. Observaron el paisaje, y llegaron a la conclusión, que esa ciudad, era como un jardín. Al menos, parecía estar rodeado de él. Y desde luego, tanta belleza en el interior, guardaba el secreto de las miles de espinas.

Cuando llegaron a la pequeña cala, les pareció mucho mas grande que cuando habían llegado. Sobretodo porque la Perla Negra no estaba varada en esas aguas.

De todas formas, decidieron olvidarse por el momento de sus amigos, y se encaminaron a una de las pequeñas barcazas que las mujeres usaban para pescar. Pero no pudieron llegar.

- Te he dicho, Sora, que antes te encadenaría a dejar que te marchases.

Las dos se giraron hacia el foco de voz, y vieron a Moadine, con la cara sangrando de una herida en la cabeza, y detrás de ella, varias mujeres que llevaban cadenas.

- En cuanto a esa… prostituta- escupió las palabras – una de las celdas de reclusión bastará para ella

Las dos amigas miraron a sus lados en busca de una escapatoria, pero las paredes de roca eran imposibles de escalar excepto para alguien entrenado. El mar era inmenso para una pequeña barca de pescador… y luchar contra una ciudad entera no era buena idea.

La única posibilidad de escapar de la situación, sin que Marie muriese en el intento, era dejarse capturar.

- Si ella se no se merece mas que una celda. Yo no soy mejor que ella. – aclaró Sora

- Serás castigada, eso no lo dudes. Pero nunca compararemos a una amazona, pura y casta, con una mujer de burdel… una… fulana cualquiera- dijo la Guía

Sora entonces sonrió y alzó una ceja a la mujer.

- ¿Pura y casta¿Pero con quien te crees que estás hablando, rubita?

Moadine se quedó callada y muy seria. Pero no daba muestras de comprender la ironía de Sora.

- ¿Tampoco vas a aceptar eso? Jack… el pirata… es todo mío… y yo soy enteramente de él – dijo recorriendo su figura con las manos, como había hecho delante de su capitán una vez

- Tu comportamiento será severamente castigado – respondió Moadine con una amenazadora calma en la voz – y tal osadía – continuó mirándola con desdén – no te será perdonada tan fácilmente

Luego le dijo algo en su idioma a las demás mujeres y éstas, arrastraron a las dos amigas hacia el final de la ciudad. Una pared de roca protegía a las amazonas por la retaguardia. Y allí, a modo de dos jaulas enormes, solo que con rejas, estaban las celdas incrustadas.

Las metieron una en cada una, y aseguraron las muñecas de Sora en unas cadenas que estaban ligadas a los techos de las jaulas. Y ella quedó mirando a la pared, de rodillas.

Y tuvo suerte de no ver, como hizo Marie, lo que se le venía encima.

En la puerta de su celda, había una corpulenta mujer con un látigo.


Jack estaba borracho. Completa e inevitablemente ebrio de ron. Desde que se tuvo que marchar de madrugada, sin hacer ruido, como un ladrón, no dejó de beber.

Estaba furioso. Si esa zorra de pelo rubio no lo hubiese amenazado con Marie… y aunque le hubiese prometido a Sora de no levantarle la mano a una mujer… la hubiese matado. Le hubiese atravesado el corazón de un golpe de espada, y se hubiese ensañado con ello.

Él nunca había renunciado a algo que apreciaba tanto. ¡Por todos los dioses¡El nunca lo había echo, porque nunca había tenido nada por lo que sentir ese incondicional amor!

- Tengo que volver, tengo que volver… - musitaba en la soledad de su camarote

Varias veces se sentó en la cama y el olor de ella en las sábanas lo enfurecía aún mas. Agarraba los papeles, las botellas, la mesa… y los tiraba una y otra vez. Tan solo para causar ruido. Para que algo distrajese su cabeza de los pensamientos de ella.

Porque ella no estaba. Y él sabía que ella quería estar con él, pero aquella maldita mujer… aquella guía de las amazonas…

- Y si fuese vestido de mujer… me aceptarían entre ellas… no, la rubia se daría cuenta – desvariaba entre trago y trago

Al último de los tragos, su cabeza dio mas vueltas de lo normal en el camarote y cayó al suelo de nalgas. Segundos mas tarde, apoyado contra la el tabique de madera, estaba sumido en un profundo sueño.

Un sueño que lo condujo a su isla desierta. Allí se encontraba con su peculiar amigo, el herrero, y hablaba de su vida y de sus miserias. Un poco mas lejos, apareció un fuerte que daba al mar, dónde en la torre del mismo, ardía una hoguera en la oscuridad de la noche.

Alrededor de ella, bailando y cantando, la hija del gobernador bebía de una botella. El sueño, luego lo llevó hasta isla Tortuga, donde gozaba de una buena pelea con su tripulación. Entre la multitud que se arremolinaba entre los borrachos que se pegaban, distinguió un pañuelo negro anudado a una cabeza.

El propietario era un jovenzuelo que había robado unas piezas de pan y corría hasta desaparecer por las callejuelas.

Jack lo siguió a duras penas, corriendo pero sin moverse del lugar. Con una enorme pesadez en sus brazos y piernas, pero sus ojos vivos.

Lo siguió por las calles gritando el nombre de Sora. Recordaba el aspecto de muchacho debilucho que tenía en un principio.

Entonces una de las calles lo condujo directamente a una puerta. Al abrirla, se encontró a él mismo y a Sora en su camarote, la noche que él le había dicho que la amaba. De espaldas a esa puerta que había abierto, estaba el muchacho con el pañuelo negro –Sora- dijo Jack suavemente. Entonces salió corriendo de la habitación, dejando atrás a su propia imagen. Y salió a cubierta, donde por fin alcanzó a la muchacha.

La agarró de un brazo y la giró sobre sus pasos. Pero la joven no resultó ser su enamorada. Era Moadine.

Los ojos fieros de la guía lo enfrentaron. – No la mereces. Vete. Márchate. Olvídala. Ella te olvidará. No volveréis a estar juntos… - y así siguió hablando, pero él ya no la escuchaba, pues el pañuelo negro había volado de su cabeza y había llegado a proa. A los pies de ella. De su mujer. De la única que había querido. Y ella le sonreía. Y le alcanzaba la mano para que la tomase.

El mar rugió embravecido. A cada paso que daba mas cerca de ella, mas fuertes eran las olas que impactaban contra el casco. Mas daño en los oídos hacían los truenos y los relámpagos en el cielo. La lluvia que se había desatado, mas calaba hasta los huesos. Incluso el barco mismo se estaba desmoronando. Pero el avanzaba. Y cuando alcanzó a tomar su mano, volvió a la consciencia.

Se había despertado bañado en sudor y con un bestial dolor de cervicales, por su mala postura al dormir. Pero gracias a eso, divisó debajo de la silla tirada, al lado de su chaqueta. El pañuelo negro. Recordaba que ella se lo había dejado en aquel banco.

Era lo único que quedaba de ella. Se arrastró hasta poder cogerlo y se arrodilló en el suelo. Con el pañuelo en las manos, acercándolo a su pecho. Con la cabeza baja nadie habría podido ver las lágrimas que caían de sus ojos. Quizá eso no era lo mas adecuado para un Capitán Pirata como él, pero si para una persona que había perdido al ser querido.


En cubierta todos sabían de la situación de Jack. Pero en realidad ninguno sabía que hacer. Jack les había dado la orden de no volver atrás, y destruir los documentos que daban pie a encontrar Dellas.

Desde luego, habían visto al hombre de una manera que jamás pensaban ver.

Ana María, andaba enfadada, vociferando órdenes por cubierta. Quedándose quieta, mirando al cielo, mirando al horizonte, y vuelta a empezar. Estaba muy preocupada por su capitán, y desde luego, estaba enfadadísima con Sora y Marie por haber reaccionado de ese modo.

Sumergida en diversos pensamientos, la mayoría de ellos coincidentes en las formas que encontraría de torturar a esas piratillas de poca monta si se las volvía a topar por el camino, se encontró sentada en unas grandes cajas que andaban sin dueño en cubierta. A su lado, meditabundo y concentrado en la madera desgastada que soportaba sus pies, estaba Gibbs.

Después de unos minutos en silencio, la paciencia de Ana María se agotó.

- Que hacemos?- dijo entre esperanzada y enojada

- Que pretendes que hagamos?- Gibbs respondió alzando su cabeza y mirando la anchura del navío

- Algo. No se el que. Pero desde luego tenemos que hacer algo.

- Ya oíste las órdenes del capitán. Ni podemos volver. Ni ya siquiera podríamos hacerlo. Los mapas volaron

- No me refería a ir a buscarlas y montar el papelito "vuelve por favor". Esas inmundas sabandijas han escogido quedarse allí, y ¡que no regresen! Porque si lo hacen te juro que yo…

- Y que propones? Jack lleva encerrado en su camarote desde que nos fuimos. Y apuesto lo que quieras que está borracho.

Ana María sonrió entre dientes y con aire altanero, levantando la cabeza y mirando de reojo a su compañero:

- Y donde llevarías tu, a un Jack borracho?

Gibbs la miró como quien mira a un mendrugo de pan después de una copiosa comida.

- La isla que mas cerca tenemos… es Nahab. Y ya tuvimos que salir por patas de allí.

- No, antes de llegar, no recuerdas que pasamos por Karakawe? Deberíamos verlo en una media hora.

- Pero allí saqueamos!

- Eso fue hace mucho tiempo! Esa gente no se acordará de nosotros!

- No… no recordarán La Perla, que destruyó los pequeños muros de la ciudad a cañonazos.

- Pero podemos varar el barco al este de la isla. Está lleno de peñascos y sabes que no hay vigilancia. Lo podemos esconder.

- Pero cuál es el propósito de tu idea?

- Bueno… detesto ser yo la que lo diga, pero aprecio mucho al capitán, y prefiero verlo disfrutar der mil mujeres que sufriendo por una- confesó apartando la vista

- Tú también serás una de esas mil? – bromeó el hombre

Pero ella ni se dignó a mirarlo. Se levantó de su lado y dio la orden de dirigirse a Karakawe. Al menos, se consolaban los unos con los otros, tendrán un poco de descanso en aquel lugar. Y riéndose entre dientes, hicieron apuestas sobre quién de ellos traería mas mercancías esta vez.


Pero Karakawe, era una isla que había caído en la decadencia. Desde el ataque, meses atrás, de la Perla Negra, se habían quedado prácticamente sin nada, y la mala suerte la perseguía. Después de ese ataque, comenzaron a atracar barcos cargados de esclavos para comerciar. Y a cambio de la – nada - que se encontraron allí, empezaron a hacer de esa isla su basurero particular.

Así pues, la isla casi desnuda de población, ahora lucía pobre entre las basuras, los malos olores y la cerveza rebajada con miel. Era muy diferente de cómo la conocieron en sus años esplendorosos.

Aún de esta manera, a Ana María le pareció suficiente para al menos, intentar cambiar de aires al pobre Jack Sparrow.

Cuando entraron en su camarote para recogerlo de su inmunda decadencia, lo encontraron tirado en el suelo, roncando boca arriba botella de ron en mano. El olor en la recámara era pesado, rancio y ahogante. Lo sacaron tirándolo de los pies y al contar tres, uno de los muchachos mas fuertes lo cogió en brazos para llevarlo a la barcaza que los esperaba.

Al Sol de medio día pisaron la ardiente arena del islote infestado de inmundicia y prostitutas borrachas. Unas demasiado viejas, otras demasiado jóvenes. Llevaron a un medio inconsiciente Jack a un mesón que se cubría del calor a la sombra de grandes palmeras y allí lo dejaron hasta que recobrara el sentido.

Ana María le indicó al que parecía el encargado lo que debía hacer con Jack. Y se marchó de allí, solo echando una mirada atrás para asegurarse que el viejo con el que había hablado, en verdad enviaba al capitán a dos de las fulanas mas jóvenes. Aunque el éste último, estaba mas por la labor de ubicarse en el espacio que de disfrutar de compañía femenina.

Cuando se hubo despertado, Jack miró a su alrededor extrañado. Luego agitó la cabeza de forma negativa y se llevó la palma de la mano a su frente. Le dolía a horrores. Luego intentó levantarse, pero por inercia y por esa extraña costumbre que tenía el mundo de dar vueltas y vueltas a su alrededor, cada vez que el se levantaba después de haber bebido "un par de inocentes vasos de ron", volvió a caer sentado en la silla, dejando sus piernas flexionadas pero abandonadas, cabeza atrás en el respaldo y los brazos caídos a cada lado de la silla.

Mirando al techo, serio y con ojos perdidos examinó los troncos de madera que hacían de soporte del cáñamo seco y mezclado con paja que aquel cuchitril tenía por chambado. –Sora…- murmulló, y acarició con los dedos el pañuelo negro que se había atado al fajín blanco de rallas rojas - … porque te empeñas en dejarme solo?… tan solo pedía tu compañía… solo para siempre… - siguió hablando así durante unos minutos.

Hasta que sintió un peso diferente en cada una de sus piernas.

Sin moverse de la incómoda postura que había encontrado, desvió sus ojos hacia abajo, para encontrarse con un par de mujeres que le sonreían abiertamente.

- Hola guapetón! – dijo una pelirroja que le recordaba vagamente a Marie

- Que alegría ver caras nuevas de vez en cuando! – soltó la morena, y después arrancó con una risa estridente, sin embargo, mezclada con algo de encantadora.

- Como te llamas, moreno? – siguió la pelirroja

- Jack… Sparrow – dijo mirándola como embobado, después de habérselo pensado un rato

- Encantada de estar sentada en ti, Jack. Yo soy Neiara. Y ésta es Roxana.- aclaró la pelirroja con una mirada de soslayo a su compañera.

- Nos han enviado a alegrarte un poco, Jack. Nos han dicho que te hagamos perder el mundo de vista- sonrió Roxana, con sus vivos ojos oscuros clavados en él

- Es nuestra especialidad- acabó diciendo la voz aterciopelada de Neiara

- …lo siento mucho, preciosidades, pero … - prosiguió al cabo de unos instantes- no me encuentro en disposición de complacer vuestros deseos… ni siquiera los míos…

- Oh dios! Una mujer caliente y un hombre frío! – Roxana dijo casi con un grito, llevándose las manos a la cabeza.

- Pero cariño… - siguió Neiara- danos la oportunidad… déjate querer…

- En verdad sois preciosas… pero… ya tengo a una mujer por la que dejarme querer – sonrió socarrón y volvió a recostar la cabeza en el respaldo de la silla

- Pero vos sois un pirata, Jack! Vuestro corazón solo debe pertenecer al mar!- dijo Roxana, apoyando su escote en el pecho del hombre.

- No solo soy pirata, querida – dijo alzando una mano y haciendo un gesto extraño, señalando sin señalar – soy el Capitán de un barco fantasma- esta vez rió por lo bajo

- Pues nosotras estaremos a sus órdenes, mi capitán… - dijo Roxana en un aliento de voz, mientras besaba el cuello de Jack

- Dile a tu amiga que no se esfuerce tanto… solo conseguirá cansarse – dijo sin apenas moverse, dirigiendo su mirada a Neirara

- Pero que diablos te pasa! – exclamó Roxana al incorporarse – ningún hombre en su sano juicio rechazaría esta ofrenda!

- Creo que el Capitán Sparrow… no es precisamente de esos hombres que están… " en su sano juicio" – afirmó Neiara, que se había mantenido al margen unos instantes – déjalo Roxana. Tráenos un par de vasos de … - miró a Jack y la pregunta se transformó para él- ron?

- Si.… un poco de ron ayudará – y se dejó caer de nuevo mirando al techo.

- Pero… - protestó Roxana

- No hay peros que valgan. Ve ahora mismo- acabó Neiara levantándose de la pierna de Jack.

Ambos observaron marcharse de mala gana a la muchacha, que apenas había llegado a la madurez de edad. Morena, de cabellos alisados y largos, recogidos en una especie de experimento con un palo… corta de estatura, piel demasiado blanca, casi lechosa para vivir en el Caribe, y pechos abundantes. Vestía como la mas vieja de las fulanas, con un vestido rojo oscuro, con ribeteados descosidos de tul negra

Andaba con paso firme, pero el vestido era demasiado largo para ella, y su paseo limpiaba el suelo casi tanto como sensual parecía.

- Es joven… es muy joven- dijo Jack

- Es mi hermana pequeña- dijo la pelirroja sacándose una pitillera de entre sus pechos y encendiendo un cigarrillo con una cerilla– intenté por todos los medios que tuviese una vida mejor que la mía, pero su mal carácter hace mella donde quiera que va – acabó diciendo mientras miraba a la chica buscar entre unas botellas.

Con la primera bocanada de humo que soltó por la boca, el Capitán Sparrow advirtió lo diferentes que las muchachas eran. Neiara tendría 3 o 4 años mas que Roxana. Tenían la misma constitución, pero tras los rizos rojizos de su flequillo se escondía una mirada fría, que tantas crueldades habría visto, y que ya casi todo carecía de importancia para ella. Su porte tenía algo de aristocrático, o al menos eso quería aparentar de cualquier manera. Siempre muy erguida, siempre muy altanera. Que distintas eran esas dos hermanas!

Que tan distintas eran de su niña morena! Cada una de esas dos muchachas era un extremo de los opuestos de Sora. A Sora no la podía tener, en cambio esos extremos se le habían ofrecido momentos antes.

Y pareció que aunque la muchacha no supiese nada, adivinase sus pensamientos. Y todos los temas se cruzaron cuando Neiara volvió a hablar:

- Intenté salvarla, de veras. Incluso la llevé hasta Dellas hace unos meses. Supusimos que allí la cuidarían, que la aceptarían… pero esta niña es un demonio!

- A Dellas… las amazonas aceptaron a la chica en Dellas así como así?

Entonces apareció Roxana con dos vasos de cerveza, puesto que el ron escaseaba, y dejándolos en la mesa sin mucha delicadeza, salpicando el líquido en todas direcciones, contestó con voz áspera, mirando a Jack por encima del hombro:

- Esas mujeres son unas brujas. No quieren a nadie que no sea como ellas!

- Roxie, no digas eso… ellas fueron muy atentas contigo – rebatió su hermana

- Hasta el momento que te fuiste! Si no llega a ser por el trueque de darles esas yerbas medicinales tan raras a cambio de mi instrucción, seguro que me hubiesen tenido a pan y agua en una de esas asquerosas celdas!

- Acordasteis un trueque con unos medicamentos? Pero yo tenía entendido que ellas aceptaban sin condiciones a cualquier mujer que les pidiese ayuda… – dijo Jack recuperando la compostura en la silla, dejando entrever que sabía algo, pero sin aclarar nada

- Las amazonas? Por favor! Ellas y su pueblo! No ven nada mas que eso! No pueden soportar una mínima amenaza! Me dejaron escapar simplemente porque tenían miedo que atrajera a algún hombre!

- Por esa época, Roxie tenía muchos pretendientes – empezó a aclarar Neiara – parecía que estaba en celo! Por eso quise alejarla de tanto… del vicio que se respira por estas islas. Pero para cuando ya estaba en Dellas, muchos marinos que varaban aquí preguntaban por ella, y el viejo – dirigiéndose al mesonero – les dio la dirección a seguir al poblado.

- Y llegaron! Por supuesto! Por verme a mi! – Roxana estaba orgullosa – lo que pasó es que esas brujas los ahuyentaron! Y solo porque los ganaban en número! Menudos cobardes! Cedieron y se marcharon como gallinas… aun doy gracias al cielo que las muy… brujas, no les importó que me fuese con ellos.

Roxie ya se marchaba a cualquier otro lugar para olvidar su experiencia con las amazonas, pero antes que llegase a ninguna parte, Jack se había levantado de su asiento, y se había dirigido a ella.

La agarró de un brazo, la giró sobre sus pies, y le estampó un eufórico beso en los labios. Su alegría y su exaltación se las agradeció en la forma mas carnal que habría podido hacerlo

- Me la acabas de devolver, Roxana. Me acabas de devolver a mi pequeña mujercita! – dijo Jack, y se marchó todo lo rápido que sus piernas dieron de si

Roxana le había dado la idea que devolvería a Sora a sus brazos. Salió del cuchitril que se hacía llamar mesón, y en apenas en unos minutos, reconoció a la tripulación al completo tirada por los suelos, a la sombra de algún arbusto.

Ante el asombro de Ana María, pues pensaba que su remedio había funcionado a la perfección. Y la sonrisa de aprobación de Gibbs, que sabía perfectamente como se las gastaba la mente siempre medio ebria de su Capitán. Jack Sparrow había recobrado parte de su control y de sus energías. Se mostraba emprendedor y seguro de si mismo, con paso firme aunque como siempre voluptuoso, y con esa inconfundible expresión en su cara que parecía anunciar al viento: - se que sabéis que se que soy el mejor pirata del mundo, y es por eso que me seguiréis a donde quiera que vaya -:

Por otra parte, aún en el mesón, Roxie habló cuando se recuperó del sobresalto:

- Que le pasa al pirata? – dijo mirando a su hermana

- … yo diría que… simplemente es un tipo un poco extravagante… - respondió Neiara dándole un trago a la cerveza, después de haberle dado una calada al cigarro casi extinguido

- … es un pirata loco – concluyó Roxie riéndose a carcajada limpia


En la playa, Jack ejerció del real bandido que llevaba en su interior:

- Dama y caballeros – comenzó con sus siempre esperpénticos gestos y sus habituales y exagerados movimientos de manos – henos aquí reunidos en pro de una buena causa – anunció como si de una celebración se tratase

- Estás borracho Capitán? – se oyó hablar a uno de los lobos de mar, y ante tal comentario, la tripulación estalló en carcajadas, pero el Capitán Sparrow prosiguió.

- Siempre! – hizo un silencio después de responder, y comenzó a decir:- Esta noche habéis podido presenciar uno de los decadentes estados del hombre. La derrota.

Hubo unos murmullos entre la tripulación.

- Hemos tenido que salir de Dellas con el rabo entre las patas, porque habían amenazado la vida de una de las mujeres a las que le debo parte de la mía propia. Marie.

Gibbs irguió su cabeza y sacó pecho, envalentonándose con la nada, al escuchar la frase de Jack.

- He de reconocer que no he hecho honor a la honrada profesión de los piratas. He de reconocer que estaba herido, pues mi mujer me había rechazado. Y que preferí olvidarlo todo a pelear. – dijo con la cabeza muy alta, aunque arrepintiéndose en cada palabra

- Hasta el mas fiero de los lobos necesita tiempo para que su herida deje de sangrar – otro pirata se atrevió a decir, casi como portavoz de todos los que allí estaban y pues comprendían su situación.

Jack entonces sonrió satisfecho. Supo que no tendría que dar mas explicaciones, y se atrevió a exponer su idea sin mas preámbulos.

- Es por eso que ha llegado la hora de recuperar lo que es vuestro. El honor y el orgullo. Yo los perdí atreviéndome a dejar sola a mi mujer… aun a sabiendas que la habría podido recuperar…

- A por ella, Capitán! – la tripulación casi coreó

- Eso es, señores. Les explicaré lo que haremos… y tendremos que hacerlo rápido…

Y ahí quedó Jack, en la playa de la isla de Karakawe, trazando el plan que les devolvería a todos aquello que les pertenecía.


En Dellas, los ánimos de las muchachas no pintaban tan bien como en Karakawe. Sora y Marie estaban en sus celdas de reclusión. Ambas cerca de la reja que las comunicaba, tan solo para poder darse ánimos aunque fuese con el tacto.

Sora estaba tirada en la arena, boca abajo, con la espalda sangrante y desmayada el dolor. La mujer que había venido a "castigarla" se había tomado su trabajo muy en serio, y había dejado desfallecida a la muchacha a base de 10 latigazos sin descanso.

Marie, había alargado la mano y por en medio de los barrotes, podía acariciar la cabeza de su amiga, dándole palabras de ánimo aunque a penas pudiese oírla.

- Vamos pequeña… resiste. El dolor pasará, te lo aseguro… todo esto pasará. Mañana será distinto. Nos podremos ir de aquí

Pero Sora a penas daba signos de estar viva.

- Sora, no me puedes dejar aquí. Simplemente no puedes dejarme sola. Ni a mi ni a Jack. ¿Tu sabes lo triste que se va a poner ese hombre, cuando se entere que te has ido con otro?

Entonces Sora abrió los ojos muy lentamente, y le dijo a Marie:

- Yo jamás me iría con otro… ni siquiera en otra vida – respondió con un hilo de voz

Entonces con lágrimas en los ojos y sonrisa en los labios la otra mujer la rebatió:

- Si mueres, los dioses te acogerán en su seno… y con lo celoso que es Jack, eso es mas que una traición para él…

- ¿Desde cuando tu y Jack creéis en los dioses? – bromeó de nuevo, intentando sostenerse en sus rodillas. Aunque no lo consiguió, y cayó sobre sus nalgas, apoyada en su costado con la reja que la llevaba a Marie.

- No hagas esfuerzos. Lo mejor sería que lo dejaras cicatrizar sin que te movieses.

- Entonces tendría paralizarme para siempre… y siempre es mucho tiempo

- Es el tiempo que estaremos aquí. – dijo Marie con tristeza

Se hizo un silencio entre ambas, hasta que Sora advirtió que la sombra que proyectaba en el suelo ya no era del Sol.

- Ya es de noche? – preguntó Sora en lo obvio de la situación

- Han pasado varias horas desde que te quedaste inconsciente.

- Tenemos que pensar en algo Marie, tenemos que salir de aquí.

- ¿De repente te ha entrado claustrofobia?- preguntó Marie al ver la actitud de la chica

- No es eso. Solo es que… no quiero estar aquí… quiero ver a Jack, quiero que me perdone por todo esto…

- Si vuelves a ver a Jack… no tendrás que pedirle perdón absolutamente por nada.

- Pero he sido muy egoísta…

- Todos somos egoístas al menos una vez en la vida. No te preocupes por eso.

Ninguna de las dos volvió a hablar, pues estaban ambas demasiado cansadas. Solo les quedaba esperar. Esperar a vivir, esperar a morir. Y se durmieron esperando al alba, que tan solo traería otro día.

Y día tras día, así pasaron tres. Marie sufría en la celda que daba directamente el sol, pasando calor, sed, hambre y el sufrimiento de ver que a Sora, sin excepción, cada mañana la castigaban con el látigo.

Diez veces, sin descanso, pero sin excesivas pausas. Del primer día aprendieron que en su desmayo, la muchacha no aprendería nada, así que cuando Sora daba muestras de desvanecimiento, cesaban de pegarle. Cuando se había recuperado mínimamente, proseguían con el castigo. El caso era administrarle el dolor necesario para que no volviese a desobedecer las órdenes, pues sabría a que se enfrentaba.

Y todo eso pasó sin noticias de Jack. Sora pensó que la había abandonado. Que habría encontrado a otra muchachita a la que salvar de las garras de la soledad, y que no le haría pasar tantos malos ratos como ella. Y Sora ni siquiera podía llorar. Se sentía tan débil y despedazada por dentro, que cuando se acababa su castigo, se dejaba caer al suelo y esperaba a poder dormirse de nuevo. Tan solo para esperar no despertarse.

El cuarto día se despertó nublado. Amenazante de lluvia. Una muchacha morena, de cabello rizado y expresión taciturna, apareció temprano con un cubo de agua y una saca ante las celdas.

- Aún es pronto para el castigo. ¿Es que ya no tenéis ni espera?- dijo Marie, con los labios cortados

- No estoy aquí para eso – la muchacha abrió la puerta de su celda y le puso el cubo de agua delante a Marie. Abrió la saca y le dio unas frutas y pan.

- ¿Y esto¿Las delincuentes merecen vuestra compasión?

- Nunca estuve de acuerdo con lo que hacían las demás. Ellas quieren prosperar, pero aun tienen aquí estas celdas y no dudan en usar el látigo.

Marie la miró atentamente. Morena, de cabellos rizados y largos. Piel tostada en contraste con los ojos azules. Tan azules como los de Sora. Debía ser… un año, dos como mucho, mayor que su amiga…y sus rasgos se parecían bastante.

- Quién eres? – inquirió la pelirroja

- Me llaman Zulima. – dijo secamente

- ¿Por qué nos estás ayudando? – Marie pensaba que era una trampa para probarla, para ver si escapaba

- Eso no importa. Come. Debes estar hambrienta. Voy a ayudar a tu amiga. No puedo vendarla, porque si no, sabrían que la he ayudado, y yo correría la misma suerte, pero puedo amainarle el dolor.

Zulima salió de la celda de Marie, dejándola abierta, pero mirándola fijamente, como advirtiéndola. Marie comenzó con coger el cubo y beber de el hasta medio vaciarlo, y luego engulló los alimentos. Cuando hubo acabado, le llevó el cubo a Zulima cuando se lo hubo ordenado, y estando cerca, le oyó hacer unas oraciones mientras tocaba la espalda de la joven.

- A mi hermana también se la llevaron, junto con otras niñas. Pero intenté olvidarla durante tanto tiempo… para que no me doliese recordarla… que he olvidado su cara. – dijo con melancolía

- ¿Es Sora tu hermana? – a Marie le dio un pinchazo en el pecho cuando ella misma pronunció esas palabras

- Así que se llama Sora… - y acarició sus cabellos

- ¿Es tu hermana?- repitió, emocionada

- No lo se. Te digo que no recuerdo su cara. Y si lo dices por el parecido… olvídalo. Todas las amazonas nos parecemos… sobre todo nuestros ojos…

- Y porque has venido a ayudarnos, si ni siquiera la recordabas?

- Guardaba la esperanza. Solo eso. La esperanza de verla y que como por arte de magia, supiese que era ella… pero…

- Lo siento, Zulima.

- No te preocupes, ni la misma Krishna se dejaba mucho ver. Mi hermana era una amante de la soledad. Se quedaba horas en la playa… sola… jugando con la arena…

- De veras lo siento – repitió Marie desde detrás

- He dicho que no te preocupes

- Lo sé.

Entonces, Marie, quien previamente había cogido una de las cuerdas con que ataban a Sora para pegarle, ató a Zulima desde detrás, a pesar de la poca fuerza que arrastraba, y la oposición de la muchacha a ser aprisionada.

- Pero que haces, maldita?- gritó Zulima

- Lo siento mucho, pequeña – respondió Marie cuando la hubo reducido – por mucho que vengas con buenas intenciones, no nos dejarás marchar, y yo no puedo permitir que cada día fustiguen a Sora. Sea Sora o sea Krishna.

- ¿Y que piensas hacer conmigo¿Matarme?

- En absoluto. Te estoy muy agradecida por haberme ayudado. Pero te has de quedar aquí. Puedes contarle lo que quieras a las otras cuando vengan. Que te amenacé, que te engañé… pero lo siento… tengo que irme, y llevármela.

- No conseguiréis salir de aquí vivas! Os encontrarán!

Pero su voz se perdió entre las rocas, pues Marie se encontraba lejos ya, escondiéndose por los árboles, con Sora en brazos.


En alta mar, bordeando Dellas, tres barcos con la bandera pirata alzada, esperaban órdenes.

- Capitán¿damos la señal para que los demás se paren?

- No. Que La Milagrosa siga adelante, pero que no se acerquen demasiado.

- ¿De veras está decidido a hacer eso¿No cree que son demasiados hombres… y armados para esas mujeres?

- Esas mujeres guardan muchos secretos. No me extrañaría que si varásemos los tres barcos delante y comenzásemos a atacar, ellas acabaran por derrotarnos a nosotros.

El capitán había reunido dos barcos para un saqueo. La Milagrosa le debía miles de favores a Jack Sparrow, sobre todo delante de la marina española. La Libertina estaba en las últimas, y el muchacho Sparrow les había prometido una última gran aventura para acabar sus días de pillajes. Con eso, podrían pedir perdón tranquilamente a la corona británica, arrepentirse de sus fechorías en los días pasados, y vivir honradamente el resto de sus vidas.

Esos dos buques fueron los únicos que respondieron a la llamada de Jack Sparrow en alta mar. Es posible que tuviese infinidad de enemigos, pero sabía como cubrirse las espaldas. Y como decía un de por entonces: "amigos, pocos, y de vez en cuando"

Jack en esos momentos le embargó la duda. Estaría bien lo que s disponía a hacer? Bien mirado, las amazonas solo buscaban la perpetuación de su especie. Pero a que precio! La vida de una mujer y la libertad de otra!

Escasos momentos de reflexión lo llevaron a dar la última de las órdenes.

- Que la Libertina cubra la parte sur de la isla! La Milagrosa ha de permanecer lejos, que no divisen Dellas! Y nosotros… La Perla Negra… ha de vararse enfrente, dispuestos los cañones, por si las damas deciden pelear. – dijo con la mirada clavada en las rocas que hacían de atalayas – Gibbs, prepare un bote. Voy a ir a saludar a nuestras amigas.

La idea de Sparrow había sido sencilla, pero arriesgada. Roxana se la había insinuado. Amenazar. Simplemente amenazar a las amazonas con aquello a lo que mas temían, o por lo que mas repulsión sentían. Los hombres. Los piratas.

Había dejado mensajes en todos los islotes para que los barcos mas cercanos acudieran a su ayuda. Él prometía un tesoro de mujeres y oro a cambio de su ayuda.

Se habían presentado la Milagrosa, un barco que jóvenes piratas que habían crecido con la leyenda de la Perla Negra en sus mentes. Harían cualquier cosa por el mítico Capitán Jack Sparrow, ya que éste mismo, les había enseñado mientras bebían en una taberna, como sobornar y eludir a la marina española cuando los interceptasen.

Acudieron rápidamente, en un día. Y Jack les prometió que si le honraban con su presencia, se podrían quedar con todo el oro que encontrasen en Dellas. Además de disfrutar de la compañía de las amazonas durante su estancia.

Evidentemente, Jack sabía que poco oro iban a encontrar allí, y con la poca experiencia que contaban los marineros con los robos, no les causarían mucho daño a las amazonas si al final se decidían a atacar. Él quería asustarlas. No aniquilarlas.

Otro de los buques, fue la impresionante Libertina. Un barco totalmente opuesto a la Milagrosa. Lo capitaneaba uno de los mas viejos de los piratas, un descendiente de Jack Rackham, mas conocido como "Calico Jack". Los días de gloria de ése barco habían quedado ya en el olvido. Y solo soñaban con retirarse a alguna hacienda en la costa y acabar allí su vida.

Acudieron a la llamada de Jack, porque el capitán había conocido al muchacho desde sus días de adolescente, cuando Sparrow tan solo era un aprendiz de marino. Éste último, les había prometido ver el mas maravilloso de los paraísos, lleno de mujeres hermosas que sonreían a todas horas. Éste, les dijo, sería el mas bello de los recuerdos que tendrían de alta mar, una vez se hubiesen retirado.

Es cierto, Jack era un mentiroso, pues les había prometido a ambos imposibles, pero lo hacía con la mente fría. Si entraban en una lucha, ninguno ganaría. Los mas viejos se darían por vencidos al ver levantada una espada, y los mas jóvenes sucumbirían a la experiencia de las amazonas. O quizá no. Quien sabe.

Así pues, Jack dispuso los barcos como mejor le pareció, bajó de la Perla y en pocos minutos volvió a pisar la tibia arena de Dellas.


En el Edificio Central de la ciudad de Dellas, unas muchachas corrían hacia la Guía para explicarle lo sucedido. En su idioma, muy apresuradamente, le dijeron:

- Señora, oh Señora… los piratas! Esos hombres han vuelto!

- Cómo? Maldita sea! Por donde vienen! – dijo Moadine furiosa

- Las vigías del atalaya han venido corriendo a informaros. Aquel hombre! El pirata extraño, el de alhajas en el pelo. Ha venido solo en una barca! Viene hacia acá.

- Sólo? Entonces no hay ningún problema. Pero no le dejéis entrar en el pueblo. No quiero que infecte esta tierra con su desagradable olor. No me hace gracia salir ahora que ha empezado a llover, pero iré a ver que quiere. Necesito dos guardias conmigo! Y que refuercen la vigilancia a las prisioneras!

Y Moadine, sin saber que todos sus planes se iban a truncar ese mismo día, salió con paso decidido, resguardándose con unas sombrillas de lona echas por ellas mismas de la fina llovizna, a la entrada de la ciudadela, donde tenían a Sparrow detenido, apuntándole con unas lanzas.


- Maldita la hora en que se ha puesto a llover barro! Ya sabía yo que el viento que hacía estos días atrás no era normal – decía Marie mientras siguiendo la pared de piedra, estaba casi a punto de encontrar la salida de la ciudadela justo por el lado de las atalayas – Sora… ¿estás bien¿me puedes oír?

Marie cargaba a Sora desde el fondo de la ciudad. Ésta a penas podía hablar, pues estaba muy dolorida por su espalda, así que se dedicaba a emitir pequeños gemidos desde que se había despertado hacía un par de minutos.

- Siento no haberte podido dar comida y agua, pero tenía tanta prisa en salir de ahí… lo siento, pequeña. Cuando estemos a salvo podrás comer todo lo que quieras. Pero tienes que aguantar… tienes que hacerlo…

Y así siguió hablándole hasta que llegó al final del sendero rocoso. Echó un vistazo a las paredes de roca que daban al mar, y no vio vigilancia.

- Que raro… ¿será porque está lloviendo?… pero si hay una barca en la orilla… eso es que han vuelto de pescar… vamos querida, esta es nuestra oportunidad!

Miró a uno y otro lado y echó a correr por la arena mojada, y aunque no podía ver muy bien lo que había a su alrededor, tenía en mente llegar a la barca que había en la arena y echarse a la mar. Ya vería luego que es lo que haría.

Pero antes que pudiesen tocar ambas la barcaza, una voz femenina, Moadine, las interrumpió.


Jack había llegado a tierra y había andado tranquilamente hasta la entrada de la ciudad. Se impresionó de él mismo por recordar la ruta con tanta claridad.

Cuando hubo llegado, percibió movimiento entre los árboles. A su frente y a la derecha, donde comenzaba el muro de piedra hacia la ciudad.

A su frente, en pocos segundos se reveló Moadine, escoltada por tres inmensas mujeres que también blandían lanzas, como las que desde hacía unos minutos, amenazaban a sus lados.

- No puedo decir que me alegre de verte, pirata.- dijo Moadine mirándolo con hastío – que has venido a hacer?

- He venido a buscar a mi mujer y a mi amiga – dijo Jack con una sonrisa burlona en los labios – si esperabas que te trajese un regalito, lo siento, pero se me ha olvidado en el barco…

- Márchate! Ya sabes lo que le pasará a la prostituta si te quedas!- Moadine no lo dejó terminar, aunque Jack no perdió la compostura

- … eso… lo he olvidado en el barco… pero no se en cual de los tres… - dijo señalando a su espalda

Moadine fijó la vista, y a lo lejos, pudo distinguir un barco que se acercaba lentamente. A la derecha, había otro varado. La Perla Negra, y a la izquierda, comenzaba a surgir por las rocas, el tercero.

- Que significa esto! – dijo la Guía asustada

- Significa que tienes que entregarme a las dos mujeres. Porque si no, daré la orden de desembarco. Y puede que con uno solo podáis, pero… con tres…

- Eso es chantaje! – gritó enfurecida la Amazona

- Es lo mismo que hiciste tu, querida- respondió Jack tranquilamente

Entonces la lluvia arrió con mas fuerza, y la visibilidad era prácticamente nula, pero Moadine divisó un bulto moverse rápidamente hacia la orilla, y gritó ignorando al pirata:


- ¡Alto!


Todos se quedaron petrificados al instante. Marie dejó de correr, aunque aguantó a Sora en brazos, quien, a su vez, levantó la cabeza adormilada para ver que era lo que ocurría.

Jack se giró en redondo y ajustó sus ojos a la lluvia para intentar distinguir las figuras.

Moadine lo entendió a la primera, y se puso roja de ira.

- Alto traidoras! Repitió la Guía.

Entonces se dispuso el caos.

Marie se llevó a Sora al hombro, y aunque no veía en absoluto bien, percibió claramente la voz de la Amazona. Así que corrió como nunca había corrido en busca de la barcaza varada en la arena. Dejó a Sora dentro y la empujó hacia el mar, intentando cuando estaba entre las olas, remar hacía el horizonte.

Las amazonas que ejercían de guardianas, corrieron con las lanzas hacia la orilla, mientras alzaban gritos de guerra.

Jack se dio media vuelta y también echó a correr hacia la orilla, pues Marie y Sora se habían llevado su barca. A medio camino, un tirón del pañuelo de su pelo lo hizo caer al suelo, y se encontró en la arena forcejeando con Moadine.

- No dejaré que te la lleves! – gritaba la mujer enfurecida

Jack sacó su revolver, apuntó al cielo, e hizo dos disparos, que retumbaron como dos truenos en medio de la gran tormenta que se había formado.

Entonces Moadine lo dejó ir y gritó a las amazonas que ya estaban nadando hacia la barca de las fugitivas, que volvieran, pues esa había sido la señal.

Los barcos se acercaron. La Libertina y la Milagrosa se comenzaron a acercar con ceremoniosidad pero sin prisas a la orilla.

Jack saltó al agua, gritando el nombre de Sora, y comenzó a nadar con rapidez mar adentro, cuando las amazonas corrían para salir de ella.

Sora oyó la voz de Jack en medio del océano de sensaciones. Aun entre la consciencia y la inconsciencia se levantó en la barca que Marie llevaba con dificultad y miró hacia la orilla, cuando susurraba acariciando las palabras:

- Jack…

Y entonces cayó al agua, cuando cerró los ojos. El contacto del agua del mar se hizo cálido en contraste con el de la lluvia de barro, que azotaba a su cara sin compasión.

Y todo se iba apagando poco a poco. El silencio ensordecedor del vacío en que se encontraba, las corrientes de agua llevándola aquí y allá, el caer lentamente al fondo, el color al principio verde claro del agua, se iba haciendo mas oscuro, casi llegar a negro…

Y unos brazos la asieron de su sufrimiento. Y todo se hizo oscuridad. Todo se apagó y dejó de sentirse perdida.


Poco a poco empezó a distinguir los sonidos. Un leve balanceo la mecía, y el suave crujir de la madera poco a poco la llevaba de nuevo al mundo.

Tenía los ojos cerrados, pero intuía la claridad. Intentó abrirlos pero le dolían demasiado. El olor a salitre enganchado en las paredes de madera seca le recordaba a todos los puertos que había pisado años atrás, solo que sin la brisa marina.

Estaba acostada en una cama y el sol le calentaba las mejillas. Dejó que las sensaciones fluyeran y notó el palpitar de sus labios, el peso de su ropa en el cuerpo, una sábana que la cubría y descubrió el olor a ron que de tan acostumbrada que estaba, no lo notó antes.

Alguna botella destapada quizá. Dejó escapar un suspiro… a penas recordaba lo que había ocurrido, como si se tratase de una mañana de resaca. ¿Dónde estaba? Se lo podía imaginar. En el camarote de Jack. ¿Qué había pasado con todo lo demás? Que mas le daba.

Giró la cabeza a un lado para que el sol no la molestase tanto al abrir los ojos, y lo primero que vio fue la mesa llena de trastos de su capitán. Bajó la mirada y se topó con unas botas marrones. Subió recorriendo el cuerpo que yacía sentado en la misma cama, recostado al final de ella, y descubrió a Jack mirándola en silencio.

- Por qué sonríes? – le dijo ella, al cabo de unos minutos de mirarlo

- Porque estás viva.

No hablaron mas. ¿Para qué? Nada mas importaba entonces.

Jack se recostó encima de ella y le acarició la cara lentamente. La examinó milímetro a milímetro. Desde su pequeña frente, hasta la barbilla, pasando por sus cejas, llenas de sabiduría, los ojos vivos, las mejillas doradas y su boca que clamaba por otra que le hiciese sonreír.

Sora se detuvo en pensar en las cosas mas frívolas del mundo, por ejemplo, que edad rodeaba las sombras de los ojos de Sparrow. Por qué era que le llamaba estar con una muchacha tan joven. Por qué aún no la había besado.

Aunque sus dudas se esclarecieron. Porque Jack se acercó lo suficiente como para cerrar sus labios a los de ella en un beso casto. A Sora se le escapó una risilla, pues el bigote del hombre le hacía cosquillas en la nariz, aunque en silencio, y enlazando los besos, rezó porque por muchos años, siguiese así.

- Así que… ¿cuánto pides por los esclavos?- dijo un hombre de aspecto bonachón y algo desaliñado.


- La mitad de lo que hay en ese cofre – dijo la pelirroja, señalando al baúl que el hombre estaba pisando.

- Oh vamos Marie! La mayoría de esos tipos son muy viejos o están enfermos! No valen lo que me pides!

- Me tengo que deshacer de ellos cuanto antes! Y tú los necesitas, lo sabes! Y por el amor del cielo! Deja de llamarme Marie! Soy Mary!

- Está bien, está bien! Mary! Solo llevas un año con ese nombre! Yo te conocí aún cuando eras Marie, y estabas en La Perla a las órdenes de Sparrow…

- Skull… me importa un carajo cuando nos conociésemos. Si no quieres los esclavos, me los llevaré, pero ten en cuenta que no volveré a hacer tratos contigo!

- Está bien… no te pongas así, Mary – dijo el hombre con una sonrisa – no te voy a dar la mitad de lo que hay en el cofre, pero si puedo darte una cuarta parte, y esto. Verás…

Skull se dio media vuelta y comenzó a rebuscar en unos cajones de su tenderete de la calle, mientras Marie, ahora conocida como la pirata Mary la Cobriza, evidentemente por su larga cabellera pelirroja, esperaba para hacer el cambio de los esclavos.

Parte de su tripulación estaba dispersa por las callejuelas de Nahab, en vista de que ningún soldado de la realeza apareciese por ahí. A la voz de – Capitana!- Mary se giró y escuchó el parte de uno de los muchachos que la servían. Todo estaba en orden.

- Maldita sea… no lo encuentro… creo que estaba en este otro cajón… - dijo Skull después de rebuscar meticulosamente – oye Mary, mientras busco, me podrías contar si esa historia que se oye es cierta? – prosiguió

- ¿Qué historia¡Vamos, no tengo todo el día!- vociferó Mary

- La de Sparrow y su esposa… todo eso que cuentan de las amazonas…

- Se llama Sora, y aún no es su esposa…

- Que mas da… el mes pasado Sparrow me comentó que lo sería en cuanto la muchacha diese a luz a la criatura que esperan… pero responde a lo que te he preguntado, caramba! – replicó Skull

- Ya sabes que Sora era una amazona¿Qué mas quieres?

- Si como cuentan… Jack ordenó a los barcos que desembarcasen, y arrasaron a las mujeres

- Desembarcaron, es cierto, pero solo uno de ellos. La Libertina. La Milagrosa se echó atrás en el último momento. Por eso son tan perseguidos ahora, son la vergüenza de los piratas.

- Desembarcó la Libertina? Pero ese es tu barco! – dijo Skull sorprendido

- Si. Los tripulantes sucumbieron a las amazonas. Nadie sabe que pasó. Si los mataron, o si conviven con ellas. Por eso Jack tomó el navío vacío. Y acabó entregándomelo a mi meses después, cuando Sora estuvo recuperada.

- Pues no entiendo porque tienes una tripulación de hombres, si es que querías alejarte de ellos.

- Porque así los domino… - y se echó a reír divertida – y dime, Jack te dijo a dónde se dirigían?

- Ah! Aquí está! – anunció con alegría Skull, sin prestar atención a Mary – una cuarta parte del cofre y esto.

Skull sacó de una bolsa un frasco con un líquido transparente. Cuando lo abrió… en realidad, cuando cualquiera abría un frasquito de esos… la cruel y despiadada pirata Mary la Cobriza, se convertía de nuevo en Marie, la mujer de sonrisa perenne que a tantos hombres enamoró.

- Perfume… - dijo ella saboreando las palabras – Trato echo!

Y ese olor del perfume de esencias de sándalo, se esfumó de por las callejuelas de Nahab, y buscó mar adentro a alguien que conservara un recuerdo imposible de perder.

Viajó kilómetros por alta mar, hasta toparse con un barco de velas negras, tripulado por el mejor de los piratas, y la última de las amazonas.

- Qué ocurre, querida? – dijo él al ver que su mujer se paraba en seco y miraba hacia atrás

- Nada… - respondió, apartando de su cara la larga melena de rizos castaños que ahora poseía – me ha parecido oler a… perfume

- Debe ser ella – sonrió divertido, acercándose y dándole un pequeño toque a la cuenta de color verde que ella llevaba en el pelo – que se ha rendido a otro frasco.

La abrazó, abarcando las curvas que se habían acentuado en el cuerpo de la muchacha, la besó en el cuello, como últimamente había cogido la costumbre de hacer y la dejó para ir a controlar de nuevo el timón.

- Hacia dónde nos dirigiremos esta vez, Capitán?

- Hacia donde siempre, querida. Al horizonte.

Y las risas cómplices quedaron atrapadas en el tiempo. Puede que no fuesen recordados eternamente. Puede que no hubiesen tenido una vida honorable. Puede que se mereciesen el infierno por sus fechorías. Incluso puede algún día el mar que tanto amaban les arrebatase la vida que habían decidido vivir.

A penas importaban todas estas incógnitas… pues ya nadie les podría quitar lo único que era verdaderamente suyo. La libertad.


END


Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín;

bajel pirata que llaman por su bravura el Temido en todo el mar conocido del uno al otro confín.

La luna en el mar riela, en la lona gime el viento y alza en blando movimiento olas de plata y azul y ve el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Estambul:

--"Navega, velero mío, sin temor que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor.

Veinte presas hemos hecho a despecho del inglés y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar.

Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra, que yo tengo aquí por mío

cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa sea cualquiera, ni bandera de esplendor, que no sienta mi derecho y dé pecho a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar.

A la voz de ¡barco viene, es de ver cómo vira y se previene a todo trapo a escapar: que yo soy el rey del mar y mi furia es de temer.

En las presas yo divido lo cogido por igual: sólo quiero por riqueza la belleza sin rival.

Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte! Yo me río: no me abandone la suerte, y al mismo que me condena colgaré de alguna antena quizá en su propio navío.

Y si caigo¿qué es la vida? Por perdida ya la di cuando el yugo del esclavo como un bravo sacudí.

Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, a mar.

Son mi música mejor aquilones, el estrépito y temblor de los cables sacudidos del negro mar los bramidos y el rugir de mis cañones.

Y del trueno al son violento, y del viento, al rebramar, yo me duermo sosegado, arrullado por el mar.

Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar


Gracias. Absolutamente a todos. Desde la primera persona que leyó el primer capítulo, hasta aquellos que aún quedan por leerlo. Espero que os haya gustado este final. Me hubiese gustado que hubiese sido mas espectacular, pero… bueno… el estrés… la mala alimentación… ya sabéis…

Gracias a los que han dejado reviews hasta el momento, a los que me han enviado mails, a los que me han agregado a su messenger y he tenido la oportunidad de conocerlos. A algunos para bien, a otros para no tan bien

Soy lo peor en recordar nombres, pero estoy agradecida a todos y cada una de esas personas que se molestan en escribir un comentario al acabar de leer. Puede que no os lo digan a menudo, pero hace muchísima ilusión, y te anima a escribir con mas fuerza. Una palabra de aliento en los tiempos en los que no sabes que poner en la hoja en blanco, siempre nos salvan de un apuro.

Por eso os animo desde aquí a que sigáis escribiendo vuestras opiniones, porque seais como seais, os haya gustado lo leído o no, estareis ayudando a completar las historias, y a animar a mejorar a los autores. Una buena crítica alegra un día, una mala crítica se soporta y se mejora. Todos los que escribimos somos lo suficientemente maduros para no enfadarnos por una queja (excepto dos o tres almas de botijo que hay por aqui sueltas...¬¬)

Un beso a todos, y hasta pronto.

Dawitch, Neherennia