Edificios, edificios altos y de oscuras fachadas, amplios ventanales llenos de fulgente luz, de calle oscuras y de retorcidas formas, de cielo sin luna y sin estrellas, vació, muerto, de piso estéril y de aguas muertas, una ciudad, llena de humanos, vacía de humanidad... una ciudad, con personas y rostros, con cuerpos y almas, con voces y ruidos, con presencias pero sin nombres... nombres... nombres... lo que se le da a algo en un frió instinto de acercamiento, en una clara muestra del miedo innato a aquello que es extraño... nombres, etiquetas, fachadas, razones, existires... poemas en prosa, haikus de lo inevitable, una forma de acercarse a algo... a alguien... letras, silabas, palabras... sonidos... ¿Cuál es la verdadera importancia?... ¿En realidad es su existir valioso?... ¿Es acaso solo una efímera gala sobreusada?... nombres... todo tiene nombres... cosas... animales... plantas... personas... ficciones... materia... pero... ¿Para qué?... ¿Cuál es la razón de ellos si en realidad no te importan sus dueños?... ¿De que te sirve saber el color del arcóiris en un mundo sin colores?... ¿Cuál es la razón de un mapa cuando no hay tesoro que buscar?... ¿De que sirve un nombre, si no te importa quien es su dueño?... personas... personas sin rostros, siluetas de personas, solas, juntas, en grupo, dos, tres, cinco, millones... ninguna sin regresar la vista, ninguna sin acercarse, ninguna sin hablar, ninguna sin atañerle... no tienen rostros, no tienen facciones, no tienen vida, no tienen muerte, no tienen nombres, no por naturaleza, sino por qué, en realidad... no importan... nadie importa... nada importa... solo andar... solo seguir... entre la solitaria multitud... entre los mares de nada... entre los ríos de lo superfluo, entre las sombras y sus propias sombras... un camino largo, sinuoso, infinito... una caminata igual... una eterna herida sin curar... caer... caer a mitad de la nada... caer a mitad de todo... ¿Levantarse?... ¿Para qué?... no hay razón, el camino siempre seguirá... una voz... ¿Una voz? Una melodía... una de esas figuras sin rostro... una de esas personas sin nombre... una de esas figuras sin facciones... se acerca, paso a paso hasta estar aquí... frente a frente... su rostro... su rostro distinto al de los demás... no vació, no estéril... el mar... el mar en su inmensidad, el mar en su durmiente furia, el mar en su exótica existencia... el mar en sus ojos... y en su mano una luz... en la mano extendida, en la mano para continuar... en un gesto silencioso y que a su vez grita a todo volumen... una razón para seguir... una figura cuyo nombre si podría importar... Él.

TODOS LOS NOMBRES...

Por las calles del mundo vaga una muchacha con la soledad a flor de piel... su ojos al frente, viéndolo todo, sin mirar nada, al igual que todas las personas en este lugar, caminando, corriendo, moviéndose, sin prestar importancia a quienes los rodean, a los demás... los demás, cuyos problemas tan efímeros no son siquiera comparables... lo demás, que tan fácil tienen la vida... los demás, cuyas razones no podrían valer más que las piedras en el suelo... los demás... olvidando siempre, que todos son los demás de los demás... Ella.

Ella que va por el mundo, reciprocando su falta de interés... no solo por las personas, sino por los alrededores mismos... ver sin mirar... ver el cielo sin mirar a las juguetonas nubes danzando con el viento. ver el suelo, sin mirar a las plantas que luchan contra todo por crecer en las pocas islas de tierra que adornan el estéril concreto de la ciudad. Ver el sol sin mirar su sangrante fachada, sus moribundos rayos despidiéndose de las multitudes bajo el. Ver las fachadas de los edificios, sin mirar la perfección de su construcción, la evolución del humano, la fortaleza para construir lo que le dará sustento diario. Ver a las personas, sin mirar sus rostros llenos de tristeza, de felicidad, de preocupación, de aprensión, de suspicacia, de ignorancia, de impotencia. Ver las montañas a lo lejos, sin mirar la inmensidad del verde, de los árboles que reclaman un lugar para vivir, de las plantas silvestres que trabajan en crear el aire que sustenta. Ver al otro lado el mar, sin mirar su pasiva inmensidad, su traicionera fachada, su azul mentira y su cántico visual del vaivén de las olas. Viéndolo todo, sin mirar esos pequeños milagros que por ser diarios se dan por garantizados.

Ella que anda por andar, existe por existir, respira por respirar... vive por no morir... no muere por no sufrir... vive sin sufrir... vive sin vivir... dentro de las altas murallas de apatía, separada de la corrupción, separada de la malicia, separada del dolor, separada del sentir, separada de la esperanza, separada del alfa y el omega...

El camino se acorta para Ella, el camino que transita como todos los días, después de su visita al parque, cuando ha terminado de leer sus libros de asares conocimientos, de furtivas letras, de títulos sin importancia, pero, con un mensaje que se grava en lo más profundo de su conciente. Ella continua andando, sin prestar atención a su alrededor, pensando en las mil y una cosas que hay en su mente, la historia, la escuela, la vida, la soledad, la compañía, una persona, un ser, esos ojos de mar que se acercan a iluminar su camino.

Hace poco más de dos horas que salió del restaurante donde compartiera una comida en compañía de otras personas, sus amigas, sus compañeras... otras personas, una comida agradable, un ambiente soportable, una platica efímera... un momento... aceptable, sin risas, pero, sin llanto tampoco, un momento normal.

Ella comenzó a caminar más por inercia que por querer llegar a algún lugar su mente sumergida en un monologo interior ignorando al mundo exterior, ignorando a las personas a su alrededor, ignorando al viento que rozaba sus mejillas, ignorando los cientos de voces a su alrededor, ignorando la carretera por la que atravesaba, ignorando al automóvil que se acercaba a Ella a gran velocidad, ignorando que su conductor no estaba en condiciones para detenerlo.

No fue sino hasta que las luces golpearon su cara que Ella se dio cuenta que lo siguiente en golpearla seria la mucho mas peligrosa carrocería del auto fuera de control, Ella giro la vista de las luces cerrando los ojos y tanto instintiva como inútilmente puso sus brazos frente a ella a modo de escudo ante lo que parecía inminente aunque sus labios nunca se abrieron, instantáneamente ella sintió que algo se apoyaba en su espalda y como algo rodeaba su cuerpo con tacto suave pero con mucha firmeza, su mente no acababa de registrar esto cuando sintió un tirón en todo su cuerpo, con tal fuerza que la levanto del suelo disparada por el aire y como su leve vuelo se detuvo tras un golpe seco que se oyó cerca de ella, aunque ella no parecía sentir dolor alguno.

Sus ojos estaban cerrados con fuerza, no veía nada, solo oía varios murmullos y palabras ininteligibles de personas que al parecer la rodeaban —¿Estas bien?— Se oyó una voz profunda, suave y firme a la vez obligándola a abrir los ojos, y se observo en el suelo, en el suelo de una acera, la acera a la que intentaba llegar momentos antes de que el auto estuviera apunto de golpearla —¿Estas bien?— se repitió la voz obligándola a girar la vista hacia donde ella calculaba era el origen de esa insistente pregunta encontrándose a centímetros de distancia de un joven rostro humano, lo primero que ella vio eran un par de ojos intensamente azules y profundos como el mar que reflejaban una gran preocupación mientras se fijaban en Ella quien seguía deslumbrada con esa intensa mirada, paso algún tiempo ¿Segundos?... ¿Horas?... ¿Días? Ella no lo sabría decir, pero hasta ese momento ella se dio cuenta que sus brazos estaban firmemente aferrados a Él, que su corazón latía con una fuerza tal que podría salir de su pecho y que un calor intenso recorría su rostro en lo que solo podía ser descrito como un intenso rubor, síntomas que su razón atribuía ala situación tan extrema que acababa de vivir con ese automóvil.

—¿Te encuentras bien?— por tercera vez se escuchó esa voz, esta vez Ella pudo ver esos suaves labios moverse al dar paso a esa voz —Sí—una segunda voz llego a sus oídos, era suave, ligera y monótona, su propia voz —Que bueno, me alegra— dijo la primera voz mientas su dueño dibujaba una sincera sonrisa en sus labios mientras ella seguía observando ese rostro frente a ella, observaba sus intensos ojos, suaves y aun así, masculinos rasgos, su corta cabellera azabache, su respingada nariz, su... —¿Puedes ponerte de pie?— interrumpió la voz a sus pensamientos trayéndola de nuevo a su situación, Él yacía en el suelo sentado recargado contra algo permitiéndole una posición erguida, Ella estaba recostada sobre Él, en su regazo para ser exactos, en ese momento ella soltó sus brazos y se separo de Él mientras una voz muy queda gritaba algo en su mente, se enderezó y permaneció sentada en el suelo mientras Él se levantaba, una vez de pie Él le ofreció su mano, Ella la tomo y se incorporo frente a Él —¿Estas segura de estar bien?— pregunto Él sin soltar su mano —Puedo llamar una ambulancia, o acompañarte al hospital, o con un familiar...— Continuó sin esperar la respuesta a la primera pregunta que hizo, ella simplemente movió la cabeza negativamente —No es necesario, me encuentro ilesa— fue la respuesta que dio Ella

En ese momento un destello carmesí la obliga a girar la vista hacia el hombro de Él y ver una línea de rojo liquido caer al suelo recorriendo a lo largo su brazo, instintivamente gira la vista hacia donde Él estaba sentado anteriormente y observa que aquello en lo que estaba recargado era un estacionario buzón de aluminio, ahora abollado por lo que se puede intuir como un fuerte golpe, entonces observo que el lugar donde Él tenia su hombro apoyado tiene una hojas de aluminio peligrosamente expuestas. regresa su vista a Él —Pero tu no estas bien— dice Ella con su voz suave pero con un dejo de preocupación —¿Huu?— fue la poco elocuente respuesta de Él —Tu hombro— Dijo ella fijando su mirada hacia el miembro superior del joven quien al ver la sangre mueve su mano opuesta para cubrirse, fue en ese momento que Ella se dio cuenta que hasta entonces aun sujetaba su mano —No... no es nada grave— dijo Él —Lo importante es que tu estas a salvo— completó con otra sonrisa dibujada en su rostro, Ella mira con una curiosidad científica esa sonrisa dibujada en sus labios, mientras otro instante incalculable pasó

Repentinamente una mueca de sorpresa cubre el rostro de Él e inmediatamente su brazo izquierdo sube a la altura de sus ojos para observar su reloj —Lo siento— dijo Él con preocupación mientras retiraba el brazo de su rostro —Pero tengo un asunto muy importante que atender— nuevamente fija sus ojos en Ella —¿Estas completamente segura de estar bien?— volvió a preguntar, Ella solo respondió asintiendo con la cabeza, Él sonrió de nuevo —Que bueno, y por favor ten más cuidado la próxima vez que cruces una avenida... uno nunca sabe que pueda pasar— dijo Él mientras Ella asintió nuevamente en silencio —Bueno...— dijo Él —¡Adiós!— se despidió e inmediatamente dio media vuelta emprendiendo una carrera a través de la calle —Espera— Pareció susurrar un leve suspiro nacido de los labios de Ella, fue tan leve que temió que Él no lo escuchara, sin embargo, Él se detuvo en seco y giro la vista hacia ella con curiosidad —Gra...— levemente pronuncio Ella —Gracias— Él la miro fijamente y le respondió con una sonrisa más, quedándose por un instante completamente quieto en su lugar como si esperara algo, ella nuevamente se perdió en su mirada hasta que Él la desvió a su reloj y con un ademán se despidió nuevamente de ella continuando su presurosa carrera —¿Cuál?... ¿Cual es tu nombre?— era lo que decía un leve susurro que se movía tímidamente en el aire luchando por llegar a su destino, pero este murió entre los murmullos citadinos antes de llegar a los oídos del acelerado joven.

Continuara...