Protocolo


No había querido partir como si todo se tratase de una huida. Wei Ying conoce mejor que nadie lo que se esconde dentro del corazón de Jiang Cheng, no hay manera de que todo eso no lo haya hecho sentir inferior. (1)

Él es el líder de secta. No es más su Shidi a quien puede molestar con bromas absurdas.

—Hay que descansar aquí —dice Lan WangJi, observando con cuidado los alrededores del claro—. Instalaré una matriz de protección.

Wei Ying no necesita que le indiquen lo que sigue, empieza a desempacar lo poco que han almacenado en sus bolsas qianku y prepara un pequeño campamento, iniciando por una fogata.

Ya empieza a hacer frío, el verano ha dado paso al otoño y las corrientes de aire son cada vez más fuertes, en su cuerpo habitual el clima no sería un problema y ni siquiera pensaría en ello, pero ahora... Es mediocre y es normal. Si quiere permanecer sano hasta acabar con Wen RuoHan tendrá que proveerse contra el frío mientras esté viajando.

Cuando Lan Zhan vuelve lo encuentra masticando un poco de carne seca y terminando una bola de arroz; eso y agua es todo lo que conseguirán a menos que cacen o intenten entrar en un pueblo.

—Tienes frío —Lan Zhan le entrega una manta sin siquiera un poco de vergüenza. Al parecer carga con un buen suministro.

—No te preocupes, Lan Zhan, un hombre no necesita tantos cuidados y menos cuando está en la guerra.

El otro le mira un momento, solo para proceder a guardar la tela de la bolsa de donde la sacó. Sus movimientos son tan sutiles como sus pasos, el acto de sentarse es casi un ritual para purgarse y la meditación que prosigue no es más que una extensión misma de su existencia. Si alguien de su generación llegará a la inmortalidad, ese es el Segundo Jade de Lan.

Las cosas son así con Lan Zhan, tranquilas, poco dramáticas. Wei Ying a veces está inquieto ante eso, otras veces solo lo toma como viene: un bálsamo de paz. No debe responder a los gruñidos de Jiang Cheng, ni a las preocupaciones de su hermana, ni sentir que falla a la secta Jiang con cada día que pasa sin que las cosas mejoren. Está bien, está con Lan Zhan, no hay nadie más en kilómetros a la redonda y la energía resentida no se ha alterado. Puede con ello.

Mastica con más lentitud, mirando a su compañero. Hay un poco de tierra en el borde de su túnica, uno de sus cabellos se ha salido del perfecto peinado y una arruga imperceptible se está instalando junto a la comisura de su boca. Aun así, el conjunto de Lan WangJi sentado en el pasto de un bosque, en un naranja atardecer de otoño, es suficiente para hacer suspirar hasta al más cínico de los hombres; porque Wei Ying se considera un poco cínico, aunque no pueda despegar la vista de aquella aparición.

Se queda allí en silencio, observando, mientras la madera se quema lentamente frente a sí. Hay una lejana reminiscencia en sus sentidos de algo así: la naturaleza, el fuego, la compañía y la paz. Tal vez sus padres. Antes de darse cuenta, cae dormido. Su sueño es pacífico, lejano a la algarabía habitual que supone la repentina pelea de la energía yin dentro de sí, en su lugar hay suspiros amilanados, cálidas ventiscas y una ligereza poco habitual. Alcanzar la iluminación debe ser como esto, la felicidad perpetua llenando te desde dentro, haciendo de tu existencia una delicia. (2)

Cuando despierta, muy temprano en la mañana, lleno de una energía menos voluntariosa y más sosegada, se da cuenta que algo en Lan WangJi ha cambiado. No es sólo que le dejo su capa en la noche, permitiéndole algo de calor extra, sino que le mira de una manera que sabe no es la habitual.

Él no quiere preguntar. Teme preguntar. Nunca ha recibido respuestas satisfactorias a sus preguntas, ni a las más trascendentales ni a las más inocentes. Recogen sus pocas pertenencias con afán calculado, apenas si hay murmullos que puede considerarse plática.

Retoman el camino, no se presentan oportunidades de pelear o esconderse, el bosque es despejado, con árboles más bien bajos y una techumbre pobre. Wei WuXian tiene la sensación constante de que su compañero le presta atención especial cuando demora mucho en avanzar, o se tropieza, o parece tener algo de cansancio. Los ojos de un águila sobre una presa. Suspira, no hay nada que pueda hacer. El año, la vida, sigue su curso sin importar si los hombres ganan o pierden guerras, si pierden o conservan su vida.

Al final de la tarde llegan a una aldea. Es grande, así que ve como Lan Zhan se deshace de la cinta de su frente y la amarra firme a su brazo, lejos del borde de la túnica; es la primera vez, desde la fatídica estadía en aquella cueva, que ve su frente desnuda, siente que es indigno de tal halago. También suman a su atuendo, capas de viaje color marrón, lo que oculta los buenos trajes que llevan debajo.

— ¿Debemos pasar de largo o nos quedaremos? —pregunta de manera ansiosa, necesita quitarse de encima la sensación de persecución, y sus pensamientos.

—Necesitamos información.

Es correcto, no pueden continuar tan a ciegas como van. Puede que la fuente de Lan XiChen les haya facilitado información sobre los puestos y los movimientos planificados, pero dado que Nie MingJue no quiere que nadie lejano se entere de la misión, no permitió que fuera de conocimiento más allá de los tres líderes de secta y sus segundos al mando.

—¿Qué tal ir al mercado y pasar por una posada? —sugiere con rapidez, pensando en aprovechar el momento para una comida caliente—. Ahí siempre hay viajeros o noticias de ellos.

—Una no muy grande.

Asiente en respuesta. Sabe que si van a un lugar muy concurrido, o famoso, las fuerzas Wen pueden detectarlos antes de poder dar su golpe de gracia, o reunir suficiente información para planificarlo mejor. Aun así no puede desperdiciar la oportunidad de hacer algo que valga la pena y espante de sí la sensación de los ojos claros de Lan Zhan sobre su espalda.

Se adelanta por entre las callejas, escucha los pasos a su espalda siguiéndole con seguridad, un poco de su incomodidad se disipa por la distancia. Las personas que van por la calle a penas si les dan una segunda mirada, debe ser un pueblo habituado a los extraños.

Llega hasta una calle que desemboca en una pequeña plaza, puede ver un par de tiendas, una de ellas expone telas para tinturar y la otra tiene hierbas de boticario en exhibición, ambas pruebas de que es un paso frecuente de viajeros. Más adelante, cerca de la esquina, hay faroles decorativos y campanas que insinúan una comodidad estética que solo las mujeres bien formadas, excelsamente perfumadas y hábiles en las sabanas pueden otorgar. En otro momento, entraría allí solo para fastidiar a Lan Zhan, este no es el momento adecuado. En cambio, nota frente a éste, otro establecimiento más pequeño y modesto.

Se vuelve para buscar a su acompañante. Lo encuentra observando a un grupo de niños que juegan con un aro a unos metros tras ellos, en el recodo de una callecita. Lan Zhan tiene algo suave en la manera con que observa criaturas tan indefensas.

—Vamos, Lan Zhan —le llama, tirando de una de sus mangas—. Luego puedes soñar despierto con los hijos que te dará tu esposa.

Sin vacilar, lo arrastra hasta la posada. Es pequeña, pero limpia, y la atiende una sonriente muchacha que corre entre los visitantes atendiendo a sus pedidos. El aire está cargado de ligeros acentos de hierbas aromáticas y té.

Se acercan a una mesa y esperan a la chiquilla. Wei Ying sonríe cuando esta se acerca, lleva un traje limpio y sus manos sujetan con fuerza una bandeja plagada de tazones de sopa y tacitas de té.

—Hermana, buena tarde —saluda con comodidad—. Mi amigo y yo vamos de paso, necesitamos donde pasar la noche y algo de comida.

—Podemos solucionar ambas cosas —su respuesta es cortés, suave, pero no hay en ella ningún signo de interés particular. Están haciendo bien su trabajo de no ser sospechosos. Inmediatamente ordena una comida sustanciosa, con el dinero que le facilitó Jiang Cheng está seguro de poder cubrir una o dos buenas comidas. Mira a Lan Zhan para dejarle que pida, pero él solo responde que pueden traerle lo mismo.

Está seguro que pidió al menos dos platos de carne ¿Dónde ha quedado el ascetismo de su amigo?

Mientras la chica vuelve, su mirada vaga por entre la clientela. Hay muchos mercaderes, o hijos de ellos, también hay una mesa con muchachos jóvenes de túnicas finas que deben pertenecer a la nobleza local, seguro que están allí para pasar desapercibidos antes de entrar en el burdel del frente. A algunos privilegiados ni la guerra ni el hambre les afectaban nunca los placeres. Cuando se enfocó de nuevo en Lan Zhan lo notó con su mirada también allí, frunciendo el ceño; Lan Zhan también era rico, pero nunca de los que harían algo tan frívolo (o poco ético) como tocar a una mujer que no fuera su esposa.

El hecho lo llevó a recordar el incidente de ZeWu-Jun y su shidi. ¿Significaba algo para los Lan que sea un chico? ¿Es como un atajo sin revisar en sus reglas, o acaso sus maestros tienen un ego tan alto que nunca han imaginado que alguno de ellos pueda encontrar atractivas las habilidades de un muchacho? Le molesta, su shidi no merece tal desprecio si las cosas son tomadas a la ligera por ZeWu-Jun, aunque tampoco puede estar seguro de que Jiang Cheng no esté usando todo eso como una forma de sentirse en control de algo o cerca a alguien ahora que todo es tan incierto y, tanto él como su shijie, no pueden ayudarle. Ser líder de secta suena como un dolor de cabeza constante.

—Aquí tienen —no escuchó volver a la muchacha, mucho menos pudo controlar el momento en que Lan Zhan dio a ella unas monedas después de dejar los platos en la mesa—. Después de comer alguien más les guiará arriba. Lamento informarles que no tenemos más que una habitación disponible, alguien nos reservó la mitad del lugar temprano.

—No hay problema. Gracias —la frialdad en las palabras de Lan Zhan hace que Wei Ying quiera pedir perdón en su nombre, pues la chica parece un poco angustiada.

—Hermana, debe perdonar a mi amigo, tiene unas reglas de vida bastante estranguladoras —dice con una sonrisa, causando que ella se sonría a su vez—. Pero, debería contarme quién tiene tanto dinero para alquilar la mitad de la posada.

La sonrisa de ella se borra rápidamente.

—No quiero ser yo quien se lo diga, pero la guerra entre los clanes de cultivo es difícil en la frontera. Aquí estamos a salvo porque los hombres trabajan en la mina y son proveedores de mucho de muchas de las herramientas para ellos, pero más adelante es complicado —mira hacia atrás antes de acercarse para confiarle—. Vendrán en la noche... uno de esos clanes, llevan ropas llameantes y un sol. No es conveniente que los interrumpan, se irán en la mañana sin que los vean.

Wei Ying le da una sonrisa y luego palmea su hombro, en una sombría comprensión. La gente normal nunca quería tener que ver con las guerras, ni los cultivadores ni el emperador les importan tanto como sus casas, sus cultivos, sus niños y sus trabajos. Tendrán que ser cuidadosos para no alterar a la población, pero seguirlos es algo que facilitaría toda su misión, o entrar en la noche y deshacerse de ellos antes de que puedan llevar información a la Ciudad Sin Noche sobre los pasos fronterizos; hay tantas posibilidades de...

—Wei Ying —dice Lan Zhan—. La paciencia es bien recompensada. Come.

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Lan XiChen no ha tenido noticias de su hermano en días y mucho menos algún indicio de mejoría en medio del campo de batalla. Su posición, comandada por Nie MingJue, sigue un estricto régimen que puede camuflar las dificultades de la guerra, pero no sus consecuencias obvias: Se están quedando sin tiempo.

No importa cuánto resistan, al final los números de la secta Wen son mayores y todo minuto que pasa es ganancia para ellos tanto en terreno como en posibilidades de obtener apoyo de LanLing si las cosas se complican demasiado.

—Si Jin GuangShan decide que perder no es una opción para él, nos estará atacando por la espalda y no podemos luchar en dos frentes —declamó esa misma tarde el líder de la secta Nie, después de revisar una vez más su mapa de campaña y constatar que no hay manera de mover sus tropas sin arriesgar la pérdida de buena parte de estas.

Ahora, en su tienda de campaña, con un intento de meditación de por medio, Lan XiChen reza a los dioses en los que nunca piensa por un poco de buena suerte a favor de los suyos. No es justo que todas sus formas de vida de extingan bajo el yugo de un loco ¿vale tan poco el conocimiento y la pericia humana? Piensa en su casa bajo el fuego, en su hermano defendiendo los libros del saqueo y en sí mismo huyendo por estrechos caminos tallados en el borde de los abismos en las montañas de Gusu.

No quiere ser el último de los Lan que lleve el título de líder.

Su mente convulsa lo expulsa lejos de la plenitud y por tanto desecha la idea de la meditación. Al abrir los ojos, encuentra su pequeño lugar iluminado por un brasero que es alimentado con algo de madera de pino; da una sensación vacua de un bosque fresco a inicios de primavera. Le pesa, no quiere algo como aquello. Quiere contarle a alguien que las cosas van así de mal, que se siente agotado y que solo desea volver a casa, a su cama blanca y sus libros pulcros.

El sollozo de alguien, en su memoria, rompe sus fantasías de una paz ficticia. Hay quienes no tienen un hogar al cual regresar.

Le ha escrito a Jiang WanYin en varias ocasiones con motivos políticos y tácticos, dejando entrever su preocupación genuina por el otro, en medio de las francas líneas de sus cartas. No ha recibido respuestas directas, sólo confirmaciones de situación y avances del frente.

No tiene muy claro qué fue lo que salió mal antes de la partida de WangJi con el Maestro Wei, sólo sabe que el líder Jiang no se comportó más tan abierto como antes. ¿Había dicho o hecho algo su hermano para agraviarlo? ¿Tiene algo que ver el hecho de que Wei WuXian fuese con él? Cada vez que piensa en ello se llena de un oscuro pesar en pecho, pues sospecha que su DiDi no toma consciencia del camino que lleva el jóven maestro Wei.

De forma distraída, tira de las puntas lisas de su cinta para la frente. Cuando era pequeño solía hacerlo conscientemente para no gritar cuando se sentía frustrado, ahora es un signo creciente de sus preocupaciones.

—Líder de secta —llama alguien desde fuera—. Ha llegado correspondencia.

—Entra, no hay problema —dice, mientras deja en paz su cinta sobre el hombro. Un cultivador invitado entra con cuidado, hace una reverencia y deja frente suyo una caja de madera fina con una carta.

—¿Quién ha enviado esto? —el terror roe debajo de su consciencia ante la idea de que allí dentro vaya una amenaza. Nadie envía ese tipo de regalos en un campo de batalla.

—¿No lo reconoce, señor? Es la caja que usted dejó en posesión del Líder del clan Jiang antes de abandonar...

Oh, así que en respuesta a su preocupación le han devuelto su regalo. Tal vez no debió tomar tan a la ligera el mal humor de Jiang WanYin. Aunque, no va a admitirlo en público, el hecho de que lo hubiese llamado Lan XiChen en público impidió que mirase con claridad lo que implicaba toda la situación política en ese momento.

—Puedes retirarte —le instruye al muchacho, que se marcha luego de una reverencia.

Mira la caja un tiempo, así como la carta. Teme las duras palabras que pueden hallarse dentro, al tiempo que reza por qué todo sea un malentendido. ¿No sería justo que ganase un amigo entre sus aliados de guerra, que no sólo beneficiase la inclinación de su hermano por el joven maestro Wei, sino que además tendiera una amistad franca entre Yunmeng y Gusu? Sería demasiado pedir, y lo sabe.

Cuando rompe el sello purpura de la secta Jiang, no se encuentra con la carta oficial que espera, sino con las líneas de un poema que sería ocioso revisar en las monásticas aulas del Descanso de las Nubes.

Delante de la cama, la luz de la Luna brillante,

Creí que era escarcha sobre la Tierra.

Levanté la cabeza, vi la Luna brillante,

Bajé la cabeza, y pensé en el hogar lejano. (3)

No es una disculpa, pero tampoco puede encontrarlo ofensivo. Suena a una oferta de paz desde un punto medio, el anhelo de ambos por volver al hogar y acabar con todo esto. Hay ligereza en el trazo de la pluma, la disciplina de una carta estudiada, repetida, para no cometer errores. Lan XiChen no puede evitar el pensamiento del hogar ligado a su tío, que intenta reconstruirlo, y a su padre, que murió defendiendo su propia prisión.

El hogar, piensa, es a veces más una carga que un alivio. Tal vez sea de la misma manera para Jiang WanYin ahora que está solo, completamente solo.

Sin motivo, Lan XiChen siente que hay lagrimas atascadas en sus ojos, el peso de su carácter, su línea de sangre y su título son opresivos; el muchacho que soñó con ser el mejor en todo era ingenuo al pensar que la perfección conlleva algún tipo de paz, no es más que una constante pared entre el mundo y uno mismo. Lan XiChen quiere un poco del lodo que arrastran en el borde de sus túnicas los discípulos más relajados, prueba de que es más que una marioneta del destino que no puede más que mostrar una cara bonita en la política y un brazo imparable en la batalla. Suspirando, hace retroceder el pesar y deja la carta con cuidado sobre su mesa de trabajo.

El té que había puesto en esa caja debe estar en mal si ha sido devuelto, lo mejor es deshacerse de él cuanto antes. Desbloquea las aldabas de cobre para levantar la tapa, dentro, envuelto en la misma seda azul que él preparó se encuentra un recipiente de barro cocido sellado y marcado con la flor de loto. Se ve burdo encontraste con el delicado material debajo, aún así sus manos tiemblan mientras destapa el sello y se encuentra ante una piscina oscura dentro. El líquido es espeso y huele a minerales y flores. No tiene que poner su dedo dentro para saber que no es negro, sino purpura, lo que se concentra allí.

—Así que es enserio lo del cortejo (4) —la voz de Nie MingJue le hace brincar en su puesto, una gota del pigmento salta a la manga de su túnica y no quiere pensar en que será imposible sacarla—. Hasta hoy pensé que se trataba de un chisme malintencionado de los Wen o...

—¿De qué estás hablando? —Confundido y sorprendido son las mejores descripciones para su estado— ¿y pasó algo? ¿Hay que ir al frente?

Nie MingJue no vendría a buscarlo si no fuese urgente y necesario.

—Nada de eso. Me dijeron que había un mensaje urgente desde el puesto de avanzada de la secta Jiang, pero veo que solo era un regalo de cortejo.

—¿De cortejo? —repite de manera automática, tratando de encajar dónde y cuándo había habido una insinuación como aquella. Su único trato con la secta Jiang era a través de su líder y su segundo al mando, ni siquiera ha visto más de dos veces a la señorita Jiang.

—Creo que estas equivocado. No estoy cortejando a nadie.

Hay una risa socarrona de parte de su amigo, seguida de una palmada de éste en el hombro con condescendencia. Son pocas las veces en que Nie MingJue ríe de manera tan abierta, sobre todo desde que la guerra inició y tuvo que dejar el Reino Inmundo. Lan XiChen siente que ser el objeto de burla, aunque poco caballeroso, es lo más amable que puede hacer por su amigo, así que lo acepta de manera genuina y deja salir su propia sonrisa.

—Ayer escuche a uno de mis oficiales decir que habías invitado a dormir al heredero de la secta Jiang a tu cama, lo seguiste a entrenar en una rabieta y después le hiciste un regalo caro en medio de todo el campamento. Ni WangJi ni el joven maestro Wei se atrevieron a contradecirlos y por eso aceptaron la misión de infiltrar a los Wen —explica su amigo, mirando el regalo en sus manos con una ceja levantada y una sonrisa ladina—. Creí que no serías capaz de algo así, pero veo que...

El Primer Jade de Lan deja de escuchar, se pierde en las implicaciones de todo lo que significan esas palabras; palabras que han rondado de un ejército a otro en todo el frente ¿Es por eso que todos son más amables con él desde que se separó de los Jiang? ¿A eso se debe la diligencia de sus discípulos invitados para llevar mensajes a todos sitios, por muy lejos que pueda estar? Todos creen que está teniendo una aventura con otro líder de clan. Mira de nuevo la vasija de barro que contiene el insumo material más caro en todo el campamento, piensa en el muchacho que llorará unas semanas atrás contra su pecho ahogado por pesadillas ansiosas que le desgarraban desde dentro. Sabe que no puede traicionar esa confianza, mucho menos luego de una disculpa tan elaborada.

—No está pasando eso, pero no le puedes decir a nadie —dice, poniendo la tapa a su nueva propiedad y regresándola a su caja.

—¿Me estas pidiendo que mienta, A-Huan? —no debería sentirse intimidado, pero el tono familiar hace que quiera refutar más como el discípulo que ha dejado de ser que como el maestro que es.

—No es mentira si no estás diciendo nada.

—¿Estás seguro que no es verdad?

—Sí, solo es un amigo al que quiero cuidar.


Notas de autor:

(1) En los valores tradicionales de los héroes Xia, el principio número 3 habla de la libertad individual y el 4 de la lealtad personal. Aunque esto constituye el camino del héroe para las culturas asiáticas, también implica la ruptura con los lazos de poder y el renegar del reconocimiento de autoridades más allá de la propia. Al Wei WuXian tomar decisiones sin consultar a su líder de secta está desprendiéndose de su familia, no solo en términos sociales, sino también morales y éticos, dando a entender que sus enseñanzas son poco relevantes en su vida.

Esto también sucede en la novela y es el punto de partida de todo lo malo que sucede más adelante.

Tomado de: Es traducción del artículo Fighting Heroes: The Core Values of the Xia Tradition in EarlyChina, publicado en el Journal of Asian Martial Arts, volumen 20, número 3 (8-21),2011

(2) Los principios del Tao dicen que: "¡Si, un alma humana que fue inicialmente unapequeña chispa de conciencia —puede convertirse en laLlama del Amor Divino y el Océano de Calma Clara, elFoco de Sabiduría acumulado en el Universo, y también la Herramienta de Poder del TaoEterno—!Sí, un alma encarnada puede crecer hasta merecerel derecho de convertirse en Parte del Gran Océano dela Conciencia, ¡el Cual maneja todo en el Universo!¡Este es el logro de la Inmortalidad de los Dioses!" Es decir, la inmortalidad no solo está en el camino físico, sino también en el espiritual y por eso los dioses pueden morir o hacerse demonios, pues deben mantener cultivando en el amor, la calma y la búsqueda de la sabiduría para continuar manteniendo su poder.

Tomado de: Huang Di :Tratado sobre el Poder de la Calma, el Amor, y alcanzar la Inmortalidad. Taoísmo, recopilación de textos. Vladimir Antonov.

(3) Poema Pensamientos Nocturnos de Li Po. Este autor, aunque es una persona real, no se sabe exactamente las causas de su muerte, se considera que ascendió como deidad hacia la inmortalidad. Llevaba una vida en libertad, que regía por los preceptos del Taoísmo. Fue reconocido como guerrero, poeta, pintor, diplomático y un autentico conocedor del alcohol. (No creo que a Lan QiRen le haría gracia que sus adorados sobrinos lo leyeran)

Tomado de: Roberto Curo. Las mejores poesías chinas. Clásicos de bolsillo. 2000

(4) Como en muchas otras culturas, obtener el color purpura era difícil y extremadamente caro, además de que era el color principal asociado al taoísmo, por lo que solo unos individuos selectos de China podían usarlo sin caer en la ira del Palacio Imperial. Hubo un tiempo en el que incluso se prohibió el uso del color purpura a todo el mundo, pues solo el emperador, hijo del cielo, era merecedor de tal gracia. Regalar cosas con este color era una muestra de respeto, pero jamás se regalaba el color en sí por considerarse demasiado precioso. Recibir un regalo como este solo pasaba en ocasiones muy, muy especiales.

Tomado de: Qu, Xiaomeng . Study on Prohibitions of Ancient Chinese Costumes in Black Series . Asian Social Science. Canadian Center of Science and Education. 2013