Normal Pov
En medio de un pequeño pueblo se encontraba el Orfanato Sambara donde todo ocurría de forma normal, el interior del lugar y la gente que la habitaba desconocía el mal que vagaba por las calles en plena noche tormentosa en busca de la eliminación de sus enemigos.
Los golpes en la puerta sonaron como un retumbar que despertó a muchos niños y a algunos docentes, específicamente a la directora que cuando llegó a la puerta en pijama y desvelada miró a través de la mirilla sin ver a nadie más que las gotas de lluvia cayendo en la oscuridad. Abrió la puerta para cerciorarse y efectivamente no había nadie, o por lo menos hasta que bajó la mirada encontrándose con un bulto envuelto por una frazada y con un trozo de papel encima que tenía escrito de forma temblorosa Amu; siendo ya este tipo de cosas común para ella se agachó para recoger el bulto que se mantenía quieto, lo descubrió y su mirada quedó perpleja ante lo que vio.
Una pequeña bebé pálida con mechones rosados dormitaba sin idea de lo que sucedió a su alrededor previamente a su llegada, pero lo impactante eran unas orejas gatunas de color carbón que se alojaban donde deberían lozalizarse las orejas normalmente, siguió revisándola y además de tener también una cola del mismo color en la zona de la espalda baja; ya había oido sobre los bebés que estaban naciendo con características extrañas que le resultaban desagradables, sin embargo nunca se imaginó tener a una en sus brazos. Se apresuró a cubrir a la bebé y adentrarse al orfanato para dirigirse a su oficina, escondiendo a la niña para que ninguna otra persona que estuviera despierta en ese momento la viera, mucho menos los niños.
Se encerró y dejó a la neonata sobre su escritorio, sentándose en su silla pensando en lo que haría a continuación pues tenía varias opciones: la primera era abandonar a la bebé a su suerte terminando inevitablemente en muerte; la segunda era avisar a las autoridades correspondientes para que se llevaran a la bebé y se hagan experimentaciones con ella para luego ser exterminada como varios de los nacidos anormales han terminado; la tercera y la que menos le agradaba era ocultarla de las grandes ciudades y si hacía falta del resto de pueblerinos ajenos al orfanato, ya que por más asco que le produjera siquiera voltear en dirección a la pequeña no quería ser participe de un asesinato.
Su decisión ya estaba tomada, se encargaría de mantenerla viva por lo menos hasta la mayoría de edad y ya después la chica se haría cargo de su propia supervivencia.
