Un ruido sordo proveniente de la cocina despierta a Dean, con un pequeño sobresalto incluido. Reprime lo mejor que puede un bostezo y apoya las manos en la alfombra, para ponerse en pie.

Casi sin querer mira de soslayo el televisor y comprueba que sigue encendido. Observa la programación por unos segundos más antes de apagar el aparato, concluyendo que nadie puede culparlo por quedarse dormido.

¿Quién necesita programas educativos? Sólo sirven para llamar a Morfeo con más facilidad.

Luego de unas merecidas horas de sueño, el hambre llega como consecuencia. Se le antoja pudín, quizás de chocolate. Así, Dean se aproxima a la cocina, esperando encontrarse con la silueta de su madre.

Efectivamente Mary está de espaldas a él, lleva esa bata crema que le obsequiara John hace tan sólo un par de semanas atrás. La estufa está encendida y seguro ella calienta la leche para el pequeño Sammy. ¡Dean jamás pudo imaginar que los bebés necesitaban comer tanto! A veces cree que su hermanito se alimenta el doble que él.

-Mamá...- apenas le llama, Mary se voltea hacia él y le regala una sonrisa. Con una mano le llama a acercarse y con la otra bate un recipiente con una cuchara de madera. Sí, en definitiva prepara la 'cena' de Sammy.

-Ni muy caliente, ni muy fría...- le dice su madre, volviendo la vista por momentos al recipiente que contiene la leche. Dean recuerda que días atrás, su madre le dio aquella respuesta cuando él le preguntara cómo sabía cuándo estaba lista la comida de Sammy.

-Mamá, yo quiero pudín de...- antes que él pueda terminar la frase, se escucha el sonido más característico en casa de los Winchester en los últimos dos meses.

En el segundo piso, Sammy está clamando por comida. Así que Dean está consciente que su pequeño capricho de chocolate tendrá que esperar.

Inconscientemente formula un puchero en sus labios, mas antes que pueda continuar si queja, la mano materna se posa sobre su mejilla. Al instante Dean siente esa extraña picazón en el estómago, que le gusta y desespera a un tiempo. No sabe cómo explicarlo, pero las caricias de su madre le colman de una dicha inigualable, pero también de una angustia irrefrenable que no sabe exactamente de dónde proviene.

-Dame unos minutos, cariño, luego te prepararé un dulce, lo prometo...- Mary le sonríe, inclinándose para depositar un pausado beso sobre su frente. A Dean le es imposible contener una sonrisa, a pesar de las extrañas sensaciones que se apoderan de su cuerpecito, los besos de su mamá le hacen sentir el niño más especial de todo el universo- oh, Dean...-

-Dean... ¡Hey, Dean!- la voz de su hermano se escucha lejana, pero es tan insistente que Dean se abre paso entre las sábanas y divisa la silueta de Sam, algo borrosa. Tiene que restregarse los ojos para contemplar con más detalle las facciones de su hermano menor.

Sam le mira, entre curioso e incrédulo.

-¿Las sábanas malignas te atraparon?- él le sonríe divertido y Dean alcanza a torcer los labios, intentando seguirle el juego, mas le resulta imposible y se lo atribuye a la somnolencia- vamos, dormilón, tenemos un camino que seguir. ¿Sabes? Mientras tú estabas en el quinto paraíso, hice unas averiguaciones sobre unos asesinatos muy peculiares en Ohio, creo que...-

Mientras Sam continúa en su discurso sobre los extraños asesinatos recién descubiertos, Dean se pasa una vez más las manos por el rostro y contempla las sábanas por última vez antes de ponerse en pie.

Casi le duele abandonar aquel lecho... fue un buen sueño.