By Tenshi Lain
Notas en amarillo:
Esta historia es un crossover de los mangas Yu-gi-oh! y Yellow (peligro) que pertenecen respectivamente a Kazuki Takashi y Makoto Tateno.
Contendrá Shonen Ai, palabrotas y algo de violencia (pero tampoco nada del otro jueves)
La historia se desarrollará en el mundo del manga Yellow, pero si no lo conoces no pasa nada; de todas formas esta historia iría ubicada a la mitad del tomo 2, cuando todavía no se revela nada importante de la trama.
También habrán personajes de mi propia invención (para variar XD)
Cap. 3
Se llevó la mano a la cabeza y se revolvió el pelo. Se sentía tan mareado como aquella vez que montó en la montaña rusa tras comerse una hamburguesa doble con queso y patatas.
Abrió los ojos y parpadeó confundido ¿Dónde demonios estaban las goteras? No podían haber desaparecido de la noche a la mañana... y dudaba que el casero se hubiera tomado la molestia de arreglarlas mientras él no estaba ¿En conclusión? Aquel no era el techo del dormitorio de su guardilla.
Se sentó en la cama como movido por un resorte y miró a su alrededor. No, definitivamente no lo era. El lugar era demasiado pulcro para ser cualquiera de las habitaciones del cuchitril donde vivía.
Se llevó una mano a la cabeza y masajeó sus sienes tratando de recordar como había podido llegar allí. Terminó de trabajar... caminó por la avenida principal... se desvió en el callej... ¡Joder, los matones! A pero espera... aquellos dos tíos lo habían rescatado, luego no recordaba más que negro. Y ahora estaba allí, en un dormitorio desconocido que vete a saber donde quedaba, medio desnudo (añadió a la lista al levantar las sábanas y ver que solo llevaba los boxers puestos), y tan muerto de hambre como llevaba toda la semana.
Otra idea angustiosa asaltó su mente de golpe ¿Dónde estaba su mochila?
Su corazón bajó de su garganta de vuelta al pecho, al verla en el suelo bajo la ventana. Bien, al parecer no todo era tan malo...
Según el reloj de la mesita de noche era la una menos cuarto de la mañana, no tenía que ir al horno de pan hasta las cuatro, así que no había problemas de que lo despidieran. El conflicto lo tenía con la entrega. De acuerdo que tenía hasta la noche siguiente para llevarla (pasado ese tiempo corría el riesgo de perder la movilidad de sus piernas y varios dedos), pero no le gustaba tener tanto tiempo la mercancía consigo.
Entonces la puerta se abrió rebelando a alguien que se le hacía conocido. Era uno de los que le había ayudado en el callejón, el castaño.
- Por fin despiertas - le dijo con una sonrisa mientras dejaba sobre la mesilla una bandeja con lo que parecía un cuenco de sopa, zumo y algo de verdura. Su estómago gruñó violentamente - ¿Hambre? Esa es buena señal - dijo resuelto el desconocido acercándole la bandeja.
Él se la quedó mirando indeciso. Se moría de hambre, pero aquel tío era un completo desconocido. A saber donde lo había llevado y con qué intenciones. Claro que si tuviera malos pensamientos ya hubiera hecho algo. Al fin y al cabo lo tenía medio en bolas en su cama...
- Tranquilo, no está envenenada - dijo el desconocido con una sonrisa divertida.
- No, yo no pensaba que... bueno, solo... es que...
- Mejor come antes de que se enfríe - le aconsejó. El chico rubio asintió y metió la cuchara en el plato.
- Está muy buena - sonrió tras varias cucharadas. Su estómago le agradecía infinitamente algo con más sustancia que los sándwich prefabricados y las pizzas congeladas.
- Gracias, es bueno ver que alguien sabe apreciar mis platos - añadió mirando por encima del hombro.
- El caldo de verduras no es un plato - refunfuñó el chico moreno apoyado en el marco de la puerta.
- Hay que comer de todo Gô - insistió el primero, pero el otro no cedió.
- Eso es comida de conejos, Taki. No me vas hacer cambiar de opinión ¿Y por que has tenido que meterlo en TU cama? - preguntó visiblemente molesto, Joey se puso alerta.
- Porque no me fío de ti. A saber que pasaría por tu sucia mente sabiendo que lo tienes en tu cuarto - le espetó saliendo de la habitación con la bandeja vacía. El moreno le susurró algo cuando pasó por su lado -. Estás enfermo - fue lo único que dijo antes de salir definitivamente del cuarto.
Joey arqueó una ceja confundido ¿Dónde demonios había ido a parar?
Vio como el moreno se encendía un cigarro y después le acercaba la cajetilla.
- No fumo, gracias - denegó con educación.
- Haces bien - afirmó sentándose en una silla tras acercarla a la cama -, no es sano ¿Cómo te llamas por cierto?
- Joey - contestó parcamente.
- Yo soy Gô, y él es mi compañero de piso Taki - añadió señalando con el pulgar hacia la puerta del dormitorio por la que había salido el castaño -. Se mira pero no se toca ¿entendido? - puntualizó con tono serio.
- Entendido - contestó Joey. Se veía a la legua el interés de Gô en el otro. Aunque no le había parecido que por parte de Taki hubiera mucho interés -. Por cierto ¿dónde está mi ropa?
- Taki la metió en la lavadora - dijo simplemente dándole una calada a su cigarro - Tranquilo, para mañana por la mañana estará seca.
- No, me tengo que ir ya. Entro a trabajar en unas horas - replicó Joey.
- ¿Trabajar a estas horas? - se extrañó Gô - ¿En qué?
- No pienses mal - dijo Joey intuyendo por donde iba el otro -, trabajo en un horno de pan.
- Buen trabajo, un tanto intempestivo, pero bueno... ¿Tus padres no te dicen nada?
- Vivo solo, así que no tengo que darle cuentas a nadie - dijo sin darle mucha importancia.
- Pareces muy joven para vivir solo - comentó Gô con tono acusador.
- Tengo edad suficiente - contestó cortante.
Siguió un denso silencio. A Joey parecía que se le habían ido las ganas de hablar y Gô pensaba en cual podría ser la próxima pregunta. Entonces se percató de algo en su desnuda espalda.
- Bonito tatuaje - dijo señalando con la mano del cigarro su omoplato derecho. Joey se llevó una mano a él por instinto - ¿Significa algo en especial?
- Solo para mí... - contestó con tristeza.
Eran dos dragones muy curiosos, uno negro y el otro blanco, enzarzados en una lucha sin tregua. Aunque también podía parecer que se cobijaban en las alas del otro mutuamente.
Taki volvió a entrar en la habitación y se quedó mirando la cara triste de Joey, dirigió una mirada fulminante a su compañero pensando que tal vez le había dicho alguna burrada, pero con una sola mirada supo que los tiros no iban por ahí.
- Dice que entra a trabajar en un rato a un horno de pan - informó Gô.
- Deberías dormir unas horas más - dijo Taki -, estas anémico y agotado. De otra manera no te hubieras desmayado tan de repente.
- Estoy bien. Mañana tengo el día libre, ya dormiré entonces.
- Bueno, tal vez pueda dejarte algo de ropa, aunque te vendrá grande.
- No importa - Taki le prestó unos vaqueros y una camiseta de media manga. A Joey le venían una poco grandes, pero le sentaban muy bien -. Muchas gracias por todo, te la devolveré mañana mismo.
- No hay prisa - sonrió Taki tendiéndole unos pantalones y un jersey.
Quince minutos después Joey salía del edificio y se perdía entre las calles de la ciudad. Mientras Taki y Gô, sentados delante de su ordenador, sonreían al ver lo bien que funcionaba el localizador.
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- ¿Lo habéis localizado? - preguntó el amo del Roots sentado en el sofá del apartamento de los ladrones. Gô dejó sobre la mesa varias fotos en las que aparecía Joey profundamente dormido.
- Así es. La mochila que le llevaron a la tienda de videojugos tenía un doble fondo lleno de hachís - dijo Taki dándole un sorbo a su café -. Le hemos puesto un localizador en las deportivas.
- ¿Qué más sabéis de él?
- Por las tardes trabaja en la tienda de videojuegos, por la madrugada en un horno de pan y por las mañanas reparte a domicilio en un pequeño supermercado de su barrio.
- Un chico ocupado - finalizó Gô.
- ¿Para que querrá tantos trabajos? - comentó el dueño de la cafetería con el ceño fruncido.
- Me dijo que vivía solo - contestó Gô - y mantenerse en esta ciudad no es barato.
- Pero aun así tres trabajos son demasiados - opinó Taki -, además del sobre sueldo que debe sacarse como mula. Y estos se pagan bien, no necesitaría tantos empleos...
- Dragón Negro es un misterio - atajó el moreno recordando como lo había llamado Pince en la tienda -. Y ahora que lo tenemos localizado ¿qué hacemos jefe?
- De momento seguir vigilándolo - contestó el hombre de gafas poniéndose en pie y recogiendo las fotos que le habían dado los chicos -, yo hablaré con el cliente para aclarar ciertos puntos.
- Muy bien.
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Joey dejó la chaqueta de su uniforme de repartidor en la taquilla de la trastienda del supermercado. Estiró los brazos todo lo largos que eran y sintió como su espalda se quejaba. Necesitaba un día de descanso absoluto... pero ninguno de los días de fiesta de sus tres trabajos coincidía. Así que solo descansaba a ratos.
Cogió su cazadora y se asomó al despacho del jefe. Llamó a la puerta abierta con los nudillos para hacerse notar. El jefe del supermercado, el señor Nakara, era un cincuentón medio calvo y con gafas de culo de baso. En su juventud un reputado contable y ahora aplicaba esos conocimientos para que no se desperdiciara ni un céntimo en el supermercado.
- Ah, Joey, precisamente tengo que hablar contigo. Pasa...
El rubio dio un vacilante paso, no le gustaba el tono de su voz, no presagiaba nada bueno.
El señor Nakara se quitó las gafas y se apretó el puente de la nariz en un gesto muy suyo. Después volvió a colocárselas y miró a Joey muy seriamente.
- Verás chico, como sabes las cosas no nos están yendo muy bien últimamente. Desde que abrieron el centro comercial dos calles más abajo, todos los meses acabamos en números rojos. Y me temo que la única forma que tenemos de sobrevivir es haciendo ciertos... recortes.
- Me va a despedir -atajó Joey undiéndose en el asiento.
- Lo siento mucho Joey. Eres un buen trabajador, pero no podemos seguir teniendo cinco repartidores. Hiro-kun tampoco continuará con nosotros.
Joey asintió con una sonrisa irónica en la cara. No podía replicar, puesto que trabajaba allí sin contrato, igual que Hiro. Pero el otro solo trabajaba allí porque quería juntar dinero para irse con su novia de vacaciones. No le dolería demasiado que lo echaran, al fin y al cabo el otro día le había comentado que solo le faltaban diez mil yenes, eso podía conseguirlo en cualquier otro trabajo. Pero la historia de Joey era diferente. El trabajo del supermercado era en el que mejor le pagaban. Vivía de aquel sueldo, mientras que los otros dos los reservaba para pagar la deuda. Aquello le suponía un duro golpe a su ya muy justa economía.
- Aquí tienes el sueldo de esta semana y el finiquito - siguió el señor Nakara tendiéndole un sobre marrón.
- Gracias - musitó Joey cogiéndolo y guardándolo en su bolsillo.
- Anima esa cara chico, hay muchos otros trabajos en la ciudad - intentó reconfortarlo el hombre. Joey le dedicó una sonrisa antes de levantarse y marcharse.
Una vez en la calle suspiró. Aquello no sería tan simple. Le había costado mucho encontrar tres empleos que juntos pudieran darle suficiente para sobrevivir y cuyos horarios se acomodaran tan bien. Los trabajos por horas abundaban, pero estaban muy mal pagados.
Al pasar por delante de un quiosco compró el periódico local y después se fue a su 'casa'.
Se plantó ante un viejo edificio de tres plantas y subió las escaleras metálicas hasta el segundo. Tres niños con caras sucias y ropas andrajosas bajaron persiguiendo a un gato con espadas de madera en las manos. Joey tuvo que sujetarse del pasamanos para que no lo tiraran en su loca persecución.
- ¡Malditos mocosos del demonio¡No hagáis tanto ruido! - gritó la anciana que ocupaba el apartamento más cercano a las escaleras. Al ver a Joey casi frente a su puerta, la cerró de un golpe seco.
- Buenos días a usted también - susurró Joey con sarcasmo.
Siguió caminando hasta la quinta puerta y la abrió con su llave. Era un apartamento minúsculo. Una estancia que hacía las veces salón, cocina y dormitorio. Un armario empotrado de puertas correderas y un pequeño cuarto de baño. La única ventana (en la pared opuesta a la puerta) daba al parque y tenía una repisa lo bastante amplia para poder tener un par de macetas. Junto a la ventana, una vieja cómoda cuyo cajón de arriba del todo no cerraba bien. Sobre esta una hucha en forma de buzón de correos rojo, un calendario y un teléfono eran todo lo que adornaban el lugar.
- Ya estoy en casa - dijo a la nada mientras se descalzaba tras asegurarse de echarle el cerrojo a la puerta.
Joey dejó la cazadora colgada detrás de la puerta de entrada. Caminó hasta el armario empotrado y lo abrió. Dentro había un viejo y remendado futón, un par de cajas de cartón, la ya tan conocida (y odiada) mochila de marca, una radio eléctrica y una mesa baja plegable. Sacó las dos últimas. Puso la mesa en el centro de la estancia tras colocarle las patas y la radio sobre esta. Enchufó el cable a la pared y sintonizó una emisora que emitía música las 24 horas del día.
'Puede que hayas nacido en la cara buena del mundo. Yo nací en la cara mala, llevo la marca del lado oscuro.'
Fue hasta al cocina abrió el congelador y sacó una caja de palitos de merluza del fondo, después volvió a sentarse en la mesa. Puso la caja boca abajo, pero en vez de caer las mencionadas merluzas rebozadas apareció una carpeta de plástico de tamaño cuartilla. Quitó las gomas y reveló en su interior varios billetes y una pequeña libreta de gusanillo.
Sacó el sobre con su sueldo del bolsillo de sus pantalones y contó el total tres veces.
- Por más que lo cuente no van a aparecer más - musitó con voz queda.
Anotó en la libreta su último sueldo del supermercado y el finiquito y después se puso a sacar cálculos.
Tras media hora llegó a una conclusión.
- Puedo pagar dos meses de deuda si le doy cada quincena 10.000 yenes. El alquiler lo pagué la semana pasada, así que no me tengo que preocupar por él hasta el mes que viene. El problema será la comida... Ahora ya no cuento con la comida que estaba a punto de caducar de la tienda.
Suspiró derrotado. Volvió a guardar su capital en el congelador y abrió la nevera. El paisaje era desolador. Algunos latas de fideos instantáneos, un pack de yogures de plátano, medio brick de leche desnatada, un paquete de jamón york y otro de queso de lonchas. Todo a punto de caducar o con un par de días de pasado. Con eso tenía que pasar lo que le quedaba de mes y apenas estaban a 9.
Cerró la puerta de la nevera y recogió el periódico. Lo extendió sobre la mesilla de madera y empezó a buscar ofertas de trabajo para la mañana. No había mucho para elegir: camarero en Ginza (demasiado lejos), un par de campañas de promoción (repartir clinex en el cruce de Shibuya), repartir pizzas a domicilio (no, ese no le convenía, era para el turno de noche)...
Tras una hora tenía la hoja completamente garabateada, la mayoría grandes cruces rojas de descarte. Dejó caer el rotulador y hundió la cabeza entre sus brazos escuchando la música de fondo.
Tal vez debería aceptar las proposiciones del señor Kato, de esa manera no tendría que preocuparse más por la deuda...
'RoxanneYou don't have to put on the red lightThose days are overYou don't have to sell your body to the night Roxanne
You don't have to wear that dress tonightWalk the streets for money
You don't care if it's wrong or if it's right'
Joey sonrió de medio lado con la cara aun oculta entre sus brazos. No, no caería tan bajo como para vender su cuerpo. Prefería que el señor Kato le pusiera los famosos zapatos de cemento y lo tirara a la bahía de Tokio.
Un pájaro se paró en su ventana y canturreó alegremente unos instantes, después retomó el vuelo. Entonces Joey recordó algo: debía devolverle la ropa a Taki y recuperar la suya.
No entraba a trabajar en la tienda de juegos hasta las cinco de la tarde, así que aun tenía tres horas y media libres.
Sacó la ropa del último cajón de la cómoda y la metió bien plegada en una bolsa de plástico, pero antes de volver a cerrarlo vio algo que lo hizo sonreír con nostalgia. Una foto de grupo en la que aparecía toda su vieja cuadrilla: su querida hermana Serenity, el dulce y pequeño Yugi, la alegre Tea, el bruto de Tristán, el presumido de Deblin, el bipolar Bakura, el enérgico Mokuba y su hermano mayor... Dulces recuerdos pasados.
Cerró el cajón mientras las lágrimas amenazaban con escaparse y rodar por su cara.
- Debería guardarla en otro sitio - murmura el rubio frotándose los ojos con energía y volviendo a dejarlo todo en su sitio.
Era tedioso tener que sacarlo y guardarlo todo cada vez, pero cuantas menos cosas tuviera a la vista, menos posibilidades habría de que le entraran a robar. No que tuviera mucho, pero tampoco quería que se lo quitaran.
Echó un último vistazo para asegurarse de que todo estaba en orden, cogió la ropa prestada y salió de su pequeño apartamento.
CONTINUARÁ...
¡Magañó¿Qué tal estáis? Yo resfriada... ¿a quien se le ocurre resfriarse a mitad de Mayo? A mí hermana y para variar, me lo ha contagiado ¬¬ pero a parte de eso la vida sigue bien y además... jejeje... ¡Por fin tengo el número 21 de karekano¡¡Si¡por fin he terminado una serie T.T! y lo que les ha costado publicar este tomo ¬¬ pero ya lo tengo -
Ya sé que el fic puede resultar un tanto confuso, pero os aseguro que empezaré a ser más clara a partir del próximo capítulo. O eso espero... 'n.n'
Muchas gracias por leer mi fic.
Ja ne!
