Black dragon.

By Tenshi Lain

Notas en amarillo:

Esta historia es un crossover de los mangas Yu-gi-oh! y Yellow (peligro) que pertenecen respectivamente a Kazuki Takashi y Makoto Tateno.

Contendrá Shonen Ai, palabrotas y algo de violencia (pero tampoco nada del otro jueves)

La historia se desarrollará en el mundo del manga Yellow, pero si no lo conoces no pasa nada; de todas formas esta historia iría ubicada a la mitad del tomo 2, cuando todavía no se revela nada importante de la trama.

También habrán personajes de mi propia invención (para variar XD)

Cap. 6

Kato separó la boca de aquel cuello de dulce sabor y observó con curiosidad a su bello dragón.

¿Quién sería ese Seto¿Algún amigo¿tal vez un amante?

Bah... ¿Qué importaba? Si lo era debía de haber sido de hace mucho tiempo, porque en los meses que hacía que conocía al rubio, este no había mantenido ninguna relación de ningún tipo con nadie. Bien lo sabía él, que se había encargado en persona de que así fuera. Nadie tendría al rubio antes que él.

Aún recordaba la primera vez que había visto a Joey. Aquel rostro seguro de si mismo, aquellos ojos retadores... todo en su figura destilaba fuerza y carácter. Una fiera salvaje que no se dejaría domesticar fácilmente. Todo un reto. Y a él le encantaban los retos...

Desde un principio le había dejado claro lo que podía hacer para finiquitar la deuda rápidamente, pero Joey siempre se negaba. Su orgullo era más grande que su buen criterio. Pero no hizo nada, simplemente se limitó a observar que hacía la pequeña fiera para evitar lo inevitable.

Durante ese tiempo había estado jugando con él, llevándolo hasta el borde de la desesperación para que aceptara su propuesta por propia voluntad, pero el chico nunca caía. Sí le quitaba un trabajo, se buscaba otro... no cedía ante sus intentos de seducción, cuando nunca antes nadie se le había resistido. Pero ya dice el refrán que lo bueno se hace desear.

Ahora finalmente lo tenía a su merced, tal vez no como había pensado en un principio, pero ahí estaba. Tumbado en el sofá con la camisa abierta, la respiración entrecortada y los ojos nublados. Debía recordar darle una bonificación extra a Ken por darle aquellas benditas pastillas.

No podía más que rendirse ante aquella visión tan sensual. Paseó sus manos por el torso tostado sintiendo como vibraba el pecho con cada aliento y latido de su corazón. Se inclinó y lamió con gusto aquellos pimpollos rosados arrancando leves gemidos inconscientes del rubio que a esas alturas ya no sabía ni cual era su nombre. Aquella droga le había nublado por completo la consciencia y su cerebro solo registraba los estímulos físicos, sin tener en cuenta que o quien los provocaba.

Kato se sentía en el octavo cielo, tanto tiempo llevaba anhelando aquel cuerpo... pero no quería apresurarse. Quería disfrutar lentamente de su nuevo amante, saboreándolo con paciencia para que durara más... aunque a veces se preguntaba si algún día se cansaría. Sujetos con las características de Joey se presentan pocas veces en la vida.

Sus manos ya empezaban a centrarse en el cierre de sus pantalones cuando la ventana fue abierta de golpe. Dos tipos completamente vestidos de negro y con el rostro medio cubierto, entraron a saco y lo separaron de un brusco tirón. Kato no pudo poner bien los pies y terminó rodando por el suelo alfombrado.

- ¿Qué demonios os pensáis que hacéis! - bramó con furia.

- Solo cumplimos órdenes - dijo uno de ellos mientras iba hasta la mochila que Joey había llevado esa misma noche. Sacó una navaja y con movimientos precisos sacó la droga del doble fondo. Se giró hacia el otro desconocido y dijo -. Ya la tengo.

- Esto no quedará así- siseó Kato con veneno en la voz -. Nadie me roba en mis narices y sale vivo para contarlo.

- Siempre hay una primera vez para todo - habló por primera vez el otro acercándose a Joey y examinando sus pupilas -. Está drogado...

- ¿No puedes meter a alguien en tu cama si no está hasta las cejas de Ph6? - dijo con burla el sujeto que aun sostenía la droga en sus manos - Que triste...

- Cierra la boca ladrón de mierda... ¡Y tú aléjate de él! - bromó al ver como el 2º ladrón cogía en brazos a Joey sin ningún esfuerzo.

- Creo que no - respondió mientras sonreía torcidamente por debajo de su máscara -. No es buena idea dejarlo a solas contigo y mucho menos con lo que está a punto de pasar...

- ¿De que demonios estás habla...? - pero fue interrumpido por la repentina señal de alarma de la habitación. Se acercaba la policía.

Escuchó movimiento en los pisos inferiores y vio por la ventana como varios coches patrulla se detenían en la calle rodeando el edificio.

- ¡Jefe¡jefe! - llamaba desde fuera Toaki aporreando la puerta - ¡la pasma está aquí¡están tumbando las puertas!

- ¡Idiota eso ya lo veo! - bramó abriendo la puerta - prendedle fuego al despacho y al laboratorio ¡Que no quede nada!

- Pero la mercancía aún está allí...

- ¡Si nos la pillan entonces si estaremos jodidos! - Toaki parecía a punto de seguir debatiendo pero entonces sus ojos captaron algo en la habitación.

- ¡Jefe detrás de usted!

Kato se dio la vuelta a la vez que sacaba la pistola que sus subordinado llevaba en la pistolera del pecho. Pero al mirar en el lugar en el que hacía unos segundos había dejado a los ladrones, comprobó que estos ya no estaban y que las cortinas ondeaban con la brisa nocturna. Llegó a la ventana en dos zancadas y se asomó. En el tejado del edificio contiguo pudo ver a los dos ladrones haciéndole un burlesco gesto con la mano... Kato, cegado de ira quitó el seguro a la pistola y apuntó en su dirección. Los mataría allí mismo... pero antes de poder apretar el gatillo una potente luz lo cegó obligándolo a cubrirse el rostro con un brazo.

- ¡Tira la pistola! - ordenó una voz desde la calle.

Entre los coche patrulla, varios policías apuntaban hacia arriba con sus armas, mientras varios focos iluminaban la fachada para vigilar que nadie saliera por las ventanas.

Kato volvió a mirar la azotea de enfrente, pero ya no había nadie allí. Sonrió despectivamente y dejó caer los brazos a lo largo de su cuerpo pesadamente. Escuchaba como sus hombres eran reducidos y arrestados, también como la policía subía por las escaleras derribando puertas y esquivando las balas de sus hombres.

- Así como viene, se va... - murmuró a la noche mientras cuatro policías entraban con las pistolas por delante y le ordenaban que tirara el arma y pusiera las manos sobre la cabeza.

Kato tiró la pistola con pesadez y alzó lentamente los brazos hasta cruzar las manos tras la cabeza, sin perder aquella sonrisa de resignación. Aquella no había sido su noche.

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Taki observó desde la puerta de su dormitorio la pequeña figura que descansaba en su cama totalmente ovillada. Como un cachorrito desamparado que se recoge para protegerse del mundo.

Sonrió levemente ante tal idea y cerró la puerta procurando no hacer ruido. Al llegar a la sala se topó con la mirada seria de su compañero.

- ¿Cómo está?

- Duerme - contestó sentándose a su lado en el sofá pesadamente. Gô le acercó la cajetilla de tabaco y el castaño cogió uno -. Menuda noche... y suerte que llegamos a tiempo. Un poco más y...

- Pero llegamos - aseveró Gô. El tampoco quería pensar en que hubiera pasado -. De todas formas la policía lo hubiera detenido - aseveró, aunque no estaba muy seguro de eso...

- Esa droga no le dejará secuelas ¿cierto? - preguntó buscando un mechero en sus bolsillos. Gô siguió atentamente el movimiento de sus manos sobre sus pantalones.

- No... - contestó al final - el Ph6 solo te deja atontado unas horas. Te desconecta la mente y deja que el cuerpo disfrute. Pero después nada...

- Mejor así ¿Dónde demonios...? - preguntó Taki ya cansado de no dar con el condenado mechero.

Gô le quitó el cigarrillo apagado de los labios y se lo puso en los suyos. Con la colilla del que él casi tenía consumido lo encendió y se lo devolvió con una sonrisa pícara.

- Gracias... - dijo Taki mostrándose tan neutral como le era posible - pero ¿no hubiera sido más simple darme el mechero que tienes escondido en tu bolsillo?

- Tal vez... - dijo divertido el moreno con aquella sonrisa seductora que tanto lo caracterizaba.

El castaño solo negó con la cabeza. Estiró el brazo y recogió el bote de cerveza que tenía a medias sobre la mesa baja. Aunque las cervezas no era lo único que había allí: una revista sobre coches, un cenicero, una cajetilla vacía, una bolsita de cacahuetes y el paquete de hachís que se habían llevado de la guarida de Kato.

- ¿Cuánto costará eso? - preguntó Gô con la cabeza ladeada intentando ponerle precio al paquete.

- De 6 millones para arriba calculo - dijo tranquilamente Taki dejando escapar el humo lentamente.

- Si, creo que si... ¿Cuándo vendrá el jefe con el cliente?

- Dijo que antes de las seis - contestó mirando por la ventana y viendo como el cielo empezaba a clarear -. Ya no tardarán.

Siguieron varios minutos de apacible silencio. Aunque este no duró mucho puesto que alguien estaba sumamente confundido con algo.

- Lo de la droga lo entiendo - dijo GÔ apagando su colilla - es una pasta y sería un desperdicio que la policía la confiscara, pero ¿Para qué nos pedirían que trajéramos también al chico?

- No lo sé, pero mejor sacarlo de allí a dejarlo y que la policía lo acusara de pertenecer a la banda de Kato y acabara entre rejas. Joey solo era un recadero y ni siquiera lo hacía porque quisiera - dijo Taki apagando también su cigarro -. Desde luego tiene mala suerte el chico...

- Si sigues hablando en ese tono de él me vas a poner celoso - refunfuñó Gô poniendo morritos. Taki sonrió divertido.

- No digas chorradas... sabes que a mi no me gustan los jovencitos. Solo a ti...

A penas pudo terminar la frase y ya tenía a Gô encima de él robándole un beso hambriento. Intentó apartarse, pero el moreno no le dejó. Finalmente se separaron para tomar aire.

- Me encantas cuando sonríes así - dijo Gô con voz sensual acariciando el rostro de su compañero. Pero un repentino puñetazo en la boca del estómago lo dejó sin aire y no tuvo más remedio que apartarse.

- Lo vuelves a hacer y te corto lo que te cuelga - advirtió Taki con una mirada que prometía cumplir la amenaza.

- Vale, vale... - dijo entrecortadamente frotándose el abdomen.

En aquel momento llamaron a la puerta y Taki se levantó para abrir ignorando la mirada dolida de su compañero.

Al abrir la puerta se encontró con el dueño de la cafetería y otro tipo al que no conocía (aunque se le hacía familiar). El desconocido en cuestión vestía sobriamente, suéter de cuello alto negro, pantalones de pinza oscuros y una gabardina a conjunto. Su cabello castaño estaba pulcramente peinado y sus ojos permanecían ocultos tras unas finas gafas de sol (algo estúpido teniendo en cuenta que eran a penas las seis de la mañana, así que solo las llevaba para ocultar sus rasgos).

- Buenos días ¿interrumpimos? - preguntó el amo del Roots. Teniendo en cuenta que siempre llegaba en el momento menos oportuno, le extrañó no ver a Gô achuchando al castaño.

- No, les estábamos esperando - dijo tranquilamente Taki haciéndose a un lado para dejarlos pasar.

- Buenos días - saludó Gô desde el sofá aun con una mano en el estómago - ¿es el cliente?

- Así es - contestó el jefe. Sus ojos enseguida fueron a dar con el paquete que seguía en la mesa baja.

- Aquí tiene - ofreció Gô empujando la droga hasta dejarla cerca del alcance del cliente, pero este se limitó a hacer un gesto de desagrado.

- ¿Y Wheeler? - preguntó el desconocido hablando por primera vez. Su tono era imperativo y glacial. El de alguien que está acostumbrado a dar ordenes y que estas sean acatadas.

- Duerme - contestó secamente Gô frunciendo el ceño.

- ¿Donde? - demandó de nuevo. Pero el moreno no le contestó.

- ¿A que viene tanto interés en el chico? - preguntó Taki cruzándose de brazos.

- Eso no es de su incumbencia - le espetó secamente el cliente. Gô se puso en pie dispuesto a decirle cuatro cosas a aquel tipo por hablarle así a su compañero.

- Chicos por favor -intervino el jefe con una sonrisa conciliadora y una mirada de advertencia - ¿dónde está?

- Por aquí - dijo finalmente Taki encaminándose hacia el dormitorio seguido de aquel frío desconocido.

- Jefe ¿de que va todo esto? - preguntó Gô cuando los otros dos se perdieron pasillo adentro.

- Lo principal de este trabajo, no era encontrar el hachís - explicó el hombre cogiendo el paquete de encima de la mesa y metiéndola en una bolsa de papel de las que solía usar en la cafetería para los bocadillos -, si no encontrar al chico. La droga es el pago por el trabajo.

- ¿Y para que quiere ese tipo al rubio? - insistió Gô aun más confundido. El jefe se limitó a sonreír.

- Eso es cosa suya... aunque si te puedo decir que hace mucho tiempo que lo está buscando...

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Taki miró de reojo al témpano de hielo que caminaba a su lado. En su vida había conocido a un tío tan seco y cortante. Caminaba con altivez, tan seguro de si mismo que parecía creerse el señor del mundo. Nunca había visto a nadie que con su sola presencia impusiera tanto. Y menos a alguien tan joven. Por que estaba seguro de que aquel tipo debía ser de su edad, si no más joven.

Se detuvieron ante la habitación de Taki y este abrió la puerta con cuidado dejando ver a su acompañante el interior.

Joey seguía durmiendo en la misma posición, dando la espalda la puerta y con las sábanas cubriéndolo hasta media espalda. Su piel tostada resaltaba en la blancura de las sábanas, sus cabellos dorados se esparcían con suavidad sobre la almohada y su rítmica respiración era lo único que se escuchaba en la habitación.

- ¿Y su ropa? - preguntó fríamente el desconocido retirando las oscuras lentes.

Taki tuvo que hacer acopio de todo su autocontrol para no estremecerse de forma visible. Aquel hombre tenía los ojos más fríos y penetrantes que nunca lo habían desafiado, dos profundas dagas azules capaces de cortar la valentía de cualquiera con una mirada. No era alguien con quien jugar...

- Estaba sucia y rota - contestó llanamente sin darle más importancia.

El moreno se lo quedó mirando analíticamente, como tratando de descubrir cualquier señal de mentira. Finalmente le dio la espalda, como dando por buena su explicación y entró al cuarto. Se acercó despacio a la cama y se sentó en el borde, acariciando con devoción los dorados mechones. La expresión de sus ojos se suavizó, llegando a ser cálida y serena. La tormenta de sus ojos se apaciguó para sorpresa de Taki.

- Por fin te encuentro - murmuró bajito, deslizando sus finos dedos por las sonrosadas mejillas.

- ¿Qué eres de él? - preguntó Taki con los brazos cruzados y recargándose en la puerta. La actitud de aquel desconocido era demasiado cariñosa, Taki tenía una leve idea de por donde iban los tiros, pero prefería asegurarse.

El otro no contestó de inmediato. Se limitó a guardar silencio sin despegar la mirada de la fina espalda del rubio. Acarició apenas en un roce el tatuaje de la espalda y finalmente habló.

- Su némesis... su Yang... el polo negativo... eso soy de él - finalizó con una sonrisa algo irónica y... melancólica.

Taki arqueó una ceja algo confundido, pero entonces recordó algo que Kanji había dicho cuando estuvieron buscando información sobre Joey: "... el dragón blanco es la representación de su máximo rival, su opuesto, su antagonista¡SU NÉMESIS!..."

Un fiero dragón blanco de fríos ojos azules... Seto Kaiba.

En aquel momento, Joey se removió a causa de las cosquillas que los dedos del castaño le hacían en la espalda y abrió los ojos. Parpadeó confundido al no reconocer el lugar y después giró la cara buscando el origen de aquella calidez en su espalda. Abrió los ojos todo lo que pudo debido a la sorpresa.

- Se... ¿Seto? - preguntó como dudando de lo que veía.

- Buenos días cachorro - dijo suavemente el otro con una leve sonrisa en los labios.

- ¿Pero como... tú... no puedes... como... no...? - la perorata del rubio fue cortada en seco con un beso sorpresivo.

Taki decidió que era momento de abandonar la escena y con el sumo sigilo que lo caracterizaba, regresó al salón.

Seto se separó lentamente de aquellos labios de miel y retiró algunos mechones dorados del rostro de Joey.

- ¿Cómo me has encontrado? - preguntó bajito.

- La verdad es que no ha sido fácil, pero no hay nada imposible para el gran Seto Kaiba - dijo con falso tono arrogante, Joey rió suavemente y Seto se le unió apoyando su frente sobre la suya -. Lo cierto es que los siguientes meses a tu desaparición no sabía por donde ir, todo eran callejones sin salida o pistas falsas... hasta que tropecé con esto - del bolsillo interior de su gabardina sacó una carta que Joey conocía muy bien.

- Mi dragón negro - dijo con los ojos llenos de alegría tomando la carta con suma delicadeza - ¿Cómo...?

- Cierto tipejo con pinta de ratón de biblioteca, iba vanagloriándose de poseer esta carta - explicó Seto con desprecio. A la mente de Joey enseguida llegó la imagen del hombrecillo al que le había vendido la carta meses atrás -. Yo sabía la ubicación de todos los dragones negros, ninguno de los otros propietarios habían vendido su carta, así que solo podías ser tú. Tras... 'hablar'... con él - Joey pensó que más que una charla habría sido un interrogatorio al más puro estilo policial, con foco incluido - confirmé mis sospechas. Estabas en Tokyo, pero esta ciudad no se caracteriza precisamente por su bajo índice de población... Tras muchos rodeos más, descubrí que estabas en tratos con una banda yakuza - a este punto Joey apartó la mirada, como avergonzado. Pero Seto le sujetó la barbilla suavemente y lo hizo mirarle a la cara -. También supe que te habías metido en todo aquello por una deuda de tu padre. Fue entonces cuando contraté los servicios de esos dos ladrones...

- ¿Te refieres a Taki y Gô? - preguntó Joey sorprendido.

- Los mismos. Me dijeron que son especialistas en robar droga y demás, los mejores de Tokyo. Y ahora estoy deacuerdo - sonrió -. Siguieron el rastro de las bandas especializadas en hachís y dieron contigo.

- Entonces el encuentro del callejón no fue casual... - meditó Joey, aunque poco le importaba.

- Seguramente... - contestó Seto trazando suaves círculos en su mano con el pulgar - Pero eso ya no importa. Regresaremos hoy mismo a Dominó, a Mokuba y tus amigos les hará mucha ilusión verte de una pieza.

Joey se lo quedó mirando con una mezcla de preocupación y duda.

- Seto no se si debería volver...

- Si te preocupan los tipos a los que estafó tu padre, olvídalos. Ya me encargué de ellos - sonrió con suficiencia - y lo mismo de los tipos que te obligaron a hacerles de mula. No saldrán a la calle en mucho tiempo.

- Bien... - susurró Joey cerrando los ojos y suspirando aliviado.

- Joey - llamó Seto con tono serio. El rubio abrió los ojos lentamente y los fijó en las preocupadas facciones del CEO.

- ¿Si?

- Quiero que me contestes algo y quiero la verdad - apretó con más fuerza la mano que sostenía, pero sin llegar a hacer daño - ¿Esos yakuzas te hicieron algo...?

- No me pusieron ni un dedo encima - le sonrió Joey comprendiendo por donde iba la cosa -. Te lo dije aquella noche: tu eres el primero y el único - estiró una mano y retiró algunos mechones detrás de su oreja -. Eres mi némesis... mi Yang... mi polo negativo... Solo tú tienes el suficiente carácter y fortaleza para ser mi otra mitad - llevó su mano hacia la espalda del castaño y la acarició a la altura de su omoplato -. Tienes mi marca y yo tengo la tuya. Somos uno en dos cuerpos.

Seto sonrió recordando la primera vez que le había dicho aquello. Justo la noche en la que hicieron el amor por primera vez. Una noche que siempre guardaría con cariño en el recuerdo.

Se inclinó sobre Joey y le dio un beso cálido y dulce. El primero en mucho tiempo y no el último por mucho más.

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Gô volvió a entornar la puerta con cuidado y al girarse se encontró con la mirada enfadada de su compañero.

- No está bien espiar a la gente - le dijo con el ceño fruncido.

- Ya sé, ya sé... - dijo el moreno sentándose en el sofá del salón una vez regresaron a este - pero es una escena que merece la pena espiar.

- No sabía que fueras un romántico - dijo con mofa Taki.

- Oh... yo también tengo mi corazoncito ¿qué te crees? Además daría cualquier cosa porque alguien me hiciera un juramento así - dijo mirando con fijeza al castaño. Pero este se hizo el desentendido.

Unos minutos después aparecieron Joey y Seto. El rubio iba vestido con unos vaqueros y un jersey algo grande y en su rostro había una sonrisa de absoluta felicidad como los dos ladrones no le habían visto nunca.

- Muchas gracias por todo - dijo Joey con una formal reverencia.

- No hay de que - contestó Taki -, pero procura mantenerte lejos de los yakuzas.

- Lo haré - rió el rubio.

- Cuídate - dijo Gô tendiéndole la mano y chocándola.

- Vosotros también.

Seto se limitó a observar la despedida en silencio, afilando peligrosamente la mirada cuando el tal Gô le sonrió de aquella manera tan suya al rubio. Tras esto inclinó la cabeza y ambos salieron del apartamento rumbo a casa.

- Hacen buena pareja ¿verdad? - comentó Joey mientras Seto abría la puerta de un flamante mercedes negro.

- Supongo... - murmuró distraídamente mientras tomaban asiento - aunque dudo que el castaño vaya a ceder fácilmente.

- Tu también te resististe - rió Joey acercándose al dueño de los dragones blancos -, pero al final lo hiciste.

- Y no hay día en que no de gracias por ello - susurró eliminando las distancias y juntando sus labios en un dulce beso.

El coche se puso en marcha y avanzó por las solitarias calles rumbo a una nueva vida.

FIN

¡Y aquí el último capítulo del fanfic que menos éxito ha tenido de todos los que he subido hasta la fecha .!

Pero ya me lo esperaba, Yellow no es una serie que conozca mucha gente... pero yo la recomiendo encarecidamente, es muy divertida.

Gracias a los que hayan leído esta historia y a mi tat Neko-chan por subirme los capítulos.

Ja ne!