Atención: Todo de Square-Enix. No se pretende plagiar sus ideas, por eso no obtengo ningún beneficio escribiendo este fic. Pero rezo para que os guste.
Resumen episodios anteriores: Zell tiene amnesia y reacciona como un niño pequeño. Irvine lleva a su amigo a Deling para entretenerlo, y el joven parece estar a gusto en el lugar, a pesar del bullicio. También dan un paso más en su relación de amistad.
BAJO LOS OJOS DE UN NIÑO
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Capítulo 4: Visita al Jardín de Balamb.
El día de visitar al médico llegó. Zell estaba nervioso porque su madre le había dicho que volarían hasta Esthar, donde estaba la clínica, en el Lagunamov.
Zell se sentía frenético. Sólo pensaba en cuán divertido sería volar por el enorme cielo con su madre y su amigo Irvine. Sin embargo, el chico que apareció cuando Zell abrió la puerta distaba mucho de parecerse al cowboy: llevaba elegantemente un traje de cuero negro y un collar plateado con un extraño león grabado. A su cintura se enganchaban un par de cinturones con chapas y su pelo era más corto, aunque castaño también. Tenía una seria expresión en el rostro y preocupada mirada gris que lo envolvió.
—¿Quién eres tú? —dijo el rubio, algo confuso.
—Soy Squall —dijo el extraño, sin cambiar un ápice la expresión de su cara.
Zell dudó. Su cuerpo aún bloqueaba la entrada. Su madre vino de inmediato y abrió la puerta al ver al chico parado.
—Oh, ya has llegado. Zell, es el comandante de los SeeDs, ha venido a recogernos para volar hacia Esthar. Pasa, por favor.
El gesto desaprobatorio de Squall no se hizo esperar. Preferiría que lo hubiera presentado como Squall Leonhart, nada más. Malditos cargos y sobrenombres.
Squall entró en la casa. Mirando a Zell, no parecía haber cambiado: vestía los mismos zapatos deportivos, una camiseta roja y pantalones anchos. Y estaba contento, con una sonrisa eterna en su cara. Su pelo era lo único diferente, caía ahora sobre su frente y le daba un aspecto infantil.
—¡Oh! ¿En serio? ¿El comandante de los SeeDs? ¡Entonces conocerás a Irvine!
—Siéntate, Squall —dijo Elisa Dincht marchando para vestirse—-. Estaré de vuelta enseguida.
—Sí, es mi amigo —respondió Squall a Zell tras sentarse en una cómoda silla de mimbre.
Zell preguntó:
—¿No ha venido contigo?
—No podrá venir hoy.
—Oh —dijo Zell desencantado, y ocupó un lugar junto a Squall. Su mirada parecía haberse ensombrecido al igual que su sonrisa desvanecerse.
—Lo siento —dijo Squall—. Espero que no te importe venir conmigo.
La sonrisa de Zell creció de nuevo.
—No me importa. Los amigos de Irvine son mis amigos.
Squall levantó una ceja, extrañado.
"Pues sí que los veo unidos. Bueno, es el único chico al que ve e Irvine es un buen relaciones públicas".
Elisa Dincht volvió y los tres salieron de Balamb en coche hasta la planicie de Balamb, próxima a las montañas, donde el Lagunamov esperaba. Zell saltó y gritó:
—¡Voy a volar! ¡Voy a volar!
Y a ambos les costó que Zell dejara de saltar y de recorrer el Lagunamov para mirarlo más de cerca.
Una vez dentro, no pudieron detenerle, y Zell desapareció entre los gigantes pasillos de la nave, mientras Squall y su madre esperaban en la cabina junto al piloto.
—Squall, siento molestarte. Sé que estás muy ocupado y que habrás tenido problemas para dejar el Jardín en manos de otra persona.
Squall sonrió ligeramente.
—Oh, no es problema. Está en buenas manos. Quistis y Xu son buenas profesionales.
Los ojos de la señora Dincht brillaron de entusiasmo.
—Oh, no tengo palabras para expresar todo mi agradecimiento, Squall. Gracias a ti tengo los mejores doctores del mundo y me siento honrada por ello.
—Bueno, somos SeeDs. Todo lo cubre el seguro.
—Sí, y Laguna. Ese hombre amable, siempre dispuesto a ayudar que además es tu padre.
—Preferiría no recordar eso —gruñó Squall algo molesto.
Elisa introdujo su mano en el bolso y le tendió a Squall unos papeles:
—Dime qué te parece esto.
El joven observó que eran dibujos garabateados por un niño. Había una casa medio derruida junto a la playa y un muchacho rubio jugando en la arena. El otro dibujo tenía el mismo escenario pero el muchacho rubio estaba acompañado por uno moreno con cara de pillo. Squall lo reconoció de inmediato.
—¿Los ha hecho Zell?
—Irvine dijo que es exactamente igual que vuestra casa en Centra. Yo no la he visto nunca porque cuando adoptamos a Zell, Edea os traía a bordo del barco de los SeeDs blancos. Aún recuerdo las lágrimas de Zell cuando os despidió, sobre todo no quería dejar a Edea.
Squall paseó los ojos por el dibujo. Él no recordaba nada. Muchas de sus memorias quedarían olvidadas para siempre. No obstante, siempre se acordaría del día que Elleone dejó el orfanato.
"Uf... ¿por qué cuesta más olvidar aquello que nos ha hecho daño?".
—Irvine me dijo que sería buena idea llevárselos al médico. Quiero que valore si ha recordado algo.
—Probablemente lo haya hecho pero no lo sabe. Quizá esté en su inconsciente.
La valoración del psicólogo fue tremendamente positiva. Recomendó a Zell visitar el Jardín pero seguir bajo la tutela de su madre y amigos.
—Doctor, ¿no sería mejor llevarlo a Centra?
—No, aún no. Antes debería recordar los acontecimientos más recientes y después, ya nos encargaremos de contarle todo sobre su orfandad y Edea. Ahora lo que más sentido tiene es su entorno familiar; no destruyamos lo que tiene, se volvería todo muy confuso para él.
El viaje de vuelta fue más tranquilo. Zell se quedó en la cabina hablando con su madre de cuándo podrían volver a Esthar y si Irvine podría acompañarlos. Squall suspiró, imaginando que ese año, por segunda vez, le tocaría pasar las navidades en aquella ciudad azul. Y eso significaba: Laguna. Y, por consiguiente: fiesta. Y no le apetecía nada. Pero Rinoa ya se lo había pedido y ahora Zell, y, no es que a Rinoa le debiese algo, pero sí a su amigo. Debían hacer todo lo posible porque el joven recobrase la memoria. Siguiendo las recomendaciones del médico, Squall llevó a Zell de vuelta a Balamb y de visita al Jardín. Cuando el rubio supo adónde iba, volvió a recorrer el Lagunamov en tierra hasta darlo mil vueltas.
—¡Zeeeeeell! —bramó su madre, que de femenina tenía poco—. ¡Date prisa o nos vamos sin ti!
Cruzaron el pórtico y el ambiente cálido y acogedor los absorbió. Poca gente había por allí, pero los estudiantes lanzaron miradas de admiración y sorpresa cuando vieron llegar a su comandante con Zell Dincht y su madre. Sin embargo, y aunque algunos eran amigos del rubio luchador, Squall ya había avisado por megafonía, antes de llegar, que se abstuviesen de hacer comentarios sobre su vida pasada porque Zell, por primera vez después del accidente, iba a volver allí.
Para el joven, sin embargo, todo era nuevo y ninguna de las caras que allí había le sonaba lo más mínimo. Caminaba alegremente junto a Squall y a su madre, al otro lado.
Al pasar los controles y llegar a la escuela militar, Quistis salió a recibirlos. Su corazón se revolvió al ver al joven Zell tan ausente.
—Squall. ¿Cómo está, señora Dincht? Hola, Zell —dijo, dirigiéndose hacia el rubio.
—Uaah, ¿me conoces?
Squall le lanzó una mirada de advertencia, aunque luego se arrepintió. Quistis era demasiado inteligente.
—Claro, eres nuestro invitado de honor de hoy. Bueno, voy a ser tu guía, me llamo Quistis, ¿qué quieres visitar primero? Aquí hay un mapa con los puntos importantes de cada zona.
Squall se despidió de ellos para enfrascarse en su trabajo y Elisa Dincht esperó a que su hijo escogiera un camino por el que empezar. Ella tenía ganas de verlo todo otra vez, hacía mucho que no iba al Jardín de visita.
Zell repasó los puntos sin apenas interés y entonces levantó la vista:
—¿Dónde está Irvine?
Quistis soltó una risita.
—¿Quieres ver a Irvine? Bueno, sí, digamos que algunas lo consideran patrimonio nacional aquí en Balamb, pero dudo que lo encontremos ahora, así que, ¿por qué no empezamos por la enfermería? Vas a conocer a la Doctora Kadowaki. Ella nos hace revisiones periódicas y nos proporciona todo el material médico para la batalla.
Zell, feliz, siguió a la joven instructora hacia la enfermería. La doctora no pudo evitar que unas lágrimas rodaran en su cara cuando vio lo poco que recordaba uno de sus mejores estudiantes SeeDs. Luego pasó a explicarle algunas reglas del lugar y, ya más tranquila, despidió a los visitantes, que se alejaron camino de la siguiente parada, la cafetería. Y como todos tenían hambre, ordenaron algo para comer. Curiosamente, algunos chicos rieron al ver a Zell portando tres perritos calientes en su bandeja. Quistis puso los ojos en blanco cuando lo vio comer. ¿Pero desde cuándo había cambiado tanto Zell?
—Por favor, sé más educado al comer, hijo —avisó Elisa—. Comes con mucha ansia y te he dicho mil veces que eso no es bueno para tu estómago.
—Sí, madre.
Quistis rió. Observó al muchacho en varias ocasiones durante la comida. Parecía adorar el lugar y a los estudiantes.
Poco después, una chiquilla morena y muy guapa se acercó a la mesa con evidente emoción, abrazó al rubio por la espalda y se giró para sentarse junto a Quistis.
—¡Zell! ¡Qué alegría verte! ¿Cómo estás? Ah, hola, señora Dincht.
—Qué tal, maja.
Quistis pateó a la chica por debajo de la mesa.
—¡Au! Quistis, me ha dolido.
Zell rió a carcajadas al ver los pucheros de la chica y dijo, divertido:
—¿Quién eres?
—Oh, todo es cierto, entonces. Ni siquiera te acuerdas de mí...
—¡Rinoa! ¡Actúa! —pidió Quistis por lo bajo, temiendo que la joven desenmascarase algo.
—¡Oh! – la joven se levantó y se atusó el pelo y haciendo una reverencia, se presentó—. Soy Rinoa Heartilly.
—Hola —dijo Zell levantándose—. Yo… ya sabes quién soy.
Las tres se miraron estupefactas. Quistis rompió el hielo.
—Bueno, Zell, perdónala, hace poco que salió en varias revistas y piensa que todo el mundo debe conocerla. Ella es la novia de Squall.
—Oh, qué bien. Squall tiene una novia guapa.
Rinoa volvió a sentarse y emocionada, retirándose una lágrima del ojo, dijo:
—Oh, qué encanto.
—Estábamos enseñándole a Zell el Jardín, ¿verdad?
El rubio asintió mientras su madre acababa la comida.
—Nada que no sepa ya —comentó Rinoa, y recibió otra patada por parte de la chica.
Elisa le dijo algo a Zell para que olvidase el comentario, momento que Quistis aprovechó para reprochar a la chica de Timber su comportamiento:
—Rinoa, demonios, ¿dónde estabas cuando Squall dio la advertencia?
Rinoa se tornó pensativa.
—Esta mañana he estado dando una conferencia a los jóvenes de cómo actuaba la resistencia en Timber.
—Bueno, escucha, no quiero líos con Squall. Márchate donde sea, me da igual, pero mientras yo esté con Zell soy responsable de lo que le pase —Quistis frunció el ceño—. Y, sinceramente, no quiero empeorar su estado mental dejándolo contigo.
—Oh, Quistis, eres muy descortés, quiero que sepas que el color rosa te sienta fatal.
Rinoa salió corriendo de la cafetería herida, suponemos que hacia la segunda planta para dar un poco la lata a su novio. Como si el pobre no tuviera suficiente con el trabajo...
—¿Por qué se va Rinoa? —indicó Zell.
—Tenía prisa, cariño —dijo su madre—. Vamos a seguir la visita. Quistis, guíanos.
La próxima parada fue el patio. Zell se quedó encantado con las vistas y también con las fuentes que rodeaban el Jardín. Quistis no le mostró la zona de las habitaciones, pero sí fueron a dar un rodeo por el área libre, donde muchos estudiantes se reunían para ir a clase. Los árboles estaban desnudos y sin hojas debido a la época fría y al viento.
—Hay muchos jóvenes en esta escuela, ¿con cuántos años ingresan aquí, Quistis?
—Pueden hacerlo a partir de los 13. Pero hasta los 17 no se gradúan.
—¿Y las profesoras son guapas? —rió Zell.
—Bueno, yo soy una de ellas.
El rubio se volvió a Elisa Dincht.
—Ma, ¿cuándo voy a ir yo al colegio?
—Tú ya has estado en el colegio. Sabes leer, ¿recuerdas?
—¿Aquí hay una biblioteca?
—Quistis, vayamos primero a la biblioteca —sugirió Elisa—. Puede que se entretenga con unos libros ahí.
La entrada no fue muy afortunada. Nayara, la chica de la coleta, vio a Zell y se echó a llorar y tuvo que salir fuera seguida de sus compañeras para que pudieran calmarla.
Zell, ajeno a todo, paseó por la biblioteca varias veces y cogió algunos libros de armas, pociones, pero se fijó en uno muy grande, con ilustraciones de G.F.'s.
Emocionado, Zell señaló al gigante Ifrit:
—¿Qué es esto?
Quistis se sentó junto a él para explicarle.
—Invocaciones. Bestias que nos ayudan en el combate.
"Anda, vaya explicación"
—Uooh, yo quiero ver una —dijo Zell.
—Aquí no es posible, está prohibido. Podrás verlas en una lucha o en el Área de Entrenamiento.
"Sí, bonita forma de salir del apuro".
Quistis rió, notando la suave voz de Helltrain en su cabeza.
—¿Y por qué no vamos? —dijo, cerrando el libro—. Yo quiero ver a este gigante rojo.
—Bueno, no creo que pueda enseñártelo. Yo no lo tengo enlazado.
—¿Quién lo tiene? —quiso saber Zell.
—Irvine.
Elisa y Quistis cruzaron miradas.
—¿Y cuál es el tuyo?
—Este —dijo la joven señalando un tren interminable—. Envenena, así que no es muy útil aquí.
—¿Y el de Squall?
—Squall tiene a –Quistis pasó la página—. Shiva y a Diablo.
—Uoooooh, el murciélago es enorme —indicó el chico y Quistis agradeció que Diablo no estuviera con ella. Si hubiera oído la definición, hubiese hecho su aparición en plena biblioteca.
—Quiero ver el G.F. de Rinoa —siguió Zell.
Quistis señaló a Sirena y a Quetzal.
—Oye, Quistis, ¿qué hay que hacer para enlazar a un F.G.? Yo quiero uno.
Quistis adoptó una postura severa.
—Primero hay que ser un SeeD. Los G.F's son peligrosos. Ayudan en el combate, pero al enlazarlos, se nutren de los recuerdos que tienes, por lo tanto no te los recomiendo.
"Oye, tía, un respeto"
—Zell, vamos a seguir con la visita —propuso su madre.
—Quiero ver a un G.F. —insistió el chico.
—Cuando hagamos la próxima exhibición te invitaré —sonrió Quistis—. Es en Enero, no tendrás que esperar mucho tiempo.
—¡Que llegue pronto, que llegue pronto! —bailó Zell hacia la próxima zona, el garaje, pero Quistis lo detuvo.
—No, en el garaje sólo hay coches, es aburrido, vamos a otra zona.
Zell siguió bailando, ajeno a la sugerencia de Quistis, y Elisa repitió:
—Zell, ahí sólo hay coches, ¡vámonos!
—¡Voy a entrar aquí!
Quistis sonrió al verlo tan emocionado.
—Déjalo, saldrá enseguida. No creo que le llame mucho la atención esa zona. Esperemos aquí a que vuelva.
No obstante, si Elisa y Quistis hubieran entrado, habrían presenciado algo increíble.
CONTINUARÁ
¿Qué ha ocurrido en el garaje? ¿Acaso tiene que ver con Irvine?
¿Cuáles serán los próximos informes del médico? ¿Serán positivos?
Próximo episodio: Sentido de protección
