Atención: Todo de Square. Me pregunto qué haría si visitara esos estudios…
Notas de autor: Susana, mójate y déjame un review, anda. Aunque sea para reprenderme por la historia que tengo a medias (y que he vuelto a ella) Consultas, o sugerencias, como siempre, review o email: fanfiker_
Gracias por leer.
Resumen: Tras una sugerencia de Selphie, el grupo baja a Las Ruinas Omega, donde un repentino accidente hace a Zell de nuevo mostrar sus técnicas de lucha y reconocer recordar a ese enemigo y el último lugar donde lo vio.
BAJO LOS OJOS DE UN NIÑO
FanFikerFanFinal
Capítulo 9: Estímulo de celos
Irvine se hizo paso a través de los demás estudiantes para entrar con decisión en la oficina de su comandante. Hablaba con Xu acerca de unos traslados cuando lo interrumpió.
—¡Squall! ¡Funcionó! ¡Recuerda el Castillo de Artemisa!
Xu se giró, emocionada.
—¿Hablas de nuestro Zell?
Squall frunció el ceño.
—¿Cómo fue?
Irvine le relató todo: desde su visita a las Ruinas Omegas hasta el breve descanso de los jóvenes, pasando por la huida de Zell y acabando con la visita del férreo. Preguntaron al joven, que, un poco preocupado, dijo que recordaba un castillo, y que sus amigos habían estado con él. ¿Cómo pudo recordar precisamente ese lugar? Obvio, las Ruinas Omega eran lo más parecido al Castillo de Artemisa en algunas de sus fases. También los enemigos eran similares. Irvine no cabía en sí. En las siguientes semanas, Zell parecía estar creciendo a pasos agigantados; ya no hacía preguntas infantiles, ni tampoco jugaba con los niños tan a menudo; había olvidado el hábito de dibujar. Sin embargo, su madre observó una conducta extraña en él. Ya no la abrazaba tanto y sus pensamientos solían ser algo reservados. Irvine, de cualquier modo, lo notaba mejorado. Aquella tarde ambos habían salido a pasear por Dollet cuando Irvine recibió una llamada en el móvil.
—¿Sí? Oh, sí, qué tal… no, no hay misiones últimamente —notó que Zell le sonreía—. Oh, tampoco, cariño, ya sabes cuán aburrido puede llegar a ser… ¿seguro que no me tomas el pelo? Está bien, está bien, dime… ¿en qué tren? ¿tan pronto? —Zell elevó la vista de su crepe—. Oh, sí, nos encantará. A las cinco. Muy bien. Pasaremos, entonces.
—¿Una amiga? —dijo Zell, y en su voz podía notarse algo de temor.
—Es Selphie. Va a quedarse en Dollet unos días, dice que llega hoy. Iremos a buscarla a la estación, ¿te apetece?
Zell sonrió y asintió. Siguieron caminando por el empedrado hasta llegar a la playa. En el camino, Zell observó la actitud de Irvine. Estaba feliz, y a veces tarareaba. Parecía tener ganas de ver a esa chica tan estupenda. A Zell le caía muy bien, y tenía ganas de verla también, la pena es que la exclusividad de la tarde ya no la tendría él.
Cuando dieron las cinco, ambos jóvenes se dirigieron a la estación.
—Uf, menos mal que Dollet está más limpia ahora. Antes daba asco pasar por aquí.
—Es una ciudad muy vieja —dijo Zell—. Tengo más hambre, ¿iremos a comer luego?
—Chico, espérate un poco. No descansas el estómago, debe trabajar a marchas forzadas, me da miedo pensar cómo serías si no hicieras tanto ejercicio.
El ruido de un tren aproximándose los interrumpió. Irvine se levantó mientras Zell se quedaba quieto sentado, observando cómo los pasajeros vaciaban los vagones.
"¿Cuántas personas cabrán en un tren? ¿Podríamos coger todos los de Balamb?"
De uno de los vagones más próximos al final salió corriendo una chiquilla con un abrigo gris. Llevaba falda y una maleta. Echó a correr aún más agitando el brazo.
—¡Irvyyyyyyyyyyyyyy!
Zell siguió con la mirada el camino que describían ambos hasta encontrarse. Se abrazaron muy fuerte. Después, le pareció que el cowboy le decía cosas lindas al oído a ella, porque sonrió y le besó la cara. Irvine dijo algo más y Selphie dejó caer la maleta sobre su pie. Zell se levantó como un resorte y fue hacia ellos, pero paró en seco. Después de frotar ligeramente su pie, Irvine se volvió hacia la chica y juntó sus labios con los de ella. La vista de Zell se quedó congelada; su cuerpo se tensó visiblemente; su interior se revolvió; no se dio cuenta de que estaba apretando los puños con fuerza hasta que se clavó las uñas. Su corazón comenzó a latir muy deprisa; miró alrededor y corrió hasta salir de la estación. Irvine y Selphie lo encontraron junto al puente.
—¡Zell! ¿Dónde estabas? Nos tenías preocupado.
Selphie, ahora con las manos libres, añadió:
—¿Te encuentras bien?
—La gente me agobiaba —explicó, algo turbado.
—Bueno, todo solucionado —Irvine señaló la maleta que portaba—. Acompañemos a Selphie al hotel y luego veremos qué hacer.
Zell los siguió, pero apenas entró en la conversación, pues su mente se había quedado atrapada en aquel momento, en la estación, cuando ambos jóvenes se abrazaban. ¿Hacía eso Irvine con todas las chicas? ¿Cuántas novias tenía? ¿Sería él un obstáculo para verse con ellas?
—Vamos a la pulpería —dijo Selphie muy animada, después de haber descargado el equipaje, y agarró a Irvine y a Zell con ambos brazos.
Aunque el ambiente estaba bastante ameno entre los jóvenes, Zell no podía dejar de sentirse apartado mientras comían. No sabía por qué, pero miraba a Irvine y lo veía feliz, y eso le alegraba, pero algo se agitaba en su interior, algo que le hacía ser malo y egoísta para con Selphie. Sus pensamientos contradictorios no tardaron en aflorar.
"Quiero que se vaya" "No, no, no, es la amiga de Irvy, y hace mucho que no se ven" "¿Los amigos se dan besos?"
Apretó tan fuerte los puños que desvió el interés de Selphie en su conversación.
—¿Te ocurre algo, Zell?
El rubio esbozó una sonrisa forzada, y su mirada viajó hacia Irvine, en una décima de segundo.
—Nada. Voy al baño.
Mientras el chico desapareció entre la multitud del bar, ambos jóvenes siguieron hablando. En un punto de la conversación, Selphie pidió a Irvine que le enseñara la cadena que Zell le regaló.
—Mmm… —dijo, mirándola, muy pensativa, y leyéndola una y otra vez—. Irvy, creo que deberías hablar con Zell. Me parece que está celoso.
Irvine soltó una carcajada.
—¿Celoso? ¿De qué?
—No le gusta que otro ocupe su lugar. Ahora mismo, tu atención se centra sobre mí.
—¿Por qué eres tan creída? —rió Irvine.
—Hablo en serio. Él está… distante y parece querer echarme para quedarse contigo, además, cuando…
Selphie no pudo seguir, porque Irvine la había hecho callar. Como hacía siempre con todas. Besándola en los labios.
—Os molesto —les interrumpió una voz fría frente a ellos—, así que me marcharé.
Se separaron al escucharlo. Irvine alcanzó a ver salir a un chico muy conocido por la puerta, con el pelo largo y rubio. Selphie se levantó y corrió hacia él.
—Espera, Zell. No te marches, por favor.
Sin respuesta, pero se había parado frente al local. El chico observó la redonda cara de Selphie, y sus ojos brillantes. Sus labios estaban rojos y su respiración entrecortada. La maldijo una y otra vez dentro de su cabeza.
—Cuando la gente hace eso debe estar sola —dijo, en un alarde de conocimiento superior.
Selphie tuvo que aguantarse las ganas de reír.
—Sí, perdona, hemos sido muy irrespetuosos contigo.
Irvine llegó hasta ellos.
—Ya he pagado la cuenta, podemos irnos —sonrió a Zell, quien le lanzó una mirada de total desprecio.
El ambiente se tornó irrespirable. El reloj de la plaza sonó varias veces.
—¡Oh! ¡Pero qué tarde es! Tengo una reunión en el hotel —dijo la chica, quien parecía de repente muy apurada—. Zell, Irvine, os veré otro día.
—¡Eh, Selphie! ¡Espera, te acompañaremos! —gritó Irvine echando a correr, pero un fuerte brazo lo detuvo.
—Creo que quiere estar sola —dijo Zell, con unos ojos azules tan fríos como el mismo hielo de las montañas.
Irvine contempló al joven; ya no irradiaba inocencia y dulzura sublimes; ahora su cara estaba contraída, y sus cejas arrugadas, y la fuerza de su brazo le dio miedo.
"¿Qué he hecho mal?"
Irvine quedó pensativo tras ese incidente. En el camino de vuelta, ninguno había pronunciado palabra, a pesar de los intentos vanos del cowboy por divertir al muchacho. En la conversación mantenida por Selphie un día después, se negó a creer sus teorías sobre el sentido de posesión de Zell y su posible encaprichamiento con él. Todo quedó olvidado cuando la siguiente semana, Irvine fue con Squall a cenar a casa de la señora Dincht. El cowboy no volvió a pensar en el extraño comportamiento de Zell porque para él no tenía sentido. Quizá se sintiera un poco apartado aquella vez porque Selphie parecía demandar más de él mismo. Todo continuó como antes, y, meses después, Squall recomendó a Irvine que llevara a Zell al pueblo shumi para que evaluaran su estado, ahora que el joven había recordado más nombres de monstruos y lugares concretos, y tras el último informe del doctor de Esthar, increíblemente positivo. El pueblo shumi se situaba en una tierra fría, la más próxima al hemisferio norte. Era uno de los pocos lugares donde aún había paz y donde los shumis —unos seres con enormes manos y pies— vivían bajo tierra, en completo respeto unos con otros.
Pasearon por la zona, la breve pero vírgen tierra de aquellos seres ancestrales. Zell pareció encantado con el paseo y reconoció que los shumis eran muy amables y sabios. Visitaron al jefe, quien lo reconoció enseguida y los dio alojamiento gratuito a cambio de unas labores de ayuda para el pueblo. De noche cerrada y ambos jóvenes tapados en diferentes camas, Zell preguntó:
—¿Quién es Norg?
Irvine se quedó helado en su cama.
—¿Es amigo tuyo?
Irvine no pudo contestar.
—Creo que es un shumi. Recuerdo algo así como que era un poco violento. Jajaja, habré soñado algo raro.
Pero Zell no había soñado e Irvine lo sabía. Estaba realmente haciendo grandes progresos. En otra ocasión, cuando un perro spaniel pasó delante de ellos moviendo su rabo con gracia, Zell saludó al perro llamándolo Angelo. A Irvine casi le da un ataque.
El jefe shumi trató la mente de Zell y recomendó que se quedasen varios días más.
—Sólo está perdido —fue su veredicto—, necesita que alguien lo guíe y ese alguien según su elección eres tú.
"Yo soy quien debe cuidarle", era el pensamiento constante del joven de cabello castaño. Dirigiéndose hacia él, quien jugaba con las ranas del pantano mientras caía el sol en un fresco día de primavera, se propuso ser fuerte. Debía ayudarle a volver. Costara lo que costara, todos debían recuperarle, y eso sería bueno para él. Dejando a un lado el sentimiento egoísta de Irvine.
"Nunca tuve la oportunidad de ser amigo de Zell, pero ahora todo está en mis manos"
Sin embargo, el joven lo miró triste, e Irvine bromeó:
—¿Qué? ¿Te ha mordido alguna? Ya te dije que tuvieras cuidado.
Zell, con los ojos bajos y la mirada perdida, escarbó en el barro con un palo; el mismo que había utilizado para hacer saltar a las ranas oscuras del lugar.
—Vayamos dentro, Zell. ¿Qué dirá tu madre si te llevo de vuelta sucio y triste?
Zell se levantó y lanzó el palo a un lado, dándole la espalda a su amigo. Irvine jamás olvidaría lo que dijo a continuación.
—Elisa no es mi madre.
CONTINUARÁ
Zell ya no es el niño inocente de antes. ¿Qué son esos sentimientos contradictorios para con Selphie?
Lo recuerda. Sabe que Elisa no es su madre. ¿Se lo ha estado callando todo este tiempo? ¿O buscaba el modo en cómo decirlo y a quién?
Próximo episodio: La verdad duele
