Atención: Square los creó y yo los utilizo sin su permiso.
Notas de autor: El capítulo decisivo del fic. Tanto escribir para que todo se desarrolle aquí… en fin, es la gracia de escribir una historia. Gracias a kos-mos, Gema y Galdor, y también a Paula por sus útiles comentarios que me sirven para mejorar. ¡Arien, hace mucho que no te veo por aquí!
Consultas, o sugerencias, como siempre, review o email: fanfiker_
Gracias por leer.
Resumen: Zell perdió la memoria, pero gracias a sus amigos hace grandes progresos. Sin embargo, y a pesar de que su inocencia cubre el 90 de su mente, en el otro 10 la inquietud por perder a la persona que ha estado a su lado todos estos meses, ¿se volverá enfermiza? Y, de visita en el pueblo shumi, Zell dice que Elisa no es su madre.
BAJO LOS OJOS DE UN NIÑO
FanFikerFanFinal
Capítulo 9: La verdad duele
Irvine notó cómo un húmedo y frío sudor le recorrió la cara.
—¿Qué tonterías dices? Claro que es tu madre. Ella te ha criado.
Zell se volvió, dolido.
—No tengo recuerdos de ella de cuando era pequeño. Los shumis dicen que los recuerdos son importantes. Y yo recuerdo conocerte. Antes que a mi madre.
Irvine tragó saliva, temeroso de que Zell hubiese recordado todo de repente. ¿Qué podría decirle él? Desde luego, no estaba en sus planes recordarle que su madre lo había adoptado a los ocho años, no era la persona indicada, a Elisa no le gustaría. Unos bravos brazos lo sujetaron con fuerza, con decisión, casi con súplica.
—Irvy, tú eres mi amigo. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no la recuerdo?
El joven se sumergió en los inocentes ojos de su amigo. Habían sido meses desde aquel inevitable accidente. Meses en los que él, como amigo, debió estar a su lado, cuidarlo, tragarse su tristeza, sus recuerdos, todo por Zell.
De todos ellos, Zell Dincht es quien tenía un trozo de infancia: el único adoptado del grupo. Los demás no consiguieron padres y fueron enviados a los jardines militares. La ausencia de padres habían construido diferentes personalidades en los chicos; así, Irvine, de naturaleza amable y encantadora, también tenía su lado solitario y asceta. Zell, sin embargo, era la personificación de la felicidad; su sentido de la justicia y fidelidad abundaban en él. No temía nada cuando luchaba, y sin embargo, cuán fácil era derramar lágrimas por cosas insustanciales. ¿Por qué? ¿Por qué, de todo el grupo, le tuvo que ocurrir a Zell? Debió tener hermosos recuerdos que, ahora, se le antojaban banales. ¿Cuándo fue para él la última vez que abrazó a su madre?
Irvine se cubrió la cara con las manos, incapaz de contener por más tiempo el secreto, incapaz de seguir actuando, de seguir inventando cosas.
—¿Qué pasa, Irvy? ¿Qué sabes? ¿Por qué no me lo cuentas? ¿He hecho algo malo? ¿Estás triste por mí? No quiero que Irvy sufra –dijo el joven, atrayéndolo y rodeándolo con sus fuertes brazos.
La cabeza del joven se apoyaba en el poderoso hombro de Zell, su pelo ondulado recogido, cayendo por su espalda, derrotado.
—Seré bueno… —prometió Zell, bajo una noche estrellada.
"¿Qué mal hará si se lo cuento? Si recupera la memoria aquí, será más fiable tener al jefe shumi atendiéndole que a cualquier otro médico de Esthar. Siempre se le ha conocido por su sabiduría mental. Y, demonios, Zell tiene derecho a saberlo"
—Squall dice que no lo entenderé. Una vez en su despacho, le pregunté por qué no quería tenerme de SeeD. Me dijo que no lo entendería. ¿Qué hay que entender? ¿Por qué no me deja protegerte? Yo sólo quiero que no te peguen más, Irvy. Y salir de misión contigo.
Irvine trató de calmarse un poco. Ahora, quien necesitaba respuestas era él. Ambos se dirigieron a una roca del lugar mientras el sol caía.
"Elisa, Squall, perdonadme por lo que voy a hacer. Admitiré cualquier culpa después de esto"
Ambas caras se encontraron; los ignorantes ojos de Zell observaron los cansados y violáceos de su amigo, que le agarraba los hombros. A través de la tela, el chico pudo notar cuán ásperas eran las manos del cowboy.
—Zell, no puedes ser un SeeD —empezó Irvine, temeroso—, porque ya lo eres.
El rubio ladeó la cabeza en señal de confusión absoluta.
—Eres Zell Dincht, artista en artes marciales. ¿Te has dado cuenta de que sabes pelear?
El joven asintió, recordando la pelea con los jóvenes del Jardín y el enfrentamiento con el férreo.
—Tuviste… un accidente en una misión —dijo Irvine lo más calmado posible— y perdiste la memoria. Squall y yo también resultamos heridos, pero nos salvamos milagrosamente. Yo me rompí una pierna y Squall tuvo magulladuras. Por eso no recuerdas a tu madre, por eso te preguntas quién eres todos los días, pero a ti no te pasa nada. Es sólo que estás perdido.
El cowboy se giró para no perderse la reacción de su amigo. Apretó fuerte los puños. Pero Zell sólo alzó su vista nublosa hacia el cielo.
—¿Perdí la memoria? —repitió— ¿Tú me conocías antes?
Irvine asintió.
—Los médicos dicen que estás haciendo grandes progresos. Ya recuerdas mucho de tu pasado, Zell. Pronto serás el de siempre, aunque lleve unos meses. Perdona por no habértelo dicho antes, eran órdenes médicas.
Al rubio no parecían importarle los progresos, ni los doctores.
—¿He estado contigo antes y no lo recuerdo?
Irvine sonrió.
—Nada que puedas lamentar. Tú y yo no nos llevábamos muy bien antes, así que…
Zell frunció sus claras cejas.
—¿No? ¿Por qué?
—Creo que yo no te gustaba nada. Me llamabas ligón y mujeriego. Claro, que no te culpo, a veces… ¿Zell?
Ahora sí que la había cagado. Ya lo había hecho llorar.
"Joder, cuando abres la boca lo fastidias"
Zell se agarró a su querido Irvine. No podía creer que su antiguo yo lo había odiado. Irvine era el ser más guapo y encantador del mundo, ¿qué clase de persona era antes?
—No quiero recordar —estableció, abrazando a Irvine con fuerza—. Si yo te odiaba, no quiero acordarme. Quiero a Irvine. Quiero que esté conmigo para siempre.
El joven echó a llorar amargamente.
—Eh… Zell —dijo el otro intentando apartarlo de su asfixiante abrazo, pero le fue imposible. Apenas en murmullos, oyó su lamento.
—Yo… me alegro de que no te hubiese pasado a ti, porque si no, tus amigas se enfadarían mucho contigo…
Irvine correspondió a su abrazo. No lo hizo por lástima ni por aparentar, en el fondo él también se encontraba afectado: afectado por haber estado ahí y no poder ayudar, ser incapaz de impedir la tragedia, sintiéndose aún más miserable porque no era a su madre a quien Zell quería recordar, sino a él.
El rubio alzó los ojos, desesperado.
—No me dejes por lo que te he dicho… no quiero que te vayas…
Le costó Dios y esfuerzo, pero, finalmente, pudo calmar a su amigo y acostarlo. Irvine no pegó ojo en toda la noche. Al día siguiente, se comunicó por teléfono con Squall y Quistis y les contó todo. Squall, diplomático, les ofreció volver, pero el atractivo francotirador indicó que ahora sería mejor que Zell estuviera con su madre. Después, telefoneó a Elisa, quien lo juzgó severamente por haberle contado la verdad lejos de ella, algo que hizo sentirse a Irvine aún más miserable, pero no por ello desechó sus culpas. Sintió dejarlos informados y más preocupados aún, pero tenía que hacerlo. Se vistió, su cabeza daba vueltas; la decisión estaba en sus manos y ni por asomo debía cargar con esa responsabilidad. Pero Zell confiaba en él… tenía puestas en él sus esperanzas, y aunque fuese el último favor, estaría a su lado.
Después del desayuno, Irvine anunció que volverían a casa. Zell lo miró curioso.
—¿Al Jardín? ¿O con mamá?
Irvine se sentó junto a él. Al fin y al cabo, quien decidía ahora era él.
—¿Dónde prefieres ir?
Zell bajó la cabeza, su rostro encendido, murmuró:
—Quiero estar contigo.
—Podemos volver al Jardín, donde Squall y Quistis nos esperan, preocupados, o podemos regresar a tu casa, a Balamb, donde tu madre se alegrará de verte. Ambos saben que tú has recuperado la memoria.
El rubio con pelo desordenado se volvió, con los ojos muy abiertos.
—No quiero… ¿por qué lo saben?
—Perdona… yo se lo conté —Irvine alzó una mano—. Puedes odiarme, si quieres.
Y se levantó hacia el baño, pero nunca llegó. Lo que hizo Zell a continuación le frenó por completo. Con su fuerte brazo lo hizo dar la vuelta para besarlo con pasión, mientras sus ojos, decididos, reclamaron:
—Irvine. Yo no te odio.
La inocencia del chico hizo sonreír a Irvine, que acarició el pelo de Zell, ahora cayendo con suavidad sobre su frente y sin gota de gomina alguna, quien cerró los ojos para sentirlo.
—Tenemos que hablar sobre tu sexualidad —indicó, elevando sus tupidas cejas—. Me parece que andas confundido.
Zell se volvió, refunfuñando. ¿Lo estaba tomando como una broma?
—No creas que soy tonto. Puedo haber perdido la memoria pero una cosa la tengo clara.
—Zell, no es eso, escucha, no puedes…
Ambos se quedaron frente a frente, y los azules ojos de Zell mostraron que no había otra respuesta.
—Sueño contigo todas las noches. Me levanto con eso… oh, no voy a explicártelo, tú ya lo sabes.
La cara de Irvine era todo un poema. No se atrevía a decirle que siguiera. Su compañero SeeD acababa de besarlo, ¿cómo es que sabía sobre sexualidad?
Zell se sentó y, avergonzado, informó:
—Me sentía muy raro después de las navidades. Y miré en los libros, ahí te lo explica todo, no se trata de ninguna enfermedad. ¿Por qué no puedes aceptarlo?
Irvine pestañeó. El héroe francotirador podía hacer cualquier cosa rodeado de una horda de chicas, pero, se derrumbaba ahora porque su amigo le declaraba, sin ningún pudor, lo que sentía por él. Se sentó junto a Zell, incómodo.
—Lo siento. No puedo acostumbrarme a que me mires así. Nunca ha sido de este modo, Zell. Entiéndeme.
Zell se levantó, furioso.
—¡Me importa una mierda lo que pensaba mi antiguo yo! No voy a cambiar mis sentimientos. Habéis decidido dónde llevarme; qué médicos deben verme; pero a quien quiera… nadie va a decidir eso por mí. Me da igual que tú sientas algo diferente.
Zell salió por la puerta sin dar tiempo a Irvine a detenerlo. El joven suspiró y jugueteó con aquel trozo de plata en el que las iniciales de ambos venían talladas. Rememoró aquella conversación con Selphie en Dollet cuando le dijo que estaba celoso. ¿Cuándo se le había ido de las manos todo? ¿Qué había hecho mal?
"Enhorabuena, Kinneas, ahora ya no sólo les gustas a las chicas, también a tu mejor amigo"
Zell vagó sin rumbo, con el corazón desbocado. Acababa de besar a Irvine y ¡cómo desearía volver a hacerlo! Sus bocas parecían ajustarse a la perfección, y el cowboy pareció tan tímido ante su reacción impulsiva, que le llenó el corazón de ternura. ¿O quizá estuviera avergonzado?
Debía ser valiente: no era correspondido. Sus ojos escocían tan sólo de pensar con cuántas mujeres habrían compartido la cama. Cuántas muchachas le habrían hecho jadear y disfrutar bajo sus caricias. Y él era sólo un patético espectador, condenado a mirar desde fuera, a no probar aquel fruto prohibido por la sociedad. No pudo confesárselo a nadie. Cuando los psicólogos le preguntaban, tenía miedo de la reacción de su madre. La biblioteca de Esthar, en el palacio residencial de Laguna, le dio la respuesta a todas sus dudas. Era homosexual porque le gustaba un hombre. Se levantaba todas las mañanas con el cálido recuerdo de cierto SeeD con aroma a orégano y pólvora. Al principio fueron duchas frías, pero se sentía mejor cuando se acariciaba. Cuando se liberaba. Gritaba en lo más profundo de sí lo que debía esconder al resto del mundo, sólo por miedo.
Se quedó ahí durante varias horas. Irvine no vino. Zell supuso que estaría enfadado por todo lo que le había dicho, pero nada más lejos de la realidad. Irvine no quería presionarlo y le dio todo el tiempo del mundo. Y cuando ambos jóvenes se encontraron, Zell, con ojos decididos, dijo:
—He hablado con el jefe shumi. Dice que ya puedes llevarme a casa.
Irvine pestañeó, sin entender. ¿A casa? ¿Se refería al Jardín? ¿A su casa de Balamb? ¿O quizá…?
—El jefe dice que tú sabes dónde es. El sitio donde crecí. ¿Me llevarás?
Los ojos de Zell se tornaron suplicantes. En aquella mente tan simple no parecía existir el rencor. Irvine, responsable como se sentía, asintió. Lo llevaría a casa.
CONTINUARÁ
¿Se repondrá Zell del rechazo que ha sufrido?
¿Qué ocurrirá cuando ambos bajen a Centra?
PRÓXIMO EPISODIO: El aroma de la niñez
