Atención: Todo es de Square-Enix. Personajes, lugares... La historia es mía.
Notas de autor: Entro en una nueva etapa en mi vida, y así, dejo atrás muchas cosas de las que me costará desprenderme. Pero lo importante es aguantar y mirar al futuro con decisión y positividad.
Aquí os dejo el antepenúltimo episodio de esta serie. Los recuerdos de Elisa Dincht (la parte final) me hicieron llorar en mi propio fic.
email: firefly7terra.es
Gracias por leer.
Resumen: Zell pierde la memoria en un accidente. El grupo de Balamb, especialmente Irvine, se vuelca en ayudarle a recuperarse moralmente, y, con el tiempo, Zell desarrolla recuerdos de su antigua vida. En una visita al pueblo shumi con Irvine, Zell le confiesa al cowboy que no lo puede ver sólo como un amigo, y le pide que lo lleve a casa.
BAJO LOS OJOS DE UN NIÑO
FanFikerFanFinal
Capítulo 11: El aroma de la niñez
Cuando Zell pisó la tierra de Centra, sus pulmones se llenaron del aire puro de aquella zona. Las gaviotas, que revoloteaban chillando cerca del mar en la entrada primavera, le sonaron familiares. A lo lejos, un faro reinaba el lugar, mientras que a sus pies se extendía una vasta alfombra de flores. Irvine se sentó y se descalzó. Se tumbó cuan largo era, de espaldas, agarró una brizna de hierba y se la llevó a los labios.
"Cuánto he echado de menos este lugar" pensó, los ojos cerrados para evocar sus emociones perdidas. Sintió un peso en su estómago; entreabrió un ojo: Zell se había tumbado apoyando su cabeza en el vientre del francotirador. Los jóvenes durmieron a plena luz del día hasta que les fue imposible aguantar con el estómago vacío. Se dirigieron a la playa, se quitaron los pantalones para no mojarse, y practicaron la aburrida tarea de pescar peces con redes. Cuando tuvieron suficientes, encendieron una hoguera y comieron a gusto. Zell relamía las raspas de pescado, encantado con el menú.
- Estos peces saben mejor que los de Balamb –dijo.
- Quizá porque Balamb está más contaminado.
- Irvy –dijo el chico tras unos minutos, tumbado sobre la arena-. Cuéntamelo.
- ¿Huh? –se volvió el otro, sin comprender.
- Lo que pasó aquí. Cuéntamelo.
Irvine resopló, inseguro, pero todos los juramentos del jefe shumi porque Zell se fuese a recuperar debían tener un motivo.
- ¿Ves aquella casa a lo lejos?
Zell asintió.
- Vivimos allí de pequeños.
Irvine relató todo lo referente a su infancia, o, al menos, lo que él recordaba. Le habló de Squall, Selphie y Quistis, incluso de Seifer Almasy; le habló de Edea y de Cid, quienes los habían cuidado y, finalmente, de cómo su madre se lo llevó lejos de ellos. Al acabar, Zell tenía lágrimas en los ojos.
- No me acuerdo de nada –se lamentó-. No me acuerdo de ti, y de si jugamos juntos.
- Eso tiene poca importancia ahora. Lo que debes hacer es asumir tu pasado y crear un nuevo futuro.
- ¿De qué me sirve –se lamentó el artista-… si en mi futuro no entras tú?
Irvine apagó la hoguera. El aire refrescante se agradecía, en un momento tan gélido para él.
- Yo siempre estaré contigo, Zell –prometió Irvine-. Te cuidaré.
Irvine no era dado a promesas, más cuando su mundo rotaba en torno al presente. Pero había hablado con el jefe shumi antes de partir, quien le dijo que había un 90 de posibilidades de que Zell recuperase la memoria.
"Ofrecerle tu apoyo es lo mejor que puedes hacer ahora", fueron sus palabras, "cuando el Zell antiguo vuelva, ya no le preocupará que tú estés a su lado. Pero ahora, necesita oírlo. Aunque te resulte conflictivo en tu opinión, ofrécele lo que necesita". Así pues, Irvine decidió seguir los consejos del hombre sabio.
- Quedémonos aquí un tiempo –dijo Zell muy contento, abrazándolo-. En esa casa.
Irvine asintió. No creyó que a Edea le importara mucho que hicieran usufructo de su casa, mientras ella viajaba con Cid a bordo del barco. Sabía que en pocos meses convertirían aquella casa tan querida para ellos en un enorme orfanato. Esos eran, al menos, los planes de su madre adoptiva. Así pues, llamó a Squall y a Elisa Dincht y les habló de quedarse allí. No pusieron ninguna objeción, salvo que Zell acudiera a Esthar como siempre a ver a los médicos. Irvine estaba dolido: hacía de padre y de madre, y no creyó que a Elisa le hiciera ninguna gracia. Lo que él no sabía, era que Elisa había hablado con Squall, quien tuvo una conversación con el jefe shumi, y les contó la mejora que el joven había alcanzado en tan poco tiempo. Elisa quería estar al lado de su hijo, pero si, por supuesto, estando con Irvine mejoraba, que todo siguiera así.
Unos días después de su llegada, Zell pidió a Irvine compartir la cama. Tenía pesadillas cuando dormía solo. Irvine accedió con la condición de que el joven practicara los ejercicios de meditación de los shumis para recordar su pasado que había dejado algo apartados.
Desde ese día, el rubio luchador dormía en brazos de su más adorado SeeD, pero no exigía nada a cambio. Se conformaba, egoístamente, con saber que Irvine ya no podía compartir la cama con chicas.
La primavera llegó a su fin, aunque las flores seguían tan radiantes como siempre. El verano entró un día lluvioso de junio, y en el Jardín, la mayoría de sus estudiantes hacían las maletas para irse de vacaciones. Squall, metido como siempre en su despacho, fue abordado por Rinoa y una carta de Esthar.
- ¡Laguna nos ha invitado para que pasemos unos días con ellos! ¡Di que si, Squall!
Squall levantó una ceja.
- Dijiste que ibas a visitar a tu padre a Deling –se excusó Squall, para ver si colaba.
- ¡Oh, iré cuando volvamos! Ya le he llamado y está libre a partir de julio –va a ser que no.
Squall suspiró y se levantó. El teléfono sonó en ese momento.
- ¿Sí? –dijo Squall descolgando.
- Disculpe, comandante, Elisa Dincht quiere hablar con usted.
- Páseme la llamada, gracias.
Un bip. Otro bip.
- ¿Squall? ¿Cómo estás? Hace tiempo que no hablamos. Perdona que te moleste, pero hoy necesitamos ir a Esthar. Zell tiene revisión.
- ¿Has hablado con él?
- Sí, lo llamé hace unos días y…
- ¡Oh, es la señora Dincht! –dijo, apasionada, Rinoa, y le arrebató a Squall el teléfono-. ¿Cómo está? Echo de menos a Zell… sí… es cierto… oh, es estupendo, porque ahora mismo íbamos a Esthar para quedarnos unos días.
Squall se frotó la nuca.
- ¿Íbamos? –repitió, trastornado.
Tras varios minutos de conversación, Rinoa colgó el teléfono y se volvió a su novio, guiñándole un ojo.
- Deberías contratarme como secretaria, Squall. Podría encargarme de tus citas.
- Ahora llama a Laguna y haz los honores –dijo Squall bostezando-. Yo me voy a duchar.
Cuando Zell e Irvine subieron al Lagunamov, Elisa no pudo evitar echarse a los brazos de su hijo. Lo miró de arriba abajo, contemplando su buen estado de salud y su mejoría de humor y las lágrimas la amenazaron de nuevo. Su hijo seguía llevando el pelo hacia abajo, y ahora casi dificultaba su visión. Le llegaba por los hombros. La mujer abrazó inmediatamente a Irvine y se deshizo en elogios con él cuando el rubio echó a correr para saludar a Rinoa y a Squall.
- No sé cómo agradecerte… que hayas estado ahí, con él… que lo hayas cuidado… entiendo que él quiera estar contigo.
- Es un poco caprichoso, pero le hago saber todos los días que su madre eres tú –sonrió Irvine correspondiendo al abrazo de la amable señora.
Elisa acarició la mejilla de Irvine con devoción. El chico puso la mano sobre la de ella. El Lagunamov se puso en marcha hacia Esthar.
Las lágrimas de Elisa se multiplicaron.
- Lo siento… debo parecerte una llorona, así con lo grandota que soy… pero verás… cuando vimos el barco de los Seeds blancos, cuando Edea vino a Balamb… éramos los únicos que queríamos adoptar un hijo. Edea nos hizo veros a todos. Nos parecisteis unos niños adorables…todos. Pero uno de ellos captó mi atención. Un niño castaño de pelo ondulado y largo hasta los hombros con cara de orgullo que hizo una reverencia a su madre cuando lo presentó. Recibí… la sonrisa más cautivadora de mi vida cuando ese niño me miró.
Pensé que, cuando creciera, se llevaría a todas las chicas de calle. Y no me he equivocado… Créeme, fue muy difícil elegir. Edea os había criado muy bien y erais todos hermosos, pero tenía miedo de no poder daros a todos una buena infancia, así que recorría cada tres meses el mundo con su barco, en busca de una familia para sus hijos. Nosotros… queríamos llevaros a todos, pero… por nuestra escasa economía sólo fue posible uno. Nuestra edad tampoco era alentadora. Ya ves… el señor Dincht murió cuando Zell ingresó en el Jardín. Pero… yo quería haberte llevado. Cuando cogimos a Zell en brazos, el pequeño Irvine tiró de mi falda y sólo dijo "por favor, cuídenlo bien y tengan paciencia, llora mucho". Después, me dirigió esa misma sonrisa cautivadora de antes, cogió a una niña de la mano, que lloraba por la marcha de Zell, y comenzó a decirle cosas dulces para que se calmara.
Irvine tuvo que tragarse sus lágrimas. Siempre le habían dicho que era un niño muy educado. Entendió perfectamente los sentimientos de Elisa.
- Bueno, pero le dieron una educación excelente. De hecho, me alegro que Zell fuese a caer en manos de usted y el señor Dincht.
- Siempre te hubiera considerado mi hijo… si no fuera porque aún con tu sonrisa me haces sonrojar.
Ambos rieron. El grito de Rinoa los hizo volver.
- ¡Esthar! ¡Hemos llegado!
CONTINUARÁ
Llegan a Esthar, ¿darán los médicos un informe final positivo?
¿Qué ocurrirá entre Irvine y Zell ahora que parecieron afianzar su amistad como lo mejor que les ha pasado?
PRÓXIMO EPISODIO, DESENLACE: Entre el azul eléctrico de la hermosa Esthar… y los valiosos recuerdos.
