Atención: Nada me pertenece, todo es de Square-Enix.

Notas de autor: Me han llegado dos curiosos comentarios en los cuales se me felicita por mi historia. Digo curiosos porque ambas personas odian (u odiaban) el yaoi, y, si realmente las he complacido, supongo que llegarán hasta el final de la historia. Os dedico este episodio, porque yo tampoco era amante del yaoi hasta que lo leí. Y ahora, escribo sobre ello. Sí, la vida es irónica a veces.

Este es el desenlace, aunque no el capítulo final.

email: fanfiker_

Gracias por leer.

Aviso: Aunque esta historia no es intensamente yaoi, hay ligeras nociones de shonen ai. Si no es de tu gusto, no leas.

Resumen: Zell pierde la memoria en un accidente y vuelve a sus orígenes con Irvine, a la casa de Centra donde ambos crecieron. Aunque Zell tiene muy claros sus sentimientos hacia Irvine, éste sólo puede hacer de guardián para su amigo, y promete protegerlo hasta que él recupere su identidad pasada. Llega el día de la revisión y el grupo se encamina a Esthar para visitar a los médicos de Zell.

BAJO LOS OJOS DE UN NIÑO

FanFikerFanFinal

Capítulo 12: Entre el azul eléctrico de la hermosa Esthar y… los valiosos recuerdos.

Rinoa, asida al brazo de Squall, Elisa, de la mano de su hijo y la rubia Quistis junto a Irvine, entraron en la azulada ciudad de Esthar y se dirigieron a los elevadores. Tres hombres que decían venir de la Residencia Presidencial se encargaron del equipaje de todos. Laguna les dio la bienvenida y les habló de un nuevo distrito en la ciudad que se había construido, siguiendo el modelo del resto de los edificios.

—Lo he inaugurado hace poco, ¿venís a verlo?

Todos accedieron menos Quistis, que se encontraba cansada y prefirió quedarse junto a Kirós.

Tuvieron que ir de nuevo en elevador, Elisa comentaba con Laguna que el encanto de Esthar era increíble, pero ella eliminaría los elevadores que tan rápido te llevaban de un extremo a otro y que le producían mareo acusado.

Irvine reía porque Rinoa intentaba hacer trenzas con el pelo de Zell sin éxito alguno y Squall entornaba los ojos por enésima vez en el día.

La zona nueva era exactamente igual al resto salvo por un pequeño parque sin árboles, con muros azules alrededor y fuentes con agua transparente que daban sensación de tranquilidad. Todos comentaban lo maravilloso que había quedado, examinando los materiales, curiosos, y haciendo preguntas. Zell corrió hacia la fuente y después corrió hacia Irvine.

—¡Eh, ven! No vas a creer lo que he visto ahí —señaló la fuente, con una mueca traviesa.

Irvine se dejó llevar por el rubio y se asomó a la redonda plataforma llena de agua para ver sólo su reflejo, que desapareció de inmediato cuando Zell lo salpicó.

—¡Eh!—gritó el cowboy, con la cara empapada—. ¡No tiene gracia! ¡Ya verás!

—¡Hace calor! —se excusó el joven, corriendo por el empedrado azul hasta apoyarse en uno de los muros del mismo color. Cansado, dirigió la vista hacia arriba. Varias imágenes de Squall aparecieron en su mente. El muro era muy alto y parecía caerse en cualquier momento.

"¡Atrás!" oyó que decía una aprensible voz. Zell se volvió para ver caer a Squall sobre Irvine. Zell enfocó de nuevo la vista hacia el muro. Iba hacia él. Iba a caerse. Una sensación de mareo lo invadió.

Irvine perseguía al joven cuando abrió los ojos, alarmado, viéndolo caer. Corrió hacia él pero no pudo impedir su caída. Zell yacía en el suelo con los ojos cerrados. Tenía una herida en la sien, y sangraba.

—¡Zell! ¿Qué pasa? ¡Despierta, soy yo!

Irvine zarandeó al chico cuando Squall llegó hacia él.

—¿Qué pasa?

—No sé, vino corriendo hasta aquí, creo que se ha desmayado…

Squall comprobó su pulso y miró a Irvine.

—Ha perdido el conocimiento.

Un preocupado Irvine recorría la sala blanca de Esthar del Palacio Presidencial mientras Rinoa y Squall, con las manos enlazadas, yacían sentados en uno de los bancos. Quistis, apoyada en la pared junto a Elisa, hacía esfuerzos por no gritar.

—Irvine, haz el favor de estarte quieto. Si sigues así nos tendrán que ingresar también a nosotros.

El doctor Odine les salió al encuentro y los jóvenes se levantaron como un resorte.

—Zell está bien, sólo ha sido un mareo. Tiene una brecha por la caída que se curará en poco tiempo. Está dormido, pero pueden pasar a verlo.

Los cinco se agolparon en la habitación, donde yacía Zell durmiendo apaciblemente con una gasa sobre su frente.

—Quiero que lo vea su médico cuando despierte, así que avísenme —pidió Odine—. Laguna ha ido a buscarlo.

Laguna no tardó en traer a uno de los psicólogos a cargo de Zell y Quistis fue de inmediato a avisar al doctor Odine, quienes tuvieron una sesión en privado con el chico, cuando hubo despertado. Irvine estaba fuera nervioso otra vez. Él y Squall se lanzaban miradas cargadas del mismo pensamiento. ¿Por qué Zell se había desmayado? ¿Acaso había recordado algo?

Los médicos estuvieron quince minutos con el joven y cuando salieron, Odine se retiró. El psicólogo, repasando las notas tomadas en su sesión, habló:

—Zell quiere ver a su madre. Y también a… ¿quién de ustedes es Squall Leonhart?

Irvine se heló en el piso. Squall lo miró, confuso y alzó el brazo.

—Yo.

—Vengan conmigo.

Squall y Elisa se perdieron en el pasillo y el joven Irvine los vio cruzar la puerta de la sala. El cerrar fue para él un eco insoportable. ¿Por qué Zell había preguntado por Squall? ¿Por qué ese interés en él de repente? El preocupado cowboy tenía una ligera idea, y una sensación de angustia porque su predicción se cumpliera. Quistis, sentada a su lado en la mesa, lo miró preocupada.

—Irvine, come algo. Zell está bien, lo veremos luego.

El de pelo largo miró la comida sin interés. Zell estaba demasiado bien, claro que sí, era eso lo que le asustaba. Sin querer, su sonrisa se había hecho tan imprescindible para él que se resistía a no volver a verla.

—Oh, ahí están Squall y Elisa —anunció Rinoa levantándose.

Elisa llevaba una cara tan feliz que parecía querer contagiar a todo el mundo. El semblante de Squall, por su parte, era serio y discreto. En cuanto su mirada se cruzó con la de Irvine, giró la cabeza, triste.

"¿Por qué me está evadiendo?" observó Irvine.

Elisa fue hacia ellos muy excitada.

—¡Mi niño ha recuperado la memoria! Le ha visto el psicólogo y dice que ha vuelto…

Quistis y Rinoa se abrazaron a Elisa, emocionadas, pero Squall sólo mostró una débil sonrisa. Irvine no sabía si alegrarse o entristecerse; su predicción, cumplida, elevó su desasosiego. Cauto, preguntó:

—¿Él está bien?

—Oh, sí, Irvy, todo gracias a ti —le abrazó Elisa—. Cuánto tenemos que agradecerte, si realmente no hubieras estado ahí, Zell aún estaría perdido…

El comandante intervino, llevando a Elisa del brazo.

—Ahora id a decírselo a Laguna. Está preocupado. Quistis, Rinoa, ¿por qué no acompañáis a la señora Dincht?

Las chicas asintieron, y se alejaron junto con la madre de Zell a los redondos elevadores de la Presidencia. Irvine, sin quitarles la vista, pestañeó y volvió a mirar el semblante abatido de Squall, quien señaló el plato del de pelo largo.

—Veo que… no has comido mucho.

—Squall, si vas a decirme algo, hazlo ahora. No creo que pueda aguantar mucho esta situación —dijo Irvine, disgustado, mil agujas en su garganta, amenazantes.

Leonhart suspiró y asintió, murmurando algo como "está bien, debes saberlo enseguida".

—Verás, he hablado con Zell. Seré franco, Irvine. No quiere verte.

CONTINUARÁ

¿Qué ocurrirá ahora que Zell ha recordado todo? ¿Por qué no desea ver a Irvine? ¿Por qué preguntó enseguida por Squall?

¿Cómo afectará a Irvine la decisión de Zell? ¿Será capaz de respetarla?

CAPÍTULO FINAL: Una despedida necesaria.