LA CARTA
Los personajes de esta historia pertenecen a Rumiko Takahashi, su madre intelectual. Atención: Algunos personajes estarán, valga la redundancia, fuera de personaje. Dado el aviso...
Aceptación (IV)
-Creo que todavía hueles, Akane.-
-¡Vamos! ¡Déjalo ya, Nabiki! No pienso volver a caer.-
-Bueno, tú sabrás… Tú serás la que espante a todos los chicos…-
-Hey, ya te lo he dicho: Puede que Kasumi se nos haya adelantado, pero eso no quiere decir que tengamos que conformarnos con cualquiera que el cielo nos tire a los pies-
-¡YAAY!-
Hasta la aparición repentina de un meteorito blanco que se estampó en el suelo justo delante de las hermanas Tendô, el camino de vuelta al dojo había sido bastante tranquilo. La típica charla de hermanas había decidido hacer, por fin, acto de presencia entre las Tendô. Los primeros días después de la reconciliación habían sido testigos de torpes conversaciones, molestas interrupciones que respondían al nombre de Tatewaki Kunô y Kodachi Kunô, y de desincronización casi crítica. Sin embargo, con el pasar de una semana exacta, cuál máquinas de relojería, la situación entre Nabiki y Akane había llegado a ser de una mediana normalidad. Normalidad que se vio truncada en el preciso instante en el que el ya mencionado meteorito blanco aterrizó a los pies de las hermanas Tendô.
Al agacharse para reconocer el extraño objeto que todavía echaba humo, se dieron cuenta que lo que en un primer momento habían tomado como un objeto del espacio exterior no era sino el único amazona macho que conocían, el guerrero casi cegato llamado Mousse. Antes de que dijeran nada, el chico amazona empezó a removerse en el cráter que su caída había creado.
-Uhnnn… No entiendo…-
-¿Mousse?-
-Uh…¿Akane Tendô?-
-Sí…¿Se puede saber…?-
Con un poco de dificultad, Mousse se irguió hasta que las hermanas Tendô entraron en su ya de por sí pobre campo de visión.
-¿Nabiki Tendô?-
-Mousse…-
Hubo un momento de silencio absoluto mientras Akane miraba curiosa a uno y otra. Sólo el sonido de las hojas al ser llevadas por el viento húmedo rompía la quietud de la escena.
-Encantado de conocerte.-
-Lo mismo.-
Tras la caída de espaldas, Akane volvió a insistir sobre lo que la había interesado desde el principio.
-¿Se puede saber porqué has decidido tomar el papel de "MIR" y aparecer como un meteorito delante nuestro?-
-Bueno, Akane, ha sido… Shampoo.-
-Ahá…¿Y ha sido por…?-
-Verás… He enfadado a Shampoo.-
Mientras la conversación se desarrollaba, los tres empezaron a caminar inconscientemente, siendo Akane la que llevaba la delantera.
-Mhhh… Tiene que ver con la marcha de Ranma,¿no?-
-¡Guau!¿Cómo lo has adivinado, Nabiki Tendô?-
-Heh, pura lógica.-
-Bueno… El caso es que, cuando me enteré de que Saotome estaba siendo acompañado por Kasumi en su viaje, fui a decírselo a… Shampoo… Y bueno…-
-¡Baka!-
-¿Cómo?¿Perdona?-
-Pues eso,¡baka perdido!-
-¿Y se puede saber por qué?-
-Porque,¿a quién se le ocurre? Además, seguro que entraste allí, haciendo todo tipo de payasadas, y se lo soltaste como si fuera la mejor noticia del mundo, arrodillándote ante ella y ya de paso proclamando tu amor por ella con todos los clientes mirando desde que entraste haciendo el tonto.-
Para cuando Akane hubo terminado su diatriba, Nabiki, que no había podido evitar permitir que una sonrisa apareciese en su rostro, reconoció el azul de las tejas de su casa a unas docenas de metros de distancia. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, la inesperada respuesta de Mousse interrumpió los pensamientos de la mediana de los Tendô.
-¡Anda! Resulta que ahora la torpe, malcriada y… Marimacho que no se cosca de nada, que se dejó pasar al chico que consiguió matar a un inmortal por y con ella, ésa misma, va ahora e intenta darme clases sobre como mostrar mis sentimientos. Pero será posible…-
-Tú… Estúpido bocazas egoísta con la personalidad de un niño de ocho años que… Que no sabe aprovechar sus oportunidades… ¿Cómo te atreves a llamarme… Todo eso que me has llamado?-
-Y tú, niña picajosa,¿por qué dices que tengo la personalidad de un niño de ocho años?-
-HAHAHAHAHAHA…-
El sonido de las carcajadas de Nabiki consiguió eficazmente cortar la discusión que podía haber pasado a mayores. Akane y Mousse se la quedaron mirando un buen rato, bastante sorprendidos, delante de la puerta principal a la finca Tendô mientras la mediana de la familia hacía esfuerzos por aguantarse en el marco de la puerta de madera, pues parecía que las piernas no eran suficiente soporte para ella.
-Hey, Nabiki-neesan, esto no es gracioso. Este… lerdo me está insultando,¿y tú te pones a reírte?-
-¡EH!-
-Lo siento Akane, pero no lo he podido evitar.-
-Bueno…¿Entramos o no, Nabiki?-
-Sí, venga, que estoy deseando meterme en el furo…-
-Hey,¿y yo que hago? No puedo volver todavía…-
-Umpf… Quédate aquí hasta la noche. No creo que a Otousan o a Nodoka les importe.-
-Umm… Gracias, Akane Tendô.-
-¡Y deja de llamarme "Akane Tendô"! Me da repelús.-
-Solamente trataba de ser educado.-
-Pues muéstralo de otra manera.-
Con eso, los tres jóvenes entraron en la casa, las dos inquilinas anunciando su llegada con un poderoso "Tadaima" mientras Mousse se mantuvo extrañamente cohibido y murmurando el saludo correspondiente. Tras explicar la situación a Nodoka y a Sôun en el cuarto de estar mientras Genma escuchaba aburrido, se decidió que el chico de gafas podría incluso quedarse a dormir si fuera necesario, cosa que Mousse les agradeció con sendos abrazos y palabras de gratitud en un tono desmedido, tal y como le hizo saber Akane con su puño cuando Mousse, ciego de alegría fue a abrazarla.
Mientras tanto, en el piso de arriba, Nabiki oía los ruidos sordos de todo el trajín que estaba ocurriendo en el salón mientras, sumergida casi por completo en el agua caliente, pensaba y pensaba en la corta pero intensa interacción que había ocurrido entre su hermana y el amazona casi media hora antes. Le maravillaba y al mismo tiempo le aterrorizaba la similitud entre la conversación que habían tenido hace un rato con lo que se habían dicho Ranma y Akane cuando su relación había empezado. Los veía una y otra vez en su mente, la imagen de Ranma y Akane discutiendo con la de Mousse y su hermana pequeña también discutiendo. Y entonces se dio cuenta de porqué no había podido dejar de pensar en las similitudes desde que había entrado en casa: Mousse no debería comportarse así.
Le parecía increíble que no se hubiera dado cuenta. Pero, un momento después, su asombro desapareció. Pensando un poco, podía señalar perfectamente la razón de que un hecho tan evidente la hubiera pasado desapercibido. Y la razón no era otra que la marcha de Ranma y, en segundo lugar, de Kasumi. Había pensado en ello, pero ahora el hecho de que Ranma y Kasumi habían sido, de alguna manera, los dos pilares que sujetaban su concepción del mundo y, seguramente, de todos los involucrados en mayor medida con la vida del joven Saotome, se presentó de manera aún más contundente. Ellos dos representaban lo que podía esperar y, en mayor o menor medida, prever.
Por una parte estaba Ranma, el imán del caos, el artista marcial capaz de lo imposible y que aún así recibía más golpes que el resto de los que le rodeaban juntos. Era una contradicción, una contradicción que se había vuelto tan normal en las vidas de quiénes le acompañaban como el sol o, graciosamente, la lluvia. "Ranma 'O lo hago o reviento' Saotome", como ella misma le había bautizado cariñosamente en secreto cuando había oído la batalla contra Herb, el príncipe de esa dinastía, para ella, inmoral.
Y por otra parte estaba Kasumi, la típica, pacífica y sumisa esposa japonesa. Algunos decían que eso no era más que una cáscara que ocultaba en realidad desde una vampiresa de grandes poderes hasta una artista marcial de un calibre aún mayor que el de Ranma, pasando por una especulación que molestó en gran medida a la mediana de los Tendô, a saber, que en realidad Kasumi era, por las noches y a escondidas, una dominatrix cuyas preferencias parecían más una enfermedad que otra cosa. Por supuesto, no tardó mucho en encargarse de que la vida fuera un infierno para el que difundió ese rumor. De todos modos, ahí estaba su figura, siempre en una parte de su mente, como una figura que nunca cambiaba, que siempre aparecía aquí o allí en el momento más oportuno para hacer un comentario que, a riesgo de hacerla parecer un poco… perdida, consiguiera deshacer un poco la tensión, o dando los consejos maternales que sólo ella, de entre las tres, recibió de su madre, tomando como una tarea de honor pasar esos conocimientos a sus hermanas menores.
Y es que Kasumi no era un ángel. Nabiki se jactaba en silencio de lo fácil que era verla desde fuera como un ángel o como un demonio, como aquellos mal pensados del rumor. Sí, realmente era muy fácil aplanar su personalidad y convertirla en un rubí de una cara, cuando la realidad era que ni un diamante tallado se acercaba a la complejidad de su hermana. Tampoco era ningún genio escondido, aunque cierto era que tenía una facilidad innata para las lenguas, igualmente cierto era que tanto las matemáticas como la física estaban claramente fuera de su alcance. Su pasatiempo, la medicina, creaba en torno a ella un halo de inteligencia que chocaba frontalmente con la actitud despreocupada, o más exactamente, resignada que había desarrollado. Actitud esculpida por la muerte de su madre, su toma de relevo en el puesto y sus largas noches despiertas llorando en silencio al oír llorar a toda su familia, desde su padre hasta su hermana menor, sintiéndose impotente por no poder hacer nada. Y sobre todo ello, y siendo lo que Nabiki consideraba como lo peor de todo, sus continuos fracasos amorosos, que la marcaron todavía mucho más que todo lo anterior, siendo el caso del Dr. Tôfû tan sólo la punta del iceberg.
Nabiki escuchó a través de las paredes los pasos de alguien que subía por las escaleras a buen ritmo, y eso le sacó de sus reflexiones. Mirándose las manos, vio que tenía los dedos arrugados y, recordando memorias agridulces de los pocos baños con su madre y los bastantes con Kasumi, una sonrisa melancólica, como de muñeca de porcelana, se encaramó triste a su rostro. Y una lágrima sola y pérdida se encontró, tras el largo viaje por el cuerpo desnudo de la mediana de los Tendô, con la infinitud de un océano encerrado en la tina.
-Nabiki, hija¿has terminado? Akane-chan está impaciente por entrar.-
-Sí, Obasan, ya está… Saldré en un momento.-
Nodoka Saotome no pudo evitar sentir, de repente y casi sin explicación alguna, una pena tremenda. Mientras bajaba por las escaleras para decirle a Akane que el baño estaría libre en poco tiempo, Nodoka alzó la vista para mirar el techo. Marcas, líneas, pequeños agujeros, tornillos, madera… La… melancolía en la voz de Nabiki parecía subyacer ahora en toda la casa, y Nodoka volvió a sentir un ligero escalofrío recorrer su espalda. En un susurro de pena e incertidumbre, la mujer de pelo rizado se dirigió a los dioses con una mirada que parecía tener muchos más años que su portadora.
-Dioses nuestros,¿hay alguna manera de ayudarlas?-
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Mousse estaba, cuando menos, sorprendido. Tras haber estado unas horas descubriendo la casa (y haberse topado con una Akane que se estaba cambiando al abrir una puerta del segundo piso, con lo que se había ganado la bofetada más fuerte que había recibido en su vida), la hora de la comida por fin había llegado y, cuando se había acercado a la cocina para ayudar como su costumbre le ordenaba, había sido, literalmente, echado a patadas de allí por una orgullosísima Nodoka.
Así que, sin nada que hacer y un poco confuso, Mousse se había sentado a la mesa tras haber puesto vasos, platos y palillos en su lugar correspondiente. Su atención se vio irremediablemente absorbida por la televisión en color que hablaba sin parar desde una esquina de salón. Interesado, se colocó las gafas correctamente y se acomodó un poco mejor para ver el programa sobre viajes a países del extranjero que estaba emitiendo un especial sobre el país vecino: China.
En ese momento, el timbre de una bicicleta pudo oírse en el salón proveniente del exterior. Mousse, que conocía ese timbre demasiado bien como para equivocarse, empezó a ponerse histérico. Empezó a buscar un lugar donde esconderse mientras Sôun y Genma le miraban impasibles.
-Este chico es un poco extraño,¿verdad, Saotome?-
-Sí, tienes razón, Tendô.-
Por supuesto, el chico de gafas ignoró la conversación de besugos que acababa de tener lugar cerca suyo en pro de seguir buscando refugio. Sin embargo, no tuvo suerte porque, con el sonido de un viento fuerte acompañándola, la amazona Shampoo, de silueta escultural, pelo lavanda y léxico más que limitado, entró en la sala de estar de los Tendô montada en esa bicicleta suya que saltaba más que Kit, el Coche Fantástico, aterrizando sobre la cabeza de Mousse y seguida de cerca por su bisabuela, matriarca de la tribu a la que pertenecían, Cologne, alias "Momia Disecada".
-Bisnieta, haz el favor de dejar de aplastar el cráneo del ciego idiota.-
-Vale.-
El tono de Shampoo era uno que nadie había oído nunca, tal vez Mousse justo antes de la boda fallida: Era de derrota. El sentimiento de derrota, de abandono y pena que emanaba la joven guerrera amazona les era extraño a todos los que lo habían oído, e incluso Cologne sintió un escalofrío recorrer su arrugado cuerpo al oír como toda la energía parecía haber abandonado a su bisnieta preferida.
-¡SHAMPOO!¿Ya no estás enfadad conmigo?¡Oh, Shampoo, sabes que yo te-
El puño combinado de Shampoo y Akane consiguió eficazmente acallar a Mousse que, en un momento, se vio empotrado contra la pared del salón y perdiendo la conciencia. Shampoo no le dio más importancia al suceso, pero Akane, sin embargo, se miró el puño con un gesto de extrañeza que no pasó inadvertido para nadie. Notando las miradas del resto de habitantes del salón, la menor de los Tendô hizo una retirada táctica hacia la cocina. Sin darlo más importancia, Cologne se acercó al cuerpo inerte del amazona caído, le tocó un par de puntos en la nuca, y se retiró a un lado. Los puntos de presión no tardaron en surtir efecto y, un momento después, Mousse se levantaba pesadamente y se sentaba en el suelo.
-Bien, ahora que estás despierto podré decirte lo que necesita ser dicho.-
-¿Y eso es?-
-Mmm…-
-¡Oh, venga de una vez!-
-La cosa es que… Nos vamos.-
-Ya… Me lo estaba imaginando…-
-Pues entonces,¿por qué no has preparado tus cosas todavía?-
-…-
-Ya veo… Así que, estás pensando en quedarte…-
Mousse, ante el asombro de los Tendô, puesto que Nabiki había bajado al fin, y los Saotome, asintió lentamente, como tratando de convencerse de lo que tenía que hacer.
-Así es… Y, bueno, como la decisión ha de ser tomada, supongo que debería hacer la prueba que quería realizar para decidir si quedarme o no.-
Con eso, el joven y casi ciego amazona se puso en pie y, lentamente, como si la distancia entre él y la amazona de pelo lavanda fuera infinita, se acercó a Shampoo bajo la atenta mirada de todos y cada uno de los que estaban allí exceptuando la propia Shampoo, que tenía la mirada perdida entre sus pies, inexpresiva y rígida. Una vez a su altura, Mousse, habiéndose quitado las gafas, levantó con suma delicadeza el rostro de la amazona para descubrir las lágrimas ahogándose en la determinación que emanaba de los ojos granate de la luchadora por naturaleza.
-Dime Shampoo, ahora que Sao… Ranma ya no está,¿dejarás que te consuele y, tal vez, algo…-
Dejó la pregunta en el aire mientras todos aguantaban la respiración esperando la respuesta de Shampoo. Los segundos parecieron eternizarse y parecía que en cualquier momento los pájaros se quedarían inmóviles en medio de su vuelo. De repente, sin ningún aviso y en un movimiento demasiado rápido incluso para los ojos de los artistas marciales presentes, Shampoo, de una bofetada sobrenatural, le envió volando a través de la sala de estar, hasta caer de culo a unos centímetros del pequeño estanque de los Tendô. No pudo aguantar más las lágrimas y, antes de salir de allí como alma que lleva el diablo tapándose los ojos con el antebrazo derecho, dos personas en toda la habitación pudieron oír el murmullo lleno de pena y remordimiento que la amazona dejó escapar entre sollozos rotos.
-Perdonar… Algún día, Shampoo esperar que a Shampoo perdonar.-
Una de ellas era Cologne, y se le partió el corazón al oír esas palabras con un contexto que sólo ella conocía aquí.
La otra fue Nabiki, que dedujo muchas cosas a partir de eso.
Y no podía aguantarse las ganas de decírselo a Ranma y Kasumi.
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Akane se sentía mal. No físicamente o psicológicamente. Sabía que ni su dolor provenía de su cuerpo ni tampoco se lo estaba imaginando. Le era tan abstracto pero, al mismo tiempo, tan conocido, que la volvía loca y la impedía concentrarse en nada. Y por esa razón estaba en el dojo, rompiendo bloques de cemento, actividad para la que no necesitaba atención o concentración especial, pues le era tan normal como para el resto de los mortales andar de un lado para otro. Además, esto fortalecía sus puños.
-¡KYAHH!-
El decimocuarto bloque de hormigón se pulverizó bajo la tremenda fuerza que había puesto en ese puñetazo. Nuevamente, las imágenes de Cologne disculpándose ante toda la familia, luego ofreciéndoles su hospitalidad en caso de que algún día pasaran por la cordillera de Bayan-Har y, por último, entregando a Mousse un pequeño sobre amarillento que parecía de pergamino, dándole unas palmaditas en la espalda y diciéndole que todo estaría bien pasaron borrosas, como si de un sueño se tratara, por sus ojos.
Pero lo peor de todo, y lo que más la había tocado, fue el estado en el que se encontraba Mousse cuando lo subió a la habitación que habían utilizado los Saotome hasta que Kasumi se marchó y se decidió que pasaran a ocupar esa habitación. No había ayudado nada que pesara más que un hipopótamo, cosa que Akane no consiguió comprender hasta que una cadena desgastada cayó sobre la escalera con un ruido sordo como una serpiente, perdiéndose en las profundidades de la manga de la túnica del chico amazona, el maestro de las Armas Ocultas.
Así que, cuando por fin dejó en el suelo al inmóvil Mousse, respirando con dificultad, estuvo a punto de empezar una discusión, cosa que al parecer le resultaba especialmente fácil con el amazona. Pero, en cuanto se topó con los ojos de Mousse, toda la fuerza y enfado parecieron dejarla como si se tratara de unos malos parásitos que habían estado molestando por un tiempo. Los ojos aguamarina del amazona, océano verde de trigo y coral, siempre encendidos con pasión y, sí, muchas veces rabia y otras tantas dolor, se habían helado. Akane creía haber visto ahí no un mar verde, sino el mismo frío glacial que uno podía sentir en las cimas del mundo, como el Everest, cuando el oxígeno no era un bien abundante y la temperatura y el viento parecían salir directamente de una pesadilla.
Y, sin embargo, al pensar en todo ello, un pensamiento más había aparecido. Un pensamiento, una idea que era la principal responsable de que llevara más de media hora rompiendo bloques de hormigón. Porque, tras haber sentido en sus huesos el frío de la soledad que Mousse sentía, se apoderó de ella la imperiosa necesidad de animar al chico que estaba pasando por sus peores momentos. Sintió el irrefrenable deseo de decirle que todo estaría bien, que de igual manera que los alpinistas se vuelven más fuertes y sabios tras haber soportado las insufribles condiciones y las incontables penurias de una gran escalada, del mismo modo el definitivo rechazo de Shampoo le ayudaría, en cierto modo, a hacerse más sabio en temas de amor y, de esa manera, encontrar, finalmente, la persona adecuada para él.
Quiso decirle también cientos y cientos de razones por las que estaba mejor sin Shampoo, y quiso hacerle comprender la infinidad de nuevas posibilidades que ahora tenía por delante, y cómo un buen chico como él, sin importar sus defectos, podría encontrar con seguridad muchas chicas que quisieran estar con él. Y lo que más la sorprendió incluso a ella misma fue que, mientras le aguantaba la mirada y le agarraba de los hombros, arrodillada ante él, solos en la habitación, aislados de todo cuanto les rodeaba, quiso decirle, por un momento, que siempre la tendría a ella.
-¡KYAHH!-
Y el decimoquinto bloque de hormigón se deshizo, convirtiéndose en polvo que el viento arrastró hasta más allá.
N.A:Bueno, ahí va un nuevo capítulo. Ya veís que, porque Ranma se haya marchado de Nerima, eso no quiere decir que aquel sitio deje e tener interés. Como siempre, agradecer a todos los que hayais leido hasta aquí.
En el próximo capítulo, Ranma y Kasumi dejan por fin la isla de Japón y se encuentran con una pareja de lo más "espacial". Un saludo, y hasta pronto.
