El viento azotaba fuertemente la ventana de la torre. La tormenta estaba por desatarse y no solo de manera literal. El ambiente estaba demasiado tenso. Peter se encontraba en el sofá más alejado de la habitación, aquel que se situaba casi junto a la puerta. Remus aún se encontraba en la enfermería y había pedido explícitamente que ninguno vaya a visitarlo porque no quería verlos. Aunque a pesar de esto Lily se atrevió a ir durante la tarde volviendo completamente triste.
Sirius no se encontraba allí pero sabían que en breves minutos ingresaría por la puerta. James, por otro lado, estaba sentado justo en la cama de su mejor amigo aguardando su llegada. Se sentía completamente perturbado, herido y molesto. No lograba comprender como fue que Sirius había cruzado todos los límites con tal de hacerle daño, de alguna manera, a Snape. Vamos, que todos sabían que el Slytherin no era santo para nadie pero usar a Moony como tormento sin medir las consecuencias era algo totalmente cruel, tanto para Severus como también para Remus.
La puerta de la habitación se abrió y Sirius ingresó por ella. Estaba despeinado, con la corbata mal amarrada, la camisa semi abierta y el cabello desordenado. Eso enfureció un poco más a James aunque al mismo tiempo sabía que haría eso, ir tras una falda o corbata con tal de liberar la tensión por medio de un polvo, el cual ni siquiera tenía que ser uno bueno.
Sirius tragó en seco, caminó hacía la cama de James y se sentó mirando en dirección a la suya donde su casi hermano lo estaba analizando con la mirada. El silencio reinaba y casi que helaba, el viento seguía golpeando con fuerza la ventana y parecía que nadie allí respiraba.
—¿Por qué?
La pregunta salió con dureza de la boca de James, su voz jamás había sonado con tal enojo. No obtuvo respuesta, el silencio se perpetuo. Los ojos de Sirius eran como los de un pequeño cachorro siendo regañado por primera vez mientras que los ojos de James ardían en decepción. Peter seguía manteniéndose al margen, no quería ni tenía nada para agregar pero observaba todo con atención mientras con sus dedos recorría el apoyabrazos del sofá.
—¿Por qué lo hiciste Sirius?
De nuevo la voz dura de James rompió el silencio del lugar. Sirius suspiró profundamente y cuando parecía que iba a responder nada logró salir de su boca. El pecho le dolía y la cabeza también.
—Solo quería escarmentar a Quejicus.
Finalmente había logrado hablar minutos después y soltar una oración, responder con una frase completa que no hizo más que agravar el enojo y el dolor de James.
—Lo usaste. —su voz estaba lejos de ser la que siempre había utilizado para sus amigos, sus ojos ahora tenían lágrimas acumuladas de furia. —Usaste a Moony solo para hacerle una jugarreta a Snape. ¿Estás consciente de lo que hiciste? ¿Notas la gravedad del asunto?
—Claro que sí, pero espero que no quieras que vaya a pedirle disculpas a él.
—¡Las disculpas deben ser para Moony! Sirius, hace años luchamos para que Remus comprenda que es una persona con derecho a ser feliz, a ser amada, que no es solo el lobo que hay en él, ¡que él no es un monstruo!
—Ya entendí, prometo que hablaré con él hoy en la noche, me escabulliré en la enfermería y arreglaré todo.
—No, no iras. Lo deshumanizaste y lo redujiste a ser todo lo que odia con tal de atemorizar, herir y asustar a un idiota como lo es Snape. ¿Siquiera has pensado en lo que hubiera ocurrido si esto pasaba a mayores? ¿Si llegaba a herirlo? ¡Lo hubiera destrozado! ¿Quieres pensar por un segundo en el trauma que eso hubiera generado en Remus? No quiero ni imaginarlo pero la situación me lleva a los peores escenarios, Sirius. Actuaste como un imbécil. Fuiste contra todo lo que siempre quisimos evitar, la razón por la que somos animagos, fuiste a un límite impensado y lo cruzaste, fuiste contra Remus y eso jamás lo voy a perdonar.
Sirius para este momento no podía contener las lágrimas pero aun así no esquivaba la mirada de James. Peter en algún momento, sofocado por la tensión en la habitación, se escabulló y fue a la sala común.
—No quiero que te acerques a él al menos por un tiempo en lo que se calman las cosas.
—James, tú no eres nadie para alejarme de Remus.
—Tienes razón, solo soy su amigo quien lo ve como una persona y no como un monstruo o arma con la cual atacar y o escarmentar a sus enemigos. —James se puso de pie y comenzó a caminar hacia la puerta, con su capa de invisibilidad en su mano, bajo la atenta mirada de Sirius. —Así que no te lo prohíbo nada, solo te lo aconsejo y si no lo tomas espero que no te victimices cuando el mismo te rechace.
Una vez concluyó giró la perilla de la puerta dejando a Sirius atrás aferrándose a una almohada como un niño recién regañado. A James le dolía haberlo dejado así pero era lo que creyó correcto, porque a veces las cosas iban demasiado lejos y tenían que ser frenadas.
Una vez en el pie de la escalera pudo visualizar a Peter platicando con Alice y Frank, junto a ellos Lily bebía un té y observaba las llamas de la chimenea, tuvo ganas de ir a abrazarla pero mejor acomodó su capa y se escabulló en la noche.
Los pasillos desiertos, el frío de aquella velada, el viento y la tormenta parecían adornar con dramatismo toda la situación. Luego de varios minutos llegó a la enfermería. La puerta estaba entreabierta, Poppy sabía que alguno iría a verlo a pesar de la negativa. Con mucho cuidado ingreso a la sala y se encaminó hasta el final de la misma. Remus ya tenía su cama asignada, cerrada por cortinas blancas y sin vista a ninguna ventana. Una vez dentro dejó caer la capa en el suelo y sonrió con tristeza al ver a Remus en posición fetal.
—Mande a decirles que no quería verlos, por favor, quiero estar solo.
—Bueno, a mí me parece que el pedido que hiciste fue en plural, yo comprendí que no querías una multitud por eso vine solo. —James trató de tener su chispa de siempre.
—James, en serio, merezco estar solo, quiero estar solo.
El nombrado camino hasta la cama y sin pedir permiso se recostó a su lado mirando al techo. Se quedaron en silencio por varios minutos, solo se oía el viento y sus respiraciones.
—Fue horrible, ¿verdad? No quiero imaginar el terror que los recorrió. Sobre todo a Severus. Vio mi verdadero rostro, vio lo que soy en realidad, un monstruo.
—No eres eso, Remus, no eres un monstruo, jamás digas eso. Nunca podría tener miedo de ti.
—Pero…—James lo cortó.
—No voy a negarte que la situación en sí me asustó. Quería sacar a Quejicus de allí y a ti también, no sabía cómo podía llegar a reaccionar él y no quería que te hiciera daño ni que Moony lo dañara y que tú corrieras con la culpa. Pero Remus, jamás podrías asustarme, yo no te tengo miedo ni ninguno de los chicos.
—Sobre eso... quisiera alejarme unos días, yo no quiero hablar con Sirius ni con Peter. Estoy muy avergonzado pero al mismo tiempo algo molesto.
—Estas en todo tu derecho, es completamente válido. Además servirá para reflexionar, pero quiero que sepas que yo no dejaré de pisarte los talones, estaré detrás de ti todo el tiempo y me convertiré en tu sombra. —Remus rio bajito y se volteo quedando con la vista al techo.
—Creo que no compartimos el mismo concepto de estar alejado.
—Nunca voy a dejar que te aísles, Remus, jamás. Además me servirá para estar más cerca de Lily.
—Oh, ¡eres un idiota! —ambos soltaron una carcajada.
—Remus… —James comprobó luego de un rato que su amigo aún no había quedado completamente dormido.
—¿Qué ocurre?
—Te quiero mucho, eres uno de mis mejores amigos, somos familia ¿sí? Nunca te voy a dejar solo.
—Yo también te quiero James. Los quiero a todos.
