Crisis en Tierras Infinitas Naruhina
Capítulo 36 Dioses de la Perversión.
Luego de que se revelará la identidad de los verdaderos amos y señores del mundo, todos intentaron hacerles la barba a los generales y a los reyes. Sin embargo, muchos de ahí ya estaban señalados como escoria y sobre todo por parte de Riki que era la más rencorosa de todas pero hubo alguien que no esperaba ver.
—OK, no esperaba verlos aquí—mencionó la pelirroja junto a Lucifer Morningstar.
—Es un gusto conocerla, mi nombre es Rias Gremory y soy la presidenta del club de ocultismo. Espero que mi llamada no sea de su desagrado—.
A su lado estaba un joven de su edad con un toque de delincuente similar a Chusai pero aún mas prehispánico aunque su fuerza interior la inquietaba, como si fuera su opuesto.
—Él es mi discípulo novato Kabe kun. Si no había estado en contacto antes es porque tenía que asegurarme quien era la General Kitsune—.
—OK, entiendo eso. Fue más precavida que otros, haría lo mismo en su lugar—.
—¿Y el profesor de música es su lacayo fiel?—preguntó Rias en tono de diplomacia levemente disfrazada de clasista.
—¿Lacayo? Es una forma interesante de describirlo, niña. Soy su esposo—.
—¿Esposo? Pero si es mayor que tú, demasiado—le señaló Rias en shock a Riki.
—Unos cuantos billones de años de hecho. Pero no importa, me gustan mayores—alegó la general.
—Como sea, los demonios estamos interesados en una alianza. Se sabe que la General Kitsune y sus seguidores son similares a nuestra raza y sería bueno unirnos—.
—¿Y que hay de Lucifer? Él es el diablo—señaló la chica chancla a su esposo.
—¿Lucifer? El diablo murió hace demasiados eones, nosotros somos sus descendientes—explicó la presidenta de ocultismo.
—Soy el diablo, ¿por qué nadie me cree?—.
—Nadie te va a creer, eres demasiado normal para ser un demonio—explico Nahari que llegó al sitio posando en el hombro de Riki.
—¿Y ese búho?—.
—¡¿Cómo que no me reconoces?! ¡Soy Nahari, la mensajera de los reyes demonios! ¡Deberías guardarme respeto!—reclamó la ave furiosa.
—No, no recuerdo alguien con ese nombre—.
—Nadie me respeta, dijera Mandibulin—murmuró Nahari en depresión.
—Ahora conoces mi dolor—.
Luego de la platica, Riki salió de la habitación y Rias Gremory sonreía porque actuó en el mejor momento posible. Una general estaría como aliada por fin a los demonios y, descartando al imitador del legendario Lucifer y esa ave sacada de Harry Potter, ahora estaban un paso más cerca de que los demonios tuvieran mayor ventaja contra los ángeles y los ángeles caídos.
—Kabe kun, prepara mis cosas. Vamos a seguir en charlas con Riki sama—.
—¿Cuándo me va a pagar?—.
—Es tu servicio social, no hay paga—.
—Maldita jefa de mierda y sus estúpidas órdenes—se fue quejandose el sujeto de ahí.
¿Convertirse en el empleado de una demonio sexy era el sueño de un adolescente? Si, si tenías buena suerte. Kabe simplemente estuvo en el sitio y hora equivocadas, así que fue atacado por una ángel caída por algo que tenía en su interior y Rias lo revivió usando una mutación para volverlo un demonio. Este sería un buen suceso si fueras guapo y con una jefa más cercana pero ella trataba a todos como una familia estilo Toretto y eso lo hizo quedar automáticamente en la friendzone, además de que se pasaba de confiada con él y le dejaba papeleo que no quería hacer.
—Debí morir ese día, me iría mucho mejor—se quejó Kabe haciendo mucho papeleo pendiente de su jefa.
—Pobre, Rias es una jefa difícil y dura de roer—.
—Hola Shiro, o debería decir su majestad—.
—Sigamos como amigos de chelas. Veo que tu jefa no te respeta en lo absoluto—.
—Sí, los Gremory tratan a todos como su familia. Si, mi mamá me trae con una chancla, debí suponerlo—.
—Así son las madres. ¿No les has dicho a tu líder que tienes más poder del que imagina?—.
—No, ya vi lo codiciosa que es. La entrevista con la General Kitsune me lo dejó claro. Quiere muchas alianzas por un extraño motivo—.
—Es obvio, ser amigo de un general es signo de poder. Si pudiera, ella sería su amante con tal de estar en la cima, por fortuna Riki es de las que no quieren ese tipo de vida—explicó Shiro al sujeto.
—Sí, entiendo. ¿Puedes ayudar con el papeleo?—.
—Sí, será rápido—.
En un segundo, todo ya estaba organizado, firmado y leído, para la sorpresa de Kabe ya que este retorció la realidad para no llevarse todo el día con el maldito papeleo odioso.
—Lux tiene promoción de cubetas, vamos por una—.
—Creo que como rey serias un fifi de mierda. Eres de los míos, carnal—.
En otro lado, se podía ver a Konran que veía a lo lejos a una chica de trenzas y lentes, de aspecto desalineado pasar por su casillero hasta que cruzaron sus miradas.
—Oye, ¿no has visto a Shiro? Quería preguntarle unas dudas sobre… ya sabes—.
—¿Ha cambiado tu amistad con Shiro después de enterarte de su cargo en los reinos?—preguntó la mujer en tono de seriedad.
—Me sorprende que siga actuando como si nada. Quizás es porque se la suda toda. No ha cambiado algo, solo es algo incómodo el hecho de que traté todo el tiempo con el rey pero de ahí no es el gran cambio—.
—Sí, te vas a acostumbrar. Te ayudo en tus dudas, Aika—.
Konran siempre se sentía intranquila con esta jovencita ya que era una reencarnación que al fin había aparecido. La causa por la que el Asesino de Dioses despertó hace eones en este mundo estaba cerca de ella.
—El amor de la infancia del hombre destinado a matar a las deidades, pensar que volvió a vivir en este futuro pacifico—pensó la reina recordando el que ocurrió hace tantos años.
En otro lado, Shiro estornudó y después de pactar la peda con Kabe, este se encontró en el camino con una hermosa joven de su edad de cabello castaño con mechones lilas, además de ojos azul verdosos y un aspecto griego que no podía con ello.
—Ok, creo que ya sé quien eres y a qué has venido, diosa Pallas Athenea—saludó Shiro a la mujer.
—Eres muy observador, de verdad eres el rey como dicen. Vine a pedir ayuda en una guerra santa—se inclinó la diosa.
—¿Hades? OK, entiendo. ¿Qué hay de Pegaso? ¿No está contigo?—.
—¿Quién es Pegaso?—preguntó ella confusa.
—No está contigo un santo de Pegaso que te protege—.
—No, aún no llega de su entrenamiento. No sé quién sea—.
—Ah, eso explica todo. Estaré pendiente de las guerras santas. ¿Por cierto, respondes al nombre de Nancy Campbell?—sonrió Shiro de forma macabra.
—¿Nancy Campbell? Hace eones que no uso ese nombre, entonces si conoces bien mi identidad real—respondió Athena con una sonrisa de curiosidad.
—La única Shin que se le puede comparar a un Centinela, la creadora del sello arcano que encarceló a los dioses del caos, la Shin N'tse Kaambl—.
—Sabes demasiado, tu esposa te da mucha información confidencial—.
—¿Por qué me pides ayuda? Tú podrías vencer sin problemas a los dioses griegos—preguntó el rey sobre ello.
—Estoy reseteada, cuando renazco mi poder queda dormido y apenas recuperé mi memoria. Estoy al merced de los dioses—.
—Ok, ¿ya tienes reunidos a algunos santos de oro?—..
—Eeeh, ese es el problema. El Patriarca me hizo un golpe de estado y ahora gobierna mi Santuario—se rascó la cabeza la diosa.
—Bien, ahora tengo que ayudar a una diosa inútil—suspiró Shiro ante eso.
—¡Oye, no soy inútil!—.
—No, eres ultra inútil—.
—¡Soy pacífica que es diferente!—.
—¡¿Qué clase de Athena eres?! ¡No eres Jebus!—.
—¡Ayúdame, mis santos son más inútiles que yo! ¡Solo son de bronce!—lloró Athena ante su realidad.
—Entonces te ayudaré a despertar tu poder dormido y te voy a desarrollar a madrazos—se puso Shiro la máscara del Duende Verde y arrastró a Saori por la pierna.
—¡Aaaaaah, sálvame Jebús!—.
Días más tarde, las saintias actuales de Athena no la encontraban en ningún lado y era como si se hubiera esfumado. ¿Quién la había secuestrado? ¿Dónde fue vista por última vez?
—¡Necesitas encontrar a la señorita Kido ahora mismo!—exclamó la saintia Mii preocupada.
—¿Quién la vio por última vez?—dijo Kyoko preocupada.
—Nadie la vio, se escapó de su seguridad. Ninguna cámara vio algo—.
En ese instante, un portazo se oyó llegar y se podía ver a una Saori con taparrabos y una vendas en la zona del pecho mientras que tenía una especie de lanza improvisada y maquillaje de guerra.
—Ya llegué—saludó la diosa sonriente.
—¡¿Qué fue lo que pasó?!—exclamó Mii en shock.
—Nada, fui a entrenar a un sitio especial y casi muero muchas veces de hambre y dolor—explicó ella mientras traía la cabeza de un tiranosaurio.
—¡Estuvo días desaparecida! ¡¿Qué se la llevó?!—.
—¿Días? Juro que fueron meses, bueno ya que. No recuerdo que pasó, ni como salí. Cuando me di cuenta ya estaba ahí—explicó la diosa de la guerra.
—OK, no entiendo nada. Me alegra que esté bien, vaya a darse una ducha. Apesta a otaku de la Friki Plaza—se cubrió Kyoko la nariz.
—Eh, no apesto tanto—.
—Que se bañe—.
—Bien, bien. Ahora me baño, ¿Cómo se usan las regaderas?—se preguntó la diosa que estaba muy loca ante la experiencia que tuvo.
—Hay que vigilar a Saori, no sé qué pasó pero tengo un mal presentimiento—.
Mientras Saori estaba en la regadera, recordó esos meses en la selva y notó que el tiempo que pasó ahí fueron días en este plano. Era una Tierra Salvaje llena de las criaturas más peligrosas de todas, un entrenamiento perfecto para una diosa de la guerra.
—Depender de mis santos me ha debilitado demasiado. No me había percatado de eso, los dorados son un arma de doble filo—señalo ella para su pesar.
Unos días después, se podía ver llegar a Seiya, el recién elegido santo de Pegaso a la ciudad con un documento especial de la Corporación Kido que decía que tenía que inscribirse a la escuela para proteger a Saori.
—¡Pero apenas se sumar!—exclamó el sujeto.
En ese instante, se topó con una chica que perdió un colgante de Pegaso en un sitio con árboles y se lo entregó, sorprendiendola en el acto.
—Oye, no pierdas esto. Es muy valioso—le enseñó el castaño rojizo a la chica.
—Ah, gracias—se veía triste a la chica.
—¿Hice algo malo?—.
—No, es que yo…—.
El nombre de la chica curiosamente era Shoko como Komi san pero su apellido era desconocido para todos. Ella brillaba bajo la constelación maldita de Equuleus pero no lo sabía.
—Así que tienes años de ver a tu hermana mayor, ¿eh?—.
—Sí, no sé qué hacer. Ya la encontré pero ella… no se como explicarlo. No tiene tiempo para mi, es una saintia—.
—¿Saintia? ¿Existe eso? OK, no entiendo nada. Escucha, que tu hermana no tenga tiempo para ti no significa que no te quiera. Hace años no veo a mi hermana pero estoy seguro que piensa en mi tanto como yo lo hago con ella—le explicó el joven a la chica.
—¿Tú crees?—.
—Sí, si no me crees tienes que encararla—.
—Tienes razón, me siento un poco mejor. Por cierto, eres un santo de Athena, ¿verdad? Si ves a mi hermana, dile que la extraño—.
—¿A que escuela vas?—.
—A la escuela de Magia y Caos—.
—Voy a esa también, espero verte ahí—alzo el pulgar el chico.
—Sí—.
Más tarde, se podía ver a Xena yendo a la escuela de Riki ya que la directora la invitó a dar clases de lenguaje griego antiguo pero el verdadero propósito era vigilar a la diosa Athena de que no hiciera una estupidez.
—Así que esa perra renació. Creí que su muerte era definitiva—pensó la griega ante lo que pasó hace eones.
—¿Por qué la maestra me mira de esa forma? Algo de ella no me gusta en nada—pensó también la diosa Athena sobre la profesora.
—Bien, ¿Pueden decirme quien es el dios más malvado de todos en Grecia?—dijo la maestra a todos.
—Hades—alzó la mano Saori.
—Incorrecto, ¿alguien más?—.
—Athena—declaró Chusai.
—Correcto—asintió la maestra y Saori lo miró con dagas, además de las saintias lamebotas.
—¡¿Excuse me?! ¡¿Por qué dices que Athena es malvada?!—preguntó la saintia Mii enojada.
—Solo diré nombres, Medusa, Aracne, Atlantis, Troya…—.
—Saori, defiéndete. ¿Saori?—las chicas vieron como la diosa estaba en posición fetal casi llorando.
—Era otra persona esa vez—decía ella en un tono traumado.
—¿Qué le pasa a Saori? Ya no parece ser la niña malcriada de siempre—notó Seiya ese detalle al fondo de la clase.
—Mi hermana tiene su grupo de amigas populares con la señorita Kido. ¿De donde conoces a la señorita Saori?—preguntó Shoko al castaño rojizo.
—Es una larga historia, pero algo no está bien con ella—.
Más tarde, Saori se hallaba con jaqueca porque esa clase fue de lo más depresiva para ella ya que ahora tenía tarea sobre identificar los actos malvados de Athena y no le gustaba echarse tierra a su persona. En ese instante, se podía ver a Seiya entrar a su oficina y ella cambió su cara a una de millonaria arrogante.
—Seiya, gracias por venir. Por fortuna lograste obtener la armadura de Pegaso. ¿Qué hace ella aquí?—preguntó Saori sobre la hermana de Kyoko.
—Es que ella quería hablar sobre su hermana. Dale algo de vacaciones—.
—Ah, eso. Le dije que se tomara su tiempo pero es adicta al trabajo. Lo siento Shoko, tampoco te puedo pedir que te unas a mi como guardaespaldas, necesitas un entrenamiento especial como el que llevó Kyoko o Seiya—explicó la diosa acerca de ello.
—Pero…—.
—Lo siento, a menos que tengas un mínimo de entrenamiento de santo o una armadura que te reconozca, no puedo aceptar esa petición—fue la última palabra de la diosa.
—Entonces yo mismo la voy a entrenar para que obtenga una armadura—declaró Seiya metiéndose en el asunto solo por molestar a Saori.
—¿Disculpa?—.
—Oye, la pobre chica quiere estar con su hermana y ella no pone de su parte. Si eso es lo que pasa, entonces yo la ayudaré—.
—Seiya, no te lo permito—se levantó enojada Saori.
—¿Me lo vas a impedir? ¿Por qué?—preguntó en desafío el sujeto.
Era obvio el porqué Saori no quería eso y simplemente eran celos, los mismos que llevaron a que Medusa fuera convertida en un monstruo. Aunque no lo admitiera, ella le gustaba mucho Seiya y Shoko era simplemente muy atractiva, no… también era demasiado parecida en personalidad al santo de Pegaso, congeniarían tan bien que sería demasiado chocante verlos juntos como pareja.
—Esta bien, pero entrenen en la mansión donde yo los vea y cuando yo tenga tiempo—declaró muy enojada la mujer que se fue de ahí.
—Que raro, ¿por qué se enojó?—.
—Ni idea—.
Al día siguiente…
—¡Señorita Pan, ayúdeme! ¡Lo estoy perdiendo!—se veía llorar a Athena en el regazo de Konran.
—Hace años que no uso ese nombre. Además somos enemigos como dioses lovecraftianos, ¿por qué me pides ayuda?—.
—¡Ayúdame, Seiya no me quiere! ¡No quiero cometer lo mismo que con Medusa!—.
—Athena, eres una diosa griega. ¿De verdad aun vas a seguir con el tema de la diosa virgen?—preguntó la reina ante ello.
—Fue mi juramento al Olimpo—.
—Las leyes del Olimpo no importan aquí, la ley marcial del amor se sobrepone a lo que hayas jurado. Si quieres hacer el delicioso, no se te va a castigar, además si se ponen locos contigo, iremos a defenderte. Shiro hizo su juramento de apoyar en eso—.
—Pero, pero, ¡Shoko chan se parece demasiado a…! ¡No, me trae recuerdos de Vietnam! ¡Me engañó con el tío Poseidon! ¡Ella no me amaba! ¡Me hizo sentir mariposa y sale con que solo eramos amigas!—se confesó ella en lagrimas.
—Ah, por eso te desquitaste con ella. Uy, entonces si se lo merecía Medusa—.
—Además no quiero que ella entrene. No quiero verla en peligro, todo lo que toco perece—.
—Eh, no lo creo. Ellos son como cucarachas. No sé qué tiene su ADN—mencionó la reina.
—¿Eh?—.
—Saori, eres una diosa griega. Para ti, esto debería ser común y normal. Si quisieras, sería peor que Zeus con el tema de las parejas—señaló la reina usando su identidad de Pan.
—Lo se, lo se, no quiero ser una puta, pero… tengo miedo—.
—Escucha bien, eres una mujer gentil y amorosa pero en la cama debes ser una zorra. Eres la reina del Olimpo, tu ley es la que manda—.
—Bien, lo haremos a tu modo. Que mal, no quiero imitarte pero no tengo muchas opciones. Gracias por la ayuda, Pan chan—.
—Por cierto, en unas semanas habrá una fiesta. Estas invitada, lleva a uno o dos invitados. Como diosa de la guerra y una arquetipica, tienes más que derecho de asistir—.
—¿Quién lo diría? Shub-Niggurath me invita a una fiesta. Pensar que hace eones esto sería un chiste malo—sonrió Saori sobre ello.
—Y yo dándote consejos, jamás has aceptado consejos incluso si son de Afrodita—.
—Nunca he tenido la necesidad de seguir algo así. Soy muy mala eligiendo amantes, nunca me aceptan. Lo haré a mi modo, nos vemos—se fue la diosa de ahí.
—¿Por qué siento que lo va a arruinar?—veía irse Konran a la mujer.
Al día siguiente, se podía ver a Seiya entrenando a Shoko en lo que era el uso del cosmos y la chica aprendía algo rápido. Quizás podría lanzar algunos meteoros en poco tiempo pero debía tener más entrenamiento. Sin embargo, fueron interrumpidos por Saori que llegaba con un uniforme de entrenamiento que parecía de Barbie.
—Buen día, hora de entrenar. Un, dos, tres, cuatro—empezó a calentar la mujer.
—¿Qué haces?—.
—Me uno a su entrenamiento—.
—Oye, se supone que esto es para que Shoko se una a tus filas, no para ejercicios de niña rica—reclamó Seiya acerca de eso.
—No parece, pero soy campeona mundial de Kickboxer—mostró ella su trofeo.
—También pudiste pagar para que te dejaran ganar—.
—Que malo eres, ¿sabias?—.
—Deja la entrar, mírala—señalo Shoko viendo que Saori era como la típica niña castrosa que en realidad quería amigos pero caía tan mal que era muy repelente.
—OK, pero no nos estorbes—.
6 minutos después…
—¡Lo logré, lo logré! ¡Yuju!—se podía ver a Saori celebrando con un montón de meteoros en el suelo y dejando a Seiya en shock porque ella hizo su técnica con solo practicarla un poco.
—¡¿Cómo fue que lo hiciste?! ¡Me costó mucho llegar a golpear a esa velocidad!—.
—Eh, solo oí lo que explicaste y simplemente hice pum y kaboom con la técnica, usando algo de la velocidad del sonido, el aire y la energía del cosmos—explicó vagamente la diosa.
—Seiya, ¿Estas bien?—preguntó Shoko viendo en depresión al sujeto.
—Estos 6 años de tortura para dominar el cosmos y ella lo hizo en unos minutos—se sentía pésimo el sujeto.
—Es que ella es Athena, tal vez eso tiene que ver—.
—¿Cómo que ella es Athena?—preguntó el castaño rojizo sobre eso viendo a Saori.
—Ah si, olvidé decirte. Soy una diosa Athena a la que sirven los santos. Es una larga historia—.
—¡Cagajo, me lleva la…!—empezó a decir maldiciones el sujeto porque entendió hasta ahora la misión por la que fue a entrenar como santo, simplemente era seguir siendo el esclavo de Saori.
—Hey, lenguaje—.
Riki estaba ahí con varias saintias escoltándola y Athena asintió como respeto a su superior, mientras que los jóvenes no entendian lo que pasaba.
—Parece ocupada, señorita Athena—.
—Estoy entrenando con mi guardián—.
—¡Pudo pedírmelo!—reclamó Mii al fondo.
—Athena sama, yo misma puedo entrenarla—se ofreció Kyoko de forma seria.
—Gracias pero prefiero a Seiya—sonrió la diosa y las saintias no entendían el porque no quería que al menos una de ellas la moldeara.
—Bueno, aquí está tu invitación. Lleva a uno o dos invitados al castillo de Shiro.
—Gracias, espero que por un extraño motivo no haya algún conflicto armado a mi persona—.
Las chicas como saintias deseaban llevarse a Athena al baile pero la mujer se quería llevar sin duda a Seiya, lo que sería difícil porque él la odiaba por lo que pasó en su niñez, algo que Riki notó y en un arrebato a lo Shiro le susurró algo a la deidad.
—Oh, entiendo—.
—Buena suerte, nos vemos—.
Mientras tanto, se podía ver en un sitio no lejos de ahí a una chica de cabello naranja que tenía un vestuario otaku y una invitación le fue dejada en la puerta de su casa.
—Diosa Hestia, acaba de ser invitada al baile de los reyes supremos. Esperamos su asistencia—.
—Así que ya es hora. Tengo que ir por un vestido, como odio las fiestas—suspiró ella yéndose a arreglar.
La diosa otaku se fue y en el centro comercial halló un vestido lindo pero al chocar con otra mano, se vio cara a cara con su sobrina Athena.
—¿Tú? ¿Qué no estabas muerta?—.
—Lo mismo digo de ti—.
—Me invitaron a la fiesta—.
—A mi igual—
—¿Qué tal te va? ¿Aprendiste a relajarte un poco? Estas muy tensa desde lo de Xena—.
—¡Aaaaaah, la vi hace poco! ¡Es la profesora de griego antiguo!—exclamó la diosa de la guerra entrando en razón.
—Ya veo. Investigué estos años en cuanto volví a la vida, parece que el Asesino de Dioses puso en orden este mundo y evitó más masacres como la que nos ocurrió por los hebreos e hindus—.
—Así que era verdad mi teoría. Bueno, eso ya no importa. ¿Tienes pareja de baile?—.
—No, quiero seguir solterona. Quiero regresar temprano y ver anime—.
Así es, Hestia era como Riki pero sin hijos, sin chancla y más otaku y ñoña que nadie. Otra con miedo al romance sin duda, pero en este reino nadie se escapa de las garras del amor, esa era la filosofía del rey y estaba asegurado que los invitados iban a divertirse.
—OK, tía. Entonces la veo en la fiesta, no vaya a faltar. En la invitación dice que te traerán a patadas si es necesario—.
—¿En serio dice eso?—miró la diosa del hogar en shock y en efecto era verdad.
—Adiós, tía—.
—Adiós, que flojera de ir—.
En otro lado, Xena estaba siendo regañada por Riki ya que encontró evidencia de que se hallaba stalkeando a Saori y a todo posible sospechoso de ser dios griego.
—Xena, ya pasó hace mucho. Ya superalo—.
—¡Pero Athena y Zeus comenzaron!—.
—¡Ya deja el rencor!—.
—Lo dice la que odia a los Narusakus—.
—¡Ellos no merecen el perdón de los dioses ni de la humanidad!—.
—Seiya, ¿en serio me odias tanto?—preguntó ella con una mirada de seriedad.
—No puedo evitarlo. Por tu culpa y la de tu abuelo me separaron de mi hermana mayor. Además no has cambiado mucho, haces el intento pero siempre quieres tener el control de todo. Te quieres meter en todo en mi vida, ¿acaso disfrutas el verme sufrir?—le respondió este sin guardarse nada.
—No sabes comprender el corazón de una mujer, Seiya—.
—¿De que demonios hablas?—.
Apenas terminó la frase y ella besó en los labios al sujeto que no se esperaba esto. Los labios de Saori estaban pegados a los suyos y se separaron unos 10 segundos después.
—Seiya, me gustas como hombre. ¿Sabes por qué soy tan metida en tus asuntos? No sé mucho sobre cómo hacer amigos de verdad. Me gustas mucho desde que eramos niños, solo que no sabía como expresarlo. Sé que injusto lo que pasó con Seika, la estoy buscando como puedo. Intento de todo para poder agradarte pero ya no se como—empezó a llorar ella.
—Oye, tranquila. No quise…—.
—Lo siento por lo que hice hace años. Fui demasiado injusta y te di demasiados problemas, quiero pagar con lo que pueda para tratar de al menos devolverte lo que tengo. Lo siento mucho—.
Seiya entendía algo que Shoko le dijo hace no mucho: Saori no sabía bien cómo expresarse ya que fue criada en un ambiente distinto donde todo se le daba en bandeja de plata, a lo que tal vez era posible que esté tratando de ser más asertiva ante ciertas situaciones.
—Oye, lo siento. No llores, tranquila—.
—¡Hey! ¡¿Qué le hiciste a Saori?!—se vio llegar a Jabu bien metiche como siempre y detrás de él salieron las saintias.
—Saori san, acompañeme. Vamos a castigar a Seiya por lo que hizo—.
—¡Esperen, esperen, no es lo que creen!—.
—¡Oigan, no hice nada!—.
Shoko veía al fondo lo que había ocurrido y se había sorprendido mucho de que Saori le gustará Seiya, demasiado y apretó los puños hasta que sangraron ligeramente porque la ausencia de su hermana mayor por servir a Athena, generó que su subconsciente viera a Seiya como una especie de hermano mayor y quizás ese modelo de hombre era el que le gustaba sin querer.
—Ay, eso dolió. ¿Le gusto a Saori? ¿Desde cuando? No puede ser, le gustó a Saori—se llevó las manos a la cara el castaño rojizo.
—Seiya—.
—¿Eh, Shoko? Pensé que estabas en tu casa—.
—Vi lo que pasó—.
—¿Lo de Saori? Oye, no es lo que tú piensas—dijo asustado el chico.
—¿Te gusta ella?—comentó ella triste.
—¿Qué me gusta ella? Pues… bueno, ¡no sé! Esto fue sorpresivo—.
—Entiendo, al menos dime algo. ¿Vas a responderle?—.
—¿De que hablas?—preguntó Seiya confuso.
—Ella se te declaró, al menos dale un si o un no—.
—Sobre eso. ¿Saben que me van a matar si los demás se enteran? Apenas y tu hermana me deja acercarme a ti. Imagina que si me encuentran en algo indebido con Saori, me castran—.
—Buen punto. Ahora vengo—.
—¿A dónde vas?—.
—Hablaré con Saori, quiero ver como está. Espérame aquí—.
Luego de eso, se podía ver a Saori en su habitación sola mientras que su puerta era vigilada por un par de santos de bronce y al ver a Shoko la dejaron pasar porque no era peligrosa, a diferencia de Seiya.
—Saori san—.
—Shoko, me alegra verte. Siento que veas mi lado patético—.
—No te preocupes, ¿Cómo te sientes?—preguntó la pelirroja ante lo ocurrido.
—Soy patética, lloré en un momento que no debía. Todo frente a Seiya, expuse mi debilidad a la única persona que no quería—sonrió ella de forma triste.
—Eso no es malo, al contrario. Seiya vio tu lado más suave, así quizás se ablande un poco—.
—¿Tú crees?—.
—Sí, ahora mismo se preocupa por ti—le confesó ella queriendo que los dos se rrconciliaran y se rendía con su primer amor.
—Oh, Shoko. Gracias, eres una gran amiga—tomó ella sus manos con total confianza.
—Saori, no se rinda con Seiya. Llévelo al cielo—sonrió ella pero Saori notó que había un dejo de tristeza sin que la chica se diera cuenta y confirmó su sospecha.
—¿Te gusta, verdad?—soltó ella sus manos para hablar más seriamente.
—¡¿De qué habla?! ¡Solo solos camaradas, compañeros de armas! ¡No me gusta!—exclamó ella apenada con la idea.
—No te culpo, ya te conozco. Deliras demasiado con Kyoko. No me extrañaría que tengas un fetiche con los hermanos mayores como modelo a seguir—.
—¡Espera, no es lo que crees! ¡Además ya me estoy rindiendo! ¡Seiya es tuyo, no quiero cometer algo malo como…!—.
En ese instante, Saori la besó en los labios de forma que la pelirroja se quedó muda ante lo ocurrido y la diosa después del beso acarició su cabello, teniendo un delirio con Medusa. Aunque en el pasado era una celopata de lo peor y la Gorgona la traicionó, Shoko era distinta, más pura de corazón y le había abierto su corazón, ella se merecía su amor de igual forma.
—Shoko chan, gracias por confiarme tus sentimientos. No te prohibo que hagas tus movimientos, eres mi buena amiga y si tienes algo que confesarle a Seiya, lo permito. Soy tu diosa y te quiero demasiado—.
—¡¿Pero por qué me besó?! ¡Soy una mujer! ¡Además usted ama a Seiya!—.
—Soy una diosa griega que viene de la antigüedad. ¿Creías que me voy a conformar con solo Seiya si eres de mi agrado? Eres muy linda y sexy—sonrió la diosa denotando eso.
—¿Eres bi?—se hizo para atrás Shoko.
—Así son todos los dioses griegos, solo yo era más casta pero eso se acabó. Me gusta Seiya, pero también tú. Lo siento por decírtelo así, no había una forma más suave de hacerte saber esto—.
—¡Lo siento, no puedo aceptar sus sentimientos!—se fue Shoko corriendo de ahí y Saori se quedó viendo como se iba.
—Pan chan tenían razón, esto se siente bien—se relamió la diosa sus labios saboreando lo que sobró de la esencia de Shoko.
Mientras tanto, Seiya esperaba cuando vio salir a Shoko con lágrimas en los ojos y una palidez notoria porque aún se hallaba en shock y este fue a verla.
—¿Qué te pasa?—.
—Saori es bisexual y le gusto también, me besó a mi también. Creo que fue a ver Lightyear en un descuido—se sentía ella demasiado mal.
—¡¿Desde cuando ella es así?! No, espera. Siempre quiere amigas, se baña con ellas, nos hace a nosotros de menos—.
—A ti te trata mejor que muchas de las saintias, déjame decirte. Hay que averiguar más de eso, ¿alguien conoce de mitología?—.
Al día siguiente…
—¿Qué si Athena es bisexual? Claro que si, Athena es hija de Zeus—.
Chusai se encargaba de responder todas las dudas acerca de la diosa de la guerra en la mitología y a pesar de que se decía que jamás tuvo sexo, habían implicaciones que decía que tuvo una que otra relación intelectual con hombre y mujeres muy inteligentes. No era sólo algo de amistad profunda sino algo llamado amor griego a la antigua.
—¿Amor griego?—dijeron el par confundidos.
—Como explicarlo, para ustedes es más marcado lo que se le dice las preferencias sexuales pero en el caso de los griegos antiguos esto no era así. De hecho, era indiferente la forma de amar y esta es el estilo con el que Athena se rige. Puede confundirse con bisexualidad en la actualidad pero lo correcto para su caso es que le da lo mismo su género, siendo una deidad muy antigua—.
—¡Pero también somos jóvenes!—reclamó Shoko intentando ir por esa vía.
—Como decirlo, muchas veces el amor griego se daban casos de que un adulto tenía un aprendiz sea varón o mujer, y surgía una relación erotica entre ellos. Ella ahora es algo menor a ustedes por lo que entendí, ella es la parte más pasiva que quiere su amor—.
—¡Aaaah, esto es demasiado! ¡No me lo enseñaron en el Santuario!—exclamó Seiya sobre ello.
—Creo que su Santuario recibió influencia de los católicos—se oyó a Xena llegar y había escuchado la platica.
—¿Tú crees?—volteó a ver Chusai.
—Parece que los dioses hindus y los hebreos influyeron en las normas del Santuario actual al punto de que lavaban el cerebro a las Athena que llegaban y la hacían un modelo similar a Jebus. Tal vez el que esté más cerca de nosotros haya sacado a flote su pensamiento original griego—comentó Xena que ella misma creció en esa cultura.
—¿Eso es bueno o malo?—preguntó Seiya en shock.
—Conozco bien a Athena en su periodo malo, no querrán hacerla enojar. Ella es de las que se entregan demasiado y si no es correspondida, su corazón roto saca lo peor de ella y es capaz de querer desahogarse en una guerra santa. Ya están bien metidos en esto, ahora como santos deben hacer su trabajo—sonrió la antigua griega que veía palidos a esos dos.
—No es tan malo como parece, solo es cogersela por siempre y listo—.
—¡Pero yo soy mujer!—exclamó Shoko avergonzada.
—Yo estuve con varias mujeres antes, no se siente la gran diferencia. Solo es mental la vergüenza al principio—denotó la profesora.
—Ustedes deciden, una vez que Athena abre su corazón deben calmarlo o hará algo estúpido—declaró Chusai sonriente.
—Me quiero volver chango—se cubrió la cara el santo de Pegaso.
—Yo quería el puesto para estar cerca de mi hermana, no ser la amante de Athena. No era lo que yo quería—maldijo la pelirroja.
—No te quejes, Zeus secuestraba hasta hombres para tener amorío con ellos y no les preguntaba—.
—Eso no me consuela para nada—.
En otro lado, Hestia pensaba en alguna excusa para no ir a la fiesta ya que quería ver maratones de series pero recibió una visita inesperada.
—Así que tú eres la reina, Pan—miró la pelirroja con bastante desconfianza..
—No sabia que Hestia sobrevivió a la masacre de Xena, ¿Cómo le hiciste?—..
—Simplemente salí huyendo—.
—Siempre fuiste una cobarde. Pudiste ser la reina del Olimpo al morir Zeus y evitar que la profecía se cumpliera pero te quedaste escondida para ver el espectáculo. Eres tan culpable como lo fue Athena—.
—¡Cállate, diosa de mierda! ¡Tú no sabes nada de mi!—exclamó furiosa la diosa del hogar con todos los objetos hogareños apuntando a Konran.
—Claro que lo sé, soy una diosa más antigua de lo que piensas. Me recuerdas a mi amiga Riki, pero ella es mucho más valiente que tú. A pesar de sus miedos, sacó adelante a su hija y mantiene a flote este lugar de forma activa, en cambio tú sólo estás encerrada viendo animes como una nini hikkikomori. Espero que no veas One Piece, jamás vas a terminar la serie—.
—Tengo una vida inmortal, puedo hacerlo—se volteó ella enojada por la crítica.
—Athena está dejando de lado su ideología, este reino es para dioses que dejan el pasado atrás. Espero que vayas al baile, eres la diosa griega más respetable pero pienso permitir estas conductas—declaró Konran que se fue de ahí.
Hestia se quedó enojada por esa crítica a su persona y es que jamás le habían dicho esas cosas por ser la hermana mayor olímpica y Pan solo era una diosa menor pero recordaba que en realidad solo era una marioneta antigua de la deidad maligna de las cabras. Aún así dolía oír esos comentarios y miró por la ventana como la reina subía a un carruaje con dos cabras gigantes que gritaban de forma desesperante.
—Oigan ya sé que tiene hambre. Cuando lleguemos les daré mucha hierba—se escuchó a la diosa irse en el carruaje.
En otro lado, se podía ver a Saori pensando en su doble confesión y no tenía mucho apetito pero sus pensamientos fueron interrumpidos por una mujer morena que la miraba sonriente.
—Hace años que nos vemos, diosa de la guerra—.
—¿Calipso? ¿Vienes a amenazarme?—se levantó ella en guardia.
—Nada de eso, vengo a buscar a cierto pirata de mierda que me debe dinero. Por cierto, si Poseidon te da problemas puedo echarte una mano—.
—OK, no confío en ti pero aprecio la oferta. ¿A quien busca?—.
—Es un pirata, pero me dijeron que cuando se baña se parece a Johnny Deep—.
—Ah, es el profesor de esgrima—.
En el salón de clases, se podían ver a un montón de adolescentes enamoradas de su profesor y es que Jack cuando se bañaba y vestía bien, era un galán. El salario era tan bueno que lo aceptó, y no porque la chancla de Riki fuera una amenaza.
—Hola, Jack—saludó la diosa Calipso al pirata que la vio llegar.
—Hola, Tía Dalma. Hace años que no te veía, ¿no vienes por deudas?—
—¿Tú que crees?—.
—¡Miren, es Davy Jones!—señaló el sujeto y cuando ellas voltearon, el pirata se escapó.
—Siempre se va—.
—Llamaré a la directora—.
Saori veía como el profesor era capturado por la directora y sonrió porque al parecer esta vez no estaría sola contra un montón de Dioses que quería apoderarse del planeta. Era bueno ver que aún tenía aliados en quien confiar.
—Pagame, pirata de mierda—.
—¡Nunca, por eso soy un pirata!—exclamó el sujeto.
—Yo pago por él, es mi responsabilidad—se vio a Riki llegar.
—¿Ella es la General Kitsune de los rumores?—preguntó Saori que no había conocido a la chica.
—Ella es buena amiga de Pan, según oí. Es como Hestia pero casada y con una chancla, ella está casada con Lucifer Morningstar—.
—¡¿El diablo de la Biblia?! ¡Oiga, disculpe! ¡Ayúdame contra Hades, él se la vive acosandome!—empezó a llorar la diosa frente a la pelirroja.
—¿Athena? Así que tú eres la diosa de la guerra, Xena me dijo de ti. Hmmm, si tienes problemas con un dios del Inframundo, Lucifer te puede ayudar. Es mejor en el tema que yo, le pasó tu número—.
—Gracias, no quiero más guerras santas con él—.
Riki sentía lastima porque si bien era la Athena que se volvió contra Xena, esta ya era una encarnación distinta a esa diosa y mejor llevaría la fiesta en paz.
—¿Una guerra contra Hades? Apenas comience, me alisto. Aquí el único dueño del infierno soy yo—se oyó a Lucifer en el teléfono.
—Bien, estaremos pendientes. Si Hades quiere hacer su berrinche, nos meteremos en la guerra—.
Athena se sentía un poco mejor porque ahora parecía que la vida le sonreía. Aunque su Santuario la traicionó y se veía una guerra en su contra, ahora tenía más aliados que la ayudarían en el momento preciso. ¿Quién diría que la General Kitsune era esposa del símil de su peor enemigo actual? Mientras reflexionaba de lo sucedido, se topó con Seiya y Shoko que parecían buscarla.
—Buenas tardes, no esperaba verlos ahora—.
—Saori, escucha. Tenemos que hablar de lo sucedido—.
—Sí, fue un impulso mío. Lo siento, es que yo…—.
—¡Si aceptamos!—dijo Shoko en voz alta para la sorpresa de la diosa.
—¿Qué?—.
—Saori, sabemos que tú eres de una cultura muy distinta a la nuestra. Aún así, somos tus santos y si ese es tu deseo, no somos nadie para negarte eso—suspiró Seiya ante lo que iba a hacer.
—Esperen, era una broma. No piensen que soy una pervertida, mejor continuemos con nuestras vidas—quería salir corriendo ella pero se topó con Jabu.
—Ahí estás, Saori. Vamos a tu sesión de belleza—se llevó el Unicornio a la diosa.
—Se acobardó—murmuró Shoko sobre ello.
—Sí, pero no hay de otra—.
Flashback…
—¿Qué pasa si la misma Saori rechaza lo que ella misma quiere?—preguntó Seiya sobre ese olan
—Cuando una diosa suprime demasiado su amor, puede enfermar de forma grave. No pasa nada si la diosa no se ha confesado pero si ya lo hizo y ella misma quiere hacer como si nada sucediese, comenzará a sentirse mal hasta que le sean devueltos esos sentimientos—explicó Chusai acerca de eso.
—¿Cuánto tiempo tenemos?—.
—Unos días, depende del amor de la diosa es la rapidez de los síntomas—.
Flashback fin…
—Creo que hay que ser más directos—suspiró Shoko acerca de eso.
Había un grave problema con el hecho de ser Saori Kido: Todos los santos a su disposición la sobreprotegian. Jabu se había colado como el proclamado mayordomo personal de la diosa mientras que Mii era la maid más cercana, de ahí nadie tenía una relación tan cercana más que ellos.
—¿Cómo nos sacamos de encima a los santos? Son demasiados para los dos—se preguntó Seiya ante lo ocurrido.
—Hmmm, necesitamos ayuda—.
—¿Alguien dijo ayuda?—.
Al lado se podía ver a Konran escondida con ellos, que quien sabe como apareció pero la reina detectó que aquí habían ganas de aparearse seguras y quería ver como una vez en un mundo la diosa de la guerra perdía la virginidad.
—¿Tienen problemas con los santos de Athena? Me encargaré de eso, cuando vean la señal irán a secuestrar a la diosa—.
—¡Si descubren que la secuestramos, estaremos fuera de la orden de la diosa!—exclamó Shoko aterrada.
—¿No se supone que es Athena quien decide eso?—.
—Buen punto—.
—Tengo un sitio donde nadie los hallará. Aprieten este botón cuando brille—les mostró la reina un control especial.
En el lugar, se podía ver a June y Shun haciendo vigilancia en la puerta de la mansión mientras que todo era tranquilo. El día era hermoso, los pajarillos cantaban y varias cabras gigantes gritaban como locas y corriendo hacia ellos.
—¿Pero que?—.
—¡Aaaaaah!—se oían gritar a las cabras chocando contra ellos como en el video de Taylor Swift mejorado.
—¡Ahora!—.
Saori veía en la ventana a un montón de cabras derrotando a sus santos pero esas no eran simples cabras. Ese sonido que emitían no era normal, sin duda eran criadas por Pan. ¿Ella quería una guerra santa? No, no era eso.
—¡Saori!—.
Seiya y Shoko entraron montando a una cabra enorme y la diosa no tuvo tiempo de procesar esto porque la treparon y saltaron por la ventana.
—¡¿Qué es lo que pasa?—.
—No hay tiempo para explicar explicaciones tontas sobre esto—declaró el santo de Pegaso.
—OK, mejor después quiero el informe—.
La diosa no prestaba mucha atención a que sus santos estaban yendo tras ella, ya que al ir en la cabra, estaba en medio sus dos preferidos. Ella tomaba con sus manos los fuertes abdominales de Seiya y su cara iba pegada a su espalda bien tonificada, mientras que en su propia espalda ella sentía los pechos grandes de Shoko que la sujetaba por detrás y su cuerpo ejercitado se podía sentir de forma firme, en pocas palabras siendo una fantasía cumplida.
—¿Estas bien, Saori?—preguntó Shoko viendo mareada a la diosa.
—Mejor que nunca—.
Luego de eso, el botón empezó a brillar y cuando Seiya lo apretó, ellos desaparecieron en un portal yendo a uno de los mundos personales de Shiro para ir de vacaciones. Estaban en una isla desierta con casa en la playa y donde el tiempo pasaba más lento de lo normal.
—¿A dónde llegamos?—.
—No lo sé, no siento ninguna presencia—.
En el sitio, se encontró una nota de la reina que decía que allí estarían hasta que fuera necesario y solo saldrían si se afirmaba la unión a la que estaban destinados.
—Así que esto fue una trampa de ella—mencionó Shoko pero Saori no sabía que hacer.
—No tengo a donde huir. Regresemos a casa—.
—Estamos aquí hasta que solucionemos todo esto. Saori, tenemos que hablar—.
—De hecho, si tienen que discutir sus problemas—se oyó a alguien en una pantalla holografica viendo a Konran en su versión Pan.
—¿Qué es este sitio?—preguntó Saori con bastante nerviosismo.
—Es una de mis dimensiones personales, algo como los Campos Eliseos. Solo hay una forma de salir de aquí y es llenando la barra de la esquina con energía sexual—señaló la reina hacia un objeto especial vacío.
—¿Qué clase de energía es esa?—se veía sospechoso a Seiya.
—La energía que obtienes con el sexo, tienen que hacerlo varias veces antes de irse de aquí. Mientras más íntimos se vuelvan, más rápido se llenará eso, así que tienen tiempo para eso. Sobre la comida no se preocupen, el sitio está hecho para autoabastecerse, solo que no podrán salir de aquí—.
Los tres se veían con un terrible sonrojó y no pensaron que esto fuera a ocurrir tan pronto, pero no tuvieron tiempo para reaccionar ante lo que estaba a punto de suceder.
—Por cierto, estas ropas les estorban, así que se las devolveré hasta que terminen de llenar la barra—.
En ese instante, la ropa de los 3 desapareció de forma mágica y se cubrieron como pudieron mientras que la reina ni siquiera se inmutó ante eso y desapareció del sitio. ¿Qué es lo que pensaba Saori en estos instantes? A diferencia de los dioses olímpicos, ella detestaba el nudismo y dejaría ciego a cualquiera que la viera sin ropa como ocurrió hace muchos años con cierto humano, pero lo que más llegaba a su mente es que Seiya estaba bien bueno, además de que sus manos apenas cubrían cierta parte de su anatomía que si parecía la de un caballo.
—Lo siento por haberlos hecho pasar esto. Sé que están tratando de ayudarme con mi problema, preferiría haber pasado por esto sola—declaró la diosa que entendió lo que sucedía.
—Pero Saori…—intentó replicar Shoko con toda la vergüenza del mundo presente pero la deidad no la dejó hablar.
—Estoy a punto de perder la cordura. Simplemente ya no puedo más, mi libido va a nublar mi juicio en estos momentos. Lo traté de contener pero esto es demasiado para mi, no me juzguen por favor—les pidió ella como un deseo.
—Escucha, ya sabíamos lo que podía pasar. Deja salir tus instintos, no queremos que te reprimas si eso te daña tu salud—le dijo el castaño rojizo a la diosa.
Ella sonrió y derramó una lagrima como seña de que estaba agradecida de que fueran ellos los que la iban a graduar de virgen, ya que eran los más cercanos a Athena. Así fue como la diosa de la guerra finalmente sacó a flote ese toque de manía sexual reprimida de milenios y sonrió de una forma masoquista.
—Vamos, soy una niña mala. Castigame por irle al Cruz Azul—se oía a ella en un tono muy sumiso.
—¿Eh? ¿Eres de esas?—preguntó Shoko en shock.
—Soy una chica mala, castigame por ser mala—decía la diosa en un tono bastante peculiar.
—OK, eso es muy inesperado. No sé si es culpa o ya era así, que raro por ser tan sádica de niña—.
En realidad, Athena era una switch y era sádica con los que se atrevían a amenazar a sus intereses personales o sus seres cercanos pero con su círculo íntimo era inesperadamente sumisa y algo masoquista. Además en secreto Saori le iba al Cruz Azul y eso influyó mucho en su estado actual. Debido a su influencia en el Santuario de sus anteriores reencarnaciones, tendía a dejar el trabajo sucio a los humanos y eso quizás también fue factor para esto.
—Vamos, háganme suya. Me lo merezco, soy una diosa muy mala—decía ella en un tono muy seductor.
—Bueno, no se hablará de esto—.
—Jamás—.
Mientras tanto, los santos buscaban a su diosa y todos estaban alterados porque parecía que esos dos par de granujas se la llevaron quien sabe a donde.
—¡¿A dónde se fueron esos dos con Saori?!—exclamó Jabu furioso.
—¡Avisen al reino de que la diosa Athena fue secuestrada!—declaró la saintia Mii un estado de emergencia.
—Pobre Saori, espero que no esté sufriendo—declaró Kyoko preocupada por su diosa.
En otro lado…
—¡Más, más, más!—se veía a Saori cabalgar al hombre mientras la pelirroja le lamia el cuello y manoseaba sus tetas.
—Eres una diosa muy mala, te mereces esto y más—.
—Sí, si, quiero expiar mis pecados—se oía a la diosa que tenía ese complejo de mártir más corrompido con sus emociones de ese instante.
—¿Acaso lo disfrutas? Por tu culpa me quedé sin mi hermana—.
—Igual yo—.
—¡Si, lo siento por eso! ¡Los compensaré!—.
Ese resentimiento los llevaba a ese par a desquitarse con la diosa que claramente lo estaba disfrutando. ¿Qué clase de relación tóxica era esa? Ni idea, era como si ese evento fuera clave para empezar una unión que estaba destinada desde hace siglos.
—¡Aaaaaah, me vengo, me vengo!—..
La diosa se arqueó y ese fue su primer potente orgasmo, uno que la rompió por completo y se echó a llorar en la cama por esa sobrecarga de emociones que ella ocultó por años.
—Solo soy una maldita pecadora, no soy una buena diosa. Todo me sale mal, nadie me ama, solo me siguen por mi reputación. Lo siento tanto, no quise separarlos de sus hermanas, no se vayan, no quiero quedarme sola, no tengo amigos de verdad, me siento tan vacía, quiero sentirme feliz una vez, me duele todo—se veía a la diosa rota por lo que había experimentado.
A la mente de Athena se veía llegar ciertos recuerdos, amores muertos, primero fue Medusa que la engañó con Poseidon, luego Aracné que fue su alumna en las artes y luego en un ataque de traición la desafió a un duelo por ver quien era mejor tejedora, después de que le enseñó todo lo que sabía y en su desconcierto sentimental, la mortal fue la ganadora y en un ataque de ira y despecho la convirtió en una araña como lo era ella. Luego fue Ulises que no le correspondió como quiso y finalmente su amada comandante Illanius que fue asesinada fríamente por la griega legendaria Xena que ahora era su profesora.
¿Por qué todo le salía tan mal? ¿Cómo era su romance con Illanius? Ella la llenaba de halagos y le decía que todo lo que hacía estaba bien, envenenando más su psique debilitada por la maldicion de Zeus, además de que al ser tan pasional con sus enamoramiento y por su miedo a quedarse sola, además de la profecía de la caída del Olimpo, todo eso la llevó a caer en un abismo y tocar fondo hasta que el karma le llegó a su puerta y le dio una golpiza desarrolladora.
—Saori, ¿Estas bien?—preguntó Shoko abrazándola.
—Yo… Medusa, ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué no me amas?—empezó a llorar Athena en un ataque de locura.
—Soy Shoko, no Medusa—.
—Pegaso, Celeris, hijos de mi Medusa, ustedes jamás se fueron. Se quedaron conmigo—se oyó decir a ella viendo dos espiritus animales de forma astral.
—Saori, tranquila, respira—.
—Siempre estuvieron para mí, ni la muerte nos ha separado. Gracias por estar conmigo, por perdonarme como diosa, como mujer—sonrió la deidad viendo que jamás estuvo sola.
La era del mito era una época de relatos perdidos y en cada mundo ocurrieron cosas diferentes. Un recuerdo de la primera reencarnación humana de Athena se podía ver en la Tierra mientras que conocía a dos mellizos que habitaban en su aldea. Cada vida ellos se reencontrarían sin que se acordaran porque esa primera vida juntos fue tan significativa que Athena jamás estaría sola otra vez y volvería a caer en la locura debido a que ellos no la llenaban de ideas y halagos para su ego, sino que siempre la mantenían con los pies bajo la tierra y la hacían sentirse más empática a la humanidad.
—Llénenme de su amor, Pegaso, Celeris, amen a su diosa, Athena quiere amor—.
En otro lado, se podía ver a la diosa Artemisa que miraba desde el Olimpo que era reconstruido por albañiles del Cruz Azul y no hallaba en ningún sitio a Athena.
—¿Qué demonios estará haciendo mi hermana? Tal vez sólo actividades propias de una diosa digna de ella—decía la rubia que se parecía a Amatista en personalidad.
Si claro, sin que ella lo supiera la diosa de la guerra estaba siendo penetrada por detrás por Seiya mientras ella le daba sexo oral a Shoko que aunque se hallaba avergonzada de esto, no iba a ceder en su determinación. Era la misión de esos dos a partir de ahora sacrificar su pureza para satisfacer a su deidad y lo estaba consiguiendo.
—Lo haces bien, Saori. Aprieta más—se oía a Seiya decirle a ella.
—Lame más rápido, eres buena en esto—.
Las palabras de eso dos eran estimulantes para ella y se estaba perdiendo en sus impulsos. Como diosa descendiente de Zeus, tenía una adicción al sexo latente que jamás había surgido por ser virgen pero ahora salía a flote todo eso.
—¿Te gustan mis pechos? Los miras mucho, sientelos—.
La pelirroja puso la cara de la diosa en sus pechos y ella se dejó llevar por esa suave sensación, mientras que seguía siendo penetrada ahora por debajo.
—De verdad resultaste ser bastante pervertida, ¿Quién lo diría?—dijo el hombre mientras que la diosa seguía pidiendo más y más.
En algún lugar fuera del Multiverso, se podía ver a la Reina de la Nada contemplando lo que Shiro estaba haciendo y era sin duda algo único que surgió espontáneamente. Varios dioses del caos habían decidido rebelarse en contra de su destino y vivir vidas normales.
—Es curioso como terminan las cosas, ¿verdad Sora? O debería decir Amatista—volteó a ver la reina a la albina que había llegado a reportar todo.
—Hace demasiado que ya no respondo bajo mi nombre centinela, mi lady—.
—Sí, lo sé. En tu multiverso, tú fuiste el amor más grande que tuvo mi hijo. Ese amor te permitió sobrevivir a la extinción de ese mismo multiverso, ¿aún no recuperas tu poder completo?—.
—No, aún no. Tampoco puedo hacerlo sin llamar la atención de mi otro yo, después de todo en mi realidad nativa absorbi los poderes de mi versión malvada para resultar mi yo actual—.
—Que mal, sería bueno tenerte en tu máximo potencial pero es todo lo que tenemos. Por cierto, ya se abrió la vacante para una Xeno Centinela Mariska en el estrado—.
En un sitio desconocido del reino de la Nada había una especie de Parlamento pequeño donde centinelas de otros multiversos muertos ahora vivían al servicio de la Reina de la Nada y todos tenían algo en común, eran demasiado amigos de Shiro en sus vidas. Sin embargo, sólo faltaba una Mariska para tener al juzgado completo.
—Mariska es la más difícil de reclutar en todos los multiversos. Me sorprendió que Shiro pudiera convencerla, los cisnes son territoriales y agresivos—.
En ese momento, Sora notó que todos los Xeno Centinelas estaban reunidos y ella se hizo para atrás porque ya sabía lo que ellos querían.
—¡¿Por qué no nos dejan ir?! ¡Queremos ir con Shiro!—exclamó uno que parecía ser el símil de Genma que ahora tenía otro nombre.
—Lo siento, son órdenes de la reina—.
—¡Hermana, quiero ir contigo! ¡No aguanto más estar sin ti!—se podía ver al que era el símil de Asterion con un rol algo más patético pero mucho más benigno.
—A pesar de ser mi hermano de otro multiverso, sigues siendo un maldito siscon de mierda—.
—¡Vamos a hacer huelga!—declaró el símil de Hatori.
—¡Si, huelga!—asintió su esposa.
—Majestad, creo que ya fue mucho tiempo de espera. Mire lo intranquilos que están—señaló Sora a sus amigos.
—Bien, solo les doy una semana de vacaciones. Avisa a Shiro que tus compañeros asistirán a tu reino y no tendrán todo su poder activo. Si sus alter egos los descubren, pueden que entren en frenesí—suspiró la reina que tenía que aguantar a sus esclavos.
En ese instante, Shiro estaba con Konran que habían recibido diplomáticamente a Mariska que tomaba algo de vodka de un caballazo y la reina se la quedaba viendo feo.
—No me agradas—.
—Ni a mi—.
Al ser de facciones distintas ancestrales, eran como perros y gatos y no se podía hacer algo para evitar ese conflicto entre las dos, pero Konran empezó a tocarle las retas a una desprevenida rubia que alzó la ceja.
—¿Qué demonios haces?—.
—Estoy solucionando nuestras diferencias con sexo—señaló la chica.
—No somos bonobos y tienes buenas manos—se quejó la mujer viendo a un Shiro que sonrió algo incómodo.
—Lo siento, Sora nos reunió de urgencia y quería que estuvieras aquí. Espero que no tuvieras que hacer—.
—Tengo muchos esclavos que hacen mi quehacer. Puedo tardar lo que quiera—.
En ese momento, llegó Sora con una cara nerviosa y Shiro sospechó de eso, así que esperó la noticia que tenía que compartirles ya que era algo inesperado.
—¡Ah no, no los quiero aquí!—.
—Shiro, vamos. No son los mismos centinelas—.
—¡No es eso! ¡Por eso es que oigo voces a cada rato!—mencionó el rey.
—Ah, hablaré con ellos de eso. Como la enviada de la Reina de la Nada, les presento a los actuales Xeno Centinelas—presentó Sora a sus amigos.
—¡Príncipe sama!—se vio correr al grupo de inadaptados que taclearon a Shiro y este no podía respirar.
—Son idénticos a los Centinelas pero su cabello es blanco. ¿Por qué?—preguntó Mariska a Sora.
—Ah, eso es por la purificación prolongada con la nada. Esto debería ser confidencial pero eres cercana a Shiro en este multiverso, deberías estar enterada de esto—.
—Son muy raros, nada que ver con los que yo conozco—.
—No tienes la más mínima idea de lo raros que son. ¿Sabes que tienen todos en común? Una amistad de la infancia con Shiro en su Multiverso—.
—¿Te acuerdas de mi, Shiro san? Soy Tsuchi, tu alumno estrella—se veía a un sujeto parecido a Asterión en el sitio.
—Hermano, deja de molestarlo con tus cosas—regañó Sora al que parecía ser su gemelo.
—Onee sama—abrazó este y hundió su cabeza en sus pechos, cosa que notó Konran con diversión.
—Aún pasando muchos años, sigues siendo un maldito siscon de mierda—se oyó a Mariska con la peor decepción posible.
—¿Mariska? Hace demasiado que no te veía—se acercó alguien parecido a Genma.
—Hola, respondes aún al nombre de Genma—.
—No, me llamo Alpheca—.
—Ok, parece que todos aquí cambiaron su nombre centinela. ¿Por qué?—preguntó la rubia a todos.
—Por temas de copyright—alegó alguien que parecía ser una variante de Al Fair.
—Bueno, solo por curiosidad. Los centinelas que yo conozco odian o más bien se sienten amenazados por Shiro, ¿por qué ustedes no?—.
—Eso no se puede cuestionar, Shiro hizo mucho por nosotros en nuestros mundos que no podíamos dejarlo solo—explicó la versión alterna de Al Daghar sonriente.
—OK, esto es muy sospechoso—alzó la ceja la centinela nativa de ese mundo.
—Yo también sospecho. Soy la que ustedes conocen como Shub Niggurath—se presentó la reina y ninguno reaccionó.
—Konran sama, es un gusto verla de nuevo—saludó la versión albina de Tetsuko a la reina.
—Aquí es la parte donde quieren eliminar a una diosa del caos fuerte—señaló Mariska sobre ello.
—Es la esposa de Shiro en todos los multiversos, no queremos hacerlo enojar, no a Shiro sama—señaló Kou Long alterna abrazando a Shiro entre sus pechos.
—¿No eras casada?—.
—Sí, lo soy pero…—.
—Ya decía yo que algo andaba mal—sonrió Konran como Anya y Mariska no entendía.
—Como siempre la reina es muy perspicaz en este tema—señalo Sora con un sonrojo discreto.
—¿Qué pasa? No entiendo—.
—Verás, Mariska. En términos rusos, el socialismo aplica a todos con Shiro—sonrió la asistente y la rubia al fin entendió.
—¡¿Es en serio?!—exclamó en shock ella ante lo ocurrido.
—No sé cómo sea en este multiverso, en el mío era normal esto. Viví en Roma—explicó Kara alterna que estuvo en la época Hard de la antigua Roma.
—Todos ustedes están enfermos—señaló la rubia con horror.
—Vamos, Mariska. Eres la única que falta, unetenos—propuso Hatori alterno y todos hicieron coro de unión.
—¡No, me niego a eso! ¡Es demasiado raro!—.
—Una vez que lo experimentas, te acostumbras—dijo el ex centinela Melos en un tono de gusto.
—Alejense de mi, tolero que Shiro tenga un harén pero no quiero una orgia mixta con ustedes. No lo haré—se fue ella corriendo de ahí.
—Pobrecita, le cayó mal la noticia—sonrió mal Sora ante ello.
—¿Espera, una orgia mixta? Ustedes están enfermos—dijo Shiro con bastante extrañeza.
—Pero siempre lo hacías con nosotros antes de venir a este multiverso—declaró Tsuchi que recordaba como es que todo era un desastre al final.
—Creo que debieron ser más discretos con Mariska. Obviamente no va a aceptar a la primera—.
—No va a funcionar mi poder en contra de ella, Shiro te toca—empujó Konran a su marido.
—¡Oigan, yo no soy el que quiere la orgia! ¡¿Por qué me lo dejan a mi?!—reclamó el rey y todos le hicieron ojos de borrego.
—Shiro, te van a estar molestando hasta que no la convenzas—declaró Sora con molestia ante lo enfermos que estaban sus compañeros.
—Todo yo, todo yo. Si no la convenzo, no hay nada de nada—les advirtió el sujeto que se iba en una especie de Bifrost al reino centinela.
En otro lado, Hestia llegó a una boutique donde era atendida por una mujer de cabello azul y una cara de diva que no podía con ella.
—Uy, que cabello con corte tan anticuado—se oía a la pony humana.
—¡¿Disculpa?!—.
—Llevenla al peluquero, háganle el especial de pelirrojas—.
—¡Oye, espera!—.
Una hora después, Hestia salió con un nuevo corte de cabello y se veía muy bien, llegandole a los hombros y era lacio por completo.
—OK, me gusta como se ve—..
Luego de eso, Rarity le tomo medidas a la chica para que varias hadas empezarán a coser un vestido rojo muy hermoso y esperó en la sala. En ese sitio se podía ver a su lado a Ryoku que leía su revista preferida "Tigres".
—Eso, tú puedes Gignac—.
—¿Esperas algo?—.
—Sí, un smoking. Iré a una fiesta—.
—Yo igual, ¿tienes pareja?—.
—Sí, diría que tengo varias. Son chicas especiales para mi—explicó el hombre.
—Ah, un harén. ¿Eres Zeus de casualidad?—veía sospechosa ella.
—No sé porqué dices eso—.
—Cualquier cosa puede ser Zeus—.
—No soy Zeus—.
—Eso espero. Ja, me voy. Mi vestido está listo, nos veremos en la fiesta si te veo—se fue de ahí la chica.
—No sé porqué se me hace conocida. ¿Por qué hablo de Zeus? Tiene una energía divina curiosa—se preguntó Ryoku sobre ello.
De vuelta con Shiro, se podía ver a este llegando a sus aposentos en el reino centinela nativo y se veía a la rubia con un grave sonrojo porque era demasiado vergonzoso lo que iba a pasar.
—Sí vienes a convencerme, te puedo matar por siquiera atreverte a venir—.
—Lo sé, me estoy exponiendo demasiado. Tampoco quiero obligarte—.
—Shiro. Sabes que no tengo de otra verdad, ¿verdad?—suspiró ella con una mirada triste.
—¿De que hablas?—preguntó el hombre curioso.
—Soy mucho más poderosa que tú, viviré todo lo que quede de este multiverso. Aún así, si tu madre se enoja conmigo, es mi fin. Juré que estaría contigo para siempre, mi corazón estaría vacío de nuevo—admitió ella sin querer ver a la cara a su amante.
—Entiendo eso—.
—¿Qué vas a pensar de mí si hago eso? Te amo, pero si me mancho de esa forma valdré menos para ti, tengo miedo de que me mires menos por algo como una orgia—.
—Ah, hablas de eso. Escucha, si mi esposa tiene los cascos ligeros, no estaría enojado de lo que quieras hacer. Eres especial porque eres tú, si algo aprendi es que siempre valdrás lo mismo para mi pase lo que pase—declaró Shiro de forma gentil.
—Eres demasiado bueno para permitir que haga algo como esto. Soy una diosa que no debería tener moral, aún así sigo con dudas humanas, debería darme vergüenza—.
—Es normal, no te preocupes por eso. Después de todo, no voy a dejar de quererte—.
—Tonto, ya me siento mejor. Bien, lo haré pero no acepto reclamos. Esto quedará como un secreto—sonrió ella un poco más tranquila y sin darse cuenta su cabello se tornaba más platinado que antes.
Por último, se podía ver a Saori despertando de una noche de pasión siendo abrazada por Seiya en un lado mientras que Shoko la tomaba entre sus brazos quedando su rostro entre sus pechos.
—No puede ser, no puedo creer que lo hice—.
Athena estaba muy nerviosa porque sentía mucho dolor en la entrepierna y recordaba lo vergonzoso que fue perder su virginidad siendo una zorra sumisa. Su boca sabía a semen y los fluidos de Shoko sin duda, además de que tenia mecos en todos lados. Sin embargo, sentía que perdió un importante peso de encima, como si ya no tuviera que cargar con ese título de celibato por una promesa que ya no podía aplicar.
—¿Dónde quedó la Athena peligrosa y amante de los intelectuales?—.
¿Cuánto habían cambiado los gustos de Athena con el paso del tiempo? A excepción de Seiya y Shoko, ¿Qué tenían en común los intereses de la diosa con el paso del tiempo? Su inteligencia en batalla, algo que la deidad consideraba atractiva pero no recordaba en qué momento se conformó con menos. No, desde el momento en que cayó del Olimpo y todos sus soldados le lamian las botas, solo dos se negaron a eso y esa era la debilidad más fuerte de la diosa: No ser el centro de atención.
—Al final de todo, no sólo la inteligencia es lo que cuenta, sino las agallas de ganar, ¿verdad? Todos se rinden, mi Santuario se volvió en mi contra, la mayoría de los dioses me odia, los pocos aliados que tengo me tratan como una muñeca de porcelana, tal vez esto no está mal. La inteligencia en batalla está de más, eso es lo mío, Pegaso y Celeris son de otro estilo—pensó la diosa viendo al techo.
No solo eso, sino que a través de las eras, siempre la venían traicionando y sus únicos campeones eran estos dos sin duda. ¿Por qué los hijos de Medusa la defendían? ¿Es por instinto? Era demasiado sospechoso. ¿Ella vio algo en su momento que no pudo prever por su cuenta?
—Mamá, no quiero ir a la escuela—se oyó a Shoko habla en sueños.
—Bah, me rindo. Estoy pensando las cosas demasiado, Artemisa me va a matar pero ya no me importa, me gusta como soy ahora—finalizó ella su monólogo para caer de nuevo dormida.
Algo así pensaba Mariska que había terminado en una orgia con versiones alternas de sus compañeros centinelas y jamás se le iba a olvidar esto. Nunca le diría a ellos sobre este asunto y no diría sobre qué fetiches se cargaba cada uno porque era probable que en el fondo los Xeno Centinelas eran el reflejo de la personalidad que ocultaban los originales.
—Tengo un montón de material de chantaje, quien diría que varios de aquí son demasiado furros, masoquistas, norteños, amantes de las lolis, y varias cosas más. Por suerte, tengo como averiguar sobre ello—sonrió la diosa suprema ante ello.
Continuará…
Crisis en Tierras Infinitas Naruhina
Capítulo 36 Dioses de la Perversión.
Luego de que se revelará la identidad de los verdaderos amos y señores del mundo, todos intentaron hacerles la barba a los generales y a los reyes. Sin embargo, muchos de ahí ya estaban señalados como escoria y sobre todo por parte de Riki que era la más rencorosa de todas pero hubo alguien que no esperaba ver.
—OK, no esperaba verlos aquí—mencionó la pelirroja junto a Lucifer Morningstar.
—Es un gusto conocerla, mi nombre es Rias Gremory y soy la presidenta del club de ocultismo. Espero que mi llamada no sea de su desagrado—.
A su lado estaba un joven de su edad con un toque de delincuente similar a Chusai pero aún mas prehispánico aunque su fuerza interior la inquietaba, como si fuera su opuesto.
—Él es mi discípulo novato Kabe kun. Si no había estado en contacto antes es porque tenía que asegurarme quien era la General Kitsune—.
—OK, entiendo eso. Fue más precavida que otros, haría lo mismo en su lugar—.
—¿Y el profesor de música es su lacayo fiel?—preguntó Rias en tono de diplomacia levemente disfrazada de clasista.
—¿Lacayo? Es una forma interesante de describirlo, niña. Soy su esposo—.
—¿Esposo? Pero si es mayor que tú, demasiado—le señaló Rias en shock a Riki.
—Unos cuantos billones de años de hecho. Pero no importa, me gustan mayores—alegó la general.
—Como sea, los demonios estamos interesados en una alianza. Se sabe que la General Kitsune y sus seguidores son similares a nuestra raza y sería bueno unirnos—.
—¿Y que hay de Lucifer? Él es el diablo—señaló la chica chancla a su esposo.
—¿Lucifer? El diablo murió hace demasiados eones, nosotros somos sus descendientes—explicó la presidenta de ocultismo.
—Soy el diablo, ¿por qué nadie me cree?—.
—Nadie te va a creer, eres demasiado normal para ser un demonio—explico Nahari que llegó al sitio posando en el hombro de Riki.
—¿Y ese búho?—.
—¡¿Cómo que no me reconoces?! ¡Soy Nahari, la mensajera de los reyes demonios! ¡Deberías guardarme respeto!—reclamó la ave furiosa.
—No, no recuerdo alguien con ese nombre—.
—Nadie me respeta, dijera Mandibulin—murmuró Nahari en depresión.
—Ahora conoces mi dolor—.
Luego de la platica, Riki salió de la habitación y Rias Gremory sonreía porque actuó en el mejor momento posible. Una general estaría como aliada por fin a los demonios y, descartando al imitador del legendario Lucifer y esa ave sacada de Harry Potter, ahora estaban un paso más cerca de que los demonios tuvieran mayor ventaja contra los ángeles y los ángeles caídos.
—Kabe kun, prepara mis cosas. Vamos a seguir en charlas con Riki sama—.
—¿Cuándo me va a pagar?—.
—Es tu servicio social, no hay paga—.
—Maldita jefa de mierda y sus estúpidas órdenes—se fue quejandose el sujeto de ahí.
¿Convertirse en el empleado de una demonio sexy era el sueño de un adolescente? Si, si tenías buena suerte. Kabe simplemente estuvo en el sitio y hora equivocadas, así que fue atacado por una ángel caída por algo que tenía en su interior y Rias lo revivió usando una mutación para volverlo un demonio. Este sería un buen suceso si fueras guapo y con una jefa más cercana pero ella trataba a todos como una familia estilo Toretto y eso lo hizo quedar automáticamente en la friendzone, además de que se pasaba de confiada con él y le dejaba papeleo que no quería hacer.
—Debí morir ese día, me iría mucho mejor—se quejó Kabe haciendo mucho papeleo pendiente de su jefa.
—Pobre, Rias es una jefa difícil y dura de roer—.
—Hola Shiro, o debería decir su majestad—.
—Sigamos como amigos de chelas. Veo que tu jefa no te respeta en lo absoluto—.
—Sí, los Gremory tratan a todos como su familia. Si, mi mamá me trae con una chancla, debí suponerlo—.
—Así son las madres. ¿No les has dicho a tu líder que tienes más poder del que imagina?—.
—No, ya vi lo codiciosa que es. La entrevista con la General Kitsune me lo dejó claro. Quiere muchas alianzas por un extraño motivo—.
—Es obvio, ser amigo de un general es signo de poder. Si pudiera, ella sería su amante con tal de estar en la cima, por fortuna Riki es de las que no quieren ese tipo de vida—explicó Shiro al sujeto.
—Sí, entiendo. ¿Puedes ayudar con el papeleo?—.
—Sí, será rápido—.
En un segundo, todo ya estaba organizado, firmado y leído, para la sorpresa de Kabe ya que este retorció la realidad para no llevarse todo el día con el maldito papeleo odioso.
—Lux tiene promoción de cubetas, vamos por una—.
—Creo que como rey serias un fifi de mierda. Eres de los míos, carnal—.
En otro lado, se podía ver a Konran que veía a lo lejos a una chica de trenzas y lentes, de aspecto desalineado pasar por su casillero hasta que cruzaron sus miradas.
—Oye, ¿no has visto a Shiro? Quería preguntarle unas dudas sobre… ya sabes—.
—¿Ha cambiado tu amistad con Shiro después de enterarte de su cargo en los reinos?—preguntó la mujer en tono de seriedad.
—Me sorprende que siga actuando como si nada. Quizás es porque se la suda toda. No ha cambiado algo, solo es algo incómodo el hecho de que traté todo el tiempo con el rey pero de ahí no es el gran cambio—.
—Sí, te vas a acostumbrar. Te ayudo en tus dudas, Aika—.
Konran siempre se sentía intranquila con esta jovencita ya que era una reencarnación que al fin había aparecido. La causa por la que el Asesino de Dioses despertó hace eones en este mundo estaba cerca de ella.
—El amor de la infancia del hombre destinado a matar a las deidades, pensar que volvió a vivir en este futuro pacifico—pensó la reina recordando el que ocurrió hace tantos años.
En otro lado, Shiro estornudó y después de pactar la peda con Kabe, este se encontró en el camino con una hermosa joven de su edad de cabello castaño con mechones lilas, además de ojos azul verdosos y un aspecto griego que no podía con ello.
—Ok, creo que ya sé quien eres y a qué has venido, diosa Pallas Athenea—saludó Shiro a la mujer.
—Eres muy observador, de verdad eres el rey como dicen. Vine a pedir ayuda en una guerra santa—se inclinó la diosa.
—¿Hades? OK, entiendo. ¿Qué hay de Pegaso? ¿No está contigo?—.
—¿Quién es Pegaso?—preguntó ella confusa.
—No está contigo un santo de Pegaso que te protege—.
—No, aún no llega de su entrenamiento. No sé quién sea—.
—Ah, eso explica todo. Estaré pendiente de las guerras santas. ¿Por cierto, respondes al nombre de Nancy Campbell?—sonrió Shiro de forma macabra.
—¿Nancy Campbell? Hace eones que no uso ese nombre, entonces si conoces bien mi identidad real—respondió Athena con una sonrisa de curiosidad.
—La única Shin que se le puede comparar a un Centinela, la creadora del sello arcano que encarceló a los dioses del caos, la Shin N'tse Kaambl—.
—Sabes demasiado, tu esposa te da mucha información confidencial—.
—¿Por qué me pides ayuda? Tú podrías vencer sin problemas a los dioses griegos—preguntó el rey sobre ello.
—Estoy reseteada, cuando renazco mi poder queda dormido y apenas recuperé mi memoria. Estoy al merced de los dioses—.
—Ok, ¿ya tienes reunidos a algunos santos de oro?—..
—Eeeh, ese es el problema. El Patriarca me hizo un golpe de estado y ahora gobierna mi Santuario—se rascó la cabeza la diosa.
—Bien, ahora tengo que ayudar a una diosa inútil—suspiró Shiro ante eso.
—¡Oye, no soy inútil!—.
—No, eres ultra inútil—.
—¡Soy pacífica que es diferente!—.
—¡¿Qué clase de Athena eres?! ¡No eres Jebus!—.
—¡Ayúdame, mis santos son más inútiles que yo! ¡Solo son de bronce!—lloró Athena ante su realidad.
—Entonces te ayudaré a despertar tu poder dormido y te voy a desarrollar a madrazos—se puso Shiro la máscara del Duende Verde y arrastró a Saori por la pierna.
—¡Aaaaaah, sálvame Jebús!—.
Días más tarde, las saintias actuales de Athena no la encontraban en ningún lado y era como si se hubiera esfumado. ¿Quién la había secuestrado? ¿Dónde fue vista por última vez?
—¡Necesitas encontrar a la señorita Kido ahora mismo!—exclamó la saintia Mii preocupada.
—¿Quién la vio por última vez?—dijo Kyoko preocupada.
—Nadie la vio, se escapó de su seguridad. Ninguna cámara vio algo—.
En ese instante, un portazo se oyó llegar y se podía ver a una Saori con taparrabos y una vendas en la zona del pecho mientras que tenía una especie de lanza improvisada y maquillaje de guerra.
—Ya llegué—saludó la diosa sonriente.
—¡¿Qué fue lo que pasó?!—exclamó Mii en shock.
—Nada, fui a entrenar a un sitio especial y casi muero muchas veces de hambre y dolor—explicó ella mientras traía la cabeza de un tiranosaurio.
—¡Estuvo días desaparecida! ¡¿Qué se la llevó?!—.
—¿Días? Juro que fueron meses, bueno ya que. No recuerdo que pasó, ni como salí. Cuando me di cuenta ya estaba ahí—explicó la diosa de la guerra.
—OK, no entiendo nada. Me alegra que esté bien, vaya a darse una ducha. Apesta a otaku de la Friki Plaza—se cubrió Kyoko la nariz.
—Eh, no apesto tanto—.
—Que se bañe—.
—Bien, bien. Ahora me baño, ¿Cómo se usan las regaderas?—se preguntó la diosa que estaba muy loca ante la experiencia que tuvo.
—Hay que vigilar a Saori, no sé qué pasó pero tengo un mal presentimiento—.
Mientras Saori estaba en la regadera, recordó esos meses en la selva y notó que el tiempo que pasó ahí fueron días en este plano. Era una Tierra Salvaje llena de las criaturas más peligrosas de todas, un entrenamiento perfecto para una diosa de la guerra.
—Depender de mis santos me ha debilitado demasiado. No me había percatado de eso, los dorados son un arma de doble filo—señalo ella para su pesar.
Unos días después, se podía ver llegar a Seiya, el recién elegido santo de Pegaso a la ciudad con un documento especial de la Corporación Kido que decía que tenía que inscribirse a la escuela para proteger a Saori.
—¡Pero apenas se sumar!—exclamó el sujeto.
En ese instante, se topó con una chica que perdió un colgante de Pegaso en un sitio con árboles y se lo entregó, sorprendiendola en el acto.
—Oye, no pierdas esto. Es muy valioso—le enseñó el castaño rojizo a la chica.
—Ah, gracias—se veía triste a la chica.
—¿Hice algo malo?—.
—No, es que yo…—.
El nombre de la chica curiosamente era Shoko como Komi san pero su apellido era desconocido para todos. Ella brillaba bajo la constelación maldita de Equuleus pero no lo sabía.
—Así que tienes años de ver a tu hermana mayor, ¿eh?—.
—Sí, no sé qué hacer. Ya la encontré pero ella… no se como explicarlo. No tiene tiempo para mi, es una saintia—.
—¿Saintia? ¿Existe eso? OK, no entiendo nada. Escucha, que tu hermana no tenga tiempo para ti no significa que no te quiera. Hace años no veo a mi hermana pero estoy seguro que piensa en mi tanto como yo lo hago con ella—le explicó el joven a la chica.
—¿Tú crees?—.
—Sí, si no me crees tienes que encararla—.
—Tienes razón, me siento un poco mejor. Por cierto, eres un santo de Athena, ¿verdad? Si ves a mi hermana, dile que la extraño—.
—¿A que escuela vas?—.
—A la escuela de Magia y Caos—.
—Voy a esa también, espero verte ahí—alzo el pulgar el chico.
—Sí—.
Más tarde, se podía ver a Xena yendo a la escuela de Riki ya que la directora la invitó a dar clases de lenguaje griego antiguo pero el verdadero propósito era vigilar a la diosa Athena de que no hiciera una estupidez.
—Así que esa perra renació. Creí que su muerte era definitiva—pensó la griega ante lo que pasó hace eones.
—¿Por qué la maestra me mira de esa forma? Algo de ella no me gusta en nada—pensó también la diosa Athena sobre la profesora.
—Bien, ¿Pueden decirme quien es el dios más malvado de todos en Grecia?—dijo la maestra a todos.
—Hades—alzó la mano Saori.
—Incorrecto, ¿alguien más?—.
—Athena—declaró Chusai.
—Correcto—asintió la maestra y Saori lo miró con dagas, además de las saintias lamebotas.
—¡¿Excuse me?! ¡¿Por qué dices que Athena es malvada?!—preguntó la saintia Mii enojada.
—Solo diré nombres, Medusa, Aracne, Atlantis, Troya…—.
—Saori, defiéndete. ¿Saori?—las chicas vieron como la diosa estaba en posición fetal casi llorando.
—Era otra persona esa vez—decía ella en un tono traumado.
—¿Qué le pasa a Saori? Ya no parece ser la niña malcriada de siempre—notó Seiya ese detalle al fondo de la clase.
—Mi hermana tiene su grupo de amigas populares con la señorita Kido. ¿De donde conoces a la señorita Saori?—preguntó Shoko al castaño rojizo.
—Es una larga historia, pero algo no está bien con ella—.
Más tarde, Saori se hallaba con jaqueca porque esa clase fue de lo más depresiva para ella ya que ahora tenía tarea sobre identificar los actos malvados de Athena y no le gustaba echarse tierra a su persona. En ese instante, se podía ver a Seiya entrar a su oficina y ella cambió su cara a una de millonaria arrogante.
—Seiya, gracias por venir. Por fortuna lograste obtener la armadura de Pegaso. ¿Qué hace ella aquí?—preguntó Saori sobre la hermana de Kyoko.
—Es que ella quería hablar sobre su hermana. Dale algo de vacaciones—.
—Ah, eso. Le dije que se tomara su tiempo pero es adicta al trabajo. Lo siento Shoko, tampoco te puedo pedir que te unas a mi como guardaespaldas, necesitas un entrenamiento especial como el que llevó Kyoko o Seiya—explicó la diosa acerca de ello.
—Pero…—.
—Lo siento, a menos que tengas un mínimo de entrenamiento de santo o una armadura que te reconozca, no puedo aceptar esa petición—fue la última palabra de la diosa.
—Entonces yo mismo la voy a entrenar para que obtenga una armadura—declaró Seiya metiéndose en el asunto solo por molestar a Saori.
—¿Disculpa?—.
—Oye, la pobre chica quiere estar con su hermana y ella no pone de su parte. Si eso es lo que pasa, entonces yo la ayudaré—.
—Seiya, no te lo permito—se levantó enojada Saori.
—¿Me lo vas a impedir? ¿Por qué?—preguntó en desafío el sujeto.
Era obvio el porqué Saori no quería eso y simplemente eran celos, los mismos que llevaron a que Medusa fuera convertida en un monstruo. Aunque no lo admitiera, ella le gustaba mucho Seiya y Shoko era simplemente muy atractiva, no… también era demasiado parecida en personalidad al santo de Pegaso, congeniarían tan bien que sería demasiado chocante verlos juntos como pareja.
—Esta bien, pero entrenen en la mansión donde yo los vea y cuando yo tenga tiempo—declaró muy enojada la mujer que se fue de ahí.
—Que raro, ¿por qué se enojó?—.
—Ni idea—.
Al día siguiente…
—¡Señorita Pan, ayúdeme! ¡Lo estoy perdiendo!—se veía llorar a Athena en el regazo de Konran.
—Hace años que no uso ese nombre. Además somos enemigos como dioses lovecraftianos, ¿por qué me pides ayuda?—.
—¡Ayúdame, Seiya no me quiere! ¡No quiero cometer lo mismo que con Medusa!—.
—Athena, eres una diosa griega. ¿De verdad aun vas a seguir con el tema de la diosa virgen?—preguntó la reina ante ello.
—Fue mi juramento al Olimpo—.
—Las leyes del Olimpo no importan aquí, la ley marcial del amor se sobrepone a lo que hayas jurado. Si quieres hacer el delicioso, no se te va a castigar, además si se ponen locos contigo, iremos a defenderte. Shiro hizo su juramento de apoyar en eso—.
—Pero, pero, ¡Shoko chan se parece demasiado a…! ¡No, me trae recuerdos de Vietnam! ¡Me engañó con el tío Poseidon! ¡Ella no me amaba! ¡Me hizo sentir mariposa y sale con que solo eramos amigas!—se confesó ella en lagrimas.
—Ah, por eso te desquitaste con ella. Uy, entonces si se lo merecía Medusa—.
—Además no quiero que ella entrene. No quiero verla en peligro, todo lo que toco perece—.
—Eh, no lo creo. Ellos son como cucarachas. No sé qué tiene su ADN—mencionó la reina.
—¿Eh?—.
—Saori, eres una diosa griega. Para ti, esto debería ser común y normal. Si quisieras, sería peor que Zeus con el tema de las parejas—señaló la reina usando su identidad de Pan.
—Lo se, lo se, no quiero ser una puta, pero… tengo miedo—.
—Escucha bien, eres una mujer gentil y amorosa pero en la cama debes ser una zorra. Eres la reina del Olimpo, tu ley es la que manda—.
—Bien, lo haremos a tu modo. Que mal, no quiero imitarte pero no tengo muchas opciones. Gracias por la ayuda, Pan chan—.
—Por cierto, en unas semanas habrá una fiesta. Estas invitada, lleva a uno o dos invitados. Como diosa de la guerra y una arquetipica, tienes más que derecho de asistir—.
—¿Quién lo diría? Shub-Niggurath me invita a una fiesta. Pensar que hace eones esto sería un chiste malo—sonrió Saori sobre ello.
—Y yo dándote consejos, jamás has aceptado consejos incluso si son de Afrodita—.
—Nunca he tenido la necesidad de seguir algo así. Soy muy mala eligiendo amantes, nunca me aceptan. Lo haré a mi modo, nos vemos—se fue la diosa de ahí.
—¿Por qué siento que lo va a arruinar?—veía irse Konran a la mujer.
Al día siguiente, se podía ver a Seiya entrenando a Shoko en lo que era el uso del cosmos y la chica aprendía algo rápido. Quizás podría lanzar algunos meteoros en poco tiempo pero debía tener más entrenamiento. Sin embargo, fueron interrumpidos por Saori que llegaba con un uniforme de entrenamiento que parecía de Barbie.
—Buen día, hora de entrenar. Un, dos, tres, cuatro—empezó a calentar la mujer.
—¿Qué haces?—.
—Me uno a su entrenamiento—.
—Oye, se supone que esto es para que Shoko se una a tus filas, no para ejercicios de niña rica—reclamó Seiya acerca de eso.
—No parece, pero soy campeona mundial de Kickboxer—mostró ella su trofeo.
—También pudiste pagar para que te dejaran ganar—.
—Que malo eres, ¿sabias?—.
—Deja la entrar, mírala—señalo Shoko viendo que Saori era como la típica niña castrosa que en realidad quería amigos pero caía tan mal que era muy repelente.
—OK, pero no nos estorbes—.
6 minutos después…
—¡Lo logré, lo logré! ¡Yuju!—se podía ver a Saori celebrando con un montón de meteoros en el suelo y dejando a Seiya en shock porque ella hizo su técnica con solo practicarla un poco.
—¡¿Cómo fue que lo hiciste?! ¡Me costó mucho llegar a golpear a esa velocidad!—.
—Eh, solo oí lo que explicaste y simplemente hice pum y kaboom con la técnica, usando algo de la velocidad del sonido, el aire y la energía del cosmos—explicó vagamente la diosa.
—Seiya, ¿Estas bien?—preguntó Shoko viendo en depresión al sujeto.
—Estos 6 años de tortura para dominar el cosmos y ella lo hizo en unos minutos—se sentía pésimo el sujeto.
—Es que ella es Athena, tal vez eso tiene que ver—.
—¿Cómo que ella es Athena?—preguntó el castaño rojizo sobre eso viendo a Saori.
—Ah si, olvidé decirte. Soy una diosa Athena a la que sirven los santos. Es una larga historia—.
—¡Cagajo, me lleva la…!—empezó a decir maldiciones el sujeto porque entendió hasta ahora la misión por la que fue a entrenar como santo, simplemente era seguir siendo el esclavo de Saori.
—Hey, lenguaje—.
Riki estaba ahí con varias saintias escoltándola y Athena asintió como respeto a su superior, mientras que los jóvenes no entendian lo que pasaba.
—Parece ocupada, señorita Athena—.
—Estoy entrenando con mi guardián—.
—¡Pudo pedírmelo!—reclamó Mii al fondo.
—Athena sama, yo misma puedo entrenarla—se ofreció Kyoko de forma seria.
—Gracias pero prefiero a Seiya—sonrió la diosa y las saintias no entendían el porque no quería que al menos una de ellas la moldeara.
—Bueno, aquí está tu invitación. Lleva a uno o dos invitados al castillo de Shiro.
—Gracias, espero que por un extraño motivo no haya algún conflicto armado a mi persona—.
Las chicas como saintias deseaban llevarse a Athena al baile pero la mujer se quería llevar sin duda a Seiya, lo que sería difícil porque él la odiaba por lo que pasó en su niñez, algo que Riki notó y en un arrebato a lo Shiro le susurró algo a la deidad.
—Oh, entiendo—.
—Buena suerte, nos vemos—.
Mientras tanto, se podía ver en un sitio no lejos de ahí a una chica de cabello naranja que tenía un vestuario otaku y una invitación le fue dejada en la puerta de su casa.
—Diosa Hestia, acaba de ser invitada al baile de los reyes supremos. Esperamos su asistencia—.
—Así que ya es hora. Tengo que ir por un vestido, como odio las fiestas—suspiró ella yéndose a arreglar.
La diosa otaku se fue y en el centro comercial halló un vestido lindo pero al chocar con otra mano, se vio cara a cara con su sobrina Athena.
—¿Tú? ¿Qué no estabas muerta?—.
—Lo mismo digo de ti—.
—Me invitaron a la fiesta—.
—A mi igual—
—¿Qué tal te va? ¿Aprendiste a relajarte un poco? Estas muy tensa desde lo de Xena—.
—¡Aaaaaah, la vi hace poco! ¡Es la profesora de griego antiguo!—exclamó la diosa de la guerra entrando en razón.
—Ya veo. Investigué estos años en cuanto volví a la vida, parece que el Asesino de Dioses puso en orden este mundo y evitó más masacres como la que nos ocurrió por los hebreos e hindus—.
—Así que era verdad mi teoría. Bueno, eso ya no importa. ¿Tienes pareja de baile?—.
—No, quiero seguir solterona. Quiero regresar temprano y ver anime—.
Así es, Hestia era como Riki pero sin hijos, sin chancla y más otaku y ñoña que nadie. Otra con miedo al romance sin duda, pero en este reino nadie se escapa de las garras del amor, esa era la filosofía del rey y estaba asegurado que los invitados iban a divertirse.
—OK, tía. Entonces la veo en la fiesta, no vaya a faltar. En la invitación dice que te traerán a patadas si es necesario—.
—¿En serio dice eso?—miró la diosa del hogar en shock y en efecto era verdad.
—Adiós, tía—.
—Adiós, que flojera de ir—.
En otro lado, Xena estaba siendo regañada por Riki ya que encontró evidencia de que se hallaba stalkeando a Saori y a todo posible sospechoso de ser dios griego.
—Xena, ya pasó hace mucho. Ya superalo—.
—¡Pero Athena y Zeus comenzaron!—.
—¡Ya deja el rencor!—.
—Lo dice la que odia a los Narusakus—.
—¡Ellos no merecen el perdón de los dioses ni de la humanidad!—
Saori rodaba los ojos pero Seiya había oído la charla y aprovechó la oportunidad para molestar a la mujer que eraa culpable de muchas de sus desgracias.
Saori rodaba los ojos pero Seiya había oído la charla y aprovechó la oportunidad para molestar a la mujer que era la culpable de muchas de sus desgracias
—Seiya, ¿en serio me odias tanto?—preguntó ella con una mirada de seriedad.
—No puedo evitarlo. Por tu culpa y la de tu abuelo me separaron de mi hermana mayor. Además no has cambiado mucho, haces el intento pero siempre quieres tener el control de todo. Te quieres meter en todo en mi vida, ¿acaso disfrutas el verme sufrir?—le respondió este sin guardarse nada.
—No sabes comprender el corazón de una mujer, Seiya—.
—¿De que demonios hablas?—.
Apenas terminó la frase y ella besó en los labios al sujeto que no se esperaba esto. Los labios de Saori estaban pegados a los suyos y se separaron unos 10 segundos después.
—Seiya, me gustas como hombre. ¿Sabes por qué soy tan metida en tus asuntos? No sé mucho sobre cómo hacer amigos de verdad. Me gustas mucho desde que eramos niños, solo que no sabía como expresarlo. Sé que injusto lo que pasó con Seika, la estoy buscando como puedo. Intento de todo para poder agradarte pero ya no se como—empezó a llorar ella.
—Oye, tranquila. No quise…—.
—Lo siento por lo que hice hace años. Fui demasiado injusta y te di demasiados problemas, quiero pagar con lo que pueda para tratar de al menos devolverte lo que tengo. Lo siento mucho—.
Seiya entendía algo que Shoko le dijo hace no mucho: Saori no sabía bien cómo expresarse ya que fue criada en un ambiente distinto donde todo se le daba en bandeja de plata, a lo que tal vez era posible que esté tratando de ser más asertiva ante ciertas situaciones.
—Oye, lo siento. No llores, tranquila—.
—¡Hey! ¡¿Qué le hiciste a Saori?!—se vio llegar a Jabu bien metiche como siempre y detrás de él salieron las saintias.
—Saori san, acompañeme. Vamos a castigar a Seiya por lo que hizo—.
—¡Esperen, esperen, no es lo que creen!—.
—¡Oigan, no hice nada!—.
Shoko veía al fondo lo que había ocurrido y se había sorprendido mucho de que Saori le gustará Seiya, demasiado y apretó los puños hasta que sangraron ligeramente porque la ausencia de su hermana mayor por servir a Athena, generó que su subconsciente viera a Seiya como una especie de hermano mayor y quizás ese modelo de hombre era el que le gustaba sin querer.
—Ay, eso dolió. ¿Le gusto a Saori? ¿Desde cuando? No puede ser, le gustó a Saori—se llevó las manos a la cara el castaño rojizo.
—Seiya—.
—¿Eh, Shoko? Pensé que estabas en tu casa—.
—Vi lo que pasó—.
—¿Lo de Saori? Oye, no es lo que tú piensas—dijo asustado el chico.
—¿Te gusta ella?—comentó ella triste.
—¿Qué me gusta ella? Pues… bueno, ¡no sé! Esto fue sorpresivo—.
—Entiendo, al menos dime algo. ¿Vas a responderle?—.
—¿De que hablas?—preguntó Seiya confuso.
—Ella se te declaró, al menos dale un si o un no—.
—Sobre eso. ¿Saben que me van a matar si los demás se enteran? Apenas y tu hermana me deja acercarme a ti. Imagina que si me encuentran en algo indebido con Saori, me castran—.
—Buen punto. Ahora vengo—.
—¿A dónde vas?—.
—Hablaré con Saori, quiero ver como está. Espérame aquí—.
Luego de eso, se podía ver a Saori en su habitación sola mientras que su puerta era vigilada por un par de santos de bronce y al ver a Shoko la dejaron pasar porque no era peligrosa, a diferencia de Seiya.
—Saori san—.
—Shoko, me alegra verte. Siento que veas mi lado patético—.
—No te preocupes, ¿Cómo te sientes?—preguntó la pelirroja ante lo ocurrido.
—Soy patética, lloré en un momento que no debía. Todo frente a Seiya, expuse mi debilidad a la única persona que no quería—sonrió ella de forma triste.
—Eso no es malo, al contrario. Seiya vio tu lado más suave, así quizás se ablande un poco—.
—¿Tú crees?—.
—Sí, ahora mismo se preocupa por ti—le confesó ella queriendo que los dos se rrconciliaran y se rendía con su primer amor.
—Oh, Shoko. Gracias, eres una gran amiga—tomó ella sus manos con total confianza.
—Saori, no se rinda con Seiya. Llévelo al cielo—sonrió ella pero Saori notó que había un dejo de tristeza sin que la chica se diera cuenta y confirmó su sospecha.
—¿Te gusta, verdad?—soltó ella sus manos para hablar más seriamente.
—¡¿De qué habla?! ¡Solo solos camaradas, compañeros de armas! ¡No me gusta!—exclamó ella apenada con la idea.
—No te culpo, ya te conozco. Deliras demasiado con Kyoko. No me extrañaría que tengas un fetiche con los hermanos mayores como modelo a seguir—.
—¡Espera, no es lo que crees! ¡Además ya me estoy rindiendo! ¡Seiya es tuyo, no quiero cometer algo malo como…!—.
En ese instante, Saori la besó en los labios de forma que la pelirroja se quedó muda ante lo ocurrido y la diosa después del beso acarició su cabello, teniendo un delirio con Medusa. Aunque en el pasado era una celopata de lo peor y la Gorgona la traicionó, Shoko era distinta, más pura de corazón y le había abierto su corazón, ella se merecía su amor de igual forma.
—Shoko chan, gracias por confiarme tus sentimientos. No te prohibo que hagas tus movimientos, eres mi buena amiga y si tienes algo que confesarle a Seiya, lo permito. Soy tu diosa y te quiero demasiado—.
—¡¿Pero por qué me besó?! ¡Soy una mujer! ¡Además usted ama a Seiya!—.
—Soy una diosa griega que viene de la antigüedad. ¿Creías que me voy a conformar con solo Seiya si eres de mi agrado? Eres muy linda y sexy—sonrió la diosa denotando eso.
—¿Eres bi?—se hizo para atrás Shoko.
—Así son todos los dioses griegos, solo yo era más casta pero eso se acabó. Me gusta Seiya, pero también tú. Lo siento por decírtelo así, no había una forma más suave de hacerte saber esto—.
—¡Lo siento, no puedo aceptar sus sentimientos!—se fue Shoko corriendo de ahí y Saori se quedó viendo como se iba.
—Pan chan tenían razón, esto se siente bien—se relamió la diosa sus labios saboreando lo que sobró de la esencia de Shoko.
Mientras tanto, Seiya esperaba cuando vio salir a Shoko con lágrimas en los ojos y una palidez notoria porque aún se hallaba en shock y este fue a verla.
—¿Qué te pasa?—.
—Saori es bisexual y le gusto también, me besó a mi también. Creo que fue a ver Lightyear en un descuido—se sentía ella demasiado mal.
—¡¿Desde cuando ella es así?! No, espera. Siempre quiere amigas, se baña con ellas, nos hace a nosotros de menos—.
—A ti te trata mejor que muchas de las saintias, déjame decirte. Hay que averiguar más de eso, ¿alguien conoce de mitología?—.
Al día siguiente…
—¿Qué si Athena es bisexual? Claro que si, Athena es hija de Zeus—.
Chusai se encargaba de responder todas las dudas acerca de la diosa de la guerra en la mitología y a pesar de que se decía que jamás tuvo sexo, habían implicaciones que decía que tuvo una que otra relación intelectual con hombre y mujeres muy inteligentes. No era sólo algo de amistad profunda sino algo llamado amor griego a la antigua.
—¿Amor griego?—dijeron el par confundidos.
—Como explicarlo, para ustedes es más marcado lo que se le dice las preferencias sexuales pero en el caso de los griegos antiguos esto no era así. De hecho, era indiferente la forma de amar y esta es el estilo con el que Athena se rige. Puede confundirse con bisexualidad en la actualidad pero lo correcto para su caso es que le da lo mismo su género, siendo una deidad muy antigua—.
—¡Pero también somos jóvenes!—reclamó Shoko intentando ir por esa vía.
—Como decirlo, muchas veces el amor griego se daban casos de que un adulto tenía un aprendiz sea varón o mujer, y surgía una relación erotica entre ellos. Ella ahora es algo menor a ustedes por lo que entendí, ella es la parte más pasiva que quiere su amor—.
—¡Aaaah, esto es demasiado! ¡No me lo enseñaron en el Santuario!—exclamó Seiya sobre ello.
—Creo que su Santuario recibió influencia de los católicos—se oyó a Xena llegar y había escuchado la platica.
—¿Tú crees?—volteó a ver Chusai.
—Parece que los dioses hindus y los hebreos influyeron en las normas del Santuario actual al punto de que lavaban el cerebro a las Athena que llegaban y la hacían un modelo similar a Jebus. Tal vez el que esté más cerca de nosotros haya sacado a flote su pensamiento original griego—comentó Xena que ella misma creció en esa cultura.
—¿Eso es bueno o malo?—preguntó Seiya en shock.
—Conozco bien a Athena en su periodo malo, no querrán hacerla enojar. Ella es de las que se entregan demasiado y si no es correspondida, su corazón roto saca lo peor de ella y es capaz de querer desahogarse en una guerra santa. Ya están bien metidos en esto, ahora como santos deben hacer su trabajo—sonrió la antigua griega que veía palidos a esos dos.
—No es tan malo como parece, solo es cogersela por siempre y listo—.
—¡Pero yo soy mujer!—exclamó Shoko avergonzada.
—Yo estuve con varias mujeres antes, no se siente la gran diferencia. Solo es mental la vergüenza al principio—denotó la profesora.
—Ustedes deciden, una vez que Athena abre su corazón deben calmarlo o hará algo estúpido—declaró Chusai sonriente.
—Me quiero volver chango—se cubrió la cara el santo de Pegaso.
—Yo quería el puesto para estar cerca de mi hermana, no ser la amante de Athena. No era lo que yo quería—maldijo la pelirroja.
—No te quejes, Zeus secuestraba hasta hombres para tener amorío con ellos y no les preguntaba—.
—Eso no me consuela para nada—.
En otro lado, Hestia pensaba en alguna excusa para no ir a la fiesta ya que quería ver maratones de series pero recibió una visita inesperada.
—Así que tú eres la reina, Pan—miró la pelirroja con bastante desconfianza..
—No sabia que Hestia sobrevivió a la masacre de Xena, ¿Cómo le hiciste?—..
—Simplemente salí huyendo—.
—Siempre fuiste una cobarde. Pudiste ser la reina del Olimpo al morir Zeus y evitar que la profecía se cumpliera pero te quedaste escondida para ver el espectáculo. Eres tan culpable como lo fue Athena—.
—¡Cállate, diosa de mierda! ¡Tú no sabes nada de mi!—exclamó furiosa la diosa del hogar con todos los objetos hogareños apuntando a Konran.
—Claro que lo sé, soy una diosa más antigua de lo que piensas. Me recuerdas a mi amiga Riki, pero ella es mucho más valiente que tú. A pesar de sus miedos, sacó adelante a su hija y mantiene a flote este lugar de forma activa, en cambio tú sólo estás encerrada viendo animes como una nini hikkikomori. Espero que no veas One Piece, jamás vas a terminar la serie—.
—Tengo una vida inmortal, puedo hacerlo—se volteó ella enojada por la crítica.
—Athena está dejando de lado su ideología, este reino es para dioses que dejan el pasado atrás. Espero que vayas al baile, eres la diosa griega más respetable pero pienso permitir estas conductas—declaró Konran que se fue de ahí.
Hestia se quedó enojada por esa crítica a su persona y es que jamás le habían dicho esas cosas por ser la hermana mayor olímpica y Pan solo era una diosa menor pero recordaba que en realidad solo era una marioneta antigua de la deidad maligna de las cabras. Aún así dolía oír esos comentarios y miró por la ventana como la reina subía a un carruaje con dos cabras gigantes que gritaban de forma desesperante.
—Oigan ya sé que tiene hambre. Cuando lleguemos les daré mucha hierba—se escuchó a la diosa irse en el carruaje.
En otro lado, se podía ver a Saori pensando en su doble confesión y no tenía mucho apetito pero sus pensamientos fueron interrumpidos por una mujer morena que la miraba sonriente.
—Hace años que nos vemos, diosa de la guerra—.
—¿Calipso? ¿Vienes a amenazarme?—se levantó ella en guardia.
—Nada de eso, vengo a buscar a cierto pirata de mierda que me debe dinero. Por cierto, si Poseidon te da problemas puedo echarte una mano—.
—OK, no confío en ti pero aprecio la oferta. ¿A quien busca?—.
—Es un pirata, pero me dijeron que cuando se baña se parece a Johnny Deep—.
—Ah, es el profesor de esgrima—.
En el salón de clases, se podían ver a un montón de adolescentes enamoradas de su profesor y es que Jack cuando se bañaba y vestía bien, era un galán. El salario era tan bueno que lo aceptó, y no porque la chancla de Riki fuera una amenaza.
—Hola, Jack—saludó la diosa Calipso al pirata que la vio llegar.
—Hola, Tía Dalma. Hace años que no te veía, ¿no vienes por deudas?—
—¿Tú que crees?—.
—¡Miren, es Davy Jones!—señaló el sujeto y cuando ellas voltearon, el pirata se escapó.
—Siempre se va—.
—Llamaré a la directora—.
Saori veía como el profesor era capturado por la directora y sonrió porque al parecer esta vez no estaría sola contra un montón de Dioses que quería apoderarse del planeta. Era bueno ver que aún tenía aliados en quien confiar.
—Pagame, pirata de mierda—.
—¡Nunca, por eso soy un pirata!—exclamó el sujeto.
—Yo pago por él, es mi responsabilidad—se vio a Riki llegar.
—¿Ella es la General Kitsune de los rumores?—preguntó Saori que no había conocido a la chica.
—Ella es buena amiga de Pan, según oí. Es como Hestia pero casada y con una chancla, ella está casada con Lucifer Morningstar—.
—¡¿El diablo de la Biblia?! ¡Oiga, disculpe! ¡Ayúdame contra Hades, él se la vive acosandome!—empezó a llorar la diosa frente a la pelirroja.
—¿Athena? Así que tú eres la diosa de la guerra, Xena me dijo de ti. Hmmm, si tienes problemas con un dios del Inframundo, Lucifer te puede ayudar. Es mejor en el tema que yo, le pasó tu número—.
—Gracias, no quiero más guerras santas con él—.
Riki sentía lastima porque si bien era la Athena que se volvió contra Xena, esta ya era una encarnación distinta a esa diosa y mejor llevaría la fiesta en paz.
—¿Una guerra contra Hades? Apenas comience, me alisto. Aquí el único dueño del infierno soy yo—se oyó a Lucifer en el teléfono.
—Bien, estaremos pendientes. Si Hades quiere hacer su berrinche, nos meteremos en la guerra—.
Athena se sentía un poco mejor porque ahora parecía que la vida le sonreía. Aunque su Santuario la traicionó y se veía una guerra en su contra, ahora tenía más aliados que la ayudarían en el momento preciso. ¿Quién diría que la General Kitsune era esposa del símil de su peor enemigo actual? Mientras reflexionaba de lo sucedido, se topó con Seiya y Shoko que parecían buscarla.
—Buenas tardes, no esperaba verlos ahora—.
—Saori, escucha. Tenemos que hablar de lo sucedido—.
—Sí, fue un impulso mío. Lo siento, es que yo…—.
—¡Si aceptamos!—dijo Shoko en voz alta para la sorpresa de la diosa.
—¿Qué?—.
—Saori, sabemos que tú eres de una cultura muy distinta a la nuestra. Aún así, somos tus santos y si ese es tu deseo, no somos nadie para negarte eso—suspiró Seiya ante lo que iba a hacer.
—Esperen, era una broma. No piensen que soy una pervertida, mejor continuemos con nuestras vidas—quería salir corriendo ella pero se topó con Jabu.
—Ahí estás, Saori. Vamos a tu sesión de belleza—se llevó el Unicornio a la diosa.
—Se acobardó—murmuró Shoko sobre ello.
—Sí, pero no hay de otra—.
Flashback…
—¿Qué pasa si la misma Saori rechaza lo que ella misma quiere?—preguntó Seiya sobre ese olan
—Cuando una diosa suprime demasiado su amor, puede enfermar de forma grave. No pasa nada si la diosa no se ha confesado pero si ya lo hizo y ella misma quiere hacer como si nada sucediese, comenzará a sentirse mal hasta que le sean devueltos esos sentimientos—explicó Chusai acerca de eso.
—¿Cuánto tiempo tenemos?—.
—Unos días, depende del amor de la diosa es la rapidez de los síntomas—.
Flashback fin…
—Creo que hay que ser más directos—suspiró Shoko acerca de eso.
Había un grave problema con el hecho de ser Saori Kido: Todos los santos a su disposición la sobreprotegian. Jabu se había colado como el proclamado mayordomo personal de la diosa mientras que Mii era la maid más cercana, de ahí nadie tenía una relación tan cercana más que ellos.
—¿Cómo nos sacamos de encima a los santos? Son demasiados para los dos—se preguntó Seiya ante lo ocurrido.
—Hmmm, necesitamos ayuda—.
—¿Alguien dijo ayuda?—.
Al lado se podía ver a Konran escondida con ellos, que quien sabe como apareció pero la reina detectó que aquí habían ganas de aparearse seguras y quería ver como una vez en un mundo la diosa de la guerra perdía la virginidad.
—¿Tienen problemas con los santos de Athena? Me encargaré de eso, cuando vean la señal irán a secuestrar a la diosa—.
—¡Si descubren que la secuestramos, estaremos fuera de la orden de la diosa!—exclamó Shoko aterrada.
—¿No se supone que es Athena quien decide eso?—.
—Buen punto—.
—Tengo un sitio donde nadie los hallará. Aprieten este botón cuando brille—les mostró la reina un control especial.
En el lugar, se podía ver a June y Shun haciendo vigilancia en la puerta de la mansión mientras que todo era tranquilo. El día era hermoso, los pajarillos cantaban y varias cabras gigantes gritaban como locas y corriendo hacia ellos.
—¿Pero que?—.
—¡Aaaaaah!—se oían gritar a las cabras chocando contra ellos como en el video de Taylor Swift mejorado.
—¡Ahora!—.
Saori veía en la ventana a un montón de cabras derrotando a sus santos pero esas no eran simples cabras. Ese sonido que emitían no era normal, sin duda eran criadas por Pan. ¿Ella quería una guerra santa? No, no era eso.
—¡Saori!—.
Seiya y Shoko entraron montando a una cabra enorme y la diosa no tuvo tiempo de procesar esto porque la treparon y saltaron por la ventana.
—¡¿Qué es lo que pasa?—.
—No hay tiempo para explicar explicaciones tontas sobre esto—declaró el santo de Pegaso.
—OK, mejor después quiero el informe—.
La diosa no prestaba mucha atención a que sus santos estaban yendo tras ella, ya que al ir en la cabra, estaba en medio sus dos preferidos. Ella tomaba con sus manos los fuertes abdominales de Seiya y su cara iba pegada a su espalda bien tonificada, mientras que en su propia espalda ella sentía los pechos grandes de Shoko que la sujetaba por detrás y su cuerpo ejercitado se podía sentir de forma firme, en pocas palabras siendo una fantasía cumplida.
—¿Estas bien, Saori?—preguntó Shoko viendo mareada a la diosa.
—Mejor que nunca—.
Luego de eso, el botón empezó a brillar y cuando Seiya lo apretó, ellos desaparecieron en un portal yendo a uno de los mundos personales de Shiro para ir de vacaciones. Estaban en una isla desierta con casa en la playa y donde el tiempo pasaba más lento de lo normal.
—¿A dónde llegamos?—.
—No lo sé, no siento ninguna presencia—.
En el sitio, se encontró una nota de la reina que decía que allí estarían hasta que fuera necesario y solo saldrían si se afirmaba la unión a la que estaban destinados.
—Así que esto fue una trampa de ella—mencionó Shoko pero Saori no sabía que hacer.
—No tengo a donde huir. Regresemos a casa—.
—Estamos aquí hasta que solucionemos todo esto. Saori, tenemos que hablar—.
—De hecho, si tienen que discutir sus problemas—se oyó a alguien en una pantalla holografica viendo a Konran en su versión Pan.
—¿Qué es este sitio?—preguntó Saori con bastante nerviosismo.
—Es una de mis dimensiones personales, algo como los Campos Eliseos. Solo hay una forma de salir de aquí y es llenando la barra de la esquina con energía sexual—señaló la reina hacia un objeto especial vacío.
—¿Qué clase de energía es esa?—se veía sospechoso a Seiya.
—La energía que obtienes con el sexo, tienen que hacerlo varias veces antes de irse de aquí. Mientras más íntimos se vuelvan, más rápido se llenará eso, así que tienen tiempo para eso. Sobre la comida no se preocupen, el sitio está hecho para autoabastecerse, solo que no podrán salir de aquí—.
Los tres se veían con un terrible sonrojó y no pensaron que esto fuera a ocurrir tan pronto, pero no tuvieron tiempo para reaccionar ante lo que estaba a punto de suceder.
—Por cierto, estas ropas les estorban, así que se las devolveré hasta que terminen de llenar la barra—.
En ese instante, la ropa de los 3 desapareció de forma mágica y se cubrieron como pudieron mientras que la reina ni siquiera se inmutó ante eso y desapareció del sitio. ¿Qué es lo que pensaba Saori en estos instantes? A diferencia de los dioses olímpicos, ella detestaba el nudismo y dejaría ciego a cualquiera que la viera sin ropa como ocurrió hace muchos años con cierto humano, pero lo que más llegaba a su mente es que Seiya estaba bien bueno, además de que sus manos apenas cubrían cierta parte de su anatomía que si parecía la de un caballo.
—Lo siento por haberlos hecho pasar esto. Sé que están tratando de ayudarme con mi problema, preferiría haber pasado por esto sola—declaró la diosa que entendió lo que sucedía.
—Pero Saori…—intentó replicar Shoko con toda la vergüenza del mundo presente pero la deidad no la dejó hablar.
—Estoy a punto de perder la cordura. Simplemente ya no puedo más, mi libido va a nublar mi juicio en estos momentos. Lo traté de contener pero esto es demasiado para mi, no me juzguen por favor—les pidió ella como un deseo.
—Escucha, ya sabíamos lo que podía pasar. Deja salir tus instintos, no queremos que te reprimas si eso te daña tu salud—le dijo el castaño rojizo a la diosa.
Ella sonrió y derramó una lagrima como seña de que estaba agradecida de que fueran ellos los que la iban a graduar de virgen, ya que eran los más cercanos a Athena. Así fue como la diosa de la guerra finalmente sacó a flote ese toque de manía sexual reprimida de milenios y sonrió de una forma masoquista.
—Vamos, soy una niña mala. Castigame por irle al Cruz Azul—se oía a ella en un tono muy sumiso.
—¿Eh? ¿Eres de esas?—preguntó Shoko en shock.
—Soy una chica mala, castigame por ser mala—decía la diosa en un tono bastante peculiar.
—OK, eso es muy inesperado. No sé si es culpa o ya era así, que raro por ser tan sádica de niña—.
En realidad, Athena era una switch y era sádica con los que se atrevían a amenazar a sus intereses personales o sus seres cercanos pero con su círculo íntimo era inesperadamente sumisa y algo masoquista. Además en secreto Saori le iba al Cruz Azul y eso influyó mucho en su estado actual. Debido a su influencia en el Santuario de sus anteriores reencarnaciones, tendía a dejar el trabajo sucio a los humanos y eso quizás también fue factor para esto.
—Vamos, háganme suya. Me lo merezco, soy una diosa muy mala—decía ella en un tono muy seductor.
—Bueno, no se hablará de esto—.
—Jamás—.
Mientras tanto, los santos buscaban a su diosa y todos estaban alterados porque parecía que esos dos par de granujas se la llevaron quien sabe a donde.
—¡¿A dónde se fueron esos dos con Saori?!—exclamó Jabu furioso.
—¡Avisen al reino de que la diosa Athena fue secuestrada!—declaró la saintia Mii un estado de emergencia.
—Pobre Saori, espero que no esté sufriendo—declaró Kyoko preocupada por su diosa.
En otro lado…
—¡Más, más, más!—se veía a Saori cabalgar al hombre mientras la pelirroja le lamia el cuello y manoseaba sus tetas.
—Eres una diosa muy mala, te mereces esto y más—.
—Sí, si, quiero expiar mis pecados—se oía a la diosa que tenía ese complejo de mártir más corrompido con sus emociones de ese instante.
—¿Acaso lo disfrutas? Por tu culpa me quedé sin mi hermana—.
—Igual yo—.
—¡Si, lo siento por eso! ¡Los compensaré!—.
Ese resentimiento los llevaba a ese par a desquitarse con la diosa que claramente lo estaba disfrutando. ¿Qué clase de relación tóxica era esa? Ni idea, era como si ese evento fuera clave para empezar una unión que estaba destinada desde hace siglos.
—¡Aaaaaah, me vengo, me vengo!—..
La diosa se arqueó y ese fue su primer potente orgasmo, uno que la rompió por completo y se echó a llorar en la cama por esa sobrecarga de emociones que ella ocultó por años.
—Solo soy una maldita pecadora, no soy una buena diosa. Todo me sale mal, nadie me ama, solo me siguen por mi reputación. Lo siento tanto, no quise separarlos de sus hermanas, no se vayan, no quiero quedarme sola, no tengo amigos de verdad, me siento tan vacía, quiero sentirme feliz una vez, me duele todo—se veía a la diosa rota por lo que había experimentado.
A la mente de Athena se veía llegar ciertos recuerdos, amores muertos, primero fue Medusa que la engañó con Poseidon, luego Aracné que fue su alumna en las artes y luego en un ataque de traición la desafió a un duelo por ver quien era mejor tejedora, después de que le enseñó todo lo que sabía y en su desconcierto sentimental, la mortal fue la ganadora y en un ataque de ira y despecho la convirtió en una araña como lo era ella. Luego fue Ulises que no le correspondió como quiso y finalmente su amada comandante Illanius que fue asesinada fríamente por la griega legendaria Xena que ahora era su profesora.
¿Por qué todo le salía tan mal? ¿Cómo era su romance con Illanius? Ella la llenaba de halagos y le decía que todo lo que hacía estaba bien, envenenando más su psique debilitada por la maldicion de Zeus, además de que al ser tan pasional con sus enamoramiento y por su miedo a quedarse sola, además de la profecía de la caída del Olimpo, todo eso la llevó a caer en un abismo y tocar fondo hasta que el karma le llegó a su puerta y le dio una golpiza desarrolladora.
—Saori, ¿Estas bien?—preguntó Shoko abrazándola.
—Yo… Medusa, ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué no me amas?—empezó a llorar Athena en un ataque de locura.
—Soy Shoko, no Medusa—.
—Pegaso, Celeris, hijos de mi Medusa, ustedes jamás se fueron. Se quedaron conmigo—se oyó decir a ella viendo dos espiritus animales de forma astral.
—Saori, tranquila, respira—.
—Siempre estuvieron para mí, ni la muerte nos ha separado. Gracias por estar conmigo, por perdonarme como diosa, como mujer—sonrió la deidad viendo que jamás estuvo sola.
La era del mito era una época de relatos perdidos y en cada mundo ocurrieron cosas diferentes. Un recuerdo de la primera reencarnación humana de Athena se podía ver en la Tierra mientras que conocía a dos mellizos que habitaban en su aldea. Cada vida ellos se reencontrarían sin que se acordaran porque esa primera vida juntos fue tan significativa que Athena jamás estaría sola otra vez y volvería a caer en la locura debido a que ellos no la llenaban de ideas y halagos para su ego, sino que siempre la mantenían con los pies bajo la tierra y la hacían sentirse más empática a la humanidad.
—Llénenme de su amor, Pegaso, Celeris, amen a su diosa, Athena quiere amor—.
En otro lado, se podía ver a la diosa Artemisa que miraba desde el Olimpo que era reconstruido por albañiles del Cruz Azul y no hallaba en ningún sitio a Athena.
—¿Qué demonios estará haciendo mi hermana? Tal vez sólo actividades propias de una diosa digna de ella—decía la rubia que se parecía a Amatista en personalidad.
Si claro, sin que ella lo supiera la diosa de la guerra estaba siendo penetrada por detrás por Seiya mientras ella le daba sexo oral a Shoko que aunque se hallaba avergonzada de esto, no iba a ceder en su determinación. Era la misión de esos dos a partir de ahora sacrificar su pureza para satisfacer a su deidad y lo estaba consiguiendo.
—Lo haces bien, Saori. Aprieta más—se oía a Seiya decirle a ella.
—Lame más rápido, eres buena en esto—.
Las palabras de eso dos eran estimulantes para ella y se estaba perdiendo en sus impulsos. Como diosa descendiente de Zeus, tenía una adicción al sexo latente que jamás había surgido por ser virgen pero ahora salía a flote todo eso.
—¿Te gustan mis pechos? Los miras mucho, sientelos—.
La pelirroja puso la cara de la diosa en sus pechos y ella se dejó llevar por esa suave sensación, mientras que seguía siendo penetrada ahora por debajo.
—De verdad resultaste ser bastante pervertida, ¿Quién lo diría?—dijo el hombre mientras que la diosa seguía pidiendo más y más.
En algún lugar fuera del Multiverso, se podía ver a la Reina de la Nada contemplando lo que Shiro estaba haciendo y era sin duda algo único que surgió espontáneamente. Varios dioses del caos habían decidido rebelarse en contra de su destino y vivir vidas normales.
—Es curioso como terminan las cosas, ¿verdad Sora? O debería decir Amatista—volteó a ver la reina a la albina que había llegado a reportar todo.
—Hace demasiado que ya no respondo bajo mi nombre centinela, mi lady—.
—Sí, lo sé. En tu multiverso, tú fuiste el amor más grande que tuvo mi hijo. Ese amor te permitió sobrevivir a la extinción de ese mismo multiverso, ¿aún no recuperas tu poder completo?—.
—No, aún no. Tampoco puedo hacerlo sin llamar la atención de mi otro yo, después de todo en mi realidad nativa absorbi los poderes de mi versión malvada para resultar mi yo actual—.
—Que mal, sería bueno tenerte en tu máximo potencial pero es todo lo que tenemos. Por cierto, ya se abrió la vacante para una Xeno Centinela Mariska en el estrado—.
En un sitio desconocido del reino de la Nada había una especie de Parlamento pequeño donde centinelas de otros multiversos muertos ahora vivían al servicio de la Reina de la Nada y todos tenían algo en común, eran demasiado amigos de Shiro en sus vidas. Sin embargo, sólo faltaba una Mariska para tener al juzgado completo.
—Mariska es la más difícil de reclutar en todos los multiversos. Me sorprendió que Shiro pudiera convencerla, los cisnes son territoriales y agresivos—.
En ese momento, Sora notó que todos los Xeno Centinelas estaban reunidos y ella se hizo para atrás porque ya sabía lo que ellos querían.
—¡¿Por qué no nos dejan ir?! ¡Queremos ir con Shiro!—exclamó uno que parecía ser el símil de Genma que ahora tenía otro nombre.
—Lo siento, son órdenes de la reina—.
—¡Hermana, quiero ir contigo! ¡No aguanto más estar sin ti!—se podía ver al que era el símil de Asterion con un rol algo más patético pero mucho más benigno.
—A pesar de ser mi hermano de otro multiverso, sigues siendo un maldito siscon de mierda—.
—¡Vamos a hacer huelga!—declaró el símil de Hatori.
—¡Si, huelga!—asintió su esposa.
—Majestad, creo que ya fue mucho tiempo de espera. Mire lo intranquilos que están—señaló Sora a sus amigos.
—Bien, solo les doy una semana de vacaciones. Avisa a Shiro que tus compañeros asistirán a tu reino y no tendrán todo su poder activo. Si sus alter egos los descubren, pueden que entren en frenesí—suspiró la reina que tenía que aguantar a sus esclavos.
En ese instante, Shiro estaba con Konran que habían recibido diplomáticamente a Mariska que tomaba algo de vodka de un caballazo y la reina se la quedaba viendo feo.
—No me agradas—.
—Ni a mi—.
Al ser de facciones distintas ancestrales, eran como perros y gatos y no se podía hacer algo para evitar ese conflicto entre las dos, pero Konran empezó a tocarle las retas a una desprevenida rubia que alzó la ceja.
—¿Qué demonios haces?—.
—Estoy solucionando nuestras diferencias con sexo—señaló la chica.
—No somos bonobos y tienes buenas manos—se quejó la mujer viendo a un Shiro que sonrió algo incómodo.
—Lo siento, Sora nos reunió de urgencia y quería que estuvieras aquí. Espero que no tuvieras que hacer—.
—Tengo muchos esclavos que hacen mi quehacer. Puedo tardar lo que quiera—.
En ese momento, llegó Sora con una cara nerviosa y Shiro sospechó de eso, así que esperó la noticia que tenía que compartirles ya que era algo inesperado.
—¡Ah no, no los quiero aquí!—.
—Shiro, vamos. No son los mismos centinelas—.
—¡No es eso! ¡Por eso es que oigo voces a cada rato!—mencionó el rey.
—Ah, hablaré con ellos de eso. Como la enviada de la Reina de la Nada, les presento a los actuales Xeno Centinelas—presentó Sora a sus amigos.
—¡Príncipe sama!—se vio correr al grupo de inadaptados que taclearon a Shiro y este no podía respirar.
—Son idénticos a los Centinelas pero su cabello es blanco. ¿Por qué?—preguntó Mariska a Sora.
—Ah, eso es por la purificación prolongada con la nada. Esto debería ser confidencial pero eres cercana a Shiro en este multiverso, deberías estar enterada de esto—.
—Son muy raros, nada que ver con los que yo conozco—.
—No tienes la más mínima idea de lo raros que son. ¿Sabes que tienen todos en común? Una amistad de la infancia con Shiro en su Multiverso—.
—¿Te acuerdas de mi, Shiro san? Soy Tsuchi, tu alumno estrella—se veía a un sujeto parecido a Asterión en el sitio.
—Hermano, deja de molestarlo con tus cosas—regañó Sora al que parecía ser su gemelo.
—Onee sama—abrazó este y hundió su cabeza en sus pechos, cosa que notó Konran con diversión.
—Aún pasando muchos años, sigues siendo un maldito siscon de mierda—se oyó a Mariska con la peor decepción posible.
—¿Mariska? Hace demasiado que no te veía—se acercó alguien parecido a Genma.
—Hola, respondes aún al nombre de Genma—.
—No, me llamo Alpheca—.
—Ok, parece que todos aquí cambiaron su nombre centinela. ¿Por qué?—preguntó la rubia a todos.
—Por temas de copyright—alegó alguien que parecía ser una variante de Al Fair.
—Bueno, solo por curiosidad. Los centinelas que yo conozco odian o más bien se sienten amenazados por Shiro, ¿por qué ustedes no?—.
—Eso no se puede cuestionar, Shiro hizo mucho por nosotros en nuestros mundos que no podíamos dejarlo solo—explicó la versión alterna de Al Daghar sonriente.
—OK, esto es muy sospechoso—alzó la ceja la centinela nativa de ese mundo.
—Yo también sospecho. Soy la que ustedes conocen como Shub Niggurath—se presentó la reina y ninguno reaccionó.
—Konran sama, es un gusto verla de nuevo—saludó la versión albina de Tetsuko a la reina.
—Aquí es la parte donde quieren eliminar a una diosa del caos fuerte—señaló Mariska sobre ello.
—Es la esposa de Shiro en todos los multiversos, no queremos hacerlo enojar, no a Shiro sama—señaló Kou Long alterna abrazando a Shiro entre sus pechos.
—¿No eras casada?—.
—Sí, lo soy pero…—.
—Ya decía yo que algo andaba mal—sonrió Konran como Anya y Mariska no entendía.
—Como siempre la reina es muy perspicaz en este tema—señalo Sora con un sonrojo discreto.
—¿Qué pasa? No entiendo—.
—Verás, Mariska. En términos rusos, el socialismo aplica a todos con Shiro—sonrió la asistente y la rubia al fin entendió.
—¡¿Es en serio?!—exclamó en shock ella ante lo ocurrido.
—No sé cómo sea en este multiverso, en el mío era normal esto. Viví en Roma—explicó Kara alterna que estuvo en la época Hard de la antigua Roma.
—Todos ustedes están enfermos—señaló la rubia con horror.
—Vamos, Mariska. Eres la única que falta, unetenos—propuso Hatori alterno y todos hicieron coro de unión.
—¡No, me niego a eso! ¡Es demasiado raro!—.
—Una vez que lo experimentas, te acostumbras—dijo el ex centinela Melos en un tono de gusto.
—Alejense de mi, tolero que Shiro tenga un harén pero no quiero una orgia mixta con ustedes. No lo haré—se fue ella corriendo de ahí.
—Pobrecita, le cayó mal la noticia—sonrió mal Sora ante ello.
—¿Espera, una orgia mixta? Ustedes están enfermos—dijo Shiro con bastante extrañeza.
—Pero siempre lo hacías con nosotros antes de venir a este multiverso—declaró Tsuchi que recordaba como es que todo era un desastre al final.
—Creo que debieron ser más discretos con Mariska. Obviamente no va a aceptar a la primera—.
—No va a funcionar mi poder en contra de ella, Shiro te toca—empujó Konran a su marido.
—¡Oigan, yo no soy el que quiere la orgia! ¡¿Por qué me lo dejan a mi?!—reclamó el rey y todos le hicieron ojos de borrego.
—Shiro, te van a estar molestando hasta que no la convenzas—declaró Sora con molestia ante lo enfermos que estaban sus compañeros.
—Todo yo, todo yo. Si no la convenzo, no hay nada de nada—les advirtió el sujeto que se iba en una especie de Bifrost al reino centinela.
En otro lado, Hestia llegó a una boutique donde era atendida por una mujer de cabello azul y una cara de diva que no podía con ella.
—Uy, que cabello con corte tan anticuado—se oía a la pony humana.
—¡¿Disculpa?!—.
—Llevenla al peluquero, háganle el especial de pelirrojas—.
—¡Oye, espera!—.
Una hora después, Hestia salió con un nuevo corte de cabello y se veía muy bien, llegandole a los hombros y era lacio por completo.
—OK, me gusta como se ve—..
Luego de eso, Rarity le tomo medidas a la chica para que varias hadas empezarán a coser un vestido rojo muy hermoso y esperó en la sala. En ese sitio se podía ver a su lado a Ryoku que leía su revista preferida "Tigres".
—Eso, tú puedes Gignac—.
—¿Esperas algo?—.
—Sí, un smoking. Iré a una fiesta—.
—Yo igual, ¿tienes pareja?—.
—Sí, diría que tengo varias. Son chicas especiales para mi—explicó el hombre.
—Ah, un harén. ¿Eres Zeus de casualidad?—veía sospechosa ella.
—No sé porqué dices eso—.
—Cualquier cosa puede ser Zeus—.
—No soy Zeus—.
—Eso espero. Ja, me voy. Mi vestido está listo, nos veremos en la fiesta si te veo—se fue de ahí la chica.
—No sé porqué se me hace conocida. ¿Por qué hablo de Zeus? Tiene una energía divina curiosa—se preguntó Ryoku sobre ello.
De vuelta con Shiro, se podía ver a este llegando a sus aposentos en el reino centinela nativo y se veía a la rubia con un grave sonrojo porque era demasiado vergonzoso lo que iba a pasar.
—Sí vienes a convencerme, te puedo matar por siquiera atreverte a venir—.
—Lo sé, me estoy exponiendo demasiado. Tampoco quiero obligarte—.
—Shiro. Sabes que no tengo de otra verdad, ¿verdad?—suspiró ella con una mirada triste.
—¿De que hablas?—preguntó el hombre curioso.
—Soy mucho más poderosa que tú, viviré todo lo que quede de este multiverso. Aún así, si tu madre se enoja conmigo, es mi fin. Juré que estaría contigo para siempre, mi corazón estaría vacío de nuevo—admitió ella sin querer ver a la cara a su amante.
—Entiendo eso—.
—¿Qué vas a pensar de mí si hago eso? Te amo, pero si me mancho de esa forma valdré menos para ti, tengo miedo de que me mires menos por algo como una orgia—.
—Ah, hablas de eso. Escucha, si mi esposa tiene los cascos ligeros, no estaría enojado de lo que quieras hacer. Eres especial porque eres tú, si algo aprendi es que siempre valdrás lo mismo para mi pase lo que pase—declaró Shiro de forma gentil.
—Eres demasiado bueno para permitir que haga algo como esto. Soy una diosa que no debería tener moral, aún así sigo con dudas humanas, debería darme vergüenza—.
—Es normal, no te preocupes por eso. Después de todo, no voy a dejar de quererte—.
—Tonto, ya me siento mejor. Bien, lo haré pero no acepto reclamos. Esto quedará como un secreto—sonrió ella un poco más tranquila y sin darse cuenta su cabello se tornaba más platinado que antes.
Por último, se podía ver a Saori despertando de una noche de pasión siendo abrazada por Seiya en un lado mientras que Shoko la tomaba entre sus brazos quedando su rostro entre sus pechos.
—No puede ser, no puedo creer que lo hice—.
Athena estaba muy nerviosa porque sentía mucho dolor en la entrepierna y recordaba lo vergonzoso que fue perder su virginidad siendo una zorra sumisa. Su boca sabía a semen y los fluidos de Shoko sin duda, además de que tenia mecos en todos lados. Sin embargo, sentía que perdió un importante peso de encima, como si ya no tuviera que cargar con ese título de celibato por una promesa que ya no podía aplicar.
—¿Dónde quedó la Athena peligrosa y amante de los intelectuales?—.
¿Cuánto habían cambiado los gustos de Athena con el paso del tiempo? A excepción de Seiya y Shoko, ¿Qué tenían en común los intereses de la diosa con el paso del tiempo? Su inteligencia en batalla, algo que la deidad consideraba atractiva pero no recordaba en qué momento se conformó con menos. No, desde el momento en que cayó del Olimpo y todos sus soldados le lamian las botas, solo dos se negaron a eso y esa era la debilidad más fuerte de la diosa: No ser el centro de atención.
—Al final de todo, no sólo la inteligencia es lo que cuenta, sino las agallas de ganar, ¿verdad? Todos se rinden, mi Santuario se volvió en mi contra, la mayoría de los dioses me odia, los pocos aliados que tengo me tratan como una muñeca de porcelana, tal vez esto no está mal. La inteligencia en batalla está de más, eso es lo mío, Pegaso y Celeris son de otro estilo—pensó la diosa viendo al techo.
No solo eso, sino que a través de las eras, siempre la venían traicionando y sus únicos campeones eran estos dos sin duda. ¿Por qué los hijos de Medusa la defendían? ¿Es por instinto? Era demasiado sospechoso. ¿Ella vio algo en su momento que no pudo prever por su cuenta?
—Mamá, no quiero ir a la escuela—se oyó a Shoko habla en sueños.
—Bah, me rindo. Estoy pensando las cosas demasiado, Artemisa me va a matar pero ya no me importa, me gusta como soy ahora—finalizó ella su monólogo para caer de nuevo dormida.
Algo así pensaba Mariska que había terminado en una orgia con versiones alternas de sus compañeros centinelas y jamás se le iba a olvidar esto. Nunca le diría a ellos sobre este asunto y no diría sobre qué fetiches se cargaba cada uno porque era probable que en el fondo los Xeno Centinelas eran el reflejo de la personalidad que ocultaban los originales.
—Tengo un montón de material de chantaje, quien diría que varios de aquí son demasiado furros, masoquistas, norteños, amantes de las lolis, y varias cosas más. Por suerte, tengo como averiguar sobre ello—sonrió la diosa suprema ante ello.
Continuará…
