Capitulo 2: Fragilità

"Conoces mi fragilidad

Mi corazón no puede más

Pero lo más difícil para mi

Es guardarlo dentro sin llorar.

Tantas mentiras, tanto mal con tu arrogancia, ¿dónde vas?

Cuando vuelves con tu gran sonrisa y flores, vaya cuento

Frágil como el cristal si te acercas a mi.


Frágil como el cristal si me miras así"

(Ana Torroja, Frágil)

Flagelación.

Ese seria su castigo, latigazos, 200 latigazos. 100 por levantarle la voz aun superior y otros 100 por levantarle la mano.

"Seré laxo esta vez, ya que no conocías los preceptos del santuario".

Éso le había dicho Milo a Genève, la cual ni siquiera llevaba una semana en el santuario,y ya estaba pensando que idear un plan de escape no sería, en absoluto, una mala idea. Pero, como se dio cuenta una noche en que reviso las coordenadas para la operación "salva-tu-vida-o-muere-en-el-intento", el santuario era custodiado por algunos de esos viles santos de plata (excluyendo a Maud, claro estaba).

- Vamos, levántate- dijo Milo tocando su puerta y despertando a la pelirroja de sus cavilaciones.

- Umph, ¿Sabes que horas son? Ni siquiera ha amanecido…- dijo Genève con voz risueña mientras tanteaba en la mesa de noche un busca de la mascara.

- ¿Sabes? Me estoy arrepintiendo de los 200 latigazos…300 serían más correctivos- dijo Milo de malhumor, aquella chiquilla no concordaba con el perfil del santuario, chicas sumisas con alto sentido de obediencia…o de súper-vivencia. Ella era altanera, orgullosa, sarcástica y grosera, perfecta combinación para hacerlo explotar

- Ya, ya salgo…no…te…preocupes- dijo Genève entre unos estruendos de cosas de se caían, para luego salir con los cabellos aun revueltos. Usaba una blusa ceñida, con la bandera de Inglaterra dibujada y unos jeans rotos en las rodillas.

- Vamonos- dijo milo caminando al frente de ella indicándole el camino a seguir.

Llegaron a una explanada. Había un hombre en ella, el caballero de plata que la había recibido cuando llegó solamente para recordarle cuan salada era su vida, llevaba una fusta y se notaba sonriente. Cuando los ojos de Genève se posaron en la fusta y luego en el hombre, su cuerpo involuntariamente dio un escalofrió. Había visto fustas de esas en la sala de la inquisición de la torre de Londres. Y sabía que no era bueno.

- Lo conoces?- dijo Milo al notar su escalofrió

- Seguro, me intento ahogar cuando llegue, nos queremos tanto…- dijo la joven tragando saliva.

El hombre, al verla, le surcó una sonrisa con el rostro, una sonrisa de malicia.

- ¡ohh, señor Milo! – Alzó las cejas - ¿Es su aprendiz? Sé de buena fuente que se merece el castigo- dijo con una ternura empalagosa

Genève cruzo los brazos y frunció el ceño, otro para su lista de los más odiados.

- Quítate la camisa-dijo Milo, mientras se sentaba cerca de una roca

Genève abrió los ojos de par. Había tenido, muy a su pesar, una educación religiosa por parte de su abuela. ¡No era tan fácil ordenarle que de pronto mostrase sus pechos a aquellos hombres que, prácticamente, eran unos desconocidos!

- Disculpa… ¿Qué me quite qué?- dijo Genève mirando a Milo con la boca abierta en una mueca de desdén escéptico.

- Sí, que te quites la camisa: los latigazos no servirán si tienes la camisa puesta, los amortiguara- dijo como si fuera algo tan trivial, justo como agregar leche al cereal en la hora del desayuno.

Genève suspiro. Se dio la vuelta y se despojo de la camisa. Puso sus brazos de tal modo que tapaban un poco sus pechos, aunque no pudo evitar sentir que los ojos de Milo se habían posado en ellos, tan delicados y blancos, tapados apenas con un sujetador rosa con corazones. Pero quizás solo fue una percepción suya al fin y al cabo, porque en un abrir y cerrar de ojos su expresión se volvió implacable.

El sujeto desagradable del otro día la miro con lujuria. Cogió su muñeca para atarla a dos grilletes que estaban colgando del techo. Genève intento resistirse pero el sujeto ya la tenía inmovilizada. Quitó los brazos de sus pechos mostrando ya en su totalidad la carne de adolescente, blanca y con una que otra peca traviesa que se escondía en el escote. El sujeto se acerco a su oído y con voz lidibinosa dijo:

- Ya veras, ramera, lo que te va pasar-

Genève trago saliva, comenzando a pensar que, en realidad, aquella situación se estaba tornando demasiado peligrosa.

El primer latigazo.

Realmente no estaba preparada. El golpe la hizo estremecerse desde los labios hasta las rodillas. Pero no hizo nada. No. Iba a demostrarle a Milo que ella era fuerte, muy fuerte. Pero los golpes a cada minuto se volvían mas dolorosos y al 15 (o eso creía ella) ya gritaba como si la estuvieran matando, en una nota tan alta como para romper una copa. Su cuerpo era frágil, mas cercano al de niña que al de mujer.

Cuando había contando 100, el simple azote de la brisa la hacía perder a medias la conciencia: cada azote lo respondía con un gemidito angustiado y patético.

En ese momento los recuerdos vinieron a su mente, las tardes de viernes con sus amigas en Piccadilly Circus1, cuando compraban como locas, las risas. Cuando Jane, su mejor amiga, le pregunto si algún día iría a una sección de BDSM2, ella se negó rotundamente.

A cada golpazo le dolía cada vez más el alma. Se odiaba. Se odiaba por irse allá, se odiaba por haberle contestado mal a Milo, se odiaba por no defenderse de aquel hombre. En ese momento una luz blanca la cegó, cuando abrió los ojos pudo distinguir la figura de su abuelo observándola de brazos cruzados

-Levántate- dijo con su voz melodiosa

- Que me levante… ¿Abuelo…? Me duele… - dijo sollozando

- Levantate, no es bueno demostrar debilidad-prosiguió

- ¿Por qué soy tan débil? - dijo mientras se intentaba levantar, aunque le dolía tanto que apenas apoyo las rodillas volvió a caer

-mi niña, no eres débil, eres muy fuerte: eres un alma fuerte atrapada en un cuerpo frágil, pero eso se arreglara, ya, ya…-dijo lentamente la voz de su abuelo se fue desvaneciendo

Otra vez la luz cegadora.

-¡YA BASTA! ¡SUELTALA! ¡LA VAS A MATAR!- grito Milo

Cuando Genève escucho eso sus brazos fueron soltados y cayo a la tierra en un golpe sordo. Sintió que alguien la levantaba del suelo y la llevaba acostada entre sus brazos, en ese momento sintió un escalofrió por su espalda cuando Milo la hablo al oído

- ¿Te duele mucho peque?- dijo preocupado milo

-Si, y no soy peque tu eres muuy alto- dijo ella mientras finalmente se rendía a la batalla que le propinaba Morfeo.

Se levanto a eso de las 9 de mañana.

Le dolía todo su cuerpo, íntegro. Cada porción de su espalda le dolía como si tuviera tizones al rojo vivo. se levantó con pesadez y se puso una blusa limpia. Saliendo solo entonces de la habitación, no sin antes echarse una manita de gato; aunque para qué, si nadie la iba a ver.

Cuando salió no vio a Milo pero igual dió una caminadita por la casa. Tenía varias estatuas de dioses griegos y esto le sorprendió, ya que solo había visto eso en el Royal Museum. Encontró un puerta y, al abrirla, se sorprendió. Milo estaba leyendo un libro de unas 200 páginas y ya iba como en la mitad. Genève levanto un ceja, por lo que había visto, tenia ya mas o menos la idea de que en el santuario criaban reses de carga brutas como ningunas, el tipo de hombres que te dejan el espinazo en pedazos, pero se asustan cuando les muestran una ecuación matemática

- ¿Puedo pasar?- pregunto Genève desde la puerta

- sigue- dijo milo mientras marcaba la pagina donde iba

- Yo… yo… quería darte las gracias por no dejar que el castigo siguiera más- balbuceó Genève nunca se le habían dado las disculpas y en la mayoría de casos ni siquiera decía perdón, era orgullosa como ella sola.

-si te hubiera dejado mas tiempo te hubieras muerto por falta de sangre, y no me tutees, entendido?-dijo Milo

-Si, señor. No lo volveré a tutear, me disculpo por molestarlo- dijo Genève en actitud obediente y se giró para irse

- ¡Espera!- dijo milo contemplando dos líneas carmesí que se acababan de dibujar en su espalda

-Dígame- murmuro Genève dándose la vuelta

- Muéstrame tu espalda, necesito limpiarle las heridas-dijo milo parándose y buscando entre algún cajón un poco de algodón y limpiador de heridas

-si, señor- dijo Genève y se dio la vuelta: lo había olvidado, los golpes.

Camino hacia Milo y se quito la camisa le dio la espalda y se sentó a su lado. Él mojó un poco de algodón en alcohol y empezó a limpiar con una dedicación poco convencional las largas líneas carmesí que se dibujaban en la espalda de su ahora aprendiz.

-ohh, vamos no seas pataletuda que esto no duele- dijo Milo al notar un escalofrió cuando limpio una herida

-me molesta ese escozor, un poco- se quejo Genève

- ya esta, mañana empiezas entrenamiento te quiero a las 5 de la mañana organizada - sentencio Milo mientras se volvía a ahogarse en su lectura

- entiendo- Genève se fue hacia su cuarto. Aun le faltaba desempacar una maleta

Cuando ella se fue Milo volvió a cerrar el libro, paso su mano por la cara y suspiro

-no deberías encariñarte tanto al esa chica milo, no deberías- dijo para sus adentros

Genève tatareaba una canción, una canción de cuna que le cantaba su abuelo, mientras doblada la ultima camisa de su colección de camisa con una G en cursiva a lado de la cadera.

Cuando acabo se dejó caer en la cama y volvió a dormir: no era su culpa, en Inglaterra eran la 10 de la noche y su reloj biológico respondía al de su nación.

El sol estaba en todo su esplendor y le quemaba los brazos a la amazona, Milo la había llevado a una explanada en las afueras del santuario, para entrenar su agilidad. Milo le había dicho que por ser baja-para el promedio del santuario- seria útil desarrollar su agilidad. Genève lo sabía: tenia cuerpo de comadreja esbelto y flexible.

- ¿alguna vez has practicado gimnasia?- pregunto Milo

-No- dijo rotundamente.

-empiezas ahora-

Spagatts, splips, rompois, medialunas. Genève aprendía con una velocidad impresionante todo tipo de figuras. Milo descubrió algo que quizás no hubiera notado antes: Genève corría como condenada; pero cuando alcanzaba una velocidad sobre humana siempre paraba quejándose de un escozor en los tobillos.

-Siempre me ha pasado desde que tengo memoria. A veces es tolerable pero otra es insoportable. Pero no es nada- dijo Genève cuando milo se mostró especialmente curioso en el escozor. Pero al notarlo más de cerca no avía nada grave. Así que lo paso por alto.

Genève lo sorprendía con su habilidad para esquivar todo tipo de cosas: desde balones hasta piedras. Además de sus reflejos de gato, esa clase de habilidades eran innatas en pocos aprendices y a la mayoría le tomaba tiempo aprenderlas, a algunos les tomaban meses a algunos incluso años. A ella solo le había tomado 3 semanas. En la mente de milo vago un recuerdo familiar

-Navohara…Katja- susurro Milo, mientras los fantasmas de aquellas dos pelirrojas caminaban por sus pensamientos

- ¿dijiste algo?- le pregunto Genève

-No, es solo que me…eres una impertinente- le reprocho milos de mal modo.

Genève bufo de mal humor: Milo era muy frio y a veces grosero, aunque quizás (y solo quizás) era una forma de demostrar su cariño. Había gente así.

- Mañana lucharas contra otros aprendices mucha suerte- dijo milo, frio como siempre, entrando a su cuarto

-sí, ajá, mañana lucharé- le contesto de buen humor la joven

Cuando entro al cuarto se tiro contra la cama y 3 minutos después proceso la información

-¡¿MAÑANA HAGO QUE!- grito Genève: prácticamente perdió toda la moral que tenía. Respiró hondo y se paró a escribir su testamento. Para luego recordar que no tenia donde caerse muerta. Se volvió a tirar en la cama y le rezo a todo lo que conocía: Buda, Ala, Dios, Braman, Zué(), Zeuz, Odín, Rá…si había algo allá arriba (o abajo) no se pondría brava que le diera una o dos manos.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Picadilly Circus: La parte comercial de Londres

BDMS: Es parecido al sadomasoquismo pero menos basto o sea…menos golpes -.-U (qué raro)

Zué: dios principal de la religión muisca, una raza india nativa de Colombia