Capitulo Tres: Lettere del sale

"Quedó en el aire una sensación

Una invitación a llorar

Que con el tiempo se disolvió

Con un verso escrito en el mar

Con letras de sal

Dulce dolor

Tan solo un leve esplendor

Una destello y luego

Nada más

El recuerdo de un calor fugaz"

Letras de Sal, Ana Torroja

Con cuidado, ¡Te lo ruego!- la suplica de Genève se quedo en el aire cuando Maud arremetió de nuevo contra ella, lanzándole un certero puño que Genève esquivo junto con un gritito ahogado.- Maud…más despacio… - dijo Genève cayendo al suelo, muerta del cansancio. La amazona le otorgo su brazo para que se levantase.

Gliese había accedido a practicar con ella para que, en la pelea contra algún otro aprendiz, no le resultase tan difícil. Genève estaba asustada y, a razón de esto, sus movimiento se volvieron más lentos. Maud reanudó

la pelea.

Un oponente duro e implacable no se detendrá para que descanses, Gèneve. Será mejor que espabiles, te pueden matar -dijo Gliese, aburrida.

Genève asintió gravemente, colocándose en posición de lucha. En esta ocasión ella arremetió contra Maud pero, antes de tocarle, saltó sobre ella, cayendo a su espalda e intentando hacerla caer con una patada a ras del suelo, que maud esquivó de un certero salto. Cayó entonces donde estaba Gèneve e intentó derribarla de un puñetazo. Lo cual, dicho sea de paso, consiguió sobradamente.

No eres mala, pero no te esfuerzas lo suficiente, aprendiz – dijo la chica de ojos grises y cabellos oscuros con voz neutral - deberías concentrarte mas si quieres sobrevivir en el Santuario… Buena suerte - se despidió Maud con diplomacia al notar que los otros aprendices se acercaban.

Genève suspiró. Se levantó del suelo y se limpio un poco del polvo que tenia en las rodillas. Cuando se paró, observó que los otros aprendices eran, sin excepción de ninguna clase, hombres, y se veía que eran violentos y estaban deseosos por luchar. Cuando levanto los ojos hacia arriba distinguió puntos dorados, 6 para ser exactos. Si caía abría un público dispuesto a burlarse. ¡¿Qué es que acaso el significado de indulgencia no sirve en este santuario!

Los caballeros de plata los apilaron a ella y a otros aprendices en fila. Genève tardo unos segundos en entender algo horripilante: era la primera. Trago saliva cuando uno de los caballeros la empujo hacia una explanada, que sin mucho esfuerzo supo que era la arena de batalla. Casi se pone a llorar cuando vio a su contrincante no era grande pero tenia una mirada maliciosa, y sus ojos la observaron de pies a cabeza parando en su escote y en sus piernas. Los dos adoptaron posiciones de batalla.

Cuando los santos dorados dieron la orden de comienzo el joven, como lo había supuesto Genève, atacó primero. Genève esquivo los certeros puños de un método que a ella misma le sorprendió. "El compás" ( una figura del ballet bastante fácil: como un ángel pero hacia la mitad una especie de semi-circulo). Genève hizo 4 de estos y esquivo al sujeto sin ningún problema.

El chico la miro como si Genève le hubiera insultado a la madre. Ella volvió a tomar posición y, ésta vez, descargó una patada alta. Iba hacia a la cara del joven, quien se agachó un poco. Como Genève había previsto.

Rápidamente cambió la dirección de la patada y se agachó un poco, dando una golpe que iba hacia la parte trasera de la rodilla.

El chico se derrumbó, pero antes de caer encima de Genève, ésta dio una certera patada en el estomago de su contrincante.

El santo de plata dio por terminada la pelea, con una arrasadora victoria por parte de Genève.

La joven se dio la vuelta dispuesta a recibir (aunque esa esperanza sabia ella era algo sumamente irrealizable) al menos un elogio de Milo. En ese momento la respiración se le cortó y cayó de rodillas por un peso opresor. El muchacho que no hacia 5 minutos había vencido había vuelto a atacar por la espalda.

Un ataque a traición, de una bajeza inimaginable. Absolutamente indigno de alguien que aspira a pertenecer a la Orden del Zodíaco. Genève aspiró una bocanada de aire: estaba furiosa. Se quitó al sujeto de encima con un certero salto. El chico volvió a arremeter contra ella de una patada, pero Genève actuó rápidamente y puso su brazo como escudo. Aunque trastabilló un toco, de un certero golpe agarro la pierna de su oponente y, aplicando toda su fuerza, no dejó de ejercer presión hasta que oyó el sonido de los huesos crujir. Cuando dejo su pierna en paz contempló, horrorizada, su obra. Los labios le temblaban, al igual que sus rodillas. Lo que había echo no estaba bien. Había dañado a alguien. Eso de bueno no tenia nada. Temblaba de pies a cabeza, todo le temblaba, estaba al borde del llanto incontrolado. Fue caminado lentamente hacia atrás, se golpeo con una piedra y cayo de culo. En el piso observo al chico, sintió un escalofrió.

Chilló.

Se levantó como pudo y echó a correr en la dirección opuesta. Ningún caballero de plata la detuvo. Ya que lo que había hecho era más que normal: el muchacho la había atacado por la espalda.

Genève corrió como si alguien la estuviera persiguiendo para matarla. Llegó a un claro al frente de un risco y se sentó al borde. Se quitó la mascara(aquella estúpida mascara) y escondió su caras entre sus rodillas, echándose a llorar. ¿Para eso quería que fuera su abuelo a el santuario?... ¿para convertirse en una bárbara, ¿una asesina? ¡¡NO ERA JUSTO! Ella no era así. Genève Bidderford no era así: Genève bidderford tocaba el piano y cantaba canciones de amor, no se cogía a golpes con cualquier desgraciado, Genève bidderford leía a Emily Brönte, el romanticismo más desgarrador y desolado, no protegía a una diosa en la cual ni siquiera creía.

Luchaste bien-dijo una gélida voz a sus espaldas.

Cuando la joven identificó la voz, lloró con mas fuerza

Tranquílizate Gèneve, o comenzarás a hiperventilar – Dijo Milo con seguridad, imprimiendo a su presencia un deje de autoridad.

Yo-no-ha-go-e-so - dijo entrecortadamente por el llanto.

Lo harás, Genève, lo harás.- Replicó - El santuario no está hecho ni para patosos ni para débiles- dijo, poniéndose al lado de su alumna.

Había que admitir que era preciosa: completamente pura y bella, encantadora en cierto sentido, vulnerable a pesar de su fuerte carácter. Parecía una tragedia de ocaso, con aquella cabellera roja cayendo a voluntad, como una cascada magnífica a través de su cuerpo.

Escorpio se sentó a su lado y cerró los ojos cuando ella levantó el rostro para limpiarse la lágrimas con el dorso de la mano. De repente, ella cayó en la cuenta de que no tenía la máscara puesta y empalideció, sin atreverse a mirarlo a la cara.

Tienes los ojos cerrados, ¿Verdad? – Preguntó esperanzada.

No – mintió Milo, sonriendo traviesamente – Y gracias a ello puedo ver tus preciosos ojos… ¿Verdes? – Dijo con sarcasmo, soltando el primer color que le vino a la cabeza. Gèneve ladeó la cabeza y le sonrió divertida.

No son verdes.

Dime Gèneve, ¿Qué harías si abro los ojos? – Preguntó Milo con su voz, de repente, demasiado sensual.

Elegiría amarte – dijo ella sin vacilar.

¿Te gusto? – a Milo lo recorrió un escalofrío cuando sintió el cálido aliento de ella golpear sus labios. Se sintió tentado de abrir los ojos, pero apenas podía moverse, congelado en aquel espacio.

No – replicó ella con diversión y, en el fondo, algo de seriedad – Dejémoslo en que aprecio mi vida.

Milo subió su mano a la elegante frente a ella y rozo las raíces rojas como la sangre, y luego volvió a bajarla y rozo con las yemas de los dedos las mejillas de durazno. Ella se acerco un poco más. Cuando podían sentir los dos la respiración de cada una Milo, en un arranque de cordura, acarició con dulzura su hombro y la alejo un poco.

Ponte la máscara y arréglate – Ordenó con, de nuevo, una voz seria – necesitas estudiar – explicó, levantándose.

Genève se coloco la mascara entre apabullada y sorprendida por lo que casi acababa de pasar. Se levantó casi temblando y acarició su cabello, que se movía ligeramente por el viento que soplaba.

Quizás este sí es mi lugar-murmuró al viento, observando el abismo: si alguien caía por allí, el golpe seria no menos que fatal.

Cuando llego a la octava casa, Milo estaba en el estudio. El cuarto de estudios era una habitación grande bellamente decorada con estatuas griegas y columnas de panteón, además de tener unas estanterías atiborradas de libros. Genève estaba fascinada: su abuelo siempre le había inculcado el amor a la lectura y ahora en el santuario tenia a el alcance de su mano a Virgilio, De Sade (era extraño, pero bueno), Gustave Flaubert y Dante con solo dar unos cuantos pasos de diferencia.

Ya llegue - dijo Genève un poco temerosa desde la puerta.

Sigue - dijo Milo, sin apartar los ojos de su lectura

Genève pasó y se sentó en una silla que estaba cerca de un escritorio hecho de roble. Milo lanzó un suspiro y puso el libro de nuevo en la estantería: "Ensayos acerca de cultura greco-latina", por Zacharias Haskell.

-Es un buen libro-dijo, señalándolo-deberías leerlo- le contesto, no ocultando que era una orden.

Genève asintió de buen modo. Cuando Milo se sentó en otra silla, ella acercó un poco la suya.

Inglesa, ¿verdad?

Ella asintió.

Bien, bien. Dime ¿Qué estudios tienes?

Segundo de bachillerato, ahí me quedé.

¿Te iba mal en alguna materia en especial?

Bueno…, sí- dijo, después de pensar un rato

¿Cuál? – Preguntó él con total inocencia comprensiva.

Física, Química, Matemáticas y Deportes- dijo, contándolas con los dedos de la mano izquierda

Cambio mi pregunta – replicó, componiendo una mueca burlona - ¿Había alguna materia en que tu fueras realmente bien?- dijo exasperado.

¡Claro, en sociales, artes y leguaje era de las mejores – dijo con su alegre y jovial tono de voz.

Dime: ¿Qué rey decapito a todas sus esposas? - Milo la estudió atentamente. Debía comprobar si lo que decía era verdad.

Enrique VIII, y además fue el padre de Bloody Mary y Elizabeth I de Inglaterra - contesto encantada.

Muy bien, muy bien- Milo se volvió a parar y cuando volvió traía un gran libro. "Principios Químicos" de Heinz y Arenas. Genève suspiro derrotada, le había dicho que no sabia de química, y era verdad: como mucho entendía que O era Oxigeno, y H2O la formula química del agua.

Milo le explico lo básico acerca de la química, la nomenclatura y como balancear ecuaciones. Genève tuvo ocasiones en que quiso morirse de la risa de Milo, era buen maestro pero la paciencia no era uno de sus dones y se exasperaba cada vez que Genève no le comprendía. Después de 3 horas de intenso trabajo por logro que la joven entendiera como balancear ecuaciones.

-Vete a acostar, descansa un poco- le dijo Milo mientras Genève bostezaba disimuladamente

-Aja.

Cuando estaba entrando a su cuarto el se le volvió a acercar.

Toma- le entrego un mamotreto de hojas- hazlos en tus ratos libres- Genève los cogió de mala manera: eran ejercicios de química y de física.

Y esto, me lo encontré tirado cerca de la zona de entrenamiento esta tarde, creo que es tuyo- le dijo mientras le mostraba un collar.

Genève ahogo un gritillo histérico. ¡Su collar se le había caído en la pelea y no se había dado cuenta! Era un collar simple pero bonito. De una cadenita de plata colgaba un dije en forma de corazón hecho de oro, y con la tapa bellamente adornada con diamante y un rubí en el centro, era un recordatorio y después de luchar unas cuantas horas y lo logro abrir encontró que estaba vació y traía la inscripción en griego y mas bajo, en ingles, que leía "eternamente tuya". Lo había encontrado en un joyero que estaba en el ático de su casa de campo en Escocia. Estaba envuelto en un papel con una carta de amor que a simple vista parecían muñequitos danzantes. Pero aunque no lo entendía sabia que era un alfabeto en clave: tenia dibujadas rosas y corazones por doquier en inhalaba un fragancia muy fresca. Al final de la carta estaba escrito en tinta dorada y con mucho empeño el símbolo de Escorpio, y escrito en griego un poco mas abajo decía de nuevo la inscripción de eternamente tuya solo que esta vez tenia una gota de lo que parecía ser una sangre.

Cuando se acostó en la cama de un salto, en poco tiempo se durmió.

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Estaba en una piscina. Lo veía todo como si tuviese una careta puesta Pero no era así, ya que cuando ella pasó su manos por su cara no la encontró. Estaba en posición fetal en el fondo.

"El aire se te esta acabando".

La voz le había susurrado eso cuando una burbuja de aire salio de su boca. Y era verdad estaba empezando a sentirse fuertemente mareada.

"Tienes que salir…el aire se te esta acabando"

Siguió el consejo de la voz y empezó a nadar hacia la superficie. Cuando lograba ver el cielo descubrió asustada…que no podía. Empezó a nadar pero daba lo mismo se impulsaba pero no salía. Se estaba desesperando. Sentía como si le estuvieran extirpando los pulmones lentamente. Aquello era morirse lentamente.

"Sabes que solo puede ser él que te saque"

Y ella lo sabía, otra cosa es que no quería. Se desespero. Ruido. Mucho ruido. Empezó a gritar.

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-¡¡¡AAAAAHHHHHH!- grito desgarradoramente cuando despertó del sueño, estaba bañada en sudor frió. Genève se metió al baño rápidamente permitiendo que sus pensamientos se despejaran. Y después se volvió a acostar, rogando que el sueño no se repitiera

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Adelantos Proximo capitulo

Si la caída antes era dolorosa, ahora era demoledora. Sentía como quien quiera que fuese le estaba clavando un los protectores de los codos en el vientre. Cuando acabo de "bajar" las escaleras patino unos metros y paro. El infeliz sujeto que había sido participe de su estrepitosa caída, estaba encima de ella ahogándola con su peso.

-¡quítate de encima mió, no puedo respirar!- se quejo la joven con tomo lastimero mientras movía las manos intentándolo quitar de su ser

Wuiiii, aquí toy, feliz viva y…T.T díganlo merezco la tortura china…lo se, me he demorado demasiado, pero juro que no es mi culpa! Estoy en exámenes finales y ha sido una experiencia traumática, igual dentro de poco salgo "in vaganza" y juro que adelantare más capítulos lo juro T.T. A propósito dejen un lindo rewiev, no importa que digan…solo déjenlo, hagan su buena acción del día .

Un beso,

Ophelia