Aiko_87: Sí, Sirius y Dana viven juntos pero no están casados, al menos de momento. En cuanto a Katja, ella ha vuelto a Rusia y allí sigue su vida, se nombrará en esta historia, pero no creo que aparezca personalmente. Bueno, gracias por el review, espero seguirte leyendo.

Sybill: Puede que la historia empieze como un cuento de hadas, pero no seguirá así mucho tiempo, ya lo verás. En cuanto a las mujeres, bueno, a Dana no le dan rabia todas las mujeres, sólo le da rabia una... ya verás de quien se trata. De todos modos te garantizo que en esta historia Sirius no le es infiel a Dana en ningún momento, se trata de otra cosa. Un saludo.

Arwen-Magic16: A mí no me disgusta la pareja Harry-Ginny, además si no se lía con ella, no sé con quién se va a liar, si está claro que Ron y Hermione van a acabar liados y con Cho Chang Harry no pega ni con cola... De todas formas no te preocupes porque no me voy a centrar en ellos, van a aparecer muy poco, sobre todo serán Remus, Sirius y sus respectivas parejas los que salgan :-)

Magical: Me parece muy bien envolverte y mandarte a Remus como regalo, el problema es que no sé dónde encontrarte :-P

AmaBlack: Bueno, creo que Sirius se merece que la gente tenga una buena imagen de él después de todo lo que le han despreciado. La historia está en categoría "R" por la violencia, pero no puedo decir nada más o reventaría la historia. Un saludo.

Synn: Bueno, en realidad han pasado tres años... respecto a la persona que tiene los secretos, te empezarás a enterar de quién es y de cuáles son en este capítulo.

Hareth: No he visto ninguna de las dos películas de MIB, así que si dices que se parecen, será mera coincidencia ;-)

UNA VISITA

Remus se acercó hacia donde estaba la mujer. Aún no había salido del barrio mágico, de modo que tenía que tratarse de una bruja. Dos hombres estaban junto a ella, y parecía que la mujer estaba forcejeando con ellos. A Remus Lupin no le gustaba meterse en problemas, pero tampoco era de las personas que ven a alguien en apuros y siguen su camino. Y tampoco era un cobarde. De modo que se acercó a donde estaba la mujer.

-¡Dejadme en paz, imbéciles!- gritó ella, intentando darle un codazo a uno de ellos.-¡Ya os he dicho que no llevo nada!-.

-¡Eh!- exclamó Remus, llegando a su altura- dejen en paz a esa chica-.

Los dos hombres se le quedaron mirando. Iban vestidos con túnicas viejas y descuidadas, y tenían mala pinta. Uno de ellos sacó la varita.

-Yo de tí seguiría caminando, si no quieres que te eche un par de maldiciones-.

En ese momento, Remus recordó la placa que llevaba en el bolsillo. La sacó, y con la otra mano sacó la varita.

-Soy auror- dijo, mostrándoles la placa al tiempo que les apuntaba con la varita- soltad a esa chica. Quedáis detenidos-.

Al escuchar la palabra "auror", los dos delincuentes cambiaron de opinión. Se olvidaron de la mujer y echaron a correr calle abajo. No era lo mismo enfrentarse con un caminante cualquiera que hacerlo con un auror.

-¿Está bien?- le preguntó Remus a la mujer.

-Sí- contestó ella- esos cabrones me querían robar el bolso-.

Al mirarla con más detenimiento, Remus se dio cuenta de que la chica era más joven de lo que él había pensado. No era tan joven como Dana, pero desde luego sí que era menor que él. Tenía el cabello castaño oscuro con ondas muy marcadas que le caían hasta casi la cintura y un rostro ovalado en el que destacaban sus ojos, castaños y con las pestañas largas y espesas, y sus labios, gruesos y bien dibujados. Llevaba una túnica color azul oscuro y sus manos agarraban con fuerza un bolso negro. Miró a Remus con una mezcla de temor y curiosidad.

-¿De... de verdad es auror?- preguntó.

-Sí- contestó Remus con una leve sonrisa- puedo enseñarle la placa, si no se lo cree-.

-No... no es necesario- contestó la chica, que aún estaba nerviosa- muchas gracias por haberme ayudado-.

-No hay de qué- contestó Remus- ¿quiere que la acompañe a algún sitio? ¿Seguro que se encuentra bien?-.

-Sí, estoy bien, gracias. No hace falta que me acompañe, de verdad, iba al centro público de chimeneas, está muy cerca de aquí. Bueno, tengo que irme. Muchas gracias, de verdad-.

La chica le hizo un gesto de despedida con la mano, y, antes de que Remus pudiera decir nada más, echó a andar a paso ligero hacia la calle donde estaba el centro público de chimeneas. Aún parecía nerviosa. Era natural, pensó Remus. Acababan de intentar atracarla, era normal que quisiera irse de allí cuanto antes. Dio media vuelta para seguir su camino, y entonces notó que pisaba algo. Al agacharse para ver de qué se trataba, vio una cartera de piel marrón. La recogió, la abrió, y vio que en su interior había un documento de identidad con el rostro de la chica a la que acababa de ayudar. Se le debía de haber caído del bolso durante el forcejeo.

Remus echó a correr en la dirección en la que había desaparecido la chica, esperando alcanzarla, pero no la encontro. Seguramente había llegado ya al centro público de chimeneas, pensó con resignación al ver que no había ni rastro de ella. Volvió a abrir la cartera y examinó el documento de identificación. La chica se llamaba Sheila Martinson, y, según aquel documento, tenía veintiséis años y vivía en la calle LeFay, número catorce. Esa calle, recordó Remus, estaba situada en el barrio residencial de magos de aquella ciudad. Todas las ciudades tenían un barrio de compras, uno de bares y restaurantes y uno residencial exclusivamente de magos, aunque algunos no tenían más remedio que vivir en zonas muggles.

"Mañana iré a devolvérsela" se dijo Remus. Ya eran las tres y media de la mañana, demasiado tarde para ir esa noche, y además seguro que en ese momento la chica aún estaba asustada, y no le haría demasiada gracia recibir visitas. Remus se guardó la cartera en el bolsillo y continuó caminando hacia su casa.

*

Sirius y Dana llegaron de inmediato a su casa a través de la chimenea. La casa que compartían estaba situada a las afueras de la ciudad, y se accedía a ella por un desvío desde la carretera principal que era invisible a ojos de los muggles, así como la casa entera. Tenía dos pisos, era bastante grande, y estaba rodeada por un jardín con piscina que se mantenía oculto a las miradas del exterior gracias a unos setos de más de dos metros de altura.

Dana se quitó la capa y la dejó colgada en el perchero que había al lado de la puerta, en el salón. Aquella casa, sobre todo aquel salón, era curiosa por al mezcla de objetos mágicos y muggles. Dana se había empeñado en tener teléfono, ya que toda su familia era muggle y no estaban acostumbrados a usar el correo por lechuza. También había un televisor y un DVD, junto con un ordenador en una de las habitaciones del piso de arriba.

-No deberías haberle seguido la corriente a ese imbécil- dijo Sirius, dejando su capa al lado de la de ella.

-Ya lo sé- dijo Dana con un suspiro- pero, ¿qué querías? ¿Que le dejase insultarme sin decir nada? Ese tío no tenía ni idea de lo que estaba hablando-.

-No te insultó- dijo Sirius- sólo criticó tu propuesta de ley. Si llega a insultarte, le habría partido la cara-.

-Pues menos mal- bromeó Dana- porque si llegas a tener que pegarte con todos los que no aprueban la ley, no durarías mucho-.

-También hay muchos que están de acuerdo con ella. Al fin y al cabo, Hermione y tú conseguísteis las veinte mil firmas en muy poco tiempo-.

-Vaya noche- se quejó Dana, mientras subían las escaleras y entraban en su habitación, situada en el piso superior. Miró su reloj; eran las dos y cuarto de la mañana- aunque, la verdad, me lo he pasado bien. No me habría ido si no hubiese sido la hora de cerrar el bar. ¿No tienes sueño?-.

-No- contestó Sirius, esbozando una media sonrisa. Acercó su rostro al de ella y comenzó a besarla.

-Pensándolo bien, yo tampoco- dijo Dana, devolviéndole la sonrisa. Le atrajo hacia sí y cayeron juntos sobre la cama de matrimonio que compartían, sin dejar de besarse. Mientras forcejeaba con una mano para desabrochar la túnica de Sirius, Dana se sacó la varita del bolsillo con la otra, y, apuntando hacia la puerta, la cerró.

*

Sheila Martinson caminaba por la calle a paso ligero, agarrando aún el bolso con fuerza. Era una suerte que aquel tipo hubiese aparecido, aunque estaba segura de que podría haberse enfrentado a aquellos dos atracadores. Iba a sacar la varita cuando apareció él.

Sabía que sólo se había acercado a ella porque estaba en apuros, pero no había podido evitar sentirse nerviosa al saber que era un auror.

Sheila continuó caminando, pero no hacia el centro público de chimeneas, sino hacia una calle poco iluminada, por la que torció. Llegó frente a una puerta, y, sin llamar, introdujo la varita por debajo del quicio y susurró:

-Morsmordre-.

Al cabo de unos segundos, alguien le abrió la puerta. Sheila entró, y deshizo con un movimiento de varita la Marca Tenebrosa que brillaba por encima de ellos, en el techo. No eran los únicos que estaban en la habitación. En una mesa alumbrada con velas se encontraban doce personas más.

Sheila se acercó a la mesa y se sentó en una de las dos sillas vacías que quedaban. El hombre que le había abierto la puerta se sentó en la otra.

-Bien, ya estamos todos- dijo el hombre que estaba sentado en la cabecera- supongo que te has enterado de lo que ha pasado esta mañana, Sheila-.

-Sí, me he enterado- respondió Sheila- han detenido a cuatro-.

-Supongo que no hace falta que les diga que la situación se está volviendo cada vez más delicada. No somos muchos los que quedamos en libertad, y los aurores están trabajando muy deprisa. Debemos apresurarnos si queremos llevar a cabo nuestro plan de una vez por todas-.

-Sabes que no es tan sencillo, Lucius- le dijo uno de los mortífagos- la heredera de Hufflepuff volvió a Rusia, y no creo que pretendas, al menos de momento, que nos traslademos todos a Rusia para acabar con ella. Harry Potter no está solo en ningún momento; desde que se convirtió en jugador profesional de quidditch, va con su equipo y su guardaespaldas a todas partes. Y en cuanto a la sangre sucia, esa es auror. Acércate a ella y lo más probable es que acabes en una celda-.

-Ya sé que va a ser complicado, Avery- admitió el señor Malfoy- pero se lo debemos a la memoria del Señor Tenebroso. Y tengo un plan que podría funcionar. Escuchadme...

*

Remus se despertó temprano a la mañana siguiente, como de costumbre. Mientras desayunaba, recordó que tenía que devolverle la cartera a Sheila Martinson, pero todavía era temprano, de modo que estuvo arreglando un poco la casa para hacer tiempo. Remus Lupin no tenía a nadie que le ayudase con las tareas de la casa, y tampoco era lo suficientemente rico como para tener un elfo doméstico, de modo que tenía que hacerlo todo él solo. Por fortuna, su madre le había enseñado bastantes hechizos para arreglar el hogar, y lo dominaba bastante bien. A las doce menos cuarto, se dispuso a salir. Al mirar por la ventana, se dio cuenta de que llovía con bastante intensidad, pero no podía dejar a aquella chica sin documentación, de modo que salió de la casa usando su chimenea para llegar al centro público que había en el barrio mágico de la ciudad. Desde allí, sólo tardó diez minutos en llegar a la calle LeFay.

Aquella era una calle no muy grande, pero amplia y bien cuidada. Las casas no eran muy grandes, pero tenían jardín y parecían acogedoras. En algunos hogares ya estaban preparando la comida, y en un par de casas algunos niños vestidos con túnica de magos correteaban y jugaban. Remus se acercó al número catorce. Era una casa exactamente igual que las demás. Se acercó a la puerta y llamó.

Por un momento, no oyó nada, y temió que la chica no estuviera en casa en ese momento. Pero unos segundos más tarde escuchó pasos, y poco después se abrió la puerta. Al ver a Remus, la cara de Shelia expresó una mezcla entre asombro y temor. Al ver que no decía nada, Remus dijo:

-Hola... no sé si se acuerda de mí. Anoche... bueno, yo soy el auror que...

-Ah, sí... ya sé quién es- Shelia tuvo que hacer un gran esfuerzo para dismular su nerviosismo. ¿Para qué habría ido aquel auror hasta su casa?- ¿qué es lo que quiere?-.

-Ayer se le cayó la cartera del bolso. He venido a devolvérsela-.

Sheila se quedó asombrada durante un segundo, pero se recompuso al instante. Comprendió que aquel auror no había ido a interrogarla, sino sólo a devolverle la cartera, pero si no dejaba de comportarse de forma extraña comenzaría a sospechar. Se obligó a sonreír.

-Muchas gracias- dijo amablemente- por favor, no se quede en la puerta. Pase-.

Remus agradeció la invitación, porque seguía lloviendo y se estaba quedando empapado en el umbral de la puerta. Cuando entró, se sacó la cartera del bolsillo y se la entregó a Sheila.

-Me llamo Sheila Martinson, aunque supongo que ya lo leyó en mi documentación- le dijo Sheila con una sonrisa- ¿usted es...

-Lupin, Remus Lupin- Remus le tendió la mano, y Sheila se la estrechó.

-Muchas gracias por haberme traido la cartera, señor Lupin- dijo Sheila. La verdad, pnesó, es que aquel auror no estaba tan mal. Le calculó treinta y cinco años , más o menos. Tenía el cabello castaño claro con un mechón gris en la parte de delante, los rasgos finos y agradables y una sonrisa bonita, aunque algo tímida.

Remus estornudó. Se pasó la mano por el cabello, y se dio cuenta de que lo tenía húmedo. Temió haberse resfriado por culpa de la lluvia.

-¿Quiere tomar una taza de té caliente?- le preguntó Sheila.

-¡Oh, no se moleste!- se apresuró a contestar Remus- no se preocupe, de verdad-.

-No es molestia- dijo Sheila- usted me ayudó anoche cuando intentaron atracarme, y ahora ha venido bajo la lluvia sólo para devolverme la documentación, y se ha enfriado por mi culpa. Es lo menos que puedo hacer-.

Remus iba a contestar, pero, antes de poder hacerlo, estornudó otra vez, y luego otra. Sheila sonrió.

-Me tomaré eso como una respuesta. Por favor, siéntese, señor Lupin. En seguida traigo el té-.

-Bueno- accedió Remus finalmente. La verdad es que la chica era muy amable, y además tenía frío- está bien. Gracias, señorita Martinson-.

-De nada- contestó Sheila, y desapareció hacia la cocina.

Remus se sentó en el sofá. Echó un vistazo al salón. En cuanto al tamaño, era casi igual que el de su casa, pero estaba decorado de modo disinto. Los muebles de Remus eran casi todos heredados de familiares suyos, y, aunque estaba decorada con gusto y era bastante moderna dentro de sus posibilidades, no era tan alegre como la casa de Sheila. El sofá y los sillones eran de una suave tela de colores verdes y azules, y los muebles eran ligeros y mucho más elegantes que los suyos. También había cuadros en las paredes. No obstante, a Remus no le dio tiempo a seguir analizando la habitación, porque en seguida llegó Sheila llevando una bandeja con dos tazas, la tetera y el azúcar. Se sentó en un sillón, frente a la mesita, y le sirvió una taza a Remus. Este le agradeció el gesto, tomó la taza con las manos y bebió. Se sintió reconfortado al beber aquel líquido caliente y dulce después de haber estado caminando durante diez minutos bajo la lluvia.

-Señor Lupin... -comenzó Sheila.

-Puede llamarme Remus. Y no hace falta que me llame de usted-.

-Está bien, pero entonces tendrás que llamarme Sheila- respondió ella- así que, Remus, ¿trabajas como auror?-.

-Eh... sí, trabajo en la Oficina del Cuerpo de Aurores- contestó Remus, que por alguna razón se sentía reacio a confesar que trabajaba contestando las llamadas de emergencia.

-Debe ser un oficio arriesgado-.

-Oh, no es para tanto- dijo Remus, pensando con un poco de amargura que tal vez para Dana, Sirius y Angelina sí lo fuera, pero que él jamás iba a tener la oportunidad de hacer algo arriesgado.

Sheila continuó haciéndole preguntas a Remus acerca de su oficio. No creía ya que él fuese a por ella, pero quería tantearle un poco más para estar segura. Se dio cuenta de que Remus contestaba a sus preguntas con poco detalle, pero se dijo que eso podía deberse más a que fuera tímido que a otra cosa.

Al cabo de media hora, Remus terminó el té. Se sentía mejor, más reconfortado, y ya no estornudaba. Sheila era una chica agradable, y le parecía guapa, pero al fin y al cabo él sólo había ido allí para devolverle la cartera, y pensó que sería de mala educación prolongar la visita, de modo que se levantó.

-Bueno, me voy ya, Sheila. Muchas gracias por el té, has sido muy amable-.

-Gracias a tí, Remus, por traerme la cartera- le respondió Sheila, levantándose también para acompañarle a la puerta- ha sido un placer conocerte-.

Remus se despidió de ella y se marchó. Cuando cerró al puerta, Sheila sintió alivio. Era un chico agradable, pero también era un auror, y a Sheila le ponía muy nerviosa tener un auror en su casa. Por fortuna, había salido de la situación. Miró su reloj, y se dio cuenta de que ya era hora de ponerse a preparar la comida. Aquella tarde tenía otra reunión con los demás mortífagos. Esperaba que Lucius Malfoy ya tuviera pensado cómo llevar a cabo el plan para vengarse de los herederos, pensó. Ella estaba impaciente por poder llevarlo a cabo.