Hola, quiero pedir disculpas por haber tardado tanto en poner este capítulo, pero es que he estado de exámenes y no he tenido tiempo para escribir, ni para salir, ni para nada, pero aquí tenéis este capítulo. Ahora ya paso a contestar los reviews.

Ceywen: Bueno, lo cierto es que al final él sí se lo va a tener que decir, sea ella una mortífaga o no.

Sybill: ¿Y tú cómo sabes si Sirius la llama así en esos momentos? :-P Bueno, respecto a lo de la casa, ten en cuenta que Dana no sabe que Sheila es mortífaga, si no, la habría detenido directamente.

Magical: Perdona, pero, como verás, sí me he retrasado por culpa de los exámenes. De todas formas, aquí tienes el capítulo :-)

Synn: No, no he tenido problemas familiares, lo que pasa es que ahora estoy bastante liada con los exámenes, como ves, este capítulo también ha tardado, pero es que tengo que estudiar, de todas formas, gracias por preguntar :-) No me extraña que este capítulo te recordara al otro fan- fiction, de hecho, este es la continuación :-P Bueno, espero que te guste este capítulo, un saludo.

Frida: Me temo que si quieres a Remus te lo vas a tener que repartir con muchas chicas más :-)

Elyana Black: Tranquila, no falta mucho para que se líen.

Laura: ¿En tanga de leopardo? :-D Preocúpate primero de encontrar el Andén Nueve y Tres Cuartos y luego ya buscarás a Remus :-P

Misao Wood: Bueno, aunque Sheila y Remus se hubiesen encontrado, no la habría mordido porque conservaba su personalidad gracias a la poción matalobos, pero ya veo que la odias.

Hareth: Lo del beso fue una broma, no te lo tomes tan a mal.

*

SE ACABÓ LA CORTESÍA

El resto de la semana fue relativamente tranquilo. El lugar donde se realizaban pociones ilegales apenas estaba vigilado, y tampoco habían muchas. En su mayor parte eran pociones hechas con veneno de billywing, que los magos y brujas adolescentes usaban para sentir sus efectos levitadores. No hubo ataques de mortífagos esa semana, ni tampoco incidentes importantes.

El sábado por la tarde, Dana salió con Angelina y Sheila al centro comercial. La noche anterior había quedado con las dos en la esquina de la calle donde estaba el centro comercial. Como Angelina y Sheila no se conocían personalmente, Dana decidió llegar unos minutos antes de la hora para poder presentarlas, de modo que, cuando llegó, aún no estaban allí ninguna de las dos. Mientras esperaba, se fue a una tienda y compró un ejemplar de "El Profeta" para leerlo. No obstante, al volver a la esquina, antes de poder echarle un vistazo a los titulares, vio aparecer a Angelina.

-Hola- dijo, saludándola con la mano- ¿qué hay?-.

-Estoy bien, gracias- contestó Angelina- ¿aún no ha venido tu amiga?-.

-No, pero no creo que tarde mucho-.

En efecto, un par de minutos después apareció Sheila. Dana las presentó, y las tres se encaminaron hacia el centro comercial. Dana dobló el periódico, e iba a meterlo en el bolso, cuando algo le llamó la atención. Sheila obervó con curiosidad cómo Dana abría el periódico con rapidez y lo leía con una mueca de incredulidad.

-Dana, ¿qué pasa?- preguntó Angelina con preocupación.

-¡Madita furcia! ¡La voy a matar!- exclamó Dana- ¡mirad esto!-.

Las dos chicas se inclinaron para leer el titular que Dana les mostraba.

MÁS VOCES EN CONTRA DE LA DESMANTELACIÓN DE AZKABAN

La reciente desmantelación de la prisión de Azkaban a consecuencia de la firma por el Ministerio de Magia de la Declaración Universal de Derechos Humanos ha suscitado un gran número de quejas entre los magos y brujas de la calle. Cada vez son más los que afirman sentirse inseguros ante el hecho de que la nueva prisión no esté gobernada por dementores y que los carceleros tengan la obligación de velar por la vida de los reclusos. El señor D.L. afirma "Me parece una gran irresponsabilidad cerrar Azkaban. Creo que esa prisión era el único modo de controlar a los mortífagos. Esto es lo que ocurre cuando se permite que jóvenes de familia muggle como esa Granger puedan presentar proyectos de ley en el Ministerio de Magia. No sé a dónde vamos a ir a parar". Por su parte, la señorita S.M. dice "Siempre he dicho que es una mala idea. Conozco a Dana, una de las que trabajaron en la propuesta de ley, y sé que es una persona violenta y que ignora muchos aspectos del mundo mágico, lo cual no me extraña teniendo en cuenta que sólo hace tres años que forma parte de él. Creo que esto va a aumentar mucho la inseguridad ciudadana". Al parecer, a pesar de la preocupación de la gente, esta no es la única novedad legislativa que se nos presenta. Hermione Granger, la bruja que presentó el proyecto de ley en el Ministerio de Magia, está trabajando ahora en una nueva ley para conseguir que desaparezca la pena de muerte.

-Entiendo que te moleste, Dana- le dijo Angelina cuando terminó de leer- pero, ¿a quién dices que vas a matar?-.

-¡A Susan March!- exclamó Dana- ¡ha sido ella! ¡Dice que me conoce, y sus iniciales son S.M., y no conozco a nadie más que tenga esas iniciales!- .

-¿Quién es Susan March?- preguntó Sheila.

-La ex novia de Sirius- contestó Dana con el ceño fruncido- le dejó cuando le acusaron de mortífago, y ahora al parecer se ha arrepentido y quiere volver con él. Y supongo que cree que molestarme es una forma de conseguirlo-.

-Dana, olvídalo- dijo Angelina- ¿qué más da lo que diga? Sabes que no es verdad, y que hay muchos magos y brujas que apoyan esa ley. Venga, entremos al centro comercial, seguro que después de un par de compras ya se te ha pasado-.

Dana seguía furiosa, pero comprendió que Angelina tenía razón. Tiró el periódico en la primera basura que vio, y se encaminó junto a las otras dos hacia la puerta del centro comercial. Cuando entraron, vieron que estaba bastante lleno. Magos y brujas de todas las edades entraban y salían de las tiendas, conversando animadamente. Estuvieron un buen rato mirando tiendas. Angelina se compró el último disco de Celestina Warbeck en una tienda de música, y luego fueron a ver ropa. Dana se llevó una falda de color azul. Sheila no pensaba comprar nada, pero vio un sombrero que le gustó y se lo llevó. Estaba pasándoselo bien. Se sentía a gusto con Dana y Angelina, riendo con ellas mientras se aconsejaban las unas a las otras qué color les sentaba mejor, o cómo ladear el sombrero para que les favoreciera más. Cada vez tenía la sensación más fuerte de que estaba dividida en dos personas, una parte que actuaba con frialdad, y otra que era capaz de relajarse y divertirse con ellas.

-Por cierto- dijo- ¿cómo está Remus?-.

-Bien, supongo- contestó Dana- no he hablado con él, pero Sirius sí, y me dijo que se encuentra mejor, aunque aún está enfermo-.

-Dile de mi parte que se mejore, por favor- dijo Sheila- espero que se recupere pronto-.

-No te preocupes- le dijo Dana- seguro que pronto estará perfectamente- .

Sintió un poco de tristeza. No le gustaba mentir, y temía que Sheila reaccionara mal cuando se enterara de que Remus era un hombre lobo. Alguna vez se iba a tener que enterar. Por fortuna, Angelina la sacó de sus pensamientos señalándole varios escaparates donde habían prendas bastante extravagantes. Estuvieron un rato bromeando acerca de cómo les quedarían si se las probaran.

-Eh, Sheila, ¿por qué no te compras esos?- bromeó Dana, señalando un escaparate en el que había unos zapatos de colores brillantes y con plataformas de casi diez centímetros-.

-No, gracias- dijo Sheila sonriendo- son demasiado discretos para mi gusto-.

-¿Has visto eso, Dana?- le dijo Angelina con voz burlona, haciendo un gesto hacia otro escaparate que tenía ropa interior masculina- ¿por qué no le compras a Sirius algo de eso?-.

-¿Para qué?- preguntó Dana- para el tiempo que lo iba a llevar encima...

Angelina y Sheila se echaron a reír. Al terminar la tarde, las tres llevaban varias bolsas con sus compras en las manos, y decidieron ir al cuarto de baño antes de volver a sus casas. Cuando entraron, sólo había dos cuartos de baño libres. Angelina y Sheila entraron y Dana se quedó esperando fuera con las bolsas. Dana estaba apoyada contra la pared, mirando hacia los espejos, cuando oyó que una de las puertas se abría. Cuando se giró, y vio quién era la persona que había salido, se quedó paralizada. Era Susan March.

Ella levantó la vista y también la vio. Durante un segundo, ninguna dijo nada. Luego, Susan habló, posiblemente lo primero que le vino a la cabeza.

-Hola, ¿qué haces aquí?-.

En otra ocasión, Dana habría contestado de forma fríamente educada como las otras veces, pero en aquella ocasión no pudo contenerse. Aún seguía enfadada por lo que había leído en el periódico, y aquella rabia se juntó con la que había sentido en todos los encuentros anteriores.

-No creo que te importe- dijo con frialdad.

Susan también dejó de aparentar una cordialidad que no sentía.

-Sabía que eras una maleducada, Dana, pero me sorprende que lo muestres tan abiertamente-.

-No creo que seas la persona más indicada para hablar de educación- le dijo Dana mirándola con odio- después de todo lo que has dicho sobre mí en "El Profeta"-.

-No sé de qué me hablas- dijo Susan, pero no pudo evitar que una media sonrisa asomara en sus labios. Dana sintió que su furia aumentaba.

-Oye, Susan, metiéndote conmigo no vas a conseguir volver con mi novio- le soltó.

Susan se puso roja.

-Pues ya que lo mencionas, estuvo conmigo bastante más tiempo del que ha estado contigo. Y mírate; yo tengo su edad y vengo de una familia de magos, tú eres una cría que ha sido muggle hasta los veinte años. Creo que está bastante claro con quién debería estar-.

-En efecto, debe estar con quien le dé la gana- dijo Dana con los dientes apretados- en este caso, conmigo. Y, desde luego, no con alguien que le dejó tirado como todos los demás cuando le acusaron de ser un mortífago-.

Susan le lanzó una mirada asesina.

-No espero que alguien como tú pueda comprender las circunstancias de todo aquello. Para mí no fue fácil tomar esa decisión, ¿sabes? No tienes ni idea de lo que...

-Oye, corta el rollo- le interrumpió Dana- me importa una mierda por qué hiciste lo que hiciste. Si quieres desahogarte, busca un psiquiatra. Lo único que quiero es que me dejes en paz, ¿entiendes? ¡Déjame en paz!-.

-¡En tu puta vida vuelvas a hablarme así, asquerosa sangre sucia!- le gritó Susan, con la cara desfigurada por la rabia.

En ese momento, Dana perdió los estribos. Tenía verdaderos deseos de matar a Susan.

-¡Yo seré una sangre sucia, pero tú eres una zorra!- le increpó, también a gritos.

Sacó la varita, al mismo tiempo que Susan sacaba la suya.

-¡Furnunculus!- exclamó Dana.

-¡Locomotor mortis!- gritó Susan.

En el rostro de Susan comenzaron a aparecer unas ronchas de un color extraño. Dana sintió que las piernas se le doblaban, negándose a sostenerla, y tuvo que agarrarse a una de las pilas para lavarse las manos para no caerse. Sujetándose con una mano, apuntó a Susan con la otra.

-¡Densaugeo!- gritó.

Los dientes delanteros de Susan comenzaron a crecer lentamente, dándole el aspecto de un castor.

-¡Basta ya!- gritó una voz- ¡comportáos como adultas! ¡Finite incantatem!-.

Dana sintió que las piernas volvían a responderle. Se apartó con precaución de la pila y se levantó. Las ronchas dejaron de crecer en el rostro de Susan y sus dientes también se detuvieron. Dana levantó la vista y vio a Angelina, con la varita en la mano, y a Sheila, que las miraba con la boca abierta. Intentando sobreponerse a la vergüenza y a la rabia que sentía, Dana cogió las bolsas y fulminó a Susan con la mirada.

-Te lo advierto- dijo- aléjate de Sirius. Y aléjate de mí. La próxima vez no seré tan amable-.

Se dio la vuelta y abandonó a paso ligero el cuarto de baño. Unas estupefactas Angelina y Sheila la siguieron. Dana no pronunció una sola palabra hasta que salieron del centro comercial. No recordaba haber estado tan enfadada.

-Dana, ¿qué has hecho?- le preguntó Angelina con voz consternada.

-¿Que qué he hecho?- exclamó Dana, acalorada- ¡esa... esa estúpida me ha insultado! ¡Me ha llamado sangre sucia! ¡No puedo creer que Sirius saliera con alguien así!-.

-Dana, ¿cómo has podido?- insistió Angelina- ¡te has batido en duelo con Susan March! ¿Te parece normal?-.

-¡No te pongas de parte de ella!-.

-¡No me pongo de parte de ninguna de las dos!- exclamó Angelina- ¡vuestras conductas me parecen absurdas por igual!-.

-Pues yo habría hecho lo mismo- dijo Sheila.

Dana y Angelina se quedaron mirándola.

-Esa tía es idiota- dijo Sheila- se merecía que le lanzaras un par de maldiciones. Pero la próxima vez no le tires encantamientos sencillos; lánzale algo realmente duro, transfórmala o algo así. Verás como entonces se le quitan las ganas de meterse contigo-.

-Sí, eso, tú dale ideas- gruñó Angelina- esta es capaz de volver y lanzarle una maldición imperdonable. Y te recuerdo que eres un auror, Dana. No puedes ir atacando a la gente sólo porque se metan contigo-.

-Ahora no estoy de servicio- protestó Dana- y sabes que yo no le lanzaría una maldición imperdonable a esa idiota. Aunque lo de la transformación no lo descarto para la próxima vez- esbozó una leve sonrisa para indicarles que bromeaba.

-Pero, ¿crees que realmente hay alguna posibilidad de que Sirius vuelva con ella?- le preguntó Sheila.

-Bueno, no, no en realidad- contestó Dana- quiero decir, a Sirius y a mí nos va bien. Nunca hemos tenido problemas por culpa de terceras personas, y creo que ellos dos ni se ven. Pero ella siempre está aprovechando la mínima oportunidad para meterse conmigo. Se comporta como si él fuera de su propiedad y yo se lo hubiera quitado, y, que yo sepa, fue ella quien le dejó pudrirse en Azkaban siendo inocente en lugar de creerle- .

-Entonces, ¿qué importa lo que diga?- dijo Angelina- que diga lo que quiera. Eres tú la que está con Sirius, eso es lo que importa-.

Dana se encogió de hombros. No tenía ganas de seguir discutiendo. Sabía que Angelina tenía algo de razón, pero no podía soportar a Susan March. Dana sabía que Sirius había estado con muchas chicas durante su adolescencia, aunque Susan había sido su primera relación realmente seria, y no le importaba. Pero no soportaba ver a aquella ex novia intentando volver con él. Sólo de pensar que aquello pudiera suceder, sentía ganas de gritar. No obstante, se obligó a calmarse y a dejar de pensar en el tema. Comenzaba a oscurecer, de modo que las tres se despidieron en la esquina y cada una se fue hacia su casa.

Sheila volvió a su casa caminando despacio, reflexionando. Había oído parte de la conversación entre Susan y Dana antes de que comenzaran a lanzarse maldiciones, y estaba preocupada. Dana pensaba que no había muchas posibilidades de que Susan volviera con Sirius, y Sheila creía que tenía razón, pero aún así, le parecía peligroso. Susan y Sirius había mantenido una relación seria y habían estado enamorados. Aunque él ahora estuviera con Dana y les fuera bien, Sheila no tenía mucha confianza en el género masculino. ¿Y si Susan se le insinuaba, y él respondía a sus insinuaciones? ¿Y si realmente decidía volver con ella? En ese caso, la relación entre Dana y él se rompería, y ya no estaría al corriente de las medidas que se tomaran para protegerla en caso de que estuviera en peligro. Y si Sheila había intimado con Remus Lupin había sido precisamente para enterarse de lo que supiera Sirius Black acerca de la protección de Harry y Dana. Recordó las palabras de Lucius: cuanto más unidos estuvieran Sirius y Dana, mejor sería para su plan. Y, aunque Susan March fuera sólo una molestia, Sheila se dio cuenta de que no podía correr el riesgo de que ella se interpusiera entre los dos. Tendría que quitarla de en medio. Y se le estaba ocurriendo el mejor modo de hacerlo. Cuando llegó a su casa, después de dejar la capa colgada en el perchero, cogió un trozo de pergamino y una pluma, y, sonriendo para sus adentros, comenzó a escribir una carta.

*

Dana seguía enfadada cuando llegó a su casa, pero tuvo que disimular. Habría preferido morirse antes que dejar que Sirius supiera que Susan y ella se habían peleado. Sirius no sabía nada de la enemistad entre Susan y Dana, y esta prefería que siguiera así. No obstante, a pesar de los esfuerzos de Dana por comportarse de modo normal, Sirius se dio cuenta de que le pasaba algo extraño, pero, como cuando le preguntó, ella contestó que no ocurría nada, decidió dejarlo así. Al día siguiente hablaron con Remus a través de la chimenea, y Dana comprobó que no se había equivocado mucho en lo que le dijo a Sheila: aunque pálido y con aspecto desmejorado, Remus se encontraba mejor, y volvería al trabajo la semana siguiente.

El lunes, cuando Sirius y Dana llegaron al Centro de Aurores, vieron que había bastante revuelo. El agente Thomas, que ya estaba allí, les contó que uno de los mortífagos que estaban detenidos había confesado que había una casa abandonada donde ocultaban varios objetos, libros y pociones. Habían escogido a varios agentes y en ese momento se dirigían hacia allí para incautar todo lo que pudiesen y detener a alguien si se encontraba allí.

La mañana transcurrió con normalidad. Tanto Sirius como Dana estuvieron ocupados, cada uno con las respectivas llamadas de urgencia que les fueron asignadas. A mediodía, Sirius volvió al Centro de Aurores para irse a comer con su novia y sus amigos como era habitual, pero, al llegar, se encontró con que ninguno de ellos estaba allí. Remus aún seguía en su casa, ya que aún no había terminado la luna llena y se encontraba demasiado débil para ir a trabajar, y Dana y Angelina habían salido a toda prisa porque habían alertado de un atraco en una tienda y ellas eran las únicas agentes disponibles, de modo que Sirius no tuvo más remedio que irse a comer solo. Fue al restaurante donde solían ir habitualmente y comió un bocadillo en la barra. Al cabo de un cuarto de hora terminó, pagó, y salió a la calle, dispuesto a volver al Centro de Aurores, cuando oyó una voz que le llamaba.

-¡Sirius!-.

Se giró, y vio a una persona frente a él. Hacía tiempo que no la veía, pero la reconoció inmediatamente. Era Susan.