13.- Está claro que la maldición cruciatus la ideó una mujer con muchos hijos…
Harry fue conducido hasta la enfermería por Hermione a un paso lo más rápido posible teniendo en cuenta el estado en el que el muchacho se encontraba, mientras que el pelirrojo corrió hasta la enfermería para avisa a la enfermera de que era lo que estaba pasando en aquellos momentos.
Por su parte, el resto de gryffindors habían corrido hasta la clase de transformaciones para avisar a su Jefa de Casa sobre la situación en la que se encontraban.
- Vamos Harry, un poco más, ya estamos muy cerca de le enfermería.- Lo animaba la gryffindor.
- 'Mione, no puedo… Duele mucho.
- Piensa que dentro de un rato podrás ver a tu bebé.
Cuando llegaron a la enfermería la señora Pomfrey los esperaba con nerviosismo, a la vez que la profesora McGonagall, que había cambiado sus túnicas habituales, por una blanca muy parecida a la que estaba utilizando la enfermera escolar.
- Muchas gracias por su ayuda, señorita Granger, pero tendrá que esperar fuera.- Dijo la enfermera mientras McGonagall cogía al muchacho por los hombros y lo conducía hacía otro cuarto.
- Pero señora Pomfrey… ¡Harry no puede estar solo!- Se quejó la muchacha.- ¡Déjeme estar con él!
- Señorita Granger, o sale usted por su propio pie, o no tendré más remedio que echarla. ¡Ahora fuera!
De mientras McGonagall llevó a Harry hasta otra habitación que llevaba ya varios días preparada para cuando llegara el momento, aunque cuando el muchacho vio lo que le esperaba allí dentro se paró en seco.
- ¿Qué…?
Allí había una camilla algo extraña, con la que el cuerpo estaría semi-incorporado, pero no era eso lo que le había asustado, sino los estribos de metal y cuero que había en ella.
- Señor Potter, quítese la ropa y póngase este traje de hospital por favor. Puede dejarse los bóxers.- Dijo McGonagall.
- Pero…
- Señor Potter, haga lo que le he dicho. Si lo prefiere, yo no miraré pero haga le favor de hacer lo que le he indicado.
El muchacho no tuvo más remedio que hacer lo que le habían dicho; aunque lo hizo lo más rápido que pudo, no solo por la vergüenza, sino también porque supo que si le daba una contracción en esos momentos, no podría seguir. Una vez acabó de cambiarse; McGonagall lo condujo hasta la camilla y lo hizo tumbarse en ella para luego poner sus piernas en los estribos de metal y cuero. Luego la mujer tuvo el pensamiento de colocarle una sábana por encima de sus boxers, que habían sido bajados un poco de forma que tapaban por poco su intimidad.
- Permanezca tranquilo, señor Potter, voy a terminar de desinfectarme.
El muchacho observó como la mujer salía de la habitación dejándolo en lo que según él, era la posición más vergonzosa en la que había estado en toda su vida; y mira que había estado en posiciones vergonzosas, pero como ahora, ninguna.
Una contracción especialmente violenta le hizo apretar los dientes y coger con fuera el borde de la camilla. Aquel dolo era realmente insoportable, ni siquiera la maldición cruciatas podía compararse a lo que estaba sufriendo en esos momentos… oh, como quería el poder pillar a la persona que le había puesto en esta situación y hacerle sentir como mínimo la mitad de lo que él estaba sufriendo. Cuando pasó al fin el dolor de esa contracción, se relajó contra la camilla, respirando con dificultad mientras trataba de evitar el que el sudor le entrara en los ojos.
- ¡Harry!
La voz de Remus le hizo girarse hacía la puerta y sonreír de forma cansada. El hombre lobo se encontraba en la puerta del cuarto y lo miraba con preocupación. Si no hubiera sido por lo cansado que estaba, Harry se hubiera puesto a reír descontroladamente. Jamás se imaginó que el mundo mágico imitara más o menos la ropa que usaban los hospitales muggles… por eso, la imagen de Remus vestido con lo que parecía túnica blanca de hospital y un gorrito, pues era bastante hilirante.
- Remus… has venido.- Dijo el adolescente.
- Tan rápido como he podido.- Le respondió el hombre lobo sonriéndole con cariño a la vez que le limpiaba el sudor con un paño húmedo.
- ¿Dónde está la señora Pomfrey?
- Todavía está desinfectándose… y la profesora McGonagall otro tanto de lo mismo.
El muchacho sonrió imaginándose a s estricta profesora de transformaciones con la misma túnica blanca y gorrito que el que estaba llevando Remus, pero otra dolorosa contracción le hizo ahogar un grito y apretar la mano de Remus con fuerza.
Fue en ese momento que la señora Pomfrey decidió entrar a la habitación, seguida de la profesora McGonagall. La enfermera frunció el ceño cuando vio al muchacho y exclamó.
- ¡Harry James Potter, no te atrevas a empujar!
- Duele…- Murmuró el aludido mientras trataba de hacer caso a la enfermera.
- Ya lo sé, cielo, pero no podemos darte ninguna poción contra el dolor….- Le explicó McGonagall.- Podría tener una contra reacción con tu magia y la del bebé.
- Duele…
- ¿Por qué no puede empujar?- Preguntó Remus a la enfermera.
- La apertura no es lo suficientemente grande.- Explicó la enfermera.- Si empuja podría romperle el cuello al bebé, debemos esperar.
La enfermera controló a Harry como un halcón hasta que la contracción pasó y luego se acercó hasta un grupo de instrumentos de metal, que tenían un aspecto bastante siniestro, y McGonagall se acercó a Remus con varias redomas de pociones.
- Remus, dale un sorbo de esta poción entre contracción y contracción.
- No habíais dicho que podía…
- Eso es solo con la poción contra el dolor. Los ingredientes de esa poción son contraproducentes en un parto, pero esta es una poción de energía, no le hará nada.- Viendo la expresión del hombre lobo añadió.- Los partos masculinos suelen ser bastante largos.
El hombre suspiró y asintió, mientras se giraba para darle un sorbo de poción. Aunque tan solo había tenido unas cuantas contracciones, el muchacho ya se veía pálido y agotado… si todo seguía sí, solo sería gracias a la poción que el adolescente sería capaz de tener las fuerzas suficientes como para aguanta todo el parto.
El proceso de dilatación iba muy despacio, pero a pesar de eso, las contracciones eran bastante seguidas e intensas. Durante esos momentos, la enfermera estaba a su lado controlando que todo fuera bien, sí como comprobando que el chico no empujara aún. Observaba cuanto más había dilatado, y comprobaba el reloj. Desde que comenzó las primeras contracciones, durante la clase de pociones habían pasado ya siete horas y apenas había dilatado tres centímetros cuando eran necesario ocho para que pudieran comenzar en serio.
Aunque no lo dijera, la enfermera estaba preocupada, sabía que una vez alcanzara los ocho centímetros tendría un parto largo y doloroso, y el chico estaba completamente agotado, si todo seguía así tendría que darle algo de ayuda.
Remus por su parte hacía todo lo que podía por ayudar a su ahijado no oficial. Le daba un sorbo de poción entre contracción y contracción, le daba agua (a través d en cubito de hielo) y le limpiaba el sudor, pero no podía evitar el pensar que estaba durando demasiado. Cada vez que la señora Pomfrey venía a comprobar cuando había dilatado, esperaba que le dijera al muchacho que ya podía comenzar a empujar, pero esta indicación no llegaba.
Cuando el muchacho llevaba aproximadamente unas catorce horas de parto, la enfermera se acercó hasta él con una expresión decidida.
- Harry, el proceso se está alargando demasiado… solo llevas seis centímetros de dilatación, pero por propia seguridad no podemos esperar más. Dijo la señora Pomfrey.- Voy a hacer algo que acelerará el proceso, pero te dolerá.- El muchacho solo pudo asentir, y la enfermera se acercó hasta los instrumentos de metal, antes de acercarse con lo que parecía un bisturí.- Te voy a abrir yo misma los dos centímetros que te faltan. Va a doler, pero no tanto como si tuvieras que esperar otras cuatro o cinco horas para que dilatara solo.- Explicó Pomfrey.
El muchacho la miró asustado por unos momentos, antes de que la mujer, ignorando su expresión hiciera una pequeña incisión a cada lado de la apertura. Dolió; dolió mucho. El muchacho cerró los ojos y dejó que la mujer hiciera lo que era necesario. Durante unos minutos notó como le presionaban algo contra el vientre y poco después lo retiraban.
- Bien, Harry, ahora sí, quiero que cuando tengas otra contracción empujes con todas tus fuerzas, ¿bien?- El muchacho asintió y vio como la mujer colocaba sus manos a cada lado de su vientre.- Muy bien… uno, dos, tres ¡empuja!
El muchacho reunió todas sus fuerzas para dar el empujón que le pedía la enfermera. En cierta forma aquello representaba un alivio, había tenido el impulso de empujar desde hacía muchas horas y solo por las instrucciones de la enfermera se había contenido de hacerlo.
Esta nueva rutina permaneció durante un poco más de una hora, en las que el muchacho fue empujando con cada contracción que tenía y con Remus dándole un poco de poción energética durante el descanso entre empujón y empujón. Oh, que ganas que tenía de hacerle daño al responsable de todo esto; en cuanto volviera a ver a Malfoy le pensaba dar un puñetazo en toda la cara.
- Vamos Harry, otro empujón.- Dijo la señora Pomfrey.
- No puedo más.- Murmuró el chico.
- Venga Harry, ya casi está.- Le instó McGonagall.- Ya casi se le ve la cabeza.
El muchacho hizo lo que le pidieron y notó como algo pasaba por la apertura. Supuso que ya había salido la cabeza.
- Muy bien, Harry, ya ha salido la cabeza, solo faltan dos empujones más, solo dos más.
Un empujón más tarde, sintió como si sacarán un tapón de su interior y se escuchó un llanto por toda la enfermería.
- Muy bien, Harry, ya está, ya ha nacido. Ahora otro empujón para sacar la placenta y ya estará.- Le dijo Pomfrey sonriendo.
- ¿Qué es?- Preguntó Harry una vez todo había acabado y McGonagall se acercaba con el bebé.
- Una niña,- le sonrió la profesora.- una preciosa niña.
El muchacho sonrió mientras cogía a su pequeña y la miraba feliz. Todo el esfuerzo, todo el dolor de las pasadas dieciséis horas, había valido la pena.
Na: Bueno… aquí estamos. Por fin ha tenido al bebé! Espero que os haya gustado el capítulo, porque me costó bastante… jejeje… bueno… a decir verdad tenía muy claro que quería que pasara, y también cual iba a ser el sexo del bebé… aunque reconozco que estuve dudando hasta el momento en el que comencé a escribir el capítulo. Inicialmente iba a acabar la historia justo aquí, porque mi intención era solo narrar el embarazo… pero ahora creo que no puedo dejarlo… lo encuentro cojo, así que ya veremos que es lo que sale…
Por cierto, a ver quien me adivina como se va a llamar el bebé… jejejeje… un beso a todos.
Irethy.
