Hola, en primer lugar, quiero disculparme por el restraso. En segundo
lugar, ¡feliz Navidad! Aquí tenéis como regalo este nuevo capítulo.
Ceywen: Parece que efectivamente odias a Susan :-P Lo va a pasar un poco mal en estos capítulos, así que igual te replanteas el asunto y acabas teniendo pena de ella.
Frida: Me parece que tienes un problema con los nombres, llevas dos reviews confundiendo a Dana con Sheila :-P Al primo de Remus, el hombre lobo le mató inmediatamente después, vuelve a leerlo y lo verás.
Magical *Starfish* Me: ¿Como un adolescente? Bueno, admito que está ilusionado, pero es un hombre tímido, y además eso pasa en todas las edades.
Sybill: Sí, la verdad es que ya tardaban en darse el beso, pero ya lo han hecho... y lo que seguirá después.
Synn: Sé a qué capítulo del quinto libro te refieres, pero no he leído ese libro, ni lo voy a leer, por lo que le pasa a ya sabes cuál personaje. Respecto a que Remus piense en el hombre lobo que le atacó como un "ser", bueno, yo entiendo que un licántropo es un monstruo durante la luna llena, aunque el resto del tiempo sea una persona normal.
Misao Wood: Me alegro de que te gustara, aunque repito lo que he dicho ya, puede que empieces a tener pena de Susan.
*
PROBLEMAS SENTIMENTALES
Al día siguiente, a la Oficina Central del Cuerpo de Aurores del Ministerio de Magia llegó una lechuza llevando una carta sin remite en la cual decía que había un almacén abandonado, que había sido usado hacía tiempo por muggles, que los mortífagos estaban utilizando para guardar material y hacer reuniones. Inmediatamente, se organizó un grupo de agentes para asaltarlo. Aunque Dana, Sirius y Angelina no participaron en esa misión, ya que se encontraban patrullando, oyeron hablar de ella en cuanto volvieron de la jornada de trabajo. La misión ya había concluído para entonces, y los tres se dieron cuenta al llegar de que había sucedido algo; la gente estaba más inquieta de lo habitual, y había un par de periodistas esperando para hablar con el agente Hardman.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Dana sorprendida en cuanto llegaron.
-¿No lo sabéis?- les dijo el agente Thomas, acercándose a ellos- esta mañana ha llegado una carta anónima al Ministerio de Magia dando la dirección de un almacén donde los mortífagos guardaban material. Se ha organizado un grupo de aurores para ver qué había allí, y era cierto; se trataba de uno de los mayores escondites que hemos descubierto hasta ahora. Todo el material que había allí se ha tenido que repartir entre varios centros para que lo cataloguemos y veamos si podemos hallar la identidad de algún mortífago más-.
-¿Había muchos mortífagos vigilándolo?- preguntó Sirius.
-No, y eso es lo raro- dijo Thomas- yo no fui, pero algunos aurores de aquí sí, y me dijeron que allí no había nadie. Entraron y se llevaron el material sin ningún problema. Parecía que el almacén estuviera realmente abandonado-.
-¿Dejaron un almacén lleno de material sin vigilancia?- preguntó Dana con incredulidad- ¿no será una trampa?-.
-Eso temían- dijo Thomas- pero le han hecho varias pruebas y al parecer no tienen ningún maleficio ni nada parecido-.
Por la tarde, Dana y Sirius fueron de los que se quedaron catalogando el material. Al principio lo manejaron con cuidado, temiendo que hubiera algún maleficio que las pruebas no hubiesen detectado, pero no ocurrió nada. Cuando terminó su jornada de trabajo los dos estaban agotados, y aún así hubo agentes que se quedaron de guardia aquella noche continuando el trabajo, ya que la cantidad de materiales incautados había sido muy grande.
*
Al día siguiente, Dana y Sirius fueron como siempre al trabajo, a primera hora de la mañana. Cuando estaban a punto de entrar, vieron a Remus, que llegaba al mismo tiempo que ellos. Dana suponía que habría novedades respecto a la captura de mortífagos teniendo en cuenta todo el material que estaba siendo revisado, pero no podía imaginar la que se les venía encima. Cuando entraron, vieron a Angelina ir hacia ellos con la cara desencajada.
-¿Os habéis enterado?- preguntó.
-¿De qué?- preguntó Dana.
-Han detenido a otro mortífago- dijo Angelina- no os váis a creer quién es-.
-¿Quién?- preguntó Remus.
-Susan. Susan March-.
Dana se quedó mirando a Angelina con la boca abierta. Pensaba que Susan March era una zorra estúpida y desagradable, pero no se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que fuera una mortífaga. Desvió la mirada hacia Sirius, y vio que tenía una mueca de incredulidad en el rostro.
-¿Cuándo ha sido?- preguntó.
-Ayer por la noche. Los aurores que se quedaron de guardia revisando los objetos incautados les aplicaron el hechizo identificador que señala a la última persona que tocó el objeto, y tres de ellos dieron el nombre de Susan March. Al cabo de un par de horas fueron a su casa y la detuvieron. Al parecer, no se lo esperaba, porque estaba en la cama. Según me han contado, se puso a llorar y a decir que ella no era una mortífaga y que no entendía qué estaba pasando, pero, naturalmente, no la creyeron. Supongo que la mandarán a prisión preventiva hasta que se celebre el juicio-.
No tuvieron mucho tiempo para seguir comentando aquella noticia, ya que se fueron a cumplir con sus respectivos trabajos. Remus se fue a la cabina a atender las llamadas de emergencia, y Sirius, Dana y Angelina a cumplir con las misiones que tenían ese día. No obstante, Sirius no se pudo sacar de la cabeza la noticia de la detención de Susan. No lo podía creer. De todas las personas que conocía, Susan era la que tenía menos probabilidades de convertirse en una mortífaga. No era sólo por su carácter pacífico, sino porque era demasiado cobarde como para meterse en un asunto en el que se arriesgara a ir a la cárcel o a sufrir algún peligro físico. Y además estaba la conversación que habían tenido. Sirius había visto muchos mortífagos en su vida, y, aunque Peter había conseguido engañarle, sabía que la mirada de su ex novia no era la mirada de un mortífago, ni tampoco su comportamiento. No sabía por qué, pero algo en su interior le decía que Susan era inocente. No obstante,e staba el hecho de que habían encontrado sus huellas en tres objetos de los incautados a los mortífagos el día anterior, y aquello era una importante prueba en su contra. Sirius decidió que en cuanto volviera al Centro de Aurores para la comida leería los informes acerca de la detención. Tal vez ahí pudiera encontrar la explicación a todo aquello.
*
Dana estaba cansada cuando terminó su jornada de trabajo. Había tenido un día bastante duro, primero impidiendo que dos magos se batieran en duelo, y luego deteniendo a un tipo que había intentado matar a su cuñado con una maldición. Cuando finalmente volvió al Centro de Aurores y entró en el vestuario para cambiarse de ropa, sólo pensaba en llegar a su casa y descansar un poco. Cuando salió, Sirius ya estaba esperándola. Dana notó que estaba bastante callado, pero dado que ella también estaba más silenciosa de lo habitual debido al cansancio, no le dio demasiada importancia. Sin embargo, cuando vio que Sirius parecía distraído durante la cena y también después, mientras estaban en el salón, se dio cuenta de que pasaba algo extraño.
-Sirius, ¿te pasa algo?- le preguntó.
Sirius levantó la cabeza, como sobresaltado.
-¿Eh? No, no me pasa nada... Dana, ¿podrías coger ese libro de ahí, por favor?-.
-¿Por qué?- preguntó Dana, acercándose a la estantería para cogerlo- ¿qué pone?-.
-No es para que lo leas. Cógelo. No, así no. Cógelo así-.
Tomó la mano de Dana y le colocó los dedos alrededor del libro en una posición muy extraña. Dana trató de sujetarlo, pero le fue imposible.
-Así no puedo- dijo.
-¿Estás segura?- preguntó Sirius- vuelve a intentarlo-.
-Ya te he dicho que así no puedo sostener el libro- dijo Dana- ¿a qué viene todo esto?-.
-A que Susan es inocente- contestó Sirius.
Dana sintió como si le hubieran pegado un puñetazo en la cara.
-¿Qué?-.
-Esa es la posición en la que sus dedos estaban en la cubierta del libro que tocó. Pero, como ves, es imposible que nadie coja un libro en esa posición-.
-¿Qué... qué estás diciendo?- preguntó Dana, confundida- ¿desde cuando te has convertido en su defensor?-.
-Oye, supuse que ibas a reaccionar así- dijo Sirius- sólo quiero dejarte claro que esto no tiene nada que ver con lo que hubo entre ella y yo-.
-Qué rápido te justificas, cuando yo aún no te he dicho nada- dijo Dana, mirándole con recelo. A su mente volvió la pelea que había tenido con Susan en el centro comercial. Entonces creía que ella y Sirius no se habían vuelto a ver, pero ahora ya no estaba tan segura.
-Ya, pero te conozco y sé lo que piensas-.
-Sirius, han detenido a Susan después de comprobar que tocó objetos que se encontraban en un almacén de los mortífagos. ¿Qué importa que sus dedos estuvieran en una posición un poco extraña? Todas las pruebas apuntan a ella-.
-Sí, eso fue precisamente lo que dijeron de mí- dijo Sirius, cruzándose de brazos.
-Esa no es la cuestión- dijo Dana- te sientes identificado con ella, ¿no? Con la situación en la que ella está. ¿O es que te has emocionado al verla después de todos estos años?-.
-Oye, no se trata de eso, de verdad. Tú no conoces a Susan, pero yo sí, y lo de ser un mortífago le pega tanto como a mí, o a tí. Ella no es así, de verdad. Además, cuando estuvimos juntos el otro d...
Sirius se dio cuenta demasiado tarde de lo que acababa de decir. Se calló, pero ya era tarde. Dana se puso pálida y miró a Sirius con una mezcla de horror e incredulidad. Luego, en sus ojos apareció otra emoción: la ira.
-¿Tú y ella qué?- preguntó con un hilo de voz.
"Mierda" pensó Sirius.
-No, Dana, espera, no pasó nada. Sólo estuvimos hablando. Me la encontré y nos tomamos algo juntos. Eso fue todo, te lo juro-.
-Ah, ¿sí?- preguntó Dana, alzando la voz- ¿y por qué no me lo habías contado?-.
Aunque Sirius decía la verdad, la expresión de su cara reflejaba justo lo contrario. Eso hizo que las dudas que albergaba Dana se disiparan. Sintiendo que la ira y el dolor le invadían el pecho, sacó la varita y apuntó a Sirius con ella. Por suerte, él fue más rápido y la apuntó a su vez con la suya.
-¡Expelliarmus!- exclamó. La varita de Dana se escapó de entre sus dedos y voló hasta su mano.
-¡Devuélveme la varita, cobarde!- gritó Dana- ¡devuélvemela!-.
-Dana, por favor, escúchame, no he estado con ella, te lo juro. Sólo estuvimos hablando. Ella es inocente, esto no tiene nada que ver-.
-¡No pienso creer en la inocencia de una tía que me llamó sangre sucia delante de mis amigas!- exclamó Dana, descontrolada.
-¿Que ella te llamó qué?- preguntó Sirius con asombro- ¿cuándo fue eso?- .
-El fin de semana pasado- contestó Dana, que hubiera preferido que Sirius no se enterara de aquello- me la encontré en el centro comercial cuando iba con Angelina y Sheila, y se puso a insultarme y a decir que una sangre sucia como yo no debería estar contigo-.
-¿Y has esperado hasta ahora para decírmelo?- preguntó Sirius, cruzándose de brazos- ¿sabes? creo que aquí hay alguien que oculta cosas, pero no se trata de mí-.
-¡Esta sí que es buena!- exclamó Dana- ¡me engañas con tu ex novia y encima me acusas de mentirosa!-.
-¡Yo no te he engañado con nadie!- gritó Sirius, perdiendo los estribos.
-¿Y por qué no me dijiste que habías visto a Susan?- preguntó Dana.
-¡Para evitar una situación como esta!- exclamó Sirius.
-Ya. Claro- Dana miró a Sirius con furia- creo que esta noche dormiré en la habitación para invitados-.
Se giró, y, antes de que Sirius pudiera decir nada, Dana subió las escaleras y entró en la habitación. Se tendió en la cama, y sintió que las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. No podía creer lo que acababa de pasar. Sabía que Susan quería volver con Sirius, pero no se le había pasado por la cabeza que ya se hubieran visto. ¿Y qué había pasado entonces? Dana no lo sabía, pero no podía quitarse de la mente la cara de culpabilidad de Sirius cuando dijo que había estado con Susan. ¿Por qué había puesto esa expresión, si realmente no había ocurrido nada? Dana sintió que una desesperación creciente se apoderaba de ella. Aunque a ella y a Sirius les iba bien, Dana no podía olvidarse de que él era quince años mayor que ella. Temía que algún día Sirius pudiera fijarse en una mujer más mayor, aunque no tenía ningún motivo real para ello y la mayoría de las veces no pensaba en eso. Pero luego había aparecido Susan, la ex novia de Sirius, una mujer guapa que había tenido una relación con él, era de su edad y había sido bruja toda su vida. Aunque no quería admitirlo ante sí misma, gran parte del odio que Dana le tenía era a consecuencia de su temor a que Sirius la dejara por ella. Y ahora la habían acusado de mortífaga y Sirius había corrido a defenderla y se había visto con ella sin decirle nada. Dana hundió la cara en la almohada y rompió a llorar, sintiendo que los celos y la desesperación la quemaban por dentro.
*
Al día siguiente, apenas se dirigieron la palabra. Dana no quería hablar con Sirius, y Sirius, por su parte, estaba enfadado con Dana. Había estado dándole vueltas a la discusión que habían tenido la noche anterior, y no entendía por qué Dana había decidido por las buenas que él le había sido infiel con Susan. En los tres años que llevaban juntos, Sirius no había sido infiel a Dana en ningún momento. Tampoco había sentido deseos de serlo. La amaba con todo su corazón, y después de todo aquel tiempo, seguía sintiendo una excitación casi dolorosa cada vez que hacía el amor con ella. Siempre la había tratado bien y nunca habían tenido ningún problema grave. Y ahora, sólo porque se negaba a creer que Susan March, una mujer a la que él creía conocer bastante bien, fuera una mortífaga, Dana se ponía hecha una furia y le acusaba de estar engañándola. Sirius admitía que debería haberle contado el encuentro que había tenido con Susan, pero le había parecido una tontería hacerlo. ¿Por qué contarle que se había encontrado a su ex novia por casualidad y esta le había pedido que volvieran a estar juntos, si él la había rechazado y no había pasado nada, teniendo en cuenta lo poco que le gustaría a Dana la noticia? Además, ella tampoco le había dicho a él que ya conocía a Susan y que se habían peleado en un centro comercial. No obstante, lo que más le dolía a Sirius era que Dana no confiase en él. Ni siquiera había querido escuchar lo que había pasado. Le había gritado y luego se había ido a la habitación para invitados. Bien, pensó Sirius, si esa era la actitud de Dana frente a aquel problema, él no iba a ir detrás de ella para solucionarlo como si tuviera algo de lo que avergonzarse. De modo que los dos se arreglaron y desayunaron casi sin mirarse y salieron hacia el trabajo en silencio.
En el Centro de Aurores, Remus no se dio cuenta de que pasara nada raro entre Sirius y Dana. En primer lugar, porque ambos se fueron bastante rápido a ocuparse de los casos que tenían ese día, y, en segundo lugar, porque tenía la cabeza en otra parte. Sus pensamientos estaban centrados en Sheila, en la forma en que se habían besado, en sus ojos, en su sonrisa, en su cabello ondulado. Le costaba trabajo concentrarse en las llamadas que recibía. Habían vuelto a quedar otra vez, y Remus no recordaba haberse sentido así con ninguna otra chica. Ahora que ya había superado los nervios y el temor a no ser correspondido, podía fijarse más en las cosas que decía y en cómo se comportaba, y cada segundo que estaba con ella se sentía feliz. Entonces, recordaba que tendría que decirle que era un hombre lobo, y aquello le producía una enorme inquietud. Tenía miedo de perderla si ella se enteraba de lo que era, pero sabía que tenía que decírselo. No se dio cuenta de que a la hora de comer Dana y Angelina se iban solas y Sirius se acercaba a él bastante más serio de lo habitual.
-Remus. ¡Eh, Remus! ¿Has escuchado algo de lo que te he dicho?-.
-¿Qué?- Remus se giró- perdona, no te he oído. ¿Qué dices?-.
-Dana y yo nos peleamos ayer- dijo Sirius con el rostro sombrío.
-¿Por qué?- preguntó Remus, mirándole sorprendido.
-Cree que la he engañado con Susan- contestó Sirius- le dije que creía que era inocente, y luego se enteró de que había hablado con ella el otro día, y pensó que si no se lo había contado es porque me había liado con ella. Te lo acabo de decir, pero no me estabas escuchando. ¿Qué te pasa?-.
-Es por Sheila- dijo Remus- ahora estamos juntos y estoy bien con ella, hacía tiempo que no sentía algo así por nadie. Pero tengo miedo de decirle que soy un hombre lobo. Sé que no se lo voy a poder ocultar siempre, pero no soporto la idea de decírselo y que me deje. No sé qué hacer-.
-Con las mujeres nunca se sabe- dijo Sirius, mirando con desánimo su plato de comida- cuando les cuentas algo, piensan mal de tí, y cuando no se lo cuentas, si se enteran creen que si no se lo contaste fue porque has hecho algo malo y se enfadan contigo-.
Remus miró a Sirius exasperado. Se sentía mal, y su amigo no le estaba ayudando precisamente. Cuando volvió a casa del trabajo, Sheila apareció en su chimenea.
-Hola- dijo- ¿estás muy cansado?-.
-No mucho- respondió Remus- ¿por qué?-.
-Me gustaría que fuéramos a un sitio-.
-¿A dónde?-.
-No te lo voy a decir- dijo Sheila con una sonrisa traviesa- lo verás cuando lleguemos. Ven a mi casa por la chimenea, vamos-.
-De acuerdo- dijo Remus, algo sorprendido. Se volvió a poner la capa, y un momento después estaba en casa de Sheila. Ella no iba vestida con la elegancia habitual, sino que llevaba una túnica bonita, pero cómoda, y unos zapatos también más cómodos.
-Coge uno- le dijo, señalándole dos pequeños objetos que estaban encima de la mesa. Remus los miró, y vio que parecían pequeñas monedas de color plateado. Luego, miró a Sheila, confuso, pero finalmente tomó en sus manos el pequeño objeto. Entonces, sintió que sus pies se despegaban del suelo, y se dio cuenta de que estaba viajando por medio de un traslador. Luego, cayó al suelo. Al levantar la vista, se quedó sin palabras. Estaba en una enorme explanada, en la que había enormes atracciones llenas de luces de colores y de gente. Delante de él había una puerta con un cartel en el que ponía "Parque de atracciones mágico". Remus se giró y miró a Sheila, que había aparecido a su lado.
-¿Y esto?- preguntó Remus.
-Tienes que divertirte un poco- dijo Sheila- vamos, ven-.
Le cogió de la mano y lo llevó hasta la puerta. Entregaron las entradas, que eran aquellos pequeños objetos plateados, y entraron. Remus no había estado en un parque de atracciones desde que era un adolescente, y la verdad es que le apetecía volver a vivir aquellas sensaciones. Había una montaña rusa voladora, una casa del terror donde había boggarts escondidos, un tiro al blanco de leprechauns, en los que había que acertar una pelota a través de un círculo que formaban los duendes, lo cual no era fácil porque cambiaban constantemente de sitio, y muchas cosas más. Remus y Sheila subieron a casi todo, y, durante ese tiempo, Remus se sintió libre y feliz, como hacía mucho tiempo que no se sentía. Era maravilloso oír las exclamaciones de emoción de Sheila en las atracciones más rápidas, o sentir su mano estrechando la suya cuando varios magos disfrazados de vampiros les sorprendieron en la casa del terror, y saber que ella era su novia, que estaba enamorado de ella y ella le correspondía.
Era ya tarde cuando los dos llegaron a casa de Remus, después de haber cenado unos bocadillos en el parque de atracciones. Cuando entraron, Remus fue a darle a Sheila los polvos flu para que volviera a su casa, pero ella le detuvo, le atrajo hacia sí y le besó.
-¿Quieres que me vaya tan pronto?- preguntó.
-Eh... yo... -Remus se puso un poco colorado.
Sheila le abrazó y volvió a besarle. Remus se puso un poco tenso. No era la primera vez que estaba con una chica, pero hacía tiempo que no tenía relaciones. Se moría de ganas por estar con ella, y sin embargo, no podía relajarse. Un pensamiento le rondaba en la cabeza, y no podía librarse de él. Y cuando ella hizo ademán de desabrocharle la túnica, se dio cuenta de que no podía hacerlo. No sin decirle la verdad. No sin decirle lo que él era. No era capaz de llegar a aquel punto engañándola.
-Sheila, no- dijo, apartándose.
Ella le miró con extrañeza.
-¿Qué te pasa?-.
-Yo... -Remus tragó saliva. Sabía que había llegado el momento de decírselo, pero tenía miedo.
-Remus, dime qué te pasa- Sheila le miró con preocupación.
-Siéntate- le dijo Remus, señalando el sofá.
Ella se sentó, y él se sentó a su lado. Remus respiró hondo.
-Hay algo que tengo que decirte. Cuando yo... cuando yo tenía seis años, me fui de vacaciones con mis padres. A un campamento. Y yo... bueno, tenía unos primos un poco más mayores que yo. Y me desafiaron a ir al bosque por la noche. Yo tenía miedo, pero a pesar de todo fui. Y en el bosque había... -Remus comenzó a temblar- en el bosque había un hombre lobo. Yo... yo intenté escapar, pero no pude. Mató a uno de mis primos... y a mí me mordió...
Miró a Sheila. La chica se había puesto tensa y miraba asombrada a Remus.
-No... no soy peligroso- dijo Remus con rapidez- hay una poción que me hace inofensivo durante las transformaciones, conservo la mente humana. Lo que quería saber antes de que fuéramos más lejos es si quieres seguir conmigo a pesar de esto-.
Ella se mantuvo en silencio.
-No lo sé- contestó finalmente- no... no me esperaba esto. No puedo pensar con claridad. Yo... yo necesito pensar en esto. La verdad, no sé qué decir-.
Remus sintió que la tristeza se apoderaba de él.
-Tengo que irme- dijo Sheila, levantándose- lo pensaré. Ya te llamaré, ¿vale?-.
-De acuerdo- dijo Remus con voz apagada. Se acercó a Sheila para darle un beso de despedida, y ella se lo devolvió, pero de un modo frío, sin nada que ver con los besos apasionados que le había dado antes. Luego, se acercó a la chimenea y desapareció por ella.
Remus se sentó en el sofá. Se maldecía a sí mismo por haberle dicho la verdad a Sheila, pero, sin embargo, sabía que no tenía opción. No podía acostarse con ella sin decírselo, aunque temía la reacción que ella había tenido; dar media vuelta y marcharse. En ese momento, Remus estaba seguro de que no volvería a ver a Sheila. Pensando que su destino era quedarse solo y que jamás encontraría a una mujer que le aceptase, se levantó del sofá y se dirigió a su habitación, sintiendo que las lágrimas corrían por sus mejillas.
Ceywen: Parece que efectivamente odias a Susan :-P Lo va a pasar un poco mal en estos capítulos, así que igual te replanteas el asunto y acabas teniendo pena de ella.
Frida: Me parece que tienes un problema con los nombres, llevas dos reviews confundiendo a Dana con Sheila :-P Al primo de Remus, el hombre lobo le mató inmediatamente después, vuelve a leerlo y lo verás.
Magical *Starfish* Me: ¿Como un adolescente? Bueno, admito que está ilusionado, pero es un hombre tímido, y además eso pasa en todas las edades.
Sybill: Sí, la verdad es que ya tardaban en darse el beso, pero ya lo han hecho... y lo que seguirá después.
Synn: Sé a qué capítulo del quinto libro te refieres, pero no he leído ese libro, ni lo voy a leer, por lo que le pasa a ya sabes cuál personaje. Respecto a que Remus piense en el hombre lobo que le atacó como un "ser", bueno, yo entiendo que un licántropo es un monstruo durante la luna llena, aunque el resto del tiempo sea una persona normal.
Misao Wood: Me alegro de que te gustara, aunque repito lo que he dicho ya, puede que empieces a tener pena de Susan.
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PROBLEMAS SENTIMENTALES
Al día siguiente, a la Oficina Central del Cuerpo de Aurores del Ministerio de Magia llegó una lechuza llevando una carta sin remite en la cual decía que había un almacén abandonado, que había sido usado hacía tiempo por muggles, que los mortífagos estaban utilizando para guardar material y hacer reuniones. Inmediatamente, se organizó un grupo de agentes para asaltarlo. Aunque Dana, Sirius y Angelina no participaron en esa misión, ya que se encontraban patrullando, oyeron hablar de ella en cuanto volvieron de la jornada de trabajo. La misión ya había concluído para entonces, y los tres se dieron cuenta al llegar de que había sucedido algo; la gente estaba más inquieta de lo habitual, y había un par de periodistas esperando para hablar con el agente Hardman.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Dana sorprendida en cuanto llegaron.
-¿No lo sabéis?- les dijo el agente Thomas, acercándose a ellos- esta mañana ha llegado una carta anónima al Ministerio de Magia dando la dirección de un almacén donde los mortífagos guardaban material. Se ha organizado un grupo de aurores para ver qué había allí, y era cierto; se trataba de uno de los mayores escondites que hemos descubierto hasta ahora. Todo el material que había allí se ha tenido que repartir entre varios centros para que lo cataloguemos y veamos si podemos hallar la identidad de algún mortífago más-.
-¿Había muchos mortífagos vigilándolo?- preguntó Sirius.
-No, y eso es lo raro- dijo Thomas- yo no fui, pero algunos aurores de aquí sí, y me dijeron que allí no había nadie. Entraron y se llevaron el material sin ningún problema. Parecía que el almacén estuviera realmente abandonado-.
-¿Dejaron un almacén lleno de material sin vigilancia?- preguntó Dana con incredulidad- ¿no será una trampa?-.
-Eso temían- dijo Thomas- pero le han hecho varias pruebas y al parecer no tienen ningún maleficio ni nada parecido-.
Por la tarde, Dana y Sirius fueron de los que se quedaron catalogando el material. Al principio lo manejaron con cuidado, temiendo que hubiera algún maleficio que las pruebas no hubiesen detectado, pero no ocurrió nada. Cuando terminó su jornada de trabajo los dos estaban agotados, y aún así hubo agentes que se quedaron de guardia aquella noche continuando el trabajo, ya que la cantidad de materiales incautados había sido muy grande.
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Al día siguiente, Dana y Sirius fueron como siempre al trabajo, a primera hora de la mañana. Cuando estaban a punto de entrar, vieron a Remus, que llegaba al mismo tiempo que ellos. Dana suponía que habría novedades respecto a la captura de mortífagos teniendo en cuenta todo el material que estaba siendo revisado, pero no podía imaginar la que se les venía encima. Cuando entraron, vieron a Angelina ir hacia ellos con la cara desencajada.
-¿Os habéis enterado?- preguntó.
-¿De qué?- preguntó Dana.
-Han detenido a otro mortífago- dijo Angelina- no os váis a creer quién es-.
-¿Quién?- preguntó Remus.
-Susan. Susan March-.
Dana se quedó mirando a Angelina con la boca abierta. Pensaba que Susan March era una zorra estúpida y desagradable, pero no se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que fuera una mortífaga. Desvió la mirada hacia Sirius, y vio que tenía una mueca de incredulidad en el rostro.
-¿Cuándo ha sido?- preguntó.
-Ayer por la noche. Los aurores que se quedaron de guardia revisando los objetos incautados les aplicaron el hechizo identificador que señala a la última persona que tocó el objeto, y tres de ellos dieron el nombre de Susan March. Al cabo de un par de horas fueron a su casa y la detuvieron. Al parecer, no se lo esperaba, porque estaba en la cama. Según me han contado, se puso a llorar y a decir que ella no era una mortífaga y que no entendía qué estaba pasando, pero, naturalmente, no la creyeron. Supongo que la mandarán a prisión preventiva hasta que se celebre el juicio-.
No tuvieron mucho tiempo para seguir comentando aquella noticia, ya que se fueron a cumplir con sus respectivos trabajos. Remus se fue a la cabina a atender las llamadas de emergencia, y Sirius, Dana y Angelina a cumplir con las misiones que tenían ese día. No obstante, Sirius no se pudo sacar de la cabeza la noticia de la detención de Susan. No lo podía creer. De todas las personas que conocía, Susan era la que tenía menos probabilidades de convertirse en una mortífaga. No era sólo por su carácter pacífico, sino porque era demasiado cobarde como para meterse en un asunto en el que se arriesgara a ir a la cárcel o a sufrir algún peligro físico. Y además estaba la conversación que habían tenido. Sirius había visto muchos mortífagos en su vida, y, aunque Peter había conseguido engañarle, sabía que la mirada de su ex novia no era la mirada de un mortífago, ni tampoco su comportamiento. No sabía por qué, pero algo en su interior le decía que Susan era inocente. No obstante,e staba el hecho de que habían encontrado sus huellas en tres objetos de los incautados a los mortífagos el día anterior, y aquello era una importante prueba en su contra. Sirius decidió que en cuanto volviera al Centro de Aurores para la comida leería los informes acerca de la detención. Tal vez ahí pudiera encontrar la explicación a todo aquello.
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Dana estaba cansada cuando terminó su jornada de trabajo. Había tenido un día bastante duro, primero impidiendo que dos magos se batieran en duelo, y luego deteniendo a un tipo que había intentado matar a su cuñado con una maldición. Cuando finalmente volvió al Centro de Aurores y entró en el vestuario para cambiarse de ropa, sólo pensaba en llegar a su casa y descansar un poco. Cuando salió, Sirius ya estaba esperándola. Dana notó que estaba bastante callado, pero dado que ella también estaba más silenciosa de lo habitual debido al cansancio, no le dio demasiada importancia. Sin embargo, cuando vio que Sirius parecía distraído durante la cena y también después, mientras estaban en el salón, se dio cuenta de que pasaba algo extraño.
-Sirius, ¿te pasa algo?- le preguntó.
Sirius levantó la cabeza, como sobresaltado.
-¿Eh? No, no me pasa nada... Dana, ¿podrías coger ese libro de ahí, por favor?-.
-¿Por qué?- preguntó Dana, acercándose a la estantería para cogerlo- ¿qué pone?-.
-No es para que lo leas. Cógelo. No, así no. Cógelo así-.
Tomó la mano de Dana y le colocó los dedos alrededor del libro en una posición muy extraña. Dana trató de sujetarlo, pero le fue imposible.
-Así no puedo- dijo.
-¿Estás segura?- preguntó Sirius- vuelve a intentarlo-.
-Ya te he dicho que así no puedo sostener el libro- dijo Dana- ¿a qué viene todo esto?-.
-A que Susan es inocente- contestó Sirius.
Dana sintió como si le hubieran pegado un puñetazo en la cara.
-¿Qué?-.
-Esa es la posición en la que sus dedos estaban en la cubierta del libro que tocó. Pero, como ves, es imposible que nadie coja un libro en esa posición-.
-¿Qué... qué estás diciendo?- preguntó Dana, confundida- ¿desde cuando te has convertido en su defensor?-.
-Oye, supuse que ibas a reaccionar así- dijo Sirius- sólo quiero dejarte claro que esto no tiene nada que ver con lo que hubo entre ella y yo-.
-Qué rápido te justificas, cuando yo aún no te he dicho nada- dijo Dana, mirándole con recelo. A su mente volvió la pelea que había tenido con Susan en el centro comercial. Entonces creía que ella y Sirius no se habían vuelto a ver, pero ahora ya no estaba tan segura.
-Ya, pero te conozco y sé lo que piensas-.
-Sirius, han detenido a Susan después de comprobar que tocó objetos que se encontraban en un almacén de los mortífagos. ¿Qué importa que sus dedos estuvieran en una posición un poco extraña? Todas las pruebas apuntan a ella-.
-Sí, eso fue precisamente lo que dijeron de mí- dijo Sirius, cruzándose de brazos.
-Esa no es la cuestión- dijo Dana- te sientes identificado con ella, ¿no? Con la situación en la que ella está. ¿O es que te has emocionado al verla después de todos estos años?-.
-Oye, no se trata de eso, de verdad. Tú no conoces a Susan, pero yo sí, y lo de ser un mortífago le pega tanto como a mí, o a tí. Ella no es así, de verdad. Además, cuando estuvimos juntos el otro d...
Sirius se dio cuenta demasiado tarde de lo que acababa de decir. Se calló, pero ya era tarde. Dana se puso pálida y miró a Sirius con una mezcla de horror e incredulidad. Luego, en sus ojos apareció otra emoción: la ira.
-¿Tú y ella qué?- preguntó con un hilo de voz.
"Mierda" pensó Sirius.
-No, Dana, espera, no pasó nada. Sólo estuvimos hablando. Me la encontré y nos tomamos algo juntos. Eso fue todo, te lo juro-.
-Ah, ¿sí?- preguntó Dana, alzando la voz- ¿y por qué no me lo habías contado?-.
Aunque Sirius decía la verdad, la expresión de su cara reflejaba justo lo contrario. Eso hizo que las dudas que albergaba Dana se disiparan. Sintiendo que la ira y el dolor le invadían el pecho, sacó la varita y apuntó a Sirius con ella. Por suerte, él fue más rápido y la apuntó a su vez con la suya.
-¡Expelliarmus!- exclamó. La varita de Dana se escapó de entre sus dedos y voló hasta su mano.
-¡Devuélveme la varita, cobarde!- gritó Dana- ¡devuélvemela!-.
-Dana, por favor, escúchame, no he estado con ella, te lo juro. Sólo estuvimos hablando. Ella es inocente, esto no tiene nada que ver-.
-¡No pienso creer en la inocencia de una tía que me llamó sangre sucia delante de mis amigas!- exclamó Dana, descontrolada.
-¿Que ella te llamó qué?- preguntó Sirius con asombro- ¿cuándo fue eso?- .
-El fin de semana pasado- contestó Dana, que hubiera preferido que Sirius no se enterara de aquello- me la encontré en el centro comercial cuando iba con Angelina y Sheila, y se puso a insultarme y a decir que una sangre sucia como yo no debería estar contigo-.
-¿Y has esperado hasta ahora para decírmelo?- preguntó Sirius, cruzándose de brazos- ¿sabes? creo que aquí hay alguien que oculta cosas, pero no se trata de mí-.
-¡Esta sí que es buena!- exclamó Dana- ¡me engañas con tu ex novia y encima me acusas de mentirosa!-.
-¡Yo no te he engañado con nadie!- gritó Sirius, perdiendo los estribos.
-¿Y por qué no me dijiste que habías visto a Susan?- preguntó Dana.
-¡Para evitar una situación como esta!- exclamó Sirius.
-Ya. Claro- Dana miró a Sirius con furia- creo que esta noche dormiré en la habitación para invitados-.
Se giró, y, antes de que Sirius pudiera decir nada, Dana subió las escaleras y entró en la habitación. Se tendió en la cama, y sintió que las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. No podía creer lo que acababa de pasar. Sabía que Susan quería volver con Sirius, pero no se le había pasado por la cabeza que ya se hubieran visto. ¿Y qué había pasado entonces? Dana no lo sabía, pero no podía quitarse de la mente la cara de culpabilidad de Sirius cuando dijo que había estado con Susan. ¿Por qué había puesto esa expresión, si realmente no había ocurrido nada? Dana sintió que una desesperación creciente se apoderaba de ella. Aunque a ella y a Sirius les iba bien, Dana no podía olvidarse de que él era quince años mayor que ella. Temía que algún día Sirius pudiera fijarse en una mujer más mayor, aunque no tenía ningún motivo real para ello y la mayoría de las veces no pensaba en eso. Pero luego había aparecido Susan, la ex novia de Sirius, una mujer guapa que había tenido una relación con él, era de su edad y había sido bruja toda su vida. Aunque no quería admitirlo ante sí misma, gran parte del odio que Dana le tenía era a consecuencia de su temor a que Sirius la dejara por ella. Y ahora la habían acusado de mortífaga y Sirius había corrido a defenderla y se había visto con ella sin decirle nada. Dana hundió la cara en la almohada y rompió a llorar, sintiendo que los celos y la desesperación la quemaban por dentro.
*
Al día siguiente, apenas se dirigieron la palabra. Dana no quería hablar con Sirius, y Sirius, por su parte, estaba enfadado con Dana. Había estado dándole vueltas a la discusión que habían tenido la noche anterior, y no entendía por qué Dana había decidido por las buenas que él le había sido infiel con Susan. En los tres años que llevaban juntos, Sirius no había sido infiel a Dana en ningún momento. Tampoco había sentido deseos de serlo. La amaba con todo su corazón, y después de todo aquel tiempo, seguía sintiendo una excitación casi dolorosa cada vez que hacía el amor con ella. Siempre la había tratado bien y nunca habían tenido ningún problema grave. Y ahora, sólo porque se negaba a creer que Susan March, una mujer a la que él creía conocer bastante bien, fuera una mortífaga, Dana se ponía hecha una furia y le acusaba de estar engañándola. Sirius admitía que debería haberle contado el encuentro que había tenido con Susan, pero le había parecido una tontería hacerlo. ¿Por qué contarle que se había encontrado a su ex novia por casualidad y esta le había pedido que volvieran a estar juntos, si él la había rechazado y no había pasado nada, teniendo en cuenta lo poco que le gustaría a Dana la noticia? Además, ella tampoco le había dicho a él que ya conocía a Susan y que se habían peleado en un centro comercial. No obstante, lo que más le dolía a Sirius era que Dana no confiase en él. Ni siquiera había querido escuchar lo que había pasado. Le había gritado y luego se había ido a la habitación para invitados. Bien, pensó Sirius, si esa era la actitud de Dana frente a aquel problema, él no iba a ir detrás de ella para solucionarlo como si tuviera algo de lo que avergonzarse. De modo que los dos se arreglaron y desayunaron casi sin mirarse y salieron hacia el trabajo en silencio.
En el Centro de Aurores, Remus no se dio cuenta de que pasara nada raro entre Sirius y Dana. En primer lugar, porque ambos se fueron bastante rápido a ocuparse de los casos que tenían ese día, y, en segundo lugar, porque tenía la cabeza en otra parte. Sus pensamientos estaban centrados en Sheila, en la forma en que se habían besado, en sus ojos, en su sonrisa, en su cabello ondulado. Le costaba trabajo concentrarse en las llamadas que recibía. Habían vuelto a quedar otra vez, y Remus no recordaba haberse sentido así con ninguna otra chica. Ahora que ya había superado los nervios y el temor a no ser correspondido, podía fijarse más en las cosas que decía y en cómo se comportaba, y cada segundo que estaba con ella se sentía feliz. Entonces, recordaba que tendría que decirle que era un hombre lobo, y aquello le producía una enorme inquietud. Tenía miedo de perderla si ella se enteraba de lo que era, pero sabía que tenía que decírselo. No se dio cuenta de que a la hora de comer Dana y Angelina se iban solas y Sirius se acercaba a él bastante más serio de lo habitual.
-Remus. ¡Eh, Remus! ¿Has escuchado algo de lo que te he dicho?-.
-¿Qué?- Remus se giró- perdona, no te he oído. ¿Qué dices?-.
-Dana y yo nos peleamos ayer- dijo Sirius con el rostro sombrío.
-¿Por qué?- preguntó Remus, mirándole sorprendido.
-Cree que la he engañado con Susan- contestó Sirius- le dije que creía que era inocente, y luego se enteró de que había hablado con ella el otro día, y pensó que si no se lo había contado es porque me había liado con ella. Te lo acabo de decir, pero no me estabas escuchando. ¿Qué te pasa?-.
-Es por Sheila- dijo Remus- ahora estamos juntos y estoy bien con ella, hacía tiempo que no sentía algo así por nadie. Pero tengo miedo de decirle que soy un hombre lobo. Sé que no se lo voy a poder ocultar siempre, pero no soporto la idea de decírselo y que me deje. No sé qué hacer-.
-Con las mujeres nunca se sabe- dijo Sirius, mirando con desánimo su plato de comida- cuando les cuentas algo, piensan mal de tí, y cuando no se lo cuentas, si se enteran creen que si no se lo contaste fue porque has hecho algo malo y se enfadan contigo-.
Remus miró a Sirius exasperado. Se sentía mal, y su amigo no le estaba ayudando precisamente. Cuando volvió a casa del trabajo, Sheila apareció en su chimenea.
-Hola- dijo- ¿estás muy cansado?-.
-No mucho- respondió Remus- ¿por qué?-.
-Me gustaría que fuéramos a un sitio-.
-¿A dónde?-.
-No te lo voy a decir- dijo Sheila con una sonrisa traviesa- lo verás cuando lleguemos. Ven a mi casa por la chimenea, vamos-.
-De acuerdo- dijo Remus, algo sorprendido. Se volvió a poner la capa, y un momento después estaba en casa de Sheila. Ella no iba vestida con la elegancia habitual, sino que llevaba una túnica bonita, pero cómoda, y unos zapatos también más cómodos.
-Coge uno- le dijo, señalándole dos pequeños objetos que estaban encima de la mesa. Remus los miró, y vio que parecían pequeñas monedas de color plateado. Luego, miró a Sheila, confuso, pero finalmente tomó en sus manos el pequeño objeto. Entonces, sintió que sus pies se despegaban del suelo, y se dio cuenta de que estaba viajando por medio de un traslador. Luego, cayó al suelo. Al levantar la vista, se quedó sin palabras. Estaba en una enorme explanada, en la que había enormes atracciones llenas de luces de colores y de gente. Delante de él había una puerta con un cartel en el que ponía "Parque de atracciones mágico". Remus se giró y miró a Sheila, que había aparecido a su lado.
-¿Y esto?- preguntó Remus.
-Tienes que divertirte un poco- dijo Sheila- vamos, ven-.
Le cogió de la mano y lo llevó hasta la puerta. Entregaron las entradas, que eran aquellos pequeños objetos plateados, y entraron. Remus no había estado en un parque de atracciones desde que era un adolescente, y la verdad es que le apetecía volver a vivir aquellas sensaciones. Había una montaña rusa voladora, una casa del terror donde había boggarts escondidos, un tiro al blanco de leprechauns, en los que había que acertar una pelota a través de un círculo que formaban los duendes, lo cual no era fácil porque cambiaban constantemente de sitio, y muchas cosas más. Remus y Sheila subieron a casi todo, y, durante ese tiempo, Remus se sintió libre y feliz, como hacía mucho tiempo que no se sentía. Era maravilloso oír las exclamaciones de emoción de Sheila en las atracciones más rápidas, o sentir su mano estrechando la suya cuando varios magos disfrazados de vampiros les sorprendieron en la casa del terror, y saber que ella era su novia, que estaba enamorado de ella y ella le correspondía.
Era ya tarde cuando los dos llegaron a casa de Remus, después de haber cenado unos bocadillos en el parque de atracciones. Cuando entraron, Remus fue a darle a Sheila los polvos flu para que volviera a su casa, pero ella le detuvo, le atrajo hacia sí y le besó.
-¿Quieres que me vaya tan pronto?- preguntó.
-Eh... yo... -Remus se puso un poco colorado.
Sheila le abrazó y volvió a besarle. Remus se puso un poco tenso. No era la primera vez que estaba con una chica, pero hacía tiempo que no tenía relaciones. Se moría de ganas por estar con ella, y sin embargo, no podía relajarse. Un pensamiento le rondaba en la cabeza, y no podía librarse de él. Y cuando ella hizo ademán de desabrocharle la túnica, se dio cuenta de que no podía hacerlo. No sin decirle la verdad. No sin decirle lo que él era. No era capaz de llegar a aquel punto engañándola.
-Sheila, no- dijo, apartándose.
Ella le miró con extrañeza.
-¿Qué te pasa?-.
-Yo... -Remus tragó saliva. Sabía que había llegado el momento de decírselo, pero tenía miedo.
-Remus, dime qué te pasa- Sheila le miró con preocupación.
-Siéntate- le dijo Remus, señalando el sofá.
Ella se sentó, y él se sentó a su lado. Remus respiró hondo.
-Hay algo que tengo que decirte. Cuando yo... cuando yo tenía seis años, me fui de vacaciones con mis padres. A un campamento. Y yo... bueno, tenía unos primos un poco más mayores que yo. Y me desafiaron a ir al bosque por la noche. Yo tenía miedo, pero a pesar de todo fui. Y en el bosque había... -Remus comenzó a temblar- en el bosque había un hombre lobo. Yo... yo intenté escapar, pero no pude. Mató a uno de mis primos... y a mí me mordió...
Miró a Sheila. La chica se había puesto tensa y miraba asombrada a Remus.
-No... no soy peligroso- dijo Remus con rapidez- hay una poción que me hace inofensivo durante las transformaciones, conservo la mente humana. Lo que quería saber antes de que fuéramos más lejos es si quieres seguir conmigo a pesar de esto-.
Ella se mantuvo en silencio.
-No lo sé- contestó finalmente- no... no me esperaba esto. No puedo pensar con claridad. Yo... yo necesito pensar en esto. La verdad, no sé qué decir-.
Remus sintió que la tristeza se apoderaba de él.
-Tengo que irme- dijo Sheila, levantándose- lo pensaré. Ya te llamaré, ¿vale?-.
-De acuerdo- dijo Remus con voz apagada. Se acercó a Sheila para darle un beso de despedida, y ella se lo devolvió, pero de un modo frío, sin nada que ver con los besos apasionados que le había dado antes. Luego, se acercó a la chimenea y desapareció por ella.
Remus se sentó en el sofá. Se maldecía a sí mismo por haberle dicho la verdad a Sheila, pero, sin embargo, sabía que no tenía opción. No podía acostarse con ella sin decírselo, aunque temía la reacción que ella había tenido; dar media vuelta y marcharse. En ese momento, Remus estaba seguro de que no volvería a ver a Sheila. Pensando que su destino era quedarse solo y que jamás encontraría a una mujer que le aceptase, se levantó del sofá y se dirigió a su habitación, sintiendo que las lágrimas corrían por sus mejillas.
