Quiero pedir perdón a todos los que están siguiendo esta historia por el gran retraso, y prometo que intentaré que esto no vuelva a ocurrir. Me gustaría aclarar que en estos últimos meses he pasado por una serie de baches personales que han hecho que no tuviera demasiada inspiración para escribir, y, para hacer un fiasco de capítulo, la verdad prefería esperar a que las musas volvieran a sonreírme. Espero que sigáis teniendo interés por lo que escribo y que no estéis muy enfadados conmigo. Un saludo a todos los lectores de esta historia, y muchas gracias por seguir ahí.
Ceywen: No es que Harry parezca un niño, es que estamos con lo que pasa siempre, que los herederos son demasiado importantes como para arriesgarlos si no es necesario. Y ahora Harry ya es mayor, así que tiene la bastante sensatez de comprender por qué le protegen y que es mejor cumplir con lo que le aconsejan los aurores. Un abrazo.
Narua Black: Hola :-) Te comunico que aún faltan bastantes capítulos para el final, esto aún no se acaba ;-) Un saludo.
Sybill: No te preocupes, Snape no estaba en el campo de quidditch, de hecho, no creo que Snape pierda su valioso tiempo en ir a ver jugar al quidditch a Harry Potter :-P En cuanto a si murió gente, pues sí, la verdad es que murieron varios de los que estaban en las gradas que explotaron en ese momento, aunque los personajes principales se hayan salvado.
Momo Cicerone: Bueno, creo que haciéndolo un poco más largo tampoco se va a borrar, a ver si te estiras más la próxima vez :-P
Laura: Bueno, chica, teniendo en cuenta que Sirius y Harry han estado a punto de ser aplastados por la pared que se derrumbaba, creo que tampoco es tan raro que Dana se preocupe :-P Lo que pasa es que eres tan romántica como una pelota de fútbol, pero no importa, yo sé que tienes otras cualidades :-) En cuanto a lo de mi mejora en el estilo, muchas gracias, y respecto a los personajes nuevos, no puedo desarrollarlos tanto como a los que tú dices porque no intervienen tanto en la historia, pero te aseguro que en los próximos capítulos volverá a aparecer. Un saludo.
Synn: Si Sheila no fue al partido con Remus es porque, aunque quiera disimular, no está dispuesta a arriesgarse a ir a ese estadio sabiendo que iba a haber un atentado. Y si a Dana no le pilló de cerca, es porque tampoco podían volar todo el campo, alguien se tenía que salvar :-P De todos modos, te aseguro que el susto se lo llevó.
Nylara Black: En el quidditch sí que existe el penalty, lo que no existe es la expulsión. Mira el tercer libro y lo verás. Un saludo.
EL ENCANTAMIENTO FIDELIO
Sirius miró a Harry con expresión grave. El chico le devolvió la mirada.
-Creo que tiene razón- dijo- es lo más seguro para tí-.
-¿De verdad creéis que es necesario?- preguntó Harry- tendría que pedir autorización a mi entrenador, y...
-Tu entrenador estará de acuerdo- dijo Sirius- además, la temporada de quidditch ha terminado. Tenéis unos meses libres hasta que vuelva a empezar la liga británica. Tienes que proteger tu vida, Harry-.
-Está bien- cedió Harry finalmente.
-Yo seré tu Guardián Secreto- dijo Sirius, hablando en voz baja- déjame ser tu Guardián Secreto, Harry. Se... se lo debo a tus padres. Les juré que te protegería. Y esta vez no te voy a fallar-.
Harry le miró durante unos segundos, y luego asintió sin decir nada.
Dos aurores acompañaron a Harry hasta su casa. Dana y Sirius se despidieron de Remus y se fueron a la suya. Dana no se atrevió a hablar con Sirius durante el trayecto. Le hubiera gustado perdirle que pensara seriamente si realmente creía que debía ser él el Guardián Secreto, pero sabía que su novio jamás aceptaría, y hasta era posible que se enfadara con ella. No hablaron entre ellos de aquel tema por la noche, ni tampoco a la mañana siguiente. Sirius intentaba aparentar normalidad, pero Dana sabía que su mente estaba más en el pasado que en el presente, y aquello le preocupaba. Mientras se cambiaba en el vestuario del cuerpo de aurores, Dana no dejó de sentir aquel horrible miedo que le producía saber que Sirius iba a realizar el encantamiento Fidelio para ser el Guardián Secreto de Harry. Los sucesos del día anterior habían dejado muy claro que los mortífagos no estaban tan mal organizados como el Ministerio de Magia pensaba; aún podían hacer mucho daño si se lo proponían. Para intentar ahuyentar aquellos pensamientos, Dana se concentró tanto en su trabajo aquel día, que se pasó un poco con los encantamientos de desarme contra los delincuentes a los que atrapaban el agente Thomas, su compañero de patrulla de aquel día, y ella, y casi hiere a dos de ellos. Quizás esa fue la razón por la que Hardman les dijo poco después de comer que ya podían volver a casa. Generalmente, Dana se alegraba cuando podía volver antes de lo habitual del trabajo, pero en aquella ocasión se desesperó, porque sabía que en su casa no pararía de darle vueltas a todo lo que estaba ocurriendo. De mala gana, se vistió con su ropa, y usó una chimenea para volver a la mansión.
Cuando entró en el salón y se sacudió la ceniza de la capa, miró hacia delante, y sufrió un sobresalt al ver que algo se movía junto a la ventana. No obstante, en seguida se dio cuenta de que era una lechuza. Con curiosidad, se acercó, y entonces la reconoció. Era la lechuza de Harry y Ginny. Tenía una carta atada a la pata. Dana desenrolló el pergamino, y vio con sorpresa que la carta no iba dirigida a Sirius, sino a ella. La abrió, y sacó el mensaje que contenía:
Dana, soy Harry. No le enseñes esta carta a Sirius. Si estás sola, ven inmediatamente. Si no, en cuento lo estés. Hay un traslador en el fondo de la carta, es un botón. Siento mucho el secretismo, pero Ginny y yo necesitamos hablar contigo urgentemente. Ven cuando quieras, no nos vamos a mover de donde estamos. Un abrazo. Harry.
Dana miró con extrañeza el papel. Aquello era muy raro, pero la lechuza y la letra eran de Harry. Apuntó la carta con su varita, y pronunció un hechizo que servía para saber si una nota o documento había sido escrito a la fuerza o falsificado, lo cual solía ser de mucha utilidad a los aurores para descubrir falsificaciones o estafas. Pero el resultado fue negativo. Entonces, Dana volcó el sobre encima de la mesa, y del fondo cayó rodando un pequeño botón azul. La chica titubeó un momento, pero, ardiendo en deseos de saber qué quería Harry, tocó el botón. Al instante, sus pies se despegaron del suelo, y el traslador la llevó hasta su destino.
Se encontró en el interior de una casa sumida en la oscuridad. La única luz procedía de unas pocas velas que flotaban cerca de una puerta, desde donde se accedía a una escalera. Al débil resplandor de las llamas de las velas, Dana vio que las ventanas estaban cubiertas con tablones clavados por dentro y por fuera, lo cual le confirmó que en efecto estaba en la Casa de los Gritos. Aunque nunca había estado en su interior, la había visto hacía años, cuando había estado en Hogwarts y había visitado Hogsmeade, y era el mismo edificio. En ese momento, oyó pasos en las escaleras, y vio a Harry entrar por la puerta, con la varita en la mano. Al ver a Dana, le sonrió.
-Hola- dijo- ven-.
Dana le siguió escaleras arriba. Harry mantenía encendida su varita, para iluminar los escalones. Cuando subieron al piso superior, Dana se dio cuenta que habían habilitado esa zona como una casa improvisada, una casa de verdad, no la ruina en la que estaba convertida aquel edificio. Apresuradamente, habían llevado hasta allí una cama de matrimonio, velas, ropa, manteles y una radio, que, junto a la limpieza que había en aquel lugar, mitigaban la sensación de estar en una casa abandonada. Sentada frente a la mesa había una joven de largo cabello pelirrojo y piel pálida, que se levantó al verles llegar.
-Hola, Ginny- le dijo Dana, sonriéndole nerviosamente. Luego, se giró hacia Harry.-¿Qué ocurre? ¿Por qué me habéis llamado?-.
-Tenemos que hablar contigo- le dijo Harry- por favor, siéntate. Ginny y yo lo hemos estado pensando, bueno... en realidad fui yo quien lo pensé. Hemos tomado una decisión-.
-¿Qué es?- preguntó Dana con curiosidad, sentándose en una de las sillas.
-No quiero que Sirius sea nuestro Guardián Secreto-.
Dana le miró con asombro.
-¿Por qué? Sirius es perfectamente capaz de hacer ese hechizo. Además, él jamás os traicionaría...
-No es eso- dijo Harry- bueno, mejor dicho, es precisamente por eso. Sirius ve esto como una forma de subsanar el error que cometió al no ser el Guardián Secreto de mis padres, estoy seguro. Y sé que si es él quien realiza el encantamiento Fidelio, llevará su afán de protegerme hasta el último extremo. Y ese es el problema. Tengo el presentimiento de que le ocurrirá algo malo a causa de esto-.
-¿Qué?- preguntó Dana, sintiendo un nudo en el estómago y recordando los dolores de cicatriz y las visiones que tenía Harry cuando Voldemort estaba vivo- ¿cómo lo sabes? ¿has vuelto a tener sueños?-.
-No, nada de eso- contestó Harry- eso se debía sólo al vínculo que había entre Voldemort y yo por la cicatriz. No me ha vuelto a pasar desde que él murió. Lo que quiero decir es que... bueno, tú sabes que yo no dudo del valor y la inteligencia de Sirius, pero tienes que reconocer que tiene una extraordinaria tendencia a que las cosas le salgan mal. Siempre que se ha arriesgado para proteger a quien quiere, lo ha acabado pagando caro. Y... y además creo que no se merece llevar esta carga sobre sus hombros. Ya ha pasado por demasiadas cosas en su vida. Tengo el presentimiento de que si hace algo, las cosas volverán a salir mal... No sé si será verdad, pero no quiero meterle en más problemas. No puedo. Por eso... bueno, habíamos pensado pedirte que el Guardián Secreto fueras tú-.
-¿Yo?- preguntó Dana, cada vez más sorprendida por lo que estaba diciendo Harry- pero... pero... ¿por qué me has llamado a mí? ¿Por qué no a Remus, o a cualquier auror, o...
-Bueno, el primero en que pensé fue en Remus- dijo Harry- pero luego me di cuenta de que, después de Sirius, es el más obvio. Él haría lo que fuera por nosotros, lo sé. Y no estoy seguro de querer elegir a alguien a quien no conozca. No dudo de la profesionalidad de los aurores, pero... no me sentiría seguro dependiendo de un desconocido. En realidad, si he pensado en tí es porque a nadie se le ocurrirá que puedas ser tú. Se supone que esto va de proteger a los herederos de los fundadores, y tú eres la heredera de Ravenclaw, sería un riesgo tan absurdo exponerte a tí, que nadie pensará que fueras tú. Y lo normal es que Sirius jamás permitiera que tú te pusieras en peligro. Por eso te dije en la carta que no le dijeras nada-.
-¿Pretendes que le mienta?- preguntó Dana.-No lo sé... no me parece bien decidir esto sin hablar con él-.
-A mí tampoco me gusta, pero no veo otra opción- dijo Harry, meneando la cabeza- Dana, quiero que sepas que no quiero forzarte a nada. No quiero ponerte en peligro, te aprecio y tú lo sabes, pero creo que si hay alguien capaz de hacer cualquier cosa para impedir que a Sirius le pase algo, somos tú y yo. Creo que estarías a salvo, es imposible que nadie piense que el Guardián Secreto seas tú, sería demasiado arriesgado. Por eso creo que puede funcionar. Sé que tú jamás traicionarías a Sirius, pero, al contrario que Remus, tú no eres una de las opciones que los mortífagos tendrán en cuenta. Pero Sirius nunca permitirá que te pongas en peligro, aunque sea remoto. No se lo podemos decir, no dejará que hagamos esto-.
Dana se mantuvo en silencio unos segundos. Se dio cuenta de que Harry tenía razón. Lo primero que pensarían los mortífagos es que Sirius era el Guardián Secreto. Era un acto muy propio de él hacerlo, para redimir el fallo que había cometido con James y Lily, y también era propio de él no permitir que Dana sufriera ningún riesgo. Además, ella era la heredera de Ravenclaw. Como decía Harry, sería tan arriesgado usar a uno de los herederos como Guardián Secreto del otro, que nadie pensaría que fuera ella. Pero había un problema.
-Si los mortífagos creen que Sirius es el Guardián Secreto, ¿no lo capturarán igual?- dijo Dana con preocupación- no creo que le crean cuando diga que él no es, aunque sea verdad-.
-También hemos pensado en eso- intervino Ginny- lo más adecuado para Sirius sería llevar escolta. Así, por una parte, alejaríamos las sospechas de que el Guardián Secreto no sea él, y por otra parte, estaría protegido en caso de que los mortífagos intentaran hacerle algo-.
Dana volvió a callar unos segundos, reflexionando. Era arriesgado, pero también podía funcionar. Sería un modo de mantener a salvo a Harry y a Sirius con una misma jugada. Sirius... al principio, Dana había pensado que los temores de Harry eran infundados, pero, mientras pensaba, no podía olvidar la sensación de inquietud y malestar que la embargaba desde que Sirius se ofreció para ser el Guardián Secreto. Y ahora Harry decía que tenía un mal presentimiento respecto a él, al igual que ella. Dana no sabía qué decisión tomar, pero sí supo que después de aquella conversación no iba a permitir que Sirius fuera el Guardián Secreto. Y, como Harry había dicho, la opción más segura era ella. Así que levantó la vista y miró a Harry y a Ginny.
-De acuerdo- dijo- yo seré el Guardián Secreto-.
Harry asintió.
-Tenemos que hacerlo ahora- dijo- ¿estás preparada?-.
Dana pensó durante un momento. No lo sabía, en realidad. El encantamiento Fidelio era muy complicado, no tanto por su realización, como por el estado de concentración que requería. Había que dejar la mente totalmente en blanco y concentrarse con absoluta exactitud en el lugar y las personas que se querían ocultar. Pero, estuviera preparada o no, tenía que intentarlo. Sabía que no sería capaz de volver a casa y fingir delante de Sirius que no había sucedido nada. Asintió con la cabeza.
Harry y Ginny se levantaron de la mesa. Por fortuna, pensó Dana, los tres eran buenos magos, de modo que si conseguían concentrarse lo más probable es que realizaran el hechizo sin muchos problemas. Mientras Harry sacaba papel y plumas de un cajón, Ginny abrió el armario y sacó un frasco que contenía una poción oscura. Se trataba de una poción relajante, que los tres bebieron, ya que de ese modo sería más fácil concentrarse. Dana se la tomó de un trago. Tenía un agradable sabor a fresa. De inmediato, se sintió calmada, como si hubiera tomado un relajante muy fuerte. Respiró hondo. La habitación, iluminada por la suave luz de las velas, olía débilmente a sándalo y flores secas. Harry y Ginny la habían aclimatado lo bastante como para que el olor a polvo y abandono se borrara, al menos de aquella habitación.
-Bueno- dijo Harry, dejando el pergamino y una pluma sobre la mesa- creo que ya estamos preparados. Saquemos las varitas y concentrémonos-.
Dana cerró los ojos y respiró hondo. El nerviosismo que sentía se había disipado en gran parte gracias a la poción tranquilizante, pero tuvo que esforzarse mucho en vaciar su mente de pensamientos, sobre todo porque cada vez que intentaba dejar la mente en blanco, Sirius se aparecía en ella. Al cabo de unos minutos, los tres abrieron los ojos. Los rostros de Harry y Ginny se veían pálidos a la luz de las velas. Harry tomó la pluma y escribió algunas palabras en el pergamino.
"Harry James Potter y Ginevra Molly Weasley. La Casa de los Gritos. Hogsmeade, Escocia".
A continuación, los dos apuntaron el pergamino con sus varitas, y pronunciaron al mismo tiempo unas palabras.
-Secretum do te. Fidelius nomino te-.
Las letras que estaban escritas en el pergamino desaparecieron, como tragadas por el papel. Un hilo blanco brillante pareció emerger del pergamino y situarse en las puntas de las varitas de Harry y Ginny. Entonces, Dana, concentrándose con todas sus fuerzas en dejar la mente en blanco, acercó la punta de su varita a las de los otros dos.
-Secretus admitto. Fidelium sum- dijo.
La luz blanca que brillaba en las varitas de Harry y Ginny pasó a la punta de la varita de Dana. Entonces, esta se llevó la punta de su varita a la sien, y el hilo de luz blanca penetró en su cabeza, del mismo modo que alguien sacaría de su mente un pensamiento para introducirlo en un Pensadero, pero al revés.
Dana no se quedó mucho tiempo tras la realización del encantamiento. Abrazó a Harry y a Ginny, y estos le desearon buena suerte. Sabían que no volverían a verse hasta que todo acabara. Ahora, Harry y Ginny estaban ocultos al mundo, y sólo Dana sabía dónde estaban. Tras despedirse de ellos, la chica tocó el traslador, que la llevaría de vuelta a su casa. Sintió que sus pies despegaban del suelo, y poco después aterrizó en el jardín, frente a su casa. Sintió una extraña sensación de irrealidad al escuchar el silencio, sólo roto por el murmullo del viento, y oler el perfume de la hierba y las flores. Sintió una opresión en la garganta al tomar consciencia de la realidad. Lo había hecho.
Era el Guardián Secreto de los Potter.
Cuando Dana llegó a casa, Sirius aún no había llegado, pero no tardó mucho en hacerlo. Cuando abrió la puerta de la casa, parecía tan ocupado que apenas saludó a su novia, que estaba sentada en el sofá, frente al fuego, intentando calentarse y librarse de las oleadas de frío que le sacudían el cuerpo ahora que los efectos de la poción calmante estaban pasando.
-Hola- dijo, mientras se quitaba la capa y la colgaba del perchero- perdona que haya llegado tan tarde, pero he tenido que pasar por la biblioteca del Centro de Aurores. Tengo que estudiar a fondo el encantamiento Fidelio para poder realizarlo cuanto antes. Creo que en menos de dos días estaré listo-.
Dana sintió una opresión en el estómago. Se dio cuenta de que tendría que decírselo cuanto antes, aunque no quería hacerlo.
-No vas a tener que hacer el encantamiento Fidelio- dijo.
Sirius se giró, mirándola con cara de incomprensión.
-¿Qué?-.
-Que no vas a tener que hacer el encantamiento Fidelio- repitió Dana.
-¿Por qué dices eso?- preguntó Sirius, mirándola con extrañeza. Su rostro había cambiado de sorprendido a serio, como si empezara a asimilar las palabras de Dana.
-Porque... porque... -Dana sintió que la voz le temblaba, y decidió decirlo de una vez por todas.- Porque el Guardián Secreto soy yo-.
-¿Qué?- preguntó Sirius, asombrado. Su cara hubiera sido cómica de no haber sido por lo grave de la situación, daba la sensación de que no se daba cuenta de lo que estaba pasando.
-Acabo de volver de donde están Harry y Ginny- dijo Dana con rapidez, para evitar que la voz le temblara todavía más.- Ellos me llamaron. Hicimos el encantamiento Fidelio, así que ahora el Guardián Secreto soy yo-.
-¿Qué?- preguntó Sirius con el asombro aún en su cara, como si no pudiese decir otra cosa. Permaneció parado en medio del salón, con el pelo negro revuelto por el aire y las botas de calle, húmedas a causa del rocío de la noche, mojando el suelo.- Pero... pero... ¿cómo... cómo has... ¿cómo dices que has... -de repente, su rostro cambió, y una mezcla de ira y horror apareció en su cara. Echó a andar hacia Dana.
-Dana, no puedes haber hecho eso. ¡Dime que no lo has hecho!- exclamó. La agarró por los hombros y la sacudió con violencia.- ¿Por qué lo has hecho? ¡Maldita, sea, Dana! ¿Sabes lo que has hecho? ¿Por qué? ¿Por qué?-.
-¡Por tí!- exclamó Dana, echándose atrás para soltarse de él- ¡lo hemos hecho por tí!-.
-¿Por mí?- gritó Sirius, incrédulo y desesperado- Dana, ¿te has vuelto loca? ¡Van a ir a por tí! ¡Ahora van a ir a por tí! ¿Sabes lo que te harán? ¿Tienes idea de lo que te harían si te atraparan?-.
-¿Tienes idea de lo que te harían a tí?- preguntó Dana a su vez.
-Lo que me pase a mí no importa, yo... -comenzó a decir Sirius.
-¡Sí que importa!- gritó Dana, acalorada- ¿Por qué siempre tienes que decir eso? ¡Te amo! ¡Y Harry te quiere como si fueras su padre! ¿Es que eso no importa?-.
Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y rompió a llorar. Sirius se quedó mudo durante unos momentos, y luego la abrazó con fuerza.
-Yo también te amo, Dana- dijo.- Por eso no puedo soportar que estés en peligro. Deshaz el hechizo, por favor. Por favor-.
-No puedo. Sabes que no puedo. Siempre has sido tú el que has cargado con todo- Dana hizo una pausa para limpiarse las lágrimas de las mejillas.- Siempre has sido tú. Y siempre las cosas han acabado mal. Tú has acabado mal. Harry y yo ya lo hemos hablado. No dejaremos que vuelva a suceder-.
-¿Qué quieres decir?- gruñó Sirius- ¿que soy tan inútil que soy incapaz de proteger a mis amigos?-.
-No estoy diciendo eso- protestó Dana- lo que digo es que toda tu vida te has estado arriesgando por los que amas. Y Harry y yo no queremos que vuelvas a arriesgar tu vida-.
-¿Mi vida?- preguntó Sirius con la voz quebrada.- Mi vida sóis vosotros dos. Dana, no quiero que te hagan daño. La sola posibilidad de que te pase algo me impide respirar-.
-Todo saldrá bien- dijo Dana, intentando parecer convincente. Se acercó a él y le abrazó de nuevo.
Remus llegó a su casa cansado y todavía con los nervios en punta. Sólo quería tomar una taza de té caliente, acostarse, y no pensar en nada más hasta el día siguiente, pero lo que encontró cuando llegó a su casa cambió sus planes. Al acercarse a la puerta de entrada, vio una sombra que se movía entre los arbustos cercanos a ella. Alarmado, hizo ademán de sacar la varita, pero se dio cuenta de que la persona que había junto a su casa era Sheila. La chica tenía una expresión de miedo y preocupación en el rostro, y se acercó a él corriendo.
-¡Remus!- exclamó, abrazándole- ¿estás bien? Oí... oí por la radio lo del atentado en el campo de quidditch. No... no estabas en casa. Estaba muy preocupada por tí-.
Remus sintió como si algo tibio le recorriera y le reconfortara por dentro. Le conmovió que su novia hubiera ido a esperarlo a la puerta de su casa, preocupada por él. Sintiendo una profunda emoción dentro de sí, le devolvió el abrazo y la besó.
-Estoy bien- dijo- no te preocupes. Todos estamos bien. Gracias por preocuparte por mí-.
-Pero han sido los mortífagos, ¿verdad?- preguntó Sheila con la voz rota- ¿van... van a protegerte? ¿O a Sirius y Dana? Tienen... tienen que hacer algo. Si te pasa algo, yo...
-No lo sé. De momento van a realizar el encantamiento Fidelio, pero sólo con Harry Potter. Pero no te preocupes, tranquila. No me va a pasar nada, te lo juro. No llores-.
Sheila, que fingía estar sollozando mientras apretaba la cara contra el hombro de Remus, tuvo que hacer un gran esfuerzo por no dejar asomar una sonrisa.
