Momo Cicerone: Gracias por tu review, pero intenta no dejarlos tan largos, que luego no se graban. No te lo tomes como una crítica, me encantan los reviews kilométricos como el tuyo, pero intenta no hacerlos tan largos :-)

Ceywen: Tienes razón en eso de que Sheila está jugando con los sentimientos de Remus, lo que no me parece tan claro es que a Sirius no le den la oportunidad de probarse a así mismo¿no crees que el pobre ya ha pasado por bastantes peligros?

Sybill: Murió bastante gente, pero no de los personajes principales, sino de la gente que había ido a ver el partido. Por eso me costó tanto escribir ese capítulo, porque me acordaba de las víctimas del 11 de Marzo y no podía escribirlo. Ah, por cierto, no sé por qué estás tan celosa de Sheila, al fin y al cabo yo creía que tu amor era Snape :-P

Ester: Claro que sé quién eres. Muchas gracias por leer mi historia, espero que te guste, un abrazo :-)

Hareth: Bueno, si no odiaras a Sheila sería preocupante :-P No, en serio, me gusta que mis personajes despierten sentimientos, eso significa que lo estoy haciendo bien. Gracias por el review, un abrazo.

ALGO MALIGNO SE ACERCA (SOMETHING WICKED THIS WAY COMES)

Como Dana había supuesto, ninguna de sus explicaciones, ni las que contenía la carta que Harry envió a la mansión más tarde, lograron tranquilizar a Sirius. Mientras Dana escribía una carta a Katja Maiorova, la heredera de Hufflepuff, a la que había conocido tres años antes en Hogwarts y con la que aún mantenía correspondencia, explicándole la situación y aconsejándole que se ocultara, Sirius caminaba de un lado a otro de la habitación, elaborando planes con la misma rapidez que los deshechaba, Katja, según le había contado a Dana a través de su correspondencia, vivía con un chico en la estepa, disfrutando del campo y la tranquilidad y llevando adelante la granja de hipógrifos que sus padres, ya mayores, le habían dejado para que continuase mientras ellos se retiraban a un pueblo a descansar. Era poco probable que, habiendo tan pocos mortífagos, estos intentaran atacar a Katja en Rusia antes de haber acabado con Harry y Dana en Inglaterra, pero no podía correr el riesgo de dejar a la chica sin aviso. Cuando soltó la lechuza, que salió volando por la ventana, Sirius se detuvo y caminó hacia ella con determinación.

.-Lo siento, pero no pienso dejar las cosas así- dijo con firmeza- no voy a permitir que te quedes desprotegida, para que te secuestren en cualquier momento. He pensado en varias medidas de seguridad y no pienso permitir que continúes con esto a no ser que las tomes-.

.-Por curiosidad¿cómo crees que podrías invertir el encantamiento?- preguntó Dana, con voz cansada.

.-¡Ya sé que no puedo invertir el encantamiento!- dijo Sirius, irritado- pero sí que puedo dejarte inconsciente y ocultarme contigo bajo un hechizo inencontrable. Ya sabes que soy experto en ese tipo de hechizos, y no creas que no soy capaz de hacerlo. Bien, para empezar, tenemos que hablar con Hardman. No puedes volver a ir a las misiones que nos encomienden sola, tienes que llevar escolta-.

.-Si llevo escolta, cualquiera que me vea se dará cuenta al instante de que soy el Guardián Secreto- objetó Dana.

A partir de entonces se emprendió una discusión complicada, en la que Sirius no paraba de enumerar medidas de seguridad y Dana las rebatía o analizaba. Al mismo tiempo, las ideas de Dana le parecían demasiado temerarias a Sirius, el cual estaba cada vez más frustrado. No quería dejar a su novia desprotegida, pero comprendía que llevarla protegida por una escolta y dos docenas de hechizos era equivalente a colgarle un cartel del cuello con un letrero luminoso proclamando que ella era el Guardián Secreto de Harry. Por otra parte, Dana estaba comenzando a temer que, si la descubrían, en lugar de cogerla a ella, trataran de forzarla a revelar su secreto haciéndole daño a él, lo cual, por otra parte, podía suceder aunque no la descubrieran, ya que lo más probable era que todo el mudno creyese que el Guardián Secreto era Sirius. Al final, decidieron adoptar un plan. Sirius sería el que oficialmente llevaría escolta, impidiendo así que trataran de secuestrarle. No obstante, hablarían con Hardman para que en la mayoría de sus misiones Dana y Sirius trabajaran juntos. De ese modo, la gente vería que el protegido era Sirius, y, al mismo tiempo, esa escolta protegería a Dana de rebote durante la mayor parte del día. No obstante, durante ese mes la mayoría de guardias en fin de semana tenían que cubrirlas Sirius, Angelina, Thomas y otro agente llamado Winterson, con lo cual resolvieron el problema pidiendo un agente que vigilara la casa constantemente. Como vivían juntos, también estarían protegidos los dos por esa persona, con la ventaja de que de ese modo Dana no se quedaría sola durante las guardias de Sirius. Teniendo en cuenta la gravedad del caso, estaban seguros de que Hardman les concedería aquella protección. No obstante, a Sirius seguía preocupándole algo.

.-Tiene que saberlo alguien más- dijo- no quiero dejar las cosas como la última vez. ¿No dices que Harry tenía malos presentimientos sobre mi forma de hacer las cosas? Entonces, es mejor que nos aseguremos de que alguien más está enterado de esto. Y tiene que ser alguien de confianza, alguien de quien estemos totalmente seguros. Alguien del Cuerpo de Aurores quizás, pero no lo sé... después de los sistemas de espionaje que vi durante la primera guerra, no me parece seguro. Tendría que ser algún conocido... no sé... Ron, Hermione...

.-Ron y Hermione también estarán en el punto de mira por ser los mejores amigos de Harry y familia de Ginny- dijo Dana- ¿qué tal Remus?-.

.-De acuerdo- contestó Sirius- se lo diremos mañana, después de que Hardman nos haya dicho si acepta nuestra proposición-.

Tal y como esperaban, Hardman aprobó sus planes a la mañana siguiente. Era un miércoles frío, más frío de lo que correspondía a aquella época del año, y una espesa capa de niebla cubría las calles, de modo que era difícil ver la acera de en frente. Sirius y Dana llegaron más temprano que de costumbre y entraron al despacho de su superior que, tras lanzar un hechizo silenciador para que nadie pudiera oírles, escuchó lo que había pasado y su propuesta. Ni siquiera a Hardman le diejron Sirius y Dana quién era el verdadero Guardián Secreto, pues, aunque era el jefe de aquel Centro de Aurores, no conocían con certeza su pasado y aún había mortífagos que noe staban fichados. Además, Hardman era de sangre pura y, aunque jamás había estado implicado en ningún asunto turbio, todo el mundo sabía que odiaba a los muggles. Así pues, se les concedió una escolta de tres agentes de otro centro que se dedicarían exclusivamente a acompañar a Sirius durante toda la jornada laboral. En cuanto a la casa, el encargado de protegerla fue un auror a quien conocían y que sí estaba en aquel centro, llamado Nick Stanville.

Aquel día, Remus no fue a trabajar. No era un impedimento para los planes de Sirius y Dana, ya que por supuesto no iban a contarle su plan en medio de los compañeros o sentados en una cafetería, pero aún así se preocuparon, temiendo que estuviera enfermo. No obstante, la causa de la ausencia de Remus era mucho más agradable. Sheila, que seguía sin quitarse el susto de encima desde que llegó a su casa después del atentado, había ido a verle aquella noche. No pretendían sino pasar una velada tranquila y cenar juntos, pero al final Sheila se quedó a dormir, y aquella mañana, cuando Remus despertó, se encontró a la joven acostada a su lado, con las ondas oscuras desparramadas por la almohada, dejando una bandeja con el desayuno junto a la cama y diciéndole que por qué no se tomaban el día libre. Antes de que la responsabilidad le hiciera recapacitar, Remus sintió que se derretía y asintió con una sonrisa tierna, para luego atraer hacia sí a la chica y darle un beso de buenos días.

Durante el resto del día, Remus no salió de su casa. Desde que estaba con Sheila, se sentía flotando en una nube de felicidad. Era la primera vez en su vida que no se avergonzaba de ser un licántropo. Ni siquiera pensaba en ello. Estuvieron todo el día juntos, riéndose, haciendo el amor y disfrutando de su mutua compañía, del mismo modo que Sirius le había contado (con una sonrisa soñadora bastante inusual en él) que Dana y él hacían los primeros días de estar viviendo juntos. Cada vez que miraba a los ojos oscuos de oscuros de Sheila, Remus se sentía tan enamorado que le costaba respirar. Aquella mujer era la dueña de su corazón, de sdu vida su vida y de su alegría. El día pasó volando y Remus se sorprendió cuando oyó que llamaban a la puerta y al girarse hacia ella vio que por la ventana ya no entraba luz y el cielo se había tornado de un color violeta oscuro.

Se levantó del sofá, donde Sheila y él estaban sentados tomando un té caliente, y abrió la puerta. Delante de él se encontró a Dana y a Sirius.

.-¿Qué hacéis vosotros aquí?- preguntó.

.-¿Que qué hacemos?- preguntó Sirius sarcásticamente- se supone que eres mi mejor amigo. Aunque si molestamos...

.-No, claro que no- contestó Remus, aún confuso- pero no pensaba que hubiérais terminado tan pronto-.

.-¿Pronto?- preguntó Dana sorprendida- son más de las ocho de la tarde. Acabamos de salir de trabajar-.

Remus desvió su mirada hacia el reloj que tenía en la mesa, al lado de la chimenea, y se soprendió al ver que las manecillas le daban la razón a Dana. El tiempo se le había pasado volando...

.-¿Podemos pasar?- preguntó Sirius, impaciente. Remus abrió la puerta del todo, y entonces se percató del extraño aspecto que tenían los dos. Ambos estaban pálidos y con una preocupación que, aunque intentaban disimular de sus rostros, se dibujaba claramente en los ojos de ambos.

Dana fue la primera que vio a Sheila.

.-Hola- la saludó, yendo hacia ella- ¿cómo estás?-.

Sheila se levantó y correspondió a su saludo con alegría, pero a Remus no se le escapó que las sonrisas de sus amigos parecían forzadas. De hecho, parecían casi molestos por la presencia de Sheila. ¿Qué estaba pasando? Remus suspiró, desconcertado, y se acercó a ellos.

.-Estábamos tomando un té- dijo- pero creo que será mejor que prepare una cena rápida. No sabía que fuera tan tarde-.

Dana y Sirius asintieron en silencio y se sentaron en el sofá.

.-Iba a preguntarte por qué no has venido a trabajar, prero creo que esto lo explica todo- dijo Sirius con voz burlona, guiñándole un ojo a Sheila. No obstante, Remus se fijó en que su amigo no parecía tan relajado como quería aparentar. Por el rabillo del ojo vio que él y Dana se estrujaban inconscientemente las manos.

.-Creo que me voy- dijo de pronto Sheila.

Remus, que acababa de meterse en la cocina, salió inmediatamente.

.-¿Por qué?- preguntó.

.-Sheila, quédate- le pidió Dana- hace tiempo que no nos veíamos-. No estaba mintiendo para quedar bien, la presencia de su amiga le resultaba casi tranquilizante, como un pedacito del mundo normal antes de que todo se volviera del revés.

.-Es que quiero acostarme pronto- se excusó Sheila- hoy no he ido a trabajar y si me quedo creo que mañana tampoco iré- soltó una risilla avergonzada- pero podríamos quedar los cuatro este fin de semana¿os parece bien?-.

.-Claro- dijo Remus, acercándose para darle un beso de despedida mientras ella cogía su capa- cuídate mucho-.

Sheila se despidió de ellos y salió por la puerta. Al cabo de unos segundos de tenso silencio, Remus miró a Sirius y a Dana.

.-Pasa algo¿verdad?- pepreguntó en voz baja.

Dana asintió con un nudo en la garganta.

.-Remus, esto es muy delicado. No... no pensábamos contárselo a nadie, pero hemos llegado a la conclusión de que alguien tiene que saberlo... y hemos decidido que seas tú. No... no sé si estaremos haciendo bien, pero...

.-¿Qués es lo que pasa?- preguntó Remus, alarmado al notar el miedo que se reflejaba en las palabras de Dana- ¿estáis bien?-.

.-El Ministerio de Magia nos dijo que Harry debía protegerse con el encantamiento Fidelio después del atentado- dijo Sirius- yo... yo iba a se el Guardián Secreto. Pero Dana se me adelantó. Ella cree que todo el mundo pensará que soy yo, y que ella como heredera de Ravenclaw no despertará sospechas, y, tras hablarlo mucho, estoy de acuerdo con ella-.

Remus miró a Sirius, absolutamente helado. No hacía falta ser legilimente para saber que su mente había viajado diecisiete años atrás. Sirius y Dana le explicaron el plan con detalle. Le contaron todo lo que habían decidido, y Remus estuvo de acuerdo en que era un buen plan.

.-Pero queremos que lo sepa alguien- dijo Sirius, finalizando- si algo sale mal... alguien tiene que saberlo... para que no... bueno, para que esta vez no haya errores-.

Remus tragó saliva y asintió. Se acercó a la temblorosa Dana y la rodeó con el brazo para reconfortarla.

.-No te preocupes- le dijo- todo saldrá bien. Tenéis mi palabra de que no diré esto a nadie. Os lo juro por Dios-.

.-Lo sé, Lunático-susurró Sirius- lo sé-.

Remus y su amigo se fundieron en un abrazo fraternal.

Sheila había notado en seguida que la visita de Dana y Sirius no era normal. No se esperaba verles aparecer por allí, y aún menos la cara de preocupación y miedo que tenía. Se veía a cien kilómetros que estaban asustados. Y, al ver cómo intentaban aparentar normalidad, las sospechas de Sheila se confirmaron, y la joven supo que no iban a hablar mientras ella estuviera presente. No sabía qué estaba pasando, pero podría ser algo importante. ¿Tal vez algo relaionado con la protección de harry Potter? Así pues, se marchó lo más rápido que pudo, esperando no haber despertado sospechas. Supuso que no; Sirius y Dana estaban tan acojonados que hubieran sido capaces de prestarle atención a un colacacuerno húngaro si se hubiera paseado por delante de sus narices.

Sheila se envolvió en su capa al salir, notando el súbito descenso de temperatura. Caminó hasta la calle hasta perdese de vista para los habitantes de la casa, y luego, al cabo de unos segundos de espera, volvió sobre sus pasos sigilosamente. Con cuidado, estiró un poco el cuello para mirar por la ventana. Remus estaba sentado con Sirius y Dana, y los tres hablaban con el semblante serio. Sheila, con mucho cuidado, apuntó a la pared con su varita y susurró unas palabras. Al instante, apoyó la oreja en el muro y las palabras llegaron a sus oídos como emitidas por un amplificador. Mientras escuchaba, una sonria iba apareciendo en el rostro de Sheila. A medida que los tres hablaban, la sonrisa se iba ensanchando más y más, hasta que, cuando Sirius y Remus se abrazaron y abrazaron a Dana, Sheila se dio cuenta de que estaba a punto de soltar una carcajada, y se apartó rápidamente de la pared. Con un movimiento de su varita, deshizo el hechizo y se fue a toda prisa de allí. Una vez estuvo en la calle, lejos del alcance y de las vista y los oídos de los tres amigos, lanzó un grito de alegría y pegó un salto, sin poderse contener.

"Esto es genial" pensó."No puedo creer la suerte que he tenido. Esto es perfecto. Ya me imagino la cara de Lucius cuando se lo cuente".

Se dio cuenta de que estaba muy agitada, y se obligó a respirar hondo para calmarse. Si quería que lucius Malfoy la felicitara por su descubrimiento y dejara de considerarla una niña mona inexperta, más valía dar aparierncia de frialdad. Cuando los latidos de su corazón se calmaron, Sheila fue a toda prisa al escondite del señor Malfoy.

Por segunda vez consecutiva en esa noche, alguien se soprendió al oír una llamada en su puerta a horas intempenstivas. Aunque esta vez fue un despeinado Lucius Malfoy el que abrió la puerta.

.-¿Qué haces aquí?- le preguntó a Sheila, pasándose rápidamente la mano por el cabello para dar su habitual apariencia aristocrática y estirada.

.-Sé cómo van a proteger a Harry Potter- dijo Sheila, sin poder evitar que una sonrisa asomara a su rostro- lo sé todo-.

.-La chica no tardó ni cinco minutos en exponerle a al señor Malfoy el plan. Cuando acabó, este permaneció unos segundos en silencio. Luego, se giró hacia la chimenea.

.-Lestrange, Nott, Greates- les llamó conforme aparecieron en el fuego- venid inmediatamente. Ya. Es urgente-.

Sheila casi sintió una sensación de irrealidad al ver a los mortífagos reunidos en torno a la mesa. En menos de diez minutos se había organizado una reunión extraordinaria y todos hablaban en voz baja, sobre lo que debían hacer. El señor Malfoy era partidario de atacar cuanto antes, pero hasta un plan precipitado como aquel necesitaba un poco de calma. Después de mucho hablar, Sheila recordó que Sirius tenía guardia aquel sábado. Dana no, lo cual significaba que estaría todo el día sola. Sería una ocasión ideal para atacarla. Los demás asintieron con satisfacción, y en poco tiempo esuvo ideado el plan.

Durante un par de días de calma, los nervios de Dana habían remitido un poco. A Sirius, como estaba previsto, se le asignó una escolta, pero lo cierto es que nadie intentó atacarle. Dana pensaba que sólo era cuestión de tiempo, hasta que se corriera la voz, y al final del día daba gracias a Dios de que no hubiera pasado nada, pero, al mismo tiempo, la espera estaba acabando con ella.

Su amigo Nick Stanville fue el encargado, por iniciativa propia, de hacer guardia en la casa. Hardman le nombró a él y a otro auror bastante experimentado, para que pudieran hacer relevos. El sábado por la mañana, cuando Sirius se despidió de ella con un beso al irse a patrullar, Dana se sintió contenta de que su amigo Nick estuviera allí. Así podrían charlar y distraerse.

Lo cierto es que fue un día muy agradable. La mañana amaneció fría y soleada. Las plantas del jardín estaban lustrosas tras el rocío de la noche anterior. Cuando Sirius se fue, Dana desayunó, y sobre las diez de la mañana llegó Nick Stanville para sustituír al otro auror. Nick sabía que Dana estaba nerviosa y no sólo se dedicó a hacer guardia, también estuvieron charlando la mayor parte del día. Vieron juntos la televisión, uno de los aparatos muggles que Dana tenía en la casa y que Nick no conocía por ser de una familia de magos. Al escuchar las asombradas preguntas de Stanville sobre aquel aparato, Dana se echó a reír y el miedo se le fue pasando.

Después de comer, los dos se pusieron a jugar al snap explosivo, un juego que a Dana le encantaba y en el que Nick era especialista. Mientras aguardaban el regreso de Sirius, el día transcurrió.

A las nueve en punto de la noche, tres figuras se aparecieron a poca distancia de la puerta de entrada de la casa de Sirius Black. Iban totalmente irreconocibles, vestidas de negro y cubiertas con una máscara.

.-Es tal y como hemos averiguado- dijo una de las figuras- sólo están ella y ese auror en la casa-.

.-¿Estás seguro, Nott?- preguntó la figura más alta.

.-Tranquila, Bellatrix- constestó la otra figura- estuve espiando la casa dos días y todo ha sido igual. De diez de la mañana a diez de la noche está ese auror de ahora, y las otras doce horas viene el otro-.

.-Vale, Greates, pero será mejor que nos demos prisa- dijo con voz cortante la señora Lestrange, caminando hacia la casa- tenemos que actuar rápido y silenciosamente, ya recordáis lo que nos dijo Lucius. Sin escándalo, y no tenemos mucho tiempo antes de que el animago vuelva del trabajo. Vosotros dos encargaros del auror del piso de abajo. Yo iré a la planta superior a buscarla a ella. Si necesitáis ayuda, os oiré-.

Mientras los tres mortífagos se sepraban, Dana esbozó una sonrisa de triunfo.

.-Te gané- exclamó con una carcajada.

.-No por mucho tiempo- gruñó Stanville- te desafío a una última partida antes de que acabe mi turno-.

.-De acuerdo- contestó Dana- pero, si no te importa, voy a cambiarme de ropa y a hacer algo caliente para beber. Tengo frío-.

.-Yo también- admiitó Stanville- anda, sube, te espero aquí-.

Dana se levantó de la mesa y subió las escaleras hasta el piso superior. Era casi de noche, y estaba preocupada. Nick no se había dado cuenta, pero había mirado el reloj al menos diez veces en el último cuarto de hora. Sirius y ella no solían llegar de las guardias de fin de semana más tarde de las ocho. Claro, que si había tenido un día muy ocupado... pero¿y si le había pasado algo?

"Tranquila, Dana" se dijo la chica, sacando del armario una túnica azul de ir por casa "si le hubiera pasado algo, ya te habrías enterado".

Pero¿era así de veras? Dana no quería pensar más en ello, lo único que quería era que Sirius volviera a casa. Se quitó la túnica y se puso la otra, se cepilló el cabello, y observó su rostro en el espejo del cuarto de baño. El reflejo le devolvió el rostro de una chica con aspecto asustado y ojeras. Suspiró, se dio la vuelta para bajar las escaleras.

Fue en ese momento cuando oyó un ruído.

Dana se detuvo en seco y escuchó. Aquello no volvió a sonar, pero de pronto el ambiente de la casa había cambiado. se respiraba algo tenso en el ambiente, algo oculto.

.-¿Nick?- preguntó Dana en voz alta. No hubo respuesta.

"No me oirá desde aquí" se dijo, y bajó las escaleras.

.-¡Nick!- le llamó. No hubo respuesta. Dana sintió con claridad cómo un escalofrío le bajaba por la espalda. Todo estaba demasiado silencioso. Demasiado quieto.

Tragando saliva, Dana se metió la mano en el bolsillo y sacó su varita. Echó a andar hacia donde estaban sentados Nick y ella minutos antes.

.-¿Nick?- volvió a preguntar, entrando en el campo de visión del auror.

Nick Stanville estaba sentado en la silla, justo donde se había quedado cuando Dana subió. Sólo que no estaba igual que antes. Su cuerpo estaba en una posición extraña, como si le hubieran levantado y luego le hubiesen vuelto a colocar allí. Su rostro estaba congelado en una mueca de sopresa y dolor, con la boca abierta en un grito eterno. Y sus ojos... habían desaparecido. Donde antes estaban sus ojos, ahora había dos agujeros. De las cuencas oculares vacías se veían manar dos torrentes de sangre, que ya había dejado de fluír, pero aún estaba fresca, y formaba dos ríos que resbalaban por las mejillas empapando la parte delantera de su túnica. Estaba muerto.

Dana retrocedió, horrorizada, incapaz de pensar, mirando a su amigo, que apenas unos minutos antes estaba vivo. Y entonces, oyó una voz a sus espaldas.

.-¡Expelliarmus!-.

Dana se giró sobresaltada, justo a tiempo para ver cómo su varita salía volando por detrás del hombro de una persona que estaba delante de ella, una persona vestida con una amplia túnica negra y que ocultaba su rostro detrás de una máscara blanca. En ese momento, Dana recobró la lucidez, y antes de que el mortífago puidera hacer nada más, se lanzó hacia el pasillo con toda la rapidez de la que sus piernas fueron capaces. Entró en el salón, cerró de un portazo, y empujó uno de los sofás para atrancar la puerta. Era tal su terror, que le dio fuerzas, y el pesado sofá se deslizó como si fuera una silla. En la mente de Dana apareció el nombre de Bertha Jorkins, que fue inmediatamente sustituído por el de Frank y Alice Longbottom. Una nueva oleada de pánico la recorrió, y se abalanzó sobre la cómoda que había junto a la puerta de la cocina, de madera blanca, justo en el momento en que el sofá salía despedido y la puerta se abría.

A los aurores de familia muggle, por lo general, se les daba una tapadera, con objeto de que su identidad mágica no trascendiera a sus amigos y familiares menos allegados con los que tuviera contacto. Para ello, se les entregaban documentaciones, previamente autorizadas por los presidentes muggles de cada país, de cuerpos de seguridad o espionaje de dichos países. En Estados Unidos, los magos que lo necesitaban eran dotados con acreditaciones del FBI o de la CIA, y en Inglaterra Dana conocía a varios que llevaban una placa falsa de Scotland Yard. Esto se hacía para que sus allegados tomaran ausencias repentinas, ruídos, u objetos misteriosos, como parte de una misión o experimento secreto del gobierno, lo cual hacía que los muggles no sospecharan, y garantizaba que guardarían el secreto. Dana misma tenía una placa del CNI, el servicio de inteligencia español, y ya había tenido que usarlo delante de algún amigo que había visto demasiado. Parte de la tapadera consistía en dar a dichos aurores un arma muggle, si la solicitaban. Y eso era lo que tenía Dana guardado en el cajón de la cómoda, aunque nunca antes había tenido que usarlo. Cuando el mortífago avanzó hacia ella, la chica se giró.

Para Dana, todo sucedió como si estuviera pasando a cámara lenta. Vio al mortífago saliendo por la puerta, vio cómo los pliegues de su túnica ondeaban a medida que se acercaba, y oyó muy lejano el sonido del arma al amartillarla con sus manos. Entonces, disparó dos veces. El mortífago se detuvo bruscamente, emitió un gañido ahogado, y cayó al suelo inmóvil. Al segundo, que entró por la puerta justo cuando su compañero caía al suelo, no le dio tiempo de reaccionar. Dana, mirando hacia la puerta, ciega de terror y rabia, volvió a disparar, acertando una de las balas en la frente. El segundo mortífago no emitió ningún sonido, sencillamente comenzó a sangrar a chorros por la frente y cayó al suelo, junto al otro.

.-¡Expelliarmus!-.

Dana sintió, impotente, que la pistola volaba de sus manos y caía lejos, en el pasillo, mientras se giraba y descubría a un tercer mortífago en las escaleras, junto a la barandilla, con la varita en la mano. La figura de la escalera levantó de nuevo la varita, y Dana, con un grito de terror, se apartó brucamente de la cómoda y entró en la cocina, justo cuando un rayo de luz estallaba a sus espaldas, donde un segundo antes estaba ella. Gimiendo de terror, la chica entró como una exalación en la despensa y cerró la puerta, pasando el pestillo.

Jadeando, se apoyó contra la pared, dándose tiempo para pensar por vez primera. Se habían enterado. No sabía cómo, pero se habían enterado. De todos modos, en aquel momento aquello no le importaba lo más mínimo. Sabían que era el Guardián Secreto y habían ido a por ella. Estaba desarmada, y no podía recuperar su arma porque no había visto dónde caía la pistola, y la varita estaba en la otra parte de la casa, junto al cuerpo sin vida de Nick Stanville. No tenía otra opción que usar el comunicador y pedir ayuda.

Un violento golpe en la puerta la sobresaltó, haciéndola gritar e interrumpiendo sus pensamientos. Mientras la persona que estaba al otro lado de la puerta comenzaba a sacudir el pomo y a golpear con fuerza la puerta, Dana agarró el comunicador. Se lo llevó a la boca con manos temblorosas.

.-¡Socorro!- gritó, con una voz estridente y entrecortada que no parecía la suya. Sintió que dos lágrimas de terror se deslizaban por sus mejillas- ¡socorro¿Me oye alguien¡Soy Dana, necesito ayuda! -se detuvo unos segundos a escuchar, pero nadie contestaba al aparato.- ¡Joder¡Maldita sea¿Dónde se ha metido todo el mundo¡Necesito ayuda¡Lo saben¡Ayudadme!-.

En ese momento, se oyó una voz pronunciando un hechizo al otro lado de la puerta, y un instante después esta se abrió, golpeando la pared de la despensa con tanta fuerza que la madera saltó en pedazos. Dana lanzó un alarido, y, en un gesto desesperado, arrojó al mortífago lo primero que encontró a mano: el comunicador.

El mortífago lanzó una exclamación de dolor y sorpresa cuando el comunicador le golpeó en la cara. Vaciló unos segundos, justo los que aprovechó Dana para apartarlo de un violento empujón y lanzarse a todo correr al pasillo, donde había encontrado a Stanville. Sólo tenía un pensamiento en su mente: recuperar su varita.

Dana saltó por encima de los dos cuerpos sin vida de los mortífagos, mientras oía las pisadas del otro detrás de ella, persiguiéndola. Se abalanzó dentro de la habitación que daba a la puerta trasera, donde Stanville estaba aún, sentado, inmóvil. Escudriñó el suelo con la mirada, y entonces la vio, tirada en un rincón. Su varita. Con un grito desesperado, Dana se lanzó a por ella. Cayó al suelo, y se arrastró, estirando el brazo para cogerla. Pero, justo cuando sus dedos la rozaban, sintió que una mano la agarraba del tobillo y tiraba de ella con violencia hacia atrás.

.-¡NOOOOO!- Dana aulló desesperada al ver cómo la varita se alejaba de ella. Se giró, y vio al mortífago junto a ella, sujetándola, mirándola a través de la máscara blanca con unos ojos fríos y crueles, carentes de humanidad. Unos ojos de mujer. El mortífago la apuntó con la varita.

.-¡No!- gimió Dana, alzando los brazos como para protegerse. En ese momento, esuchó unas palabras, ininteligibles al otro lado de la máscara, y un brillante destello de luz roja apareció ante ella. Fue lo último que vio.

Cuando Sirius llegó a casa, tenía frío, estaba cansado, y estaba deseando sentarse en frente de la chimenea y ponerse ropa cómoda. Había sido un día normal, pero el frío y el viento le habían molestado sobremanera a él y a Angelina, con quien le había tocado patrullar, y además casi todos los avisos de urgencia se habían concentrado en las últimas horas, con lo cual habían terminado un poco más tarde de lo normal. A pesar de su cansancio, en cuanto entró en su casa, sintió que algo no iba bien. Había demasiado silencio allí dentro, un silencio pesado, agobiante, como si algo flotara en el ambiente.

.-¿Dana?- preguntó- ¿Nick?-.

Nadie contestó. Intrigado, Sirius fue hasta la habitación que comunicaba con la puerta trasera. Lo primero que sintió fue un repentino golpe de aire frío, ya que la puerta estaba abierta. Luego, vio el cuerpo de Nick Stanville en la silla, tal y como Dana lo había encontrado.

Sirius lanzó un grito de horror y sorpresa al ver a su compañero asesinado de aquel modo. Durante unos segundos, la mente se le quedó en blanco. Luego, una voz falsamente serena habló en su cabeza.

"Dana".

.-¡Dana!- aulló, y echó a correr hacia el salón. Fue allí donde el corazón le dio un vuelco al descubrir en el suelo algo que parecía un cuerpo. Se agachó. No era Dana, eran dos figuras enmascaradas y vestidas de negro, manchadas de sangre. Con las manos temblorosas, Sirius les quitó la máscara, y descubrió la mirada vidriosa y sin vida de dos hombres. Dos mortífagos.

Fue en ese momento cuando Sirius empezó a ser consciente de lo que había pasado. Miró a su alrededor, y vio la pistola en el suelo, las puertas y el sofá destrozados, las señales de lucha. Habían ido a por Dana. La habían descubierto. Por un momento, Sirius sintió que se mareaba. Su rostro se puso blanco como el papel, y sus rasgos se deformaron en una mueca de terror y angustia.

.-¡Dana!- gritó, con una voz angustiada y desesperada que no parecía la suya.- ¡Dana¡Dana¡Por Dios, contesta¿Dónde estás¡Dana!-.

Echó a correr hacia la cocina, subió las escaleras, recorrió todas las habitaciones, llamando a su novia con una voz cada vez más histérica y desesperada. Tenía tanto miedo que pensaba que, si dejaba de correr en su busca, se caería. Comenzó a abrir los armarios y a buscar en los sitios más extraños, aunque en el fondo sabía que Dana ya no estaba allí.

Cuando no tuvo más sitios en los que buscar, se detuvo. Había vuelto a bajar las escaleras y se quedó allí parado, en medio del salón, jadeando, sin saber qué hacer. Sintió que un sollozo le subía por la garganta y miró a su alrededor, temblando.

.-Dios mío- gimió- Dios mío, no, por favor. Esto no está pasando, esto no puede estar pasando, otra vez no... ¿Qué voy a hacer ahora?-.

Un vestigio de lucidez cruzó por su mente, y comprendió lo que tenía que hacer. Se acercó a la chimenea, agarró unos polvos con manos temblorosas, y volvió al Centro de Aurores.