Nota de la autora: Si puse el fan-fiction en categoría M, es por algo, y ese algo se va a dar en los próximos capítulos. Va ahaber escenas de violencia y tortura, de modo que si eres una persona muy sensible, sigue leyendo bajo tu responsabilidad. Hecho este anuncio, quiero disculparme con mis lectores por haber dejado el fan-fiction aparcado tanto tiempo, pero estaba pasando por una sequía de isnpiración, y la verdad, para escribir algo pésimo, prefiero esperar a tiempos mejores. Afortunadamente, estoy inspirada de nuevo, y si me perdonáis por haber hecho esperar tanto tiempo¿qué mejor forma que demostrarlo dejando reviews? jejejejeje.
Sybill: Demanda ptrimero a J.K.Rowling, ella es bastante más mala que yo :-P
Ceywen: Bueno, no te voy a contar el final de la historia, pero te animo a seguir leyendo. Me alegro de que te esté gustando mi historia. Un abrazo.
Momo-Cicerone: Sí, por fin he actualizado U Es que últimamente no tenía nada de inspiración, y, la verdad, para escribir algo malo, prefería no escribir nada. Pero parece que la inspiración me vuelve (siempre me inspiro cuando estoy de exámenes :-D), así que espero actualizar más a menudo. Un abrazo.
Synn: Como ves, esta vez sí he actualizado pronto ;-) Muchas gracias por tu review, un abrazo.
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BEYOND THE... SEA (MÁS ALLÁ DEL... MAR)
Cuando despertó, lo primero que Dana notó fue una profunda sensación de mareo. Luego, sintió un olor fuerte, penetrarte, a sal y algas marinas descompuestas. Gimió, y se movió un poco sin abrir los ojos.
Poco a poco, fue recordando lo que había sucedido: la pelea, la muerte de Nick, el mortífago que le había lanzado un hechizo aturdidor... las brumas de su mente se fueron disipando. Se dio cuenta de que, aunque había estado inconsciente hasta hacía unos segundos, estaba de pie. Notó dolor en los brazos, y trató de moverlos, pero no pudo. Entonces abrió los ojos.
Cuando consiguió enfocar la mirada, se dio cuenta de que estaba en un lugar oscuro. Miró a su alrededor. Lss paredes, el suelo y el techo eran de piedra, una piedra húmeda y cubierta de líquen en algunas partes. Frente a ella una de las paredes era sustituída por una fila de rejas de hierro, de arriba a abajo, en cuyo centro había una puerta también de rejas. Estaba en una celda. Delante de la suya, había otra igual, esta vacía. En medio de ellas cruzaba un estrecho pasillo. Estaba en un lugar de piedra, en un lugar que olía a algas y a sal... de pronto, advirtió un débil sonido. De inmediato, lo reconoció: era el mar. Un mar embravecido rompiendo contra las rocas. Y, en ese instante, supo dónde estaba.
"Azkaban" pensó "estoy en Azkaban".
Una punzada de miedo terminó de espabilarla, y miró hacia arriba con esfuerzo, porque su libertad de movimientos estaba bastante limitada. En seguida descubrió por qué; sus muñecas estaban sujetas a la pared por una argolla. Tenía los brazos estirados, y estos habían estado soportando su peso hasta que despertó, por eso le dolían.
Dana apoyó los pies en el suelo, sosteniéndose sobre ellos, y una sensación de alivio le recorrió los brazos y las manos. Tenía los dedos dormidos, los movió para activar la circulación de la sangre. A medida que se iba recuperando, el miedo comenzó a hacer acto de presencia en su mente.
"Me han dejado sin conocimiento, y me han traído a Azkaban".
En ese momento, se dio cuenta de que no estaba sola en la celda. En un rincón, había una figura inmóvil. La figura estaba vestida de negro y llevaba una máscara. Era bajita y rechoncha. Entonces, el mortífago se quitó la máscara y la capucha, y Dana vio el rostro de Peter Pettigrew.
.-¡Tú!- exclamó, soprendida y asustada.
Peter estaba muy serio. Su escaso cabello estaba peinado hacia detrás, y tenía un brillo extraño en la mirada. Una sonrisa asomó a su rostro, dejando al descubierto sus incisivos de rata.
.-Hola, Dana- dijo- no nos conocemos, pero creo que sabes quién soy. Tu novio y yo éramos amigos-.
.-Cabrón- le soltó Dana. Intentó mover los brazos, pero no pudo- ¡suéltame!-.
.-Si me lo pides con esa educación, seguro- se burlo Pettigrew, caminando hacia ella- así que tú eres la novia de Sirius. No me extraña-. Se calló. Al ver que Dana no le preguntaba por qué, continuó.-Sirius siempre se ligaba a las tías más buenas de Hogwarts. Ha estado con mujeres mucho más hermosas que tú, si me permites decirlo. No sé por qué se quedó contigo. Hubiera podido escoger a cualquiera. Sirius siempre conseguía lo que quería-.
Su voz tenía un dejo de amargura que a Dana no le pasó desapercibido.
.-¿Por qué?- preguntó con voz temblorosa. Era algo que se había estado preguntando desde que conoció la historia de Sirius.- ¿Por qué te pasaste al bando de Voldemort?-.
Pettigrew soltó una risa amarga.
.-¿Por qué?- exclamó- claro, tú no lo entiendes. Eres la heredera de Ravenclaw. Eres bonita y sabes hacer magia. ¿Cómo ibas a entender lo que se siente cuando eres el último en todo, cuando todos quedan siempre por encima de tí, cuando eres el hazmerreír de todos?-.
.-¡Ellos eran tus amigos!- exclamó Dana- ¡ellos te defendieron!-.
.-¿Me defendieron?- preguntó Peter, alzando la voz- ¿qué es lo que sabes tu¡Nada¿Estabas allí¿Cómo puedes saber lo que pasó? Yo no era como ellos. Nunca me trataron como a un igual. Yo sólo era el pobre gordito al que defender de los malvados Slytherin, el pequeño Peter que les idolatraba y les seguía a todas partes... ¿Acaso tenía otra opción¿Acaso podía permitirme discutir con ellos o pensar por mí mismo¡Ellos eran la única garantía de respeto que tenía en el colegio!-.
.-Sirius nunca... -comenzó a decir Dana, pero Pettigrew la interrumpió.
.-¡Cállate¿Tú qué coño sabes¡Tú no conociste a Sirius entonces¡Eran unos engreídos¡Todos¡Fingían que eran mis amigos, pero sólo era su súbdito, el que les idolatraba y les aplaudía, aunque por dentro pensara que eran unos idiotas¿Sabes lo que es capaz de hacer Voldemort cuando captura a alguien? Me atrapó, me atrapó y me amenazó... ¿qué querías que hiciera¿Morir por ellos¡Después de aquello yo fui el fuerte¡Por primera vez en mi vida, sentí lo que es ver a los demás indefensos, a tu merced! Eran tan engreídos... no sabes el poco orgullo que les quedó a Sirius y a James cuando acabaron el uno muerto y el otro en la cárcel. ¡Entonces ya no volvieron a pavonearse!-.
.-¡Me das asco!- exclamó Dana, mirándole con odio. Los ojos de Peter Pettigrew se encendieron de odio.
.-¿Ah, sí?- preguntó- ¡tú eres igual que ellos¿Te doy asco, verdad¡Como a todas las demás¡Como a Susan! Yo hubiera dado lo que fuera por ella, pero a ella también le daba asco... cómo no, teniendo a Sirius al lado. ¿Con cuál te quedarías si nos vieras a los dos juntos?-.
En ese momento, Pettigrew se puso delante de ella y la agarró con fuerza de la mandíbula. Dana se retorció para soltarse, pero el mortífago tenía más fuerza de la que aparentaba.
.-Sirius siempre se quedaba con las mejores chicas- susurró. Dana sintió repugnancia al notar su aliento a pocos centímetros de su cara- me quitó a Susan... pero esta no se me escapa...
Entonces, acercó su rostro al de Dana y la besó. Dana se estremeció a causa del asco y del terror, gimió y apretó los labios. Se retorció frenéticamente, pero Peter la tenía inmovilizada. Sintió que él le apretaba más fuerte la mandíbula, intentando forzarla a abrir la boca, estrechando sus labios y su lengua con fuerza contra los de ella. Entonces, Dana abrió la boca, atrapó el labio inferior de Pettigrew entre sus dientes y le mordió con todas sus fuerzas.
El hombre lanzó un grito de dolor y la soltó. Se llevó la mano al labio a los labios con una mueca de dolor, y se miró la palma, teñida de la sangre que resbalaba por la herida.
.-¡Me has hecho daño, puta!- gritó, y le pegó un puñetazo. Dana gritó de dolor al sentir el golpe cortándole el pómulo. La sangre comenzó a caerle por la mejilla.
Pettigrew se abalanzó sobre ella como una bestia salvaje, sujentándole las piernas con la rodilla, y comenzó a dar tirones de su túnica para desgarrarla, mientras le tocaba el pecho con tanta fuerza que le hacía daño.
.-¡NO!- aulló Dana, retociéndose, muerta de asco y dolor- ¡NO, NO¡NO ME TOQUES¡NOMETOQUESHIJODEPUTASUÉLTAMEEE!-.
.-¡Peter!- exclamó una voz detrás de ellos.
Pettigrew la soltó bruscamente y se dio la vuelta. Sheila le miró con frialdad.
.-La prisionera está aquí para interrogarla, no para que te la tires- gruñó la joven.
Dana, que aún se estremecía por el repugnante tacto del mortífago sobre su cuerpo, tuvo la misma sensación que si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Miró a Sheila muda de asombro, sin poder articular palabra. Sheila la miró y sonrió.
.-Sheila- balbuceó Dana, incrédula. Aquello no podía estar pasando- Sheila... tú... no puede ser...
.-¿Sorprendida, Dana? - preguntó Sheila con dulzura.
.-Pero tú... yo creía que tú... tú y Remus...
.-Fue muy fácil ligármelo para meterme en vuestro grupo- dijo Sheila con tranquilidad- estaba desesperado-.
.-¡No!- gimió Dana con amargura. No podía creer que la que estuviera allí delante fuera su amiga- ¿Por qué, Sheila¡Tú eras mi amiga¿Por qué¿Por qué?-.
.-Pienso lo mismo, Dana- dijo Sheila sin mentir- me caes bien. Pero lo primero es lo primero- apuntó a Dana con la varita- ¿Dónde está Harry Potter?-.
.-No lo sé- contestó Dana.
.-No me tomes por imbécil- le espetó Sheila- os oí en casa de Remus. Escuché vuestro plan. Sé que el guardián secreto eres tú, Dana. Dímelo¿dónde está Harry Potter?-.
Dana tragó saliva.
.-No pienso decírtelo-.
.-Como quieras- dijo Sheila, suspirando- ¡Crucio!-.
En ese momento, Dana se vio poseída por un dolor que jamás habría pensado que existiera. De pequeña, jugando, se había caído y se había roto el brazo. Siempre había pensado que aquel había sido el dolor más intenso que sufrió en su vida, pero se convirtió en un pálido recuerdo ante aquello. Era como si le estuvieran cortando la carne a tiras con una cuchilla envenenada mientras su cuerpo se consumía en llamas. De sus labios brotó un alarido, y comenzó a retorcerse. Era un dolor inconcebible, insoportable.
Sheila y Peter la miraron impertérritos mientras ella gritaba, sintiendo que la piel le reventaba y la maldición mordía sus nervios con un dolor agudo y ardiente. Cuando, al cabo de unos segundos, Sheila bajó la varita, el dolor cesó y Dana se quedó allí, jadeando. Si no hubiera sido por los grilletes, habría caído al suelo. Y eso fue lo que hizo, cuando, un instante más tarde, Sheila los abrió con un hechizo. Dana cayó pesadamente, como un fardo, y se quedó tirada en el suelo, sollozando.
.-Piénsalo- dijo Sheila con sequedad, y ambos se marcharon, cerrando la celda a sus espaldas.
.-¡No!- gritó Dana con desesperación. Se arrojó a los barrotes y los sacudió- ¡no, por favor¡no¡no me dejéis aquí¡Sheila¡Sheila, por favor, nooooo!-.
Los dos mortífagos no se giraron y desaparecieron por una esquina. Dana emitió un gañido estrangulado. El terror no la dejaba respirar. Aquel terrible dolor iba a volver a repetirse. Iban a volvérselo a hacer hasta que dijera dónde estaba Harry. Una vez, y otra, y otra. Dana, histérica de miedo, comenzó a gritar. Se abalanzó contra la ventana enrejada y la sacudió frenéticamente, como si pudiera soltar los barrotes de aquel modo.
.-¡Ayudadme!- aulló- ¡que alguien me ayude¡Por favor, no quiero morir aquí¡Dios mío, sácame de aquí¡Por favoooor!-.
Continuó gritando un rato hasta que su voz se disolvió en sollozos incoherentes. Estaba atrapada. Nadie sabía dónde estaba, nadie imaginaría jamás que aquella cárcel recientemente desmantelada era el escondite secreto de los mortífagos. No iban a encontrarla, y ella jamás podría salir de aquella prisión de seguridad por sus propios medios y sin varita. Iba a ser torturada hasta que muriera. Sería una muerte lenta y espantosamente dolorosa. Consciente de ello, Dana se dejó caer al suelo, llorando a gritos y apretando los puños contra el suelo, hasta que su mente se hundió en la oscuridad.
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En el Centro de Aurores quedaba poca gente cuando, de pronto, vieron aparecer entre ellos a un Sirius pálido y con el rostro descompuesto. Algunos de sus compañeros se acercaron a él para preguntarle qué ocurría, pero, antes de que pudieran hacerlo, Sirius respondió a la no formulada pregunta.
.-¡Se han llevado a Dana!- gritó- ¡los mortífagos han matado a Stanville y se han llevado a Dana!-.
Se armó un revuelo. Mientras el agente Thomas intenaba sacar algo en claro de los gritos de Sirius, Hardman salió de su despacho.
.-Pero¿por qué no habrá pedido ayuda?- preguntó alguien, desconcertado- ¿no había un comunicador en vuestra casa con línea directa aquí?-.
En efecto, todos fueron a la habitación correspondiente, y el comunicador estaba allí, pero el agente que lo custodiaba no. Más tarde se descubrió que el joven auror encargado tenía dolor de muelas y se había ido dos horas antes a casa sin avisar, con la esperanza de que Hardman no lo advirtiera. El joven fue sancionado y expulsado del Cuerpo de Aurores, pero aquello no soluciónó lo que estaba pasando en ese momento.
Mientras Hardman juraba que el agente Moore iba a desear no haber nacido, apuntó con su varita el comunicador para ver si alguien había tratado de ponerse en contacto con el Centro de Aurores. Al cabo de unos segundos, se hizo un silencio sepulcral en la sala cuando la voz aterrorizada de Dana comenzó a sonar.
.- ... ¡lo saben!- las palabras de Dana quedaron interrumpidas por un fuerte golpe y un grito. luego, un leve forcejeo, pisadas... y luego el silencio. Sirius sintió que se mareaba y su amigo el agente Thomas tuvo que agarrarle del hombro. Hardman se puso pálido.
.-Rápido- dijo- hay que llamar al Ministerio. Tenemos que dar cuenta de esto. Que se queden dos agentes de guardia y todos los demás a casa de Black. Encontrad pruebas, registradlo todo. Hemos perdido a una agente y la quiero de vuelta ya-.
Hardman no quería que Sirius estuviera en su casa mientras durase todo aquel revuelo, de modo que encargó llamó personalmente a Remus Lupin, que en ese momento acababa de salir de la ducha y terminaba de vestirse, en su casa.
Cuando Hardman le llamó diciéndole que había problemas graves y que se presentara en el centro de trabajo inmediatamente, Remus se asustó, pero ni se le pasó por la cabeza encontrarse con lo que se encontró cuando llegó allí. Al llegar, lo primero que vio fue el centro casi vacío, algo inusual. En unas sillas del rincón, estaba sentado el agente Thomas, y, al lado, Sirius. A Remus se le cortó la respiración cuando su amigo levantó la vista; no había visto esa expresión en su rostro desde la noche en la Casa de los Gritos, cuando aún creía que era un traidor.
.-¡Sirius!- exclamó- ¿qué te pasa?-.
.-Se han llevado a Dana- contestó Sirius en voz baja- han entrado en la casa, han matado a Nick y se la han llevado. Al parecer, ella luchó y mató a dos de los mortífagos, pero...
.-¿A Dana?- preguntó Remus- pero¿cómo han podido saber... Sirius, tú sabes que no le he dicho nada a nadie-.
.-Claro que sí- susurró Sirius- pero... no importa cómo lo hayan sabido. Tenemos que encontrarla. ¡La matarán!-.
.-Sirius, cálmate- le dijo Remus, que todavía no asimilaba lo sucedido¿qué ha pasado exactamente¿cómo...
.-¿A quién mierda le importa cómo?- gritó Sirius, perdiendo los estribos- ¿es que no te enteras¡Dana ha desaparecido¡En este momento la estarán torturando para que les diga dónde está mi ahijado!- la voz se le quebró, y se llevó las manos al rostro.
Remus tragó saliva.
.-Dios mío... -susurró.
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Dana no sabía cuánto tiempo había pasado. Estuvo llorando durante un rato, y luego se quedó, temblando como una hoja en el suelo. Comenzaba a tener frío. El viento ululaba entre las torres de la prisión y se colaba por la ventana.
La chica levantó la vista, se incorporó lentamente, y se sentó apoyada en la pared, arrebujándose con la túnica. Al hacerlo, se fijó en el anillo que aún llevaba en su dedo, el que le había regalado Sirius al pedirle que se casara con él. Las lágrimas volvieron a correr por las mejillas de Dana cuando comprendió que no volvería a ver a Sirius.
"¿Qué hará en este momento" se preguntó."¿Habrá visto ya que he desaparecido¿Estará buscando ayuda? Pero¿cómo va a encontrarme?".
De Sirius, sus pensamientos viajaron a Sheila. Una enorme rabia, rabia contra sí misma, creció en su interior. Había sido una imbécil. Estaba tan cegada con el asunto de Susan y Sirius, que no se le había ocurrido cuestionar la aparición de Sheila. Además¿por qué tendría que haberlo hecho? Era una chica simpática, agradable, y parecía enamorada de Remus.
"Claro que también era una mortífaga" pensó Dana."Me engañó, engañó a Remus, a todos. Fue ella, y yo ni siquiera lo sospeché. Caímos en su trampa como unos imbéciles. Menuda mierda de auror soy. Confié en ella, y ahora voy a pagar por ello. No me dejerán salir de aquí con vida, he visto su escondite y a su agente doble. Voy a morir. La cuestión es cuánto tardarán en matarme... o cuánto podré aguantar".
Pero, en realidad, no tenía opción. Si no confesaba dónde estaba Harry, la torturarían hasta que muriera. Si lo confesaba, la matarían de todas fromas, aunque en ese caso puede que fuera rápido. Además, ellos querían vengarse de los herederos, de los asesinos de Voldemort, y ella era una de ellos. Pero no podía decir dónde estaba Harry. No podía traicionar a Sirius. El rostro de Pettigrew apareció en su mente, y Dana supo que no podía comportarse como él. Jamás. Si confesaba, sería igual que aquel ser repugnante que había intentado poseerla por la fuerza. Además, no quería morir. Aunque racionalmente supiera que una muerte rápida era mejor que una lenta, el instinto de supervivencia se rebelaba en su interior. Podría haberse golpeado contra la pared hasta poner fin a su vida, pero era incapaz. Quería vivir, quería volver a casa, quería volver a ver a su familia y a Sirius... el rostro de su novio se dibujó en su mente, y Dana se limpió las lágrimas. Se sentía desesperada, desamparada y atrozmente sola. Habría dado el alma por volver a ver aquellos ojos azul grisáceo mirándola una vez más.
Era ya de noche y Dana temblaba de frío, llorando en silencio, paralizada por la sed y el miedo. Comenzaba a adormecerse, cuando esuchó pasos de nuevo en el pasillo. De inmediato, se puso tensa, escuchando las pisadas que se acercaba. ¿Quién sería ahora?
No tardó mucho en averiguarlo. Una figura alta y oscura apareció en el umbral. Cuando entró, sujetando una vela en su mano, Dana distinguió el rostro a la danzante luz de la llama. Era el mortígafo conocido como Avery, un hombre maduro con rostro sombrío y ceñudo. No perdió mucho tiempo con ella, estaba claro que se sentía ansioso por pasar a la acción.
.-Dinos dónde está Potter- susurró con voz suave.
Dana cerró los ojos y apreto los dientes, esperando escuchar de un momento a otro la maldición Cruciatus como respuesta a su silencio. Sin embargo no pasó nada. Abrió sus ojos de nuevo, y vio a Avery mirándola con una sonrisa divertida.
.-¿Esperabas una maldición?- preguntó- verás, ese no es mi estilo. Prefiero... el contacto personal. ¿Sabes a lo que me refiero?-.
Dana comenzó a temblar de nuevo, preguntándose si aquel hombre iba a intentar violarla como Pettigrew. Pero al parecer Avery tenía otra idea. Llevó su mano enguantada la bolsillo y sacó un alambre de espino. Los ojos de Dana se abrieron de horror.
.-¡No!- chilló. Se puso de pie, retrocediendo. Puede que no tuviera la varita, pero no iba a dejar que Avery la torturara sin luchar. Tal vez podría reducirle y quitarle la llave, o la varita. Tal vez... Avery sonrió más ampliamente, como si adivinara los pensamientos de Dana.
Entonces, para sopresa de la joven, apuntó con la varita no a ella, sino al alambre. Entonces, la espinosa cuerda comenzó a flotar sola y avanzó hacia ella. La joven se cubrió con los brazos como para protegerse, pero fue inútil. Dana chilló de dolor cuando el alambre comenzó a rodearle el cuerpo, los brazos y las manos, abriéndole la piel e incrustando las espinas en su carne, como una cuerda viva y hambrienta.
Dana cayó de rodillas aullando de dolor, mientras su sangre comenzaba a formar regueros que manchaban el suelo. No pudo ni tan siquiera tratar de debatirse; moverse sólo le provocaba más dolor.
.-¡Basta!- suplicó- ¡por favor, no!-.
.-¿Me vas a decir dónde está Potter, o quieres que sigamos?- preguntó Avery, sonriente.
Dana lanzó un grito de dolor e impotencia, que aumentó en intensidad cuando Avery agarró con fuerza su melena y le mostró el tenue brillo del cuchillo que llevaba en la mano. A partir de entonces, Dana no dejó de gritar. No supo cuánto tiempo estuvo Avery haciéndole cortes por todo el cuerpo, cortes suaves y superficiales, pero muy dolorosos. Se sentía inmersa en una espantosa pesadilla. Tenía miedo de desangrarse y no se atrevía a moverse por miedo a clavarse más los espinos o a que Avery le hiciese más daño, pero sólo abrió la boca para gritar. En medio de aquel espanto, lo único que distinguía en su mente era el rostro de Sirius.
Al cabo de un rato, Avery se detuvo. Miró a Dana con una mezcla de enfado e interés. La chica estaba de rodillas, llorando de dolor mientras la sangre le empapaba la ropa y manchaba el suelo.
.-Debo admitir que eres más dura de lo que creía- dijo. Con un movimiento brusco, la agarró por el hombro y la empujó contra la pared. Dana chilló al sentir los espinos clavándose en su espalda.
.-No importa- dijo Avery con calma- ya acabarás hablando. Esto sólo es el principio-.
Luego, se puso en pie, hizo un movimiento de varita y el alambre espinoso se despegó del cuerpo de Dana y volvió a su bolsillo. Luego, con otro movimiento de varita, las heridas dejaron de sangrar, aunque no se cerraron.
.-Tienes suerte de que Lucius quiera mantenerte viva- gruñó el mortífago, y salió de la celda.
Dana siguió sollozando sin advertir en apariencia que el mortífago se marchaba. Aunque ya no sangraba, las heridas seguían escociéndole, y notaba la piel y la ropa pringosa de su propia sangre. Tenía cortes en los brazos, en las piernas, en el rostro y en la espalda.
"No puedo soportarlo" pensó, intentando acurrucarse en una postura en la que ninguna de sus heridas tuviera contacto con el suelo" no aguanto este dolor. Si sigo así moriré".
Pero tenía la espantosa certeza de que no moriría... de que ellos la mantendrían viva para seguir haciéndole daño.
.-Sirius... -gimió débilmente- Sirius, ayúdame, por favor...
En algún momento de la noche, sus sollozos dieron paso a un sueño intranquilo. Tanto hubiera dado que siguiera gritando, porque allí, en aquella celda solitaria, en una isla rodeada sólo por el mar y por el aullante viento, nadie podría oír sus gritos.
