Anonadado pensó en despertar a Hephaistión pero desistió al recordar la ira que lo acometía cada vez que el hijo de Antipatros los molestaba." Si lo acuso creerá que soy cobarde" pensó, mordiéndose los labios sin acertar a comprender bien el significado de ese beso, la adrenalina fluía por su cuerpo al igual que les sucedía a los hombres en las batallas, su corazón latía con fuerza y lo atribuyó al temor de sentir ese cuchillo tan cerca de si.

-Un beso robado…- Musitó y se imaginó en una situación similar con su amigo, nuevamente se turbó y dándose vuelta trató de descansar.

Los ojos azules de Hephaistión iban alternadamente del pergamino que sostenía entre sus manos a los cabellos de Alexándros ajeno a lo que uno de los ayudantes de Aristóteles les explicaba acerca de las virtudes de las hierbas del bosque, por su parte el hijo de Phillipo prestaba gran atención y fue el primero en levantarse al terminar la clase.

- ¿Vamos a buscar algunas? – Le sugirió a Hephaistión, el cual tomó su bolso y tras enrollar el pergamino se acercó a este y rozando sus cabellos con los dedos, en un gesto que lo sorprendió, exclamó:

- Este parece mas corto que el otro ¿Te lo cortaste tú,Alexándros?.

Su compañero se estremeció ante su mirada interrogante y recordó la inquietante escena de la noche anterior, frente a ellos Pillotas alardeaba sobre una de las jóvenes criadas del maestro que estaba loca por él, los éxitos amorosos de los mayores, en especial los suyos eran tema frecuente de las conversaciones nocturnas.

- Si – Mintió – Quise enviarle un recuerdo mío a Cleopatra, así no me extrañará tanto.

- ¿Ya has recibido una carta suya? – preguntó sintiéndose mas tranquilo.

- No, pero la conozco, ella y mi madre no se llevan bien – Ansioso por cambiar de tema y también molesto por tener que mentirle lo tomó del brazo y lo condujo hacia el bosque: - Anda, vamos antes de que se haga tarde.

A lo lejos se escuchaban las risotadas de los acompañantes que se divertían después de clases con un torneo de pugilato, a la mayoría le interesaban mas las destrezas físicas y poder estar al aire libre sin la vigilancia de sus padres que esforzarse por aprender cosas útiles, excepto en las clases de Aristóteles en las que todos prestaban atención.

Kassandros caminó hacia el bosque con aire indiferente, el tema había sido de su interés y al igual que los dos amigos decidió buscar algunos especimenes, así en una ladera podía observarse a ambos jóvenes inclinados hacia una fragante mata de flores azules, cerca de un árbol Ptolomeo sostenía un trébol y Kassandros aspiraba el olor a lavanda.

Alexándros lo miraba de reojo, su rostro no denotaba preocupación alguna ni tampoco un interés hacia él y eso lo llevaba a plantearse más interrogantes acerca del por qué lo había besado, interrogantes que él solo no lograría resolver.

- ¿Qué opinas de Kassandros? – exclamó viendo a Hephaistión guardar unas flores en su morral.

Una mueca de malestar se asomó en los labios de éste y respondió:

- Es una serpiente, no confíes en él.

Contrario a lo esperado Alexándros se echó a reír con tanto entusiasmo que aún sin saber bien por qué lo secundó, sus risas alertaron a los otros dos y Kassandros sintió la bofetada de la envidia una vez más viéndolos rodar por la hierba riéndose a carcajadas, pero ese malestar cesó al ver en dónde estaban riendo y corriendo hacia allá les gritó:

- Salgan de allí tontos.

Ambos lo miraron mientras sentían como si miles de diminutos bichos ascendieran por ellos, al oír los gritos Ptolomeo también fue a auxiliarlos.

- Mala suerte – rió Aristóteles – Urtica dioica y Solenopsis geminata son una mala combinación.

Ptolomeo observaba sus piernas enrojecidas, Kassandros escuchaba con aire de fastidio y malhumor pensando en lo mucho que le ardía el brazo, Hephaistión sentía la espalda afiebrada y Alexándros miraba sus manos con tristeza…aún sentía a las hormigas sobre sí y alzando la vista miró a sus compañeros llenos de loción morada y cara de malhumor y recordando el rostro de Hephaistión nuevamente comenzó a reír a carcajadas. Todos lo miraron allí sentado con la túnica manchada de verde, los cabellos revueltos y llenos de ramitas, las manos y brazos cubiertos de loción morada. Se les antojó la visión misma de un futuro rey que no conocería el temor ni las fronteras.

- Vean allí a Aquiles – rió Cleitos.

El incidente de las hormigas y ortigas pronto pasó a ser una anécdota más en Mieza, cuna de futuros líderes.

La pregunta rondaba desde hace un buen rato en su mente, no era hombre de guardarse las cosas ni de callar y le parecía que era válida y no estaría violando la privacidad de su amigo.

- Alexándros – comenzó - ¿por qué tanto interés en Kassandros?.

Se mantuvo expectante sin mover el brazo sobre el cual descansaba la rubia cabeza del príncipe.

Éste sonrió, ya empezaba a conocer a Hephaistión y eso lo llenaba de sincera alegría, al recordar las peleas entre sus padres siempre lamentaba el hecho de que se conociesen tan poco que ni siquiera supiesen qué era lo que les molestaba del otro, a raíz de eso él y Cleopatra se habían unido más y se conocían bien, era ese conocimiento el que deseaba tener acerca del muchacho al cual había escogido como su mejor amigo.

- Me pareció gracioso, porque dijiste que era una serpiente y a ellas se tratarlas, mi madre me enseñó. Si no les temes no te morderán.

"Es verdad, la reina y sus serpientes" pensó, tal vez debería haber usado otra palabra para referirse al hijo de Antípatros no quería que Alexándros creyera que podía confiar en él gracias a esa semejanza, y en esa decisión sus celos no tenían nada que ver.

- Él sólo quiere destruir, siempre ha sido así…es como un veneno: te toca y te hace pedazos.

Al oírle frunció el entrecejo y recordó el beso robado, no había acertado a comprender pero ahora sí lo hacia y esa había sido su finalidad: destruirle, no por deseo o otra cosa y tenía un mechón suyo más ¿cómo confesárselo a Hephaistión? Le había mentido…se incorporó temblando y antes de seguir con el tema se alejó de él.

-¿Qué te pasa? – Su amigo lo detuvo tomándolo de un brazo pero desesperado se zafó y se fue corriendo, tratando de ocultar sus lágrimas y su temor.

Fuera de sí se internó en lo más espeso de Eordea y encaramándose a un árbol se aferró al tronco, sabía que esos sentimientos lo hacían débil y que si su padre y hasta su madre le reprocharían esas lágrimas.

Hephaistión asustado lo llamaba a gritos cuando tropezó con Pillotas el cual al ver la cara de espanto del chico se burló de él.

-¿Qué? ¿Viste a un fantasma? Los niños como tú no deberían salir de la residencia.

El hijo de Amyntor no se amedrentó ni ante la edad ni la estatura de su compañero de estudios, él también era uno de los más altos pese a sus 14 años y no le tendría miedo ni al ver que estaba algo ebrio, tenía que encontrar a su amigo.

- Cállate, estoy buscando a Alexándros ¿No lo has visto?.

-¿Verlo? Para nada, no me gustan los niños llorones y dudo que esté metido en el bosque casi va a anochecer – Su mirada azul se tornó burlesca y susurró: - ¿Se perdió? Es raro que esté sin ti…- Lanzando una risotada atrajo al chico y agregó con aire de confidencia - ¿Qué le hiciste eh? Si me lo cuentas te diré como me fue con la criada del maestro, a ti también te gusta.

Furioso por esa suposición se apartó.

- ¡Tonto! No se de qué hablas – gritó.

- Bah…seguro tú también debes tener un mechón de sus cabellos – Antes de terminar de burlarse se sintió empujado por ese niñato de ojos relucientes.

- Fuiste tú ¡tú se los cortaste! – chilló completamente enfurecido lo cual lo molestó ¿quién se creía que era?.

- ¡ya suéltame! Yo no necesito tonterías, fue Kassandros.

Apartándole se levantó y sonrió satisfecho mientras se sacudía, le gustaba Kassandros pese a tener bastantes años de diferencia y sentía celos del mechón rubio trenzado que éste ostentaba en un colgante al cuello, primero trató de sonsacarle de quién era de buena forma y pensando que serían de su madre o hermanos pero no obtenía respuesta alguna ni a eso ni a sus insinuaciones y un día tras embriagarlo un poco éste le había contado que era de Alexándros.

- Buena la tendrás – rió entre dientes al ver alejarse lívido de cólera a Hephaistión.

Lisímaco miraba por la ventana, el cielo estaba gris y habían aires de lluvia, apoyando la cabeza en la almohada con fastidio susurró:

- Si el maestro se enterara.

- Si nadie se lo dice no lo sabrá – sonrió Ptolomeo cerrando un libro.

- Que suerte tiene por Zeus – suspiró Seleuco recordando a la hermosa jovencita que servía al maestro.

Todos se giraron al sentir crujir la puerta, afuera Cleitos roncaba asido a una botella de vino, regalo del hijo de Parmenión, algunos se incorporaron para ver mejor al triunfador pero su curiosidad se vio truncada al aparecer Hephaistión.

- ¿Dónde está Kassandros? – exclamó mirándoles a todos.

- Oye ¿vienes sólo? ¿Y Alexándros? – preguntó Nearco.

Sin hacerle juicio repitió la pregunta, entre silbidos y murmullos le dijeron que estaba en el balcón y para allá se dirigió sin decirles nada. Estaba molesto por la osadía del otro al llevar eso en el cuello sabiendo lo que significaba, estaba furioso con Alexándros por huir así y estaba seguro que algo más había hecho Kassandros.

Ajeno a esa tormenta interior el aludido leía una misiva de su padre quién le decía que sus hermanas lo extrañaban y Yolas quería ir a Mieza a visitarle, aparte de eso el resto eran consejos y advertencias acerca de su comportamiento y guardándola en el morral se apoyó en el barandal, el cielo ennegrecía. Su mano asió mecánicamente el mechón de Alexándros, era sedoso y lo turbaban el recuerdo de sus labios y la sensación de intimidad, al menos en algo se había adelantado a ese arrogante de Hephaistión y orgulloso de eso se giró para entrar, el viento estaba helado pero prefería ver el paisaje que oír las tonterías de los demás.

Iba a abrir la puerta cuando Hephaistión hizo lo mismo y a punto estuvo de arrojarlo al suelo.

- ¿Las hierbas te comieron el cerebro? Ten más cuidado no estas entre animales – masculló.

- Tú eres uno – gritó Hephaistión y lo empujó hacía el barandal, atraídos por sus gritos y únicamente esperando eso los jóvenes salieron a verles.

- ¿Qué te pasa? Estás mas imbécil de lo común – replicó Kassandros.

- Oigan ustedes dejen de gritar que despertarán a Cleitos – Les gritó Pérdicas.

- No te metas – Hephaistión tomó del cuello a Kassandros y arrancándole el colgante dijo: ¿Por qué tienes esto en el cuello? ¿Qué le hiciste a Alexándros?.

Todos enmudecieron y se acercaron para ver mejor, pese a ser poco más que niños todos sabían lo que eso significaba, Ptolomeo por ser el mayor allí presente se adelantó y poniéndose entre ambos les aconsejó dejar eso, estaba tan sorprendido como los otros.

- Vayamos adentro.

- No antes de que este animal me responda.

- Esto es serio, estamos hablando del príncipe. – replicó por lo que algunos se mostraron contrarios ¿acaso no eran todos iguales? Eso era lo que les enseñaban a diario.

Kassandros estaba nervioso, se asombraba de su audacia en lo ocurrido esa noche, cierto era que odiaba a Alexándros por considerarlo un niño mimado y excesivamente afortunado. Lo tenía todo y heredaría Macedonia a pesar de ser demasiado blando, demasiado humano y demasiado bello; Sus intenciones habían sido asustarlo para que se diera cuenta de que era un llorón sobreprotegido pero sus ojos le habían obligado a desafiarlo, esos cabellos eran su trofeo y que el idiota de Hephaistión no supiera lo del beso le daba ventaja y la oportunidad para cobrarse una vieja rencilla.

- Ya que quieres saberlo, te lo diré pero antes aprende a preguntar, bruto – sonrió y arrebatándoselo añadió: Él me lo dio, no me llames animal…tú no eres nadie para decirme eso ¿o te olvidaste de dónde provienes o quién es tu pariente?.

Phillotas salió al balcón extrañado, suponía que los niños estaban esperándole con ansias para saber sobre sus correrías.

-¡PELEA! –Gritaron varias voces al unísono.

La madera crujió con los pasos de todos los muchachos y corriendo hacia ellos llegó justo a tiempo para ver a Kassandros y Hephaistión rodar por el lugar, trenzados en una furiosa pelea entre golpes de pies y puños.

- Por Zeus – balbuceó.

Ptolomeo lo vio y haciéndole señas desesperadas le indicó que le ayudara a separarlos y dándole el ejemplo asió a Hephaistión al cual le sangraba la nariz, riendo quedamente Phillotas se encargó de Kassandros que tenía partida una ceja.

- Si el maestro se entera de esto, la tunda será para todos y nos mandará a bañarnos al Loudias – El rostro serio de Cráteros ocultaba la preocupación por el príncipe y su ausencia era clara señal de que era culpable.