Capítulo 5

Inquieta compañía

«¿Llorando porque papá se fué?.¡Contéstame, novato!»

Draco juntó cuanto de coraje tenía para enderezar sus rodillas, pero no respondían. A pesar suyo se le resbalaban las lágrimas. Casi no podía jalar aire. Al final se desmayó bajo el cruciatus. Solo para ser vuelto a la conciencia con un "¡Enervate!" de su "compañero". Cayó de nuevo. El sujeto alto contra el que peleaba se desesperó y trató de levantarlo con una patada en las costillas. Cuando entendió que Draco ya no se levantaría, el sujeto alto se retiró a ver los otros duelos.

"Duelo" era un término muy pomposo para la masacre de entrenamiento ese día. Era tradición que al terminar la primer etapa de entrenamiento los novatos peleaban contra los recién egresados del entrenamiento para "practicar los hechizos de defensa contra cruciatus" («En realidad, para que los egresados practiquen su puntería», aseguraba Snape)

Temiendo que si se levantaba otro llegaría a pelear, Draco se quedó agazapado en el suelo. Quien le hubiera asegurado que pasando el tiempo se desensibilizaría al dolor era simplemente un imbécil. Sus reflejos tampoco mejoraban, a diferencia de sus compañeros que cada día eran más rápidos y malvados. A lo lejos veía a VanDoren despachándose a un rubio alto a base de cruciatus. Practicamente era la única maldición que se escuchaba, con algunos "impedimenta". Imelda y Anatolie capturaron un puñado de egresados con un poderoso "imperius" y los manipulaban como perros de guerra. Marcus se refugiaba tras una enorme piedra para lanzar desde ahí cruciatus a donde pudiera. Glabella practicaba el antiguo arte del "pisa y corre", metiéndose en peleas ajenas. Rostan se había enganchado en una pelea cuerpo a cuerpo porque le quitaron su varita, y ahora rodaba por el suelo en una pelota de puñetazos, mordidas y patadas. Al menos Draco no era el único Adama en el suelo, Gecheff para variar se desmayó al principio de la pelea.

Reptando lentamente Draco se desplazó hasta donde el sujeto alto torturaba a otro novato, y le lanzó un cruciatus por la espalda. Su contrincante no se arrodilló, solo apretaba las mandíbulas.

«Lucy sigue pensando en Rapunzel, es un imbécil» Escuchó entre la pequeña rendija de dientes

La mención del apodo que cada vez lo irritaba más y de su padre enfurecieron a Draco. Con el hechizo cristalino que Imelda le enseñó le sacó el aire y después hizo otro para que las rocas del suelo se levantaran a apedrearlo, mientras cebaba sus cruciatus en él. A Draco se le podía acusar de muchas cosas pero no de ordinario ni repetitivo.

En la orilla del barranco que hacía unas semanas escalaron, los Tutores de entrenamiento tomaban notas de sus respectivos grupos, vigilando a los que intentaban escabullirse por el túnel de acceso a Molbo. Aún cuando los novatos los superaban en número, los egresados los masacraban sin problema. Estaba prohibido matar a alguno, pero Draco dudaba que la regla se siguiera al pie de la letra. La pelea se terminaba cuando no quedaba más que un equipo de pie.

De los novatos en pie, la mayoría eran Adama. El Imperius de Anatolie e Imelda se desvanecía, pero sus perros seguían desbaratando cuanto se ponía a su paso. VanDoren ahora pagaba los cruciatus en carne propia. A Glabella alguien la derribó, y su cabeza sangraba. Gecheff no daba señas de despertar. Marcus y Rostan se protegían tras la misma piedra, el último lanzando hechizos con una varita ajena. Orgulloso de haber mandado a un egresado al suelo, Draco no se dio cuenta cuando un "Desmaius" bien puesto lo golpeó...

«Lucy... ¿ya despertaste?» Anatolie lo miraba muy de cerca

«¿Tu que crees?» El rubio abrió los ojos para comprobar que ya había anochecido

Draco se preguntó cuanto tiempo llevaba tirado. Casi todos los novatos seguían en el mismo sitio donde cayeron. Algunos, como Anatolie y Rostan, buscaban a los de su equipo para llevarlos al dormitorio

«¿Ganamos?» Preguntó Gecheff al levantarse

Ni siquiera le respondieron. Anatolie levantó a Imelda a sus brazos. Rostan subió a Marcus a sus hombros, Draco ya llevaba a VanDoren con un hechizo de camilla. Gecheff y Glabella se apoyaron uno en el otro, hasta llegar al dormitorio. Esta vez no había cena esperándolos en cajitas.

Snape, un rato después, bajó para despedirse de ellos. Les dijo que los volvería a ver hasta la tercer parte del entrenamiento, y corrigió los últimos detalles respecto a la pelea. Se sentía orgulloso de no tener ningún muerto en su grupo. Examinó a los inconscientes, solo para estar seguro.

«Mañana empezamos la segunda parte del entrenamiento, y las guardias¿que creen que nos asignen?» Gecheff intentaba desde hacía rato empezar una conversación.

«A los Adama siempre les toca La Granja» Rostan se quedó muy pensativo después de eso

«¿Que es la granja?» Se atrevió a preguntar Glabella mientras se limpiaba la sangre de la cara con una cubeta de agua.

«Como sabes, los mortífagos nunca actúan solos. Para los ataques a gran escala casi siempre tienen apoyo de hipogrifos, trolls, licántropos, a últimas fechas dementores y gigantes, y otras bestias entrenables...»

«Como los novatos» Interrumpió Draco. Sus compañeros sonrieron. Sus sarcasmos cada vez causaban menos impacto por la costumbre.

«Y La Granja es una dependencia externa de Molbo, en la montaña, donde estas bestias viven» Rostan parecía muy enterado de los asuntos de Molbo

«No me imagino a los licántropos tan tranquilos en un establo» Las simplezas de Glabella ya tampoco tenían tanto impacto como al principio

«No exactamente. Los licántropos y los gigantes viven en el bosque pero se reportan a la granja. Los dementores están construyendo un castillo en el acantilado y mientras duermen en la granja. Los trolls, los hipogrifos, los thestrals y las demás creaturas viven en los establos. Acaban de poner un pie de cría de dragón. Y me parece que hay un herpentario»

Draco imaginó que La Granja sería perfecta para que los Crabbe cooperaran con la causa, pero un Malfoy resultaría totalmente inútil.

A la mañana siguiente, Draco confirmó sus sospechas. Luego de una escalada de tres horas por la montaña (debía reconocer que al menos su condición física había mejorado) llegaron a una villa campestre, rodeada de campos de cultivo. Ahí se producían todos los alimentos de Molbo. Una especie elevador enorme subía desde las entrañas de Molbo para recoger cada día toneladas de comida. Draco se preguntó porque no mejor simplemente dejarlos subir por ahí. Todavía más arriba había unos establos, y un extraño edificio circular al que fueron conducidos. Un anciano muy fornido, de aspecto rudo pero modales delicados, los recibió en el vestíbulo. Traía un látigo en el cinto, y también lo que parecía un cuchillo curvo enorme. Su amabilidad era inusual para tratarse de un mortífago.

«Muchachos, buenos días. Soy el encargado de los aprendices en La Granja, llámenme Amo Bigelow. Desde ahora, los consideraré los trolls más escuálidos, tercos y holgazanes que tengo el gusto de amaestrar» Bigelow acarició el látigo con la punta de los dedos, y prosiguió «De tal modo que dejarán sus túnicas y varitas aquí, y se vestirán con la indumentaria de los trolls» Glabella se sonrojó un poco. Los trolls afuera no traían nada encima «Bueno, no exageraré. Pueden ponerse los uniformes si hace demasiado frío para ustedes, pero no estoy seguro de que haya suficientes para todos»

Los ocho Adama se abalanzaron sobre los uniformes, simples pantalones cortos de tela grosera, delantales similares, y algo parecido a las sudaderas (bucitos) de los muggles en tela un poco menos rasposa. Hacía un poco de frío. Draco se alegró de que ninguno de sus amigos ni su padre anduviera cerca para verlo ataviado así. Gecheff se quedó sin delantal y los pantalones parecían quedarle algo pequeños.

«Bien, mucho mejor. No habrá desayuno porque vamos atrasados casi cuatro horas en las asignaciones de hoy. Empezaremos desgnomizando el campo de patatas, alimentando a los cerdos, limpiando los chiqueros, llevando todo a la estercolera, fetilizando el campo que esta desocupado, luego un baño en el río y a comer. Ah, y quítense los zapatos. No querrán estropear las patatas con las suelas»

Bigelow tomó varitas, zapatos y túnicas, para guardarlos en un baúl junto a la puerta. Los Adama se quedaron estáticos, como preguntándose "¿Es una broma o algo así?". El Amo Bigelow apoyó la agarradera del látigo sobre sus hombros. Su tono de amabilidad cambió completamente.

«Háganlo. Ahora»

Los Adama salieron tan rápido que casi se atoran en la puerta. Draco hubiera preferido tener otra pelea con los egresados. Y realmente deseó estar muerto para las cinco de la tarde, hora a la que terminaron con el campo desocupado. Los gnomos lo mordieron, un cerdo también, se empapó de estiercol, sin contar que sus delicados pies nunca habían tenido contacto con nada que no fuera calcetines, sábana o alfombra. El agua del río estaba tan fría que se le olvidó que tenía dedos en las manos. Bigelow los vigilaba a distancia prudente. Marcharon al edificio circular con la cabeza baja.

Los esperaba un elfo con pan y vegetales, que devoraron. Bigelow los examinó, sacó algunas astillas, limpió los raspones y la mordida del cerdo en la pierna de Draco.

«Estupendo. Casi son las seis, hora de dormir. Pueden retirarse. Los veré aquí mañana para asignarles tareas con los demás trolls» Bigelow estaba a punto de cerrar una de las puertas del vestíbulo tras de él cuando Marcus interrumpió.

«Ehhh... señor Bigelow»

«Amo Bigelow» Marcus no se veía muy convencido de tratar a Bigelow de "amo", pero hizo un esfuerzo por dulcificar su tono de voz.

«Bien, amo Bigelow... ¿donde están los dormitorios?»

«¿Dormitorios?» Bigelow se rió entre dientes, y señaló afuera... al establo de los trolls. Actó seguido se encerró en su habitación.

«Maldito sea...» Porfió Anatolie entre dientes afuera, algo avergonzada de temer el látigo

«¿Lo ven? Les dije que los novatos eran bestias entrenables»

Afortunadamente el establo tenía una pequeña sección apartada del resto, donde los Adama hicieron montones de paja para dormir. Afuera los trolls roncaban.

Tres semanas de trabajo después, Draco ya se sentía un troll. Obedecía, comía y hablaba como troll. Adiós a sus delicados modales de humano. Se salvó del látigo gracias a que Bigelow no sabía nada de legilimencia, pero VanDoren, Anatolie y Rostan ya habían estado colgados de los brazos en la pared de los castigos. Marcus tomó como costumbre robar la mejor comida de los comederos de los trolls y comerciaba favores por ella. Imelda sostenía que Bigelow era pariente lejano de Filch. Glabella y Gecheff estaban al borde del colapso nervioso. Tuvieron un par de disgustos con los licántropos que se comieron un hipogrifo (y entonces sí que vieron a Bigelow usar el látigo), pero nada más. Esa noche no había nadie en la pared, y Bigelow les pidió de la manera más amable que se quedaran un poco después de la cena.

«Bien, jóvenes ilustres, lo han hecho aceptablemente bien. Mañana trabajaremos en el herpentario, tendremos visitas del resto de sus compañeros, y creo que solo por esta vez deberán usar calzado. Como sabrán, pasado mañana es la fecha en que los novatos escogen la cobra que los acompañará en su iniciación. Ustedes, naturalmente, serán los primeros»

Al día siguiente se demostró que los zapatos eran indispensables. El herpentario era una larga sucesión de jaulas de vidrio, con todo tipo de serpientes adentro. La sección de las cobras era la más grande. Bigelow les enseñó a ordeñarles el veneno en un frasco, auxiliados con unas pinzas, y cuando acabaron les repartió unas alforjas de cuero.

« Ya deben haber visto una cobra que les llame la atención. Cuidando de no lastimarla, pónganla en la alforja. La tercer etapa de su entrenamiento empieza dentro de tres días, y no la pasarán si la cobra no esta familiarizada con ustedes. Cazarán para alimentarla»

Los Adama escuchaban con mucho interés a Bigelow, que siguió explicando

«La tercer etapa significa su primer misión verdadera. Deberán conseguir su máscara definitiva. Como ustedes ya saben, se usa el cráneo de un muggle para elaborarla. El veneno de la cobra, si en verdad establecen un vínculo con ella, será el único anestésico que podrán usar para la ceremonia de la marca»

Los ocho se marcharon a dormir, felices por ser la última noche que pasaban en el establo. Las cinco semanas de las dos primeras etapas fueron duras, pero ya casi veían el final. La última semana tenía fama de ser la peor... pero ya se ocuparían de eso en su momento.

Cuando el resto de los aprendices llegaron a La Granja, Draco notó con agrado que los Adama no eran los únicos molidos. Aunque ya traían las túnicas negras reglamentarias, se notaba desde lejos que algunos llevaban semanas durmiendo a la intemperie, trabajando en los cimientos de Molbo, viviendo en el bosque como animales o inmóviles en una trinchera. Por primera vez en dos semanas comieron como la gente normal.

Durante la elección de las cobras, los Adama hicieron gala de todos los conocimientos en manejo de animales peligrosos que adquirieron en La Granja. Cada grupo deseaba mostrar sus recién adquiridas habilidades para la caza, el acecho, la caminata... el entrenamiento tuvo frutos. Los tutores de entrenamiento pasaron lista de sus huestes y después bajaron a Molbo por el elevador, para pasar ahí los dos días de descanso que marcaba el entrenamiento.

«¿Que van a hacer estos dos días?» Draco tenía la leve esperanza de ver a los Adama antes de que se acabara el asueto

«Dormir. Definitivamente» Gecheff abrazó a Glabella. Por lo visto no iba a dormir solo, aunque ahora disponía de una cama individual en Molbo.

«¿Entonces vendrás a Glansbury conmigo?» Glabella lo besó, feliz de su nueva adquisición

«Por supuesto» Gecheff la abrazó todavía más. Quién diría, parecían ser los dos más estúpidos y ahora...

«Volveré a casa. Mi familia no sabía que me alisté con los mortífagos. No quiero pensar que ya me dan por muerto» VanDoren bajó la cabeza. Su alto sentido de la responsabilidad llevaba semanas torturándolo por no haber avisado.

«Voy a donde vaya Anatolie» Imelda miró de reojo a Anatolie. «En mi casa les da igual»

«Creo que nos quedamos aquí, no iré a casa, solo escribiré. Mi madre debe estar histérica» Anatolie jugaba con la cobra que escogió. «Ahora que tengo una habitación en Molbo no tengo razones para volver»

«Que afortunada. Mi madre vendrá por mí, me guste o no» Masculló Marcus Flint

«Jajaja, que suerte tenemos yo y Draco de que nuestras madres estén muy neuróticas pensando en Azkabán para venir por nosotros¿verdad, Lucy?» Roockwood fingía una jovialidad de la que carecía.

«No vuelvas a llamarme Lucy jamás, Rostan, o te lanzaré una imperdonable. Además, creo que yo iré a casa me guste o no» A punto de descender del elevador, Draco vio la silueta de su tía Bellatrix. Los Adama se despidieron fríamente, como si no llevaran semanas viviendo como siameses. También esa frialdad adquirida era un objetivo del entrenamiento.

«Hola» Por primera vez en esas cinco semanas veía a Bellatrix sin máscara de mortífago. Su tía le dio una palmada en el hombro.

«Bien hecho, Draco. Pero supe que tuviste problemas con la occlumencia. Tendremos que repasar eso, no querrás ser el único del curso que anda por ahí exhibiendo sus pensamientos» Bellatrix disimulaba su orgullo. Apenas podía creer que trajo de la mansión un niño y ahora volvía con un mortífago casi consumado. Narcissa tampoco podría creerlo.

«¿Crees que para cuando vuelva a Hogwarts pueda usarla?»

«En un par de días tendrás los rudimentos... no eres tan estúpido como Potter, y no soy tan mediocre como Snape» Bellatrix regularmente no hablaba bien de Snape, pero ese día parecía especialmente dispuesta a envenenar a Draco «Para aprender oclumencia hay que aprender legilimencia, Draco, y estoy segura de que la vas a necesitar»

Pero no este día, pensó Draco. En un segundo estaban de vuelta en la mansión Malfoy, gracias a las conexiones ilegales de Molbo con la red Flu. De nuevo, nada se veía igual. Era dificil moverse, como si le sorprendiera enormemente estar fuera de peligro, estar en casa y no preocuparse de nada. El lujo entre el que se crió en la mansión le parecía ahora tan insólito, tan fuera de lugar. Cosas, que no tenían un fin práctico, solo el de ser bonitas para mirar. Encargó a los elfos un recipiente adecuado para poner a la cobra, y recorrió los pasillos como si los acabara de conocer. Nada volvería a ser igual.

En el pasillo encontró a esa hermosa mujer llamada Narcissa, que lo abrazó y lo besó y lo examinó con un amor que no mostraba ni siquiera cuando lo recogían del andén al final de año en King Cross. Draco se sentía bloqueado, incapaz de responder a sus cariños. Como si esas cinco semanas le hubieran borrado cualquier cosa buena que fuera capaz de sentir.


Siguiente capítulo: La máscara y la marca.