Capitulo uno

Dicen que un corazón roto puede llevarte a sufrir un síndrome, el cual se siente similar a un infarto al miocardio. ¿es eso entonces lo que estaba sintiendo? ¿Aquel sonido como cristales rompiéndose era su corazón?

La mayoría de las personas dice que luego de un dolor, viven con él por la eternidad, ya sea físico o mental, llegando a punto en el que disminuye hasta olvidar como se sintió al inicio.

¿Podría llegar algún día a sentirse como lo hizo antes de conocerlo? ¿podría seguir viviendo después de todo lo que pasó?

Audrey corría por los pasillos de Nekoshi Corp, rezándole al cielo porque su jefe aún no hubiese llegado. El señor Karawa era realmente exigente, por lo cual no podía llegar tarde. No era su culpa, se decía a si misma. Simplemente el tráfico no cooperaba.

Al llegar, se sentó en su escritorio compartido y dejó el abrigo rojo que traía consigo en la silla. Peinó su cabello castaño con las manos intentando arreglar el desorden que había sido correr desde el metro hasta la oficina y acomodó todo, comenzando a prender su computadora. Abrió su mochila y sacó un pan con queso, el cual comenzó a comer disimuladamente.

- ¡Boo! – Emma, su compañera de trabajo la asustó, haciendo que su pan se cayera al suelo y pegara un leve grito - ¡Todo está bien! – dijo la rubia, alzando la mano, mostrando el dedo pulgar, en su cubículo, para no asustar a los demás redactores de la revista-

- ¡Emma! – gruñó la joven, apretando sus ojos color miel y la empujó suavemente- eres una tonta, me asustaste y para colmo me hiciste perder mi desayuno – dijo indicando el pan, que se encontraba abierto en el piso-

- Lo siento, lo siento – sonrío y luego tomó lo que quedaba del gluten y lo botó la basura que estaba cerca del escritorio de ambas- ¿qué te parece si te invito a desayunar? Así puedes contarme como te fue con Hanma…- la sonrisa esta vez fue mucho más amplia, aplicando un poco de malicia-

- Ni me digas de eso, fue horrible…- malos recuerdos inundaron su cabeza haciendo que su rostro adquiriera una mueca de asco-

- Vamos, no puede haber sido tan malo, si está buenísimo – la rubia soltó un suspiro. Había algo en ella que la hacía derretirse por cualquier hombre que midiera más de un metro ochenta-

- Malo no fue… fue horrible – se llevó las manos a la cara, intentando ocultar su decepción - ¿Puedes creer que no logró que me corriera siquiera una vez? – susurró lo último, acercándose a su compañera, intentando evitar que alguien más escuchara de lo que estaba hablando-

- Dios… que mal… - respondió su amiga susurrando también y luego Audrey se acomodó, ingresando las claves de la computadora-

- Bueno, da igual. Me pasa por salir con cualquier imbécil – se encogió de hombros y comenzó a ejecutar los programas para trabajar- de todas formas, Emita, no puedo ir a tomar un café ahora, debo entregar lo último que nos pidió el señor Karawa –

- Que pereza… - La rubia comenzó a estirarse y movió el cuello de izquierda a derecha- yo tuve que presentar un quiz para estos chicos. ¿Qué fruta serías en la edad media? –

- ¿Es enserio? – comenzó a reír la castaña, mirando ahora a los ojos de su amiga- ¿Quién buscaría eso? –

- Ni idea, pero es una de las cosas que deja más visitas en la web, así que por eso supongo que me piden que haga esos test estúpidos…-

La sonrisa de ambas fue interrumpida cuando su jefe apareció entre los cubículos. Era un hombre mayor, con lentes, panzón, de aspecto poco amable. Y si bien no era muy agradable, tampoco era un mal jefe. Pedía lo justo y mientras se cumpliera con sus exigencias, el también cumplía con sus ayudas.

- Señorita Sano – dijo inclinándose como saludo hacía Emma y ella se levantó haciendo lo mismo- Señorita Watari – está vez su inclinación fue para Audrey -

- Hola, señor Karawa – saludó efusivamente con la mano luego de inclinarse - ¡Tengo listo el escrito que me pidió! –

- Me parece perfecto – respondió él- vamos a mi oficina y me explica sobre como desarrolló todo ¿le parece? –

Audrey asintió y se levantó, tomando la carpeta que contenía su escrito. Emma le hizo una señal de coqueteo y la castaña solo giró los ojos, indicándole que estaba insinuando una estupidez.

Entró a la amplia sala de su jefe y suspiró con pesar. No le parecía esa diferencia de los más nuevos en cubículos enanos mientras los altos mandos tenían casi toda una planta de oficina.

- ¿Quiere un café? – le preguntó mientras prendía su cafetera automática. La joven negó con la cabeza y se sentó en la silla que quedaba al frente del escritorio del mayor. No estaba siendo osada, pues ya conocía a su jefe hace algunos años –

- Disculpe que llegue y me siente señor Karawa – dijo ella, mientras leía sus escritos, buscando alguna falta de ortografía o imperfección- pero no me imagino estando parada ahí – alzó el rostro y le dio una sonrisa- ya no somos desconocidos-

Tadere Karawa solía ser bastante serio, pero había cosas que aguantaba. Audrey le recordaba a su hija menor y su actitud de comodidad no le molestaba, al contrario. Agradecía tener a una hibrida japonesa en su compañía, al igual que su amiga Emma. Por eso las había contratado cuando recién tituladas de la universidad, ambas se habían presentado dejando su CV.

- ¿Cuánto profundizo en el tema que le solicité? – preguntó una vez que su café ya estaba listo y procedió a sentarse-

- ¡Bastante! – dijo, entregándole la carpeta y comenzando a explicar- Como verá, me pidió que hiciera un articulo sobre el acoso que vivían las mujeres cada vez que salían de fiesta ¿no? bueno, las últimas dos semanas, me dedique a salir todas las noches para ver que experiencia tendría yo esos días y también lograr entrevistar a alguna chica que quisiera dar su opinión respecto al tema…-

- Señor Karawa…- su secretaría, la señorita Mei interrumpió, abriendo la puerta. Saludó a Audrey con la mano y luego prosiguió explicando- Un señor está llamando, indica que necesita hablar urgentemente con usted. Es el abogado de Izana Kurokawa, dice que necesitan especificar unas cosas para la entrevista…-

El hombre de lentes asintió y le agradeció a Mei. Audrey suspiró y se encogió de hombros, explicándole que volvería más tarde y le dejó la carpeta, saliendo por la puerta.

La oficina del señor Karawa se encontraba dos pisos encima de la suya. Estando debajo la de contaduría, por lo cual tenia que tomar un ascensor.

Mientras esperaba la puerta se abrió y para su desagrado entró Hanma. Uno de los abogados de la firma. Arrogante, creído y petulante. Le había comenzado a coquetear unos meses atrás, mientras ella hacía un articulo sobre como el deporte influía positivamente en el rendimiento sexual de las personas. Él la escuchó entrevistando a alguno de sus compañeros y decidió que quería hacerla comprobar de lo que estaba hablando. Una enorme decepción. No cumplió siquiera con un 10% de la expectativa. No funcionaron en la cama y cada uno decidió seguir su camino. No habían hablado desde hace tres días, cuando todo había terminado.

- Hola … - sonrío él burlesco, como siempre mientras subía y apretaba el -2 - ¿En la oficina de Karawa? –

- Hola – respondió ella y asintió con la cabeza. Se sentía extremadamente incomodo. no sabia de que hablar-

Gracias al cielo su viaje llegaba hasta el piso 1, por lo cual no debería viajar mucho más con el totem andante. Al llegar las puertas se abrieron, haciendo que ella saliera. Hanma le miró el culo y luego la llamó.

- Oye, Audrey – dijo, reteniendo la puerta para que no se cerrara-

- ¿Sí? – se giró, no quería seguir hablando, pero a pesar de todo, el chico no había sido un patán con ella, solamente no funcionaron físicamente-

- Con Kisaki iremos a tomarnos unos tragos luego del trabajo, por si quieres acompañarnos…-

- Lo pensaré – le dijo sonriendo. No quería ser maleducada y tampoco sería terrible pasar por unos tragos, mientras no hubiera sexo todo estaba bien-

- Lleva a tu amiga, la tetona ¿sí? – Le soltó, antes de cerrar nuevamente la puerta. Retiraba todo lo dicho. Hanma Shuji era un imbécil total-

Llegó hasta su cubículo de trabajo tirando humo. Emma la miró muerta de la risa. No tenía idea que estaba sucediendo, pero ver a su amiga enojada siempre era divertido.

- ¿Qué te ha pasado? – soltó, con una sonrisa en su rostro. Tan inocente…-

- El imbécil de Hanma, eso ha sido…-

- Ah, que bueno. Pensé que el señor Karawa te había pedido algo indebido –

- No seas tonta, Emma – giró los ojos fastidiada- el señor Karawa siempre ha sido amable con nosotras, desde el inicio-

- Lo sé, lo sé. Solo bromeaba – sonrío nuevamente y volvió a concentrar su energía en el trabajo que tenía pendiente –

La mañana transcurrió tranquila entre escritos, café y cigarrillos. Como cada día, eso era básicamente su vida. Se levantaba, limpiaba su casa, desayunaba, se bañaba, iba al trabajo, almorzaba, volvía a casa, cenaba y dormía. Y así por los últimos cuatro años. Teniendo como única emoción, las investigaciones entre artículos. No había nada divertido en su vida que la hiciera brincar de alegría. Su única amiga era Emma. No tenía familia directa y no mantenía contacto con la adoptiva. No tenía pareja ni tampoco mascotas. Era ella, sola contra el mundo.

Luego del trabajo llegó a casa y se sirvió una cerveza fría mientras miraba un programa en la televisión ¿cómo había llegado a esa situación? Fácil. Cerrándose a la gente que vivía a su alrededor.

Había dormido al menos dos horas frente al televisor, cuando un mensaje la hizo despertar. Entre el sueño y la pereza no distinguió bien y lo abrió.

Número desconocido: Hola ¿Estás despierta? 11:50

MissWatari: ¿Disculpa, con quién hablo? 11:52

Número desconocido: Soy Kakucho, Audrey. ¿Tienes tiempo para hablar? 11:52

MissWatari: ¿Kakucho? No conozco a ningún Kakucho, debe estar equivocado 11:53

Número desconocido: Hitto Hitto. 11:53

La castaña miró el celular por un segundo y pronto su cabeza se iluminó, sintiendo como los recuerdos del ayer se juntaban en su mente.

- No quiero irme…- Decía una pequeña Audrey de solo siete años. La encargada del orfanato le acariciaba la cabeza mientras sus padres adoptivos la miraban con compasión – no quiero dejar a Hitto Hitto – lloraba cada vez más fuerte, descolocando a todos a su alrededor-

- Oye, enana – Kakucho, su único amigo durante los tres años que estuvo viviendo ahí, se acercó abrazándola con cariño –

- Hitto Hitto, no quiero irme sin ti – decía entre hipos, mientras el la abrazaba con cariño –

- ¡No te preocupes, Audrey! Estoy seguro de que algún día volveremos a vernos – le decía el entonces también pequeño, mientras le hacía cosquillas con los índices-

- ¿lo prometes? – soltó, alzando el rostro y moviendo sus pestañas exageradamente, intentando ver con claridad luego de llorar-

- Lo prometo – murmuró y le dio su último abrazo-

Habían pasado veinte años desde que todo había sucedido y aún que quería borrarlo de su cabeza, algunas cosas no se olvidaban nunca. ¿Qué demonios hacía Kakucho hablándole ahora, luego de todo este tiempo? Y más importante ¿cómo mierda había conseguido su número? Al caer en cuenta con quien estaba hablando marcó el número casi con desesperación. Recién recibió una respuesta al tercer llamado. Era otro mensaje.

Kakucho: No me llames. No puedo recibir llamadas. 12:23

MissWatari: Lo lamento… 12:24

MissWatari: Tengo demasiadas cosas que necesito saber Hitto Hitto ¿Qué está pasando? 12:24

Kakucho: Me imagino… ¿Podemos vernos hoy? 12:25

Miró el mensaje por un segundo y sintió un poco de pánico. No entendía nada, pero se encontraba llena de dudas. Necesitaba respuestas.

MissWatari: ¿Es en serio? Digo… ¿No quieres matarme o algo así? 12:30

Kakucho: Nos vemos en el centro de Tokyo. Te estaré esperando en la cafetería Tokoronko. Llevaré un polerón azul 12:31

MissWatari : Está bien 12:32

Audrey se bajó del metro con el corazón a mil. Sabía que lo que estaba haciendo era peligroso, pero no le importaba, sus ansias de vivir algo emocionante y despejar las incógnitas de su mente era mucho más importante que cualquier riesgo que pudiera conllevar.

Entró a la cafetería y lo reconoció inmediatamente. No necesitaba mucha información para saber quién era. La cicatriz en su ojo izquierdo lo hacía inconfundible.

Caminó a paso seguro. El miraba el teléfono sin percatarse a su alrededor. La castaña se acercó y le deposito un sonoro beso en la mejilla, como si se conocieran de toda la vida, ignorando su separación de veinte años.

- ¿Audrey? – preguntó el visiblemente conmocionado, levantándose. No esperaba que ella realmente concretara la junta-

- Hitto Hitto – sonrío ella y lo abrazó efusivamente, el correspondió al abrazo en estado de shock-

- Estás… eres… En mi cabeza eras distinta – soltó, mientras volvían a sentarse. Uno al frente del otro-

- Lamento no haber crecido tan guapa como tú - le dijo. La sonrisa en su rostro era imborrable. A pesar del poco tiempo que vivieron, Kakucho era el único recuerdo agradable que quedaba de su infancia-

- No me refiero a eso…- susurró y luego acomodó su mano encima de la mesa. Una camarera llegó para pedir la orden de ambos. Salvándolo del comentario que había dicho-

Ambos pidieron solamente un café. Los nervios en su estómago impedían que pudieran procesar algún tipo de alimento que no fuera líquido.

- Me alegra volverte a ver – suspiró ella luego de unos largos minutos en silencio. Necesitaba saber que sucedía-

- Lo mismo digo yo –

Audrey miró la ventana del local. Daba vista a la vereda en donde pasaba la gente. Debido a las altas horas de la noche, solo se podía ver gente de fiesta, borrachos y mendigos. Había muy poco movimiento.

- Audrey, si te he llamado es porque necesito que hagas algo por mí – comenzó explicándose Kakucho. La chica dejó de mirar la ventana y se centró en él. Sus manos sujetaban la taza de café, buscando un poco de abrigo-

- No he podido dejar de pensar en ello… - sonrío, tímida- estoy nerviosa de solo imaginar los posibles escenarios-

- Tu trabajas en una revista Online, la cual es muy exitosa ¿no? –

- Uhummm – asintió ella, tragando un poco del liquido oscuro- No sé si exitosa, pero es famosilla, la siguen muchos jóvenes la verdad –

- De acuerdo – asintió él, escuchándola y prosiguió- no sé si sabes cual es mi trabajo, pero soy parte de una red criminal – paró un segundo esperando ver una reacción en su rostro, pero solo volvió a tomar café. Siendo honesta, no esperaba más luego de la vida que les había tocado. No seguir una vida criminal era la excepción, no la regla- mi jefe máximo es Izana Kurokawa – susurró, intentando no ser escuchado- el es uno de los criminales más buscados de japón… ya sabes-

- ¿Enserio? – dijo, visiblemente sorprendida por la conciencia y no por la confesión- Hoy pasó algo curioso, estaba hablando con mi jefe y justo llamó el abogado de un tal Izana. Me resultó extraño, ya que jamás antes había escuchado el apellido Kurokawa…-

- Sí – asintió el pelinegro con la cabeza- El jefe de tu oficina, ha intentado contactarse durante mucho tiempo con él, pero no ha tenido respuesta. Desconozco la razón por la cual una revista adolescente quiere publicar una entrevista hacía Izana, es más, nos parecía bastante sospechoso al inicio, así que nos pusimos a investigar un poco. Entre los trabajadores de menos importancia llegamos a ti. tu nombre hizo eco en mi cabeza inmediatamente, no es común en japón y lo sabes – Audrey soltó un gracias con sarcasmo y Kakucho pareció ignorarla- Le comenté a Izana que te conocí cuando éramos unos niños y me sorprendí gratamente al saber que llevaban una vida digna-

- ¿Qué es lo que quieres concretamente Hitto Hitto? – preguntó ella, queriendo llegar al grano-

- Izana cree que, si publican una historia de él para los más jóvenes, más personas se interesarán en seguir el mundo de la delincuencia. Yo no sé si eso está bien, pero sigo las ordenes de él, pues es mi superior-

- Ya…- asintió Audrey dispuesta a decirle que no le interesaba en absoluto hacerlo –

- Mira, Audrey, sé que lo que te estoy pidiendo probablemente ralle dentro de la desfachatez, pues han pasado veinte años y podría haberme comunicado contigo antes, pero…-

- ¿Pero? –

- Creo también que podrías utilizar esta información y hacer lo que a ti te plazca. Muchas personas han sacado libros luego de compartir con gente como Izana y les va muy bien, haciendo que sus carreras lleguen a lo más alto y dejen de ser uno más del montón –

- Vienes, luego de veinte años sin saber de ti. me ofreces algo que limita entre mis principios y además ¿esperas que te diga que sí, como si ya no fuese lo suficientemente raro estar teniendo esta conversación a las 2 de la mañana? –

- Audrey, no pienso obligarte a nada, pero estoy intentando ser lo más amable posible. No es algo que realmente puedas decidir. Izana es peligroso. Si no quieres hacerlo, te buscará-

- ¿en serio? – dijo ella con sarcasmo y un poco de burla en su voz. No creía mucho en lo que Kakucho decía. Creía que quería provocarle miedo- ¿Qué sería lo peor que podría pasar? –

- La muerte -

Nota de la autora: Queridoaus, hola, nuevamente aquí, intentando contar una historia. Como ya sabrán, mis historias en proceso están llegando a su final por lo cual mi cabeza comenzó a sufrir. Hoy, mientras me rascaba el ombligo y comía galletas [Nah, no se crean. estuve todo el día estudiando] me aburrí en un momento de los textos que estaba leyendo y mi cabeza comenzó a divagar, creando esto. No me pregunten de que trata en profundidad porque ni yo sé.

Había creado esta historia con el fin de subir cortos con conceptos musicales, pero me pareció soso después de un tiempo. Siento que funciono mejor con historias largas que con historias cortas.

Espero que les guste y les dejo un bezazo enorme.