Capitulo cinco

Audrey corría de allá para acá. No sabía como explicarle al señor Karawa que no llevaba nada de su informe aún. Que Izana Kurokawa era un imbécil y que si se lo volvía a topar probablemente iba a terminar matándolo.

Se comía las uñas afuera de su despacho hasta que vio una desagradable figura aparecer. Hanma hablaba junto a otra de sus compañeras de redacción. La chica estaba apoyada en la pared mientras el, la acorralaba y le tomaba un mechón de cabello. Audrey sentía celos, pero no por Hanma. Sentía celos de no poder estar con alguien de esa forma. Mei la secretaria de su jefe la llamó y pronto salió de su trance. Hanma la miró a lo lejos y frunció el ceño.

- Señor Karawa…- sonrío la joven. Mei le alzo el puño en signo apoyo y luego cerró la puerta-

- Puede sentarse señorita Watari, con confianza le dijo el mayor, parándose para servir dos copas de vino. Le ofreció una a Audrey y volvió a sentarse-

- Señor Karawa… - sonrío ella- cada vez que vengo aquí me ofrece cosas, a este paso…- sonrío con nervios. Debía decirle que su reportaje estaba siendo un fracaso-

- Señorita Watari, este día quiero brindar con usted – Tadere alzó su copa y Audrey lo imitó- Izana Kurokawa está muy contento con el trabajo que has realizado, tanto así, que quiere que te vayas con el una semana de viaje con todo pagado, para avanzar en la entrevista. También, ha hecho una donación muy grande a nuestra compañía, lo cual nos ayudará muchísimo- suspiró- no sé que has hecho niña, pero ha dado resultado- terminó de decir y se llevó el licor a los labios tragando un buen sorbo-

Audrey quedó con la mente en blanco. Se había preparado para escuchar incluso que estaba despedida, pero ahora todo daba vuelta. Dejó la copa intacta en el escritorio de su jefe y abrió la bocaza.

- Señor Karawa… - lo llamó y el mayor, que estaba distraído la miró expectante- ¿No le parece una pésima idea aceptar dinero de un maleante? Podría poner la reputación de la empresa en juego-

- Ah – sonrío él- No se preocupe por eso, Audrey- primera vez que la llamaba por su nombre. Izana debe haber hecho una donación bastante generosa-

- ¡Claro que me preocupa! – se levantó de golpe y agarró con una mano su frente y con la otra su cintura, caminando de allá para acá- si las personas se enteran de que estamos haciendo tratos así, estamos fritos – Le dijo, parando de pronto y colocando ambas manos en su rostro-

- ¿Hay alguna razón por la cual me dice esto? No está obligada a aceptarlo, Audrey. Puedo darle el trabajo a otra chica-

- ¿En serio? – Por primera vez en el día los ojos de la castaña brillaron, un poco de esperanza había nacido-

- Sí, claro – asintió el mayor y luego se rascó la barbilla- pero… eso significaría quizá que el señor Kurokawa no quiera seguir adelante con el proyecto…- susurró, dejando su copa ya vacía en el escritorio y juntando sus manos-

- ¿Cómo así? – dijo ella, acercándose con el ceño fruncido y la boca arrugada. Hasta el momento había estado escuchándolo parada y con los brazos cruzados-

- Kurokawa Izana me pidió explícitamente que si quería seguir con las contribuciones y la entrevista solo podías hacerlo tú. Dijo que sabía que podrías querer echarte para atrás y que no volvería a lidiar con ser públicamente visto con otra escritora-

Antes siquiera de que la joven pudiese decir algo Yui interrumpió inoportunamente. Le avisó, como siempre al Señor Karawa que tenía otra cita y que se había demorado, pensando que con eso libraba a Audrey de estar con su jefe, pero era todo lo contrario.

La castaña salió con el ceño fruncido y a paso firme. No le gustaba nada la idea de que Izana hiciera un chantaje así. Furiosa y con las mejillas ardiendo se metió al baño para poder hablar con él. El muy imbécil debía recibir al menos un par de insultos. Contesto recién al tercer llamado.

- Mi querida Audrey…- casi se podía sentir su sonrisa maquiavélica por el teléfono- Estaba esperando este llamado-

- ¿Qué te pasa enfermo? ¿por qué hiciste esa petición? – le dijo ella, a punto de explotar de la rabia-

- Porqué solo tu puedes entrevistarme. Necesito mantener controlada a la Putita de Kakucho ¿sí? – dijo y tragó saliva. Probablemente debido al licor-

- No pienso hacer nada de lo que me dices. Mi jefe ya me ofreció renunciar a tu entrevista – soltó, rápidamente, con el corazón a mil. La molestia la cegaba-

- ¿En serio? – se escuchó un sonido extraño, casi como un vaso quebrandose y murmullos- dame un segundo-

El teléfono comenzó a estar en silencio y Audrey se planteó seriamente cortarle, pero había algo que la ataba. Había una razón por la cual lo había llamado y también una razón por la cual se negaba a realmente dejar la entrevista.

- ¿Audrey? – kakucho era quién estaba ahora en la otra línea- discúlpame por lo que ha pasado. Sé que Izana es una molestia, pero como te lo he dicho antes, deberías hacer esta entrevista para librarte finalmente de él-

- ¿ah así? ¿seguir escuchando como soy humillada por ese imbécil? No gracias-

- Audrey…- su voz sonaba irritada, como si estuviese agotado de luchar constantemente con gente obstinada- Sé que es agotador y no estás obligada a hacer nada, pero nuevamente te ofrezco esta oportunidad para que escribas un libro. Yo me encargaré que nadie te haga nada que tu no quieras hacer y que solo será una semana. Estableceré ciertos criterios con Izana. Incluso podemos hacer un contrato. En el peor de los casos te indemnizaremos con muchísimo dinero pa…-

- ¿Qué crees que soy, Kakucho? – le dijo finalmente la castaña, indignada- Parece que Izana tiene razón. Realmente soy una putita que se vende por dinero-

- No, no estoy diciendo eso. Mira seré sincero ¿sí? Quiero verte. Te extraño, eres alguien que me recuerda a mi infancia y honestamente eres la única familia que me queda-

- Oh… Hitto Hito, lo siento, yo jamás lo pensé así…-

- Te prometo que me encargaré de Izana. No te hará daño – carraspeó la voz. Se había vuelto emocional- debo colgar. Nos vemos mañana –

- ¿MAÑANA? – preguntó asustada. Nadie le había dicho nada sobre que la semana comenzaba a correr inmediatamente-

- El automóvil pasará por ti a las ocho de la mañana- dijo y colgó-

Audrey cerró los ojos con fuerza. La rabia que Izana despertaba en ella era casi tan fuerte como su deseo por él. Sin quererlo se lo imagino. Su rostro sonriendo, fumando, serio. Instintivamente se levantó la falda y buscó entre sus medias y calzones aquel punto que tanto placer le daba. Con su otra mano comenzó a acariciar su pecho derecho con fuerza.

No supo exactamente cuantos segundos pasaron hasta que la puerta del baño se abrió, haciendo que a su vez abriera los ojos con vergüenza, recordando que, por mayor privacidad, siempre utilizaba los baños masculinos.

- Mierda… - Hanma sonrío entre travieso y avergonzado. Él era quién la había pillado- no sabía que ahor… - no pudo ni terminar su estúpida frase, cuando la chica le tomó la mano y ambos entraron a un cubículo-

Audrey comenzó a besar su cuello con desesperación y el más alto, como no tenía un pelo de ingenuo le agarraba el trasero con fuerza. De las veces que habían salido, ninguno de los dos se había dejado llevar como lo hacían ahora. El sexo había sido incomodo y extraño, todo lo contrario, a la situación actual.

- ¿Qué te ha pasado? – preguntó el bicolor bajándose los pantalones y los calzoncillos-

- Estoy muy caliente, necesito follar… - susurró ella, luego de levantarse la polera, dejando ver sus pechos para luego quitarse los calzones y las medias-

Se acomodó en el retrete, encima de la tapa de descargas y lo llamó con la mano. El más alto se acercó sonriendo y de una embestida la penetró. Audrey tragó aire hondo y comenzó a tocarse el clítoris con desesperación. Hanma se la folló con fuerza y rapidez.

- Mierda… que rica estás Audrey…- le decía mientras le apretaba los pechos, agarrándolos para impulsar sus penetraciones-

- Cállate… - le reprocho ella, irritada, llevando su mano libre a la boca del chico-

Por más que intentaba sacárselo de la cabeza, solo podía imaginar que con quién estaba recibiendo semejante cogida era Izana Kurokawa y no Hanma Shuji. Solo de pensar en el peliblanco su cuerpo lubricaba en una cantidad impresionante.

No bastaron más que algunos embistes para que la castaña se corriera. La imagen que tenía hizo que Hanma también se corriese con fuerza en su interior. Los pechos rebotando con fuerza, la cabeza hacía atrás y su mano izquierda tocando su punto con brusquedad.

- Ah…- le susurró Hanma mientras ambas respiraciones regresaban a la normalidad. Inconscientemente le beso los labios, Audrey lo alejó y se bajó del baño, comenzando a acomodar su ropa nuevamente-

- Espero que estes limpio, Shuji – la castaña lo apunto con un dedo, amenazándolo-

- Hahahaha ¡claro que lo estoy, hermosa! – el bicolor le sonrío con sorna mientras se abrochaba los pantalones- yo espero que te estes tomado la pastilla, aún si es mi hijo no pienso hacerme cargo – le dijo y abrió la puerta del cubículo-

La joven salió también del cubículo y lo encontró lavándose las manos. Ella también se acercó a hacer lo mismo.

- Eres una basura ¿lo sabes, ¿no? – le dijo con rabia, respecto al comentario de hace un segundo –

- Si, una basura que te cogió bastante bien por lo que veo – sonrío, con su cara arrogante- Nos vemos preciosa y ah, gracias por la ordeñada – le dijo, antes de salir por la puerta-

- ¡Asqueroso! – gritó la joven, pero el chico ya se encontraba en otro lado-

Se miró al espejo y aclaró su rostro con agua. Se sentía un asco. Por mera desesperación había caído bajísimo.

Al día siguiente. A pesar de lo que Kakucho le había dicho, estaba levantada desde temprano y todavía no llegaba su transporte.

Empezaba a pensar que la habían abandonado cuando su teléfono comenzó a sonar. El nombre que le había dado a Izana aparecía en la pantalla. "Peor imbécil jamás conocido".

- ¿Sí? – respondió con la voz ronca. Eran las seis de la mañana. Sus cuerdas vocales acababan de despertar hace apenas unas horas-

- Estoy afuera – dijo él, sin saludarla siquiera-

Audrey caminó y se subió al auto que conocía muy bien. Izana la miró sin decir nada y emprendió su viaje. La joven, en vez de sentir miedo o incomodidad sin siquiera pensarlo se quedó dormida. Para su agrado, el peliblanco solamente acomodó el aire y le ayudó con el respaldo, dejándola descansar.

Los rayos de la luz comenzaron a colarse en la ventana, despertándola suavemente. Abrió los ojos con pereza y bostezó sin reconocer el lugar en donde se encontraba. Se giró levemente y dio un pequeño brinco cuando vio que a su lado estaba el ojilila manejando tranquilamente.

- ¿Dormiste bien? – le preguntó serio. Su vista estaba fijada en la carretera-

- Lo siento, yo … fue sin querer-

- Atrás hay un cooler con comida por si quieres desayunar algo. Tu aliento huele muy mal, por cierto-

- Gracias…- murmuró mientras se giraba y acercaba la pequeña caja consigo. La abrió y encontró sus pasteles favoritos y algunos bagels con salmón –

- No me agradezcas a mí. Kakucho lo preparó para ti – le dijo él, adelantándose a cualquier deducción que hiciera la chica-

- Está bien… - asintió, masticando un panecillo y luego suspiró, mirando la ventana-

El paisaje era ciertamente hermoso y si bien Audrey desconocía a donde la llevaba, no le molestaba con semejante vista. Todo estaba rodeado de una hermosa naturaleza. Y por lo que se apreciaba, no era tan lejos de Tokyo.

La joven giró su rostro levemente y lo miró manejar concentrado. Se veía tan atractivo. Su cabello liso y blanco. Sus pestañas largas y gruesas. Sus labios, tan provocadores…

- ¿Por qué te muerdes el labio mientras me miras? – preguntó el, esbozando una sonrisa mientras miraba por el espejo izquierdo-

- No me estoy mordiendo el labio – mintió ella y siguió masticando su pan- estaba limpiándome las migas del sándwich- dijo y luego frunció el ceño - ¿por qué has venido solo tu a buscarme? Pensé que vendría Kaku, o alguno de tus choferes…-

- Preferí venir yo – dijo, secamente –

- Ah…-

La joven asintió y giró nuevamente su rostro hacía la ventana. Le gustaría tener más información pero esa era la única que tendría por el momento.

Unos pocos minutos después llegaron al anhelado lugar. Era una casa enorme, estilo francés. Audrey se bajó emocionada del auto y admiro la fachada. El patio era igual de hermoso, con un jardín enorme. Izana también se bajó y la admiró por unos segundos. De alguna forma, su sonrisa lo conmocionaba.

- ¿Qué estás esperando? – le dijo, serio. Sentir cosas lo irritaba-

- ¿Eh? –

- Tu maleta no se va a bajar sola, niña-

Y Audrey lo miró con un tic en el ojo. ¿Realmente sería una semana de vacaciones o solo se estresaría?