VOLVER A EMPEZAR

Dos semanas más tarde Kaede recibió la casa de protección oficial que le habían prometido. Kaho, la asistente social, le acompañó a verla por primera vez a primera hora de la mañana.

-Kaede, creo que he encontrado a alguien con quien quizá te llevarás bien. Él se fue de casa hace dos semanas.

-¿Por qué? -inquirió el moreno.

-Su padrastro le pegaba. Intentó llevarse a su madre con él, pero ella está embarazada y no quiso dejar a su marido. Tras una paliza monumental el chico se marchó de la casa. Ha pasado una semana en un centro para indigentes, hasta que pude convencerlo que tenía que dejar que le visitara un médico. Me costó horrores, le dan pánico los hospitales.

Mientras hablaban, Kaede inspeccionaba la casa. Era parecida a la suya. Con dos pisos, uno con una cocina con barra americana que daba a un comedor de medidas contenidas, luego una sala, un baño, y una habitación de huéspedes. Arriba un par de habitaciones amplias, un pequeño despacho y otro baño. Estaba amueblada solo con lo más básico. Pero no había ni un cuadro en las paredes, ni un objeto que diera vida a la casa.

-¿Tampoco en éso puedo elegir verdad?

-Kaede no te pongas así lo hemos hablado ya muchas veces. Sabes que es lo mejor. Además seguro que os llevareis bien.

-¿Que edad tiene?

-Diecisiete, como tú. Y también juega al baloncesto. Es un chico muy agradable, cuando le comenté la posibilidad de vivir con otro chico de su edad, la idea le encantó.

-¡Que ilusión! -dijo sarcásticamente abriendo todos los cajones de la cocina para ver qué contenían.

-Venga, hombre no seas así. Parecía muy predispuesto. No creo que te de problemas. Además, no te vendrá mal convivir con alguien.

Kaede solo le miró con desagrado por el comentario.

-¿Bueno y qué te parece la casa? No has dicho nada de ella desde que hemos llegado.

-Vacía, e impersonal.

-Eso tiene arreglo. No te lo había dicho pero han hecho ya un ingreso en tu cuenta. Ya dispones de una parte de la indemnización. Así que esta tarde vamos de compras.

-¿Pero no dijiste que no podría tocar ese dinero?

-Pero yo sí. Necesitas ropa con urgencia, y ropa para el hogar, y supongo que una lavadora no os irá mal tampoco. Y...

-¿Y una vida feliz? -añadió él con sarcasmo.

-Vamos Kaede, sabes que no puedo hacer más de lo que hago, pero te prometo que todo irá mejorando ya lo verás. De momento por hoy podrás dejar el hotel, y venir a dormir aquí si te apetece. Oficialmente esto ya es tuyo. Bien, la mitad. La otra mitad será para el pelirrojo.

-¿Pelirrojo? -dijo deteniéndose de golpe. No podía ser que fuera él.

-Sí, ¿no te lo he dicho? Hanamichi es pelirrojo. ¿Suena extraño verdad? Es porque su abuela no era de aquí, era de Escocia o Irlanda no lo sé muy bien. Vino con los primeros ingleses.

-¿Hanamichi Sakuragi? -dijo ahora sí muy asustado y sorprendido.

-¿Le conoces?

¿Que si le conocía?. ¿Qué clase de pregunta era ésa? Claro que le conocía si el muy idiota se había metido en su vida ya hacía más de dos años y no parecía que fuera a salir de ella precisamente. Además no podía creer que fuera el Idiota quien hubiera vivido tal calvario. ¡Pero si en la escuela siempre era todo risas y barullo!

-¿Él sabe que es conmigo con quien tiene que compartir piso?

-Bueno no recuerdo si le dije tu nombre. Pero al decirle que jugabas a baloncesto se puso muy contento. Estaba muy ilusionado. Tras el infierno que ha pasado, creo que esta idea le pareció la gloria.

Kaede no dijo nada más. Pero su mente trabajaba deprisa. ¿Compartiría su casa, su vida, con el pelirrojo?. ¡Eso era genial!. Pero duraría muy poco. El pelirrojo no querría quedarse cuando supiera quien era él. Estaba convencido que preferiría el centro de indigentes a vivir bajo el miso techo que él. Esa idea le retorció el corazón. ¿Pero y si aceptaba? Después del infierno que había vivido, quizá esta idea no le pareciera tan mal, pero ¿y él?. ¿Podría vivir con el pelirrojo? No solo estaba el problema que el pelirrojo le odiara, sino también la atracción que él sentía por el idiota ése. No sabía cuando había empezado, pero ya hacía algún tiempo que era consciente de que le gustaba Hanamichi. No podía explicar porqué, pero había algo de ese idiota que le atraía. ¿Su físico perfecto y exótico?. ¿Su vitalidad?. ¿Su fortaleza?. ¿Su bondad? No lo sabía. Quizá era todo. La cuestión es que él sabía que no era muy buena idea ponerlos los dos debajo el mismo techo.

-Kaho... cuando sepa quien soy no va a querer -dijo, no sé si compungida, enfadada o simplemente tristemente.

-¡Pero que dices! Seguro que le hace ilusión vivir con la estrella del baloncesto de Kanagawa.

-Lo dudo -Kaede no sabía como exponer-le el problema-. Kaho de verdad, no es buena idea.

-Kaede ya estoy harta de que te quejes. Sé que no te agrada la idea de compartir la casa pero es o esto o nada.

-El problema no es este de verdad. Pero él...

-¡Él se mostró muy interesado en mi idea desde el principio, ¡no como tú!. ¡Además ya ha firmado los papeles! -acabó diciendo con la voz un poco alzada la chica.

-Bien. ¿En ese caso estamos obligados por ley a convivir, verdad?

-Y más os vale que no tengáis muchos problemas, porque sino no solo os enviarán con una familia de acogida, sino que os ganareis a una enemiga. Y créeme, no queréis tenerme de enemiga.

-Prometo hacer cuanto pueda -dijo Kaede con una media sonrisa en su cara. Hanamichi no podría negarse a quedarse. ¿O sí? La sonrisa desapareció de sus labios.

-Y ahora vamos, que tenemos poco tiempo y mucho que comprar.

Salieron, y pasaron el día encerrados en unos grandes almacenes comprando de todo. Sábanas, toallas, manteles, una lavadora, lámparas para las habitaciones, un equipo de música, un espejo para el baño, comida para un par de días, productos de limpieza, muebles, y finalmente ropa para Kaede.

De su casa los bomberos habían podido salvar muy pocas cosas, y la ropa que tenía era escasa. Kaede aprovecho para comprarse un par de prendas un poco atrevidas. Normalmente solo usaba ropa deportiva, tejanos a lo mucho, pero sabiendo con quien iba a vivir, le vinieron ganas de tener en el armario algo un poco más...

-Definitivamente estos pantalones parecen hechos a tu medida, pero...

-¿Pero? -preguntó dudoso Kaede mirándose en el espejo. Quería tener algo con que intentar seducir al pelirrojo, pero se sentía muy inseguro.

-Que no son aptos para todos los públicos, solo eso -dijo Kaho que no podía evitar comerse al joven moreno con la mirada.

-Entonces me los quedo -dijo Kaede a la dependienta que, como Kaho, estaba en shock-. ¿Oiga, me oye? -le repitió Kaede a la chica que seguía embobada mirándole las largas piernas enfundadas en unos pantalones de cuero negro que se arrapaban a él como una segunda piel, y que le marcaban descaradamente el paquete y el trasero.

Esa noche ellos dos fueron los últimos en salir del centro comercial. Kaho le acompañó hasta la casa, y una vez allí, le dio un juego de llaves, una tarjeta con todos sus teléfonos, por si necesitaba localizarla, y le dijo:

-Mañana te llamaré por si necesitas algo. Por la tarde vendré con Hanamichi para que se instale. Cuídate ok? Y no vayas a dormir tarde.

-¡Kaho que no soy un niño! -dijo en broma Kaede.

En las dos últimas semanas, Kaede había encontrado en Kaho una buena amiga. En muy poco tiempo ella había conseguido meterse en su corazón. Había conseguido que desapareciera la capa de hielo que le protegía, o le aislaba, según se mire, del mundo exterior. Con ella podía hacer broma, y hablar casi de cualquier cosa sin sentirse forzado, o intimidado. Hacía ya tiempo que Kaede no conocía nadie con quien se encontraba así de a gusto. Desde que su madre murió, para ser exactos.

-Buenas noches Kaede.

-Buenas noches Kaho.

Se sentía extraño entrar en una casa que sabía que era suya pero que no lo era. Todas la luces estaban apagadas, el color blanco de las paredes, y los pocos muebles junto con la absoluta ausencia de decoración la hacían tan impersonal que incluso para él era fría.

-Mañana me dedicaré aquí a bajo, hoy empezaré por arriba.

Y así lo hizo. Una vez arriba puso sábanas en las dos camas, y unas colchas para dar color. Azul la suya, roja la de Hanamichi. Había tenido que elegir él muchas de las cosas para la habitación de Hanamichi. Las compró pensando en él, pero a su gusto. Así que no sabía si le gustarían. ¿Aunque porque preocuparse por ello, si lo más probable era que con solo verle se marchara para siempre?

Tenía que intentar alejar esos pensamientos, e intentar dejarlo todo tan acogedor que al pelirrojo le dieran ganas de quedarse, aunque fuera con él. ¿Para ello había comprado como un poseso con Kaho, no? Un par de cojines negros quedaban perfectos en esa cama. Las cortinas eran de un color naranja suave, que supuso que de día darían una bonita tonalidad a las blancas paredes de la habitación con la luz del sol. La lámpara de la mesita era un mono. No pudo evitarlo. Cuando las vio, esa y otra que era un zorro, el impulso de comprarlas fue superior a él. Si a Hanamichi no le gustaba ya se las quedaría ambas él. Colocó en el baño dos juegos de toallas, unas blancas para Hanamichi, otras negras para él. Puso los jabones que había comprado en la estantería, así como un par de cepillos de dientes y pasta dentífrica de menta. Luego sacó de la bolsa la alfombra de cuadros rojos, amarillos, naranjas, marrones, y negros para la habitación de Hanamichi. Para la suya había escogido una con cuadros en distintos tonos de azul, blanco, negro, y algún verde. Combinaba muy bien con la colcha azul claro y con los cojines azul oscuro, casi negro. Le gustaban las sábanas oscuras. Las suyas eran azul oscuro, las de Hanamichi eran granates. Aunque había comprado un juego de repuesto blancas por si acaso al pelirrojo le gustaran claras. Ahora, tras una hora de ir arriba y abajo colocando parte de las compras de la tarde, parecía que como mínimo el piso de arriba tenía un poco más de vida y calidez. Solo faltaban un par de toques más. Un par de lámparas. Eso de las bombillas colgando le daba escalofríos. Y unas cortinas también para su habitación. Blancas.

Había elegido la habitación del este para Hanamichi. A él no le gustaba que el sol le despertara por las mañanas, en cambio amaba ver el anochecer así que había elegido para si la del oeste. Luego guardo toda su ropa nueva en el armario, y se metió en la cama. El resto de la casa tendría que esperar hasta mañana. Estaba agotado.


Cuando despertó era media mañana. Con toda la calma del mundo se duchó, y bajó a desayunar. Las bolsas con la compra del día anterior todavía estaban esparcidas por el mármol, excepto las cosa de nevera que estaban con bolsa incluida apelotonadas en el refrigerador. Lo sacó todo y se dispuso a volverlo a meter, esta vez con un poco de orden. Luego acomodó en los armarios de la cocina los paquetes de pasta, arroz, y otros alimentos en conserva que habían comprado con Kaho. Se hizo un bikini frío porque no tenía el tostador para calentarlo, y un zumo de naranja. Tras desayunar, salió de la cocina dispuesto a adecentar un poco esa casa.

En el sofá de la sala colocó un fular estampado con motivos tribales africanos, y un par de lámpara de pié metálica de líneas modernas quedaba muy bien. Estaba a punto de colocar la lámpara en el techo cuando sonó el timbre. Eran los del centro comercial que traían la compra del día anterior. La lavadora, y otros electrodomésticos, como un microondas, una batidora o la tostadora que fueron repartidos por la cocina. Unos taburetes que colocó debajo la barra americana que separaba la cocina del comedor. Una mesa con cuatro sillas para dicho comedor Porque la que había en la casa estaba tan destartalada que se caía a pedazos. Un puff para apoyar los pies en el salón, al lado del sofá. Un televisor, también para el salón. Tres cómodas, una para cada habitación. Un espejo de cuerpo entero para el recibidor, con un perchero de pie. Y plantas para la terraza, la galería y unos geranios para cada ventana. Ya puestos aprovechó para limpiar un poco el jardín delantero de malas hierbas, al de detrás de la casa le echó un vistazo, pero estaba tan dejado que parecía una selva, y decidió que ya habría tiempo para eso más adelante. Tras colocarlo todo, la casa empezaba a tener otro aire. Acabó de distribuir lámparas, y cuando ya sólo le faltaba encontrar dónde guardar los manteles, el timbre volvió a sonar.

Había pasado toda la mañana enfrascado con la decoración y se había olvidado de comer. Ahora eran ya las tres de la tarde, y esa debía ser Kaho, con Hanamichi. Se acercó a la puerta y pudo oír la inconfundible voz del pelirrojo que le preguntaba a Kaho:

-¿Oye estás segura que se instaló ayer?

-Sí. ¿Es impresionante lo que ha hecho con la casa verdad? -Dijo la chica mirando las ventanas todas con geranios y las cortinas que ondeaban con la brisa de primera hora de la tarde.

-Sí, cuando vinimos anteayer, me pareció fría e impersonal, ahora sin embargo parece otra. ¿Y lo ha hecho con solo un día y medio?

-Solo medio. Ayer fuimos de compras.

-A parte de ser un "As" con la decoración, ¿ese chico misterioso es sordo?

-No. ¿Por qué? -preguntó Kaho extrañada por la pregunta.

-Porque has llamado tres veces y todavía no ha abierto.

Kaho se echó a reír con la ocurrencia de Hanamichi. Luego Kaede decidió abrir la puerta de una vez. Había llegado la hora de la verdad. Al abrir la puerta podría haberse escondido detrás de esta para retrasar el momento de verse de cara, pero solo habría servido para eso, para retrasarlo. Así que se armó de valor y abrió de golpe sin esperar y se quedó delante de la puerta plantado esperando su reacción.

-¿Rukawa? -preguntó Hanamichi muy sorprendido, casi con la boca abierta.

-Pasad por favor -dijo apartándose para que pudieran entrar.

-Vaya cambio Kaede -dijo Kaho- la casa está casi irreconocible.

-No Kaho, ahora está habitable -dijo fríamente. No podía evitarlo, si solo hubiera habido Kaho le habría dado las gracias por el cumplido y le habría enseñado todas las habitaciones con ilusión, pero Hanamichi hacía que sus autodefensas se pusieran al máximo, y con ello su voz volvía a sonar fría y su cara dejaba de ser expresiva.

-Lo has hecho muy deprisa. Estoy sorprendida.

Kaede siguió sin decir palabra. Y extrañamente Hanamichi tampoco. Kaho notó enseguida que el aire se había tensado de golpe. Quizá Kaede tenía razón y esos dos no podrían vivir juntos.

-Si no os importa, no he comido todavía -dijo Kaede entrando en la cocina comedor, y colocándose tras el mármol. Abrió un cajón y sacó de él un delantal muy original que simulaba un esmoquin blanco. Luego abrió la nevera, y empezó a sacar cosas, para hacerse algo para comer.

-¿Habéis comido? -preguntó al ver que, Kaho sentada en un taburete y Hanamichi desde la puerta todavía con la boca abierta, le miraban sin decir nada.

-¿Kitsune? -Repitió éste que todavía no asimilaba que fuera el Kitsune su nuevo compañero de casa, ni que éste se lo tomara tan bien.

-Idiota -dijo harto de que el pelirrojo no reaccionara.

-¿Oye a quien le dices Idiota?

-A ti -dicho eso se giró y de espaldas a ellos sonrió por debajo la nariz, como mínimo el insulto había servido de algo.

-No gracias Kaede, nosotros ya hemos comido -dijo ella.

Había decidido hacer algo rápido. Puso agua a hervir para hacer un poco de pasta, y la plancha a calentarse para hacer un poco de lomo. Un vez la pasta en el cazo, lo tapo y se dirigió a Kaho. (No se atrevió a hablarle a Hanamichi):

-¿Mientras esto se hace, queréis ver el resto?

-¡Oh si, nos encantaría!. ¿Verdad Hanamichi?

Éste se encogió de hombros. Hanamichi no parecía él. Tan callado, tan modosito. Pensó el moreno.

-La habitación de abajo todavía está por arreglar, igual que el despacho de arriba. La sala tampoco está muy acabada pero ya habrá tiempo -iba diciendo Kaede a medida que entraban y salían de las estancias de la casa-. Tu habitación, la mía -dijo señalando ambas puertas, esta vez dirigiéndose por fin a Hanamichi-. Voy al baño.

Les dejó en la puerta de la habitación de Hanamichi y se metió en el baño pero no cerró la puerta del todo para poder oír qué decían. Sabía que con él delante Hanamichi nunca diría si le gustaba.

-¿Kaho, por qué no me dijiste que se trataba de Rukawa?

-¿Habrías preferido una familia al otro lado del país?

-Sí. No. No lo sé. Pero yo no puedo vivir con él Kaho.

-¿Por qué?

-Porque nos mataremos antes de llegar al fin de semana.

-¿Pero por qué?

-Porque no nos llevamos bien -Hanamichi no sabía qué decirle.

-Sí, eso ya me lo dijo él.

-¿Él lo sabía? -dijo Hanamichi con sorpresa.

-Sí. Le preocupaba que no quisieras vivir con él -al oír eso Kaede pensó que quería poder taparle la boca a Kaho con cinta aislante. Todavía no habían entrado en las habitaciones. Seguían en el pasillo.

-¿Y él no se quejó cuando supo que era yo el otro chico?

-Bueno, se sorprendió bastante, y luego me dijo que tú nunca aceptarías.

-¿Y qué sabrá él de mí? -Dijo mosqueado.

-Hombre no iba tan desencaminado, al fin y al cabo acabas de decir que no quieres...

-Ei ei ei, que yo no he dicho eso. He dicho que no podemos, no que no quiera.

-Él cree que le odias -dijo Kaho entrando por fin a la habitación del este.

-Yo no le… -empezó a decir Hanamichi siguiéndola dentro- ...odio. ¿Ésta es mi habitación? -Dijo Hanamichi. Para poder oír lo que ahora decían Kaede tuvo que salir del baño y ponerse al lado de la puerta de la habitación.

-¡Uauuu!. ¿Ha quedado preciosa, no crees? -Dijo Kaho.

-¿Esto lo ha hecho el Kitsune?

-Sí.

Perfecto, le había gustado. Kaede tenía la sensación de haberse quitado un peso de encima, un peso muy pesado. En silencio bajó las escaleras. No le gustaba escuchar a escondidas, y además la pasta ya debía estar lista. Cuando terminaba de preparar la carne llegaron Kaho y Hanamichi de arriba.

-¡Kaede, ha quedado precioso!

Kaede hizo un poco de reverencia para agradecer el cumplido y se sentó sin decir nada en la mesa para comerse la comida. Kaho y Hanamichi se sentaron a su lado para acompañarle.

-Chicos ahora que estamos todos, hay un par de normas que deberéis cumplir. Me fío de vosotros, ok, así que no me defraudéis.

-¿Defraudarte?. ¡yo nunca haría tal cosa! -dijo Hanamichi recuperando su habitual sentido del humor. Eso quería decir que Hanamichi aceptaba quedarse, hecho que hizo casi sonreír a Kaede.

-Ahora no viene al caso porque estáis de vacaciones. Pero en cuanto empecéis las clases otra vez confío en que os comportareis e iréis a dormir temprano, no llegareis tarde a clase, ni haréis locuras.

-Kaho no somos niños precisamente -se quejó Kaede

-Por una vez estoy de acuerdo con él -añadió Hanamichi.

-Muy bien, solo tenía que asegurarme. Ahora a lo que realmente os interesa.

Entonces Kaho les explicó el funcionamiento de las vistas de ella, su tutora, u otros agentes sociales, y todo el tema de la economía.

-¿Entendido? -dijo finalmente.

Ambos chicos hicieron que sí con la cabeza.

-Por lo que refiere al orden de la casa, es cosa vuestra. Y yo no me meteré a menos que vea esto hecho una pocilga.

-Me parece de coña. Aunque por mi parte puedes estar tranquila -dijo Hanamichi.

-¿Hanamichi, quieres que yo...? -Dijo entonces Kaho.

-No Kaho, quedamos en que lo haría yo. Que él sea el Kitsune no cambia nada. De verdad -dijo Hanamichi muy serio. Más de lo que Kaede lo había visto nunca.

-Bien en ese caso os dejo muchachos. Todavía tengo que hacer unas gestiones, para que mañana mismo podáis ir a comprar.

-Tranquila Kaho, no habrá problemas -le aseguró Kaede.

Mientras Hanamichi le acompañaba a la puerta, Kaede se puso a fregar los cuatro cacharros que había ensuciado, su plato y su vaso.

No le hizo falta girarse para saber que detrás de él Hanamichi estaba parado mirándole sin decir absolutamente nada. Aún así se giró y se quedaron unos momentos mirándose a los ojos como no habían hecho en años.

-¿Crees que podemos hacerlo? -Preguntó Hanamichi sin dejar de mirar esos ojos azul oscuro que hipnotizaban a cualquiera.

-Sí -fue la simple respuesta de Kaede. Y en realidad era verdad. Si ponían cada uno un poco de su parte, estaba convencido que podían convivir perfectamente. Que el pelirrojo aceptara quedarse le había puesto optimista de golpe. Es más esperaba que podían llegar a ser amigos. Aunque en el fondo lo que quería era un poco, bastante, mucho más que eso.

-Muy bien. Ahora debo contarte un par de cosas -dijo el pelirrojo poniéndose todavía más serio.

-¿Quieres sentarte? -Le ofreció Kaede al ver que Hanamichi no se movía. Hanamichi no contestó, pero se sentó en uno de los taburetes. Tomó aire y empezó:

-Rukawa... -No le parecía adecuado empezar a contarle todo eso llamándolo Kitsune.

-Kaede -le interrumpió el moreno- si vamos a vivir juntos llámame Kaede.

-Muy bien, pues. Kaede, como acabas de decir si vamos a vivir juntos hay un par de cosas que deben quedar claras. No me gusta la idea de vivir contigo. Seamos realistas, nunca nos hemos llevado bien, pero ahora las circunstancias no nos dejan elegir, así que por mi parte haré cuanto esté en mi mano para hacer esto lo más llevadero posible. Solo te pido una cosa. Que seas sincero. Debo reconocer que prácticamente no te conozco, pero tú a mí tampoco. Y hay un par de cosas que creo debes saber. No me gusta hablar de esto, así que no me interrumpas, ok?

Kaede hizo un movimiento de asentimiento con la cabeza. Nunca había oído al pelirrojo en ese tono, serio, frío, casi le daba la sensación de estar oyéndose a si mismo.

-Está bien. No sé que te ha contado Kaho. Porque como has oído antes yo ni sabía que serías tú con quien viviría así que empezaré por el principio. Ahora hará cinco años, mi padre murió de un ataque al corazón. Luego mi madre estuvo con una gran depresión, y un compañero de trabajo de mi padre empezó a venir a casa a hacerle compañía -a medida que el relato iba avanzando, Hanamichi bajó la cabeza y empezó a hablar jugando con sus propias manos-. Él era un hombre amable y atento que se preocupaba por ella, y por mí. Nos cuidó en esos momentos difíciles, mi madre se enamoró, y al año de salir juntos se casaron. Pero una vez metido en casa permanentemente, descubrimos que lo que parecía un ángel era un demonio. Siempre estaba de mal humor, nada de lo que mamá o yo hacíamos estaba bien, y él siempre era la víctima. Al principio incluso conseguía hacerme sentir mal conmigo mismo. Luego empezó a pegar a mamá. Yo no me di cuenta hasta pasados unos meses. Cuando una -Hanamichi calló un momento- una noche la oí gritar, y entré corriendo a su habitación. Él la azotaba con el cinturón. Yo me lancé encima de él. Pero él era -volvió a hacer una pausa. Seguía con la cabeza gacha y si no hubiera hecho esas pausas la voz se le habría quebrado -es, más fuerte que yo. Esa fue la primera vez que me..., en mi propia casa, por haber intentado proteger a mamá -volvió a parar.

Tenía las manos fuertemente apretadas en puños, todo él estaba empezando a temblar. Kaede estaba alucinado de que esas confesiones salieran de Hanamichi para él. Quería aliviar su sufrimiento pero no sabía si un acercamiento sería muy bien recibido por parte del pelirrojo. Así que como le había prometido, le dejó continuar.

-Cada semana eso se repetía y se repetía. Hasta que hace dos semanas le dije a mi madre que teníamos que marcharnos de esa casa, o acabaría matándonos. Pero ella no quiso saber nada. Yo no quería irme sin ella. Empezamos a discutir -Hanamichi volvió a parar esta vez porque su voz se había roto finalmente-. "Snif", nunca antes había discutido así con mamá. Ella no se da cuenta que ese monstruo la está matando. "Snif" Ella empezó a gritar, yo le grité también, le dije que él era un hijo de... -Una lágrima solitaria cayó en el mármol de la cocina- y ella me abofeteó. Me pegó. "Snif" Mi madre. Para defender-lo a él. Entonces cogí mi ropa y me fui. No les he vuelto a ver a ninguno de los dos.

No hubo más lágrimas ni reproches, ni lamentos, y Kaede no sabía que hacer. Pero no se atrevía a moverse, a tocarle. Esta vez Hanamichi estuvo un buen rato callado acompasando la respiración. Luego volvió a hablar.

-Y no quiero volver a ver a ese cabrón jamás. En el asilo para indigentes me dieron una cama hasta que Kaho me encontró, y me ofreció una vida lejos de ellos, o de ningún otro adulto que pudiera hacerme algo similar. Me ofreció una vida en una nueva casa y yo acepté sin siquiera saber que tendría que compartirlo todo con alguien. Luego me contó esta parte, pero yo ya había decidido no volver a vivir con alguien como él. Tampoco me dijo era que era contigo que tendría que compartir mi nueva vida. No me malinterpretes, no me importa compartir. Solo que... -en ese momento Hanamichi volvió levantar la cabeza. Sus ojos estaban rojos pero sin rastros de lágrimas, y sus mejillas estaban sonrosadas. Kaede pensó que no había cosa más dulce que ese idiota que tenía delante.

-Hanamichi... -intentó intervenir Kaede. Y estoy segura que si el otro no le hubiera cortado se habría acercado a él para abrazarle y quizá robarle un dulce beso.

-No espera Kaede, no he terminado. Durante estas semanas que he estado fuera, sé que Tsukihiro, mi padrastro, y mamá me han estado buscando. Él es un hombre de negocios bastante conocido y si se supiera todo esto su carrera se iría al carajo, por esto me buscan. No quiero que me encuentren, pero tarde o temprano supongo que darán conmigo. Cuando eso pase, no te metas. ¿De acuerdo? Él puede ser muy peligroso. Hablo en serio. Por eso, mientras no me encuentre, no quiero que nadie sepa que estoy aquí, ni siquiera mis amigos saben dónde estoy o con quien estoy. Así cuando él les pregunte no tendrán que mentir. Él sabe cuando alguien miente, tiene una especie de don para detectarlo, así que si por casualidad nunca te pregunta algo, no le mientas, aunque eso signifique que de conmigo; Eso es preferible a que le mientas. Prométeme-lo. Si no puedo confiar en ti en eso me iré ahora mismo -Hanamichi dijo esto último mirándole directamente a los ojos, hasta el fondo de su alma.

-¡NO! -se le escapó a Kaede-. No es necesario que te vayas. Te prometo que no le mentiré a ese desgraciado.

Volvieron a quedar en silencio. Hanamichi volvió a bajar la vista.

-Bueno -dijo Hanamichi rompiendo el incomodo silencio que se había formado entre ellos-. Ahora ya sabes como están las cosas.

-Gracias -dijo Kaede desconcertando a Hanamichi.

-¿Gracias por qué?

-Por contármelo. Tú me has pedido sinceridad y has sido sincero -luego de una breve pausa añadió-. No creo que Kaho te haya contado nada de mí.

-¿No has oído lo que he dicho? Ni siquiera sabía con quien iba a vivir.

-¿Has visto las noticias últimamente? -le cortó para evitar la discusión.

-Algo. ¿Por qué?

-Mi casa era la que se cayó en el agujero del metro. Vivía allí solo desde que mis padres murieron cuando yo era un crío. No tengo más parientes, y todo lo que tenía estaba en esa casa. Como si algo pudiera compensar haberlo perdido todo me han dado la mitad de esta casa, y un dinero que se acabará pronto.

-¿Pero por qué no has pedido más?

-Porque no hay más. Tampoco me gusta hablar de esto pero si no quieres que te encuentren no te metas mucho en mi vida.

-¿Me estás amenazando? -Hanamichi no podía creer que después de haber confiado en el Kitsune por una vez este fuera a traicionarle tan vilmente, y sobretodo en ese tema.

-Claro que no idiota. Pero hay una periodista que me persigue para que le venda mi historia. Si ella te mezcla en eso tu padrastro te encontrará enseguida. Hazme un favor, y hazte-lo a ti mismo, si se acerca a ti, no le cuentes nada de nada a esa mujer.

-Siento haber desconfiado de ti -dijo Hanamichi-. No sabía...

-Tú lo has dicho antes, no me conoces -Kaede estaba un poco resentido con Hanamichi por creer que iba a hacer algo tan vil como delatar-le. Pero por otro lado no quería que su primera tarde juntos empezara con una discusión. Además antes de eso le había hecho prometer no mentir porque realmente el pelirrojo creía que le importaba lo suficiente como para encubrirlo mintiendo por él. Era un pensamiento alentador-. Tranquilo. Ahora tú también sabes como están las cosas.

Hanamichi asintió, pero no dijo nada. El silenció volvió a establecerse. Ambos estaban recopilando información intentando hacerse un mapa mental de cuan graves estaban las cosas para ambos.

Finalmente Hanamichi se fue a desempacar y Kaede siguió poniendo lámparas en el piso de abajo. Así pasaron la tarde. Hasta que el sol se puso y con la llegada de la noche volvieron a encontrarse. Cenaron en silencio lo que Kaede había cocinado. Cuando acabaron Hanamichi empezó a ayudar a recoger la cocina, no le parecía bien no hacerlo, al fin y al cabo el otro ya había cocinado para él, no podía esperar que también le fregara los platos.

-Mañana cocinaré yo -dijo secamente Hanamichi. La verdad es que no sabía como hablar con Kaede. Desde que se conocían solo lo habían hecho a gritos y bofetones, pero ese no era el mejor método si querían convivir. Y necesitaba quedarse en esa casa, no podía volver a la suya. ¡Antes se iría al centro de indigentes otra vez!

Ante el ofrecimiento de cocinar Kaede dejó lo que tenía en as manos, se paró y le miró. No dijo nada, pero el pelirrojo lo entendió perfectamente.

-¿Qué?. ¿Crees que no puedo hacerlo?. ¿Es que crees que eres el único que sabe preparar cosas buenas? -Gritó enfadado el pelirrojo. Pero se enfadó más cuando Kaede medio sonrió al oírle-. Eres un engreído, estúpido zorro, ahora te las apañarás tú solo con esto. Por idiota. ¡.¿Cómo crees que te puedes reír de mí así?.!. ¡Es que no respetas nada ni a nadie, algún día alguien te bajará los humos, ya lo verás! Engreído patán... -Hanamichi salió de la cocina gritándole barbaridades al moreno, que quedó solo lavando los platos.

-Idiota -murmuró pensando en que había malinterpretado su sonrisa. Sí que primero había pensado en lo peligroso de comer en algo cocinado por Hanamichi, pero en cuanto éste comentó lo hacer cosas ricas… Quería decir que le había gustado lo que había cocinado, por eso había sonreído. El muy idiota no lo entendió.

-¡Te he oído!- Gritó Hanamichi des de las escaleras. No era verdad, no había oído nada, pero estaba segurísimo que en el mismo momento que había salido de la cocina Rukawa le había insultado con su usual "idiota".

Cuando Kaede subió a su habitación para ir a dormir vio la puerta de la habitación de Hanamichi entreabierta. La luz del monito estaba encendida dando una suave luz rojiza a la habitación. Algo se movía a dentro, Hanamichi. Pero no se atrevió a entrar para decirle buenas noches. Simplemente se dirigió a su cuarto, se quitó los pantalones, y los zapatos, se puso la camiseta que usaba para dormir y se dirigió al baño para lavarse los dientes. Pero este ya estaba ocupado.

-¡Eiii!. ¿No puedes llamar antes de entrar? -gritó enfadado Hanamichi que también había ido a lavarse los dientes.

-Ni que no nos hubiéramos visto antes Do'aho -Dijo Kaede entrando tan tranquilamente en el baño, aunque Hanamichi solo vistiera unos slips negros.

Ante la sorprendida y enfadada mirada del pelirrojo entró en el baño, se lavó los dientes y volvió a salir. Diciendo un quedo "buenas noches" antes de cerrar la puerta tras él.

Pero aunque había fingido toda la naturalidad del mundo en el baño, en cuanto entró a su cuarto y cerró la puerta tras de sí, se lanzó a la cama y se abrazó a la almohada sonriendo. Cerró los ojos y, recordando la impresionante imagen del pelirrojo casi desudo detrás de él en el baño, se durmió.


Estaba en medio de un sueño muy tranquilo en el que se encontraba cálidamente recostado en el fuerte pecho de Hanamichi, tumbados en un prado a la sombra de unos cerezos en flor, con pétalos cayendo por doquier, y con los dedos del pelirrojo liados en su pelo sedoso, jugando. El pelirrojo iba a besarle cuando algo le despertó. Algo no estaba bien. Muy dormido intentó descubrir el motivo por el que se había despertado.

Encendió su luz. Solo oyó la lluvia cayendo tranquilamente en la calle. Pero eso no era lo que le había sacado del séptimo cielo, porque ni siquiera llovía fuerte, no había relámpagos ni truenos. Solo agua cayendo sosegadamente al otro lado del cristal, con un murmullo casi imperceptible pero agradable.

Confundido volvió a cerrar la luz y se tumbó para buscar la posición para volver a dormir. Entonces vio el motivo de su despertar. Había luz al otro lado de la puerta. ¿He mencionado que no le gustaba la luz por las mañanas? Eso es porque la luz le despertaba. Como acababa de ocurrir-le. Se levantó con la firme intención de cerrar la dichosa luz, pero al cerrar la del baño vio que la de la habitación de Hanamichi también estaba encendida. Pensando que éste se habría dormido con la luz abierta empujó la puerta para entrar lo más sigilosamente posible y cerrarla. Pero Hanamichi no dormía. Estaba sentado en la ventana, con ésta abierta y la lluvia entrando a la habitación con el aire fresco de la noche de verano, empapándole por completo.

-¿Hanamichi? -dijo para que notara su presencia.

-¡Joder, que susto! -exclamó Hanamichi que se había asustado con el sigiloso movimiento de Kaede.

-Lo siento.

-¿No puedes dormir? -preguntó el pelirrojo sin moverse de lugar y con la vista clavada a la oscuridad de la noche.

-La luz me despertó -no sabía que decir. Había entrado enfadado con el pelirrojo por haberse dejado la luz abierta, pero el enfado le había marchado al verle con el mismo atuendo que llevaba en el baño (los slips negros), sentado en el alféizar de la ventana completamente empapado, y con la mirada perdida en la nada. Era una imagen de foto. Tan sigilosamente como había entrado, salió a por su móvil. Cuando volvió, Hanamichi seguía en el mismo lugar. Le sacó una foto. El ruido del teléfono distrajo a Hanamichi de sus pensamientos.

-¿No habías vuelto s dormir?

-He ido a por el móvil.

-¿Para? -preguntó extrañado. ¿Para que querría el móvil a esas horas?

-Creí que estaba sonando -parecía que no se había dado cuanta de la foto-. ¿Y tú, no puedes dormir? -preguntó entrando más en la habitación y sentándose en la cama todavía por deshacer, para desviar la atención de Hanamichi de su móvil.

-No -dijo Hanamichi.

-¿Y eso?

-¿Estas muy hablador no?

-La noche, y la lluvia me agradan -dijo llanamente como si eso explicara su repentino interés por lo que le ocurría al pelirrojo.

-Eso lo explica todo -dijo sarcásticamente Hanamichi.

Quedaron un poco en silencio pero finalmente Hanamichi dijo.

-Pensaba en mamá -por unos momentos no dijo nada, y luego siguió-. Ella,... , yo la quiero sabes,... pero ,..., no podía quedarme más tiempo. Él me habría matado. Ella lo sabe, y aún así me pidió que me quedara.

Hanamichi bajó la cabeza, y una lágrima le rodó por la cara hasta caer en el suelo confundiéndose con las gotas de lluvia que entraban por la ventana.

-Ese hombre me lo ha quitado todo. Mi madre, mi casa, mi vida. Desde que él entró en ella todo ha ido para mal. ¿Y sabes que es lo peor? Saber que todo es culpa mía. Si hubiera llegado a tiempo con la medicina de papá,... él... él seguiría todavía conmigo, y con mamá -Hanamichi había empezado a llorar en un llanto ahogado y sincopado.

Kaede no lo resistió más. Se levantó y le abrazó fuertemente. Hanamichi se dejó abrazar. Y con ese sentimiento de ternura que le transmitía Kaede en ese abrazo, arrancó en un llanto aún más desgarrador. El corazón de Kaede se rompía al oírle llorar así. Hanamichi que siempre radiaba felicidad, fuerza y energía desbordante, ahora se acurrucaba en sus brazos, llorando desconsoladamente.

-Tranquilo Hanamichi, ya pasó -intentó calmarle Kaede. Acariciándole la cabellera y susurrándole al oído.

-¿Oh Kaede, que no lo ves? Ella no me ama. Ella... ella... le eligió a él. Y todo por mi culpa.

-Hanamichi no fue culpa tuya, hay cosas que no se pueden evitar.

-Yo podría haber evitado que papá muriera si no me hubiera peleado con esos tipos.

-Aún así, hay cosas que marca el destino y que por mucho que quiera uno no puede cambiar -dijo Kaede no sé si pensando en la muerte del padre de Hanamichi, en la de sus propios padres, en el derrumbamiento de su casa, o en el hecho de haberse enamorado del pelirrojo como había hecho. De repente se encontró pensando en una vieja historia que su madre le contara cuando era un crío, acerca del abuelo y el destino de la familia. Un pinchazo en el corazón le hizo alejar sus pensamientos de su familia y sus secretos perdidos.

-Mi madre sabe que fue culpa mía. Por eso me odia -siguió insistiendo Hanamichi.

-Estoy seguro que ella te ama.

¿Cómo no hacerlo? pensó él.

-Pero le ama más a él.

-Hanamichi... -solo podía apretarle fuertemente contra su pecho para intentar calmar ese dolor. Pero en el fondo ambos sabían que eso que decía era cierto. Y nada hace más daño que la verdad.


Grissina: bueno, no podreis quejaros, que este ha sido largo!

Me arriesgué a subirla aún y no tener el final, pero salió bien. Gracias por los reviews.

Ran, espero que este capitulo aclare tus dudas.

He de confesar que mi intención ya era la de confundir al personal, por eso en el primer capitulo no hay nada que pueda delatar al prota, excepto para las/os muy observadoras/es, como Elena (shadir), que se dio cuenta enseguida que era Hana porque perdió a su papá y se sentía culpable por ello.

Espero seguir reciviendo vuestras opiniones con más reviews, aunque no sea una historia nueva me encantará saber que sigue gustando.

hasta pronto.

y

"no dejeis de dejar reviews!"

(¡Ala ya salió la horrible rima otra vez!) XD