PRIMEROS PASOS

La mañana siguiente Kaede se despertó al oír ruido abajo. Acostumbrado a vivir solo se sobresaltó. Se levantó deprisa pero sigilosamente. Pero cuando pasó por la habitación de Hanamichi se dio cuenta que quien estaba abajo era el pelirrojo, y no un ladrón o un asesino. Sonrió por su estúpida equivocación y se metió en el baño. Realmente cuando iba medio dormido le costaba arrancar máquinas.

Todavía riéndose de si mismo Kaede salió de la ducha y se dirigió a su habitación.

Hanamichi que estaba subiendo para avisarle que el desayuno estaba listo, le vio salir del baño por entre las barras de la baranda. El pelirrojo se quedó estático ante la visión del cuerpo de Kaede, todavía goteando, saliendo desnudo del baño en dirección a su habitación. Kaede tan solo llevaba una pequeña toalla negra en la cabeza, nada más. Hanamichi se quedó observándole pasar, sin mover ni un músculo y casi sin respirar. Uno pensaría que habiendo jugado en el mismo equipo por más de dos años, deberían haberse visto suficientes veces como para que ese espléndido espectáculo no le cortara la respiración. Pero eso no había sido así. Por alguna extraña razón parecía que casi nunca coincidían en los vestuarios y mucho menos en las duchas. Kaede solía quedarse el último para disfrutar de la ducha tranquilo y solo. Hanamichi en cambio siempre tenía prisa por salir. Cuando no eran sus propias costumbres las que evitaban el encuentro, eran los miembros del equipo, que a todas horas intentaban que esos dos pasaran juntos el menor tiempo posible para que no estallara una tercera guerra mundial. El caso era que casi nunca habían coincidido, y cuando había ocurrido había estallado una de sus típicas peleas.

Ahora, pero, Hanamichi pudo ver porque medio Kanagawa suspiraba por Kaede Rukawa. Ya que el otro medio lo hacía por Akira Sendoh. Mal le pesara las cosas claras y el chocolate espeso, como solía decir su padre.

Kaede tenía realmente un cuerpo escultural. A Hanamichi que le gustaba dibujar, reconoció en el moreno una perfección en cada una de sus curvas que le dejó pasmado. El muy cabrón era perfecto. Si hasta ahora albergaba la posibilidad de encontrarle algún fallo por dónde atacarlo acababa de confirmar que su físico era tan podridamente perfecto que casi le asaltaron toda clase de pensamientos lascivos.

Pero en cuanto esto ocurrió, el pelirrojo sacudió la cabeza y volvió a bajar. Mientras esperaba a que el moreno bajara para desayunar juntos, recordó todo lo ocurrido la tarde anterior. Desde el momento en que llegó a la casa y le vio seguro de si mismo parado en la puerta, el impacto de verlo cocinar con ése delantal puesto. ¡Y las mejoras en la casa! Era impresionante como había logrado crear, con cuatro cosas, ambientes tan agradables. Y al entrar en su habitación por primera vez. Todo parecía estar hecho para él. Incluso la lamparilla del monito le hizo gracia. La conversación que tuvo allí con Kaho, y luego la que tuvo abajo con Kaede. La pelea que habían tenido tras la cena, la vergüenza de sentirse desnudo cuando Kaede entró en el baño tan campante para lavarse los dientes, y lo mal que se había sentido esa noche al ver que empezaba a llover. De pequeño las tormentas le daban algo de miedo, y por eso cuando llovía su madre se quedaba con él. Pensar en su madre otra vez lo había desarmado completamente. Cuando recordaba como había acabado en los brazos de Kaede llorando como un niño pequeño se le subían los colores de la vergüenza. ¿Él, el gran Tensai, llorando en brazos del zorro apestoso? Pero en ese momento suerte tuvo de tenerle cerca. Como Kaho le había dicho, Kaede era un buen oyente, y además era sensible y cariñoso. No recordaba tanta ternura en un abrazo desde Miki. Pero no quería pensar en él.

En unos minutos bajó Kaede, que encontró a Hanamichi sentado en uno de los taburetes de la barra comiendo galletas distraída-mente sumido en sus pensamientos.

-Buenos días- dijo el moreno sentándose a su lado y sirviéndose zumo.

-Buenos días- contestó un poco cortado Hanamichi que al verlo recordó la imagen del joven saliendo de la ducha en cueros. Kaede le miró intrigado preguntándose porque el pelirrojo estaba tan callado.

Una vez acabado el desayuno, Kaede volvió a subir a la habitación sin decir nada, y bajó con su mochila en la espalda y un balón en la mano. Ya estaba en la puerta, cuando pensó que quizá debiera decirle al pelirrojo que se iba.

-¡Salgo!- gritó des de la puerta. La abrió y salió.

-¿Donde vas?- preguntó Hanamichi saliendo del salón dónde había estado viendo la tele. Pero el moreno ya se había ido.

-Será...- una larga cola de insultos salieron de él, que volvió a sentarse en el sofá.

Kaede empezó a caminar por el barrio. Localizó la tienda de víveres que les dijo Kaho, una pequeña librería que con suerte tendrían también algo de música. Un videoclub, y una tienda de ropa. No había muchos comercios. Un par de bares, y una panadería al lado de la farmacia. Entró en ella y compró cacao de labios, y preguntó por el ambulatorio más cercano. Tres calles más arriba le dijeron. Finalmente encontró lo que buscaba, la entrada al parque central. No quedaba muy lejos de la casa y había un par de canchas de baloncesto y espacio para correr.

Kaede dejó a un lado la mochila, y la sudadera, cogió el balón y jugó. Hacía días que no lo hacía y lo echaba mucho de menos. Ese balón nuevo no era como el suyo anterior, ni las deportivas, ni siquiera la cinta negra de su antebrazo. Se sentía raro. Quizá pasó demasiados días sin coger un balón. Quizá debería haber comprado el mismo modelo de deportivas que tenía antes. Pero su presupuesto actual no le daba para tanto. Echaba de menos el tacto suave de su balón de piel. Este de goma no iba mal, pero no era lo mismo. Luego de un rato de lanzamientos, no muy acertados se sentó. Si tuviera sus walkmans escucharía el disco preferido de su madre, y quizá así esa angustia que tenía en el pecho le dejaría respirar por un rato, pero no los tenía. Ni el disco tampoco. Ni ese ni ninguno. Todo se encontraba debajo la montaña de runa que se acumulaba dentro el enorme boquete abierto en medio de la calle, dónde su casa había caído hacía ya dos semanas.

-Vaya Rukawa, eres caro de ver últimamente -Akira Sendoh se había sentado a su lado-. ¿Qué, descansando? -Le preguntó siempre sonriendo.

Kaede ni siquiera le contestó. En otras circunstancias, habría hecho lo que siempre hacía levantarse, lanzar-le el balón e intentar ganarle. Aunque nunca lo había logrado, estaba cada vez más cerca. Pero hoy sabía que no ganaría, y no estaba de humor para perder nada más. Por eso simplemente se levantó, tomó su bolsa y se fue.

-Un día de estos conseguiré que me prestes atención Rukawa. Ya lo verás. Todavía no sé cómo pero ya lo descubriré -murmuró para sí Akira Sendoh mientras observaba al chico de hielo saliendo del parque.

Cuando llegó a casa subió a ducharse. En la cocina había una olla en los fogones, pero no había ni rastro del pelirrojo. Era ya mediodía cuando bajó a la cocina en pantalones cortos y camiseta de manga corta. Parecía que por fin el verano había llegado, porque el calor era casi insoportable. Pero Kaede no estaba mentalmente preparado para lo que vio al entrar a la cocina:

Hanamichi en jeans ceñidos, sin la camiseta, con los cascos puestos bailaba desenfrenada y sensualmente en medio de la cocina mientras preparaba la comida.

Kaede tuvo que recular y volver al pasadizo dónde se recostó en la pared para recobrar el aliento. Una vez que su ritmo cardíaco se hubo normalizado, tomó aire y entró de nuevo en la cocina. Ahora Hanamichi bailaba una pieza más lenta ya que se balanceaba de un lado a otro gesticulando con la cara la letra de la canción.

Hanamichi iba a dar una vuelta sobre si mismo cuando le vio. Se detuvo de golpe, dando un salto atrás que le hizo desequilibrarse, y casi se va al suelo.

-¡Pero qué haces!. ¡Kitsune animal. ¡¿Es que quieres matarme de un susto?.!. ¡¿Como se te ocurre acercarte así?.!. ¡Sin hacer ruido!. ¡.¿No ves que me has asustado?.!. ¡.¿No habías salido?.!. ¡Eres un estúpido, mira como me va el corazón por tu culpa!- le gritó enfadado el pelirrojo con la mano en el pecho desnudo intentando normalizar la acelerada respiración y con las mejillas sonrojadas por haber sido pillado bailando.

-¡Y a mí! por tu culpa, idiota -susurró entre dientes Kaede, con problemas para mantener su postura fría.

-¿Qué dices? -Preguntó Hanamichi confundido porque no estaba seguro de lo que había oído.

-¡Que ha sido por tu culpa idiota! -Gritó enfadado más consigo mismo por perder los papeles que con el pelirrojo.

-¿Cómo que por mi culpa?

Kaede no se dignó ni a contestar. Mientras pasaba a su lado para coger el mantel para empezar a poner la mesa le tocó los cascos que habían quedado colgando de su cuello. Hanamichi que no supo qué contestar a eso le dijo:

-¿Además cuando has llegado?

-Hace rato -contestó escuetamente Kaede poniendo la mesa para ellos dos. Pasado un rato le preguntó-. ¿Dónde estabas?

Hanamichi no acababa de creerse que el Kitsune estuviera intentando mantener una conversación con él. Al moreno le pasaba algo.

-Estaba en el jardín. Intentaba arreglarlo. Está muy dejado pero es bastante grande. Supongo que una vez arreglado puede quedar muy bien. Como no tengo nada más que hacer he decidido que intentaré arreglarlo. En casa me ocupaba del jardín. He pensado que podría ocuparme yo de él, ya que tú has arreglado la casa por dentro, yo lo haré por fuera. Si no te importa.

-Ésta también es tu casa, Torpe.

Kaede siguió poniendo la mesa, pero unos segundos después añadió:

-Gracias por preguntar -aunque luego no volvió a hablar en toda la comida.