ALGO CAMBIA
Kaede estaba tumbado en su cama. Había dormido un rato y se acababa de despertar. Hoy había vuelto a aparecer por el parque el plasta de Akira. Últimamente se aparecía muy seguido y eso no le agradaba. Una cosa era jugar contra él de tanto en tanto para intentar ganarle, otra muy distinta era tener que aguantarle cada día y que le observara entrenar, criticando sus errores y elogiándole por las cosas más sencillas. Con él allí era imposible concentrarse. Habría dado lo que fuera por cambiar a ese plasta por Hanamichi. Aunque ello hubiera llevado peleas y gritos, como mínimo sería mejor que la gélida monotonía que se había instalado en esa casa que todavía no sentía como propia.
Aunque hoy había ocurrido algo que le sorprendió. En llegar a casa, Hanamichi, como siempre, ya tenía la comida a medio hacer y cuando bajó del baño para comer la mesa estaba puesta y la comida acabada. Kaede se estaba empezando a preocupar. El pelirrojo había empezando a dejar de hablar por hablar, su mirada se había apagado un poco, y eso le daba pánico. Pero no sabía como remediarlo. Los dos se habían sentado en la mesa pero en vez de comer con ese incomodo silencio que se había adueñado de la casa desde los primeros días, Hanamichi había intentado volver a hablar.
"Kaho ha venido esta mañana" había comentado antes de terminar el arroz. Kaede había levantado la mirada del plato para verle a los ojos e intentar hacerle saber que le interesaba lo que estaba diciendo. Para que no callara.
"Le he dicho que se tranquilizara que ambos estábamos vivos y que la casa seguía en pie." Kaede no pudo evitar que una sonrisa triste ante ese comentario. Porque ambos sabían que Hanamichi se estaba muriendo de soledad. Él llevaba solo muchos años, estaba acostumbrado, pero Hanamichi hasta ahora había tenido a su madre a su lado, y ahora ni siquiera tenía a sus amigos.
"Le he comentado que cada día sales a entrenar por las mañanas". Hanamichi había dejado esa frase al aire como esperando su respuesta. Pero una vez más él no sabía qué decir así que quedó callado, pero al hacerlo vio que otra vez Hanamichi volvía a apagarse. Entonces se dio cuenta que tenía que decirle algo para que él no pensara que no le interesaba lo que le decía.
"Hoy me he encontrado a Sendoh". Fue lo único que se le ocurrió.
"¿Al puercoespín?" contestó sorprendido Hanamichi, pero contento de poder seguir conversando, aunque fuera sobre ese idiota. "Seguro que quería espiarte para poder ganarnos en el próximo partido. Si cree que sabiéndose tu juego de memoria va a poder ganarnos está muy equivocado. El año que viene, seré yo quien le gane y no va a poder evitarlo, ya lo verás. Este genio no va a dejarse ganar por él nunca más. Ni por ti tampoco, zorro engreído. Este año seré mejor que tú y que todos" Había estallado con su habitual tono de tensai que Kaede tanto creía odiar pero que últimamente tanto había echado de menos.
"Pues no sé como vas a hacer todo esto que dices si no has entrenado en quien sabe cuanto tiempo" Había respondido.
Kaede había estado esperando cada día unos minutos detrás de la puerta justo después de salir para ver si el pelirrojo se animaba a seguirle, pero ninguna vez lo había hecho. Siempre salía al jardín y se ponía a arreglarlo. Parecía que el pelirrojo prefiriera estar solo con esas plantas que con él.
Hanamichi respondió a su crítica con su habitual verborrea de insultos, y exclamaciones de yo soy el más mejor y por lo tanto sé más que el resto del mundo etc, etc, etc. Tras un breve intercambio de sus usuales idiotas, como te atreves zorros engreídos, idiotas y patosos. Kaede subió a la habitación. Podría decir que a Kaede no le gustaba pelear con Hanamichi, pero eso no era del todo verdad, le gustaba sacar al pelirrojo de sus casillas y que se pusiera suficiente nervioso como para no poder ligar más de tres palabras seguidas, lo encontraba divertido. Y aunque le hubiera gustado poder decir que en esos días se habían hecho amigos, de lejos prefería poder decir que habían vuelto a pelear a decir que habían vuelto a no hacerlo, a no hablar, al silencio. Por eso el moreno se encontraba en su cama sonriendo tristemente, pensando que quizá todo estaba recuperando algo de su antigua vida en esta nueva normalidad. Una normalidad extraña, y a la que no le veía ni futuro ni sentido, pero la cual no podía eludir, ni evitar.
Por otra parte Hanamichi se encontraba en el jardín pensando en lo que Kaede le había dicho ese mediodía. La verdad es que tenía razón. No había cogido un balón en semanas. Y lo echaba de menos. Volver a sentir la satisfacción de ver entrar la bola por el aro, o de saber que podía saltar más alto que el resto de jugadores y con ello coger todos los rebotes, porque quien controla los rebotes, control el partido, recordó. No podía seguir sin hacer nada o perdería lo que tanto le había costado aprender.
De repente Hanamichi se puso de pie y casi corriendo entró en la casa, se cambió de ropa, hizo su bolsa de deporte, tomó su balón, y salió de la casa ahora sí corriendo. Cuando llegó al parque, y vio la cancha se puso nervioso. Dejó la bolsa y empezó a moverse. Al principio estaba un poco patoso, pero a medida que pasaba el rato volvía a recordarlo todo. Más de cuatro horas estuvo en el parque. Cuando se dio cuenta de la hora que era casi había anochecido.
Volvió a casa andando despacio, casi paseando. La luz rojiza del anochecer lo inundaba todo. "Al Kitsune le gustan las puestas de sol" Pensó Hanamichi. "Seguro que ahora está en casa sentado en su ventana mirando al horizonte". Y eso es lo que el pelirrojo esperaba encontrar, pero al llegar a casa se encontró que esta estaba cerrada. No había luz a dentro. Kaede no estaba. Hanamichi buscó en la bolsa pero no encontró lo que buscaba, ya que se había dejado las llaves dentro la casa.
-¡Genial!. ¿Y ahora que hago?
Se sentó en las escaleras esperando que Kaede no tardara en volver. Pero los minutos pasaban y Kaede no llegaba. Pasó una hora y ni rastro del moreno. La noche por suerte era cálida, porque Hanamichi no había cogido nada de abrigo. Cuando estaba por dar la segunda hora de espera Hanamichi empezó a preocuparse. "¿Dónde se habrá metido este zorro? Quizá le haya pasado algo". Cansado de esperar de brazos cruzados, Hanamichi saltó la verja del jardín, y por la tubería escaló hasta su habitación, dónde estaba casi seguro que encontraría la ventana abierta. No lo había hecho antes porque la tubería no estaba en muy buen estado, y ahora que había vuelto a la cancha no quería lesionarse por la estupidez de haberse dejado las llaves a dentro. Pensar en lesionarse de nuevo le daba pánico. Además nunca pensó que el Kitsune tardara tanto. La prueba del estado de la tubería fue el "clonk" que sintió justo en el momento en el que estaba agarrándose a su ventana, finalmente el tubo había cedido a su peso y había caído abajo. Se sentía como un ladrón en allanamiento de morada, sólo que era su cuarto dónde estaba entrando. Dejó la bolsa, y se encaminó al baño. Tras una ducha bajó a la cocina. Obviamente hoy tendría que hacerse él la cena.
Había acabado de cenar, y Kaede todavía no aparecía. Que extraño, normalmente el moreno no solía tardar tanto, era muy puntual para las horas de las comidas. ¿Y si realmente le había ocurrido algo? Hanamichi estaba cansado, y tenía ganas de irse a la cama, pero estaba preocupado, y sabía que no podría dormirse hasta saber que el otro no le había pasado nada. Que no se llevaran a las mil maravillas no era motivo para desearle ningún mal, por mucho que él fuera el primero en decirle barbaridades a la cara, en realidad, aunque no lo entendía muy bien, no quería ni pensar en lo que pudiera haberle ocurrido al moreno para que tardase tanto. Al final decidió salir a dar una vuelta por el barrio para ver si encontraba al Kitsune.
Pasó por el parque, por las calles cercanas a la casa, incluso se acercó al centro de atención primaria. Pero nada. Cuando volvía a casa vio un letrero que indicaba el camino hacia la playa. Quizá al Kitsune le gustara el mar. Se encaminó hacia allí. Tras andar diez minutos llegó a la playa. El olor a sal y el murmullo de las olas lo inundaban todo, aunque en la oscuridad no se distinguía dónde acababa la arena y empezaba el agua. Hanamichi empezó a pasear por la arena, no sé si esperando encontrar al Kitsune dormido en ella, o simplemente atrapado por el encanto de la noche. Pero no lo encontró en la playa. No había nadie, la verdad es que ya era un poco tarde.
Estaba a punto de dar media vuelta y volver a casa cuando vio una figura en las rocas del final de la playa. Estaba casi seguro que era Kaede, así que se acercó. A medida que se acercaba podía distinguirle mejor. Estaba sentado con las piernas dobladas, y la cabeza entre sus rodillas. Parecía estar llorando por los espasmos que daba su cuerpo. Hanamichi no sabía que hacer. Nunca pudo imaginar ver a Kaede llorar. Se le acercó y le puso una mano en la espalda para hacerle saber que estaba allí. El moreno se tensó con el contacto.
-¿Oye estás bien? -Le preguntó Hanamichi sentándose a su lado.
Kaede no respondió. ¿Que iba a decirle?. ¿Que sí?. ¡Pero si era obvio que no!
-¿Quieres que me vaya?. ¿Quieres que te deje solo?
-¡NO! -Dijo Kaede. No quería estar más solo. Esa tarde estaba en casa cuando se dio cuenta que Hanamichi no estaba. Se había ido sin decir nada. Salió al jardín a buscarle pero no le encontró, por eso había ido a la playa, para pasear y poner en orden sus ideas. Pero estaba en medio de la arena cuando había visto Akira. Para esconderse de él había arrancado a correr hacia las rocas. Había funcionado, Akira no le había visto, pero en el proceso se había torcido el tobillo. No podía apoyar el pie en el suelo, le dolía demasiado, y estaba demasiado lejos de casa para volver a pata coja. Así que se había quedado allí sentado, solo, esperando.
-¿Quieres hablar? -Le preguntó el pelirrojo.
-¿De qué? -Le dijo Kaede.
-No lo sé. ¿Qué te ocurre?
-¿Que qué me ocurre? -La pregunta le parecía una broma cruel.
-Sí. ¿Por qué lloras?
-Porque me duele el pie -fue lo primero que se lo ocurrió que podía contestarle.
-¿El pie?. ¿Te has hecho daño?
-Que más da -¿Que iba a decirle, a responderle?. ¿Que lloraba porque se sentía solo?. ¿Para que se riera de él?. ¿O quizá decirle que lloraba porque él no le quería? Para que lo matara directamente, o lo que sería peor que se fuera y le odiara más todavía. ¿O porque por culpa del pesado de Sendoh se había lesionado el pie?. ¿Y con ello volviera a reírse de él?. ¿O que la policía y los bomberos todavía no habían podido recuperar nada de su apartamento?
-A veces hablar va bien, pero puedes seguir con tu mutismo si lo prefieres -dijo Hanamichi levantándose, intuyendo que Kaede le había largado lo primero que le había pasado por la mente para quitárselo de encima.
-Esta tarde ha llamado el inspector Himura -dijo para que se quedara, pero sin mirarle.
-¿...?
-El poli que lleva lo de mi casa -aclaró Kaede ante la perplejidad del pelirrojo.
-¿Y que ha dicho? -Empezando a ver de dónde salía tanta tristeza en el moreno.
-Han empezado a sacar runa del agujero -dijo mirando al horizonte.
Mientras Hanamichi volvía a sentarse le preguntó:
-¿Han podido recuperar nada?
-No.
-Lo siento -dijo sinceramente Hanamichi.
-Ese agujero se lo ha llevado todo -la voz se le cortó y una lágrima traicionera le resbaló por la mejilla. Con el dorso de la mano se la secó-. No me queda nada. Ni un recuerdo de mis padres, ni de mi vida. No tengo nada. Todos mis buenos recuerdos se los ha tragado ese maldito agujero.
-Kaede, lo siento -Hanamichi no sabía que decir. El moreno tenía motivos para estar como estaba y él no sabía como intentar ayudarle.
-Lo sé -contestó Kaede-. Pero eso no lo arregla. El único lugar del mundo dónde me sentía a gusto ya no existe.
-Kaede, ya sé que es duro, yo también lo he perdido todo, pero podemos volver a empezar.
-¿A sí?. ¿Y cómo si puede saberse?. ¿En una casa en la que ninguno de los dos nos sentimos a gusto?. ¿Juntos? Venga Hanamichi, si en los años que hace que nos conocemos no hemos podido estar más de dos horas sin pelear. ¿Crees que de este modo llegaremos a alguna parte? -Su estado de ánimo le había soltado la lengua.
-Hace dos semanas me dijiste que podíamos hacerlo. ¿Mentiste a caso?
-No. Hace dos semana lo creía -y no mentía.
-¿Y por qué ya no?
-Porque han pasado dos semanas -Hanamichi puso cara de no entender-. ¿NO lo ves? Yo no puedo seguir viviendo con alguien que me evita. No podemos seguir así. Ni tú ni yo estamos bien.
-¿Y tú qué sabes de cómo estoy yo? -No podía decirle que en realidad tenía razón que se sentía fatal y que no le gustaba vivir con él. No podía decirle todo eso, no ahora que estaba tan desanimado, y parecía buscar apoyo o consuelo hablando con él, abriéndose por primera vez, dejando salir lo que sentía, no después que él lo consolara la primera noche en esa casa extraña.
-¡Hanamichi por favor!. ¡Si hasta has dejado de hablar! -Espetó el moreno incapaz ya de callar más.
-Es que no me gusta hablar para las paredes -le retrajo el pelirrojo.
-¿Y yo que soy?. ¿Un mueble más? -vaya manera de intentar animarle, pensaba Kaede, pareciera que intentaba acabar de hundirle-. Que no hable mucho no significa que no te escuche -estaba dolido y Hanamichi lo notó por el tono de voz.
-No, mira, yo, lo siento si te he hecho sentir así, no era mi intención. Pero tenía la sensación de hablar solo, y solo me falta eso para acabar majara del todo -intentó disculparse el pelirrojo.
-Tú ya estás majara del todo -dijo Kaede, pero lo dijo sonriendo tristemente y con complicidad y Hanamichi, por primera vez, no se enojó.
-Anda vamos a casa, que está empezando a refrescar y no sé tú pero no me apetece que pasemos lo que queda de las vacaciones en la cama.
Por suerte para él, la oscuridad impidió que se notara el evidente sonrojo que cubrió las mejillas del moreno. La verdad es que no le hubiera importado pasar las vacaciones en la cama, con él.
Hanamichi se levantó y empezó a bajar hasta la arena otra vez. Kaede intentó seguirle, pero en el mismo instante en que puso el pie en el suelo, vio las estrellas. Ahogó un pequeño gemido, e intentó hacerse el fuerte y bajar detrás del pelirrojo. Pero en cuanto llegó a la arena, sudaba a mares y el dolor estaba empezando a marearle.
-Oye zorro si vamos a este ritmo, no llegaremos hasta mañana -le gritó Hanamichi que se había adelantado un poco. Pero en cuanto se giró para ver si el moreno se daba un poco más de prisa, se dio cuanta que algo iba mal. Llegó a su lado justo a tiempo para impedir que cayera.
-Eiiii -dijo mientras le ayudaba a sentarse en la arena-. Deberías haberme dicho que no podías andar.
-Ya te dije que me dolía el pie.
-Pensé que hablabas por hablar, que era solo por decir algo.
-Yo nunca hablo por hablar -Kaede seguía con los ojos apretados intentando convencerse a si mismo que en realidad el pie no le dolía tanto. Aunque no lo conseguía.
Hanamichi que se fijó en el sudor de su frente y la expresión de dolor de su rostro no lo pensó dos veces. Lo cogió en brazos y se levantó. No hizo ni caso de los insultos de Kaede, ni de las súplicas para que le bajara.
-Cállate ya zorro escandaloso, que al final alguien acabará llamando a la policía -lo regañó cuando ya llegaban a su casa.
Sólo le dejó en el suelo al estar en frente de la puerta para poder abrirla. En cuanto pudo Kaede se metió en la casa muerto de vergüenza. Pero para poder subir Hanamichi le tuvo que ayudar pasándole un brazo por debajo de las axilas, haciendo la función de muleta. El pelirrojo había hecho el intento de volver a cogerle en brazos pero esta vez Kaede no se dejó.
-Túmbate que te miraré el tobillo -le dijo el pelirrojo en cuanto llegaron a la habitación azul.
-No hace falta -dijo Kaede mientras se acomodaba en la cama-. De verdad, es solo una torcedura. Mañana...
-Mañana ni siquiera podrás andar zorro cabezón.
-¡Oye!. ¡Auuuchhh! -Gritó Kaede en cuanto Hanamichi intentó hacer rotar el tobillo hinchado para ver lo grave que era la lesión.
-Perdona -dijo dejando de retorcer la dolorida articulación- creo que te has hecho un esguince.
Kaede no dijo nada, porque ya se lo temía. De haber sido una simple torcedura habría podido volver a casa en uno de los quinientos intentos que había hecho antes que el pelirrojo le encontrara.
-Mañana haré venir un medico. Por ahora lo mejor será ponerte hielo y luego crema anti-inflamatoria, darte algo para el dolor, y vendarlo -diciendo esto Hanamichi bajó a la cocina y volvió a subir con un trapo envolviendo una bolsa con hielo.
-Oye, cámbiate de ropa que yo voy a calentarte algo para comer. Y ponte esto en el tobillo.
-Hanamichi no hace falta, no tengo hambre.
-Tú mismo pero deberías que comer algo, sino la pastilla te hará daño en el estómago.
Hanamichi le dejó solo en la habitación y volvió a bajar a la cocina a calentar en el microondas lo que unas horas antes había guardado en la nevera. Por su parte Kaede se puso el pijama y se metió en la cama tapado por completo con las sábanas.
-Ni creas que voy a desistir -dijo el pelirrojo entrando a la habitación y encendiendo la luz que segundos antes el propio Kaede había cerrado para simular que dormía-. Sé que no duermes, anda levántate -le dijo sentándose en el borde de la cama con la bandeja en las manos y tocándole con la mano lo que supuso sería el hombro del moreno bajo el revoltijo de sábanas.
Kaede por su parte hizo un respingo al contacto.
Lentamente Hanamichi retiró las ropas para dejar a Kaede a la vista. Quedando acurrucado en un rincón de esa amplia cama y sin girarse el moreno le dijo:
-Hanamichi de verdad, no tengo hambre.
-No hagas remilgos -al subir había ido al baño y había cogido vendas y un tubo de crema-. Levanta un poco la pierna. Gracias.
Con mucho cuidado Hanamichi le untó el tobillo y se lo vendó como el viejo Ansai le había enseñado meses atrás. Las suaves caricias que esas cálidas manos daban a su adolorido tobillo turbaron mucho al moreno, que ya bastante mal se sentía como para encima tener que sufrir tan dulce-amarga tortura sabiendo que para el otro ese toque era solo caridad.
-Déjame solo, por favor -le rogó.
La voz triste del Kitsune le estrujó algo dentro de sí. Hanamichi no quería dejarlo solo, quería poder hacerle sentir mejor, como él había hecho la primera noche juntos en esa casa. Aún así lo hizo.
-Muy bien. Te dejo esto aquí por si acaso -le dijo dejando la bandeja en la mesilla de noche. Entonces se levantó y se acercó a la puerta-. Si necesitas algo, solo grita. Intenta dormir.
Acababa de cerrar la luz, y ya se iba cuando Kaede le gritó.
-Hanamichi.
-¿Si?
-Gracias -dijo simplemente él.
-Intenta descansar.
-Buenas noches Hanamichi -susurró Kaede no muy seguro de si el pelirrojo lo habría oído.
