DÍA DE VISITA

"Riiiing", "riiiing", "riiiing", "riiiing", "riiiing". Nada los chicos no contestaban. Era extraño, llevaba intentando localizarlos toda la mañana, pero debían haber salido. Aunque teóricamente no debería avisarlos de la visita. Quizá todo iría bien. ¿Pero dónde demonios se había metido Hanamichi?. ¿No le había dicho que se pasaba las mañanas en casa? Había tenido que salir precisamente esa mañana que necesitaba hablar con él. ¿Y Kaede, no quería hacer reposo para que la recuperación fuera los más rápida posible? Finalmente Kaho desistió, salió del despacho, y se dirigió al aparcamiento, donde ya la esperaban.

"Ding-dong", "ding-dong", "ding-dong". Kaho estaba en frente de la puerta llamando hacía un rato, pero como ya esperaba no contestaba nadie. Cuando iba a volver al coche un hombre más bien bajito y gordito se acercó.

-¿Kaho qué ocurre?

-Parece que no hay nadie -le dijo ella.

-En ese caso ya volveremos más tarde. Por la hora que es deberíamos ir a comer.

Ambos estaban entrando en el lujoso coche color negro del hombre cuando vieron aparecer dos esquinas calle arriba a ambos chicos. Hanamichi cargaba con una bolsa de deporte e iba jugando con un balón. Kaede andaba a su lado con una muleta.

Iban hablando, bueno, más bien discutiendo. Kaho pensó que no podía haber sido peor, si su jefe veía que Kaede no era suficientemente responsable como para hacer reposo estando lesionado, ni Hanamichi para impedírselo, y encima descubría así que no se llevaban bien, quizá los despacharía a unas familias de acogida. Con lo poco que le gustaba su idea de los pisos tutelados solo le faltaba la más leve excusa para acabar con su "prueba piloto".

-No insistas. He dicho que no y será que no -gritaba Hanamichi bastante alterado.

-No eres nadie para impedirme nada -decía Kaede también bastante alterado.

-¿Ah no? Muy bien haz lo que quieras, me lo pones más fácil. En cuanto te des cuenta tú serás simplemente un pobre lisiado estúpido y yo seré el mejor jugador de Japón. No es que eso no vaya a pasar igualmente, pero será todavía más fácil. Cabezón arrogante.

Ninguno de los dos chicos pareció percatarse de la presencia del coche en frente de la casa. Kaho iba a bajar, pero su jefe se lo impidió.

-Espera un momento, me gusta observar cuando no saben que les observó. Es muy instructivo -dijo el hombre.

A Kaho le recorrió un escalofrío, y un sudor frío empezó a aparecer por su espalda.

Los chicos habían llegado en frente de la casa.

-Exagerado -dijo entre dientes Kaede

-Anda y que te zurzan -le contestó Hanamichi, subiendo el par de escalones de delante la puerta para abrirla. Pero tras lanzar la bolsa y el balón dentro la casa salió y como si no hubieran estado discutiendo ayudó al moreno con los escalones de la entrada a la casa.

-No es necesario -intentaba decir Kaede.

-¿Ah no? -Dijo Hanamichi apartando su brazo de debajo la axila de Kaede. Éste se tambaleó al perder el punto de apoyo.

-¿Estás tarado o qué?

-¿No decías que no necesitabas ayuda?

-Idiota.

-Torpe -dijo con sorna el pelirrojo-. Sabes, sienta bien que por una vez sea yo quien pueda llamarte tope. No es que tú puedas llamarme torpe, porque no lo soy, pero yo sí puedo llamarte torpe porque tú sí lo eres...

Diciendo todo esto y otra vez ayudando a Kaede, ambos chicos entraron en la casa y la puerta se cerró.

-¿Que dices Kaho, llamamos otra vez?

El hombre y la chica bajaron del coche tras un par de minutos y llamaron una vez más al timbre.

"Ding-dong", "ding-dong". Abrió la puerta Hanamichi.

-¡Kaho!. ¡Que sorpresa! No sabía que venías. ¿Por que no llamaste?. ¿Has comido?. ¡Oh!- dijo al ver que ella no iba sola.

-Hanamichi, este señor es mi jefe. Señor Hinna este es Sakuragi.

-Encantado señor Hinna -dijo el pelirrojo haciendo una reverencia-. Pasad por favor.

Los llevó hasta el salón.

-Sentaos. ¿Queréis tomar algo? -Les ofreció.

-Chico, ¿Hanamichi verdad? -Dijo el señor Hinna-. ¿Podemos auto invitarnos a comer?

-Claro, como no. Ahora iba a hacer la comida. Acabamos de llegar.

-¿Donde habéis ido? -Preguntó Kaho.

-¿Por qué no vamos al la cocina, así mientras preparo algo para comer os cuento lo que queráis?

-Me parece muy bien -dijo la chica. Hanamichi no sabía si el señor Hinna estaba allí solo de observador o iba a pedirles explicaciones y no sé que le ponía más nervioso al pobre.

Les llevó hacia la cocina, les dio los dos taburetes y les sirvió unos refrescos.

-Hemos ido al parque a practicar.

-¿Practicar? -Dijo el hombre sin entender.

-Baloncesto -dijo Hanamichi.

-¿Pero Kaede no tenía un esguince? -Preguntó Kaho preocupada.

-Sí, pero el médico le dijo ayer que hoy podía empezar a apoyar el pie, así que ha querido salir. Pero tranquila, no le he dejado tocar el balón. Solo he corrido yo.

-¡Hanamichi, el baño está libre! -Se oyó a Kaede gritar desde arriba.

-¿Kaho puedes vigilar esto? -Dijo señalando el cazo que había en el fuego-. Bajo en diez minutos. Kaede no tardará tampoco.

Hanamichi subió arriba, pero no fue al baño, ni siquiera a su habitación, sino que entró de golpe a la habitación de Kaede, pillándole acabándose de poner los calzoncillos.

-¡Kaede! Ha venido... -dijo exaltado y, a la vez, un poco cohibido por la desnudez del moreno.

-Kaho, ya lo sé. ¿Quien es el hombre del bigote? -Preguntó Kaede dejando al pelirrojo estupefacto por saber que la chica estaba allí y por no inmutarse un pelo por estar a medio vestir.

-Su jefe. ¿Pero tú como sabes que hay alguien más?

-Los vi a fuera cuando entramos.

-¿Entonces nos vieron pelear?

-Sí. Supongo -dijo Kaede tranquilamente subiéndose los pantalones.

-¿Y que haremos ahora? -dijo alarmado el pelirrojo pensando que eso les iría fatal. Si les habían visto discutir querrían llevarlos a una casa de acogida.

-Tú deberías ducharte y yo bajaré a acabar la comida.

-¿Pero que van a pensar de nosotros?

-Nada -Hanamichi estaba de lo nervios, en cambio Kaede parecía tan tranquilo.

-¿Como que nada? Ya verás cuando bajemos Kaho nos dirá que tenemos que ir con una familia. Todo se irá al traste, y...

-Ay Hanamichi no seas melodramático.

-¿Melomadrático yo?

-No. Tú eres me-lo-DRA-MÁ-ti-co -dijo con burla-. Ellos quieren vernos tal como somos. Si intentas fingir algo que no es, se darán cuenta.

-¿Y tú que sabes?

-¿Olvidas que llevo años con todo esto de las visitas?

-Lo siento -dijo un poco avergonzado-. ¿Pero estás seguro?

-Sí, anda y ve a ducharte que hueles que alimentas.

-Ja, ja, ja -dijo sarcástico y salió hacia el baño. Pero medio minuto después salió para decirle a Kaede:

-¿Oye necesitas que te ayude a bajar, o eso también puedes hacerlo solo?

-Ya puedo solo, cogeré la otra muleta.

-Muy bien.

Cuando Kaede pasó por delante del baño llamó "knoc knoc"

-¿Si?- dijo Hanamichi que ya estaba bajo la ducha.

-Gracias -dijo Kaede, que entre abrió un poco la puerta para que pudiera oírle.

-¡Cierra eso zorro!. ¡Que pasa aire!

-Idiota -murmuró Kaede cerrando la puerta.

-¡Te he oído! -gritó Hanamichi desde debajo el chorro de agua hirviendo, pero con una sonrisa en los labios.

Recordaba la última visita de Kaho, lo mal que se sentía esa mañana, y lo extraño de esa misma tarde y noche, cuando todo había empezado a cambiar. Para bien, claro está, porque para mal ya no podían ir. Tras dos años de jugar al mismo equipo, no sin muchos problemas, habían llegado a entenderse en un cancha de baloncesto, pero hasta hacía muy poco ese acuerdo se rompía al poner un solo pie fuera la pista. Pero ahora parecía que aún con sus insultos habituales de por medio, habían encontrado un equilibrio que por extraño que parezca no le desagradaba nada al pelirrojo.

El pie de Kaede se recuperaba lentamente. Luego de la llamada misteriosa del inspector, hubo un repentino cambio de humor en Kaede al recuperar la guitarra. Instrumento que por cierto no había dejado de sonar desde la milagrosa recuperación. Pero aunque eso había ayudado, Hanamichi sabía que todo había comenzado a cambiar la misma tarde de la última visita de Kaho. Cada mañana y cada la tarde Kaede, que no había podido salir a pasear, se había sentado en una de las sillas de hierro que él había repintado, para observarle trabajar en el jardín mientras hacía como que leía una revista de deporte, o simplemente estaba con la guitarra amenizando el ambiente. El muy jodido tenía mucho arte, pensaba cada vez que lo oía tocar. Pero aun así le gustaba oírle tocar.

Kaede por su lado estaba muy sorprendido de la preocupación que el pelirrojo ponía a su tobillo lesionado. Quizá fuera solo por interés del equipo, pero aunque no fuera interés por su bienestar como persona, era mejor eso que no el desinterés hacía él que había mostrado hasta entonces. Aunque a ratos Kaede habría preferido que el pelirrojo no se preocupara tanto por su tobillo y le dejara hacer un poco más lo que quisiera. Pero aún así en parte estaba agradecido por haberse torcido el pie huyendo del plasta de Sendoh. Eso había permitido acabar con la gélida atmósfera que hasta ese momento había reinado en la casa. Aunque debía reconocer que tener de nuevo su guitarra con él le había ayudado. Desde entonces se oían a menudo gritos, e incluso de vez en cuando alguna que otra risa. Pocas, pero más que antes. Y sobretodo música.

Kaede bajó como pudo las escaleras. A medio camino se maldijo los huesos por no haber aceptado la ayuda de Hanamichi. Pero siguió bajando. Le dolían las manos y de lejos era mucho más agradable bajar amarrado a Hanamichi que apoyado sobre las manos doloridas por esos horribles artilugios. Hasta llegar a la cocina, dónde Kaho estaba sacando del fuego el cazo con el arroz. Intentó apartarla para ponerse él a acabar la comida, pero ella no se dejó.

Cuando Hanamichi bajó diez minutos más tarde se encontró a Kaho acabando de preparar la comida y a Kaede poniendo la mesa para cuatro mientras respondía al interrogatorio de Kaho y su jefe. Le habían preguntado primero por su pie, al que por suerte le quedaba ya solo una semana de vendaje. Luego por cosas como la rutina diaria, las cosas cotidianas como ir a comprar o la limpieza de la casa, y estaban llegando al tema de cómo empleaban sus horas libres, sobretodo ahora con la lesión, cuando Hanamichi entró en la cocina escandaloso como siempre.

Siguiendo el consejo de Kaede, Hanamichi no intentó hacer como que se llevaba con él a las mil maravillas. Y contrariamente a lo que pensaba no fue tan mal. Comieron sin más problemas que alguna que otra mala mirada asesina del Kitsune, respondido con algún Kitsune apestoso por su banda.

Tras comer salieron al jardín donde un muy entusiasmado Hanamichi les explicó orgullosamente sus planes para ese pequeño trozo de terreno. En como había pensado en poner unas jardineras aquí y allá, y en la posibilidad de arreglar un parte de la terraza para poner un aro de baloncesto. Kaede que no sabía nada de esos planes, quedó muy sorprendido de lo bien planeado que lo tenía todo, y no tuvo otro remedio que aceptar, junto con Kaho y su jefe, que realmente podía llegar a quedar muy bien. Luego casi obligaron a Kaede a que tocara para ellos.

Cuando se fueron el sol empezaba a quedar ya muy cerca de la línea del horizonte.

-Subo a mi habitación -dijo Kaede al cerrar la puerta de entrada.

-¿Te ayudo? -Preguntó vacilando un poco Hanamichi. Sabía perfectamente que la moreno no le gustaba que le ayudara, pero también sabía que le dolía el pie, y las manos rojas.

Kaede no dijo nada, pero no rechazó el brazo de Hanamichi cuando este le sostuvo, ayudándole a subir el tramo de escalera.

Una vez arriba Hanamichi se atrevió a preguntarle algo que hacía días le intrigaba.

-¿Oye Kaede, cómo fue?

-¿Cómo fue el qué?

-Lo del pie. ¿Cómo te lo torciste?

Kaede se lo quedó mirando. ¿A que venía ahora eso después de tantos días de que ocurriera?

-En la playa -contestó sin saber muy bien a que venía todo eso.

-Ya sé que te lo hiciste en la playa idiota, lo que quiero saber es como llegaste a torcerte el tobillo. Digo yo que para pasear no es necesario hacer nada que te pueda lesionar.

-Es que no paseaba.

-¿Y que hacías en la playa? -Preguntó ya un poco harto de tantos rodeos que daba el moreno.

-¿Oye qué es esto?. ¿Hemos entrado en el tercer grado y no me he enterado? -Dijo harto de tanta pregunta Kaede.

-De verdad que eres desagradable cuando quieres. Solo quería saber cómo te lo hiciste, si no me lo quieres contar dímelo y ya no pregunto más, pero no es necesario que saques tu sarcasmo. ¡Anda y que te zurzan! -gritó el pelirrojo ya bajando por las escaleras.

En ese momento Kaede se preguntó porque tenía que ser así con él. La verdad es que el pelirrojo intentaba de verdad que lo de convivir funcionara, pero él no podía hacer más. El pelirrojo era tan franco con todo, tan abierto, y en cambio él tan jodidamente cerrado que cuando el otro intentaba sacarle algo se sentía increíblemente presionado, cosa que le ponía las defensas al máximo y su sarcasmo e ironía salían llevándose cualquier intento de paz por delante.

Triste por esa estúpida discusión se sentó en su ventana a observar la puesta de sol.