PERDERLO TODO

El sábado se levantó nublado. Hanamichi fue el primero en despertar. En el primer momento no supo dónde estaba, luego los recuerdos le llegaron de golpe.

Seguía confundido por todo lo que a la vez Kaede despertaba en él. Estaba enfadado con él por estarle evitando, pero a la vez estaba preocupado porque había llegado a la conclusión que si había faltado a los entrenamientos y había dejado de dormir sus ocho horas diarias, era que el moreno tenía un problema grave. Por eso estaba enojado con él, por no acudir a él. No eran los mejores amigos, pero antes del último fin de semana habían conseguido, o eso creía él, un cierto acercamiento. En el tiempo que hacía que vivían juntos, Hanamichi había aprendido a apreciar su compañía, y desde el día que leyó esa canción… ¿quizá había interpretado mal la letra?... no, imposible, era obvio que era una canción de amor, pero quizá la letra no era de Kaede, quizá éste solo la tenía en esa carpeta porque le gustaba. ¿En ese caso, se preguntaba, por qué le angustiaba más que fuera así que no que el moreno la hubiera escrito pensando en él?. Le había hecho sentirse especial pensar que alguien como Kaede pudiera fijarse en él. Y ahora no le gustaba nada como se sentía sentirse desplazado de ese modo por el moreno.

Se sentó en el borde de la cama con la cabeza entre las manos intentando quitarse el sueño de las orejas, y poniendo sus pensamientos en orden. Pero le era imposible. Sabía que a su lado el moreno todavía dormía con su cuerpo magullado por su culpa. Odiaba como nunca a su padrastro, pero también le temía más que nunca. Algo de lo que había dicho la noche anterior no tenía sentido. ¿De qué le acusaba? Por muy borracho que estuviera sabía perfectamente que ese hombre no perdía la cabeza así como así. ¿Y por qué Kaede se había interpuesto de ese modo? Tal y como estaba no tenía posibilidad de defenderse, ambos lo sabían, pero le protegió de los golpes con su propio cuerpo. Creía saber lo que el moreno sentía por él, pero quizá había algo más, la cuestión era ¿qué?

¡Dios! Su cabeza estaba demasiado llena, había demasiadas incógnitas, y ni siquiera estaba seguro de querer encontrar todas las respuestas.

-¿Tampoco has dormido bien? -Le dijo un voz soñolienta detrás de él.

-¿Ya te has despertado? -Le cortó incomodado por la pregunta.

La verdad es que dormir abrazado a un cuerpo tibio como el del moreno, le había recordado los días de hospital, con Miki. Lo echaba de menos, y aunque hacía unas noches que había dormido con Yohei, no se había sentido así para nada.

-¡Auch!- murmuró Kaede al incorporarse.

-Déjame echar una ojeada a esos golpes -dijo Hanamichi sintiéndose fatal-. Ese desgraciado... -murmuró mientras con los dedos temblorosos recorría cada una de las magulladuras del blanco torso de Kaede.

-No te preocupes, en unos días ni se notarán, mi espalda está acostumbrada a este trato -Kaede intentaba que Hanamichi no se preocupara, pero consiguió un efecto inesperado.

-Yo nunca te pegué como lo hizo él -de repente la voz de Hanamichi era tan gélida que por un momento Kaede tuvo la impresión de estar oyéndose a si mismo.

-No quise decir...

-¡Nunca! -Gritó-. ¿Me oyes? Nunca me compares con ese animal, puede que no sea la persona más delicada del mundo, pero nunca pegaría de este modo a alguien que no puede defenderse. ¡Y dios sabe que siempre que tú y yo nos hemos peleado tú te has defendido!

-Hanamichi...

-¡NO! -Dijo apartando de un manotazo la mano conciliadora del moreno y saliendo de la habitación con un portazo.

-Ya está -murmuró el moreno levantándose- ya te perdí.

Lentamente, para minimizar al máximo los movimientos dolosos, se vistió. Cuando llegó a la cocina, Hanamichi estaba sacando la cafetera del fuego, y en la mesa había el desayuno preparado. Sin decir nada Kaede se sentó, y dio un mordisco a la tostada de su plato, pero luego la dejó. No tenía hambre.

Hanamichi se sentó en frente suyo. Dejó la cafetera y luego se le quedó mirando como sospesando si decir lo que estaba pensando. Kaede sabía que le estaba mirando fijamente y no podía levantar la cabeza de la tostada.

-... -Hanamichi intentó abrir la boca, pero no salió ningún sonido de ella.

Estuvieron como cinco minutos así hasta que los nervios de Kaede no dieron de más e hizo ademán de levantarse.

-No -le pidió Hanamichi, necesitaba preguntárselo-. Kaede... Yo... ¿De verdad crees que soy como él?

Sorprendido por la pregunta, Kaede levantó la cabeza de golpe.

-¿Qué?

-Contesta -le ordenó.

Kaede se quedó unos instantes mirándolo sin reaccionar. Luego lentamente le dijo:

-Hanamichi, no negaré que eres agresivo, impulsivo e irritable, ni que contigo las discusiones llegan fácilmente a las manos. No negaré que quizá en alguna ocasión tus manos me dejaron marcas como estas -la cara de Hanamichi se ensombreció-. Pero tú lo has dicho, por cada golpe tuyo siempre hubo otro mío. Hay quien quizá lo piensa, pero... No, no creo que seas como él. Tú no pegarías a alguien que no devuelve los golpes.

Hanamichi dio un suspiro luego sonrió un poco y empezó a comer su desayuno. Pasados unos minutos, dejó de comer y le dijo:

-¿No comes? Ayer no cenamos. ¿Es que no tienes hambre?

-No mucha.

-¿Te encuentras mal? -Dijo un poco preocupado. Cierto que Kaede no tenía un apetito tan voraz como el suyo, pero casi.

-He dormido mal.

Hanamichi no supo como tomarse ese comentario, porque él había dormido extrañamente bien, por lo que no dijo nada.

La verdad es que Kaede casi no había podido dormir en toda la noche. Tener tan cerca el cuerpo casi desnudo de Hanamichi le ponía nervioso y más sabiendo que ésa iba a ser la última vez que ocurriría. Pero tenía que contárselo él, antes que se entera por alguien más. A partir del lunes, quizá antes, las cosas se iban a complicar, mucho.

-Hanamichi...

-¿Si? -Dijo distraído Hanamichi dejando a un lado la taza de café vacía.

-Yo… te…yo… tengo algo que contarte -dijo al fin visiblemente nervioso.

"No puede estar pasando esto" se dijo a si mismo Hanamichi.

-Lo que voy a decirte, no te va a gustar. Pero prefiero que lo sepas por mí que por alguien más. Solo te pido que me dejes acabar, ok? Luego haz lo que quieras, pero, solo déjame decir todo lo que tengo que decir, sí?

-Claro -dijo sin entender que ocurría y temiendo que se le fuera a declarar. "¿Dios y yo qué le digo?"

-El sábado pasado cuando nos peleamos,...

-Oye Kaede, respecto a eso, yo quería...

-Hanamichi por favor, luego -suplicó el moreno.

-Está bien.

-Cuando nos peleamos, intenté dormir, pero me habías sacado de quicio y se me había ido el sueño. No quería empeorar las cosas, así que decidí salir. Pensé que hacer ejercicio me haría bien. Llamé a Akira… -dijo Kaede recordando todo lo que había hecho después de esa discusión estúpida.

-¿A Akira Sendoh?. ¿El pelo pincho Sendoh?

-Sí.

-¿Pero por qué? -¿Por qué precisamente a ése? se preguntaba Hanamichi.

-Eso no es importante, lo importante es que me fui. Luego,…, bueno él me hizo darme cuenta de algo, y… Yo estuve pensando en lo que habías dicho y…

Hanamichi estaba empezando a sudar, no estaba preparado para que Kaede le dijera lo que ya sabía. Una cosa era saber que él le quería, otra tener que decirle que… "decirle qué?" se dijo Hanamichi. Su mente iba a mil por hora. No podía decirle que lo amaba locamente, porque no era cierto, pero tampoco le disgustaba, en más de una ocasión le había hecho sentir especial y eso era algo que solo Miki y su padre habían conseguido.

Estaba empezando a marearse, los labios de Kaede se movían lentamente pero sin detenerse, el moreno había seguido hablando y no tenía ni idea de lo que le había dicho hasta ahora.

-… así que la llamé desde la cabina más cercana -decía Kaede.

-¿Un momento, llamaste a quien? -Hanamichi estaba confundido. ¿Justo cuando iba declararse le hablaba de una chica?. ¿Quién era ella?. ¿Y que pintaba en todo eso?

-A Minako ¿Torpe, que no me escuchabas?

-Sí, digo, bien, yo…

-Minako, la periodista de la que te hablé el primer día.

Hanamichi estaba descolocado, y no sabía qué decir así que no dijo nada, esperando poder entender lo que ocurría con lo siguiente que le contara Kaede.

-Le conté todo y me dijo que iba a ayudarme. Así que me fui a su casa.

-Así que has estado escondiéndote en casa de esa chica.

-Bueno yo no la llamaría chica precisamente -dijo Kaede pensando en el moño blanco sujetado con esos estrambóticos palillos chinos que Minako solía llevar y en las arrugas que envolvían esos ojos escondidos detrás una gruesas gafas de concha atadas con una cadenita dorada al cuello de la reportera-. Durante la semana, ella me ayudó a investigar a tu padrastro.

-Un momento¡.¿que hiciste qué?.! -Gritó Hanamichi.

-Ya me parecía extraño que no hubieras dicho nada hasta ahora. ¿No has oído nada de lo que te he contado hasta ahora, verdad?

-¡He oído lo suficiente como para saber que te has pasado de la raya! -Gritó levantándose.

Pero Kaede no le siguió el juego. Tenía que contarle lo que había descubierto, y…

-¡Me lo prometiste! -Gritó muy enfadado.

-Hanamichi por favor, siéntate -le pidió calmadamente Kaede.

-¡No tenías ningún derecho a fisgonear de ese modo en la vida de nadie!. ¡Como se te ocurre ir a la prensa!. ¡.¿Sabes lo que va a hacerle Tsukihiro a mi madre cuando se entere?.!.

-¡HANAMICHI! -Gritó Kaede para que le escuchara-. Ya te he dicho porque lo hice, además para cuando él se entere de algo ya será demasiado tarde para que pueda hacer nada.

-¡Pero él ya lo sabe!. ¡Ya lo oíste anoche!. ¡Y además cree que he sido yo!. ¡Por eso dijo todo aquello!. ¡DIOS! -Hanamichi estaba desquiciado. Gesticulaba mucho mientras gritaba a todo pulmón en la pequeña cocina, andado arriba y abajo sin parar.

En un arrebato cogió a Kaede por la solapa y levantó la mano cerrándola en un puño fuertemente. Kaede sabiendo lo que iba a venir a continuación se resignó, cerrando los ojos, esperando un golpe que no llegó. En vez de pegarle, Hanamichi solo lo lanzó de vuelta a la silla.

-Me has manipulado como te ha dado la gana. ¿Debes estar orgullosos, verdad? Sabías que si no te defendías no iba apegarte, porque no quiero ser como él… eres… -la voz de Hanamichi ya no era un grito estruendoso, sino todo lo contrario. Era un susurro, grave, muy grave, lleno de resentimiento y decepción, humillación e ira.

-¡DIOS! Y pensar que yo… eres despreciable.

-Hanamichi escúchame...

-¡NO! No me toques. Jamás pensé que… ¡DIOS!. ¿Cómo has podido? … ¿CÓMO? … Si le pasa algo a mi madre… como le ocurra algo por tu culpa… más te vale que no te encuentre porque, créeme cómo…, te mataré, no lo dudes… te escondas donde te escondas, te encontraré, y por lo que te haré pasar…, ruega para que no ocurra, porque no puedes imaginar el daño que te puedo hacer.

Dicho esto, Hanamichi salió de la cocina, dejando a Kaede solo, sentado en la silla, con una lágrima cayendo por su mejilla. Cinco minutos después, Kaede oyó un portazo tal que le hizo dar un bote en la silla de la cocina dónde seguía sentado, un portazo que le rompió definitivamente el corazón.

Aunque lo único que quería en ese momento era desaparecer de la faz de la tierra, morir y dejar de sufrir, se repuso. Si no actuaba deprisa, todo lo que había hecho no habría servido de nada.

Así que secándose las lágrimas con el dorso de la mano, respiró hondo, y se levantó a buscar su móvil.

-Yohei… sí ya se lo he contado… mal como esperaba… ha salido hace unos momento, no creo que tarde en acudir a ti… de acuerdo, confío en ti… ¡No! Ni se te ocurra decirle que tú sabias nada, solo haz que entienda que debe esperar a mañana para ir a ver a su madre… sí estoy seguro… ese cabrón no podrá salirse con la suya te lo prometo… sí… pero prométeme, que cuando acabe todo no le dirás nada, por favor… sí, lo sé… gracias.

Tras colgar el teléfono subió lleno de temor a la habitación del pelirrojo a ver qué se había llevado. Había un par de cajones por el suelo, las puertas del armario abiertas, y su bolsa de deporte no estaba, pero todavía había muchas cosas del pelirrojo. Con cuidado entrecerró la puerta y se encerró en su habitación donde intentó desconectar del mundo tocando su guitarra.


Yohei, pasó el sábado esperando a que Hanamichi llamara su puerta, pero no apareció. Estaba preocupado pero pensó que seguramente Hanamichi necesitaba estar solo para digerir lo que había ocurrido. Estuvo a punto de llamar a Kaede para decirle que el pelirrojo no había aparecido, pero luego se lo repensó: "Eso solo lo preocupará más. Ahora ya tiene bastante en qué pensar". Así que a media noche se metió en la cama.


"Ding-dong" "ding-dong" "ding-dong" "ding-dong"

-¡Ya voy! -Gritó una voz desde dentro la casa-. ¡Hanamichi!. ¿Se puede saber qué haces aquí a estas horas? -Le dijo un soñoliento Yohei en pijama. Eran las cinco de la madrugada y todavía era de noche.

-Necesito tu ayuda.

-¿Qué?. ¿Para qué?. ¿estás bien? -Dijo preocupado.

-No, no estoy bien, el cabrón de Rukawa me la ha jugado, y…

-Oye Hanamichi más despacio, no sé de qué me hablas… -mintió.

-¡De Rukawa! -Gritó enfurecido.

-¡EI!. ¿Que yo no tengo la culpa vale?.!. ¡No sé de qué va todo esto, pero si quieres algo de mi cálmate primero, me oyes! -Le gritó enfadado Yohei. Y luego le cerró la puerta en los morros.

-¡Yohei!. ¿Cómo se te ocurre cerrarme la puerta de ese modo?. ¡Abre ahora mismo!

-No hasta que no te calmes.

-¡Yohei, te ordeno que me abras!

-¿Cómo que me ordenas?. ¿A quien vienes a ordenarle nada? -Dijo abriendo la puerta para poder regañarlo mejor-. A un amigo no se le grita de ese modo, ni se le ordena nada, ok?. ¡A los amigos se les piden las cosas! Así que no me vengas con órdenes Hanamichi -dijo firmemente con una mirada amenazante.

-Vale, vale, lo he entendido, nada de gritos. ¿Puedo pasar? -Dijo Hanamichi entendiendo que Yohei no tenía porqué recibir esos gritos.

-Claro, estás en tu casa, aunque no grites, que mi madre está durmiendo.

-Gracias -dijo el pelirrojo un poco avergonzado por el numerito.

-¿Ahora me contarás, despacio y sin gritar, qué ha ocurrido?

-Ai Yohei. ¿Por qué soy tan idiota?

-Hanamichi tú no eres idiota. ¿Quien te ha metido esta idea en la cabeza?

-¡Rukawa me ha vendido! -Le dijo lanzándole el suplemento dominical del periódico de Kanagawa, acababa de comprar la primera edición del domingo. Las páginas todavía estaban calientes.

-Qué quieres decir con… -empezó a decir Yohei hasta que vio el articulo central del dominical. Un reportaje de investigación, llevado a cabo por la premiada reportera Minako Hasagawa, acerca de Tsukihiro Riotsu, director general de la empresa Tanaka Shisuru. Reportaje que ponía al descubierto a Tsukihiro como un burdo estafador, que llevaba robando de la empresa desde el primer día en que entró a trabajar como asesor financiero. Hablaba de su adición al juego y de cómo robaba a la empresa sumas de dinero, no muy altas pero sí muy a menudo, para apostar a la bolsa, con tan mala fortuna que casi siempre perdía más de lo que ganaba. Hablaba de cómo esas pérdidas le habían llevado a un estado de alcoholismo tal, que se sospechaba incluso que había llegado a agredir su actual esposa, embarazada de siete meses. El articulo no hacía referencia en ningún lado al hijo que se les había escapado de casa y que ahora vivía protegido por los asistentes sociales, no daba más nombres que el de Tsukihio, ni daba pruebas concluyentes de tales abusos, pero sí decía tener pruebas de los fraudes y robos, y hablaba también de una investigación judicial al respecto, empezada hacía tan solo un par de días.

Cuando acabó de leer el artículo, cerró la revista lentamente y la dejó a un lado.

-¿Hanamichi, cómo sabes que ha sido Rukawa?

-Porque el muy idiota me lo ha dicho. Esta mañana mientras desayunábamos, ha empezado a hablarme de que tenía lago muy importante que decirme, y yo, no sé porque, yo pensé que iba a…

-Que iba a… -dijo Yohei ante el mutismo de Hanamichi

-Nada, pensé que iba a contarme algo distinto, me he puesto nervioso, he empezado a darle vueltas y pensando en eso me he perdido la mitad de lo que me ha contado y entonces ha dicho no sé qué de que había llamado a alguien.

-¿A quien? -Preguntó un poco alarmado por si Kaede le había puesto al descubierto ante su amigo pelirrojo.

-A la maldita reportera. Y que le había contado todo y que habían investigado a Tsukihiro y no sé qué más…

-Hanamichi cálmate.

-¿Cómo quieres que me calme, si ése psicópata cree que he sido yo?

-Pero cómo sabes que él sabe nada de esto, quizá ni siquiera compra éste diario.

-Ayer por la noche, él ya lo sabía.

-¿Como que ya lo sabía? -"Eso no entraba en los planes". Pensó alarmado el moreno.

-Cuando volvíamos a casa nos encontramos con él. Empezó a decir cosas que yo en aquel momento no entendí, pero ahora lo sé, él sabía que le habían descubierto y pensaba que todo era mi culpa.

-¿Estas bien, te golpeó? -Preguntó alarmado. "¿Por qué Rukawa no le había contado nada de eso?" se preguntaba.

-NO, bien sí, lo intentó, pero Kaede se interpuso, luego pude noquearlo mientras estaba distraído y salimos corriendo de allí.

-¿Kaede evitó que te pegara?- no le sorprendió mucho…

-Sí, bien. ¡Pero lo hizo porque sabía que todo ello era culpa suya!

-Pero aún así te protegió -recalcó Yohei. Que intuía que no lo había hecho por eso precisamente.

-¿Qué quieres decir con eso?

-No sé Hanamichi, comprendo que estés enfadado, pero él te protegió anoche, e intentó contarte lo que iba a suceder, y no sabes porque hizo lo que hizo, porque te has marchado sin que pudiera contártelo todo. Quizá solo trataba de ayudar.

-Pues solo ha empeorado las cosas. He ido a casa esta mañana. No había nadie, así que he llamado a casa la vecina y ella me ha dicho que una ambulancia se llevó a mamá anoche. Mamá está en el hospital. ¿Yohei, no lo ves?. Ha sido él. Me amenazó con hacerle a ella lo que no pudiera hacerme a mi… -y se el cortó la voz.

-¿Hanamichi, por qué no le denuncias? Con lo que cuenta esta revista, más lo que tú sabes, podrás quitártelo de encima de una vez por todas.

-¿Y mamá?

-Tu madre está en el hospital, a ella no le va a pasar nada. Mira, cuando amanezca, a primera hora iremos a ver a esa asistente social tan magnífica y le dirás que quieres denunciar a Tsukihiro. Y luego si quieres podemos ir al hospital a ver a tu madre.

-¿Estás seguro que debo hacer esto?

-Deberías haberlo hecho la primera vez que te puso la mano encima Hanamichi -le dijo Yohei consciente que su amigo, confiaría ciegamente en los consejos que le diera.

-Gracias Yohei. Si crees que no puede hacer mal, le denunciaré, pero no quiero ir al hospital, mamá no me perdonará que le denuncie, y si él cree que yo he montado todo esto, ella también lo creerá. No quiero ver esa mirada de odio nunca más.

Yohei se acercó para abrazar a su amigo y tratar de consolarlo.

-Mira haremos una cosa, iremos al hospital, y si quieres entraré yo solo a ver a tu madre, solo para ver como está. Ya inventaré alguna excusa, ok?

-Gracias, no sé que haría sin ti.

-Anda ahora a dormir, que yo todavía estaba en la cama cuando has llegado chillando…


Ambos se despertaron temprano. Sin decir nada, se vistieron, desayunaron, y justo antes de salir de la casa Yohei le preguntó:

-¿Preparado?

-No. Pero es ahora o nunca, así que vamos.

Llegaron a la oficina de asistencia social media hora después. Era Domingo así que lógicamente no había nadie, solo el portero del bloque de oficinas. Le preguntaron si podría localizar a una asistente social en concreto.

-Lo siento muchachos, yo no tengo el teléfono de cada uno de los trabajadores, solo soy el portero.

-Tendremos que ir a casa a por el teléfono de Kaho -dijo el pelirrojo hastiado.

-Siempre hay alguien en las oficinas. Aunque hoy no sé quien está de guardia. Quizá os pueda ayudar, un momento que lo preguntaré -sin esperar respuesta el hombre descolgó un teléfono del mostrador y marcó una extensión. Esperó hasta que tras la cuarta señal alguien contestó al otro lado de la línea.

-Soy el portero,…sí, mira es que tengo aquí un par de muchachos buscando a una asistente social…, "¿chicos como se llama la asistente a quien buscáis?" -Les preguntó tapando el auricular con la mano. Luego contestó-. Kaho, preguntan por ti. ¿Les hago esperar, les dejo entrar?... sí, efectivamente rojo como el fuego,... de acuerdo...Oye y no trabajes tanto que no es bueno...jajjaja...sí hasta luego -y colgó.

-Estáis de suerte, ella está adentro con alguien, pero os atenderá enseguida. Si subís al tercer piso llegareis a las oficinas centrales del servicio al menor. A vuestra derecha hay unos bancos, si os esperáis allí ella os vendrá a buscar enseguida.

-Gracias -dijeron ambos haciendo una pequeña reverencia.

El piso era amplio, con muchas mesas esparcidas, separadas por biombos metálicos y de madera. Los bancos de espera eran también de madera y se veían gastados por el paso del tiempo. Pero eran confortables a pesar de todo. Estuvieron esperando unos minutos en silencio y entonces al final de la habitación se abrió una de las puertas de cristales biselados que daba paso a un despacho. De ella salió Kaede.

El chico se dirigió hacia dónde ellos estaban. Tan pronto como Hanamichi lo vio, también se levantó y sin decir nada fue a su encuentro. Casi estaba delante suyo para propinarle un buen puñetazo cuando oyó a Kaho que le llamaba.

-Hanamichi, ven por favor.

Kaho había sido informada por Kaede en persona acerca de lo que había hecho, incluso, después de mucho darle vueltas al asunto, le dijo los motivos de su actitud.

La confesión, le había cogido desprevenida. Era cierto que el moreno le había repetido hasta la saciedad que no podía vivir bajo el mismo techo que el pelirrojo, pero nunca se le pasó por la cabeza que no fueran más que excusas. ¡Enamorado! Ahora se sentía en parte culpable de lo que estaba ocurriendo, pero ya poco podía hacer. Lo mejor sería separarlos. Pero primero tenía que hablar con Hanamichi, a ver por donde irían las cosas.

-Pasa. Sé que en estos instantes quieres partirle la cara a Kaede, pero no vais a pelearos aquí, ¿de acuerdo? -Le dijo firmemente.

-Tranquila, no vine para eso. ¿Supongo que ese idiota te ha dicho lo que ha hecho?

-Lo ha hecho, sí.

-Mamá está en el hospital por su culpa. Díselo en cuanto le veas. Pero no he venido para gastar mi tiempo en ese engendro. En realidad he venido a hablar del otro hijoputa.

-¡Hanamichi! Ese vocabulario.

Las palabras de Hanamichi iban cargadas de resentimiento, odio y rencor.

-Lo siento Kaho. Pero ese hombre no merece otro nombre. He venido porque quiero denunciarle, y no puedo hacerlo sin tu ayuda.

-¡Por fin!

-Sí.

Kaho le estuvo explicando todo lo que tenían que hacer, y el primer paso, era ir a la comisaría. En cuanto antes mejor, le dijo ella

-Entonces ya podemos ir -dijo él.

-Hanamichi, antes de salir, prométeme que vas a comportarte debidamente.

-¿Por qué no iba a hacerlo? -Preguntó él confundido.

-Porque Kaede va a venir con nosotros.

-¿Por qué? -Kaho nunca hubiera imaginado que la voz del atolondrado de Hanamichi pudiera a sonar así de fría.

-Porque él también quiere denunciar a Tsukihiro por haberle pegado. Prométeme que...

-Tranquila con ése no tenemos nada que decirnos. Por mí como si no existiera.

Esa respuesta no le gustaba en absoluto. Pero por ahora era mejor que Hanamichi se mostrara indiferente con Kaede a que le saltara encima enloquecido. Primero porque estaba segura que el moreno no iba a defenderse de los golpes porque se sentía culpable y segundo porque no sabía si ella y el amigo de Hanamichi podrían lograr detenerlo si se le iba la cabeza.

Salieron sin decirse nada. Montaron en el viejo coche azul de Kaho y marcharon para la policía. El silencio en el coche fue de lo más incomodo. Por un lado Kaede en el asiento de copiloto y Hanamichi detrás no cruzaron ni una vez la vista, cada cual se mantuvo absorto en su ventana como si el paisaje que veían fuera el más interesante. Kaho no quiso decir nada para no empeorar las cosas. Por un lado entendía que Hanamichi se sintiera traicionado, pero entendía las razones de Kaede y sabía cuanto estaba sufriendo. Amar en silencio a alguien muy cercano pero inalcanzable puede se muy duro, y ella lo sabía. Finalmente Yohei no dijo tampoco nada, consciente, como Kaho, de que era la mejor opción. No fuera a notar Hanamichi que él sabia nada y las cosas empeoraran. Le dolía no poder decirle todo a Hanamichi, pero había hecho una promesa y en el fondo creía estar haciendo lo correcto.

Al llegar unos agentes ya les esperaban. Les hicieron pasar por turnos a declarar. Kaho entró con Kaede mientras Hanamichi esperaba a fuera con Yohei. Tardaron casi una hora durante la cual Hanamichi solo se levantó una vez para ir al baño. No dijo nada.

Luego Kaho entró con Hanamichi y Kaede se quedó a fuera con Yohei. Mientras Hanamichi contaba todo lo que le había ocurrido en los últimos años a un agente muy paciente, a fuera Yohei tardó un poco pero al final le preguntó a Kaede:

-¿Como ha ido?

-No lo sé, bien supongo.

-¿Por qué no me dijiste todo?

-¿Todo?. ¿A que te refieres? -Preguntó un exhausto Kaede que ya no estaba para adivinanzas.

-A los motivos reales por los que le has alejado de ti de este modo.

-Ya te dije que solo intento ayudarle. Él quiere volver a su casa con su madre y solo así puede hacerlo.

-¿Lo sé, pero por qué le ayudas?

-Eso no es asunto tuyo.

-Claro que lo es. ¿Has pensado un momento en que quizá nos hayamos equivocado?

-Cada instante desde hace una semana. Pero no hay vuelta atrás. Además ahora con su denuncia todo tendrá todavía más peso, en un par de días será libre para volver a su casa.

-Hanamichi lo está pasando mal. ¿Lo sabes verdad?

-Claro que lo sé. ¿Por quien me tomas Yohei? Hace unos días acudí a ti porque sabía que querías ayudarle tanto como yo. Pero no te debo ninguna explicación, en todo caso se la debo a él, y creo que ha quedado bastante claro que no va a hablarme por el resto de su vida.

-Ya te lo dije el lunes, y te lo repito, si le hubieses contado la verdad...

-Entonces ese cabrón seguiría libre de hacer cuanto quisiera.

-Pero tú no estarías sufriendo...

-¡Pero Hanamichi sí!

-Sigue sufriendo.

-Se le pasará. En cuanto olvide que existo.

-Él te hubiera entendido. No lo dudes. No lo conoces tanto como piensas Rukawa, él te hubiera entendido si le hubieras dicho la verdad desde el principio. Yo he arriesgado mi amistad con él para ayudarte solo porque ya no había forma de pararlo, pero…

-¿Pero qué?. ¿Te arrepientes de haber cogido a su padrastro?. ¿Te arrepientes de haber devuelto a Hanamichi su preciado hogar?. ¿O es que temes perder su amistad?

-Sí. Él es mi mejor amigo. Lo quiero como a un hermano y por eso me duele verle sufrir.

-Puedes estar tranquilo, tú no vas a perderle.

-¿Pero tú sí verdad?

Kaede no le dijo nada, solo se lo quedó mirando y luego se levantó y se marchó dirección al lavabo.

-Kaede, deja de hacerle tonto y sal de ahí -dijo Yohei por enésima vez golpeando la puerta del lavabo.

-¡Déjame, querías verme humillado, hecho polvo y acabado, muy bien te daré el gusto -dijo saliendo del lavabo dónde se había escondido-. ¡Ahora vete y déjame en paz!

Yohei no dijo nada, solo actuó del mismo modo que lo habría hecho con Hanamichi. Se acercó a él y le abrazó. Finalmente Rukawa se desmoronó.

-¿Por qué?. ¿Por qué todo tenía que acabar así?. ¿Es que no puede haber ninguna cosa fácil en mi vida? -No lloraba, pero una gran opresión le dificultaba la respiración. Sentía en el estómago un nudo pesado, y el corazón le daba punzadas de intenso dolor.

-Kaede, cálmate -le dijo Yohei mientras lo abrazaba con fuerza-. Él se siente traicionado por ti. Confió en ti, te contó algo que ni siquiera a mí me había dicho, y vas tú y lo publicas en un periódico. ¿Como no quieres que se enfade?

-Pero yo publiqué nada de eso, además le dije por qué lo hice.

-No es verdad. Le dijiste una parte, igual que a mi. Dale tiempo. No puedo decir nada que te haga sentir mejor.

-Nadie puede hacerlo.

-Él puede. Pero de momento no lo hará. Tiene demasiadas cosas que arreglar en su vida de momento. Tsukihiro, su madre, una hermana por llegar, está sin trabajo, sin haber acabado los estudios básicos, la muerte de su padre todavía pesa en su conciencia, y ahora tú.

-Lo sé, precisamente por eso lo he alejado de mí, solo si vuelve a casa podrá volver a empezar.

-Ya había vuelto a empezar. Solo que tú no te diste cuenta.

-Él no había hecho nada de eso, Hanamichi solo estaba conmigo porque no tenía donde ir. Sólo porque Kaho no le dio opción.

-Kaede, dejémoslo. Darle más vueltas solo te hará mal. Volvamos a los bancos, te traeré un café para que te despeje.

Dos cafés más tarde Hanamichi salió de la sala. Kaho le dio la mano al policía y los cuatro volvieron al coche.

Tanto Hanamichi como Kaede tenían pinta de estar exhaustos. Ojeras bajo los ojos, la piel pálida, el ceño fruncido, y los ojos apagados. Andaban con pose abatida y casi arrastrando los pies. Yohei y Kaho no sabían cómo ayudarles.

-¿Dónde os dejo? -Les preguntó la chica entrando al coche.

-Nosotros al hospital- dijo Yohei. Hanamichi seguía sin abrir la boca y parecía que hubiera perdido las ganas de hablar o reír para siempre.

-A casa- dijo Kaede en un susurro.

Kaho no dijo nada más. Cuando llegó al hospital, aparcó y bajó del coche. Se acercó a Hanamichi, le abrazó, le susurró algo al oído, y luego volvió a subir al coche.

-¿Me invitas a una taza de té? -Dijo Kaho al llegar delante la casa unifamiliar.