SOBREMESA
Kaede estuvo a punto de llamar otra vez a Hanamichi para preguntarle de que iba todo aquello. Pero al final no se atrevió. A las siete de la tarde ya se había duchado y estaba delante del armario intentando decidir qué ponerse. Nada de lo que sacaba le parecía bien. No sabía a qué iba a casa de Hanamichi y eso no le ayudaba para nada. Buscando encontró todavía en una bolsa, en el fondo del armario, un par de pantalones que compró un año antes, justo antes ir a vivir en esa casa. Solo por curiosidad se los probó de nuevo. Todavía le iban y estaban por estrenar. Recordaba la tarde que los compró con Kaho, incluso recordaba la cara que le había visto poner a la empleada de la tienda, que casi se lo comió con la mirada. ¡Deseaba tanto tener ese efecto en el pelirrojo!
Ese pensamiento le recordó a Akira, la noche que acudió a él, por ese mismo sentimiento de querer ver en alguien esa mirada de deseo y lo que todo eso llevó detrás.
Tenía que admitir que esos pantalones se le ajustaban mucho. Pero le gustaba como le quedaban. ¿Había llegado la hora de usarlos por fin? No estaba seguro. Pero tras una hora de pensárselo mucho decidió no cambiarse. "Si él esta confuso, quizá pueda hacer que se decida, si no me ama no pasará nada y si me ama ¿que mejor momento que ahora?" pensó cerrando el armario.
Así que a las ocho y diez, Kaede salía de casa con sus pantalones de cuero negros, con una camisa blanca de manga corta, las deportivas nuevas y un jersey, las llaves y un misterioso paquete en la mano. Lleno de dudas pero decidido, echó a andar. Intentó tomarse ese rato como un paseo. Así que luchando contra sus instintos se obligó a andar despacio y aunque se esforzó en disfrutar del fresco anochecer, no pudo.
Llegó delante de la puerta de Hanamichi dos minutos antes de y media. El muro impedía ver la casa. Pero la puerta estaba abierta así que entró al jardín sin llamar. Éste, como la casa, era de estilo occidental. Era extraño encontrar casas como esta en esos barrios más antiguos. El jardín parecía haber pasado por momentos malos, pues muchas de las macetas y parterres estaban vacíos o con plantas medio muertas. Pero se veía limpio. Finalmente se acercó a la casa y llamó al timbre a las ocho en punto.
"Ding-Dong"
Hanamichi tardó un poco en contestar. Pero Kaede había oído pasos apresurados dentro la casa y un lejano ya voy le hizo no volver a volver a llamar. Simplemente esperó.
-¡Hola! Lo siento pasa -dijo Hanamichi que respiraba dificultosamente debido a haber corrido para atender a la puerta. Iba con unos jeans todos mojados y manchados, y sin camiseta.
-Tardaste en abrir -recalcó Kaede como si el otro no supiera que llevaba ya unos minutos esperando en la puerta. Pero no dijo nada de su indumentaria, o la manca de ella. !Dios, que guapo era!
-Sí lo siento, Aya me ha tirado todo por encima justo cuando llamabas a la puerta.
Estaban parados, frente a frente en la entrada de la casa. Kaede se separó y dejó la chaqueta en un colgador en la pared y las llaves en el mueble de debajo. Hanamichi no pudo evitar quedarse mirando al moreno fijamente, pues esos pantalones negros eran de todo menos discretos. Así como Kaede no pudo evitar recorrer con su mirada el torso desnudo del pelirrojo para acabar con el resto del cuerpo.
-Lo compré hace meses. No sé si todavía sirvan -dijo Kaede alargándole el paquete que llevaba en las manos. Intentando disimular el sonrojo de saberse observado y de poder observar a la vez sin estorbo alguno.
Muy intrigado Hanamichi desenvolvió el paquete que contenía un par de pequeñas deportivas como las que llevaba Hanamichi pero medida bebé. Hanamichi quedó maravillado y muy sorprendido. No se esperaba una cosa así, aunque viniendo de Kaede Aya no podría haber recibido otra cosa que eso.
-¡Son preciosas!. ¡Y tan pequeñas! Ven vamos a probar si le quedan -Hanamichi echó a andar por el pasillo hasta la cocina, dónde sentada en una trona la pequeña jugaba con unos lápices de colores.
-Kaede, te presento a mi hermanita, Aya.
-Es... se parece a ti -dijo Kaede. Sin saber muy bien qué hacer. Era la primera vez que estaba con un bebé.
-¿A mi?. ¿Oyes que te dicen Aya? -Dijo Hanamichi cogiéndola en brazos- el zorro cree que te pareces al genio.
La pequeña rió y Hanamichi con ella.
De repente Hanamichi cogió la niña con las manos la separó de su torso desnudo y la alargó hacia Kaede:
-¿Puedes sostenerla mientras me voy a cambiar?
-¿Qué?. ¿Yo?
-¡Claro! -Dijo divertido Hanamichi-. ¡Tranquilo, no muerde! -Le dijo y le entregó la niña así sin más.
Kaede se encontró de repente sólo con una niña de siete meses en los brazos que no paraba de retorcerse en ellos intentando legar a los mechones de pelo negro que cubrían sus ojos, mucho más abiertos de lo normal.
-Por lo pequeña que eres, hay que ver lo que pesas -dijo Kaede intentando por todos los medios que la pequeña no le cayera de las manos. Era tan pequeña que tenía miedo de apretarla demasiado, pero no quería que se le cayera. Al final se sentó en el sofá con la niña en su regazo.
Allí sentado era más fácil controlarla y pudieron dedicarse a observarse mutuamente. Ella había dejado de reír al irse Hanamichi, pero tampoco había llorado. Con las manos todavía temblorosas Kaede le acarició. Su piel era tibia y suave. Ella cerró los ojos y al abrirlos sonrió. Entonces fue ella la que intentó coger otra vez los mechones de Kaede, pero él evitó que se los tirara dándole a coger uno de sus largos dedos.
Así se los encontró Hanamichi cuando regresó al salón esta vez ya vestido. Se quedó parado en la puerta de la sala observándoles en silencio. Cómo la pequeña jugaba sin ningún temor con él, con sus largos dedos. Y cómo ambos sonreían con ese juego inocente.
Finalmente Hanamichi entró diciendo:
-¿Dónde está mi princesa?
Al oír su voz la pequeña se puso nerviosa y volvió a retorcerse en los brazos de Kaede, quien espantado intentaba evitar que la pequeña se le cayera.
-Cógela antes que…
-Tienes mano con los niños -comentó Hanamichi mientras cogía a la pequeña y la dejaba sin hacer caso de sus lamentos fingidos en el parque al lado del fuego de tierra, ahora usada como estantería.
-Ven siéntate, la cena está casi lista -dijo luego Hanamichi dirigiéndose a la cocina y señalando una mesa puesta pulcramente para dos.
Kaede se sentó y mientras esperaba se sirvió un poco de té frío que había en la mesa. También sirvió un baso para Hanamichi.
-"Voilà" -dijo Hanamichi poniendo en la mesa una fuente con tallarines y otra con pollo frito-. Lo siento, no he tenido tiempo de hacer nada más elaborado que esto.
-Tranquilo, me gustan los tallarines -dijo un poco cohibido Kaede.
-Lo sé -respondió el chef con una media sonrisa, al tiempo que se sentaba.
Cuando empezó a servir los platos dijo:
-Sé que todo esto ha sido un poco repentino pero…, verás, hay todavía cosas de las que quiero hablar, y tú todavía no conocías a Aya. Pensé que quizá quisieras ver la casa. Al fin y al cabo todo empezó por ella.
-Más o menos -dijo sin ánimos de discutir Kaede.
-Le has gustado a Aya -comentó Hanamichi para romper el silencio.
-¿Cómo lo sabes? -Preguntó Kaede. "Como si la pequeña pudiera haber dado su opinión" pensó.
-Cuando alguien no le gusta llora. Y yo la he visto muy tranquila contigo. Confía en ti.
-Bueno como mínimo alguien lo hace.
-¡Vamos Kaede!. ¿No lo dirás en serio?. ¿Crees que te habría dejado a solas con ella si no confiara en ti?
-Bueno, no sé Hanamichi, últimamente me cuesta saber porqué haces lo que haces -le largó.
-"Touché" ¿Qué quieres saber?
-Para empezar quiero que me cuentes qué está pasando. ¿Por qué esta cena? Y no me vengas con que querías presentarme a la pequeña, porque podrías haberla traído a casa, o habernos visto en el parque, incluso con Yohei -dijo Kaede entrecerrando los ojos, como hacía siempre que intentaba dilucidar en que pensaba el pelirrojo.
-Bueno quería que la conocieras, pero es cierto que no fue el único motivo. Ya te he dicho que me apetecía hablar contigo.
-¿De qué?
-Oye, si te pones a la defensiva yo me rindo. ¡Cuando quieras hablar me llamas y punto! -Dijo ya exasperado Hanamichi levantándose de la mesa.
-¡NO! Hanamichi, espera.
Hanamichi retrocedió y volvió a sentarse.
-Lo siento, solo estoy… -intentó disculparse Kaede, pero Hanamichi le cortó.
-Nervioso, lo sé -dijo Hanamichi. Pero no dijo nada más y siguió comiendo.
Cenaron en silencio. Y aunque no era del todo incomodo, ambos deseaban que la cena se acabara. Hasta que finalmente eso ocurrió. Entonces Hanamichi se levantó y cogió a la pequeña que se había dormido en el suelo del parque.
-La voy a acostar, bajo enseguida.
Pero cuando bajó no había nadie en la sala. Por un momento se asustó y salió corriendo hacia la puerta, pero en el colgador todavía había el jersey y las llaves estaban en el mueble. Kaede no se había ido. Salió al jardín y lo encontró en el balancín sentado mirando la noche estrellada.
-Pensé que te habías ido -dijo acercándose a él.
-Me apetecía tomar un poco el aire -dijo levantándose.
-Aya duerme. No se despertará hasta mañana.
-Es increíble lo que estás haciendo -comentó admirado Kaede.
-¿Hacer el qué? -respondió sin entender de qué le hablaba.
-Aya. Es impresionante lo bien que te manejas con ella, es como, no sé. Nunca lo hubiera creído.
-¿Es que no me creías capaz de ser suficiente delicado? -dijo ofendido
-¡Yo no he dicho eso!
Ambos se dieron cuanta que estaban a punto de volver a discutir.
-Déjalo Kaede, tampoco yo me lo hubiera creído si me hubieran dicho que tendría que cuidar de un bebé. Una niña.
-Y lo haces bien -añadió Kaede.
-Pero no es suficiente -dijo sentándose en el escalón de la entrada-. Para el año que viene los gastos van a dispararse y la niña pronto tendrá que ir a la guardería. Crece muy deprisa y hay que comprarle ropa constantemente. A parte de los gastos de la casa. Todo es carísimo y no sé como lo haré para pagar todas las facturas. Además no se ni que voy a hacer con ella cuando empiecen las clases -dijo un poco triste Hanamichi.
Kaede no dijo nada. Sólo se sentó a su lado.
-En parte también de esto quería hablar contigo. En realidad hay tantas cosas que quiero hablar contigo que no se por dónde empezar.
Pero no continuó y tras unos instantes en silencio Kaede le preguntó:
-¿Sabes ya que vas a estudiar?
-Me he matriculado en Fisioterapia. ¿Y tú?
-Periodismo.
-Vaya -dijo Hanamichi sin saber que decir-. He hablado con el entrenador esta tarde. Parece buena persona.
-Lo parece, sí.
-Le he contado mi situación. Me ha acompañado a ver la guardería del campus. Está bien cuidada y las chicas son muy amables. Es un poco cara, pero los horarios son perfectos, porque está abierta desde media hora antes de empezar las primeras clases, hasta media hora después de la última clase de la tarde.
-Ah, está bien, no?
-Sí, en realidad sería perfecta, pero ya te he dicho que es un poco cara. La mayoría de la gente que lleva los niños allí son profesores así que pueden permitírselo. No suelen haber estudiantes con hijos y menos con hermanos de quien ocuparse.
-¿Y por ser estudiante no pueden hacerte descuento o algo?
-Lo pregunté y no, no lo hacen. Por suerte no cobran por horas, solo un tanto al mes. Tampoco sería tanto si pudiera trabajar en algo, pero es imposible. Por las mañanas tendré clase, y casi cada tarde hay entrenamiento. Y los fines de semana van a ser para los partidos. Solo me quedan los domingos y la gente no trabaja en domingo.
-¿El entrenador no puede hacer nada?
-El entrenador ya ha hecho mucho Kaede. Piensa que la universidad no suele dar muchas becas deportivas completas y este año ya ha dado dos. El entrenador ya me dejó muy claro que tendríamos que ganarnos esa beca para el año que viene.
-Eso es normal.
-Sí, yo ya lo esperaba. Y si quieres que te diga la verdad eso es lo que menos me preocupa. Juntos en la cancha…, no digo que vaya a ser fácil, pero podemos hacerlo.
-Lo sé.
-Ayer llamé a Kaho -dijo pasado un rato Hanamichi.
-¿Cómo está? -Kaede había sabido muy poco de ella últimamente. Al cumplir la mayoría de edad y tener ya todo más o menos solucionado Kaho se dedicó a otros y él no había hecho nada para que la relación no se distanciara.
-Como siempre. Le llamé para que me aclarara un par de dudas. Para solucionar esta situación se me ocurrió que quizá vendiendo algo de valor tendría suficiente para ir tirando una temporada.
-¿Algo de valor como qué? -Dijo Kaede pensando en qué podría tener él para vender.
-Como la casa. En este momento tanto esta casa como la mitad de la otra están a mi nombre. Legalmente son mías. Pero tu casa, es decir, nuestra casa, solo podemos venderla de vuelta al estado, o bien yo venderte mi mitad o viceversa.
-¿Quieres que te compre la mitad de mi casa?
-¡NO! Solo le pregunté si yo podía vender mi mitad y ella dijo que solo a ti. Yo no…, no…, tú no puedes comprarla, lo sé. Pero todavía me queda ésta casa.
-¿Piensas venderte la casa de tus padres?- dijo sorprendido Kaede.
-No lo sé, es una opción. Yo no quiero venderla, pero Aya va primero ahora… Es todo muy complicado.
-¿Y dónde viviríais?
-Ahí quería llegar -antes de seguir Hanamichi respiró profundamente-. Legalmente puedo ir a tu casa, pero yo no quiero hacerlo.
-¿Qué? -Susurró Kaede dolido.
-No. Escúchame y déjame terminar. No quiero ir sin haber aclarado las cosas contigo. No puedo volver a vivir contigo sin haber hablado de nosotros antes.
Kaede no dijo nada. Solo esperó a que el otro le dijera lo que tanto quería saber.
-No quiero jugar contigo Kaede. Lo último que quiero es hacerte daño. Ya hemos sufrido demasiado por ahora. Sé lo que… por mí… sé que hace mucho que… lo sé, y… -Hanamichi no sabía como seguir-. Lo sé desde hace casi un año Kaede. Pero…
-No digas más Hanamichi -dijo Kaede levantándose. Aunque se había mentalizado que eso iba a pasar, que el otro iba decirle que no, ver apagarse esa pequeñísima luz sin poder hacer nada para revivirla le estaba ahogando.
-No -dijo Hanamichi levantándose también y agarrándolo por el brazo firmemente para impedir que se marchara-. Necesito que hablemos.
-¿Necesitas que hablemos? -Preguntó un poco incrédulo Kaede, "¿dónde estaba eso de no querer hacerle daño ahora?" se preguntó. Respiraba más rápido de lo habitual y le dolía al pecho con cada bocanada que tomaba-. Muy bien. ¿Y qué hay de lo que yo necesito?
Estaban de pie cara a cara, Hanamichi sujetándolo del brazo fuertemente, como única luz la del interior de la casa. El aire era suave y cálido a pesar de ser casi media noche. Esa cercanía puso muy nervioso a Kaede que de golpe sintió la fragancia sutil y característica del pelirrojo, pudo notar la calidez de su cuerpo casi a rozar del suyo. Los nervios estaban empezando a hacerle rodar la cabeza, pronto le fallarían las piernas.
-Dime. ¿Qué necesitas Kaede? -Preguntó Hanamichi demasiado sugerentemente para el corazón ya desbocado del moreno.
-Por favor suéltame -dijo casi suplicando.
-No -volvió a decirle Hanamichi.
Entonces Kaede se sacudió muy decidido a irse haciéndose daño en el intento si era necesario. Pero Hanamichi le cogió por el otro brazo, quedando todavía más juntos, piel a piel. Cada fibra de su ser estaba en guardia, tensado y extremadamente sensible a cualquier movimiento o roce.
-Suéltame -susurró Kaede cerrando los ojos para no verle.
Por eso no lo vio venir.
De repente Kaede notó una cálida sensación en sus labios. Algo húmedo y suave en contacto con su boca. Su cuerpo empezó a temblar. Estaba asustado de lo que estaba ocurriendo. Poco a poco Hanamichi dejó de hacer presión en sus brazos. Entonces, tan rápido como había empezado Hanamichi se separó acabando con ese primer beso.
Pero aunque cuando le había besado Hanamichi no sabía que iba a ocurrir, desde luego no esperaba que Kaede le lanzara un gancho de derecha en plena cara que le mandó al suelo.
-Vaya, te habrás quedado a gusto -le dijo Hanamichi cuando se repuso del golpe y pudo incorporarse. Le sangraba la boca.
-No juegues conmigo Hanamichi -le advirtió Kaede. El pobre estaba parado en medio del jardín, con la respiración acelerada, el corazón completamente desbocado, y un gracioso sonrojo en las mejillas.
-Te aseguro que no estoy jugando -le dijo Hanamichi.
-¿Entonces que fue eso? -Le gritó con los nervios totalmente fuera de control.
En ese lapso de tiempo Hanamichi encontró lo divertido de sacar de sus casillas al otro, como Kaede siempre hacía con él. Impulsivamente respondió descaradamente:
-Un beso.
-¿Por qué?
Hanamichi podía leer el desconcierto en la cara de Kaede.
-Porque me apetecía -dijo aún más descaradamente.
-¿Por qué te apetecía?.!. -"¿solo por eso me has besado?" pensó Kaede con el corazón en un puño-. ¿Crees que puedes ir besando a la gente por que te apetece, así sin más?
-No, sí. ¿Por qué no?
-¿Qué?.!. -Gritó Kaede alucinando.
Vale ya había jugado suficiente con él, la hora de poner las cartas sobre la mesa había llegado.
-Kaede siéntate por favor. Tenemos que hablar. Hace días que quiero decirte algo. Solo quiero hablar, te lo prometo -añadió al ver la cara de duda de Kaede. Este por su parte esperaba despertarse en cualquier momento de lo que le parecía un extraño sueño. Todo era demasiado inverosímil y surrealista para ser cierto.
-¿Desde hace días? -Repitió asimilándolo.
-Sí. Hace tiempo cometí el error de no hacerlo cuando tuve la oportunidad, quise esperar a estar seguro y luego…, luego fue demasiado tarde. No quiero que me vuelva a ocurrir, por eso necesito hablar contigo. Pero no sé como hablar contigo de esto -confesó.
Kaede se había sentado de nuevo en la escalera, pero no dijo nada. Solo se quedó allí sentado mirándolo atentamente intentando digerir todo lo que le estaba diciendo Hanamichi.
Pero este no sabía como seguir.
-¿Qué ocurrió? -Inquirió Kaede para ver si con eso llegaban a alguna parte. Aunque temía que se pusiera a hablar de Haruko, o cualquier otra idiota como ella. Sentirle hablar de ella sería horrible, pero no sería peor que ese silencio.
-¿Recuerdas cuando estuve en el hospital entre primero y segundo? -Kaede afirmó con la cabeza-. Verás conocí a alguien allí. Alguien que me salvó la vida. Si no hubiera sido por su apoyo nunca hubiera vuelto a las canchas. No andaría si no fuera por…
-¿Cómo se llama? -Preguntó sabiendo que el nombre que le diera le atormentaría de por vida, pues sería el nombre de quien le había robado el corazón a Hanamichi, pero también de quien le habría salvado la vida.
-Miki.
-¿Miki que más?
-No sé, nunca se lo pregunté -reconoció un poco avergonzado Hanamichi-. Con él todo era diferente.
-¿Era un médico, un enfermero?
-Nooo. Un chico un año mayor que nosotros que estaba hospitalizado en la misma ala del hospital que yo -Hanamichi disfrutaba de la cara de asombro de Kaede-. Primero nos hicimos amigos. Pero una tarde me confesó que me quería y yo no supe qué decirle. Estaba confundido y abrumado por todo lo que él despertaba en mí. A él le di mi primer beso, sabes? Un día, semanas después, le pregunté desde cuando me quería y me dijo que no lo sabía, pero que no me lo había dicho antes para no echar a perder nuestra amistad. Pero no lo hizo, nuestra amistad se fortaleció con ello.
-¿Dónde quieres ir a para con esto Hanamichi? -¿Porque le hablaba de otro chico, del amor de su vida al perecer? Aunque no fura una chica idiota, eso no le ayudaba mucho en ese momento.
-A nosotros -contestó francamente.
-Nosotros -repitió Kaede incrédulo.
-Sí, nosotros -siguió afirmando Hanamichi.
-¿Hay un "nosotros"? -Le soltó esperando que el otro lo pillara y a la vez que no lo hiciera. Le daba pánico que le dijera que no.
-No lo sé. ¿Lo hay? -Le respondió.
Tras un silencio un tanto tenso Kaede preguntó.
-¿Y que ocurrió después? -Nunca le había oído hablar de ese chico, ni a Hanamichi ni a Yohei siquiera. ¿Si ese chico lo amaba tanto, qué había ocurrido?
-Me equivoqué -dijo Hanamichi bajando por primera vez la mirada, huyendo de la de Kaede, con la que había mantenido el contacto, observando todas y cada una de las reacciones del moreno, desde que se había vuelto a sentar.
-¿No le querías? -Dijo Kaede no se si esperanzado o espantado.
-Sí, claro que le quería, pero nunca se lo dije. Miki murió hace más de dos años. Una semana después de terminar mi tratamiento.
-Lo siento -susurró.
-Jamás le dije lo que sentía por él, y te juro que me arrepiento en el alma no haberlo hecho cuando él lo hizo. Pero entonces yo estaba todavía demasiado confundido para ver que estaba enamorado de él. Nunca antes me había sentido así, con nadie. Y desde entonces no había vuelto a sentirme así, con nadie. Hasta hace un año -al terminar Hanamichi miró directo a los ojos de Kaede para ver su reacción.
Kaede no podía articular palabra. Tenía tantas cosas que decir y en cambio parecía haber perdido la capacidad del habla
-No sé si he hecho lo correcto y no sé como va a acabar esto, pero creo que me he enamorado de ti y necesito…, yo…, solo di que sí.
-Sí -fue todo cuanto pudo decir. Pero no hizo falta más porque entonces fue él quien se acercó a Hanamichi para besarle.
Había deseado tanto besarle como estaba haciendo. Había soñado tantas veces con que algo así ocurriera. ¡Tantas veces!. Que ahora no acababa de creérselo. Tanto tiempo intentando esconder lo que sentía por él, intentando olvidar, claro que en vano habían sido todos sus intentos en eso; tanto tiempo queriéndole desde lejos pensando que nunca podría siquiera decirle lo que sentía. Y ahora lo tenía entre sus propios brazos. Acariciándole por fin, libre de cualquier miedo, sabiéndose correspondido. Cuando se separaron, el miedo había desaparecido. Y pudo volver a hablar.
-¿Cuánto lo supiste? -Le preguntó.
-¿El qué?
-Que te amo, bobo -dijo Kaede.
-Hace,... no se unos diez meses.
-¿Cómo lo supiste? -Dijo Kaede acariciándole el pelo naranja y sedoso, como tanto había deseado hacer.
-En realidad no quieres saberlo -dijo Hanamichi sintiéndose atrapado.
-Sí quiero -dijo un poco seco.
-Fue un poco...¿de verdad quieres saberlo?
-¡Claro que quiero saberlo! -Le dijo tirándole un poco del pelo para que le mirara a los ojos.
-Prométeme que no te enfadarás.
Kaede no dijo nada, solo se separó de él y esperó la explicación.
-¿Recuerdas cuando Tsukihiro me golpeó y pasé unos días en casa?. ¿Oye de verdad no te sirve si te digo que en el fondo siempre lo he sabido, y ya?
-No. Sigue.
-¡Bfff! -Hanamichi bufó y luego prosiguió-. Esa semana, bien, estaba aburrido en casa, y se me… paseaba por la casa y bueno la cuestión es que acabé en tu habitación. Me gusta la calma que transmite y entré, luego me entró curiosidad y cogí tu guitarra. Mi padre me había enseñado un par de canciones de niño. Pero no me salieron así que... el caso es que iba a guardarla cuando encontré la libreta negra.
Kaede palideció pero no dijo nada.
-Leí algunas letras hasta que encontré una... "El chico de al lado".
-¿Y no me dijiste nada?
-No estaba seguro de que hablara de mí y tampoco sabía qué decirte al respecto -se defendió Hanamichi-. Esa noche me di cuenta por primera vez de que tus ojos brillaban con la misma intensidad que los de Miki.
-¿Me has estado comparando con él? -dijo frustrado.
-¡No! No es eso, verás…
-¡Como puedes!. ¡Dios Hanamichi, yo no soy él!
-Ya lo sé,... por eso te he dicho que era complicado.
-¡Y yo pensé que… que era porque somos dos chicos!
-¿Y eso que tiene que ver? -Dijo confundido Hanamichi.
-¡Ahhh! -Gritó desesperado Kaede-. ¡Nada!. ¡Déjalo! -Y entró en la casa.
Hanamichi entró tras él.
-¿Kaede puedes explicarme qué te ocurre?
-¡Nada, no me ocurre nada!
-Kaede por favor -le dijo en un tono de "no-me-tomes-por-idiota-quieres?".
-¿Cómo quieres que me sienta, dime? -¿A esas alturas, ya qué sentido tenía reprimir cualquier sentimiento aunque fuera de decepción y frustración?-. Primero me dices que no quieres jugar conmigo, luego vas y me insinúas que no me amas, pero después me besas. Te ríes de mí diciendo que lo hiciste porque te apetecía. Y al fin me hablas de tu gran amor y me confiesas que estás enamorado de mí, pero solo para contarme lo mucho que me parezco a él. ¿De verdad no querías hacerme daño?
-¡Diós Kaede, no has entendido nada!
-No, no te entiendo Hanamichi.
-No es que te parezcas a él, yo no te amo por eso. Solo que desde que leí esa canción que me di cuenta que me miras del mismo modo que él lo hacía.
-¿Y como te miro si se puede saber?
-Con amor -le dijo como si fuera obvio, luego añadió-. Con deseo, con pasión, con calidez, con fuerza, no sé Kaede, con intensidad hasta con lujuria a veces.
-¿Lujuria? -Dijo sorprendido Kaede. El discursito de Hanamichi lo había calmado un poco, pero eso de la lujuria, lo tenía nervioso, no es que no fuera verdad pero... ¿se había dado cuenta de eso?
-Sí.
-¿Cuando me has visto a mi mirarte de semejante modo?
-No hace más que un par de horas por ejemplo, cuando has llegado y yo iba medio desnudo -dijo Hanamichi simplemente.
Kaede enrojeció, pero no dijo nada.
Hanamichi lo aprovechó para acercarse a él y rodearle con los brazos. Lo acercó a su cuerpo y lo besó de nuevo. Fue un beso rápido y suave. Luego solo lo acercó más a si y se abrazó a él. Sin soltarlo, acurrucado en su pecho le dijo:
-Es complicado porque tengo miedo. Tengo miedo de quererte, de que llegue un día que seas indispensable para mí, porque entonces no soportaría perderte. ¿Lo entiendes?
-¿Pero por qué ibas a perderme? -preguntó suavemente apartándose de él para poder verle a los ojos.
-¿No lo ves? Cada persona que he amado en este mundo me ha dejado Kaede. Yo ya no… Y también me da mido que me ames tanto, Kaede yo… no quiero que… ¿y si un día yo ya no estoy?. ¿Qué ocurriría? -Dijo con los ojos negados de lágrimas.
-Hanamichi -sin saber que responderle lo abrazó fuertemente intentando transmitirle paz, para calmarle. El pelirrojo se estremeció y tras dejar salir unas lágrimas logró parecer menos afectado y se liberó de los fuertes brazos de Kaede, o lo intentó porque éste no lo dejó ir fácilmente.
-Hanamichi, la muerte es parte de la vida, es algo natural, y está bien que le tengas respeto, pero no puedes vivir con ese miedo irracional -le obligó a mirarle a la cara mientras le hablaba-. Moriremos cuando tenga que ocurrir, pero de momento tenemos que vivir. ¡Somos muy jóvenes! Tenemos por delante una larga vida. Y no me pidas que la viva sin amarte, porque no puedo.
Hanamichi volvió a acurrucarse en el pecho de Kaede. Necesitaba sentirse protegido, sentir que todo lo que le decía era verdad y que no iba a dejarle.
Pasaron mucho rato así abrazados. Sin decir nada, solo sintiendo la cercanía del otro.
-Hanamichi -dijo suavemente Kaede-. Se ha hecho tarde…
-Quédate a dormir -dijo Hanamichi separándose de él.
Kaede no dijo nada, solo asintió. De la mano subieron a la habitación de Hanamichi.
-La cama no es muy grande… -dijo Hanamichi recordando lo amplias que eran las camas en casa del Kitsune.
Kaede siguió sin decir nada.
Se desvistieron hasta quedar en camiseta y calzoncillos y se metieron en la cama.
Cuando estaban a puno de dormirse Kaede le susurró al oído a Hanamichi:
-Te quiero.
El bello de Hanamichi se le erizó por todo el cuerpo. Medio dormido, sonrió, apretó os brazos de Kaede a su alrededor, y le contesto:
-Lo sé. Me gustas Kaede, me gustas mucho. Y me da miedo necesitarte cada vez más.
-Hana…
-Pero venceré ese miedo. Tú harás que desaparezca, lo sé.
-Creí que para ti siempre sería solo e…
-¿...el chico de la habitación del al lado? -Terminó Hanamichi-. Por una vez te equivocaste.
-Amén a eso -y besó el cuello al pelirrojo pues era la zona a la que tenía acceso en esa posición-. Abrázame, abrázame fuerte por favor Hanamichi.
-Ven aquí -le dijo girándose de cara a él en la estrecha cama y dejando que Kaede se acurrucara en su pecho. Parecía un pequeño gatito, suave y hermoso, dulce y sin embargo agreste, duro pero a su vez frágil. Pasado un rato Hanamichi volvió a hablar.
-Kaede, yo… es decir, no sé... ¿como vamos a seguir a partir de ahora?
Pero Kaede ya dormía. El cansancio le pasó factura y definitivamente tuvo demasiadas emociones en un solo día.
Grissina: bueno, no sé, no estoy especialmente orgullosa de este capitulo, pero así salió.
