SAYURI
Permitid que retrocedamos unos días en el tiempo. A los días en que Hanamichi y Kaede todavía no habían arreglado sus diferencias, cuando Hanamichi se debatía sobre qué hacer con la beca deportiva que Kaede le había dado en bandeja, cómo tirar adelante con su hermana dependiendo por completo de él y con el corazón hecho un auténtico lío.
En concreto hemos de retroceder al día que Hanamichi decidió ir a visitar a sus padres, para hablarles y contarles cuanto le ocurría en busca de paz y, quizás, la respuesta a sus problemas. Y algo sí consiguió. Al salir del cementerio Hanamichi se encontraba en una cierta paz mental, con ganas de seguir adelante pasase lo que pasase.
Con la niña en brazos, riendo y jugando con ella llegaron a la playa. Pero no era la playa grande dónde hacía un año había encontrado a Kaede jugando, había ido a parar a la pequeña cala un poco más al este. Hanamichi no recordaba haber estado nunca en ella. Pero le agradó el lugar, recogido y acogedor.
Empezaba a hacer calor y había bastante gente tomando el sol o dentro del agua refrescándose. Hanamichi también se hubiera bañado, pero no iba vestido para la ocasión y, además, no quiso exponer a la pequeña al fuerte sol de medio día, así que se refugió en el único chiringuito de la playa. Se sentó en una mesa con sombrilla y acomodó a la pequeña en su cochecito.
-¿Qué va a ser? -Le preguntó la chica que regentaba el chiringuito. Era una chica bastante alta y a decir verdad con sus curvas, pero bien llevadas, del tipo que le gustaban a Yohei, pensó Hanamichi. Tenía le pelo y los ojos negros cual carbón y sonreía amablemente.
-Un agua y un refresco de naranja -dijo Hanamichi sin prestarle mucha atención. Luego, cuando la chica ya se iba, le llamó-. ¡EI! -Y la chica se giró-. El agua que no esté fría, que es para ella -dijo señalando el cochecito.
Hanamichi ya había notado que cuando salía de casa con su hermana la gente, en particular las mujeres, se le quedaban mirando. Estaba intrigado por saber qué pensaban. Todas las chicas sentadas a las mesas murmuraban en grupitos, mientras disimuladamente le miraban por el rabillo del ojo. Intentó no hacerles caso.
Cuando la camarera volvió con los refrescos le preguntó si tenía el periódico a mano y ella volvió a marcharse para traérselo. Esta vez cuando se lo dio le preguntó un poco cohibida:
-¿Cómo se llama?
-Aya -dijo Hanamichi sin poder evitar sonreír al ver la niña despierta gesticulando en el carrito para que le hicieran caso. Decidió alzarla en brazos.
-Es hermosa -dijo la chica maravillada.
-Lo es -dijo Hanamichi. Luego como hablando con su hermana dijo-. Mamá también lo era verdad Aya.
-Dónde está ella -Preguntó un poco curiosa la camarera.
-¿Quien? -Dijo despistado Hanamichi.
-La madre de Aya -dijo un poco sorprendida por la pregunta.
La cara de Hanamichi se ensombreció antes de responder:
-Murió -pero entonces vio a la niña y una sonrisa triste volvió a su rostro.
-¡Ay! Lo siento, no pensé que...
-Tranquila no lo sabías -dijo él-. No pasa nada, de verdad. ¿Te importa si me quedo con las páginas de empleo? -Dijo señalando el periódico.
-No claro, faltaría más -dijo la chica marchándose a atender otros clientes. Pero se encontró con que el grupito de chicas que se acercó a la barra no quería consumir nada, solo querían información sobre el extraño pelirrojo. Ella estaba muy sorprendida por lo que el chico acababa de decirle, y se sentía muy mal por haberle preguntado. Sin pensar les contestó a las chicas que el pobre era viudo y que la pequeña era muy hermosa, como su madre añadió.
El grupo de chicas se fueron murmurando sobre eso a sus toallas en la arena. En pocos minutos el rumor que el joven pelirrojo que estaba en el chiringuito era viudo y tenía una hija de meses que era una belleza se extendió. Poco a poco empezaron a llegar chicas al local pidiendo algo para refrescarse y para poder ver si era cierto.
Lo que todas ellas vieron fue un chico pelirrojo, muy musculado, alto y de aspecto un poco temible, con una hermosa niña de no más de seis o siete meses en los brazos, jugando con ella, mientras intentaba leer el periódico. Todas ellas encontraron la escena terriblemente tierna y, tras quedarse unos minutos suspirando en una mesa cercana, volvían a sus toallas dónde contaban lo visto a las chicas de al lado.
Esa mañana ese chiringuito hizo una recaudación récord. La camarera no podía creerlo. Este año estuvo a punto de no abrir el local por miedo a que los beneficios no superaran los gastos. Pero ese pelirrojo era una mina de oro. Mientras muy atareada servía refrescos y helados, la chica no podía dejar de pensar que con el pelirrojo allí cada día quizá no tendría que cerrar. Al llegar el medio día la chica vio que el chico se levantaba y empezaba a recoger. En ese momento se decidió. Dejó de atender en la barra y se acercó al misterioso pelirrojo.
-Oye, disculpa -le dijo mientras colocaba la pequeña en el cochecito
-¿Sí? -Dijo él un poco desconcertado.
-Siento mucho lo de antes, yo no...
-Ya te he dicho que no pasa nada.
-Ya pero yo me siento fatal, deja que te invite a comer como mínimo -dijo ella.
-¿Qué? No hace falta mujer, además tú tienes trabajo -dijo él señalando la barra llena de chicas.
-No, de verdad estoy a punto de cerrar. Por favor.
-Pero es que no hace falta -Hanamichi no sabía como quitársela de encima.
-Muy bien, si no quieres que te invite por mi metedura de pata, ¿puedo invitarte para hablar contigo de negocios?
-¿De negocios? -Dijo él más desconcertado.
-Estás buscando trabajo, cierto.
-Sí, pero…
-Tengo una oferta que hacerte, solo te pido que comas conmigo, te lo cuento y luego decides. No es mucho pedir -dijo ella suplicante.
-Pero…
-Por favor -volvió a pedir.
-Está bien -dijo rindiéndose Hanamichi
-¡Sí! -Exclamó ella. Y sin decir nada más salió corriendo hacia la barra dónde pidió amablemente a los clientes que abandonaran las mesas, porque se iba a comer.
Tardó no más de cinco minutos en echar a todos, y cerrar.
-Está bien, vamos -dijo alegremente la chica llegando de nuevo al lado de un sorprendido Hanamichi.
-Sí claro. ¿Dónde quieres ir?
-Mi tío tiene un pequeño restaurante aquí cerca, si te apetece comer fideos... -dijo ella
-Está bien -dijo él un poco sin saber como actuar.
Caminaron dos calles y se metieron en un pequeño restaurante de comida tradicional. No había mucha gente. Se sentaron en una de las mesas del fondo. La chica se fue directo a la barra y encargó un par de boles de fideos. Luego volvió a la mesa.
Tras sentarse en frente del pelirrojo dijo:
-Mi nombre es Sayuri Hinna y el chiringuito de la playa era de mis padres, pero se jubilaron hace dos años así que ahora lo llevo yo.
-Encantado -dijo Hanamichi-. yo me llamo Hanamichi Sakuragi -Hanamichi no sabía que más decirle.
-Mira Hanamichi sé que quizá te suene un poco aprovechado lo que voy a decirte, pero en realidad no lo es. Mira, yo este año, no sabía si abrir mi local. Cada año viene menos gente y no sale a cuenta trabajar todo el verano si no hay beneficios.
-No supongo que no.
-Pero,..., esta mañana, el rato que has estado sentado con Aya en la mesa..., han venido muchas chicas preguntando quien eras, sabes?
-Lo he notado. Supongo que se preguntan que hace un tipo como yo con una niña tan hermosa como ella -dijo un poco abatido Hanamichi.
-En parte sí. Pero en cuanto han sabido que eras viudo ellas...
-¿Viudo?
-Sí -dijo un poco confusa la chica
-¿Yo? -Preguntó alucinando Hanamichi.
-¿No fue eso lo que dijiste esta mañana?
-¡NO!. ¡Como iba a ser yo el padre de Aya!. ¡Pero si soy muy joven!
-Yo pensé que...
-¿Pero como se te ocurrió semejante insensatez?
-Ay, no sé, como dijiste que su madre había muerto...
-Mamá murió, pero... -entonces Hanamichi entendió de dónde salía el error y dejó de gritarle a la pobre y confusa muchacha-. Aya es mi hermana. Mi madre fue la que..., no estoy casado, ni siquiera tengo novio, novia -rectificó cuando se dio cuenta de lo que había dicho.
-¡Ay, lo siento tanto, volví a meter la pata!. ¡Lo siento tanto!. ¡No pensé que...! -La chica estaba a punto de echarse a llorar.
-Tranquila -dijo él divertido por todo lo que estaba pasando. ¡Era todo tan surrealista!
-Yo... lo siento.
-Ei… -dijo él suavemente mientras le secaba una lágrima que le caía por la mejilla-. No llores, no pasa nada. Sayuri, mírame -le dijo levantándole el mentón con suavidad-. Tú no podías saber nada, no llores, de acuerdo. Anda mujer que no es para tanto.
Ella sonrió un poco cohibida ante la ternura y calidez del pelirrojo.
-Ahora cuéntame eso de los negocios que dijiste antes.
-Verás yo pensé... -pero la pobre no sabía como seguir-. ¿Oye puedo preguntarte algo primero?
-Sí claro -había algo en esa muchacha que le despertaba una mezcla de curiosidad, diversión y ternura.
-¿Porqué buscas trabajo?
-Para ganar dinero, como todo el mundo -respondió sin entender a que venía eso.
-Sí claro, pero me refería a...
-¡Ahh!. ¡Oh! Ya,… bueno papá murió hace años, y ahora que mamá tampoco está tengo que cuidarme de ella. Soy lo único que tiene. Las pensiones no dan para mucho y no quiero que le falte de nada.
-Perdón por preguntar, pensarás que soy una cotilla- dijo ella.
-Bueno un poco- dijo él en plan de broma-. Pero supongo que es normal, al fin y al cabo soy el genio Sakuragi y la vida de los genios siempre despierta interés.
-¿Qué es eso del genio Sakuragi? -Sin saber si le tomaba el pelo.
-Es como me conocen en el instituto.
-¿Todavía vas al instituto? -Dijo ella sorprendida. ¡Pero si era muy alto, parecía un muchacho de más de veinte años!
-Sí, bien no -dijo un poco confuso-. He acabado este año. En dos meses empiezo la universidad.
-Pareces mayor.
-¿Sí? -Dijo él sorprendido, siempre le habían dicho que era muy crío para su edad pero esa chica que no le conocía de nada le había tomado por alguien mayor. ¡Suficientemente mayor como para ser padre, y viudo!
-Sí. No pareces tener... ¿cuántos, dieciocho?
-Ajá -contestó él llenándose de nuevo la boca de fideos.
-¡Vaya! -Dijo ella todavía sorprendida "Pero si todavía es medio niño" pensó-. ¿Por qué no me cuentas eso de ser un genio?
-Bueno, es que soy un genio del baloncesto. El mejor jugador de mi equipo, que es el mejor equipo de la región y de todo el país -dijo Hanamichi con su tono de Tensai.
-¿Has jugado en los Nacionales?
-¡Claro! -dijo él en tono ofendido-. Y ganamos. Dos veces.
-Me parece que leí algo acerca del mejor jugador de baloncesto de secundaria hace como medio año o así. Una artículo de esa periodista del...¿como se llama?
-Minako -dijo Hanamichi con aire sombrío.
-¡Eso! Minako Hasagawa. ¿Hablaba de ti? -Preguntó un poco confusa la chica. Recordaba haber quedado impresionada al saber que ese chico había salido adelante pese a quedar huérfano a tan pronta edad.
-NO, hablaba de..., hablaba de Kaede -dijo en un susurro.
La chica no dijo nada. La cara del pelirrojo había cambiado de repente y no sabía el porqué.
Hanamichi la vio ponerse a comer fideos sin decir nada. Él intentó hacerlo mismo pero no pudo tragar.
-Jugábamos en el mismo equipo -aclaró Hanamichi-. Yo soy el chico con quien se fue a vivir cuando su casa se derrumbó con lo del metro- Añadió luego sin saber muy bien porqué. Absorto dejaba salir frases que su mente no podía frenar-. Justo cuando ambos creímos que todo nuestro mundo se había venido abajo nos encontramos, es curioso lo que el azar hace con nosotros -la chica siguió sin decir nada como esperando a ver si él quería contarle algo más. Pero Hanamichi no quería habla más de eso. Bufó y luego dijo-. ¿Bueno, qué era eso de lo que querías hablarme?
-¿Eh?. ¡Ah! Sí. Yo, verás,... la verdad es que ahora no tiene mucho sentido, yo creía que la niña era tuya, y por eso pensé, ..., pero no seguramente querrás aclararlo todo así que…
-Sayuri -la cortó.
-¿Sí?
-¿Quieres hacer el favor de decirme por qué me has traído aquí?
-Quería ofrecerte trabajo en el chiringuito.
-¡Pero si apenas me conoces!
-Ya, pero esta mañana, con lo de que eras viudo, y la niña,... ¿tú has visto lo lleno que estaba? Yo lo siento Hanamichi, se que es muy rastrero por mi parte, pero ya te he dicho que las cosas no van bien y si no encuentro la forma de..., voy a tener que cerrar. Para siempre.
-¿Ese sitio es muy importante para ti, verdad?
-Sí, lo es. He pasado mi vida allí. Desde que tengo memoria que cada verano he estado allí. Mis padres, ellos ya son muy mayores y quizá dentro de poco ese lugar sea lo único que me quede de ellos. Amo ese pequeño antro como no puedes imaginar. En él me enamoré por primera vez, allí di mi primer beso, allí cogí mi primera borrachera, en esa barra he llorado, he reído, he hablado de cosas que no puedes ni imaginar. Incluso mi mejor amiga se prometió en ese lugar.
-Vaya.
-Cuando mis padres eran jóvenes el local iba mejor y con sólo lo que se sacaban los veranos con él, más un pequeño sobresueldo de mi madre como costurera, con ello vivíamos bien. Gracias a ese trabajo he tenido a mis padres siempre a mi lado. Ese chiringuito me ha dado la oportunidad de crecer con ellos. Pero últimamente las cosas no van bien. Este año he estado a punto de no abrir. Y cuando esta mañana he visto la de gente que se acercaba…
-Entiendo como te sientes, pero…
-Ya sé que no está bien que te lo pida pero…
-No, si yo no quería decir eso. Lo que quería decirte es, si estás segura que ofreciéndome trabajo ganarás más de lo que vas a perder.
-¿Conoces la playa?
-No mucho, la verdad. Voy poco, porque me quemo enseguida -dijo el pelirrojo un poco sonrojado-. Y cuando voy he ido a la grande.
-Todo el mundo va a la grande. Queda más cerca del centro, y hay dos chiringuitos.
-¿Y eso que tiene que ver?
-Si hay dos lugares donde comprar la gente cree tener opción de elegir. Lo que no saben es que ambos locales son del mismo dueño. Un tipo que además no tiene reparos en hacer circular falsos rumores sobre el mal estado de mi playita y mi chiringuito. Hay menos gente en mi playa y encima los rumores de ese tipo parecen ser muy efectivos. He intentado de todo para llamar la atención de la gente pero parece que solo consigo alejarlos, muchos vienen a mi playa pero no consumen nada. Y esta mañana, tu sola presencia ha hecho acercarse a mucha gente.
-Muchas chicas -le corrigió.
-Sí bien, chicas o chicos lo que me importa es que consuman y que se den cuenta que mi local no tiene la peste, es más está más limpio que cualquier otro.
-Pero contratar a alguien más...
-Entiendo que no te parezca bien que te lo proponga. A mi tampoco me parece muy correcto y más sabiendo que no es cierto lo que dije esta mañana. Pero estoy realmente desesperada. No sé que hacer, y en ese momento pensé que quizá era una manera de sacar adelante todo.
-¿Porque... realmente en qué habías pensado?
-No lo sé -dijo ella con un poco de esperanza-. En que me ayudaras como camarero a las horas de más trabajo, quizá si todo iba bien podríamos ponernos a vender coco por la arena, no lo sé.
-Pero yo no sé si puedo ayudarte. Es decir me iría de fábula el trabajo, pero está Aya y...
-Pero sea cual sea el trabajo que cojas ella seguirá siendo un impedimento. Y a mi no me importa que la traigas.
-¿Todo el día?. ¿No le hará mal el sol? -Dijo un poco alarmado Hanamichi.
-Yo pasé por eso, ¿y estoy bien, no?
Hanamichi no contestó.
-No puedo prometerte un sueldo fijo, porque todo dependerá de lo que hagamos cada día. Pero podríamos pactar un porcentaje de la caja diaria.
-Sayuri, no sé. Yo,… es que…
-Está bien -dijo ella en tono resignado. Parecía triste, pero enseguida volvió a sonreír-. ¿Tenía que intentarlo, no?
-Tengo que pensármelo. Dame una semana, ok? Mi vida es un poco…
-¿Complicada?
-Sí.
-Está bien. Piénsatelo y sí quieres ya sabes dónde estoy. Lo que no sé es durante cuanto tiempo.
-¡No pongas esa cara mujer! Seguro que hallarás la manera de tirar adelante. Todos lo hacemos.
-Ya pero no es justo. Ese cabrón de Nitto se lleva todo y sus locales están hechos un asco, estafa a sus clientes y además ni siquiera se encarga él del lugar, contrata a otros. ¡Y yo que me esfuerzo tanto como puedo, casi no me da para sobrevivir al verano!. ¡No es justo!
-Hace muy poco alguien me recordó que la vida no es justa, pero que aun así hay cosas que debemos hacer.
-Ya lo sé. Pero me fastidia. ¡No sabes cuanto! -Exclamó ella.
Ambos muchachos acabaron de comer hablando de temas diversos. Por algún motivo se cayeron muy bien desde buen principio. La chica era divertida, y prácticamente sonreía todo el rato, haciendo que en sus mejillas se formaran unos graciosos hoyuelos. A Hanamichi esa chica morena y simpática le daba sensación de tranquilidad. Le pasaba con ella lo mismo que con Yohei.
Después de comer él la acompañó de nuevo hasta la playa y Hanamichi caminó hacia su casa.
Lo que ocurrió después, ya lo sabéis. Pues al fin, Hanamichi decidió hacer caso a su corazón, no pensar en lo que pudiera pasar e invitar a cenar a Kaede a su casa para "hablar".
Y hablaron.
Hanamichi por una vez aceptó sus miedos ante Rukawa, pues sabía que era la única manera de mantenerlo para siempre a su lado, dónde necesitaba que estuviera. Haciendo que finalmente la coraza de hielo se fundiera y Kaede se convirtiera en el ser más feliz de la tierra.
Esa noche durmieron abrazados, el uno al otro en la estrecha cama de Hanamichi.
Por la mañana Hanamichi y Kaede hablaron sobre los problemas económicos de Hanamichi. Hana estaba de acuerdo que lo más fácil sería ir a la casa de Kaede los tres, pero temía que eso pudiera molestar al moreno, pues cargar con la pequeña consideraba que sólo era responsabilidad suya. Pero Kaede le dijo que la pequeña no era un obstáculo y que si habían podido convivir cuando no se hablaban, ahora tendría que ser más fácil.
Fue Kaede quien propuso que no vendiera la casa de sus padres, sino que la alquilara. De ese modo ganaría dinero con ella, no teniendo que trabajar, sin perder la casa ni que se deteriorara por el desuso. Hanamichi encantado con la idea sonrió y en ese instante, viendo solucionados sus problemas de dinero a largo plazo, decidió aceptar la oferta de Sayuri.
-¿Kaede tienes intención de trabajar este verano?
-No me lo había planteado. La verdad es que la mayoría de trabajos de verano son de cara al público y yo...
-Ya- dijo Hanamichi.
-Además de momento con la pensión me basta. ¿Por qué?
-Hace unos días me ofrecieron un trabajo. Y creo que voy aceptarlo. No quise cogerlo en un primer momento porque no se si cobraré mucho. Pero ahora que los gastos del curso pueden quedar cubiertos con esto del alquiler, creo que lo aceptaré.
-¿Y de qué se trata?
-¿Sabes la segunda playa, la pequeña? Pues la cuestión es que la chica que lleva el chiringuito quiere que le ayude.
-¿Estás seguro de querer trabajar D'oaho? -Dijo Kaede pensando en lo bien que se estaba sin hacer nada en todo el verano más que jugar a baloncesto y dormir.
-Sí. Me cayó bien esa chica, y creo que puedo ayudar-la. Además el dinero siempre va bien.
-Pero ya no tienes que preocuparte por eso.
-Ya pero tengo ganas de hacerlo. No me gusta estar sin hacer nada. El verano pasado lo pasé fatal encerrado en esa casa sin poder salir y...
-Lo sé.
-Quiero empezar el curso que viene con energía, y... ¿Oye se puede saber porqué estoy dándote explicaciones?
-Porque eres mi…
-¿Tu qué?. ¿Kaede que somos a partir de ahora?
-Dos idiotas enamorados somos -dijo fastidiado por la inoportuna pregunta.
-No en serio -dijo mirándole directo a los ojos-. No necesito definir lo que hay entre nosotros, solo saber qué somos para los demás. ¿Has pensado en eso Kaede?
-No. ¿Y tú?
-Un poco. No quiero esconderme, pero sé que quizá tú...
-¿Quizá yo qué?. ¿Crees que he estado batallando todo el año para ahora esconderme?
-¿Así no te importa que sepan que te quiero? -Dijo esperanzado Hanamichi-. No es que tenga intención de publicarlo ni nada pero... -comentó burlándose.
-Idiota -le dijo Kaede tirándose encima suyo para hacerle tragar lo que había dicho.
El llanto de la pequeña, les distrajo de sus batallitas. Estaban tan tranquilos tumbados en la hierba del jardín que sin darse cuenta se les había hecho la hora de comer. Kaede se puso a hacer la comida mientras Hanamichi se ocupaba de Aya. No salió de la cocina hasta que supo que ella ya estaba arriba durmiendo la siesta, no fuera que la pelirrojo le diera por hacerle otra jugarreta y le dejara de nuevo a solas con la pequeña.
-Kaede -le dijo Hanamichi sentándose a la mesa-. Quiero vivir contigo, pero mientras no encontramos a quien alquilar la casa y todo, preferiría quedarme aquí.
Kaede no dijo nada pero Hanamichi solo tuvo que mirarle para entender.
-Es que queda más cerca de la playa. Pero puedes venirte a pasar estos días aquí. No podemos ir de vacaciones, pero quizá si las pasas aquí conmigo no te parezcan monótonas.
-A tu lado las cosas nunca son monótonas -dijo Kaede, tragando lo que tenía en la boca.
-¿Eso debo tomármelo como un sí?
-Está bien pero podemos ir esta tarde a casa. Quisiera recoger unas cuantas cosas. No puedo ir todo el verano con estos pantalones.
-Por mi, no hay problema -comentó Hanamichi sonriendo por debajo la nariz.
-¿Que has dicho? -Dijo Kaede intuyendo la broma de su pareja. ¡Que bien sentaba pensar en él como su pareja!
-Que por mi puedes pasar el verano con estos pantalones, te sientan muy bien.
-Idiota- le dijo lanzando-le un pedazo de pan.
-Pero si prefieres ir sin ellos… -siguió bromeando Hanamichi, ahora sí, muerto de risa por el sonrojo que consiguió arrancarle al moreno.
