NUEVO RITMO

Sin saber cómo las horas habían pasado volando. Al ir a casa de Kaede, éste quiso dejarla arreglada para no tener que preocuparse por ella en todo el verano y cuando volvieran a vivir en ella, juntos (¡como le gustaba esa idea!), estuviera lista para el nuevo curso.

Hanamichi por su lado tenía compras que hacer, la nevera estaba bacía y se acercaba el fin de semana. Además no le apetecía fregar y Kaede querría ordenar sus cosas tranquilo y todo eso, así que le propuso dividirse en dos equipos esa tarde. Él con Aya llenarían la nevera y luego le irían a buscar para, paseando, volver a la casa de sus padres.

Pero después de comer se tumbaron a hacer la siesta y se les hizo tarde. Con prisas se separaron y para cuando Hanamichi fue a buscar a Kaede ya había anochecido. Ambos estaban cansados del trajín de la tarde y Aya dormía colgada de la mochila para bebés con la que Hanamichi la transportaba. Total que acabaron quedándose a dormir en casa de Kaede. Pero como no tenían dónde poner a la pequeña, tuvieron que ingeniárselas para encontrarle un lugar seguro y cómodo para la noche. Colocaron el colchón de la cama de Hanamichi en el suelo de la habitación, rodeada por todos los cojines y almohadones que pudieron encontrar dejaron a la pequeña muerta de cansancio durmiendo en la antigua habitación del pelirrojo.

-Estás seguro que…- dijo Kaede poniendo mala cara.

-Está tan cansada que no se moverá hasta mañana por la mañana. Deja de preocuparte.

-No me preocupo pero…

-Sí, sí te preocupas y me encanta, pero necesito dormir. Mi espalda me esta matando, no puedo más.

Kaede no dijo nada, tenía intención, obviamente sin pedirle si lo quería o no, de hacerle un masaje en la espalda, y luego…

Pero cuando Hanamichi dijo que estaba cansado no mentía. En el tiempo en que Kaede se fue al baño a por el aceite corporal Hanamichi ya había caído rendido. Así que medio decepcionado, guardó todo en su sitió y se metió en la cama con él. El pelirrojo dormía acurrucado en una punta de la cama, mirando hacia fuera casi a punto de caer. Se tumbó a su lado deseando que se girara para como mínimo poder verle dormir, pero Hanamichi no se movía apenas y no quería despertarlo. Un poco triste se giró dándole la espalda e intentó dormir.

Casi lo había logrado cuando al otro lado de la cama Hanamichi se giró y le abrazó por la espalda posesivamente, escondió la nariz en su cabello y le dejó oír un casi murmullo:

-Mmmmmhhh -seguido de un suspiro. Pero luego Hanamichi siguió durmiendo, en realidad no había despertado, solo que instintivamente había buscado su calor.

Kaede sonrió para sí y finalmente se durmió.

Y así, con esa tranquilidad encima, empezaron las vacaciones.

Les quedaba una semana para que Hanamichi empezara a trabajar. Sin la obligación de levantarse temprano todavía. O eso pensaba Hanamichi la mañana siguiente cuando se despertó en la ancha cama del Kitsune.

Que agradable era dormir con él, en una cama tan ancha y cómoda, pensó su todavía dormido cerebro.

Lo había despertado una molesta sensación de frío, estaba todavía en ese lugar entre el sueño y la vigilia, pero pudo darse cuenta que le faltaba esa sensación de calidez que lo había arropado toda la noche. Un escalofrío le recorrió la espinada. Cuando por fin pudo abrir los ojos vio que lo que le había despertado había sido Kaede. Éste se había levantado y estaba sentado en los pies de la cama enrollado en la sabana, habiendo dejado a Hanamichi destapado. El pelirrojo se levantó y se fue a sentarse a su lado, enrollándose con él debajo la colcha azul cielo que durante la noche de verano habían desterrado a patadas a los pies de la cama.

-¿Se puede saber que haces? -Le preguntó temblando. Era temprano y la ventana abierta dejaba entrar el aire fresco de la mañana.

-Pensaba -dijo pensativo Kaede.

-¿Y en qué pensabas? -Dijo Hanamichi, que sabía que la única manera de sacarle información era con paciencia y las preguntas adecuadas, (aunque eso no quiere decir que siempre consiguiera tenerlo presente).

-En que deberíamos contarle a Kaho que... Me preguntaba si deberíamos llamarla.

-¿Quieres arriesgarte a contarle la verdad?

-Yo no quiero mentirle, además no es ningún riesgo ella ya sabe que te amo -le dijo Kaede dejando que lo estrechara entre sus brazos.

-¿Se lo dijiste la mañana de la denuncia, cuando se lo contaste todo verdad? -Suspiró Hanamichi.

-Sí. En realidad se lo tomó mejor de lo que esperaba.

-Invitémosla a comer mañana, podemos invitar también a Yohei y Naoko.

-¿Estas seguro? -Preguntó Kaede.

-Sí -dijo el pelirrojo.

-Está bien pero cocinas tú -dijo muy bajito acomodándose entre los fuertes brazos de Hanamichi oliendo su perfume.

Se quedaron así unos instantes cada uno sumido en sus pensamientos, hasta que Hanamichi le preguntó.

-¿Kae, que hay en el baúl?

-¿Eh? -Dijo el moreno desconcertado.

-¿Qué guardas en él?

-Nada supongo. Ya te dije una vez que no sé que hay. ¿Por qué?

-¿Cómo que porqué?. ¿Como puedes no saber qué hay en un baúl que es tuyo? Es decir, si es que es tuyo...

-Es que no es del todo mío -dijo Kaede.

-¿Qué? -Dijo Hanamichi dejándolo medio sordo.

-Era de mi abuelo. Por lo que sé, él lo construyó… pero no sé como abrirlo -reconoció al final. Pero no quiso entrar en detalles.

-¿Cómo que no sabes como abrirlo?

-No hay forma de abrirlo. Y no quiero romperlo.

La curiosidad de Hanamichi los llevó a ambos al suelo. Sentados frente al enorme baúl de madera rojiza, se enrollaron otra vez con la colcha y se dispusieron a observarlo.

Estaba muy trabajado. Estaba adornado completamente con motivos animales. Los relieves eran muy delicados, y todas las figuras estaban muy bien proporcionadas, y eran muy fácilmente reconocibles. Mirados al detalle, había decenas de figuras distintas.

-No hay un solo dibujo repetido -dijo Kaede pasado un rato de intensa observación-. El que mas me gusta es este elefante de aquí -dijo señalando un precioso elefante indio situado en lo que debería ser la tapa del baúl.

-Es precioso. No me extraña que no quieras romperlo. Pero me da, no sé, un poco de cosa dormir con algo en los pies de la cama que no sé qué contiene. Podría ser cualquier cosa.

-Ahí reside su encanto.

-No sé yo que encanto le ves. Si hasta podría haber las cenizas de alguien -comentó Hanamichi. Con ese comentario se ganó que Kaede se levantara diciendo:

-Has visto demasiadas películas ¿Cómo van a ser cenizas? Anda bajemos a desayunar, que la falta de alimento te ha afectado la cabeza.

Discutiendo entre risas bajaron a desayunar. Luego de ocuparse de la pequeña Aya, decidieron hacer las bolsas de deporte y salir.

El día era claro, el cielo azul estaba adornado con unas nubes blancas que corrían por el cielo transportadas por el viento que soplaba impidiendo que el día se convirtiera en demasiado caluroso. Pasaron el día en el parque. Jugaron en la cancha, en el césped con Aya, pasearon, descansaron en la sombra agradable de los árboles… y cuando llegaron a casa ya era casi hora de cenar.

Ambos rebosaban de felicidad. Había sido un día tranquilo, soleado y perfecto. Habían jugado juntos de nuevo, habían jugado con la pequeña, habían en definitiva pasado las horas de más paz y tranquilidad que ambos recordaban desde que eran niños pequeños. Volvieron a la casa de Kaede, pero solo para que finalmente éste recogiera todo lo que necesitaba y finalmente la cerraron para volver a la casa de Hanamichi para el resto del verano.


Ahora, una vez en la casa de Hanamichi de nuevo, mientras Kaede preparaba una cena rápida, Hanamichi se duchó y luego puso la mesa mientras quien se duchaba era el moreno.

Sentados ya en la mesa cenando Hanamichi hizo un comentario un tanto extraño que captó la atención del moreno de una forma inesperada.

-Oyje Kfaede -ante la mala cara de Kaede, Hanamichi decidió tragar lo que tenía en la boca antes de continuar-. Sé que crees que veo demasiadas películas, pero he estado pensando en el baúl de tu abuelo, y quizás esconde algo. Es decir, con lo que pesa seguro que hay algo dentro y debe haber algún modo de abrirlo sin romperlo. Quizá sea como un puzzle o algo. Estoy casi seguro que esconde algún secreto y me muero de curiosidad. Quizá tiene algo que ver con tu familia. ¡Te imaginas que es alguna leyenda antigua, o quizá una adivinanza! No sé, pero parece muy misterioso. Me gustaría que para descubrir qué hay dentro tuviéramos que vivir alguna aventura.

-Hanamichi... -dijo en un susurro Kaede.

-¿Si? -Dijo el pelirrojo levantando la cabeza del plato de arroz.

-Yo... -la cara de Kaede fue completamente indescifrable para él.

-¿Qué ocurre Kaede? -Dijo un poco preocupado por su reacción. Quizá había dicho algo que no debía. Siempre le pasaba lo mismo, no podía cerrar esa bocota, y solo hacía que meter la pata.

Pero Kaede no decía nada, sólo le observaba. Lo miraba como si fuera la primera vez que lo veía. Lo repasó de arriba a bajo como evaluándole, y luego…

-¿Es que no es suficiente aventura volver a vivir juntos? -Pero el tono no era recriminatorio, todo lo contrario, lo cual desconcertó a Hanamichi que no supo qué contestarle.

-¿Pero qué…?. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Es decir…

-Sigues siendo un Torpe -le dijo Kaede, pero luego, para alivio de Hanamichi sonrió. Lo que indicaba que no estaba enfadado, así que Hanamichi reaccionó como lo hacía siempre:

Gritándole barbaridades por doquier, a pleno pulmón y casi sin respirar.

Kaede, que ahora sabía como callarlo, se levantó muy seguro de su silla, lo hizo levantarse, aunque el pelirrojo no calló al hacerlo y luego simplemente le besó. Con gula, con ansia, con diversión. Como lo había deseado hacer, antes de ésa, miles de veces.

Había dulzura en ese beso y pasión, pero sobretodo necesidad. La necesidad de sentir al otro cerca. Necesidad que ambos tenían y dejaban salir acercándose el uno al otro hasta que la totalidad de sus cuerpos estuvieron en contacto. Abrazados, recorriendo el cuerpo del otro con sus manos, sintiendo las manos de otro recorriendo su torso, espalda, cuello, cabello, espalda, la barriga,…

El ritmo del beso, que había aumentado rápidamente, disminuyó hasta ser lento, meticuloso, con una cadencia irreal.

Ambos muchachos se habían entregado por completo a las sensaciones de sus cuerpos apartando de si cualquier intento de sus mentes de intervenir.

En ese instante todo había dejado de existir. La cena había quedado totalmente olvidada. En ese momento solo importaban ellos y lo que sentían, lo que se hacían sentir.

No precisamente poco a poco, la necesidad de cercanía se convirtió de pleno en deseo. Deseo del otro cuerpo piel a piel con el propio, deseo de arder junto al otro, deseo de poseer, de sentirse dueño pero también de sentirse poseído.

Sin mediar palabra, pues sus bocas no se despegaron la una de la otra, se separaron de la mesa y, torpemente, dándose con cada mueble que encontraban, llegaron al sofá. Allí, se separaron unos instantes para sacarse mutuamente, con más prisas que acierto, las camisetas, y luego se tumbaron el uno encima del otro. Lentamente Kaede se reclinó sobre el cuerpo semidesnudo de Hanamichi entrelazando sus manos encima la cabeza de éste, mirándose a los ojos vidriosos de deseo, de felicidad, hasta quedar piel a piel y dejando finalmente sus manos vagar libremente por esos cuerpos cada vez más calientes.

Los besos habían vuelto a adquirir velocidad y pronto no se conformaron con besarse las bocas sedientas, los labios hinchados y, cual vampiros atraídos por los cuellos, se abandonaron a la exploración.

Kaede, que se encontraba encima, descendió por el cuello Hanamichi dando besos hasta el pecho del pelirrojo dejando un rastro de humedad a su paso. Dónde ya sea por iniciativa propia o por haber oído anteriormente lo placentero de ese acto, se aventuró a lamer los pezones, se dedicó a ello con devoción y alevosía. Primero tímidamente, esperando la respuesta de Hanamichi, que inmediatamente fue de arquear la espalda, al tiempo que la respiración se volvía entrecortada y rápida, luego ya no pudo evitar hacerlo con ansia, con gula.

Cuando los pantalones empezaron a ser una molestia insoportable fueron atropelladamente retirados de esos cuerpos jóvenes, otra vez con demasiadas prisas para hacerlo rápido.

Dentro de la ropa interior la excitación de ambos era evidente. Y al volverse a tumbar uno encima del otro poniendo en contacto sus cuerpos, esta vez más íntimamente, les produjo un escalofrío que les recorrió de pies a cabeza.

Por unos instantes volvieron a mirarse a los ojos. Ninguno de los dos sabía qué hacer, como seguir.

-Te deseo- susurró el moreno con voz un poco ronca.

Hanamichi se estremeció al oírle y Kaede que ya llevaba la iniciativa, decidió seguir bajando con sus caricias y besos, incapaz de detener esas ansias que sentía dentro de sí.

Recorrió el abdomen, las piernas, incluso los pies de Hana antes de llegar a sus genitales. Le ayudó a retirarse los calzoncillos y luego, entre temeroso, turbado y excitado, tomó entre sus manos el palpitante miembro de Hanamichi.

El pelirrojo no pudo más que arquearse y abandonarse finalmente al contacto de esas manos calientes, grandes y firmes en su miembro ya bastante hinchado. Tras unos masajes, Hanamichi notó como algo húmedo acariciaba su pene, y al abrir sus ojos se encontró con Kaede de rodillas al lado del sofá jugando con él como si fuera un helado o un chupa-chups. La lengua era caliente pero el rastro de saliva refrescaba su piel ardiente.

-Aaahhhh, Kaede -no pudo evitar susurrar con la respiración por completo desacompasada.

La imagen de Kaede desnudo y excitado junto a él, con el masaje que le estaba dando, era lo más erótico que la mente de Hanamichi era capaz de asociar en ese instante. No tardó mucho en llegar al orgasmo, expulsando ante la cara divertida y curiosa de Kaede su simiente blanquecina.

Abrió la boca para gritar, pero de su garganta no salió más que una pequeña exhalación. Y quedó tendido en el sofá en una nube de irrealidad y felicidad infinita.

Pero no tardó en notar que Kaede se había vuelto a tumbar encima de él, se había quitado finalmente su ropa interior, y se restregaba contra su cuerpo mientras le besaba desesperadamente por todos lados como si en ello le fuera la vida.

En realidad Kaede intentaba estimularse de ese modo para apagar el sofocón que le había producido ver a Hanamichi correrse en sus manos de ese modo.

Hanamichi quiso entonces moverse para adquirir una posición que le permitiera ayudar a Kaede, pero las ansias de alivio de Kaede eran demasiadas, no se pusieron de acuerdo y tras intentar darse la vuelta y hacerse un lío de manos y pies fenomenal, acabaron cayendo del sofá con un gran estruendo.

Ya en el suelo les dio la risa por lo estúpido de la situación.

Con tiernos besos y arrumacos acabaron otra vez liados de manos y pies, esta vez en el suelo. Se inició entonces una lucha por el control de la situación.

Sin dejar de besarse por todos lados, dieron un par de vueltas por el suelo uno encima del otro, Hanamichi consiguió tumbar a Kaede boca abajo, y él se tumbó encima impidiéndole moverse.

Le lamió el cuello torturándolo susurrándole al oído

-Yo también te deseo Kaede Rukawa…

Kaede luchaba para conseguir sacárselo de encima, para volver a dominarle. Finamente logró dar la vuelta a la situación. Pero Hanamichi seguía agarrándolo pegado a su espalda, esta vez debajo suyo, ambos boca arriba.

-No lo lograrás, no te soltaré, jamás…

Kaede luchó para liberarse hasta que la necesidad de descargar pudo con su voluntad de dominar al pelirrojo, y acabó cediendo.

-Está bien, me rindo,... Hanamichi por favor -suplicó lleno de sensualidad, cogiéndole la mano que le sostenía el abdomen y colocándola en su miembro.

En ese momento Kaede estaba encima de Hanamichi ambos boca arriba mirando al techo. El pelirrojo se esmeró en hacer lo que Kaede le había hecho antes, hacerle llegar a lo más alto. Mientras con una mano lo estimulaba directamente en el miembro palpitante, la otra le recorría audazmente el pecho y el abdomen, pellizcando de vez en cuanto sus pezones rígidos de excitación. Mientras, con su boca, siguió lamiendo el cuello y el lóbulo de la oreja de Kaede, que era lo que en esa posición alcanzaba, mientras le dejaba oír casi como un susurro los propios gemidos guturales que salían de él.

Kaede, como antes Hanamichi, no tardó en liberar su semen con un orgasmo lleno de espasmos incontrolables de su propio cuerpo sobre el cálido del pelirrojo.

Pero el pene de Hanamichi se había erguido de nuevo con todo ese juego y los espasmos de Kaede contribuyeron enormemente en hacer crecer el deseo de Hanamichi de penetrar a Kaede, pues su miembro no había parado de restregarse contra sus nalgas.

Kaede notó los movimientos de Hanamichi debajo suyo e intuyó lo que quería hacer el pelirrojo. Por eso se giró, para enfrentar su mirada. Los ojos canela le miraban brillantes de deseo, expectantes, esperando su aprobación, pero a pesar que sentía también ese deseo de sentirse poseído por el fuego de Hanamichi, también tenía miedo. No lo había hecho nunca, ninguno de los dos y le daba miedo el dolor.

-Pero si lo hacemos, quiero poder verte la cara en todo momento -susurró un poco inseguro Kaede.

Hanamichi pudo ver el miedo en esos ojos azules y le contestó antes de besarle:

-Así será, te lo prometo, cuando ambos estemos preparados.

Entonces Kaede hizo el intento de replicar, pero los labios carnosos de Hanamichi le impidieron decir nada.

-Quiero que cuando ocurra sea porque sale de ambos. Será muy especial, pero no va a ser hoy. Ahora solo ayúdame con esto y vayámonos a dormir a la cama.

-Te quiero -susurró Kaede emocionado, le besó y luego se empleó al máximo en hacerle pasar un buen rato a Hanamichi con su boca y sus manos de nuevo alrededor de su sexo.


La mañana siguiente se levantaron temprano, arreglaron la habitación, se ocuparon debidamente de Aya, bien Hanamichi lo hizo mientras Kaede bajaba para enfrentarse al desorden dejado en el comedor, el salón y la cocina la noche anterior.

Desayunaron y luego se ocuparon de adecentar el resto de la casa.

Kaho fue la primera en llegar, en realidad Yohei y Naoko no podían ir a comer con ellos, pero prometieron acercarse un rato por la tarde. Cuando ella llegó ellos se encontraban en la cocina todos llenos de harina.

Fue Hanamichi quien le abrió la puerta y tras un emotivo abrazo la hizo pasar hasta la cocina.

-¿Pero que estabais haciendo? -Preguntó ella.

-Nada -dijo Hanamichi. Pero la mirada de Kaho dejaba claro que no colaba.

-Intentaba enseñarle a hacer un pastel -dijo Kaede recuperando la compostura.

-Eso no es cierto, tú hacías el pastel y mientras tanto me has llenado de harina -se quejó Hanamichi como un niño pequeño.

Pero algo en esa discusión era distinta a la que Kaho hubiera esperado. No sabía muy bien qué era. ¿Quizá la falta de insultos despectivos?. ¿Qué había ocurrido para que ese par hubieran pasado en tan poco tiempo del odio a esa relación tan… amigable?

-Me alegro que os hayáis reconciliado -comentó.

Mientras Kaede acababa de hacer los postres Hanamichi y Kaho salieron a la terraza, dónde él puso la mesa mientras ella se entretenía jugando con Aya en brazos.

-Está preciosa -comentó admirada.

-Sí -dijo lleno de orgullo el pelirrojo.

-Me sorprendió tu llamada -dijo la chica.

-Sí bien -dijo Hanamichi sin saber que decir.

-¿Tiene algo que ver esta comida con lo que hablamos hace unos días sobre vender la casa? -Preguntó ella poniendo la niña en su regazo.

-Más o menos -dijo un poco misterioso él-. Al final he decidido no venderla -dijo poniendo los vasos.

-¿Y eso?

-No me gusta la idea de venderla, así que voy a alquilarla.

-¿A quien?

-Aún no lo sé, lo decidí hace muy poco, así que todavía no he encontrado a nadie.

-¿Volverás a vivir con él? -Preguntó un poco asombrada Kaho.

-Así es -dijo Hanamichi sonriendo al mirar hacia la cocina dónde Kaede acababa los postres.

-¿Tanto así han cambiado las cosas? -Preguntó sorprendida la chica.

-En realidad no -dijo Kaede saliendo a la terraza con la comida preparada por el pelirrojo en las manos.

La comida fue alegre pero la conversación un poco rara. Los dos muchachos que no sabían como decirle lo de su relación a Kaho. Querían contárselo pero no es algo fácil de hacer. Y menos después de que ambos la mantuvieran alejada el máximo posible de sus vidas por mas de seis meses. Por otro lado Kaho sabía qué sentía Kaede por el pelirrojo, pero no estaba segura que el pelirrojo estuviera al tanto de ello.

Luego de los postres, Hanamichi se tumbó en una hamaca que había instalado días atrás en un rincón el jardín con Aya tumbada en su pecho y ambos quedaron dormidos. Hecho que Kaho aprovechó para hablar con Kaede.

-Me alegro de ver que os lleváis mejor -le dijo ella.

-Bien, sí. En realidad es más que eso.

-¿Entonces se lo has dicho? Sabe que tú… -dijo Kaho intuyendo que esa extraña sensación de camaradería que había percibido en ellos seguramente se debía a que estaban juntos.

-Sí -dijo mirando hacia la hamaca. Luego añadió- en realidad todo lo empezó él. Yo no estaba muy… -intentó suavizarlo Kaede.

-Supongo que el año pasado no fue precisamente fácil. Aguantaste muy bien -comentó ella.

-En realidad Kaho no tanto. ¿Puedo confesarte algo, ahora que él duerme? -Dijo Kaede, aunque no estaba seguro que fuera cierto. Hanamichi parecía dormido, pero el moreno sospechaba que estaba atento a todo lo que decían.

-Sabes que por encima de vuestra vigilante, soy una amiga, puedes contarme lo que quieras. ¿Te ocurre algo? Pareces tenso -dijo al ver la cara extremadamente seria de Kaede.

-No, más bien. Es que yo..., verás tengo una idea dando vueltas en la cabeza, tranquila no es nada importante, solo es algo que me tiene un poco inquieto, pero no quería hablarte de esto. Antes decías que aguanté mucho el año pasado y es cierto, pero ha valido la pena -dijo sonrojándose un poco.

-Así que él también… -exclamó la chica.

-Eso creo… -dijo con un dejo de tristeza.

-¿Pero por qué esa cara? Deberías estar contento.

-Estoy contento, pero me angustia que…, la gente no va a tomárselo muy bien y no sé si él es consciente de ello -otra vez la presencia de Kaho lograba sonsacarle lo que estaba pensando.

-Pero cariño, seguro que sí. Puede que haga creer a todos que es un atolondrado cabeza hueca, pero ambos sabemos que no es cierto -intentó consolarlo la mujer.

-Ya, quizá sí, pero es que en realidad a mí quien me preocupa no es él, es la niña -Kaede sonaba nervioso y Hanamichi que definitivamente había estado escuchando todo decidió intervenir:

-¿Te preocupa Aya?. ¿Te preocupa que moleste? -Dijo Hanamichi incorporándose con la niña todavía durmiendo en sus brazos, y mirándolo con los ojos muy abiertos y cara de enfado.

-¡No! Solo digo que me preocupa ella. Lo que digan de nosotros no durará solo un día o dos y ella va a crecer en medio de todo. ¡Me preocupa vale! Además no hablaba contigo Idiota -se defendió Kaede.

-Lo que digas de ella también me afecta a mi así que me meto si quiero -le contestó levantándose de la hamaca y acercándose a ellos.

-Chicos por favor no discutáis -dijo conciliadora Kaho.

-Kaho tenemos un problema -dijo Kaede-. Nos hemos enamorado y queremos vivir juntos pero Aya... -dijo así sin más, cosa que hizo saltar al pelirrojo.

-¡No sabía que Aya supusiera un problema! dijiste que… -dijo abrazándola más contra su pecho.

Ella con los gritos despertó poniéndose tensa empezó a llorar espasmódicamente.

-Pero Aya -siguió Kaede sin hacer menor caso de los gritos del pelirrojo ni los de la niña-. Me da miedo que tenga problemas por nuestra culpa -entonces encaró a Hanamichi y mirándole a los ojos le dijo-. No es un problema para mí Hanamichi, pero no quiero que sufra por nosotros. Ella lo es todo para ti y me da miedo que estando juntos ambos sufráis -dijo acariciando a la pequeña, que se tranquilizó tras el susto inicial, con las cálidas palabras y la caricia del moreno-. Ahora ya lo sabes.

-Eres un idiota -replicó Hanamichi todavía con el ceño fruncido.

-¡Chicos! -Dijo Kaho para que ambos callaran-. A gritos no solucionareis nada -dijo tomando a la niña en brazos y apartándose para que pudieran hablar ellos solos tranquilamente.

-¿Kaede, porqué no me lo dijiste? Cuándo te pregunté yo… -dijo Hanamichi.

-¡Porqué no sabía como! -Confesó Kaede bajando la cabeza-. Pensé que quizá Kaho podría ayudarme. Ella trabaja con niños, ella sabe como tratarlos, solo quería que alguien me dijera que todo iba a salir bien, que por una puta vez… Necesitaba que me dijera que podía cuidar de una niña y que podía hacerlo bien -dijo sin mirar a Hanamichi.

-Pero eso ya te lo he dicho yo, no? -dijo Hanamichi acercándose a él y levantándole el mentón para que le mirara a los ojos.

-Sí -dijo bajito Kaede-. Pero eso no me sirve. Porque tú no puedes ser objetivo.

-Kaede… -susurró Hanamichi y luego le besó.

Kaho les miraba desde la cocina medio emocionada y medio avergonzada por el espectáculo. Cuando se separaron entraron a la casa. Hanamichi le quitó a la niña de los brazos con un gracias y Kaede le dijo:

-¿Kaho tú también piensas que a Aya no le va a afectar para nada que la criemos nosotros?

-Claro que no. Kaede no vas a poder evitar que tenga que enfrentarse al que dirán, ni creo que debáis hacerlo. En realidad no es tan difícil, solo tenéis que quererle mucho y si ella lo sabe y sabe que os amáis, lo entenderá. El resto vendrá solo. No es fácil educar a un niño, pero no por eso debes tener miedo de no hacerlo bien Kaede.

-Gracias -dijo Hanamichi abrazando con su brazo libre la cintura de Kaede, que no pudo decir nada.

-¿Cuando ocurrió? -Preguntó ella cambiando de tema-. ¿Que pasó?

-Ya sabes que no ha sido ahora Kaho -dijo Kaede

-¿Y tú?

-Yo... bien... no lo sé, cuando nos pusiste a vivir juntos y lo conocí, bien no puedo decir que ya le amara, pero antes de marcharme yo ya sabía que él me quería y saberlo de algún modo me reconfortaba. Pero cuando nos, bien cuando me marché…, me dolió mucho lo que hizo, no lo entendía, me sentí estafado, traicionado de algún modo. Luego pasó lo de mamá y con Aya y todo, me quedé muy abatido. Pero aún así no podía sacármelo de la cabeza. Entonces apareció Yohei contándome lo que Kaede había hecho por mí, lo de la beca, y luego me contó todo lo que ocurrió durante el curso. Corrí a pedirle perdón…, bien más o menos -exclamó Hanamichi al ver la cara de Kaede-. La cuestión es que cuando le vi de nuevo supe que fuera lo que fuera lo que había habido entre nosotros seguía allí. Solo necesitaba definir qué era. Cuando por fin pude aclararme, le hice venir a cenar y ya no he dejado que se marchara.

-Es muy bonito -susurró Kaho.

-No lo ha sido todos estos meses -dijo Kaede- pero la espera ha valido la pena -añadió acurrucándose en los fuertes brazos que todavía le abrazaban por detrás.

-¿Ya lo habéis contado a vuestros amigos?

-No, en realidad Yohei tiene que estar por llegar. Tú has sido la primera en saberlo.

-Que honor -dijo ella riendo-. ¿Puedo preguntaros algo?

-Claro -dijo Kaede.

-¿Pensáis hacerlo público o esconderlo?.

-No vamos a hacer nada. Si la gente se entera, pues bien, y si no también. Pero no vamos a escamparlo por ahí como un chisme, ni vamos a negarlo tampoco si nos preguntan -explicó el pelirrojo.

-¿Y con los nuevos compañeros de equipo? Ya habéis pensado en que podríais tener problemas.

-No creo -dijo Kaede. Pero pensar en eso le puso un poco tenso y se separó de Hanamichi poniéndose a preparar un te.

-¿Pero y si se enteran y quieren echaros?

-No harán tal cosa. Sin nosotros el equipo no es gran cosa. Además el entrenador nos apoyará -contestó Hanamichi muy seriamente.

-¿Que te hace pensar eso, Hanamichi?

-Si tenemos problemas con el nuevo entrenador Ansai le pondrá en su lugar -dijo mirando a su hermana que nuevamente se había dormido en sus brazos.

-Pero él es un hombre ya mayor, quizá no lo entienda. Qué os asegura que interceda por vosotros -aunque sabía que lo acababa de decir eran solo sandeces, quería ver que tan seguros de ellos mismos estaban ambos.

-Lo hará -reafirmó Kaede girándose des de los fogones y mirándole directo a los ojos.

-¿Como lo sabéis? -Insistió Kaho.

-Porque ya lo hizo antes -contestó Hanamichi dejando a la pequeña en su cochecito-. Él ya apoyó Mitchy y al cuatro ojos cuando decidieron empezar a salir juntos. El viejo es inteligente.

-El tío Ansai me advirtió que esto podía suceder, pero nunca le hice caso-. comentó la mujer adoptando una pose de derrota.

-¿Quieres decir que Ansai sabía desde el principio todo? -Exclamó enfadado Hanamichi.

-¿Ansai es tu tío? -Dijo un poco más suspicaz Kaede.

-Sí, Ansai es mi tío, bien políticamente hablando. Su mujer es la hermana de mi madre adoptiva. No te enfades Hanamichi -dijo la chica al ver que este empezaba a ponerse rojo-. Pero no podía decíroslo, además ¿no creerías ni por un momento que sería tan irresponsable de meteros a vivir juntos sin antes averiguar cuanto pudiera sobre vosotros, verdad?

Pero la cara de ambos muchachos le dijo que sí se lo habían pensado.

-Antes de arriesgarme, necesitaba saber que el proyecto podía salir adelante. Busqué información sobre ambos, descubrí que ibais al mismo instituto e incluso jugabais juntos y, todavía mejor, era el instituto de mi tío. Por eso fui a hablar con él. Cuando me habló de vuestras riñas y discusiones tuve miedo y estuve a punto de no juntaros. Me advirtió de vuestra rivalidad, pero luego añadió que aunque no lo pareciese estaba seguro que vivir juntos podía iros muy bien a ambos. Me picó la curiosidad y le pregunté porqué, y él me dijo simplemente porque os complementabais. Incluso haciendo todo lo posible para que vuestra relación no funcionase, no podíais evitar compenetraros. Me convenció que si lo hacía bien podía poneros a vivir juntos y que todo podía acabar muy bien para todos.

-El viejo siempre tiene razón -dijo Hanamichi con una sonrisa.

-Sí pero no acabó todo tan bien. Mi proyecto se fue al traste cuando dejaste la casa, y… -dijo la chica. Hanamichi bajó la cabeza en señal de arrepentimiento.

-No fue culpa suya -intercedió Kaede.

-Lo sé, y tampoco tuya Kaede. Al fin y al cabo si no os hubierais separado entonces, habrías acabado juntos igual, así que mi proyecto no se hubiera salvado de todas formas. Yo me arriesgué con vosotros y os agradezco que vosotros también os arriesgarais con mi idea. Quizá mi jefe tuviera razón.

-Kaho, tu proyecto es bueno, solo que escogiste mal los conejitos de indias -dijo Kaede.

-No. Si volviera a estar en la misma situación volvería a juntaros. Al principio dudaba pero en cuanto os conocí un poco mejor, supe que el tío Ansai estaba en lo cierto. Sois complementarios y sabía que juntos podríais salir de ese agujero. Y en realidad ese era el objetivo de mi proyecto, aunque no he conseguido hacérselo ver a mi jefe.

-Gracias Kaho -dijo Hanamichi que soltó a Kaede para abrazarla.

Poco después llegaron Yohei y Naoko. Ambos estuvieron muy contentos de saber que finalmente las cosas entre Hanamichi y Kaede se habían arreglado. Yohei les recriminó que no le hubieran dicho nada hasta entonces, pero lo calmaron con la ayuda de Naoko. Que muy comprensivamente entendió que habían necesitado ese par de días para ellos y que ése no había sido un paso fácil de hacer, ni había sido tomado a la ligera.

Pasaron una agradable tarde en el jardín, jugando con la pequeña Aya, y hablando distendidamente sobre los planes de futuro de todos ellos.

Yohei les contó que había decidido entrar de aprendiz en la carpintería del padre de Naoko. Ella por su parte quería estudiar y estaba matriculada en Periodismo, como Kaede. Hanamichi les contó que tenía intención de alquilar la casa e ir a vivir con Kaede y la pequeña. También hablaron de las vacaciones y aunque Hanamichi tuvo que renunciar a pasar unos días con su amigo en casa de sus padres como había hecho otras veces en veranos anteriores porque quería trabajar, acordaron que se verían todos juntos algún que otro fin de semana.


Esa misma noche, cuando Kaede y Hanamichi quedaron de nuevo solos, el moreno le dijo:

-Oye Hanamichi.

-¿Sí?

Estaban ya en la habitación, habían recogido todo, habían lavado los platos, puesto a dormir a Aya y ahora se preparaban para ir a dormir.

-¿El trabajo será de todo el día verdad?- le preguntó Kaede quitándose la camiseta.

-No estoy seguro. ¿Por qué? -Dijo Hanamichi sentado en el borde de la cama desatándose las zapatillas.

-Porque en ese caso deberíamos aprovechar estos días antes que empieces para arreglar la casa.

-¿La casa?. ¿No la limpiaste ya ayer?

-Sí, pero deberíamos arreglar las habitaciones.

-¿Qué…?

-No vamos a dormir separados.

-No claro pero…

-Podríamos arreglar la tuya para Aya y tu pasar a la mía.

-¿Y por qué no pasas tu a la mía y Aya se queda con la tuya? -Se quejó Hanamichi más por el vicio de llevarle la contraria que por que la idea le pareciera mal.

-Porqué la mía es más grande -dijo simplemente Kaede tumbándose en la cama.

-¿Como que la tuya es más grande, me diste la habitación pequeña? -Eso sí que no le había gustado, para nada.

-No, pero hice obras en la casa y la tuya quedó más pequeña ¿no lo notaste?

-No me fijé, era tarde y estaba cansado. ¿Qué has hecho?

-Corrí la pared que separaba ambas habitaciones e hice un vestidor para poder quitar el armario y ganar espacio.

Hanamichi no dijo nada así que Kaede siguió con lo que había dicho al principio.

-Es que cuando acabes de trabajar no vamos a tener mucho tiempo porque pronto empezarán las clases. Y vamos a tener que dejar esta casa lista para poder alquilarla, eso ya nos dará mucho trabajo. Tendríamos que preparar la habitación de la niña ahora.

-Supongo que tienes razón, mañana mismo volveremos a tu casa para empezar a arreglarlo -dijo Hanamichi, ya se cansaba solo con pensar en lo que tenían que hacer.

-Hanamichi, no es mi casa, es NUESTRA casa.

-Lo sé, solo que se me hace raro decirlo así. Han pasado tantas cosa, y…

-Lo sé. Pero todo empezó por esta misma discusión, y no quiero que…

-Tranquilo, no volveré a marcharme de ese modo, nunca más -le dijo tumbándose encima suyo y mirándole directo a los ojos.

-¿Lo prometes?

-Lo prometo.

Entonces se besaron.

Hanamichi fue intensificando las caricias en el cuerpo de Kaede, que solo podía dejarse hacer.

-Hanamichi, estoy cansado. ¿No puedes esperar a mañana? -Le susurró cuando el pelirrojo le dejó los labios libres.

Pero Hanamichi estaba excitado, no podía hacer nada, el cuerpo caliente de Kaede debajo el suyo le hacía hervir la sangre.

-¿NO te apetece? -Le susurro al oído, provocando que la piel del moreno se erizase.

-No es eso, solo que…

-Déjame a mí, tú solo disfrútalo -le susurró.

Kaede no podía decirle que no. Su cuerpo, a pesar del cansancio, estaba completamente receptivo a cualquier caricia del pelirrojo.


Grissina: y el de quien no? XD

Lo prometido es deuda. No seáis muy duras/os conmigo que lo de hacer lemons no es lo mío. Siempre hasta ahora había evitado escribirlos...

Lástima que el capitulo no tenga nada que ver, pero bueno:...

Para todas las mujeres (8 Marzo - día internacional de la mujer), hoy va por nosotras.