MAGNETISMO

El sábado se levantó soleado. El cielo por completo azul y el sol picando fuerte. Como habían quedado, Hanamichi y Kaede se levantaron temprano para salir a entrenar. Hanamichi puso la pequeña en su cochecito y salieron de casa trotando hacia el parque. La niña se durmió enseguida y ellos pudieron practicar tranquilamente.

Les faltaba forma física, ambos lo notaron, y su técnica estaba oxidada. Pero iban a resolverlo para el final del verano.

Dos horas más tarde lo dejaron. Volvieron a casa se ducharon, cambiaron, comieron y Hanamichi volvió a irse.

-Vendremos a buscarte más tarde, cuando baje el sol.

-Muy bien- dijo él, luego les besó a ambos y se marchó corriendo hacia la playa.

Llegó cuando la arena empezaba a llenarse de grupos de gente sedientos de sol, sal y arena. Sauri andaba ajetreada de un lado para otro limpiando mesas y sillas, así que Hanamichi se colocó detrás de la barra. No tardó en estar también ajetreado sirviendo a lo grupos de jóvenes que se acercaban sedientos intentando sofocar el calor. La verdad es que el día estaba resultando extremamente caluroso.

Tras dos horas habían vendido más de la mitad de todo lo vendido el día anterior.

Hanamichi no podía más con el sofocante calor.

-¿Sayuri te importa si te dejo sola un momento? Necesito refrescarme un poco o me moriré de calor.

-No claro, ve que haces mala cara -dijo ella sonriente de ver la gran cantidad de gente que acudía a comprar refrescos.

Hanamichi se quitó el delantal y acto seguido, para deleite de todas la chicas del local, se quitó también la camiseta. Ajeno a los infartos que su cuerpo semi-desnudo podía provocar se quitó las deportivas tranquilamente y luego salió corriendo hacia el mar.

El agua estaba fresca, se lanzó de cabeza al leve oleaje de la playa. Una vez refrescado empezó a hacer largos hacia la otra punta de la calita. Le gustaba nadar y era bueno para su espalda hacerlo de vez en cuando. Al llegar al final dio media vuelta y volvió hasta estar delante del chiringuito otra vez.

Y cual figura de un anuncio de agua de colonia, salió del agua. Su cuerpo musculado, la piel ligeramente tostada surcada de pequeñas gotas de agua que resbalaban por su torso, su pelo brillante, su sonrisa triunfal,…

En cuanto Sayuri lo vio salir se planteó seriamente hacer un cursillo de primeros auxilios. Todas las chicas de local lo miraban embobadas y es que no había para menos. Ese muchacho tenía un cuerpo de adonis increíble. Apartó la vista de él para servir a uno de los novios cabreados, a tiempo para no imaginar como sería el resto del cuerpo oculto bajo ese bañador que se le pegaba al cuerpo como una segunda piel.

De nuevo en el chiringuito Hanamichi decidió no volverse a poner la camiseta para no mojarla, así que empezó a servir mesas con el toroso desnudo. Las chicas se alborotaron de mala manera, pasando olímpicamente de las malas caras de sus novios y más si solo eran rollos de verano, se acumularon en el chiringuito. Las mesas estaban hasta los topes, la barra también y entre Hanamichi y Sayuri no daban abasto.

Parecía que toda esa horda de chicas no tenía ninguna intención de irse a casa. Entre servir una mesa y otra Hanamichi se vio metido en las situaciones más inverosímiles que el pobre pelirrojo podía imaginar. Se le insinuaron de mil maneras distintas, le miraban de reojo o con descaro, le hacían preguntas banales solo para mantenerlo allí charlando con ellas, o simplemente le lanzaban comentarios lascivos y luego reían ante la incomodidad del guapo camarero. Sayuri tuvo que sacar su genio un par de veces para rescatarlo de las garras de esas chicas.

El pobre alucinaba, no entendía qué demonios les pasaba a esas chicas.

Es cierto que en el segundo año de instituto se acostumbró a ser el centro de atención y en realidad le gustaba, pero siempre pensó que era porque se había convertido en un buen jugador, uno de los puntales del equipo. Joder, una cosa es que Kaede le dijera que le gustaba su cuerpo, en la intimidad de su habitación cuando desnudos se... Otra era encontrase de repente acosado de ese modo. Nunca había pensado que su cuerpo fuera especialmente bello.

Al principio se sintió sobrepasado por todo. Luego descubrió que la mejor manera de llevarlo era seguirles la corriente. Pero eso no agradó para nada a los chicos de la playa. Todos los varones cercanos le miraban con cara de pocos amigos, o casi todos, porque los que como las chicas se sintieron atraídos por su cuerpo huyeron rápidamente a buscar la fresca agua de mar, por lo que Hanamichi ni cuenta se dio de ellos.

Aunque Sayuri se maldijo durante más de media hora, Hanamichi agradeció a los cielos que hacia las cinco de la tarde las existencias de casi todo se agotasen. Habían vendido todo lo que tenían así que solo podían cerrar. Ante la "catastrófica" noticia Hanamichi recogió rápidamente y consiguió despachar a todo el mundo en un tiempo récord. Necesitaba salir de allí, cuanto antes.

Con su 10 por ciento de la caja en el bolsillo Hanamichi salió corriendo hacia casa. Deseaba hablar con Kaede, contarle lo que le había ocurrido e intentar entenderlo.

Pero no llegó muy lejos. Un grupo de chicos, enfadadísimos por haber acaparado la atención de todas las chicas de la playa, le barraron el paso a tres calles del chiringuito.


En casa Kaede había subido a la habitación con la niña y tras acomodarla en la cama con juguetes y rodeada de todos los almohadones de la casa, se dedicó a observar sendos baúles. A simple vista ciertamente parecían idénticos. Pero no lo eran.

Kaede sacó una libreta verde del armario, se sentó en el suelo delante los baúles y la abrió. En ella había el testamento de su abuelo. No se lo había enseñado al pelirrojo, en realidad él mismo solo lo había leído una vez. Pidió esa copia al abogado justo después de encontrar el segundo baúl, pero en ese entonces su humor no era muy bueno, no quería resolver misterios, así que lo desterró al fondo del armario a la espera de tiempos mejores. Ahora esos tiempos habían llegado y en ese trozo de papel había la clave para abrir sendos baúles.

Las últimas voluntades de su abuelo eran difíciles de entender. Había una página entera que hablaba de los baúles y lo único que entendió es que necesitaba los dos baúles para abrirlos. Hablaba de las canciones de su abuela, bueno mejor dicho de las letras que el abuelo había escrito para ellas. Así que Kaede abrió la guitarra y sacó la libreta negra del doble fondo con la esperanza de ver la luz. Las releyó todas a pesar que la mayoría las sabía de memoria.

Hablaban de amor, de lo que uno sufre cuando ama a alguien a quien no puede tener, como la que Hanamichi pensó que había escrito él, "solo el chico de al lado" tarareó Kaede.

Había algunas, pocas, que hablaban de amor, de deseo, de pasión. Kaede no podía evitar pensar en Hanamichi cuando las leía y se le hacía increíblemente extraño pensar que su abuelo pasó por algo similar a lo que él estaba pasando. Estaba claro que él y ese misterioso Toya habían estado juntos en algún momento. ¿Pero qué había pasado luego?

Porque estaba clarísimo que se habían separado de un modo brusco. Las letras hablaban de dolor, de añoranza de pérdida. ¿Es que quizá ese Toya se había muerto?. ¿Los habían descubierto y obligado a separarse?. ¿Por qué no habían luchado para estar juntos?

Dejó los papeles a un lado y se concentró de nuevo en los baúles. Con Hanamichi habían colocado el segundo debajo la ventana, un poco apartado del otro a los pies de la ancha cama. Realmente eran hermosos. Pero parecían estar sellados. Ninguna ranura era visible, claro que eso podía ser porqué hacía años que nadie los abría. Pero tampoco era capaz de distinguir ninguna bisagra por ningún lado. En el suyo seguro que no había, pero en el otro esperaba encontrar algo que le diera una pista. Pero no vio nada.

Antes de la hora de comer, se dio cuenta de algo. Buscando su figura preferida, el elefante indio, se dio cuenta que había uno muy parecido en el otro baúl. Pero en vez de sobresalir la figura era como un molde, un perfecto elefante indio en un hueco. Ya había notado que la mitad de las figuras de su baúl sobresalían mientras que la otra mitad entraban en la madera. Pero nunca pensó que las figuras de un baúl fueran inversas en el otro.

Después de encontrar su elefante, encontró otros. A veces eran figuras idénticas, a veces era el mismo animal pero colocado distinto en ambos baúles, pero siempre si uno sobresalía el otro se hundía.

Muy contento con su hallazgo decidió dejarlo para más tarde, quería que durante la "investigación", mientras durara el misterio y sobretodo al momento de abrirlos Hanamichi estuviera con él.

Para evitar que Aya empezara a llorar de hambre se la llevó a la cocina y le dio de comer, luego comió él. La pequeña era realmente un angelito y sonreía cada vez que le decía algo. Tenía los ojos grandes y brillantes como Hanamichi, pero la pequeña no iba a ser pelirroja. Sería morena, con los ojos negros cual carbón. Y a juzgar por lo que veía, Kaede pensó que sería toda una belleza.

Después de comer a ambos les entró sueño, así que acomodó a la pequeña en su cama, la cual rodeó de almohadones por si se caía y se tumbó a su lado. Se durmieron en unos minutos.

Para cuando despertaron ya eran casi las cinco.

"A estas horas Hanamichi ya debe estar por terminar". Como Kaho le había visto hacer la tarde anterior Kaede limpió a la pequeña Aya, no sin ciertos problemas y luego la vistió con un vestidito amarillo nuevo. A Hanamichi seguro que le gustaba.

Luego dudó entre poner la niña en el cochecito o intentar llevarla en esa especie de mochila que Hanamichi usaba tanto. Al pelirrojo le encantaba llevarla así y no entendía el porqué. Kaede pensó que quizá intentándolo él lo entendería, además si no le agradaba la experiencia de vuelta a casa seguro que Hanamichi querría llevarla él.

Intentó dos veces colocarse la mochila. La primera se hizo tal lío con los brazos que el trabajo fue suyo de sacársela. La segunda pudo ponérsela del derecho, ya solo tenía que colgar a la pequeña y salir a por el pelirrojo.

El día era muy caluroso, así que antes de salir Kaede mojó la cabeza de la niña, cosa que no le agradó mucho, y le plantificó una gorrita para protegerla del sol. Al principio la niña se movía mucho pero en cuanto Kaede empezó a andar, hablándole para que se calmara la niña dejó de moverse. Al estar acurrucada contra su pecho, sentía las vibraciones de su voz y el rítmico golpeteo de su corazón que la calmaron. A Kaede también le gustó la experiencia de tener tan cerca el cálido cuerpecito de la pequeña.

Ahora que el sol empezaba a caer la gente volvía a las calles. Se sentía observado. Supuso que era normal, ya que no era habitual ver a un joven de su edad con una pequeña como Aya. Recordó la dependienta y las mujeres del baño. Luego miró con ternura la pequeña y pensó que no iba a ser nada fácil, para ninguno de los tres.

-Lo siento -murmuró antes de besarle la frente a la pequeña.

El paseo se llenaba de gente al abrirse las tiendas de nuevo. Aceleró el paso para llegar antes a la playa y ver a su pelirrojo. De repente sentía la imperiosa necesidad de que le abrazaran.

Pero cual fue su decepción cuando al llegar a la playa el chiringuito estaba cerrado. No había rastro ni de Hanamichi ni de Sayuri.

-¿Qué quiere decir esto? -Se preguntó Kaede.

Se sentó un momento en uno de los bancos del paseo para intentar poner en orden sus ideas. Hanamichi había salido de casa hacía horas, pero el chiringuito estaba cerrado. ¿Dónde había ido? En ese momento unas chicas pasaron por su lado comentando algo que llamó su atención.

-¿Y el color del pelo?

-Sí, ese rojo tan exótico…

-¡Joder es que está como un tren!

-Ni que lo digas y además es tan mono... ¿Has visto la cara que ha puesto cuando le he tocado por debajo la mesa?

-¡Chica es que tú también!

-¡Qué! Estamos en verano y además si no quiere que le pasen esas cosas que no vaya por ahí provocando al personal.

-Sí, en eso tienes razón. ¡Cómo se le ocurre despelotarse de ese modo, con ese cuerpo que tiene! Aunque no me quejo…

Kaede no entendía nada, pero si hablaban de un pelirrojo en la playa era muy probable que hablaran de Hanamichi.

¿Qué era eso que la chica le había tocado? O peor...¿Qué significaba lo de despelotarse? Hanamichi tendría que dar muchas explicaciones esa tarde. Si es que lo encontraba, porqué si no estaba en la playa, ¿dónde estaba?

Enfadado, decidió volver a casa a esperar a que el pelirrojo se dignara a volver de dónde fuera que estuviera. Pero para evitar las incomodas miradas de la gente de la transitada calle principal, decidió pasar por las calles laterales en vez de por el paseo.

Fue entonces, justo al girar una esquina, que se le paró el corazón. En el suelo con la ropa toda magullada y sucia estaba Hanamichi tumbado, inmóvil.

Por un nanosegundo pensó que estaba muerto, su cuerpo se heló, todo dejó de moverse por unos instantes horribles y entonces vio que se movía y empezaba a toser.

-¡Hanamichi! -Gritó y salió disparado hasta él, el enfado había desaparecido cambiándose por un susto monumental-. ¿Qué ha ocurrido?. ¿Qué te ha pasado?

-Unos tipos "cof cof" me emboscaron -dijo entre toses el pelirrojo intentando sentarse.

-¿Qué? -Por un momento su cara adquirió una expresión de alarma tal que hasta Hanamichi la notó sin verle los ojos.

-No pasa nada kitsune no te preocupes, solo necesito recuperar el aliento -dijo mientras se tocaba el labio partido, pero que apenas sangraba.

Kaede se relajó, pues vio que a Hanamichi no le pasaba nada grave, pero entonces el enfado empezó a volver. La frase "si hubieras estado trabajando esto no habría pasado" cruzó su mente, pero se mordió la lengua. Primero quería saber porqué el chiringuito estaba cerrado.

-Venimos de la paya, estaba cerrado -comentó sentándose a su lado, dándole tiempo a Hanamichi para recuperarse y esperando una explicación.

-Ha sido un día de locos -fue todo lo que Hanamichi pudo decir.

-Eso he oído -comentó Kaede al recordar los extraños comentarios de las chicas de la playa.

-He llegado a…¡auch! -exclamó al apoyarse en la pared.

-¿Te han dado en la espalda verdad? -dijo preocupado de nuevo Kaede.

Hanamichi no contestó. Lo que angustió más a Kaede.

-No te preocupes -dijo Hanamichi.

-Claro que me preocupo idiota.

-¡No me llames idiota! -intentó contestar el pelirrojo.

-¿Puedes andar?

-No lo sé, supongo.

-Yo te ayudo -dijo el moreno ayudándole a levantarse. Le pasó un brazo por debajo la axila y medio apoyó el peso del pelirrojo en su propio cuerpo.

-¡Hola pequeña! -Exclamó el pelirrojo con voz dulce al tener la cabeza tan cerca de su hermanita -¡Ui, pero que linda vas, ya veo que a Kaede le gusta presumir de tu belleza.

-Concéntrate en andar, ya te distraerás con ella luego.

Hanamichi no contestó pero le hizo caso. Empezaron a andar pero tres manzanas más adelante en vez de girar a la derecha, hacia casa, Kaede le hizo girar a la izquierda.

-Kaede, no -Dijo Hanamichi parándose.

-Hanamichi.

-No- repitió Hanamichi sin moverse.

-Me da igual -lo cortó fríamente Kaede.

-Pues a mí no, no quiero ir, además ya te he dicho que estoy bien.

-Quiero estar seguro.

-¿Es que mi palabra no es suficiente?

-No se trata de eso.

-¿Entonces por qué?

-¡Porque necesito que un médico, con una radiografía en la mano me diga que estás bien, de acuerdo! -Le gritó Kaede asustando a la pequeña que estaba acurrucada en su pecho-. Y si no te justa te jodes, a mí no tuviste que arrastrarme.

Hanamichi se acercó a su irado novio y sin pensar que alguien pudiera verlos, le besó dulcemente en los labios.

-Auch -dijo cuando Kaede le devolvió el beso, de forma brusca.

-Tú te lo has buscado -le reprendió Kaede saboreando el sabor metálico de la sangre de Hanamichi en su boca. Lo cogió de nuevo por debajo la axila y prosiguió con su camino hacia el hospital.


El médico hizo las radiografías necesarias para comprobar que la espalda de Hanamichi solo estaba magullada.

-Muchacho -dijo el doctor-. No es nada grave, pero podría haberlo sido de no ser usted una persona joven y sana, debería denunciar a quien le hizo esto.

-No lo sé, tampoco ha ocurrido nada y, créame doctor, ellos no han salido bien parados -dijo Hanamichi recordando como habían quedado ese grupo de mentecatos que le atacaron. En realidad solo uno sabía pelear y fue el que le acabó tumbando pero claro, eran ocho contra uno, ocho cobardes en realidad. Había marcado la cara de cómo mínimo tres de ellos, otros tres habían recibido también y el capullo que los encabezaba tendría suerte si podía tener hijos.

-Bueno si se decidiera pida por mí y gustoso declararé el estado en el que ha llegado.

-Gracias doctor, pero creo que no será necesario.

Cuando salió Kaede le colocó su hermana en los brazos mientras iba a llamar a un taxi.

Quince minutos más tarde aparecía por la puerta un enfadadísimo Yohei. Kaede había decidido mejor llamar a su amigo para que viniera a buscarles en vez de a un taxi.

-¿Hana por dios qué ha ocurrido? -Preguntó el moreno.

-¿Yohei, pero qué haces tú aquí? Cómo has sabido que…¡ah!. ¡Claro!. ¡ya no me acordaba que os llamáis a menudo! -Dijo un poco enfadado Hanamichi que no quería que Yohei se preocupara.

-Ya Idiota déjate de tonterías quieres -dijo enfadado Kaede por ese reproche.

-Kitsune no me llames idiota, no lo soy.

-Hanamichi cálmate -intentó calmarle Yohei.

-Estoy calmado, pero no me gusta que me insulten. Además ¿para que te ha llamado el kitsune?

-¿Te parece poco que te hayan dado una paliza que pudo haber afectado tu espalda? -Dijo Kaede enfadado porqué Hanamichi hablaba como si él no estuviera delante.

-Mi espalda está bien.

-Podría no estarlo. ¿Cómo se te ocurre pelearte con alguien que te puede dejar así? -Le regañó Kaede.

-Kaede no creo que Hana haya buscado una pelea. Es solo, bien, tiene cierta facilidad para dar con ellas, eso es todo -dijo Yohei intentando calmar los ánimos de sus amigos.

-¡Pues que desarrolle la habilidad de evitarlas! -Gritó Kaede ganándose la mala mirada de todos cuantos estaban en la sala de espera de urgencias.

-¿Se puede saber que te pasa ahora zorro?- dijo harto de tanta regañina Hanamichi.

Kaede no respondió. Simplemente salió del hospital hecho una furia. Dejando atrás un también cabreado Hanamichi con una pequeña en brazos que no sabía si ponerse a llorar o no y con Yohei diciendo que no con la cabeza.

-¿Qué coño le pasa a Kaede ahora? -Dijo sulfurado Hanamichi mientras Yohei le abría la puerta del hospital.

-Que te quiere demasiado y se ha llevado un susto de muerte al verte en la calle tendido en el suelo.

-¡Pero si no pasa nada, estoy bien!

-Sí bien, pero eso no lo arregla, si yo me encontrara a Naoko en una situación así removería cielo y tierra para machacar el capullo que le hubiera tocado un solo pelo.

-Sí bueno, pero es que parece que la culpa sea mía, no ha hecho más que regañarme desde que me ha encontrado.

-¿Qué ha ocurrido? -Preguntó Yohei y Hanamichi le contó lo ocurrido esa mañana en la playa, su baño y el efecto inmediato entre la clientela.

Yohei no podía aguantarse la risa al oír los comentarios de Hanamichi. El pobre pelirrojo estaba tremendamente avergonzado por toda atención recibida esa mañana y realmente no era consciente de su potencial sexual, de eso Yohei estaba más que seguro. Seguramente Rukawa tenía miedo de éso también, pensó Yohei.

Llegaron a casa sin problemas, Yohei aparcó el coche y acompañó a Hanamichi hasta la puerta, pero luego se despidió de él.

-Hanamichi me gustaría quedarme, pero estaba trabajando con el padre de Naoko, y…

-Sí tranquilo, ve. No deberías haber venido.

-Hana tío, eres mi amigo, y Kaede estaba tan nervioso que me entró miedo.

-Ese pedazo de exagerado -murmuró Hanamichi.

-Te ama Hanamichi, no puede evitarlo.

-Lo sé. Pero me altera que sea tan sobrepotector conmigo, joder no soy una niña de porcelana que se le va a romper al más mínimo rasguño.

-No seas muy duro con él, me oyes, mímalo, que está asustado.

-Asustado quedará cuando lo encuentre y hablemos.

-¡Hanamichi!

-Era broma -se quejó el pelirrojo.

-Pues con eso no juegues porque le perderás. Tío eres mi amigo y te quiero mogollón, pero él también es amigo mío vale, no te pases. Tú eres más fuerte que él Hana, no lo olvides.

-Si no estuviera enamorado de Kae, y fueras un poco más guapo me enamoraría de ti.

-Déjate de cojonadas y entra en casa de una vez -dijo el moreno un poco sonrojado por el comentario.

Hanamichi entró en casa. Las llaves de Kaede no estaban en la mesa de la entrada, no había llegado. Era normal se había ido a pie y a él le había traído en coche Yohei.


Había bañado a la niña, le había dado la cena, había preparado la cena para dos, con tallarines y helado de postre. Aya dormía plácidamente arriba con el intercomunicador encendido. La mesa puesta para dos, las velas encendidas ya se habían consumido hasta la mitad y lo que había empezado con buen humor pensado en ser una seducción para el zorrito se estaba convirtiendo en amargura.

¿Dónde puñetas estaba ése ahora? Hacía horas que habían dejado el hospital y no se había aparecido por casa, no había llamado tampoco y esta vez no podía salir a buscarle.

Cansado de esperar dejó todo tal cual estaba, no estaba de ánimos para recoger. Apagó las luces y se encerró en la habitación. Cual fue su sorpresa al entrar y encontrar a Kaede en ella. Tumbado en la cama le daba la espalda a la puerta.

-¿Kaede? -Dijo sin poder creer lo que sus ojos veían.

Pero Kaede no se movió, por lo que lo creyó dormido.

-¿Cómo coño has entrado en casa? -Susurró. En realidad preguntándoselo a sí mismo pues no quería despertarlo si dormía.

-Por la puerta -dijo el moreno.

-Así que estás despierto.

-Claro.

-¿Por qué no te has girado cuando te he llamado?

Entonces Kaede se incorporó y se giró para que Hanamichi le viera. Tenía los ojos rojos, y todavía tenía en los pómulos dos delgadas líneas de humedad. Había estado llorando.

-¿Has llorado Kae? -dijo más que sorprendido Hanamichi.

-No -dijo irónicamente el moreno secándose las mejillas con el reverso de la manga.

-¿Por qué? -Hanamichi estaba completamente descolocado, había subido enfadado con él, pero ese rostro congestionado por el llanto lo había desarmado por completo. Como el caballero que va a la batalla preparado con espadas y armas pesadas y el adversario le sale con una flor. ¡No se puede luchar contra eso!

-¿Cómo que por qué? -Le espetó exaltado Kaede-. Por ti pedazo de… Tan contento que he ido a buscarte a la playa y…"snif"… Y resulta que primero no estabas. Estaba cerrado. Y luego esas chicas hablando de ti, de cómo te habían estado tocando y… "snif"… Y de cómo te habías desnudado en frente de todos provocándoles, y… Y luego cuando creía que iba a matarte por idiota, casi me muero del susto al encontrarte tendido en medio de la calle… -las palabras que le dijo Yohei esa tarde resonaban en la cabeza de Hanamichi "mímalo, que está asustado"-. Quien sabe en qué lío te metiste… ¡Y tu espalda salió intacta de milagro!... Obviamente, te llevo al hospital y llamo a tu mejor amigo por qué sé lo mucho que odias ese lugar… -y la voz de Kaede se iba alzando-. "Snif" y tú solo sabes que reprochármelo y enfadarte porque, a pesar de todo, me preocupo por ti… Y yo solo quería un abrazo y…

Llegado a este punto Kaede ya gritaba exaltado dejando correr las lágrimas libremente mejillas abajo.

-Y lo peor de todo… es que soy incapaz de enfadarme contigo por ser tan idiota, porque te quiero demasiado y tengo miedo de perderte y…

Hanamichi no podía dejarle continuar, lo abrazó fuertemente a su pecho. Estaba conmovido y preocupado por haberlo angustiado de ese modo.

-Shhhh -le susurró-. Ya Kaede…

El moreno le golpeó en el amplio pecho casi sin fuerza y sin dejar de llorar.

-Ya basta Kaede, por favor. No puedo soportar verte así -le dijo mientras le cogía de las muñecas. Intentando detener ese ataque de nervios.

-Pues te aguantas -murmuró un poco más calmado Kaede.

En respuesta Hanamichi le besó. Le dolía el labio, pero cualquier dolor era poco en comparación al dolor en el pecho de ver llorar a Kaede.

Y Kaede necesitaba ese beso como un condenado la salvación.

-Te amo Kae -dijo Hanamichi soltándole las manos.

Kaede no contestó, solo se lanzó a sus brazos en busca de su calor, de sus besos de sus caricias de su fuerza. Necesitaba sentir ese fuego vivo de nuevo, que le quemara la piel, que le asegurara que siempre estaría allí.

Pero de pronto un pensamiento le cruzó la mente.

Se separó de repente dejando a un confuso y sonrojado pelirrojo tumbado debajo de él en la cama. (¿Cómo habían llegado a ella?)

-¿Hanamichi si le amaste la mitad de lo que yo te amo, cómo lograste superar su muerte, cómo conseguiste seguir viviendo sin él? Dios, yo solo he pensado que te había perdido por unos instantes y mira cómo he acabado…

-Kae… -dijo muy dulcemente, emocionado por lo que acababa de decirle el moreno-. Tú, tú y los chicos me hicisteis seguir adelante. Ellos me animaron aún sin saber qué me ocurría y tú no dejaste que dejara el equipo. ¿Lo recuerdas? El día que iba a dejar el equipo tú me retaste a un uno a uno, por primera vez, de igual a igual. Desde entonces el baloncesto me mantuvo cuerdo el tiempo necesario para que las heridas sanaran y luego -Hanamichi le acarició la mejilla todavía húmeda-. Luego me enamoré de ti. Tú hiciste que mi corazón sanara, poco a poco, primero en la cancha tratándome como a un igual, un compañero digno a tu mismo nivel, luego en casa con tu amistad y finalmente aquí en la cama. Me has dado tu amor. ¿Cómo quieres que mi corazón siga triste con todo lo que me has dado?

-No lo sé, yo no podría olvidarte si…

-Kaede, y no he olvidado, ya te lo dije. Miki siempre estará en mi corazón, pero eso no quiere decir que no pueda quererte a ti. Es como… como si porque Aya ya ha nacido no hubiera podido amar a otro hermano o hermana de haberlos tenido. Es absurdo que intentes cuantificar el amor, es imposible, igual que la capacidad de amar. En realidad creo que aumenta con el tiempo, cuando más gente amas más capacidad de amar tienes.

-¿Por qué escondes toda esa sabiduría bajo tu mascara de payaso Hana? -Le preguntó embelesado Kaede del aura de serenidad que envolvía a Hanamichi en ese momento y lo increíblemente cálido que era sentirse arropado por esa luz.

-Por el mismo motivo que tú escondes tu fragilidad y ternura bajo esa mirada de hielo Kae.

En algún momento de ese estrecho abrazo habían entrado en una burbuja de intimidad desconocida para ambos y que les hechizó al instante.

-¿Por miedo? -A Kaede ya no le importaba admitir eso delante el pelirrojo, no ahora, no en ese momento mágico de la noche.

-Sí, por miedo. Miedo a decepcionar a los demás. Hacer lo correcto no siempre es fácil. De alguien que siempre se muestra cuerdo se espera de él mucho más que de alguien que nunca parece tomarse nada en serio. De ese modo si fracasas nadie se siente defraudado, solo tú, pero la máscara te protege de qué los otros lo vean.

-Eres más valiente de lo que crees.

-Y tu corazón más fuerte de lo que crees Kae. Uno no se muere de mal de amores, por mucho que Sandra Bullock y Nicole Kidman insistan en ello.

-Eres un diota -dijo con una sonrisa tímida y dulce.

-Lo sé -le contestó sorprendiendo al moreno-. Siento mucho lo que ha ocurrido hoy.

-¿Por qué no estabas en la playa?. ¿Qué ha pasado?

-Esta tarde ha sido muy rara. Hacía mucho calor, me estaba ahogando, así que he tomado un baño y luego no sé, ese montón de locas han empezado a actuar rarísimo y cada vez había más de ellas, por todas partes, y daban miedo Kae. Más de una ha intentado meterme la mano dentro el bañador y… dios Kaede... ¿De verdad crees que soy así, sexy? -dijo sonrojado señalando su cuerpo- porque esas chicas decían que… pero yo no pensé que… tú dijiste que te gustaba mi cuerpo pero nunca pensé que pudiera gustarle a nadie más, y…

Kaede no podía creer lo que oía. ¡Madre del amor hermoso!. Su Hanamichi, el mismo que acababa de darle una lección de sinceridad e inteligencia emocional, el que había querido que le prestara un dedo unas noches atrás para experimentar, no podía ser el mismo ingenuo que estaba delante suyo aterrorizado de haber descubierto que tenía un atractivo sexual que echaba de espaldas.

-Hanamichi un momento. ¿Me estas diciendo que no te consideras guapo?

-NO, bien, no lo sé, no. Tú eres bello Kaede, pero yo no y…

-Espera un segundo -porque esto no tiene desperdicio, pensó el moreno divertido de descubrir que el tan autoproclamado genio tenía ese completamente ridículo complejo de su físico. Un físico que por otro lado cortaba el aire-. Si yo te dije que me gustabas no fue por decir.

-Pero una cosa es estar enamorado, no sé…, Yo... , no se me ocurrió que pudieras haberte fijado en mi por… bueno en realidad nunca entendí que me viste, a parte del echo que soy un genio, pero tú no lo crees así que…

-Stop. Para el carro Hanamichi. No puedes estar hablando en serio, eso sería demasiado incluso para ti.

-¿Demasiado?

-Eres… -Kaede tomó aire-. Hanamichi eres el hombre más atractivo del planeta. ¡Dios!. ¿Es que no te has fijado nunca en tu cuerpo?

-Sí, bien, pero…

-Vamos a comprobar si realmente te conoces físicamente tanto como psicológicamente, cuéntame Hanamichi ¿cómo eres?- dijo Kaede cerrando los ojos.

-¿Cómo soy? -Hanamichi no entendía qué esperaba Kaede de él.

-Sí.

-¿Qué quieres decir? -la pregunta del pelirrojo hizo que Kaede abriera de nuevo los ojos para explicarse mejor.

-Descríbete, como si yo nunca te hubiera visto pero tuviera que reconocerte en solo verte entre cincuenta personas -dijo Kaede cerrando lo ojos de nuevo.

-Bueno, no sé, hago metro ochenta y tantos, soy muy corpulento, demasiado quizá -dijo Hanamichi en un susurro. Kaede le indicó con la mano que siguiera-. Soy pelirrojo, mi cabello es rebelde y medio rizado, aunque ahora lo llevo muy corto. Tengo los ojos de color avellana, brillantes, pero muy grandes para ser japonés. Mi cara es fea y cuadrada y mi piel es de color rosa en invierno y de color dorado en verano -Hanamichi calló como dando por terminada su descripción.

-Sigue, describe el resto, todas las partes, cómo te podría reconocer si no viera tu cara, solo tu cuerpo, desnudo.

-¿Kae, esto es necesario? -Dijo avergonzado Hanamichi. No se gustaba demasiado y admitirlo no era nada fácil y menos ante don belleza extrema.

-Sí, continúa.

-Pero…

-Hanamichi -Le dijo mirándole a los ojos-. Por favor.

-Bien, ya te he dicho lo de la piel así que… no sé, tengo las piernas largas, aunque supongo que es normal con mi estatura, ah y son bastante musculadas, potentes, todo mi cuerpo es musculado en realidad, lo que me permite saltar mucho y pegar fuerte. Mi espalda es ancha y mis brazos también son largos y fuertes. Tengo las manos y los pies demasiado grandes y no se qué mas decir, excepto que… mi…, mi… bueno ya me entiendes, se tuerce, ya lo sabes -dijo rojo como la grana-. ¿Satisfecho?

-Madre del amor hermoso -exclamó esta vez en voz alta, entre divertido y alarmado Kaede-. Realmente no eres consciente de tu atractivo. Ven levántate.

-¿Qué?

-Haz lo que digo anda.

Hanamichi se levantó de la cama a regañadientes. Entonces Kaede le dijo:

-Desnúdate.

-Nooo.

-Desnúdate.

-Pero…

-Haz el favor Hanamichi quiero enseñarte algo.

Entre los dos quitaron toda la ropa.

-Los calzoncillos también.

-Pero Kae, me siento incomodo -reconoció Hanamichi. La verdad estar desnudo en medio de la habitación con Kaede observándole, completamente vestido…

-Muy bien, si te sientes mejor -dijo y se desnudó en un plis y luego acabó de desnudar al pelirrojo-. Ahora ven.

-¿Dónde?

-Aquí, entra -le dijo desde el vestidor Kaede. Lo colocó en frente del espejo y le dijo.

-Ahora mírate, mírate bien. Ahora sabrás como todo el mundo te mira. Cierra los ojos Hanamichi -le dijo colocándose detrás de él-. Y escucha cómo yo te veo, cómo te ve todo el mundo. Eres alto, atlético, de anchas espaldas, vientre plano y duro, pecho firme -le iba susurrando cada palabra suavemente mientras le recorría el cuerpo con caricias delineando con mucho cuidado todas y cada una de las zonas que esos energúmenos sin cerebro se habían atrevido a dejar marcadas-. Con los pezones marrones ligeramente rosados, grandes, tu ombligo, redondo, pequeño, profundo -dijo mientras introducía un dedo en él-. Tu piel es clara, suave y de un vivo color rosado que se vuelve oro en verano. Tu pelo, rojo, te da un toque de exotismo único. Tus ojos grandes y brillantes son el espejo de tu alma pura y cálida. Siempre vivos, siempre sonrientes, llenándolo todo de luz y energía -Kaede se agachó-. Tus largas y fuertes piernas -dijo mientras las recorría en sentido vertical- empiezan en unos pies grandes y anchos, masculinos, y van subiendo, fuertes, hasta que terminan en un culo prieto y perfecto, ni demasiado grande, ni demasiado pequeño -ya otra vez de pie detrás suyo-. Tu espalda es marcada como tus abdominales -se abrazó a él por detrás acariciando su estómago-. Tu cuello largo y fuerte, con tu nuez, grande, sexy, dueña de tu profunda voz -un leve gemido salió de Hanamichi al notar que su cuerpo reaccionaba igual que el de Kaede, que completamente empalmado detrás de él le seguía hablando como si nada.

-Abre los ojos. Mírate Hana -Hanamichi se sentía cohibido pero lo hizo. Sí, todo lo que había dicho Kaede era cierto pero seguía sin ser guapo, pensó-. Tu cara es poco habitual, es cierto, por eso se queda grabada en tu retina con tan solo verla unos instantes, de facciones marcadas, agresiva, peligrosa, tentadora, con los labios, rojos siempre y que son tan carnosos como aparentan -en ese momento sus mirada se encontraron a través del espejo-. Y por dios Hana tus manos no son demasiado grandes, son perfectas, con ellas puedes coger un balón así -le dijo apretándole una nalga-. Y puedes cogerme a mí. Y tu… -dijo señalando con la cabeza el miembro de Hanamichi ya completamente levantado- es lo bastante grande como para dar envidia a cualquiera. Y lo de que se tuerza es una más de tus perfectas imperfecciones. Hanamichi eres extremadamente sexy y atractivo y si no te lo han dicho antes es porque espantas a la gente con tu ruido, a parte que creen que ya lo sabes. ¡Como quieres que sepan que no eres consciente del atractivo sexual que arrastras con lo que te vanaglorias de tus cualidades constantemente!

-¿De verdad crees que…?. ¿No lo dices para hacerme contento, para…?

-Sabes que nunca hablo por hablar.

-¿Realmente te parezco guapo?

-Hanamichi sin este cuerpo que tienes creo que, con lo mal que nos llevábamos a los quince, no habría empezado a soñar y pensar en ti como lo hice.

-Me estás confesando que soñabas conmigo.

-Era mucho más que eso -le dijo meloso-. ¿Es que no has notado lo que me pasa cuando te veo así? -Le dijo apretándose a su espalda haciendo imposible que no notara su tremenda erección-. Y tú tan siquiera me has tocado Hana.

-¿Tú sí sabes que eres bello, verdad? -Dijo acariciando los brazos finos de Kaede que descansaban en su barriga.

-Sí.

-¿Cómo? -Se le escapó a Hanamichi.

-Tengo ojos Hanamichi. Además me lo han dicho siempre -le dijo sin dejar de mirarle a los ojos a través del espejo.

-¿Qué te han dicho?

-Lo perfecto que es mi rostro, lo sensual de mi cuerpo, lo clásicos y a la vez exóticos que son mis ojos -dijo acomodando la cabeza en el hombro de Hanamichi-. Que si qué bonitas manos, que si qué terso trasero, que si… ¿Hana es que no has escuchado nunca como hablan las chicas del instituto? -Volviendo de nuevo a levantar la mirada.

-Bueno, sí, pero nunca han hablado de mí.

-Sí lo hacían, pero solo cuando no estabas presente. Lo que debe ser muy cómodo. Piensa en como te sentías esta tarde con esa jauría de salidas encima de ti, y sabrás cómo me sentía en cada hora en el instituto.

-Ahora entiendo que no les hicieras ni caso.

-Me gusta estar así contigo Hanamichi -dijo besándole un hombro y luego apoyando la barbilla en él, mirando los almendrados ojos a través del espejo.

-¿Kae, por qué nos cuesta tanto estar así de tranquilos?. ¿No sería perfecto que no discutiéramos tanto?

-No. ¿Qué gracia tiene una relación dónde ya no tienes nada que aprender, dónde no hay nada a ganar, sin diferencias?

-No sufriríamos tanto, no me gusta verte llorar kitsune. Y me jode que una de cada cuatro palabras entre nosotros sea un insulto.

-Sabes que si quiero puedo evitar pelear contigo, pero no te gustaría. Te aburrirías.

-¿Cómo puedo aburrirme de estar así de tranquilo contigo, tú mismo acabas de decir que te gusta cuando estamos así.

-Muy bien, haremos la prueba, una semana sin discusiones. Pero cuando acabe si yo tengo razón tendré derecho a un premio.

-¿Qué premio? Y más importante, qué pasa si yo tenía razón.

-Que tendremos un serio problema.

-¿...?

-Hablaremos en una semana de eso. Ahora deberíamos ir a dormir, mañana tendrás un día duro.

-¿Duro?

-Sí, no dejaré que te saltes el entrenamiento al segundo día de haber empezado. Y luego tienes que trabajar.

-Kae -dijo evitando que el moreno soltara su cintura-. ¿Y con esto que hacemos?

-O bueno ya encontraremos como remediarlo en la cama. ¿No crees? -Sonrió pícaro.

-¿En la cama? Podríamos resolverlo ahora…

-¿Aquí, delante el espejo? -Dijo sorprendido Kaede. ¿Cómo podía ser la misma persona ese morbosamente sexy que quería hacerlo en frente de un espejo y el muchacho asustado de su sexapeal de hacía un rato?

-¿Por qué no? Me gusta esto del espejo.

-Muy bien, mírate Hana -le susurró en el oído antes de morderle el lóbulo de la oreja, mientras volvía a colocarse detrás suyo y con una mano le recorría el pecho y la otra bajaba directamente a su erección. En ese instante sus miradas cargadas de deseo se encontraron de nuevo.


Grissina: Usad la imaginación para el resto de la noche, que yo ya os lo he dejado todo preparado, en bandeja de plata casi!

XD

"Grissina corriendo a ponerse la armadura (una que compró en "els encants" de esas con yelmo y todo!) en vista de lo que se le viene encima"

:S