TOYA
Estaba nerviosa, sabía que él estaba en el despacho. Era sábado por la mañana, el día se había levantado muy claro y despejado.
Tenía que hablar con él. ¿Pero cómo? Tenían muchas cosas que aclarar, ella y ese hombre. Ese hombre que había sido tan importante en su vida, que llegó en el peor de los momentos y que la rescató. Él le dio sentido a su vida de nuevo. Nunca habían hablado de eso, pero al final tendrían que aclarar lo que pasaba entre ellos.
Ese era un buen momento. Las últimas horas de la semana. El único día un poco tranquilo en la oficina. Si todo iba mal tendría el resto del fin de semana para auto compadecerse y resignarse, si todo iba bien tendrían todo el fin de semana para…
Pero tenía miedo, tenía miedo de haber malinterpretado todo y que sus sueños se vinieran abajo con esa conversación.
Antes de entrar en ese despacho debía tranquilizarse. Se sentó en su mesa, cerró un momento los ojos, y respiró profundamente. Un poco más relajada, pero igual de asustada -no podía ni moverse- empezó a recordar lo que había sido su propia vida hasta entonces.
Los recuerdos empezaban esa horrible noche. Cuando salió de casa con su amiga para ir a tomar algo y luego ir a bailar. Sus padres y su hermano estaban en el sofá viendo una película cuando ella se marchó. Pero al volver, cansada de bailar, ya no estaban, la casa ardía y un montón de bomberos la rodeaban intentando apagar aquel infierno. No recordaba nada más que el horrible olor a quemado, mucho calor y un penetrante dolor en el pecho que todavía ahora no había desaparecido del todo, aunque hubieran pasado más de diez años.
De repente se encontraba sola en medio de una noche fría habiéndolo perdido todo. Sin saber qué hacer había echado a andar, sin rumbo, pero el ruido de las sirenas le ahogaba y finalmente había echado a correr. Su mente solo podía pensar en que todo era un horrible sueño.
Pasó la noche vagando por las calles de la ciudad, sin saber que los bomberos, la policía, y los agentes sociales, la buscaban. Habían encontrado los cuerpos sin vida de sus padres y su hermano menor, pero una vecina les dijo que la había visto salir con una amiga a primera hora de la noche. Al amanecer, cansada de llorar y andar, con el frío metido en los huesos, y sin fuerzas, había vuelto a casa esperando que todo hubiera sido un horrible sueño. Pero dónde antes había una bonita casa familiar, ahora solo restaba una horrible silueta negra, desfigurada, un montón de runas. Completamente abatida se dejó caer delante de la casa, sin lágrimas que derramar, con un horrible dolor de cabeza, poco a poco la sensación de irrealidad que la había acompañado toda la noche la cegó por completo, respirar era cada vez más difícil y todo se volvió negro.
Cuando despertó le dolía todo el cuerpo. No sabía donde estaba, no recordaba lo sucedido, hasta que de repente, sin avisar, todos los recuerdos de la noche anterior la asaltaron casi asfixiándola de nuevo. Frenéticamente buscó con la vista por la blanca habitación alguna señal de que sus padres estaban todavía con ella. Pero solo había un chico un poco mayor que ella que dormía en un sillón. Recordaba haberlo visto, pero no sabía dónde. No le importaba, solo quería que sus padres y su hermano volvieran. Las lágrimas empezaron a salir descontroladamente. No podía detenerlas, no podía moverse, no podía hablar, solo podía seguir llorando. El muchacho despertó, intentó hacerle reaccionar, pero no sirvió de nada. Llamó al doctor y, entre éste y una enfermera, la sedaron y el sueño volvió a someterla en un mundo negro, sin sueños, sin recuerdos, sin dolor.
Despertó varias veces los días siguientes, pero no tenía fuerzas para hablar, solo recordaba haber visto la cara de ese chico a su lado, sonriéndole, hablándole, o durmiendo. Pero no podía contestarle, no podía oírle siquiera. Estaba como en una nube, como en un sueño.
Finalmente tras unos días, los médicos empezaron a retirarle los sedantes. Poco a poco fue despertando. Y finalmente una noche despertó. No sabía dónde estaba. Vio al chico, que llevaba allí tantos días que ya no le era un extraño aunque no le conocía de nada.
-¿Qué ha pasado? -Preguntó desconcertada.
-Eeeehh -Dijo suavemente el muchacho-. Has despertado. ¿Cómo estas?
-Mareada. ¿Pero dónde estoy? -Insistió sin entender nada, su mente estaba en blanco.
-Tranquila, estás en el hospital.
-¿Por qué?
-Porque estabas muy débil cuando te encontré.
-¿Me encontraste?. ¿Dónde?. ¿Cómo...?
-¡Shhhh! Intenta descansar, tienes que recuperar fuerzas.
-Pero cuéntame...
-Ahora no, debes descansar.
-Al menos dime como te llamas.
-Me llamo Toya.
-Gracias, Toya, por cuidar de mí -y se durmió de nuevo.
Despertó por la mañana, y Toya le dio de comer, luego volvió a dormir, pero por la tarde ya no tenía sueño. Y Toya no pudo eludir más sus preguntas. Con tanta suavidad como pudo el joven, le contó lo ocurrido la noche del viernes anterior, cuando por un accidente su casa se encendió y sus padres y su hermano quedaron atrapados. Volvió a llorar, pero esta vez su cabeza no se fue, lloró abrazada a ese muchacho que intentaba darle calidez y ternura con su cuerpo, pero que se veía impotente delante de los porqués incesantes que todavía hoy su corazón y su mente no habían resuelto. Él siguió allí toda la noche, a su lado, dándole la mano.
Pero finalmente la mañana siguiente llegó la pregunta:
-¿Que va a ser de mi ahora Toya?
Había llegado el momento, Toya le tuvo que explicar que era un agente social, que él iba a ser el encargado de llevarle con otra familia que cuidarían de ella. Pero no quería a otra familia, quería a su familia.
Los recuerdos de esos días eran confusos y muy dolorosos. Pero Toya estuvo a su lado en todo momento, no la dejó ni a sol ni a sombra, incluso cuando ya la habían instalado en casa de sus padres adoptivos, él siguió visitándola, muy a menudo. Consiguió que no se sintiera sola en este mundo.
Con el paso de los meses, el dolor fue cesando y su mente corrió un velo alrededor de cualquier recuerdo de su vida anterior, dejó el colegio al que iba, dejó a sus amigas, dejó al novio, se largó e intentó olvidarlo todo. Y mientras por ese lado construía un muro para proteger su corazón, por el otro el muchacho iba metiéndose más y más en él.
Pasado un año, ya estaba completamente enamorada de Toya, pero él era mayor que ella. Y eso le parecía un obstáculo insalvable. Ella todavía iba al instituto y nunca se atrevió a decirle lo que sentía por él. Pero verle cada día la hacía sufrir y tras lo que había pasado lo último que deseaba era seguir sufriendo, así que una tarde simplemente le dijo que ya no era una niña, que ya no necesitaba de su supervisión.
Él, simplemente, se marchó.
Y pasaron los años, y ella decidió dedicar su vida a ayudar a la gente, como una vez su amor de juventud lo hizo con ella. Y empezó a trabajar en los servicios socales. En el fondo esperaba volver a verle algún día, pero él ya no estaba allí. Había cambiado de provincia…
En su despacho, Toya intentaba concentrarse en los informes que tenía delante. Pero le era difícil. Uno de ellos era de una niña de apenas trece añitos, única superviviente del incendio de su casa. Ese caso era tan parecido al de Kaho, pensó.
-Kaho -Suspiró apartando los papeles un momento. No podía dejar de pensar en ella, no lo había podido hacer durante los diez años que se separó de ella. ¿Como hacerlo ahora que la tenía a unos metros?
Pero ella no había hecho ni dicho nada que le hiciera pensar que ese amor de juventud había resistido el paso de los años. Era normal, pero no por eso dolía menos.
Los primeros años después de pedir el traslado intentó seguir-le la pista, pero era demasiado doloroso saber que ella rehacía su vida finalmente, sin él a su lado. Decidió dejar de torturarse, así que dejó de pedir los informes acerca de la chica.
No entendió la reacción de la chica cuando lo echó de su lado y no la entendía ahora. Kaho había sido su primer caso serio, desde que entró a trabajar en los servicios sociales. Se implicó mucho en ese caso, más de lo que debería y llegado un punto se dio cuenta que en realidad esa chica era para él mucho más que un expediente en su mesa. Tenía por aquel entonces veintipocos años. Kaho tenía quince, pero su madurez la hacía parecer mayor. Pasado un año de conocerse, muchas veces perdía de vista que quien tenía delante no era una mujer fuerte y madura, sino una chiquilla asustada. Asustada y enamorada. Él mismo había caído también en la trampa de enamorarse de ella.
Por eso cuando ella, asustada le echó de su lado, pensó que la había interpretado mal. Que quizá la chica no estuviera interesada en él. Y con el corazón destrozado se alejó por completo de ella, incluso traspasó su supervisión a otro compañero. No quería presionarla, que se sintiera mal. Veintipocos años eran demasiado pocos para ver que se estaba equivocando. Y se marchó.
Pero casi diez años después, cuando ya tenía un cargo y hacía años que había dejado de supervisar los movimientos de la chica des de la sombra, se enteró de que Kaho llevaba trabajando unos años en los servicios sociales. Le sorprendió tanto que pidió el traslado de nuevo. Pensando que quizá ella intentaba reencontrarle. Ciertamente no había podido olvidarla y, aunque fuera solo como compañeros de trabajo, quería volver a estar al lado de esa chica que le cautivó desde el primer instante que la vio a través de la multitud enfrente de esa casa en llamas.
Pero el traslado había tardado un año en efectuarse, desde que él se enterara que ella estaba intentando tirar adelante un revolucionario proyecto de pisos tutelados para adolescentes. La idea le pareció buena, aunque se guardó de decirlo. En los diez años de no saber de ella había llegado a tener un cargo de bastante importancia, tenía que ir con cuidado con lo que hacía. Pero quiso ayudarla de todos modos e hizo lo que pudo para que se saliera con la suya. Aunque ella de eso nada sabía, obviamente.
Pasado ese año de trámites para el traslado, el proyecto de Kaho se había disuelto, pues había habido problemas con los dos chicos que ella había escogido como conejitos de indias. Aun así decidió aceptar el traslado tan ansiado y se plantó una mañana en la oficina de Kanagawa de nuevo, casi diez años más tarde de haber salido ahuyentado por esa misma chica por la que ahora volvía.
Llevaban casi dos meses trabajando juntos y lo más cerca que estuvo de ella fue el primer día cuando embargado por la emoción la abrazó al verla por primera vez. Ella pero no había dicho nada, no había hecho nada, y empezaba a pensar que otra vez había malinterpretado todo, otra vez.
Sacudiendo la cabeza para no pensar en eso, intentó volver a concentrarse en el expediente que tenía en las manos.
Finalmente Kaho decidió que ya era hora de encarar a su corazón, así que se levantó de su mesa, fue hasta la puerta del despacho de Toya, tomó aire y llamó.
La profunda voz de Toya contestó en el interior: "Adelante"
Muy nerviosa, entró en el despacho cerrando la puerta tras de si. El resto de personal de la oficina no tenía porque enterarse de nada de lo que quería hablar con él.
-Kaho -dijo Toya, levantando la cabeza de los papeles y sonriendo-le como siempre hacía. Sorprendido porque ella casi nunca entraba en su despacho, y mucho menos cerraba la puerta tras ella. Por primera vez en diez años volvían a estar solos. Un nudo en el estómago y la garganta seca, pronto empezarían a sudar-le las manos.
-Toya tengo que hablar contigo -dijo la chica, muy nerviosa-. Es importante -agregó al ver que él señalaba los papeles encima de su mesa. Tenía tres informes que acabar y no quería llevarse el trabajo a casa.
-¿Que ocurre? -Dijo él un poco preocupado por el nerviosismo que pudo escuchar en la voz de Kaho.
-Ocurre que ha llegado la hora de afrontar lo que hace años que me corroe por dentro.
-¿Kaho de qué…? -Su corazón se aceleró y casi le caen los papeles de las manos.
-Shhh, por favor Toya, no me interrumpas o perderé el valor para decírtelo -ante estas palabras los ojos del hombre brillaron, ella lo notó y eso le dio valor-. Hace años te eché de mi lado porqué tuve miedo. Yo todavía era una chiquilla de instituto y tuve miedo de decir la verdad. Luego no supe de ti por mucho tiempo. Pensé que te habrías olvidado de mí, así como yo creía haberte olvidado. Toya, tú me sacaste de ese infierno, me ayudaste a no hundirme, estuviste cada día, cada hora mi lado. Te metiste en mi corazón, y cuando me di cuenta me asusté. Sé que te hice daño, yo… lo vi en tus ojos el día que te pedí que no volvieras, pero ahora te pido perdón. Toya yo... -Kaho no esperaba que él le correspondiera, pero necesitaba decirle lo que sentía por él.
-Shhh -dijo él, que, mientras ella roja de vergüenza había bajado la cabeza para decir todo lo que había dicho, se había acercado a ella-. No sabes cuanto he esperado para que un día me dijeras todo esto. Kaho. Mírame -le dijo levantándole la vista con su mano en su barbilla. Ese contacto inesperado la estremeció-. Sí, me hiciste daño, no entendí lo que ocurría. Me marché porque pensé que era lo que querías. Intenté olvidarte, me resigné. Pero luego cuando te volví a ver, mi corazón saltó como hacía años no hacía y supe que seguías siendo la única. Pero no sabía ver si yo te gustaba todavía, no entendía porque no te acercabas. No te he dicho nada para que no me volvieras a rechazar. Con el tiempo entendí que hace años eras demasiado joven, yo también era demasiado joven. ¿Pero por qué ahora has tardado tanto?
-Tenía miedo. Miedo de haber malinterpretado todas tus atenciones. Te he visto trabajar, sé lo mucho que te implicas en tus casos, mis recuerdos de esos días son confusos y no era capaz de ver con claridad si me habías cuidado así por tu trabajo, o por mí. Además luego llegaste como el joven nuevo jefe... Y tuve miedo de lo que podrían decir. No quería que pensaran que quería ligarme al jefe para llegar más arriba, ni que tú pensaras que había entrado a trabajar aquí por ti. Porqué no fue así. Vine por la necesidad de ayudar a otros como tú me ayudaste a mí.
-Pero no tenías porqué temer a nada. ¿No he intentado mil veces demostrarte lo que siento por ti? Pero no quería decírtelo tan claramente porque no sabía si tú estabas preparada, no quería asustarte como pasó hace años.
-Toya yo, lo siento, debería haber venido el primer día que llegaste, o mejor, no haberte dejado marchar nunca.
-Si tú no me lo pides, jamás me iré. Te amo -le dijo finalmente Toya, la abrazó por la cintura, y poco a poco la acercó a él, para finalmente besarla. Se fundieron en un tierno beso y ella se echó a llorar y a reír a la vez.
Cuando se separaron, él le secó las lágrimas de felicidad con sus pulgares y para hacerla sonreír le dijo:
-Espero que no les ayudes como yo lo hice contigo pues no quiero que nadie te robe el corazón como tú hiciste conmigo.
-Te amo -fue todo lo que ella pudo decir antes de colgarse de su cuello para besarlo de nuevo, aunque esta vez, el beso, fue cargado de pasión.
-Vayamos a comer -le dijo Toya tras unos minutos de besos y arrumacos en la intimidad de su despacho.
-Vayamos, hay tantas cosas que quiero contarte.
-Hay tantas cosas que quiero saber -dijo él sonriendo mientras cerraba las carpetas de encima su mesa, apagaba la luz y le abría la puerta.
En la oficina, cuando los vieron salir a ambos sonriendo, sus compañeros de trabajo empezaron a aplaudir y silbar.
-¡Ya era hora muchachos! -Gritó alguien.
-¿Qué es esto? -Dijo Toya. Su secretaria fue quien le respondió.
-Es que empezábamos a pensar que tendríamos que meternos nosotros para que arreglarais vuestras diferencias -dijo la mujer sonriendo.
Kaho se sonrojó e intentó esconder su rostro contra el hombro de Toya.
-¡Queremos un beso! -Gritó alguien.
-No podemos decepcionar a nuestro público… -le susurró Toya divertido por la vergüenza que la chica demostraba y por la estupidez de la situación. Ellos habían estado tan preocupados en si mismos que no habían visto nada, en cambio el resto de la gente parecía que lo había visto venir de leguas. Cuanto sufrimiento se habrían ahorrado de haberse dado cuenta.
-No, vayámonos, me estoy muriendo de vergüenza, por favor -susurró ella sin levantar la cabeza de él.
-Que se besen, que se besen -empezaran a gritar todos.
-Venga Kaho, te quedas con el más guapo de la oficina, no puedes negarnos esto -le dijo la secretaria de Toya.
Kaho separó su rojo rostro del brazo de Toya y se dejó besar por éste. En el mismo instante en que sus labios se rozaron todos estallaron en vítores y aplausos.
-Ya está bien. ¡Ahora a trabajar, holgazanes! -Dijo Toya intentando recuperar su don de mando. Cosa bastante imposible a esas alturas.
La gente siguió riendo, pero volvió a sus mesas.
-Eh jefe, trátela bien -gritó uno de los más jóvenes de la plantilla.
-Descuida -dijo él mientras salían por la puerta en dirección a los ascensores.
Finalmente los informes se quedaron por acabar encima de la mesa del joven nuevo jefe de sección.
Comieron en uno de los restaurantes de primera línea de mar. Y luego salieron a pasear.
-¿Y qué ocurrió con tu proyecto Kaho?
-No lo sé. Quizá no fue buena idea intentarlo.
-La idea es buena.
-¿De verdad lo crees?
-Sí. De no ser así no habría invertido tanto en él.
-¿Perdón? -dijo ella que no entendió el comentario.
-Tengo algo que contarte. Ven sentémonos en ese banco.
Una vez sentados ella se giró de cara a él esperando la explicación.
-En realidad no supe que estabas en los servicios sociales hasta que un poco de casualidad llegó a mis manos el primer esbozo de tu proyecto. Y no supe que el proyecto era tuyo hasta que hube firmado la aprobación. Entonces pedí el traslado de nuevo. Pero mientras no volvía quería ayudarte. Sabía que te faltaba encontrar un lugar para poner a vivir a los chicos. Así que por una vez hice uso del poder de mi padre. Fui a verle y le convencí para que donara la vieja casa del abuelo para ese proyecto. En realidad a él el proyecto tanto le da, pero ese tipo de cosas desgravan a hacienda así que lo hizo encantado. Esa casa hacía años que nadie de la familia la usaba. Desde que el abuelo murió. A papá no le gusta, le parece demasiado modesta. A mí me encantaba ese lugar y pensé que sería ideal para que alguien rehiciera su vida.
-No sé si debería estar enfadada contigo o muy agradecida.
-Muy agradecida, por supuesto -dijo él sonriendo.
-Así que esa casa fue de tu abuelo. Quiero que veas con tus propios ojos lo que ayudaste a construir.
-Cuando quieras.
-Llamaré a los chicos para ver si les va bien que vayamos mañana, aprovechando que es domingo. Hiciste algo muy noble Toya.
-No, yo solo intentaba ayudarte a ti, tú hiciste que esa ayuda llegara a quien la necesitaba. Aunque al final todo se viniera abajo.
-En realidad yo no creo que el proyecto fracasara.
-Pero…
-Sí ya sé que Hanamichi se marchó a los seis meses de vivir juntos, pero había motivos. Y al final ellos sí consiguieron rehacer sus vidas, juntos.
-¿Juntos?. ¿Quieres decir que vuelven a vivir en esa casa?
-Sí. En los informes no puse nada, por respeto a su intimidad, pero esos chicos comparten mucho más que la casa Toya.
Kaho le contó cómo empezó todo, desde el agujero del metro que se había llevado la casa de Kaede, los maltratos sufridos por Hanamichi y como había huido de casa, lo que su tío Ansai le contó sobre los muchachos, lo que le costó decidir si era buena idea ponerles a vivir juntos, cómo con el tiempo crearon un fuerte vínculo de amistad entre ellos, hasta que Kaede hizo lo que Hanamichi debería haber hecho mucho antes, denunciar a Tsukihiro. Cómo eso los distanció mucho y luego tras un invierno muy duro para ambos, a principios de verano habían acabado juntos.
-Parece que les quieres mucho.
-Sí. Son dos personas muy especiales, es muy fácil quererles. Y Kaede se parece tanto a Kimihiro -dijo ella en un susurro recordando su hermano pequeño.
-Por eso te implicaste tanto en su caso.
-Sí. Toya, todavía me duele pensar en ellos -dijo sin poder evitar una lágrima.
-Lo sé. Y me preocuparía que no fuera así. Pero yo voy a estar aquí siempre que lo necesites.
-Abrázame -susurró ella ante la necesidad de volver a sentir el calor de ese cuerpo alrededor suyo, acunándola, protegiéndola, amándola.
Grissina: sorry, lo siento mucho, se que he tardado en actualizar, pero no he estado cerca de un ordenador hasta ahora.
He estado de minivacaciones XD . (¡Sevilla, que preciosa ciudad!)
Espero que la historia que abro aquí os agrade. Se que no es, seguramente, lo que esperabais, pero ya vendrá. Además ahora tenéis mucha mas información. ;-)
Besos a todos/as, y no dejéis de dejar review, (venga que no cuesta nada, estoy solo a un click de vosotros/as)
