PASADO (II)
-¡Ya se cómo funciona! -Exclamó Toya-. Es un modelo antiguo, se dejó de fabricar hace años porque no era precisamente de los más seguros y al final si se usaba mucho la cerradura acababa por poder abrirse sin el imán. En algún lugar hay una pieza que cuando este imán se acerque va a hundirse dejando abierto el baúl. Lo más difícil va a ser encontrar el punto o puntos dónde es necesario acercar el imán. Ya veréis haced silencio, el clic nos indicará que hemos dado con el lugar correcto.
Finalmente después de mucho rato hallaron el lugar, era un punto entre los dos bules, cuando pasabas el imán cerca se podía notar el efecto repelente de los polos iguales de ese imán con el de dentro de los cofres. Mientras uno de ellos mantenía el imán cerca para mantenerlo abierto los otros dos levantaron la parte superior de ambos baúles.
Kaede y Toya se quedaron sorprendidos, cada uno con lo que el baúl de su abuelo contenía.
El de Toya contenía un grueso sobre amarillo, cerrado, nada más. Lo tomó en sus manos y lo examinó detenidamente mientras los otros centraban su atención en el otro cofre lleno de cosas.
El de Kaede estaba lleno de cosas varias. Un marco de madera con hojas verdes alrededor de una vieja foto en blanco y negro, eran dos chicos de unos veinte años sonriendo abrazados en una playa desierta, a juzgar por las ropas era pleno invierno. Eran sus abuelos, no había duda, el chico de la derecha, vestido mas humildemente era Kaede Rukawa, aunque no se parecía mucho a su nieto, el otro, el de la izquierda, mas elegante, sí era clavado a Toya. Tras examinarla Kaede la pasó a los otros para que la vieran.
Había una flor seca.
Una caja de latón que contenía decenas de pequeños sobres amarillentos por la edad. Los fue abriendo uno a uno con las manos temblorosas, eran todo notas del abuelo Toya para el jefe del abuelo Rukawa el carpintero.
"Necesito que su ayudante pase por mi habitación en el hostal lo antes posible, no estoy seguro de haber elegido bien la madera para mi cama y querría comprobar el muestrario una vez mas con él, repasarlo todo de arriba bajo de nuevo. Shisuru, T."
"Estoy muy contento de los servicios prestados por el joven Rukawa, querría que fuera recompensado por su increíble y sutil trabajo con el fin de semana libre. Shisuru, T."
"Uno de los cajones de la cómoda no funciona, no hace bien el juego de entrar y salir. ¿Podría mandar a su aprendiz a ver que puede hacer para remediarlo? Para mi es muy incomoda la situación de no poder entrarlo y sacarlo cuando me apetece. Shisuru, T."
"El cajón sigue atascándose, necesito urgentemente la inestimable ayuda del joven Rukawa, si no es mucha molestia que venga ahora. Será algo rápido. Shisuru, T."
"El mango de mi puerta se resiste a bajar, no puedo abrirla, podría Rukawa venir a ayudarme, le recompensaré por las molestias. Shisuru, T."
"Mi mango ha vuelto a jugarme una mala pasada, no puedo bajarlo, necesito de nuevo las manos hábiles de Rukawa, ese chico es el único que consigue hacerlo funcionar. Shisuru, T."
"Estimado Rukawa, para agradecer su infinita entrega en todo lo que le he pedido estos últimos meses, quisiera que aceptara este presente en mi nombre y el de mi familia. Estoy seguro que las nuevas herramientas serán de utilidad tanto para usted como para su maestro. No puedo esperar para comprobar que pueden llegara a hacer sus hábiles manos con ellas. Toya Shisuru."
A medida que Kaede iba leyendo, un leve sonrojo cubría sus mejillas. Para otro que no supiera nada de lo que había entre ellos no serían más que un montón de estúpidas palabras dichas por alguien un poco excéntrico. Pero esas notas eran claramente excusas del abuelo de Toya para meter al joven Rukawa en su casa, en su cama. Le mandaba llamar a través de su maestro y como no podía poner lo mucho que le deseaba se inventaba las más inverosímiles excusas. Cuando Kaho y Hanamichi las vieron no pudieron evitar empezar a cuchichear riendo por debajo la nariz y Toya también se puso rojo. Las connotaciones sexuales de algunas de esas notas era más que evidentes.
Había también en el cofre una pequeña bolsa de papel con una fecha escrita en ella junto a una pequeña nota, indudablemente era la letra de Toya, que decía: "Perdóname". ¿Qué había mandado en esa bolsa para pedirle perdón? Y ¿Por qué le pedía perdón?
Había viejos programas de mano de distintas obras de teatro. En todas ellas había siempre dos firmas, una era la de Toya, la otra tenían que suponer que la de uno de los protagonistas. ¿Qué significaban? Quizá Toya le había llevado al teatro y a Kaede le gustaba tanto eso que cada vez había conseguido que el actor o actriz principal les atendiera al final de las representaciones. Quizá cada vez que no pudieron ir juntos Toya le consiguiera el autógrafo de esos actores. No lo podían saber.
En el fondo del baúl un pequeño libro, casi un folleto, que se veía muy usado, estaba forrado con papel marrón. Cuando lo abrió para ver qué era, Kaede no pudo creer lo que estaba viendo. Intentando que no se notara que el corazón se le había acelerado de golpe se lo puso disimuladamente en el bolsillo.
-¿Qué era eso? -Preguntó Hanamichi que había visto el disimulado gesto.
-Nada -Dijo un poco sobresaltado de oír a Hanamichi tan cerca de su espalda.
-Kaede… -Le reprochó el pelirrojo.
-Unas instrucciones, luego te lo enseño -Dijo entre dientes.
-¿Y tú Toya no vas abrir ese sobre? -Dijo el pelirrojo mientras pasaba disimuladamente las manos alrededor de la cintura de Kaede. El moreno estaba inquieto, nervioso, y si no se equivocaba estaba excitado, pudo notar como su vientre se estremecía con sus caricias. De haber sido ese un momento menos oportuno. De no haber sido los invitados Kaho y su prometido…
-No lo sé. Me da miedo. Tu abuelo guardó en el cofre sus recuerdos, pero el mío no. ¿Solo este sobre?. ¿Por qué no hay nada más? Si esto era lo más importante para el abuelo… -pero no terminó.
Kaho se le acercó y se sentó en su regazo.
-Es ya muy tarde. Por qué no nos vamos a casa. Esta ha sido una larga noche, pronto serán las dos. Esos papeles han estado aquí por más de cincuenta años, no les vendrá de un día. Mañana podemos abrirlos tranquilamente.
-Sí, quizá sea lo mejor -dijo Toya. Estaba confuso. La verdad es que esperaba encontrar una munión de pequeños recuerdos en el baúl, como había ocurrido con el de Rukawa, pero no un sobre. No lo había dicho a los otros pero el sobre iba con el sello de la firma de abogados de la familia de toda la vida. Ese sobre contenía papeles legales y podía imaginar qué eran. A su abuelo no le gustaban los asuntos legales, no podía imaginar que su gran tesoro fueran precisamente papeles, en un sobre, confidenciales. ¿Quizá lo sensato sería abrirlos con un abogado presente?
-¿Toya, cariño, qué te ocurre? Desde que hemos abiertos los baúles que… -preguntó en un susurro la chica, mirando como su prometido miraba al vacío absorto en quien sabe qué pensamientos.
-Nada Kaho, solo pensaba en el abuelo. Estoy cansado, vayámonos a casa y dejemos a este par de tórtolos solos, que hace horas que lo piden a gritos -dijo sonriendo Toya al tiempo que se levantaba de la silla levantando a Kaho cogiéndola de la cintura.
Hanamichi estuvo a punto de soltar a Kaede ante ese comentario de Toya, pero no lo hizo. Al menos no instantáneamente. A pesar de sentirse descubierto la sonrisa en la cara de ambos era muy agradable, le hacia sentir aceptado, que su relación era aceptada como la mas natural y eso era reconfortante.
Los cuatro se levantaron y, tras despedirse, Toya y Kaho se marcharon. Toya solo se llevó el sobre.
-El baúl de momento lo voy a dejar aquí si no os molesta, otro día ya veremos que hago con él-. Desde que habían abierto el cofre que Toya estaba un poco distante, distraído, todos lo achacaron a que había sido un día muy largo y era ya muy tarde.
Justo después de cerrar la puerta, Kaede se encontró de golpe aprisionado entre ella y el cuerpo de Hanamichi a su espalda.
-Mmmmm -no pudo evitar gemir el moreno al notar el cuerpo de Hanamichi pegado a él, su boca en su cuello, que instintivamente ladeaba la cabeza para darle mayor acceso; en su oreja…
-Kaede -susurró Hanamichi mientras con sus manos levantaba la camiseta del moreno para poder tocar su abdomen, que se estremeció con ese contacto.
-¿Mmm? -medio respondió Kaede.
Las manos del pelirrojo viajaron en direcciones opuestas, una hacia el pecho del moreno, amasándolo, pellizcando los pezones, la otra se posó directamente en su entrepierna, masajeándole firmemente por enzima del pantalón.
-¡Aaahhh!- exclamó Kaede ante ese arrebato de pasión de Hanamichi, quien solo podía pensar en tocar, masajear, besar, poseer. Si es que a la niebla que ocupaba su cabeza puede realmente llamársele pensar en algo, mas bien se estaba abandonado totalmente a sus instinto animal, por completo.
Pero igual de cegado por el placer estaba Kaede, que aun estando totalmente aprisionado, se dejaba manosear de esa forma tan lujuriosa, las manos del pelirrojo estaban por todo su cuerpo dejándolo sin respiración, mientras la boca seguía incansable en su cuello, besando, lamiendo, dejándole oír pequeñas exhalaciones que no llegaban ni a gemidos contenidos, tragándose el lóbulo de su oreja, lamiéndosela, haciéndole estremecer, tensando cada fibra de su piel, erizando todo el bello de su cuerpo.
Hasta ahora solo se había dejado hacer, incapaz de nada más. Hanamichi lo había separado de la puerta, pero seguía agarrándolo por su pecho y paquete, sin cesar en su lujurioso masaje. El pantalón le molestaba, le apretaba, pero Hanamichi no parecía tener intención de sacárselo; él mismo no hizo intentos para desabrocharse, su mente estaba demasiado ida para eso. Con la cabeza echada hacia atrás, apoyada en el hombro del pelirrojo todo lo que sus manos pudieron hacer fue agarrar a Hanamichi por las nalgas, masajeándolas también, para pegar más si cabe, ese cuerpo al suyo, encastar la erección de Hanamichi en su culo. La notaba, palpitaba de deseo.
La respiración de ambos empezaba a ir muy desacompasada y Kaede empezaba a sudar, tenía calor; Y sed, sed de esos labios que ahora le besaban los hombros. Un momento. ¿Cuanto hacía que había perdido la camiseta?. ¿Cuando se la había sacado? Hanamichi tampoco llevaba la suya, podía sentir su piel, su pecho en su espalda, el golpeteo acelerado de su corazón y esa mano seguía haciendo estragos en sus pantalones. Era consciente que su erección pronto empezaría a ser dolorosa si seguía así, aprisionado por los pantalones; Y esa mano torturándole.
Cuando Kaede pensaba que estaba llegando al límite, las manos de Hanamichi dejaron su cuerpo para poder tomar las suyas apartándolas de ese terso culo. Con un poco de brusquedad, suscitada por el deseo incontrolado, Hanamichi lo giró y sin soltarle las manos, imposibilitando cualquier reacción, lo besó.
Sintiéndose sin aire, por culpa de esos labios en su boca, succionando, esa lengua contra la suya intentando dominarle, Kaede intentó separarse, pero no podía. Fue entonces que se dio cuenta de cuan fuertemente Hanamichi lo mantenía amarrado. Escaparse le hubiera resultado muy difícil si el labio de Hanamichi no hubiera estado herido. No pasaron ni cinco segundos hasta que sintió el sabor metálico de la sangre de Hanamichi en su propia boca.
Finalmente Hanamichi lo dejó respirar. Separándose, se quedaron allí de pie en el recibidor, mirándose fijamente a los ojos, jadeando, intentando recuperar un poco la compostura perdida, Hanamichi todavía amarrando fuertemente sus muñecas.
Una gota de sangre resbaló del labio por la barbilla del pelirrojo. Kaede no lo dudó un segundo en acercarse y lamerla, luego succionó con suavidad el labio dolorido del pelirrojo.
Eso les llevó uno en brazos del otro de nuevo; el cuerpo caliente y sudado de Kaede buscando el contacto con el de Hanamichi; éste sin querer soltarle las manos; el deseo creciente de liberarse para poder recorrerle libremente; el deseo de mantenerlo sometido a su voluntado. Las cosas se aceleraron de nuevo, en una lucha por someter, a empujones por la pared del pasillo, avanzando entre besos y jadeos hasta la cocina.
Hanamichi lo empujó a dentro la cocina, sin soltarle, sin permitirle hacer nada más que su propia voluntad. Lo acorraló de nuevo contra la pared. El frío de las baldosas, en contraste con su piel caliente, un estremecimiento, otro gemido. Y esos malditos pantalones. Su pecho lleno de besos, lametones, y más besos, sus pezones por completo erectos, su corazón incontrolado, su respiración entrecortada:
-Hanamichi… -suplicó. No puede llamarse de otro modo ese lamento, esa suplica por ser liberado.
Y por fin sus manos liberadas, primero para ayudar al pelirrojo a desabrochar el botón de los tejanos, libre por fin, luego directamente entrelazando sus dedos a ese mar de cabellos pelirrojos moviéndose delante de él, a la altura de su pelvis.
-Hhhhhh -la boca semiabierta incapaz de pronunciar siquiera ese gemido que pugnaba por salir de sus labios. Mientras, esa boca lo mataba de placer.
Y de repente una extraña sensación. Tiró de los pelos pelirrojos para hacer que sus miradas se cruzaran, en busca de una explicación a esa intrusión inesperada.
Pero Hanamichi no estaba dispuesto a dejar de dominar él la situación. Sin hacer caso de los tirones en su pelo, siguió introduciendo ese dedo, hasta el fondo, hasta que no pudo más y un poco más. Notando como Kaede hacía movimientos como alejándose y luego volviendo a su posición original, con su boca lo tenía atrapado, sabía que no podría negarse a esa sensación. Hurgando, masajeando, hasta que encontró ese mismo lugar que Kaede ya había encontrado dentro de él. En ese instante aumentó el rimo, Kaede soltó su cabello para agarrarse a la pared, en busca de estabilidad, intentando mantenerse de pie cuando las fuerzas le abandonaban, arqueándose en un orgasmo esperado y deseado como nunca.
Hanamichi se levantó, todo embadurnado del semen de Kaede, para quedar a su altura y besarle de nuevo.
-Sabía que te gustaría -le susurró, antes de separarse para tomar un paño de cocina y limpiarse un poco el pecho.
Kaede que había permanecido apoyado a la pared se le acercó por detrás y le abrazó.
-Quiero más -susurró en su oído.
Todo el cuerpo de Hanamichi vibró y se estremeció al notar la osada mano de Kaede bajando hasta su erección.
Echó la cabeza atrás hasta apoyarla en el hombro de Kaede. Su mejilla en contacto con la de él. Necesitaba besarle de nuevo. Necesitaba también detener esas caricias por encima de su pantalón. Se giró, soltándose del amarre de Kaede, lo miró a los ojos, luego se acercó a él, le tomó por la cintura y lo acercó a él para besarlo. Notó como Kaede rodeaba su cuello con sus brazos, acariciándole la nuca. ¡Como le gustaba esa sensación!
Y si Kaede quería más le daría más. Suavemente lo levantó en brazos sin dejar de besarle. Las largas piernas de Kaede se enroscaron en su cintura. Caminó hasta la mesa, de un manotazo apartó los cuatro papeles que había encima y colocó a Kaede encima la superficie de madera.
Lo observó un momento, allí tumbado, completamente desnudo, completamente a su merced, completamente entregado a él. Se recostó encima suyo para besarle de nuevo sutilmente en los labios antes de empezar a esparcir pequeños besos por su cuello, la clavícula, el pecho, el estómago…, poco a poco consiguiendo de nuevo que su respiración volviera a ser entrecortada, consiguiendo que mientras su cabeza se echaba para atrás, su espalda se arqueaba y sus manos luchaban por agarrarse a la mesa, su erección volviera a despertar.
Pero pasó de largo de esa zona, siguió bajando dando besos, acariciando, suavemente casi rozándolo, casi como si no le tocara, esas piernas que se abrían buscando darle mayor acceso, un acceso que de momento no iba usar, solo el interior de los muslos y bajando hasta los pies.
En ese momento se detuvo y se apartó ligeramente de ese cuerpo que empezaba a vibrar de nuevo. Kaede levantó la cabeza para intentar saber porqué Hanamichi se había detenido. Y lo vio allí de pie observándole, todavía con sus pantalones puestos, mientras lascivamente lamía sus propios dedos. ¿Iba a meterse-los otra vez? Kaede se estremeció y al notar una mano en su muslo cerró los ojos esperando volver a sentir esa extraña sensación de invasión que tanto le había sorprendido y gustado por igual.
Y no tardó nada en sentir ese dedo de nuevo jugando a entrar y salir de él.
Unos segundos después un beso en la punta de su pene recto le hizo arquear la espalda en busca de más contacto, fue entonces que notó como lo que entraba en él ya no era un dedo, era algo más, eran dos dedos. No era doloroso, no como pensó que sería, así que no se quejó. Se dejó hacer. Al fin y al cabo hasta ahora dejarse hacer le había sido muy placentero.
Un minuto más tarde Hanamichi tanteó con un tercer dedo. Parecía que hasta ahora a Kaede le gustaba y cuantos más soportara sin dolor, más fácil sería meterse él, en ese agujero. Y tenía que hacerlo cuanto antes porque hacía rato que su erección en sus pantalones había empezado a ser dolorosa, aprisionada, y con esos gemidos de Kaede,… ¡o lo tomaba pronto o se iba a volver loco!
Kaede se sintió incomodo con ese tercer dedo, quiso protestar, pero Hanamichi le succionó de tal modo en ese instante que se quedó sin respiración.
Pasado un minuto ese pequeño pinchazo de dolor incomodo había arremetido y empezaba a gustarle mucho eso de los tres dedos.
Hanamichi notó ese cambio, el aumento de jadeos de Kaede, los estremecimientos, había llegado el momento. Se separó de él, haciendo caso omiso de la mirada asesina que le mandó por parar en ese momento, para poder desabrocharse los tejanos, los dejó caer hasta sus pies, junto con su ropa interior. Luego solo tomó su propia erección con una mano y con la otra la cintura de Kaede que le miraba expectante. Acercó su pene a esa entrada dilatada, pero no lo suficiente para lo que venía. Cuando Kaede sintió la dimensión de lo que intentaba penetrarlo se tensó.
-Hana, Hana, espera -jadeó.
Hanamichi paró instantáneamente.
-¿Te hago daño?
Kaede hizo que sí con la cabeza. Hanamichi se apartó y le observó con una mirada que Kaede no supo interpretar. Luego sin decir nada se apartó de la mesa.
Eso no era lo que quería, pensó Kaede. Pero Hanamichi que ya le daba la espalda, empezó a andar. Por culpa de tener los pantalones en los tobillos se tropezó y casi cae de bruces.
-¡Mierda! -Exclamó el pelirrojo en un tono de voz enfadado. Con una violenta patada aventó los pantalones al otro lado de la cocina, luego se encamino detrás del mármol y se agachó. Quedando fuera de la vista del moreno.
Kaede completamente arrepentido de haberle pedido que se detuviera se sentó de nuevo en la mesa dispuesto a ir a buscarle detrás del mármol y encularse él mismo si era necesario.
-¿Dónde vas? -Le dijo Hanamichi cuando se levantó de detrás del mármol y lo vio de pie al lado de la mesa.
-Yo…
-Ven aquí -Le dijo.
Kaede pudo ver como Hanamichi se estaba frotando su miembro insistentemente. Se acercó a él y sin decirle nada el pelirrojo le giró dejándolo con el torso apoyado en el frío mármol.
-Relájate kitsune. No quiero hacerte daño, pero te necesito -le murmuró al oído mientras su cuerpo se pegaba al suyo y sus manos jugaban, una con su miembro y la otra en su entrada ambas extrañamente resbaladizas-. Así, relájate, esta vez será más fácil… ya lo verás.
-Ah, aah, aaah -no pudo evitar jadear Kaede al notar de nuevo los tres dedos de Hanamichi dentro de él, al ritmo del vaivén de la otra mano. Y de repente sin casi notarlo, Hanamichi se había incorporado y lo que intentaba entrar en él ya no eran esos dedos, sabía lo que era y esta vez no se echaría atrás. Poniéndose un puño en la boca para ahogar cualquier grito de dolor que pudiera salir de él y con un movimiento brusco metió más de la mitad del miembro de Hanamichi dentro de si.
-¡Kaede! -Gritó Hanamichi sorprendido por esa acción.
El moreno por su parte no dijo nada. Había entrado con más facilidad de lo que esperaba, pero aún así sintió ese dolor incomodo, el mismo que cuando le había metido el tercer dedo. Pero arremetería, lo haría igual que antes. Solo necesitaba acostumbrarse.
Hanamichi hacía esfuerzos inhumanos para no sucumbir a lo que su cuerpo le pedía, acabar de entrar en esa caverna estrecha y cálida que se ajustaba a él cual guante de seda. Se tumbó de nuevo encima de su espalda, para besarle el cuello y le susurró al oído:
-¿Estás bien?
-Sigue -murmuró pasado un rato Kaede-. Por favor.
Hanamichi no se hizo rogar mucho, con ambas manos en la cintura de Kaede lo separó de él un poco para luego, lentamente volverle a acercar, entrando cada vez un poco más, cada vez un poco más rápido.
Finalmente lubricar su miembro había sido una buena idea, el aceite minimizaba la fricción y con ello el dolor. Kaede instintivamente llevó sus propias manos a su erección, que con todo había empezado a decaer y siguió el ritmo de Hanamichi, pero era difícil, necesitaba agarrase al mármol para controlar las arremetidas de Hanamichi. Pronto las embestidas ya no eran ni lentas ni suaves.
Hasta que Hanamichi dejó salir de él un sonido gutural:
-¡Oooaaaahhhggg!
Kaede notó como su interior se llenaba de un líquido caliente, gozando de esa sensación, agarrándose al mármol frío y luego cuando Hanamichi dejó de convulsionarse volvió a su masturbación con ganas de terminar también. Pero las manos de Hanamichi le detuvieron.
Al tiempo que salía de su interior, le tomó él el miembro y empezó a masturbarle, de nuevo. Lento, muy lento, haciéndole sufrir, luego un par de estocadas rápidas que le hicieron gritar:
-¡Aaaahhhh! -Ese grito encendió de nuevo al pelirrojo, que sintió el deseo volver a recorrer su cuerpo.
Pero lo mantuvo a raya, de nuevo lento, muy lento. Uno rápido… Y lento otra vez…
-Hanamichi, por favor… -suplicó Kaede, necesitaba velocidad y la necesitaba ya.
El pelirrojo no pudo más. El tiempo de recuperación más corto de su vida acababa de acabarse, su erección volvía a estar en pie de guerra. Esta vez, sabiendo que no le dolería, lo penetró de golpe. Sin preparativos. El ritmo de las estocadas se volvió frenético, tenía la sensación de ser un conejo en celo, pero no podía evitarlo. Para evitar que Kaede acabara antes que él, mantenía ese ritmo lento. Kaede había intentado acelerarlo, movía las caderas frenéticamente, pero estaba apresado debajo de él, contra la encimera, incapaz de moverse demasiado.
Finalmente cuando notó que por segunda vez iba a vaciarse en ese estrecho canal aterciopelado, aceleró el ritmo de su mano consiguiendo que esta vez ambos terminaran juntos en un grito de éxtasis.
-Sí, sí, ah, ah, aaoohh,…
-Sí, oh, sí, síííííí.
Completamente sin fuerzas Hanamichi se desplomó de nuevo encima de Kaede.
-Te amo -le susurró cuando su respiración acelerada se lo permitió.
-Lo… sé -fue toda respuesta de un soñoliento Kaede debajo de él.
Saliendo de él cuidadosamente, le limpió y se limpió con el mismo trapo que había usado anteriormente. Lo tiro y luego tomó a Kaede en brazos.
-Mi deuda está saldada -le susurró cuando lo dejaba en la cama.
En un movimiento inesperado, Kaede lo tumbó a su lado y haciendo acopio de las últimas fuerzas que le quedan trató de inmovilizarlo debajo de él.
-No. Me has hecho tuyo Hanamichi, ahora tendrás que atenerte a las consecuencias.
-Bueno creo que podré vivir con eso -sonrió antes de besarle dulcemente. Luego simplemente Kaede se desplomó encima de él, completamente muerto de cansancio y se durmió en su pecho.
Grissina: Bueno ya sabéis que contenían los baúles (bueno mas o menos XD).
Solo un pequeño apunte:
Ese tipo de mecanismos magnéticos, que la verdad es que no sé si he sabido explicar correctamente, existen de verdad. Yo misma tengo un joyero que funciona así. Parece que no puedes abrirlo, no tiene cerradura pero la tapa no cede, ya puedes darle vueltas que no lo abrirás a menos que sepas que una de las piezas decorativas salta si la presionas y que lleva un imán que debes colocar en el lugar correcto para que empuje el imán de dentro y puedas abrirlo. Y aunque el mío no necesita que lo pongas del revés ni nada de eso, dónde lo compré sí tenían otras cajitas que para abrirlas tenías que saber exactamente qué movimientos hacer: darles la vuelta, hacerlas girar del revés como una peonza, rápidamente girarlas y tras un golpe seco se abrían misteriosamente, y otras combinaciones que no recuerdo, era ciertamente impresionante.
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