VISTA POR SENTENCIA
Dos días habían pasado en casa sin salir prácticamente, Hanamichi no había ido a trabajar, solo habían ido a entrenar a primera hora de la mañana, ya que Hanamichi, un poco más recuperado, había podido aguantar una hora y media sin mucho esfuerzo.
Habían pasado dos magníficos días en calma, no habían discutido a gritos por nada, habían jugado con la pequeña, quien empezaba a hacer sus intentos para gatear ante la mirada embobada de Hanamichi y la divertida y curiosa de Kaede.
Éste les había hecho un recital la noche anterior que acabó irremediablemente con ellos desnudos en su habitación disfrutando de su mutua compañía, descubriéndose, amándose.
Hanamichi había enseñado a Kaede, por fin, como cambiar a la pequeña, como bañarla, como prepararle las papillas de fruta…
Durante esos dos días habían especulado mucho sobre cómo pudo ser la vida del abuelo de Rukawa; como esos dos hombres habían vivido un apasionado romance y hecho promesas de amor eterno; de como la vida les había obligado a separarse; y dieron gracias por vivir en otra época, dónde casarse y tener hijos no era algo que pudiera separarles.
Pero no habían sabido nada de Toya, ni del sobre que su baúl contenía.
Ahora que los moratones del torso de Hanamichi empezaban a desaparecer, y su labio había perdido la hinchazón, éste decidió que ya era hora de volver a trabajar.
Volvió al chiringuito en otro de esos días extremadamente calurosos, pero esta vez Hanamichi se quedó en la sombra, con la ropa puesta, sin exponerse a ser acosado otra vez por la multitud de jovencitas que acudían en grupos al chiringuito. Aunque al llegar tuvo la agradable sorpresa de que ellas le esperaban para disculparse por su comportamiento de unos días atrás y sobretodo el desafortunado incidente con sus respectivos novios o parejas (y alguna que otra ya ex-pareja) de verano.
El ambiente en la playa era tranquilo, amigable y muy agradable. Las horas pasaron deprisa y para cuando Hanamichi se dio cuenta pasaban de las seis de la tarde. No se había preocupado por saber la hora en todo el día esperando que a las cinco pasadas Kaede llegara con la pequeña a buscarle. Cuando Sayuri le hizo notar que ya eran más de las seis, se preocupó un poco. Ayudó a la chica a recoger lo más grande y luego la dejó para que acabara de cerrar.
Llegó a casa que casi eran las siete de la tarde. Estaba todo sudado del calor del día más la carrera hasta casa corriendo. Antes de abrir la puerta tuvo que detenerse en frente a recuperar el aliento.
Cuando entró no encontró a nadie. El cochecito de Aya estaba en el salón, pero la mochila para cargarla no estaba. Kaede debía haber salido a buscarle. ¿Se habían cruzado? No tuvo mucho tiempo para pensárselo, en dos minutos llegaba a casa Kaede, con la pequeña colgada del pecho, Kaho y Toya.
-Hola -dijo un poco descolocado Hanamichi que no esperaba verles a todos.
-Hola Hanamichi -dijeron Kaho y Toya. Kaede no dijo nada, solo le puso la niña en brazos a Kaho y les indicó que se sentaran en la sala. Luego tranquilamente caminó hasta el final del pasillo, delante la cocina dónde Hanamichi le esperaba.
-Hola -murmuró antes de darle un casto beso en los labios.
-¿Dónde estabas? -Preguntó Hanamichi.
-Con ellos -dijo secamente-. Ven, necesitas una ducha, mientras te lo cuento -le dijo mientras lo arrastraba, literalmente, escaleras arriba.
Ya en el piso de arriba Hanamichi insistió:
-¿Muy bien, puedes decirme a que viene todo esto?
-Tengo dos cosas para contarte.
-Podrías empezar por decirme dónde habéis estado, esperaba que vinieras a buscarme, estaba preocupado.
Una pequeña mueca de sonrisa apareció en la cara de Kaede. Hanamichi preocupado por él, cuan cálido era ese sentimiento en su interior.
-He ido a ver al abogado -contestó directo al grano.
-¿Un abogado?. ¿Por qué?. ¿No habrá ocurrido nada malo, verdad?
-Hemos recibido esta mañana las citaciones para el juicio de Tsukihiro.
-¿Ya?. ¿Tan pronto?
Kaede hizo que sí con la cabeza.
-¡Mierda! -Exclamó enfadado Hanamichi, dando un golpe en la pared del pasillo dónde habían estado hablando. Luego sin decir nada se dirigió a la habitación y se sentó en la cama con la cabeza entre las manos.
-El juicio empieza a finales de Agosto.
Hanamichi no dijo nada, por unos instantes. Kaede se sentó a su lado.
-Dijeron que tardarían mucho tiempo en…
-No pasa nada Hanamichi. Cuanto antes empiece todo antes terminará. Y para Aya es mejor que todo ocurra cuando ella sea pequeña.
-Sí, quizá sí.
-Kaho me ha acompañado a hablar con el abogado, quiere que vayamos a verle, los dos, un día de la semana que viene.
-¿Oye, y quien es, de qué lo conoces?
-Se ocupa de mis cosas desde que murieron mis padres. Si te parece bien nos ayudará con lo del juicio. Pero si quieres buscarte uno…
-No. No me gustan los abogados, si tú confías en él a mí ya me vale.
-Hanamichi, todo irá bien.
-Eso espero, Kaede, eso espero -susurró.
Hanamichi volvió a quedarse sumido en sus propios pensamientos. Kaede le hizo compañía sin moverse de su lado por un rato, luego le dijo:
-Dúchate, tomate tu tiempo, yo iré a bajo con Kaho y Toya.
-¿Uh? -Dijo por un momento perdido al volver a la realidad-. Ah si, ya no me acordaba que están a bajo.
-Eeeee -le dijo suave y dulcemente mientras le tocaba el hombro-. Ven -le dijo acercándolo a él y luego le abrazó.
Hanamichi se dejó abrazar. Colocó la cabeza en el hombro de Kaede y finalmente le rodeó la cintura con sus brazos.
-No pasará nada -le susurró Kaede.
-¿Se lo has contado?
-Lo de la citación sí.
-Y lo de…
-No.
-P…
-No es el momento -sentenció fríamente, mientras tomaba a Aya en brazos.
-Mira Kaede ya lo hemos hablado antes, pero…
-No -le cortó- yo ya he dicho lo que tengo que decir por ahora. No insistas.
-En eso tiene razón. Se hace tarde Toya -le dijo Kaho para que no insistiera-. Kaede, cariño dale un beso a Hanamichi de mi parte. Os pasaré a buscar mañana por la mañana.
Al salir de la ducha Hanamichi se encontró con que Kaho y Toya ya no estaban, Kaede daba la cena a la pequeña mientras en el fuego se cocía el arroz para la cena.
La visita al abogado fue lenta y pesada para los dos chicos, pero como mínimo al salir Hanamichi estaba más tranquilo. El abogado les había explicado que empezarían el juicio por maltratos en Septiembre y que el de fraude vendría después, quizá en un año o dos. La cuestión era que para ganarse la gracia del juez para la acusación de desfalco y estafa, Tsukihiro, aconsejado por el abogado, se había declarado culpable de los maltratos, por lo que en realidad todo el juicio era un mero formalismo. Hanamichi ya no tenía que sufrir para que ese hombre quedara libre. Y aunque le cayera poca cosa por los maltratos sería suficiente para retenerlo hasta el siguiente juicio y tras el juicio por fraude ese hombre pasaría como mínimo más de la mitad de la vida que le quedaba entre rejas.
Durante dos semanas Hanamichi compaginó el trabajo en la playa con idas y venidas al despacho de ese abogado junto con Kaede.
Por suerte las modernas instalaciones de ese bufete de abogados tenían aire acondicionado, pensaba Hanamichi. Quien todavía se preguntaba como puñetas pagaba Kaede un abogado de ese calibre para papeleo común. Sabía que en la vida real no era como en las películas, todo el mundo sabía que en Japón no había mas abogados que cucarachas como en las pelis de Hollywood, ser abogado era algo tan respetable casi como ser médico, pero aun así esperaba encontrar un despacho mas bien sucio y mal iluminado, de madera gastada y oscura y con un ventilador destartalado en el techo y no ese edificio de oficinas en el centro, con un Hall de mármol, luces por todas partes, plantas e incluso una fuente. Se sentía intimidado por toda esa monumentalidad y no le gustaba esa sensación.
Incluso Sayuri notó que Hanamichi no estaba bien. Intentaba esconderlo cuando estaba en el chiringuito, pero no era muy bueno en eso, había perdido práctica. Tiempo atrás había sido bueno en esconder los nervios, lo suficiente como para engañar a todo el mundo cuando creía no tener a quien acudir con sus problemas, pero no tenía ni ganas ni fuerzas para volver a construir ese muro a su alrededor para protegerse de los demás.
Ahora tenía a su lado a alguien a quien acudir y tenía toda la intención de buscar su apoyo. Estaba harto de hacerse el valiente, de ser siempre el fuerte que todo le patina, a quien nada puede, porque no era cierto. Se sentía cansado, tenía ganas de que todo lo de Tsukihiro terminara y quería seguir sintiendo esa agradable y cálida sensación de saber que Kaede estaba a cada rato pendiente de todos sus movimientos.
Lo había notado, no era difícil darse cuenta de ello cuando justo en los momentos en que se sentía más cansado y abatido el moreno aparecía con un tema de conversación para distraerlo de sus cavilaciones, con una estúpida excusa para hacerle reír o discutir para poder luego callarle con un beso, o simplemente iba y le abrazaba, sin decir nada, solo se quedaba allí a su lado, haciéndole compañía, compartiendo con él momentos de silencio, juntos.
Como ahora. Era lunes por la noche, el día siguiente no tenía que ir a trabajar, Sayuri le había dicho que podía tomarse un día libre a la semana y había escogido los martes. Habían cenado, la niña dormía arriba en su cuna, y ellos estaban en una tumbona en el jardín disfrutando de la placidez de la noche de verano, observando las estrellas, oyendo los ruidos de la noche. Sin decirle nada Kaede se había tumbado entre sus piernas, recostándose en su pecho y luego solo se había quedado allí, con él.
Kaede sabía que todo lo del juicio lo tenía nervioso y estaba contento que Hanamichi no intentara ocultarlo. Había tenido mucho miedo de verle encerrarse de nuevo en su coraza de soy el más mejor y nada me afecta. Pero no lo había hecho, por el contrario buscaba su atención y sus mimos y eso le agradaba. ¡Era tan agradable saberse necesitado por alguien que nunca había pedido la ayuda de nadie!
Pero aunque las cosas en el juzgado acabarían en un par de semanas les quedaba por delante un largo camino. El final del verano se acercaba y con él el inicio de las clases. No solo tendrían que encontrar un nuevo ritmo para todo, sino que pronto tendrían que empezar a preocuparse; aprobar no sería fácil; el equipo iba a ser una vía de escape para ambos pero también iba a agotarles y a preocuparles; luego estaba Aya, con todas sus necesidades: la guardería, la comida, la ropa, el médico, y sobretodo la atención que requería. Además no tenían, por ahora, ninguna oferta para alquilar la casa de Hanamichi. Contaban con ese dinero para no tener que apretarse el cinturón y Kaede sabía que una de las cosas que más preocupaban a Hanamichi era eso. No quería aceptar dinero de Tsukihiro ¿pero como no hacerlo sin tener asegurada otra entrada de dinero para poder mantener a Aya?
No hay respuestas fáciles a preguntas difíciles.
Y Kaede era muy consciente de ello. Pues mientras intentaba que Hanamichi se sintiera seguro con todo lo que ocurría, él mismo intentaba encontrar una respuesta.
Pocos días antes se le había presentado una ocasión muy peculiar, compleja y poco razonable, pero no por eso poco atrayente. Pero no estaba seguro de querer decidir su vida ya en ese momento, dieciocho años son muy pocos para decidir sobre algo así. Aunque por otro lado no era la primera gran decisión que se le presentaba, no eran muchos los jóvenes de su edad comprometidos con alguien al nivel que él y Hanamichi estaban y muchísimo menos con un bebé a su cuidado.
Pero por suerte tenía tiempo para pensárselo. Había hablado con Kaho, con el abogado, con Toya, incluso había hablado con la universidad al respecto de ese posible cambio. Aún así no lo tenía claro. Nunca pensó en una posibilidad así, siempre pensó solo en jugar al baloncesto. Al hacer la matrícula para la universidad había escogido periodismo porque esas dos semanas de búsqueda, de intriga, de intentar encontrar una historia al lado de esa reportera le habían gustado. Pero no es que ser periodista fuera precisamente su vocación. Así que solo le sabía mal el cambio en ese sentido por Naoko, le había prometido a Yohei vigilarla y cuidarla. Aunque sabía que ella sola estaría perfectamente.
-Hanamichi…
-¿Mmmm? -Respondió el pelirrojo que ya se había medio dormido abrazándole allí tumbados en el jardín.
-… -Kaede no sabía por dónde empezar a contarle todo.
-Kaede puedes contármelo, estoy bien.
-¿Cómo sabes que…?
-Quieres contarme lo que sea que te preocupa desde el día que llegaron las citaciones del juzgado -dijo Hanamichi todavía sin abrir los ojos.
-¿Cómo sabías que quiero contarte alg…?
-Dijiste que tenías dos cosas para decirme y solo me contaste una.
-…te acuerdas… -susurró sorprendido Kaede.
-Claro que me acuerdo -dijo un poco ofendido Hanamichi-. Y sé que no me lo contaste porque yo me enfadé. Estaba preocupado y por eso callaste. Pero hay algo que no me has contado o no me habrías dicho que tenías dos cosas por decirme. Tú nunca hablas por hablar. ¿Recuerdas? -Dijo estrechando los brazos alrededor del moreno.
Kaede sonrió y luego dijo simplemente:
-Si digo que así lo quiero, la empresa del abuelo de Toya será mía. El 51 de las acciones de su padre serán mías con solo decirle al abogado que haga valer el testamento.
-Joder. ¿Así que lo que contenía el baúl era un testamento?
-Más o menos.
-Joder -repitió Hanamichi sorprendido y luego ambos quedaron callados. Kaede esperando la reacción de Hanamichi y, éste, asimilando la información.
-¿Y qué quieres hacer? -Preguntó Hanamichi.
-No lo sé. No puedo negar que es una oferta tentadora pero…
-Pero…
-Yo no sé nada de empresas, ni de imanes, ni de marcapasos, ni…
-Pero eso es algo que puedes aprender -dijo Hanamichi.
-Lo sé. Y solo con llamar al entrenador cambiarían mi matrícula de periodismo a empresariales, no hay problema.
-Yohei te va a matar -sonrió Hanamichi.
-Naoko no necesita que nadie la cuide. Fue capaz de entrar en vuestro grupo y acabó haciéndoos comer de su mano, a todos.
-Tiene carácter y las cosas muy claras, eso es cierto.
Quedaron de nuevo en silencio.
-¿Qué derecho tengo yo de pedir esa empresa?
-El que al abuelo de Toya le pareció que merecías tener.
-No, es decir, de acuerdo no se quedó con el abuelo y se casó con su prometida. Hasta que el abuelo comprendió que no volvería a por él y también se casó. ¿Eso me da derecho a heredar nada?
-El abuelo de Toya pensó que sí. Debió sentirse culpable de dejar a tu abuelo sin nada más que un puñado de recuerdos al casarse con su prometida.
-Ya bueno pero el abuelo también se casó con la abuela y no dejó nada los descendientes de su gran amor.
-Quizá no tenía nada para dejarles.
-Eso no es cierto. Todavía hoy yo vivo de lo que consiguió el abuelo.
-¿Cómo dices?
Antes de responder Kaede respiró hondo y luego empezó.
-La verdad es que lo he descubierto hace nada, en realidad no sabía que lo que recibía cada mes venía del abuelo, siempre pensé que era de la aseguradora, por lo de papá y mamá -dijo Kaede antes de detenerse para evitar que se le cortara la voz.
-Pero no era así -acabó la frase Hanamichi todo acariciando el pelo negro de Kaede que seguía recostado en su pecho.
-No. Por lo visto el abuelo de Toya puso la patente de esas cajas de madera con cierre magnético a nombre del abuelo, y lo que recibo cada mes viene de una especie de fondo de inversión que se ha ido acumulando durante todos estos años.
-Joder.
-Y por lo que me dijo el abogado no es moco de pavo precisamente.
-¿Y cómo no te lo dijo hasta ahora?
-Por…
-¡No! Déjame adivinar: el bendito testamento de tu abuelo -dijo Hanamichi.
-Sí. No sé, el abuelo y ese hombre se llevaban un rollo raro entre ellos, no es solo que estuvieran enamorados, es que es como si hubieran intentado quedar unidos de algún modo para siempre.
-Bueno no podían vivir juntos, no podían casarse, no podían siquiera seguir viéndose, ni mucho menos tener descendencia común, pero podían hacer que sus descendientes quedaran unidos de algún modo. Como si realmente en algún momento el estar juntos hubiera formado una familia realmente.
-No puedo decir que no quiero la empresa así a la ligera, pero con qué derecho le quito yo a ese hombre lo que con razón consideró suyo durante años. No es ético.
-Lo que no entiendo es por qué el abuelo de Toya no dejó en el testamento…
-No hizo testamento, al morir simplemente todo pasó a manos de su hijo. Por eso ahora esos papeles del baúl son válidos, porque los escribió ese hombre de su puño y letra antes de morir y no pueden ser impugnados por otro documento legal porque no existe otro testamento que esa vieja libreta que dejó en ese sobre.
-¿Y qué dice Toya de todo eso? -preguntó Hanamichi.
-No estoy muy seguro. Creo que nunca se ha llevado muy bien con su padre y tampoco tiene ninguna relación con la empresa, así que muy mal no le sentó, pero aún así creo que estaba muy sorprendido.
-Es que es para estarlo. Vuestros abuelos estaban un poco majaras.
-Quizá.
-Es decir, en menuda situación te ha puesto el abuelo de Toya, entiendo que tengas reparos en aceptar la empresa, pero dejar pasar una oportunidad así…
-Pero no me gusta la idea de convertirme de repente en amo y señor, arrebatándose-lo todo a ese hombre que ha dedicado su vida a llegar a dirigir esa empresa.
-Pero tampoco habrá trabajado tanto, en fin, ya se suponía que era el heredero. Quien sabe si se esforzó mucho para ser el mejor si total iba a heredar igualmente al final.
-Hanamichi eso no lo sabes. ¿Y aunque fuera cierto, qué derecho tengo de quitárselo igual?
-Y el abogado qué dice de todo eso.
-Qué legalmente la empresa es mía.
-¿Y no podrías venderte esas acciones?
-¿Como voy a venderles de vuelta a esa familia algo que ya consideran suyo?
-Sí, claro.
Se sumieron cada uno en sus pensamientos, aunque sin saberlo una misma idea les cruzó la mente a ambos. Aceptar ese regalo caído del cielo les cambiaría la vida seguramente. Hanamichi pensaba en que seguramente las oficinas de esa gran empresa eran muy parecidas al bufete de abogados, él no podría aguantar ese asfixiante ambiente de pulcritud y perfección ¿pero y Kaede? Por su lado Kaede pensaba en todo lo que podría darle a Hanamichi y a la pequeña con una empresa como esa, pero a la vez se preguntaba si ese mundo de traje y corbata no acabaría siendo una prisión para él. ¿Dónde entraba el baloncesto en un escenario así?
-Vayamos a dormir, ya pensaremos en eso en otro momento -le susurró meloso Hanamichi.
Antes de dormir iba a tomarle, Kaede estaba seguro de ello; el suave roce de esas grandes manos en su vientre, el aliento de Hanamichi en su cuello, sentir en su espalda el corazón de Hanamichi acelerarse, todo eran pequeños indicios, pequeñas provocaciones, diminutas muestras de amor y deseo.
-Házmelo aquí, ahora -le susurró Kaede en un gemido producido por la mano osada de Hanamichi abandonando su abdomen hacía abajo.
Por ese día el problema de las empresas Shisuru había desaparecido de sus mentes por completo.
El día del juicio llegó. Temprano por la mañana Yohei y Naoko llegaron para hacerse cargo de Aya, Hanamichi no quería que ese hombre estuviera a menos de mil metros de la pequeña si podía evitarlo. Luego llegó Kaho para llevarles al juzgado.
En la puerta ya les esperaba el abogado. En realidad solo sería una vista dónde los jueces dictaría sentencia, pero era necesaria su presencia. Hasta ahora la declaración de culpabilidad de Tsukihiro había hecho innecesaria su declaración ante los jueces. Hanamichi qué ya sabía que era tener que declarar ante un juez, aunque eso había sido en un juzgado de familia, agradecía a los dioses no tener que repetir la experiencia.
Dos minutos después de entrar en la sala, lo hizo Tsukihiro. Hanamichi no le había visto desde la noche que lo encontraron borracho saliendo de un bar y había pateado a Kaede.
Ambos chicos se tensaron un poco, pero no dijeron nada. El hombre había adelgazado, hacía ojeras y su mirada estaba como pegada a sus propios zapatos.
El juez principal resultó ser una juez. Y entró en la sala justo después de Tsukihiro, seguida de dos hombres bajitos, que formaban el resto del tribunal. Tras pedir a las dos partes que se presentaran pidió a los dos abogados y al fiscal que si tenían alguna cosa a añadir antes de que dictaran sentencia. Ninguno de ellos quiso añadir nada. Así que la mujer empezó su discurso.
-Tsukihiro Riotsu se declaró culpable del cargo por agresión presentado por Kaede Rukawa, del de agresión física y psicológica presentado por Hanamichi Sakuragi, su hijastro, y por la acusación de malos tratos a su mujer, la difunta Sara Soto, tramitada por la fiscalía. El acusado, pendiente de un juicio por fraude fiscal y estafa presentado por la empresa en la que trabajaba, ha sido examinado por los especialistas de la fiscalía y ha sido diagnosticado su alcoholismo. La defensa pidió que se tuviera en cuenta ese factor como atenuante en todos los cargos presentados y, aunque esta sala considera que el señor Riotsu está enfermo y necesita tratamiento, no cree que por ello lo que hizo sea menos grave. El joven Sakuragi se vio forzado a abandonar su hogar y su familia, y a esconderse incluso de sus amigos para huir de las amenazas del señor Riotsu. Me gustaría recordar-le al joven Sakuragi, a título personal, que si por desgracia nunca vuelve a encontrarse en una situación parecida debería ir de inmediato a la policía. Pero no estamos aquí para juzgar el comportamiento del joven, sino de su padrastro. Quien no solo persiguió física y psicológicamente a su mujer y al hijo de ésta, sino que al ver que el joven se le escapaba de las manos agredió también al joven Rukawa, quien se encontraba en una situación ya de por si bastante delicada y acabó sufriendo daños físicos al intentar proteger a su amigo. Sin olvidar que la difunta esposa del acusado fue victima de su brutalidad incluso estando embarazada. Por todos estos actos de violencia doméstica y agresividad esta sala condena al acusado a seis años de prisión sin fianza ni posibilidad de disminución de condena, durante el cual asistirá a la terapia de rehabilitación a la cual si no estoy mal informada ya hace un mes que asiste, así como a terapia para el control de la agresividad. Además, por daños físicos deberá pagar a Kaede Rukawa una multa por valor de 200.000 yenes, y por daños físicos prolongados así como psicológicos una suma de 900.000 yenes al señor Hanamichi Sakuragi. Señoras y señores esto es lo que por ley corresponde a los hechos antes citados, sin embargo, hay en este caso otro aspecto a tener en cuenta, la pequeña hija de la señora Sara Soto y el acusado, Aya Riotsu.
-Pero señoría… -intentó intervenir el abogado de la acusación antes que su cliente, o sea, Hanamichi, se pusiera a gritar.
-Abogado por favor, déjeme terminar. Somos conscientes que el Departamento de Bienestar y Familia ha asignado la tutela al hermano mayor de la pequeña y a primera vista parece una acción razonable. Pero la sala ha estado leyendo los informes anteriores del D.B.F. acerca del joven Sakuragi y hay un par de irregularidades que quisiéramos aclarar.
-NO puede llevarse a Aya… -dijo Hanamichi.
-Joven no es nuestra intención llevarnos a nadie, pero hay cosas de este caso que no han quedado claras y ante este dilema la sala tiene tres opciones. Hacer como si nada y no llegar al fondo de este asunto, cosa que ya digo ahora no tiene ninguna intención de hacer pues sería muy poco profesional por no hablar de poco ético. Así que solo queda llegar al fondo del asunto. Ahora bien, puede hacerse aquí o mandarlo al juzgado de familia de nuevo, dónde antes que atiendan su caso pasarán unos cuantos meses durante los cuales la señorita Kaho Kisama como agente social del D.B.F encargada del caso se vería en la penosa necesidad de retirarle a su hermana hasta que todo se resolviera. Y la verdad no nos gusta esa opción así que con su permiso queremos ser nosotros quienes lleguen al fondo de todo este asunto -expuso el hombre de la derecha de la juez principal.
Hanamichi, totalmente pálido se sentó de nuevo sin decir una palabra. La idea que se llevaran a Aya de su lado era insoportable. Fue el abogado quien contestó por él.
-Sí señoría.
-Si les parece bien quisiera hablar con Hanamichi Sakuragui. ¿Podría acercarse al estrado y sentarse aquí delante? -Dijo la jueza señalando amablemente la silla donde se sentaban los interrogados.
Hanamichi como un autómata se levantó. A la juez no se le escapó la mirada de preocupación del joven moreno quien a la vez le soltaba la mano y le daba una palmada en el hombro en señal de apoyo.
La juez preguntó a Hanamichi el motivo de haber abandonado la vivienda tutelada que compartía con Kaede Rukawa un año atrás, le preguntó por qué no había denunciado antes a su padrastro, le hizo explicar como había sucedido todo desde que su madre diera a luz hasta quedarse solo con la pequeña. Con respuestas claras, pero con la voz trémula Hanamichi fue respondiendo a todas las preguntas que la juez suavemente le formulaba. Respuestas que eran anotadas literalmente por la taquígrafa que transcribía la vista pero también recogidas en las notas que ambos jueces iban tomando en silencio durante esa especie de interrogatorio. Cuando la juez empezó a preguntar por el motivo por el que había vuelto a vivir con Kaede Rukawa después de todo lo que había ocurrido entre ellos el año anterior Hanamichi hubiera dado lo que fuera por no estar de espaldas y poder buscar la mirada del moreno antes de contestar.
-Por necesidad -dijo con un hilo de voz Hanamichi.
-¿Necesidad?. ¿Qué tipo de necesidad? -Inquirió la juez. Kaede también hizo una mirada de sorpresa, no esperaba esa respuesta de Hanamichi.
-Económica, necesitaba vender la casa de mis padres para poder mantenerme a mí y a mi hermana sin problemas. Por tanto necesitaba otro lugar dónde vivir -Hanamichi hizo una pausa, como sospesando qué decir después y finalmente ante la preocupada mirada de Kaede acabó diciendo-. Pero principalmente volví a esa casa porque lo echaba de menos.
-¿Al señor Rukawa?
Hanamichi hizo que sí con la cabeza y la juez le recordó que debía contestar verbalmente a las preguntas para que constaran en la transcripción de la vista.
-Sí. A pesar de todo lo que había ocurrido me di cuenta que…, verá señoría yo ya sabía lo que…, es decir yo sabía que él, que yo…
-Señoría -dijo Kaede levantándose ante el nerviosismo de Hanamichi.
-¿Señor Rukawa?
-¿Puedo hablar? -Preguntó consciente que no debería haber interrumpido la declaración de Hanamichi.
-Adelante -dijo la jueza intrigada.
-Hanamichi ya sabía que yo estaba enamorado cuando se marchó. Y no le fue difícil de ver que seguía estándolo un año después.- dijo Kaede con un leve sonrojo en las mejillas.
-¿Enamorado de quien?- inquirió la jueza, consciente de la vaguedad de la respuesta.
-De él señoría. Le quiero y sé que él a mí también, por eso volvimos a vivir juntos señoría.
-¿Es eso cierto? -Le preguntó a Hanamichi ya que de los dos muchachos era el que estaba bajo juramento.
-Sí señoría -dijo con el ceño fruncido Hanamichi. ¿Había sido demasiado arriesgado declarase homosexuales en la sala?. ¿Haría eso cambiar de opinión a los tres jueces respecto a dejarle como tutor de la niña?
La jueza se lo pensó un poco antes de preguntarle a Kaho directamente si ella sabía nada de la relación de los dos jóvenes.
-Sí señoría. Ellos mismos me lo comunicaron.
-Pero cuando la tutela de la pequeña fue concedida al joven Sakuragi…
-Cuando eso ocurrió ellos todavía no estaban juntos, creo que no se vieron en todo el invierno -dijo Kaho nerviosa tampoco ella veía claro todo lo que estaba ocurriendo.
Kaede y Hanamichi confirmaron que no habían mantenido ningún tipo de contacto en todo el invierno. Mientras, los jueces no levantaban la nariz del papel.
Luego el abogado habló:
-Señoría no entiendo porqué cuestiona la validez de esa decisión por parte del D.B.F y el juzgado de familia. En su momento mi cliente ya fue cuestionado sobre su capacidad de criar esa criatura y se consideró que darle la tutela a Sakuragi era la mejor opción para la niña.
-No cuestionamos que lo fuera en el momento en que la decisión fue tomada. Pero estarán de acuerdo que la situación ha cambiado.
-Señoría no veo el motivo de tanta preocupación.- siguió el abogado.
-Para empezar en este país las parejas homosexuales no tienen el derecho de adoptar. Eso sin mencionar la juventud de ambos chicos.
-Pero señoría ellos no han solicitado adoptar a la pequeña -respondió Kaho sin pedir permiso para hablar.
-Señorita Kisama -le advirtió la juez antes de responderle-. Pero van a ejercer el papel de padres, tanto si lo han meditado como si no, estos dos jóvenes van a ser la mayor influencia para esa criatura.
Entonces Kaede se aventuró a hablar de nuevo.
-Señoría, con todo el respeto, somos muy conscientes de que somos muy jóvenes. Y que nuestra relación puede no agradar a muchos. Pero no tienen ningún derecho a poner nuestra relación como excusa para cuestionar la capacidad de Hanamichi de cuidar a Aya.
Hanamichi estaba blanco, no se atrevía a decir nada porque era consciente del río de furia que corría en sus venas y el miedo a que una respuesta demasiado violenta alejara a Aya de su vida lo mantenía callado. Kaede lo veía apretar los nudillos en el estrado, pronto empezaría a temblarle el labio inferior, si no es que ya lo hacía, odiaba no poder verle la cara, no poder tranquilizarle.
-No dudamos de que sus intenciones para con la niña sean las mejores señor Rukawa, pero eso no implica que, crecer con ustedes le pueda complicar mucho la vida a la pequeña.
En todo el rato ni el abogado de Tukihiro ni este mismo habían abierto la boca. En un primer momento Tsukihiro había quedado muy sorprendido de saber que Hanamichi amaba a otro chico, y que para más "inri" el chico en cuestión fuera precisamente Kaede Rukawa.
Tsukihiro recordaba como desde que había llegado a la casa de Sara, a Hanamichi solo le había oído hablar mal de ese chico, la verdad es que su nombre era una constante; "ese kitsune engreído me ha dicho", "ese kitsune entrometido ha hecho", "el imbécil de Rukawa ha hecho o ha dejado de hacer", era una queja tras otra; a cada rato tenía el nombre de ese chico en la boca.
Cuando conoció a Sara, estaba pasando un muy buen momento, hacía muy poco que había empezado a meterse en el mundo de las grandes inversiones, tenía un sexto sentido y en poco tiempo había ganado mucho dinero, recordaba la sensación de poder, de sentirse seguro de si mismo al cien por cien, que eso le había dado. Por ese entonces tenía un buen futuro en la empresa donde trabajaba desde que acabó la universidad y como guinda acababa de conocer a una hermosa mujer, que no tardó en mostrar interés por él; pero que resultó tener un hijo… un poco difícil.
Y para ganarse a la dama se ganó primero la atención del hijo, con la idea que una vez casados, y si todo iba según lo planeado podrían permitirse el lujo de mandar al hijo a un buen internado y no tendría que saber de él y, así, durante largos periodos esa mujer hermosa e inteligente iba a ser solo para él.
Pero. ¡ai! el destino es traicionero y las cosas a menudo no salen como las planeas. Una mala inversión y todo empezó a empeorar. Viendo crecer las perdidas y bajar su cuenta corriente tomó la decisión de usar su poder en la empresa, el lugar de cierto cargo que tanto esfuerzo le había costado conseguir le sirvió para poder hacer disimulados movimientos bancarios para poder mantener sus juegos en la bolsa.
Pero dentro de si sabía que tarde o temprano tendría que devolver ese dinero a la empresa y con deudas cada vez mayores, incapaz de sobreponerse al deseo de seguir apostando, no veía el día en que sus problemas económicos empezaran a suavizarse.
Desesperado por guardar las apariencias, como tan bien le habían enseñado a hacer de pequeño, no encontró más salida a sus frustraciones que en la bebida. Cada noche sin excepción antes de ir a casa pasaba por el bar.
Pero el alcohol en su sangre solo aumentaba su mal humor y sacaba a flote su violencia. El hijo de otro que nunca quiso tener que aguantar, seguía allí y la mujer que había soñado vivaz y alegre dejaba tan claramente ver su miedo reflejado en su rostro cada vez que le veía que todavía le hervía más la sangre.
Cuando el chico problemático dejó el hogar pensó que era una señal y dejó de jugar. Pasó dos meses haciendo movimientos de dinero un poco mayores de lo habitual para poder saldar todas las deudas acumuladas cuanto antes. Ahora que su mujer estaba embarazada, sin ningún estorbo quizá pudiera tener la pequeña familia perfecta que tanto anhelaba. Poco a poco había intentado dejar de beber.
Pero ella no podía olvidar que tenía un hijo perdido por algún lado, solo y sin ayuda. Y él mismo no podía olvidar que ese muchacho, que seguramente le odiaba y sabía muchas cosas desagradables de él. Era preciso encontrarlo. No fue difícil, porque el muy idiota haba seguido acudiendo al mismo instituto. Quizá pudiera convencer a Sara que una vez encontrado lo internaran en una academia militar. Pero mientras ella no estuviera convencida no traería al muchacho de vuelta. No quería tener que soportarle en casa.
Pero para cuando creía que todos sus planes podrían pronto ser realidad, sus problemas habían empezado de nuevo. Un contable cojonero había empezado a hacer preguntas sobre las transacciones bancarias hechas los últimos meses. Esa noche buscó a Hanamichi para descargar su furia con él.
Poco tiempo después la investigación se filtró a la prensa.
La noche que se había topado con ellos de nuevo había acudido a un bar donde nadie le conociera para ahogar en alcohol sus penas. La mañana siguiente tenía una reunión con sus jefes acerca de las transacciones bancarias inexplicables. Sabía que la prensa lo tenía acorralado también y cuando reconoció al moreno que acompañaba a Hanamichi como el joven que lo había engatusado para que hablara con la periodista esa del infierno su control se detuvo. Si no hubiera sido porque iba muy borracho y Hanamichi lo había noqueado con relativa facilidad no sabía qué hubiera sido capaz de hacer.
A partir de ese momento todo fue descontrol. Sin saber que hacer fue al hospital a ver a Sara que seguía durmiendo. Esa criatura en su interior la estaba matando. Su mujer estaba muriendo por culpa de ese hijo que le había dado. Desesperado, intentó huir. Pero ya era tarde, la policía le atrapó en la terminal de vuelos internacionales.
No se resistió. Se sentía completamente hundido y todavía ahora le perseguía esa sensación de que todo lo que tocaba lo estropeaba.
En parte agradecía que todo hubiese terminado por fin. No tener que aparentar que era un hombre respetable y económicamente bien posicionado era muy descansado. Aunque la vida entre rejas no era precisamente un chollo, sabía que ahora tenía una segunda oportunidad para rehacer su vida. Y quería aprovecharla.
Desde que había sido encarcelado solo una persona había ido a verle, en realidad había sido la última que esperaba. Su familia, siempre tan podidamente perfectos, su hermana tan puritana, tan tradicional, tan…, todos le habían girado la espalda excepto él.
De repente Tsukihiro dejó de recordar y se dio cuenta que en la sala el interrogatorio estaban su hijastro y ese otro chico moreno que le había seguido.
De echo el tribunal había echo sentar a Kaede al lado de Hanamichi para que ambos pudieran responder a sus preguntas.
En ese momento la juez le preguntaba algo al pelirrojo, que parecía haber recuperado un poco el color de las mejillas. ¿Qué habría ocurrido esos instantes que su mente había desconectado del presente pera hacerle revivir el pasado?
-¿Señor Sakuragi, ha pensado usted en qué va a contarle a su hermana de sus padres cuando crezca?
-Más o menos. Le prometí a mamá que le hablaría mucho de ella y de papá también.
-¿Y sobre el señor Riotsu? -Esa pregunta captó su atención por completo, de echo lo que le interesaba era la respuesta.
-No lo sé. ¿Qué debería decirle señoría, que su padre biológico era un maltratador que nunca la quiso? No quiero que tenga que vivir con eso señoría. Pero tampoco quisiera tener que mentirle.
Tsukihiro se atrevió a levantar la cabeza y fijar su mirada a la del pelirrojo. Se arrepentía de lo que le había hecho. Ese chico era todavía un niño y le había destrozado la vida sin miramientos solo porque estropeaba ese cuadro de la familia perfecta que tanto había soñado. ¡Solo con que hubiera sido un chico más normal, sin esas pintas, sin ser un pandillero escandaloso y medio idiota! Pero precisamente ese era el chico con el que había tenido que cargar para poder casarse con la mujer perfecta. Un hijastro que nunca se atrevió a presentar a su familia. ¡Como hacerlo si le daba vergüenza salir a su propia calle con solo de pensar que los vecinos conocían a ese muchacho! Pero ahora que le veía allí sentado, sin miedo a decir que amaba a ese otro chico que desde unos metros intentaba animarle con miradas y gestos casi imperceptibles, que había vuelto a casa para cuidar a su madre enferma a pesar que ella le había empujado a dejar su casa. Que desde que su hija nació la había cuidado como una hermana sin importarle que el padre fuera precisamente él, el hombre que le había amargado la existencia, porque era consciente que lo había hecho.
Ahora que le veía preocupado como el que más y con razón, y a la vez aguantando lo que le venía encima sin titubear ni un instante ante cada nueva pregunta. Era ahora cuando se daba cuenta de lo que se había dejado perder. Y se sentía más miserable aún, sabiendo lo valiente que era ese muchacho y lo cobarde que había sido él hasta ahora.
-Entiendo -continuó la juez-. ¿Pero nunca se le pasó por la cabeza hacerle creer a la pequeña que era hija suya?
-No -dijo extrañado Hanamichi-. Aya es mi hermana, no mi hija.
-¿Pero es consciente que tendrá que hacer el papel de padre muchas veces, cierto?
-Sé que Kaede y yo seremos su única familia y que no seremos precisamente una familia convencional, pero Kaho dijo que lo más importante es que ella se sintiera querida y que luego el resto ya lo entendería al crecer. Y créame, nadie quiere a esa niña como yo. Y sé que Kaede también la quiere mucho a estas alturas.
Ante esa respuesta Tsukihiro Riotsu tomó una decisión.
-Muchas gracias. Abogados ¿alguna pregunta para alguno de los jóvenes?
-No señoría -dijeron ambos hombres poniéndose en pie.
-En ese caso pueden sentarte muchachos -le dijo la jueza y luego el hombre a su izquierda se dirigió a la sala por primera vez-. Nos veremos mañana aquí a la misma hora. Abogados, esta sala quisiera que ambas partes estuvieran presentes, sabemos que esto ya no está directamente relacionado con las acusaciones por malos tratos, pero el acusado es también el padre de la niña y supongo que le interesará saber qué futuro le espera a su hija.
Tsukihiro hizo una leve inclinación de cabeza.
-Se levanta la sesión -dictó la juez.
Grissina: Perdonad los errores que seguro que hay referente al tema legal y de jucios, pues mi experiencia en ello es nula o casi, pero el juicio tenía que celebrarse igual.
Espero que os haya gustado y como siempre esperaré ansiosa vuestros comentario.
