MIEDO
Hanamichi salió de la sala pálido y tembloroso. Con un nudo en el estómago y el ceño fruncido. Solo de pensar que esa mujer pudiera arrebatarle a la pequeña le costaba respirar.
Sin decirle nada, Kaede le pasó una mano por la cintura y lo condujo hacia el aparcamiento dónde Kaho había dejado el coche. El viaje hasta casa de Yohei fue silencioso.
Al llegar Hanamichi se abrazó a la pequeña y casi sin mediar palabra volvió al coche, Kaede ante la mirada preocupada de Yohei le dijo:
-La juez va a decidir si podemos quedarnos con ella o no. Luego te lo cuento, ahora he de ir con Hana.
Yohei le hizo que sí con la cabeza incapaz de articular palabra ante la impactante noticia de saber que su amigo podía perder a su hermanita. Al entrar de nuevo en la casa Naoko le preguntó porqué los chicos no habían pasado a tomar algo, pero no tuvo tiempo de preguntar que tal había ido la vista pues la cara de Yohei le preocupó:
-¿Qué ocurre?
-Puede que le quiten a Aya -dijo simplemente sentándose en el sofá sin ánimo para nada.
-Pero… no pueden hacerle eso, le matarán si le quitan la niña. Hanamichi ya ha perdido a su madre no pueden quitarle a su hermana así como así.
Mientras el coche de Kaho llegaba a casa de los chicos.
Hanamichi bajó del coche, le dio las gracias a Kaho por traerles y subió con la niña al piso de arriba para bañarla y cambiarla.
Mientras Kaede le pidió a Kaho que entrara con él un momento. Le ofreció algo de beber y con un refresco en la mano se sentaron en la cocina.
-Kaho, si… -Kaede tragó saliva antes de decir lo que iba a decir-. Si mañana la juez se le ocurre decir que Hana no debería tener a su hermana con él por vivir juntos… ¿Qué haremos entonces?. ¿Como podremos seguir adelante?
-Kaede -dijo la chica preocupada.
-Si dicen que el motivo de…, si ese motivo fuera el hecho de vivir juntos… no quiero volver a ver a Hanamichi como hoy, esa niña es su vida y…
-Kaede te equivocas, esa niña es media vida de Hanamichi, pero la otra media eres tú y te necesita su lado en este momento, entero.
-¿Como se supone que debo hacerlo? Si se la llevan por estar conmigo… Acabará odiándome. No puedo…
-¿Qué insinúas Kaede?
-No lo sé. Pero no puedo sacarme de la cabeza la idea de que si Hanamichi no estuviera conmigo todo esto no habría sucedido.
-¿Y qué quieres hacer?. ¿Irte?
Kaede no contestó a eso.
-Si te vas te odiará igual. ¿Es que no lo ves? -Dijo preocupada Kaho.
-Ya, bueno, pero tendrá a Aya a su lado.
En ese momento un lágrima solitaria resbaló por su mejilla blanca. Se la secó de un manotazo, se sentía estúpido llorando en medio de la cocina, pero agradeció que Kaho se levantara y le abrazara tiernamente.
-Tengo tanto miedo de perderle -sollozó.
-Lo sé. Pero no te precipites, no hagas ninguna tontería, ya lo verás todo saldrá bien Kaede.
Cuando Kaede se hubo tranquilizado, Kaho se marchó pues tenía que volver al trabajo y Kaede decidió subir con Hanamichi y la pequeña.
Se encontró a Hanamichi con la pequeña en sus brazos, dormida, sentado en la butaca de la habitación de la niña, también dormido con rastros de lágrimas en las mejillas.
-Torpe -suspiró al verle.
Decidió dejarle disfrutar de esos momentos de cierta tranquilidad y bajó a la cocina a preparar algo de comer, más por la necesidad de mantenerse ocupado que por hambre. Pero a medio hacer se dio cuenta de lo estúpido de estar cocinando si luego nada de eso se lo iban a comer, ni él ni Hanamichi. Apagó los fogones y lanzó el trapo que tenía en las manos con toda su fuerza al otro lado de la cocina.
-¡Mierda! -Exclamó lleno de rabia y frustración.
Hanamichi despertó a media tarde con un horrible dolor de cabeza producto de haber estado llorando y del estado nervioso en el que estaba. La niña estaba en sus brazos despierta pero quieta como si no quisiera despertarlo. Se levantó intentando sonreír-le a la pequeña y bajó a la cocina a por un analgésico. Esperaba encontrar a Kaede en la cocina o en la sala, ya que no estaba en el piso superior.
Ya con un vaso de agua en una mano y la niña en la otra miró a ver si Kaede estaba en el jardín. Pero tampoco estaba allí.
En espera de que los analgésicos surtieran efecto se sentó, todavía sin soltar a la niña, en una de las sillas del jardín. La tarde era clara, solo una par de nubes corrían por el cielo empujadas por una suave brisa que hacía mucho más soportable el calor, que por ser ya inicios de Septiembre empezaba a no ser tan agobiante.
¿Dónde estaba Kaede? Se preguntó pasados unos minutos de intentar dejar la mente en blanco para ver si así le dejaba de doler. Pero no había servido de nada.
Entonces sin saber muy bien porqué, como un relámpago un pensamiento corrió por su mente. Recordó algo que le había dicho a Kaede solo unas semanas atrás y sintió que su mundo se iba abajo.
"Kaede, me amas demasiado y me da miedo." Le dijo cuando Kaede quiso acompañarle a la playa el día después de tenérselas con ese grupo de mentecatos cobardes. Y Kaede solo dijo un quedo "lo sé" mientras le abrazaba.
Sabía la tendencia de Kaede de pensar demasiado en él, sin tener en cuenta muchas veces que estar a su lado lo era todo. Ya se habían separado una vez por sus ideas de bombero y luego lo de la beca, que ok estaba encantado con ella, pero esa vena altruista en extremo de Kaede le daba miedo, y si…
¿Y si…?
El corazón acelerado se le paró con esa idea: Kaede marchándose para que su relación no fuera motivo para que se llevaran a Aya de su lado.
Rápidamente se levantó y entró en la casa, puso a Aya en el parque y corriendo descolgó el teléfono y llamó al número de Kaede. Desesperado oyó la impertinente voz de la muchacha de la compañía telefónica:
"El teléfono móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento"
-¡Mierda! -Exclamó lanzando el aparato al suelo.
Kaede no podía haberse ido. ¿Verdad?. ¿Dónde estaba?
Impotente ante esa horrible idea, con el dolor de cabeza más grande que recordaba haber tenido jamás y un poco aturdido por las pastillas que se había tomado solo pudo agarrarse al almohadón del sofá y echarse escondiendo la cabeza. Cansado de ser siempre el fuerte que puede con todo dejó que por una vez el desaliento le ganara y se abandonó al sentimiento de desesperación, dejó que los nervios le ganaran la batalla, dificultándole la respiración, estrujándole algo dentro del pecho, inundando sus ojos con lágrimas de impotencia hasta que no pudo aguantar el llanto que pronto vino seguido de furia.
Una furia descontrolada, contra la injusta vida que parecía querer arrebatárselo todo, una furia que acabó con todos los cojines del sofá lanzados violentamente al otro lado de la sala.
Diez minutos más tarde el dolor de cabeza no había cesado, sino aumentado y le escocían los ojos, junto con la garganta. Tumbado en el suelo sin ánimos para hacer nada, ni fuerzas para moverse, se preguntaba qué tenía que hacer. ¿Qué podía hacer? Oía llorar a Aya en el parque delante de él pero era incapaz de levantarse para cogerla y consolarla. Cómo podría consolar a nadie si él se sentía terriblemente miserable, solo y abandonado.
Sabía que era irracional pensar que Kaede se hubiera ido así sin más. Pero no podía evitar ese dolor punzante en la boca del estómago y debajo el esternón. La sensación de angustia era tan grande que la habitación se le hacía terriblemente pequeña, mientras la cabeza zumbaba y zumbaba en un incesante y embutidor sentimiento de que estaba a punto de estallarle. Intentaba no moverse porque al mínimo movimiento le aumentaba la presión en las sienes y entonces se sentía mareado.
Fue en ese momento en que estaba por completo sobrepasado por los nervios, que llegó Kaede. Abrió la puerta silenciosamente por si Hanamichi todavía dormía, e iba con la intención de ducharse y acostarse para descansar un rato después de dos largas horas de duro entrenamiento, cuando por segunda vez en menos de un mes casi le da un paro cardíaco al pasar por la sala y ver a Hanamichi en el suelo sin mover un pelo a pesar de que en el parque Aya no dejaba de sollozar intentando llamar la atención de su hermano mayor.
-¡Hanamichi! -Exclamó. Y sin pensárselo dos veces se lanzó a su lado corriendo.
Al oír su voz Hanamichi se levantó rápidamente y gritando le dijo:
-¡Kaede! -Pero el movimiento había sido demasiado brusco para su colapsado cuerpo y se mareó. En vez de abrazarse a Kaede como era su intención, cayó de rodillas al suelo y embargado por completo por unas nauseas incontrolables sacó lo poco que había desayunado esa mañana.
Kaede prescindió del asco que eso le daba y se arrodilló a su lado. Le puso una mano firme y tibia en la frente aguantándole la cabeza y la otra en la espalda, mientras el vientre de Hanamichi seguía moviéndose bruscamente al ritmo de las arcadas.
Kaede le susurraba:
-Tranquilo Hanamichi. Ya está. No pasa nada.
Y tras unos minutos Hanamichi se serenó un poco y se sentó lentamente en el suelo de nuevo. Se encontraba fatal, como hacía tiempo que no se sentía. Pero parecía que haber vomitado le había asentado un poco el estómago. Como mínimo ya no se sentía mareado, aunque el dolor de cabeza lo estaba matando y el dolor del pecho que le dificultaba respirar seguía allí.
De pronto, Hanamichi que seguía con los ojos cerrados notó algo cálido en la frente. Kaede le besaba para comprobar que no tuviera fiebre.
Sin abrir los ojos Hanamichi sintió a Kaede moverse por la sala llevarse a Aya arriba y Hanamichi agradeció el silencio.
Kaede dio de beber a la pequeña y luego la puso en la cuna. Como otras veces ya había pasado llorar tanto rato la había agotado y no tardó en dormirse. Conectó el interfono y bajó corriendo a la sala de nuevo para atender al descompuesto Hanamichi.
-La luz… -murmuró Hanamichi cuando Kaede entró de nuevo en la sala.
Kaede corrió las cortinas de las ventanas para impedir que la luz del día penetrara en la estancia, dejándola en penumbra. Casi a tientas colocó de nuevo los cojines en el sofá y luego ayudó a Hanamichi a sentarse en él.
-Con cuidado -luego le ayudó a sacarse la camiseta sucia y le puso una de limpia que había bajado de arriba-. ¿Te encuentras mejor?
-Kaede… -musitó
-¿Sí? -Dijo preocupado Kaede que nuca pensó que llegaría a ver nunca al pelirrojo tan frágil.
-Prométeme que no te irás.
-¿Qué? -Dijo descolocado.
-Prométeme-lo -dijo abriendo los ojos por fin.
-¿A qué viene eso ahora? -Dijo mientras le colocaba una manta alrededor para ver si así paraba de temblar.
-Necesito saber que pase lo que pase mañana no te voy a perder a ti también.
-Hanamichi mañana no…
-¡No! Prométeme-lo. No soportaría perderlo todo.
-Hanamichi mañana no vamos a perder a Aya, me oyes. Así que túmbate e intenta calmarte -le dijo mientras se levantaba de su lado para dejarle espacio para tumbarse, rogando para que lo que había dicho hubiera sonado convincente pues también él temía por si les quitaban a la niña-. Ahora intenta descansar. Tienes que relajarte.
Hanamichi no dijo nada, pero tampoco hizo falta. Se tumbó y se dejó arropar por Kaede. Quien tras fregar el estropicio de Hanamichi, se sentó a su lado, cogiéndole la mano y acariciándole la cabeza suavemente. Sin decir una palabra, en parte porque no sabían que decir, en parte porque no sabía como expresar lo que tenían dentro.
A media tarde Hanamichi dormía profundamente. Kaede se levantó entumecido de estar en el suelo y decidió ir a ver como estaba la pequeña. Estaba en la cuna despierta jugando con un juguete. Al verle intentó incorporarse un poco cogiéndose de los barrotes de la cuna. La alzó en brazos y la llevó a la cocina dónde le dio de comer. Luego salió con ella al jardín para no molestar a Hanamichi, no quería despertarlo.
Viendo como la pequeña jugaba en el suelo delante de él, tranquilamente alargándole los juguetes y luego reclamándose-los, pasó la tarde y empezó a oscurecer. Pero la pequeña había comido tarde y él tampoco tenía hambre así que no se movió. Cogió la niña en brazos y se sentó en una de las sillas de jardín a esperar la noche. Cuando ya casi no había luz una figura apareció por la puerta de la cocina.
-¿Cómo te encuentras? -Le preguntó intentando que la niña no se le escurriera de los brazos con los movimientos serpenteantes que hacía su pequeño cuerpo para liberarse de él e ir en brazos de su adorado hermano mayor.
Hanamichi se encogió de hombres y luego levantó a su hermana y la abrazó. Con ella en brazos se sentó en la silla al lado de la de Kaede y este no tardó mucho en ir a sentarse a su regazo.
-¿Todavía te duele verdad? -Le susurró acariciándole el pelo. Hanamichi no contestó, pero no hacía falta, las ojeras y el pálido color de su piel eran señal suficiente de que seguía sin sentirse bien. Le dio un casto beso en los labios y luego hizo ademán de levantarse. Pero Hanamichi le cogió del brazo y le miró suplicante.
-Ahora vuelvo, solo voy a buscar la manta, el aire empieza a ser frío -dijo Kaede entrando en la casa.
Hanamichi aprovechó para levantarse de la silla y tumbarse en la tumbona. Cuando Kaede volvió se tumbó a su lado y se taparon los tres con la manta que había traído.
Una hora más tarde Kaede despertó súbitamente con un escalofrío que le recorrió la espalda.
Se había quedado dormido apoyado en el pecho de Hana igual que la pequeña, mientras el pelirrojo les observaba.
-Deberíamos entrar en casa Hanamichi.
Hanamichi hizo que sí con la cabeza, cerró lo ojos y respiró profundamente, pero no dijo nada. Kaede empezaba a preocuparse, Hanamichi tan callado no era bueno. Se levantó y esperó a que Hanamichi hiciera otro tanto. Aunque el pelirrojo se tomó su tiempo. Utilizó la manta para envolver a su hermana como un ovillo y estuvo mirándola tiernamente, hasta que los ojos se le enturbiaron de nuevo y sintió que una nueva lágrima se le escapaba mejilla abajo.
-Hana… -dijo Kaede sin poder hacer nada. Hubiera dado cuanto tenía para poder asegurarle a Hanamichi que todo iría bien y que no tenía porqué preocuparse.
Hanamichi se secó de un manotazo la lágrima traicionera que se le había escapado y finalmente se levantó con la pequeña en brazos.
Mientras Hanamichi ponía a dormir a la pequeña, no había cenado pero no quería despertarla para darle de comer, ya comería por la mañana, Kaede se quedó en el marco de la puerta de la cocina viendo la oscuridad de la noche. No pudo evitar que una lágrima se le escapara a él también.
Entonces notó una mano en su cintura, instintivamente posó la suya encima y entrelazó los dedos con los suyos. Y un sollozo se escapó de su pecho.
Quería dejar de llorar pues consideraba que no había motivos para que fuera él el que llorara, quería poder mantener la compostura como había hecho hasta ahora. Pero no podía evitarlo. Intentó hablar decirle a Hanamichi que no se preocupara que no pasaba nada, que solo era un bobo por ponerse a llorar delante de él, no sabía ni porqué lloraba, pero no podía decir nada.
Casi sin saber qué hacer se limitó a abrazar fuerte a Hanamichi hasta que este consiguió normalizar su respiración un poco. Entonces el pelirrojo se separó de él y le besó como si no se hubieran visto en meses.
Los labios de Hanamichi estaban hinchados, eran carnosos y suaves y su lengua le obligó a abrir la boca casi enseguida. Le invadió por completo explorándolo, como si quisiera casi comérselo. Las manos del pelirrojo en su nuca le imposibilitaban cualquier movimiento de alejamiento, no es que quisiera tampoco ir muy lejos de dónde estaba, sentir como el cuerpo entero de Hanamichi temblaba bajo sus manos era algo imposible de describir. Por un instante todo dejó de existir para ambos. A Kaede le encantaba esa fogosidad de Hanamichi pero si no lo detenía pronto tendría que pasar de besarle a hacerle la respiración asistida ya que su respiración era tan desacompasada que se le hacía imposible coordinar el coger aire con el no perder el ritmo de Hanamichi.
Cuando se detuvieron jadeando, una gota salada todavía resbaló por la mejilla de Kaede. Y una punzada de culpa hizo que Kaede no pudiera aguantarle la mirada y bajara la cabeza.
Hanamichi le tomó el mentón y le hizo subir la mirada. Y tras mirarle a los ojos le besó de nuevo. Esta vez no fue solo un beso, fue una caricia, fue un abrazo, fue un "por favor quédate siempre a mi lado", fue un "te necesito" unido a un "hazme el amor, te deseo". Las manos de Hanamichi pronto tuvieron a Kaede tumbado en el suelo de la terraza y él se tumbó encima de ese cuerpo incapaz de negarle nada.
A pesar del deseo evidente de ambos, de lo sexual del momento, del deseo desesperado de sentirse amado y arropado y a la vez del de sentirse necesitado y capaz de calmar el dolor del otro que ambos sentían, a pesar de ello, y que ya estaban tumbados en el suelo del jardín uno encima del otro pudiendo notar la erección del otro en contacto bajo los pantalones, cosa que por otra parte les excitaba todavía más, pero, a pesar de todo ello, ambos sabían que ese no era el momento ni el lugar de dar rienda suelta a sus hormonas.
Y a pesar de eso ambos eran incapaces de apartar las manos del cuerpo del otro en un avance cada vez mas osado, sin inhibiciones de cualquier tipo hacia, inevitablemente, acabar desnudos en busca de una sensación placentera después de un día de tanta angustia y pesar.
-Hana -pudo murmurar Kaede cuando este le soltó un momento la boca para pasar a su cuello-. Hana, deberíamos priiii, ¡ahhh! -Exclamó al notar la mano de Hanamichi directamente dentro de su pantalón.
Sin andarse con rodeos la mano de Hanamichi rodeó su miembro y empezó a masturbarlo. Y Kaede desabrochó el pantalón de Hanamichi e hizo otro tanto. No era la primera vez que se encontraban así en el jardín. Pero esta vez era distinta, la anterior habían sucumbido al romanticismo de hacerlo bajo las estrellas, había sido algo lento placentero y dulce, pero esta vez ambos buscaban descargar tensión, simple y llanamente. Sin demasiados preámbulos, sin sacarse las camisetas, ni siquiera bajarse los pantalones más abajo de las rodillas acabaron explotando uno en la mano del otro jadeando pero sin dejar de besarse. El orgasmo fue fuerte, los dejó extasiados jadeando tumbados en el suelo bocarriba en el suelo del jardín.
Kaede cerró los ojos disfrutando de esos momentos íntimos de tranquilidad sabiendo que la noche cómplice les protegía de miradas indiscretas. Cuando oyó a su lado más jadeos de Hanamichi.
Lo que vio lo excitó tanto que decidió imitarle, así que ambos llegaron a un segundo orgasmo esta vez masturbándose desinhibidamente enfrente del otro.
Al acabar Kaede se estiró para capturar los labios de Hanamichi en un dulce beso.
-Vamos a dentro Hanamichi o nos resfriaremos -Le susurró antes de darle un beso en la mejilla. Luego se levantó y ayudó a su compañero a hacer lo mismo. Ya en la cocina se limpiaron un poco y se colocaron bien la ropa. Y sin decir nada se encaminaron al salón dónde se tumbaron en el sofá.
A pesar de que hacía ya rato que era de noche no tenían sueño, haber dormido durante la tarde, más los nervios que llevaban encima los mantenía desvelados.
-¿Qué ha ocurrido esta tarde? -Le preguntó tras un largo silencio Kaede, para saber como había llegado Hanamichi a ese estado de nervios.
El pelirrojo ya mucho más tranquilo le habló por primera vez des de que llegó a casa a primera hora de la tarde.
-No lo sé. No sé porque pensé que te habías ido y… pero era una estupidez, no sé ni como pude pensar que tú… -le dijo Hanamichi intentando evitar el contacto visual-. De verdad Kaede, perdóname no debí dudar de ti. Pensé que te habías ido porqué esa mujer horrible insinuó que por vivir juntos quizá no sería bueno que criáramos a Aya. Yo pensé que tú -dijo avergonzado Hanamichi- que tú te habías ido para que no pudieran llevársela, pero lo siento -se apresuró a añadir- fue una tontería, sé que nunca me harías algo así, pero…, no te vi y me asusté, y me dolía tanto la cabeza,…, te llamé al móvil pero estaba apagado y tú nunca lo apagas, y… -Hanamichi volvía a llorar completamente cansado, esta vez de un modo sosegado, las lágrimas salían de sus ojos pausadamente sin espasmos, sin sollozos, solo lágrimas y dolor de cabeza.
-Solo fui a entrenar un rato, necesitaba hacer algo -dijo en un susurro Kaede con la vista clavada en el suelo y con el corazón completamente encogido.
-Debí suponerlo, lo siento -dijo secándose la última lágrima traicionera-. Pensé que con todo lo que has hecho por mi hasta ahora, de todo lo que has sacrificado, serías capaz de…, pero tranquilo, sé que nunca serías tan cobarde como para… -dijo Hanamichi intentando acercarse a Kaede claramente en busca de un abrazo protector de sus brazos.
Pero precisamente esa acusación de "cobarde" le hizo levantar la cabeza de golpe a Kaede, pues este consideraba que necesitaría de todo su valor para poder dejar a Hanamichi seguir su vida sin él.
Y justo entonces Hanamichi le vio la cara y supo a ciencia cierta que no se había equivocado y calló de golpe para instantáneamente cambiar de tono de voz, de afligida y suplicante a fría y cortante, para preguntarle:
-¿Por qué tu no lo harías, verdad Kaede?
Kaede no podía contestar a eso. Pero no hizo falta ese silencio, la mirada gacha, el movimiento de todo su cuerpo decía a gritos que era precisamente lo que había pensado hacer.
-¡Cabrón de…! Eres un cobarde. Te creí cuando me dijiste que me amabas sabes -dijo acusadoramente levantándose del sofá como si de repente tuviera prisa por irse de su lado.
-Hanamichi yo… -intentó detenerlo.
-Me mentiste, dijiste que me amabas y… -dijo soltándose de un manotazo de la mano de Kaede que le retenía a su lado.
-Y te amo, te amo más que nada en el mundo. Por eso…
-¿Por eso estás pensando en irte verdad? Y dime, ¿tenías intención de hacerlo sin decir adiós para dejarme todavía más preocupado? Embustero, manipulador de mierda, yo… -gritaba andando de un lado a otro de la sala Hanamichi, dando alguna que otra patada a los cojines del sofá de nuevo.
-Hanamichi escúchame -intentó razonar Kaede-. Te estás equivocando yo…
-Ojalá fuera cierto -dijo intentando contener el llanto, la rabia y todo lo que sentía dentro de si, hubiera dado todo por poder poner cara de póquer con la frialdad que lo hacia Kaede-. Pero dime, si es que puedes, que no tenías intención de irte de mi lado para no volver.
El incomodo silencio solo roto pro el llanto incesante de Aya que seguía en el parque.
-¡No lo entiendes! -Dijo sin argumentos Kaede.
-¡NO! Eres tú el que no ha entendido una puta mierda. Te amo, y no quiero vivir sin ti. ¡.¿Es que no puedes entenderlo?.!
-¿Y crees que yo quiero irme?
-Eso parece -dijo resentido Hanamichi.
-No quiero que os separen ¡.¿vale?.! No quiero ver como otra familia se desmorona, no quiero que pierdas lo que queda de tu familia, tú que todavía la tienes -dijo Kaede dejando que sus ojos se negaran de lágrimas.
-Lo ves, no has entendido nada. Eres un idiota. Un estúpido egocéntrico eso es lo que eres. ¿Es que no oíste nada de lo que le dije a la juez? -Dijo alzando la voz de nuevo.
-Todas y cada una de las palabras -dijo intentando contener las lágrimas que pugnaban por salir de sus azules ojos.
-Pues o no me escuchaste o no quisiste entender nada -dijo con la voz más cortante que Kaede le había oído nunca-. Porque me parece recordar que dejé bien claro que mi familia eres tú. TÚ. ¿Lo entiendes ahora? Eres tú la persona con quien elegí empezar de nuevo. ¿Recuerdas?
-Hanamichi -murmuró Kaede dando un paso hacia el pelirrojo completamente emocionado.
Pero Hanamichi dio un paso atrás.
-No -murmuró entonces-. No… me prometiste que antes de hacer cualquier otra locura de estas me tendrías en cuenta primero. Joder Kaede, fue lo primero que te dije, incluso antes de decirte que te amo, lo primero. Te dije que todo sería complicado, que no quería perder a nadie más -dijo con otras lágrimas corriendo por sus mejillas-. Y tenías que…, justo ahora que…
-Hanamichi basta, por favor -ambos habían desistido en su inútil intento de contener las lágrimas.
-Eres un capullo Kaede, un imbécil integral y me quedo corto si…
-¿Si qué? Es cierto, lo admito, lo primero que pensé fue que… que si me iba no podrían llevarse a Aya, pero… ¿pero no me he ido no? -Dijo llorando Kaede sin intentar acercarse más a Hanamichi por si este volvía a retroceder.
-Ya y quien me dice que…
-No -gimió desesperado Kaede-. Hanamichi, tienes que creerme. Hablé con Kaho esta tarde, ella me recordó que soy tan importante para ti, como tú para mí. No puedo decirte que haya sido fácil 'snif', ni que no haya dudado ni un segundo, pero me di cuenta de que marchándome no te ayudaría en nada…
-¿Como puedo saber que no me estas mintiendo Kaede?
-No puedes. Mira Hanamichi, es mi manera de ser, no puedo evitar pensar así, saber que si yo no estuviera…
-Para empezar, si tú no estuvieras nada de esto estaría ocurriendo, y además no puedes saberlo…
-Razón de más para mí para pensar eso. Pero…, pero aunque eso sea así no quiere decir que…, joder Hana tu me conoces mejor que nadie, sabes que por muchas cosas distintas que pueda pensar 'snif'…, tu sabes que nunca hago nada sin pensar…que… ¡además! te lo estoy diciendo y nunca te he mentido.
Hanamichi no podía pensar, su cabeza estaba por estallar otra vez y además por mucho que quisiera creerle, esa sensación, ese miedo, esa angustia no parecían querer abandonarle, por mucho que supiera que Kaede estaba siendo sincero en cada palabra que le decía. Así que sin decir nada se dirigió al baño y cerró la puerta. Se refrescó la cara en busca de un poco de lucidez, de nuevo le asaltaron unas arcadas, pero no tenía nada sólido en el estómago para sacar así que solo escupió un poco de jugos. Echó de menos el tacto cálido de esa mano grande de Kaede en su frente, reconfortantemente segura. Estuvo unos buenos diez minutos encerrado en el baño. Minutos que le sirvieron para tranquilizarse y reflexionar. Minutos que Kaede paso muy angustiado sentado en el sofá temeroso de decir o hacer nada que pudiera enfadar más a Hanamichi.
Hanamichi entró de nuevo al salón. Kaede estaba en el sofá con la cabeza entre las manos y él se sentó también pero no muy cerca del moreno.
-No soporto pelearme así contigo. No soporto la sensación constante de no saber si dentro de cinco minutos seguirás a mi lado Kaede.
-No confías en mí.
-No es eso, ya te lo dije una vez, sé cuanto me amas, y me da miedo. Por un lado me… me encanta que me ames así, es como… eres todo lo que nunca pude soñar y más, y por el otro esa sensación de que lo bueno nunca dura mucho… me duele, no me gusta ese miedo irracional a perderte y odio pensar que serías capaz de dejarme si creyeras que era lo mejor para mí.
-Pero no me he ido…
-Pero podrías hacerlo.
-Tú también Hanamichi, o es que crees que es fácil para mí a caso. También yo tengo miedo de perderte, yo ya sé lo que es verte partir por esa maldita puerta y saber que no volverás, ¿sabes?
-Pero no me habría ido si tú no me hubieras empujado a ello…
-No pienso volver a tener esa discusión Hanamichi. Yo ya te dije todo lo que tenía que decirte, y…
-No quiero tener esa discusión. Sé porque lo hiciste y lo entiendo y ya te di las gracias. No es éso lo que quiero hablar contigo, pero tienes que entender que precisamente esa tendencia tuya por… Solo quiero encontrar la manera de hacer desaparecer ese miedo y sé que solo tu puedes ayudarme en eso.
-¿Cómo?. ¿Cómo puedo hacerte ver que no me iré?. No confías en mi Hanamichi.
-Sí confío en ti Kaede, solo necesito que me lo prometas.
-…
-Prométeme que no te irás, que la próxima vez que estemos en una situación así no harás nada sin hablar primero conmigo, que no darás rienda suelta a tus ideas de bombero Kaede. Ya te lo pedí una vez, pero no me lo prometiste. Sé que si me das tu palabra lo cumplirás, con solo eso…
Pero no pudo acabar la frase pues Kaede se lanzó encima de él besándolo de nuevo.
-No Kaede -le dijo sacándoselo de encima-. Necesito oírtelo decir.
El moreno se levantó del sofá y se dirigió a la puerta del salón. Y sin mirarle, antes de salir murmuró.
-Lo siento.
Instantes después, y antes de que Hanamichi pudiera reaccionar, se oyó la puerta de la calle, Kaede se había ido y no podía saber hasta cuando.
Grissina (escondida dentro de su armadura medieval a prueba de todo): Ya está, lista para vuestros reviews. XD
(y que sean muchos!)
